San Vicente y las divisiones en la CGT

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La situación creada por la crisis de dirección en la CGT plantea una oportunidad a los sectores clasistas y democráticos, comenzando por el MIC, para lanzar una campaña pública dirigida a los trabajadores y a los delegados de base honestos para repudiar este modelo sindical patoteril y burocrático, y agitar por otro distinto, respetuoso de la decisiones de los trabajadores y al servicio de sus verdaderos intereses. El próximo auge de luchas obreras nos debe encontrar con una política más adecuada pada para la extensión de los reclamos salariales y de mejores condiciones laborales de los trabajadores de todo el país.

Por un sindicalismo clasista y democrático

Así como el Argentinazo puso en cuestión a toda la dirigencia política y social de los 90, también hizo tambalear a los “gordos” que pretendían eternizarse al frente de la CGT.
Antes de ser barridos prefirieron ceder y aceptar la unificación de la CGT y tolerar, mal que bien, la conducción de Moyano, que participando de muchas de la características de los gordos (patoterismo, verticalismo, relaciones estrechas con empresarios y gobierno, etc), al menos siempre se mostró crítico con las peores políticas del menemismo y, a veces, dispuesto a tomar medidas de fuerza.
A esto se le sumó, aun con reticencias, el espaldarazo del gobierno porque, como lo reconoce abiertamente, Moyano es el único que le puede garantizar por el momento la paz social, con su táctica de pegar y negociar, a la vez que hace respetar a rajatabla el techo de incremento salarial. A cambio, la actual conducción cegetista presionó para que el gobierno modificara, sin gran profundidad, los contenidos de algunas leyes laborales introducidas por el menemismo.
Ese precario acuerdo entre los distintos sectores de la burocracia de la CGT pareció estallar en coincidencia con el traslado de los restos de Perón a la quinta de San Vicente. Si bien las disputas por espacios de poder y beneficios para cada una de las facciones son constantes, esta vez se llegó a un punto cualitativo.
Los empresarios siempre miraron con desconfianza a Moyano, por su imprevisibilidad, de ahí que, a través de expresiones políticas afines (duhaldismo) y de sus burocrátas sindicales a sueldo más cercanos ("gordos", barrionuevistas), estén intentando desplazar a Moyano y colocar en la dirección de la CGT a esos sectores más controlables.
Por eso no es descartable que los hechos de San Vicente se desencadenaran por una provocación previamente organizada por este sector de la burocracia, que ahora, junto con la burguesía, señalan al moyanismo como protagonista de los desmanes (especialmente con la actuación del ahora famoso “Madonna” Quiroz, guardaespaldas de los Moyano, descargando su arma de fuego frente a las cámaras de televisión), para forzar su desplazamiento de la conducción de la Central.
La crisis pone nervioso al gobierno porque una guerra abierta entre dirigentes sindicales puede, por un lado, colocar en la dirección de la CGT a una camarilla afín a los intereses empresarios desafectos a Kirchner, que tratarán de utilizar esa posición para debilitarlo, pero también provocar una grieta por donde se filtren los reclamos salariales y un desgaste de la burocracia que permita la aparición de una camada dirigencial no tan controlable por el poder. O que el moyanismo intente fortalecerse buscando apoyo por abajo rompiendo el techo salarial del 13% establecido por el gobierno para el 2007.
Esta situación plantea una oportunidad a los sectores clasistas y democráticos, comenzando por el MIC, para lanzar una campaña pública dirigida a los trabajadores y a los delegados de base honestos para repudiar este modelo sindical patoteril y burocrático, y agitar por otro distinto, respetuoso de la decisiones de los trabajadores y al servicio de sus verdaderos intereses. El próximo auge de luchas obreras nos debe encontrar con una política más adecuada para la extensión de los reclamos salariales y de mejores condiciones laborales de los trabajadores de todo el país.
Queda en evidencia que sin el apoyo de los dirigentes de las organizaciones obreras no hay alquimia de dominación que funcione. Por eso, un avance del sindicalismo clasista y antiburocrático ayudaría en cambio a la construcción de una herramienta política socialista de los trabajadores.