SITUACIÓN POLÍTICA Y PERSPECTIVAS PARA EL GOBIERNO DE CRISTINA KIRCHNER

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En este apartado hacemos un balance del gobierno de Néstor Kirchner, damos cuenta de la inestabilidad general que sacude a la sociedad argentina pese a los 5 años de crecimiento económico ininterrupido; y repasamos la política de Derechos Humanos deKirchner. También abordamos la situación política general, las causas de la debilidad de la oposición de derecha y, por último, las perspectivas para el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.

Balance del gobierno de Kirchner

Hace año y medio, Kirchner y Cristina podían mirar el futuro confiados. La economía mantenía su marcha ascendente, el empleo crecía, el pacto social acordado entre su gobierno, los dirigentes de la CGT y la patronal había conseguido reducir las luchas obreras, la oposición de derecha estaba dividida y sin apenas base social, y la izquierda seguía instalada confortablemente en su limbo particular. Pero en muy poco tiempo este cuadro de estabilidad relativa pasó a mejor vida.

Los acontecimientos habidos en el último año mostraron la inestabilidad subyacente que sacude al país en sus bases fundamentales.

En la economía, la imparable suba de precios y los cortes energéticos profundizaron el malestar social; en los servicios públicos, el estado calamitoso del transporte metropolitano de la Capital derivó en motines populares como el de la Estación de Constitución en Buenos Aires, en el mes de mayo. Los cortes de ruta en Gualeguaychú, con la participación de decenas de miles de vecinos, en protesta por la instalación de las papeleras, tuvieron un gran impacto social a lo largo del 2006 y el 2007.

La exacerbación de los casos de violencia y represión, a diferentes niveles, actuaron como una descarga eléctrica en toda la sociedad. Así fue cuando tuvo lugar el apaleamiento de los trabajadores del Hospital Francés, en Capital, por una patota vinculada al Jefe de Gobierno, Alberto Fernández; o con el traslado de los restos de Perón a la Quinta de San Vicente, que terminó a tiros y piedrazos entre bandas de lúmpenes a sueldo de la burocracia sindical peronista. Seguramente, el caso de mayor impacto en la sociedad fue el asesinato del docente Carlos Fuentealba en Neuquén, que propició el primer paro general desde el Argentinazo y un repudio generalizado en la población. Un impacto similar lo tuvieron las luchas docentes de Santa Cruz, donde la arrogancia y prepotencia de Kirchner y sus funcionarios generaron la protesta de masas más grande en la historia de la provincia patagónica.

La conspiración contrarrevolucionaria del aparato del Estado alcanzó su cota más elevada en 20 años con los secuestros de López y Gerez por las bandas fascistas que anidan en su seno. La incapacidad e impotencia del gobierno para responder a esta arremetida criminal fueron notorias, y continúan hasta la fecha.

En el plano político, los acontecimientos no fueron menos relevantes. La derrota del candidato kirchnerista en la provincia de Misiones, Carlos Rovira (un cacique local repudiado por la población) frente al ex-obispo de Puerto Iguazú, Joaquín Piña, en las elecciones a la Asamblea Constituyente provincial de octubre del 2006, fue la primera gran derrota política de Kirchner desde que asumió la presidencia. Un impacto nacional mucho mayor tuvo la derrota del candidato del gobierno, Daniel Filmus, en las elecciones en Capital Federal donde el candidato de la derecha, Mauricio Macri, obtuvo un triunfo contundente.

Por último, los casos de corrupción que salieron a la luz, como el de Skanska, con la sobrefacturación de obras públicas con facturas truchas, y donde quedaron implicados algunos funcionarios del gobierno; o los manejos oscuros de plata de la ex-ministra Felisa Miceli, que debió dimitir, y de la Secretaria de Medio Ambiente, Picolotti; también golpearon de lleno al gobierno de Kirchner.

En todos estos acontecimientos el gobierno demostró una incapacidad manifiesta ofreciendo una imagen de vacilación y debilidad ante los hechos que lo acosaban.

De todo lo anterior se derivan conclusiones muy importantes que debemos señalar. En primer lugar, que la sociedad no ha podido encontrar su punto de equilibrio a 6 años de transcurrido el Argentinazo, pese a la existencia de un boom económico importante. Las contradicciones sociales y políticas acumuladas desde la caída de la dictadura militar, aunque amortiguadas por la mayor estabilidad económica, se mantienen presentes. Es la expresión de la decadencia senil del capitalismo argentino, incapaz de solucionar los problemas que aquejan a la sociedad.

El capitalismo argentino no puede garantizar un empleo estable y digno a los trabajadores, no puede asegurar una alimentación decente y abundante por la suba de precios y el faltante de productos de consumo básico, no puede ofrecer un sistema de salud adecuadamente dotado, carece de suficientes recursos para modernizar las infraestructuras básicas de transporte, vivienda, rutas y suministro energético debido al acaparamiento del excedente que deja el trabajo de la sociedad en una minoría de empresarios y banqueros parásitos, nacionales y extranjeros.

En segundo lugar, se mantiene muy viva la sensibilidad de las masas trabajadoras ante los casos de abuso, de injusticias y de represión policial y estatal. El ejemplo de Gualeguaychú es elocuente, pese a que esta movilización popular extraordinaria no ha sido capaz de encontrar un eco en la clase trabajadora uruguaya, sin cuyo concurso es imposible expulsar a las papeleras de la zona.

Esta sensibilidad se expresó en las protestas violentas de Haedo y Constitución, por las condiciones deplorables del transporte ferroviario; en puebladas locales como las de Venado Tuerto, en Santa Fe; o de Río Cuarto, en Córdoba, en el caso Dalmasso, ante decisiones injustas y arbitrarias de los jueces; se expresó en incendios y ataques contra varias comisarías por los vecinos ante casos de gatillo fácil; en cacelorazos por los cortes de luz o la suba abusiva de impuestos municipales; o en la extraordinaria respuesta popular en todo el país ante el asesinato de Fuentealba; y, por último, en la generalización de los cortes de ruta en cualquier protesta social o gremial, la herencia visual y el método de lucha, como hilo conductor, que une todas estas protestas populares con el Argentinazo.

No es una casualidad que esta cadena de acontecimientos golpeara a Kirchner en el preciso momento en que su política “izquierdista” llegaba a su cénit y comenzara un ligero corrimiento a la derecha, concretado inicialmente en la postulación para Gobernador de la Provincia de Buenos Aires del miembro de la derecha del PJ, Daniel Scioli y en la salida de algunos funcionarios “izquierdistas” del gobierno, como D’Elía. Kirchner quería dejar claro a la clase dominante que, pese a todo, era una persona confiable para el sistema.

Por lo tanto, la etapa de inestabilidad abierta por el Argentinazo no ha sido cerrada sino que continúa desarrollándose a otro nivel, contenida temporalmente por el efecto amortiguador que sobre las contradicciones sociales ejerce el auge económico y la ausencia de una alternativa revolucionaria de masas que señale a la clase trabajadora sus tareas históricas (la revolución socialista y la toma del poder) y acelere el proceso de toma de conciencia política que demandan esas tareas.

Como en una cadena de volcanes en actividad, las explosiones y estallidos sociales aquí y allá, en toda la geografía nacional, van a estar presentes en los próximos años, preparando explosiones más profundas acompasadas por los cambios en el ciclo económico, la lucha de clases y los acontecimientos internacionales.

Las conspiraciones del aparato del Estado

La novedad más importante del último año en el tema de los derechos humanos fue el reinicio de los juicios contra los represores y genocidas de la dictadura militar, y la respuesta criminal que dieron a esto las tramas fascistas del aparato del Estado, con los secuestros de Julio López (que continúa desaparecido y, seguramente, habrá sido asesinado) y de Luis Gerez, quien estuvo desaparecido durante 3 días. Para tratar de ver las perspectivas que se abren aquí es imprescindible hacer un balance de la acción de gobierno en la llamada lucha contra la impunidad.

Frente al comportamiento estúpido de los grupos ultraizquierdistas, que insisten en no ver ningún paso adelante en este tema, nosotros sí reconocemos que ha habido cambios que no tienen precedentes en 24 años de democracia burguesa.

Pero el mérito por los pasos adelante dados descansa en la lucha incansable y abnegada de miles de luchadores que nunca claudicaron ni bajaron las banderas en la lucha contra la impunidad de los genocidas de la dictadura militar y sus cómplices en la burguesía, los políticos burgueses, la burocracia sindical podrida y la jerarquía de la Iglesia Católica.

La nulidad de las leyes de impunidad (la Ley de Obedencia Debida y la Ley de Punto Final alfonsinistas); la nulidad, en primera instancia, de algunos de los indultos concedidos por Menem; la reapertura de los juicios contra los represores y la condena a cadena perpetua y a penas de 25 años de genocidas como Etchecolatz, Von Wernich y el Turco Julián; la rehabilitación pública de los luchadores revolucionarios masacrados por la dictadura; el cierre de la ESMA y de otros centros clandestinos de torturas y su puesta a disposición de organizaciones de derechos humanos; la declaración como feriado nacional inamovible del 24 de marzo; o la retirada de los cuadros de Videla, Bignone y Galtieri del Cuartel General del Ejército, son todas conquistas democráticas que defendemos. Son pasos adelante del movimiento de la clase obrera, igual que la libertad de expresión, el derecho a manifestación, el sufragio universal, etc.

Que haya sido un gobierno burgués como el de Kirchner quien haya otorgado estas concesiones no subestima las conquistas alcanzadas; de la misma manera que los derechos democráticos básicos conquistados no dejan de ser tales porque fueran concedidos por otros gobiernos burgueses, ante la presión de la clase obrera y demás capas populares.

Nosotros criticamos la política de derechos humanos de Kirchner no porque estemos en desacuerdo con las concesiones otorgadas, sino porque nos parecen insuficientes, no garantizan el juicio y castigo efectivo a todos los genocidas y sus cómplices y, lo que es más importante, no previenen nuevas acciones de Terrorismo de Estado, como la experiencia del último año ha atestiguado, en la medida que el aparato del Estado no fue purgado de fascistas y reaccionarios y, en lo esencial, permanece intacto. Por otro lado, insistimos en que este aparato del Estado es irreformable. Debe ser desmantelado junto con el sistema capitalista que le dio vida.

Las conspiraciones reaccionarias continúan. Unos meses antes del secuestro de López se descubrió una red clandestina de espionaje con sede en la Armada en la que estaba implicado hasta el Vicealmirante del cuerpo, número 2 del escalafón.

Sin duda, el golpe más fuerte a las ilusiones sembradas por el gobierno en este tema fue el secuestro y desaparición de Julio López, testigo clave en el juicio contra el genocida Etchecolatz. Meses más tarde, la reacción fascista volvió a golpear con el secuestro durante tres días del activista kirchnerista, Luis Gerez, quien había declarado en una Comisión del Congreso en contra del ex-comisario torturador Luis Patti, a raíz de lo cual éste fue inhabilitado para ocupar una banca en el parlamento.

Aunque estos grupos carecen de la fuerza y el respaldo suficientes para emprender actividades reaccionarias de la envergadura de las acometidas a fines de los años 80 contra los gobiernos de Alfonsín y Menem (rebelión de los Carapintadas, etc.) que forzaron la aplicación de las leyes de impunidad, sin embargo continúan operativos.

Como entonces, lo que persiguen es extorsionar al gobierno para paralizar los juicios iniciados y negociar la amnistía de los ya condenados. No debemos olvidar que hay 1.200 militares y policías, muchos de ellos en actividad, acusados de casos de represión y genocidio.

Es un deber elemental de los marxistas prevenir a la clase obrera sobre el peligro que representan estas tramas “negras” y el conjunto del aparato del Estado. Como marxistas, debemos explicar que no existe una solución separada entre la lucha por la depuración del aparato del Estado y la lucha por el socialismo, ambas van unidas.

Debemos denunciar la conspiración del aparato del Estado, y particularmente de la casta judicial, que está retrasando todo lo posible los juicios contra los genocidas que se iniciaron tras la anulación de las leyes de impunidad. Al ritmo actual, se tardaría un siglo en completar todo el proceso.

El gobierno se muestra impotente para enfrentar a estas mafias que perviven en el Estado y en empresas de seguridad privada. El gobierno no puede purgar a fondo el aparato del Estado porque sabe que encontraría una resistencia feroz en su seno y en la misma clase dominante. No puede apelar a la movilización popular para conseguirlo porque teme que se le escape de las manos y ponga en cuestión al mismo sistema capitalista, del cual es garante.

Esta actitud del gobierno quedó clara con la desaparición de Julio López. El gobierno, los medios de comunicación y la burocracia sindical hicieron todo lo posible para enfriar los ánimos de la población, sosteniendo durante semanas la hipótesis de que López estaba escondido o se habría “perdido”. Tuvieron éxito con esta táctica porque convirtieron la desaparición de López en un caso de rutina policial.

Pero el secuestro de Gerez encendió todas las alarmas en el gobierno y la clase dominante. Kirchner no podía esconderse, como cuando desapareció López, si no quería quedar desacreditado ante la población. Por eso reclamó por TV la aparición de Gerez e intimó a los jueces a acelerar los juicios pendientes contra los genocidas. Los sectores más inteligentes de la clase dominante, que ya mostraron su inquietud por la desaparición de López, decidieron que tampoco podían permanecer al margen.

Esta posición ya fue adelantada por uno de los integrantes más relevantes de la alta burguesía argentina, Enrique Pescarmona, quien en un discurso improvisado en una reunión empresarial celebrada a fines de octubre del año pasado (dos meses antes del secuestro de Gerez) pidió por la aparición de López: “Les pido a todos que no se olviden de López, que la gendarmería y la policía sigan buscando. No volvamos al pasado” (Clarín, 1 noviembre 2006) ¿Por qué debería preocuparse uno de los representantes más calificados de la clase dominante por el secuestro de López en una reunión privada de empresarios donde este tema estaba fuera de su agenda?

La burguesía comprende lo que los marxistas comprendemos. Temía que, si no detenía esta seguidilla de secuestros, esto condujera en el tiempo a una inestabilidad política y social de alcances incalculables, en un momento donde su dominio sobre la sociedad no estaba siendo cuestionado. Su miedo no provenía de la derecha ni de los militares, obviamente; sino de la reacción que pudieran desatar, tarde o temprano, la clase obrera y los demás sectores populares.
Por esa razón, los sectores decisivos de la burguesía argentina intervinieron directamente, a través de sus agentes más confiables en el seno del aparato del Estado, para forzar la liberación de Luis Gerez.

No puede asegurarse todavía la existencia de un pacto entre Kirchner y la burguesía para limitar el alcance de los juicios y las condenas; ni tampoco que la burguesía, a través de sus agentes más confiables en el aparato del Estado, esté en condiciones de disciplinar las tramas “negras” para impedir nuevos secuestros. Habrá que estar atentos y que los hechos hablen por sí mismos. Lo que es indudable es que las tendencias conspirativas contrarrevolucionarias y bonapartistas del aparato del Estado argentino, que no siempre van acompasadas con las necesidades y la oportunidad que demanda la burguesía en cada momento, van a ser una constante en el proceso de la revolución argentina.

La oposición de derecha

Como hemos explicado muchas veces, Kirchner es un defensor entusiasta del sistema capitalista, pero se empeñó en tener las manos libres para desarrollar determinadas políticas que, aunque incomodaban a los empresarios y banqueros, buscaban amortiguar las contradicciones sociales para mantener la estabilidad social en niveles aceptables. Pese a que el gobierno de Kirchner no amenazó los intereses fundamentales de la clase dominante, ésta nunca se sintió cómoda con él. Por eso, la burguesía siempre intentó marcarle la cancha y apuntalar la oposición política a su derecha.

En política exterior, Kirchner consolidó una política de ambigüedad calculada que tampoco satisfizo plenamente a la burguesía y al imperialismo. Ha mantenido sus relaciones con Venezuela, circunscritas a las relaciones comerciales con gran beneficio para Argentina (compra de materias primas, maquinaria agrícola y bonos de la deuda argentina a bajo interés) a cambio de no sumarse a la campaña reaccionaria contra Chávez. Lo mismo en el caso de Bolivia donde Argentina tiene intereses vitales en el gas. Al mismo tiempo, Kirchner ha renovado sus credenciales de confiabilidad al imperialismo norteamericano, con el mantenimiento de las tropas argentinas en Haití, con su cooperación en la criminalización del régimen iraní por el caso AMIA, y en la sanción de “leyes antiterroristas” a pedido de Washington con un alto contenido represivo. Además, no ha criticado la política imperialista de Washington en Iraq y ha enviando innumerables veces a Cristina Kirchner a los EEUU para entrevistarse con altos funcionarios de la Casa Blanca para que despejaran sus dudas sobre el carácter que tendrá la política argentina con la nueva presidenta de la Nación.

Al principio de su mandato, la burguesía se apoyó en la derecha peronista, a través de Duhalde, para mantener un control estrecho sobre Kirchner. Pero Kirchner aplastó al duhaldismo, que se diluyó sin mayor resistencia. Alternativamente, la burguesía apostó por López Murphy y Macri; pero, en plena euforia kirchnerista, estos políticos burgueses tuvieron dificultades enormes para ser tenidos en cuenta fuera de su base tradicional de apoyo en la burguesía y las capas altas de la pequeñaburguesía.

En el último año la oposición de derecha a Kirchner, nucleada en torno a las alas de derecha del PJ y de la UCR, y en los políticos vinculados directamente a la burguesía y a la derecha tradicional (López Murphy, Macri, Sobisch) pareció dar pasos adelante en su recomposición.

La burguesía intentó basarse entonces en Lavagna para intentar organizar una oposición seria alrededor de su figura, después de que fuera expulsado del gobierno por Kirchner. Lavagna quiso explotar su imagen de personaje no proveniente de la derecha ante la población, por eso mantuvo siempre una relación fría con Macri. Pero tras un año de experiencia, Lavagna tampoco fue capaz de despertar ningún entusiasmo popular. En las elecciones presidenciales de octubre quedó por detrás de Carrió.

Esta dificultad exasperante que sufre la oposición de derecha a Kirchner para aumentar sus bases sociales de apoyo tiene que ver con el carácter de la época y el ambiente social que se respira en el país y el continente. Es difícil que estos personajes puedan encontrar un eco de masas defendiendo una política más antiobrera, más procapitalista y más proimperialista que la que defiende el gobierno de Kirchner.

Pese al malestar de las masas con sus condiciones de vida, no están desesperadas ni desmoralizadas; y todavía hay un sector amplio de la clase media que mantiene sus ilusiones en el kirchnerismo y mira con desconfianza profunda a la derecha, como se ha podido comprobar en las elecciones del 28 de octubre. El malestar de la clase obrera está encontrando otras vías de expresión, como la lucha sindical o la protesta vecinal. No ha sufrido una derrota importante todavía. Sin ambos condimentos: desmoralización y pasividad de la clase obrera, y giro a la derecha de las capas medias, el crecimiento de la derecha es imposible. Como más adelante veremos, esta perspectiva es inevitable a futuro, pero a corto plazo no es ésta la situación.

Mención aparte merece el caso del ARI de Elisa Carrió. Incapaz de competir por “izquierda” con el gobierno, en el último año Carrió giró a la derecha, mostrando sus credenciales de confiabilidad a la burguesía. Criticó, al mejor estilo gorila, la revolución venezolana y la política de derechos humanos de Kirchner porque “humillaba” a los militares. Por eso la burguesía la tuvo en cuenta en sus planes para debilitar a Kirchner, incluyendo ayuda financiera generosa.

Para la burguesía se trataba de organizar una presión combinada contra Kirchner, por derecha y por izquierda (de la mano de Carrió), en la esperanza de que fuera la oposición de derecha la que usufructuara el resultado, asignándole a Carrió el papel de “tonto útil” para sus planes. La paradoja es que, para sorpresa de la burguesía y de la derecha, quien usufructuó la oposición a Kirchner fue la propia Carrió. Lo cual no es de extrañar, si al lado de Carrió teníamos lo más parecido a los Locos Adams: Sobisch, Rodríguez Saá, López Murphy y Lavagna. Así, Carrió se situó como la dirigente opositora más votada las elecciones presidenciales por detrás de Cristina Kirchner, aunque a bastante distancia de ésta. Este dato contradice nuevamente a aquellos que insisten en que la sociedad giró a la derecha en el último año.

Haciendo de tripas corazón, un sector de la burguesía, a través de López Murphy, intentó explorar la posibilidad de un gran acuerdo con Carrió, para convertirla en su base principal de ataque en las elecciones presidenciales. Lo sorprendente no es que esta maniobra saliera mal, ante la negativa de Carrió a incluir al macrismo en su frente electoral porque eso la habría desacreditado ante su base social y habría desnudado completamente su oportunismo político sin principios, sino que Carrió, haciendo gala de una ambición política desmesurada, estuviera dispuesta a tratar con López Murphy, un político abiertamente vinculado a la derecha. No obstante, fue muy positivo que, ante las masas, Carrió apareciera del brazo de López Murphy, porque sirvió para que su imagen “progresista” se deteriorara bastante y la desnudara ante sectores honestos de la pequeñaburguesía y de los trabajadores que mantenían ciertas ilusiones en ella.
En el horizonte político, la burguesía tiene guardada la carta de Macri para las elecciones presidenciales del 2011, tras conseguir la Intendencia de Buenos Aires. Aún es prematuro avizorar las perspectivas para Macri, teniendo en cuenta que su experiencia en el gobierno de la capital del país en los próximos 4 años será determinante para su futuro político.

Lo que sí tenemos que dejar claro es que la victoria de Macri en Buenos Aires no expresó un giro fundamental a la derecha de la sociedad ni estaba fatalmente predeterminada, sino que fue el resultado de una combinación de factores que, en otras circunstancias, habrían propiciado su derrota.

La derecha no incrementó su porcentaje de voto en Capital con respecto a la primera vuelta de las elecciones del año 2003, cuando Ibarra enfrentó a Macri y lo venció en el Ballottage posterior. Lo decisivo para la victoria de Macri fue la postulación de dos candidatos que se referenciaban en la “centroizquierda”, dividiendo por la mitad el voto de esta franja del electorado, lo que exageró la fuerza social del macrismo en la Capital y facilitó su victoria posterior en el Ballottage.

La demagogia de Macri, que prometió todo lo imaginable y hasta algunas cosas inimaginables, más la pobre figura y los aburridos discursos de Filmus, hicieron el resto. En todo momento, Macri rechazó con indignación el apelativo de ser de derecha y prohibió a Blumberg y López Murphy aparecer en sus actos electorales. En la primera vuelta la pelea real fue entre Filmus y Telerman, por lo que la demagogia macrista nunca fue combatida y desacreditada ante las amplias masas, cuyas capas más despolitizadas y atrasadas veían en Macri un tipo simpático, canchero, alejado de la farándula política, y presidente exitoso de Boca Juniors, el club más popular del país.

No obstante, las primeras medidas anunciadas para reducir la enorme deuda de la Capital (como la suba de impuestos y despidos) y la inevitabilidad de sus políticas reaccionarias en el terreno social y policial, preparan una legislatura tormentosa en la ciudad de Buenos Aires.

Balance de las elecciones presidenciales

La amplia victoria de Cristina Kirchner en las elecciones presidenciales del 28 de octubre, con un 45% de los votos, mostró la falta de una verdadera alternativa política al kirchnerismo, como explicamos anteriormente. Carrió, que quedó segunda, anduvo 22 puntos por debajo de Cristina.

Esto es más significativo cuanto que a nadie se le oculta el enorme malestar de las masas trabajadoras con sus condiciones de vida (suba de precios, salarios que no alcanzan, servicios públicos deplorables, preocupación por la “inseguridad”, etc.). Los sectores de capas medias y de trabajadores descontentos con la política oficial que optaron por castigar al gobierno lo hicieron votando principalmente por Carrió quien, pese al giro a la derecha dado en el último año, es vista aún como “progresista” por una franja del electorado.

El malestar social también se expresó en una abstención superior a las elecciones presidenciales del 2003, un 27% frente al 22% de hace 4 años. Y en un incremento del “voto bronca” (blancos, nulos e impugnados), que pasó del 3% al 6% del electorado.

Los candidatos vinculados con políticas más represivas y procapitalistas (Lavagna, Saá, Sóbisch y López Murphy) alcanzaron apenas el 28% de los votos. López Murphy y Sóbisch fueron humillados sumando entre los dos un miserable 3% de apoyo. En Buenos Aires, donde Macri ganó la Intendencia hace unos meses, las listas a la derecha de Cristina y Carrió sólo consiguieron el 32% de los votos y el conjunto de las listas de izquierda el 11,6%.

Estos datos generales ratifican que no hubo un giro a la derecha en la sociedad, como venimos defendiendo desde hace meses. Pese al malestar de las masas trabajadoras, éstas no fueron indiferentes al resultado de las elecciones de octubre. No podemos menospreciar las concesiones otorgadas por el gobierno de Kirchner en estos años, como hacen los grupos ultraizquierdistas. Evidentemente, en esto se combinaron las luchas obreras del último período junto a las concesiones otorgadas desde arriba, en el marco de un crecimiento importante de la economía. Los trabajadores no están tirando manteca al techo pero han registrado que bajo el gobierno de Kirchner sus condiciones de vida mejoraron, y además simpatizan más con su discurso que con el de sus oponentes políticos. Miran a la derecha y no les gusta lo que ven. Miran a la izquierda y no ven nada, o lo poco que ven por el momento no les da ninguna confianza. Por eso votaron mayoritariamente la candidatura de Cristina Kirchner ¿Qué alternativa tenían? Esto no reflejó un nivel de conciencia política bajo, como afirman los ultraizquierdistas y los escépticos, sino una visión sobria de la realidad. Los trabajadores estarían dispuestos a seguir políticas más radicales si hubiera una fuerza que les ofreciera confianza y garantías de triunfo, para que su voto hacia esta fuerza tuviera una utilidad real.

El balance en las provincias

Lo que sí es verdad es que cada vez que la clase obrera, y demás capas populares, tuvieron la oportunidad de expresar su malestar contra los viejos políticos del sistema, y encontraron una posibilidad real de cambio, lo hicieron.

Es interesante, en ese sentido, lo ocurrido en las provincias de Santa Fe y Córdoba en las elecciones a Gobernador a comienzos de septiembre, y en Salta en octubre. En Santa Fe tuvimos la victoria histórica de la coalición liderada por el Partido Socialista de Binner, consiguiendo romper el monopolio del PJ en la provincia por primera vez en la historia. Lo llamativo es que el Frente Cívico ganó en los bastiones del proletariado santafesino en el cordón industrial de Rosario. Esto nos indica que sectores importantes de la clase obrera están buscando una expresión política por afuera del PJ, lo cual es muy sintomático. Lo mismo se puede decir en Córdoba, donde el frente electoral de Juez quedó cabeza a cabeza con la fórmula encabezada por el PJ, y donde probablemente se cometió un fraude electoral importante para impedir que Juez se alzara con el gobierno de la provincia. También en Salta, luego de años de soportar el caciquismo de Romero, la población eligió en lugar de su delfín a un “kirchnerista” de la nueva camada.

En el distrito electoral más importante del país, la provincia de Buenos Aires, el oficialismo encabezado por Scioli (candidato a Gobernador) obtuvo una victoria cómoda. El fracaso estrepitoso de Patti y Blumberg, que en conjunto sacaron menos del 4% de los votos, refleja el rechazo instintivo de las masas trabajadoras a las políticas represivas y a las simpatías con la dictadura que exhiben sin pudor estos reaccionarios epilépticos. Significativamente, el “voto bronca” superó el 10% de los sufragios. Refleja un descontento con los candidatos del sistema, la falta de inserción en la provincia de las opciones más de izquierda, y la protesta de muchos votantes por la falta de boletas de los candidatos opositores al oficialismo en numerosos lugares de votación, padecida en mayor medida por las candidaturas de izquierda.

En general, los caciques del interior de la provincia de Buenos Aires mantuvieron sus posiciones, pero es significativo que fueran desalojados por sectores “progresistas” del kirchnerismo en partidos tan populosos como La Plata, Quilmes, Lanús, Almirante Brown, Tigre o San Miguel.

En las elecciones presidenciales en Santa Fe, el “socialismo” de Binner revalidó su mayoría en Rosario y quedó cabeza a cabeza con Cristina en la provincia. En Córdoba, el mayor peso del radicalismo y, sobre todo, la bronca popular contra el probable fraude electoral cometido contra Juez en las elecciones para Gobernador a comienzos de septiembre, se reflejó en el segundo puesto de Cristina, por detrás de Lavagna, y el tercero en Córdoba capital, por detrás de Carrió.

La victoria del candidato kirchnerista, Daniel Peralta, en Santa Cruz con el 58% de los votos parece ser un dato contradictorio con el desprestigio amplio que acumuló Kirchner durantes las luchas extraordinarias de docentes y estatales en la provincia. Pero si lo miramos más de cerca, este resultado no es tan sorprendente. Después de meses de luchas incesantes, Peralta concedió prácticamente todos los reclamos laborales que se le plantearon. Era la única manera de conseguir apoyo popular para su elección. La alternativa que se les planteaba a los trabajadores era el candidato presentado por los radicales y el ARI, Eduardo Costa, un conocido empresario de la provincia que suscitó una desconfianza elemental en los trabajadores. El resultado no podía ser otro. Los trabajadores le dijeron a Peralta: “por falta de algo mejor te damos el voto ahora, para que cumplas tus promesas y nos des lo que pedimos; pero si nos atacás, volveremos a salir a la calle para enfrentarte”. La izquierda (PO y MST), que iba dividida pese a presentar el mismo programa de gobierno, fue incapaz de conectar con el ambiente de los trabajadores, centrando sus crítica en Peralta mientras que mantuvo un silencio embarazoso hacia el candidato radical. Ni siquiera fue capaz de atraer al 7% de los electores que votaron en blanco o nulo, y que reflejaba el descontento de miles de trabajadores carentes de una referencia política donde expresar su malestar.

Carrió, como jefa de la oposición

Aunque la Carrió pretenda presumir ahora como jefa de la oposición, va a quedar colocada en una posición muy incómoda. Su giro a la derecha para ganar el favor de los empresarios y de los sectores más conservadores de la clase media, ya está provocando fisuras en su frente político, donde un sector (“socialistas”, sectores del radicalismo, y otros) vive de explotar políticamente el electorado “progresista”. No es probable, por lo tanto, que la Coalición Cívica concluya unida el mandato presidencial de Cristina Kircher. Un sector será engullido por la derecha, cuando ésta ponga un cierto orden en sus filas, probablemente a través de la figura de Mauricio Macri; y otro sector terminará recalando en la Concertación kirchnerista.

Perspectivas para el gobierno de Cristina Kirchner

La etapa que se abrió con el Argentinazo reveló que el país ya no puede asimilarse a la dicotomía peronista-radical del pasado. El PJ y la UCR están completamente desgarrados y escindidos, a izquierda y derecha, y muy desprestigiados. Esto tiene una significación política profunda y una transcendencia histórica enorme. Estamos asistiendo, ni más ni menos que al ocaso de las dos fuerzas políticas más importantes de la historia argentina que, alternativamente, fueron utilizadas para favorecer los intereses de la burguesía, en contra de la clase trabajadora. Lo más importante, desde el punto de vista de los intereses históricos de la clase obrera argentina, es que esta situación deja abierto el camino expedito para que los trabajadores puedan abrirse a una perspectiva política de clase.

En esta situación, Kirchner está tratando de armar una fuerza política nueva con los despojos de la UCR y del PJ, que tenga un perfil de centroizquierda y pueda encontrar una base de apoyo en las masas trabajadoras y en sectores amplios de la clase media. Por los tiempos que corren en el país y en el continente, Kirchner, que es un político inteligente, sabe que las políticas capitalistas salvajes y represivas de sus oponentes de derecha conducen inexorablemente a una exacerbación de las contradicciones sociales y a nuevas explosiones revolucionarias.

Kirchner es consciente de que, fuera del núcleo reducido de políticos y funcionarios que lo rodean, nadie tiene la autoridad y capacidad suficientes para dirigir y asentar un proyecto político de esta envergadura. Esta es la razón de que lanzara la candidatura presidencial de su mujer, Cristina Fernández, quien goza de su absoluta confianza política. Cristina K., como Kirchner, comenzó su actividad política en la JP en los 70. Tomó parte activa desde el primer momento en el armado del kirchnerismo y se destacó como una de sus principales ideólogas, redactando y revisando el contenido de los principales discursos de Kirchner. Aparentemente, Kirchner se retiraría de la primera escena con su capital político aún no agotado, asignándose el rol de organizador de esta fuerza política, para dejar abierta la posibilidad de postularse para las elecciones presidenciales del 2011

Por su parte, la derecha intenta hacer lo propio con las demás camarillas corruptas del peronismo y el radicalismo. La burguesía acepta este juego. Como factor de contención social necesita fuerzas nuevas en las que basarse ante la imposibilidad de seguir haciéndolo en los viejos partidos superados por la historia.

¿Qué perspectivas se abren para el gobierno de Cristina Kirchner? En principio, no habría grandes cambios con la situación actual.

Desde el principio querrá dejar claro que, políticamente, “no es la mujer de su marido”, sino que tiene ideas propias, y tratará de exhibir un carácter fuerte. Durante todo el año estuvo viajando alrededor del mundo para darse a conocer, principalmente en los EEUU, donde ha recibido el plácet de la Casa Blanca y dejó claro que no es una demagoga peligrosa. Como citaba uno de los principales voceros del capital financiero británico, el semanario The Economist: “Ella es vista como más moderada que su marido y podría mejorar los vínculos con los EEUU” (Citado en Clarín, 27 de mayo 2007).

En la medida que el boom económico se mantenga continuará con la política exhibida por Kirchner, balanceándose entre las clases y otorgando algunas concesiones a las masas, mientras que defiende los intereses comunes de los capitalistas y multinacionales. También es probable, como se rumorea, que le conceda la personería gremial a la CTA, aunque quizás sea este el límite infranqueable que le exija la burocracia sindical cegetista para acordar un nuevo pacto social. Si ese fuera el caso, arrojaría completamente a la CTA a la oposición política y malograría cualquier posibilidad de encontrar aliados en el aparato de la CTA para su acción de gobierno.

Cristina K. mantendrá la política de superávits altos, que es esencial para asegurar los pagos de la deuda pública. Una de las patas del pacto social será seguramente la suba de tarifas en el gas, la electricidad, el transporte, el teléfono. No está claro el monto de dicho aumento que, dependiendo del humor social, podrá satisfacer en mayor o menor medida a los empresarios. Los economistas burgueses están insistiendo ahora en que el ritmo actual del gasto público no puede sostenerse y que deben desaparecer los subsidios al transporte y a la compra de combustibles en el exterior, a cambio de una suba de tarifas.

Tampoco puede sostenerse más la manipulación escandalosa del índice oficial de precios medido por el INDEC. No se trata solamente de poner fin al engaño al que se somete a los asalariados para que exijan subas de sueldo moderadas. En cualquier país capitalista serio la burguesía necesita estadísticas exactas para establecer una política de ingresos y costos previsibles y poder decidir con antelación el destino y la idoneidad de sus inversiones.

No fue casualidad que en su primer discurso como ganadora en las elecciones, Cristina K. insistiera en la necesidad de un “pacto nacional” que debía tener como ejes centrales a los empresarios y a los trabajadores. La probable suba de tarifas y la publicación de estadísticas que reflejen subas de precios más realistas y, por lo tanto, más elevadas, llenan de preocupación al gobierno, a la patronal y a la burocracia sindical. Temen que se desate una ola imparable de reclamos salariales. Habrá, por lo tanto, una ofensiva feroz para tratar de imponer el pacto social a cualquier precio. Este pacto social vendrá adornado con todo tipo de discursos patrióticos demagógicos y demás, y será una verdadera prueba de fuego para el gobierno de Cristina y la burocracia sindical.

Las masas tendrán que hacer su experiencia con el gobierno de Cristina, y en un primer momento depositarán algunas expectativas comprensibles. Pero la paciencia de las masas no durará eternamente. La imposición de un pacto social que tendrá como objetivo contener los reclamos salariales para mantener los niveles de la rentabilidad empresaria y condiciones de trabajo precarias abrirá las primeras fisuras entre el gobierno de Cristina y la clase obrera. Y a medio plazo, una ralentización del crecimiento económico e, incluso, el ingreso a una fase recesiva de la economía, como consecuencia de la debilidad de la economía internacional, reducirá al mínimo la conciliación de intereses de trabajadores y empresarios, que es la divisa política del kirchnerismo.

Esto preparará las mejores condiciones para el surgimiento y desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera en los próximos años.

Los Kirchner, a diferencia de Perón, no pretenden construir una organización de masas, con militancia genuina. Temen que las presiones de la clase obrera puedan expresarse en su interior y obstaculicen su intento de aparecer por encima de las clases sociales en pugna. Sólo están interesados en un armado electoral, con caciques locales y arribistas adictos.

Pero esta masa abigarrada de políticos y truhanes profesionales no será una garantía de estabilidad ¿Qué autoridad pueden exhibir ante las masas trabajadoras, o qué fidelidad pueden guardarle a los Kirchner, gente como Scioli, Rovira, Gioja, Othacehé, Reutemann, Cobos, o Aníbal Fernández? Por eso es inevitable que mañana el proyecto político kirchnerista estalle en pedazos, abonando las condiciones para el desarrollo de una alternativa de clase, como estudiaremos en el capítulo siguiente.

A medio plazo, la inestabilidad política y social que acompañará un proceso recesivo en la economía o un crecimiento económico raquítico, provocará una creciente insatisfacción en la clase obrera y un giro a la derecha en las capas medias. Para ese entonces, la burguesía habrá puesto orden en su casa y un alternativa política de derecha más consistente con un dirigente claro (podría ser Macri o cualquier otro) se habrá hecho presente.

Las conspiraciones y divisiones en el seno del kirchnerismo aflorarán. Los sectores más oportunistas del oficialismo romperán con el kirchnerismo y girarán a la derecha. Igual que hicieron el viaje de ida para acompañar a Kirchner, harán el viaje de vuelta para encontrar un nuevo acomodo. Esto sellará el destino de los Kirchner. Para entonces será una cuestión sin importancia que al frente del gobierno esté Cristina o Néstor Kirchner. La frustración de la clase obrera y el giro a la derecha de las capas medias y de sectores atrasados políticamente de los trabajadores prepararán el camino para una victoria electoral de la derecha.

En la burocracia sindical también surgirán fisuras. En la medida que la política de concesiones desde arriba llegue a su fin, sectores de la misma pasarán a la oposición al gobierno, debido a la presión desde abajo. Si para entonces se halla en proceso de desarrollo una alternativa política basada en la CTA y en gremios aislados de la CGT, muchos de estos sectores terminarán recalando aquí.

No se trata de predecir con exactitud cuándo ocurrirá todo esto, lo cual es imposible. De lo que se trata es de señalar las tendencias generales del proceso.

 

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