Perú: el conflicto en Cajamarca revela todos los límites del nacionalismo

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En el conflicto entre los poderosos intereses de las multinacionales mineras y los combativos trabajadores, campesinos y demás sectores populares de Cajamarca, el gobierno de Ollanta Humala ha decidido apoyar a los primeros, declarando el estado de emergencia y deteniendo arbitrariamente a los dirigentes del paro regional indefinido de los cajamarquinos. Es un error gravísimo que demuestra además que en Perú como en el resto de América Latina, es imposible buscar un equilibrio entre las demandas populares y los apetitos del capital imperialista multiplicados por la crisis mundial del capitalismo.

El proyecto minero Conga

El paro regional indefinido proclamado por las organizaciones cívicas y sindicales de Cajamarca es para impedir la realización del proyecto minero Conga del que es titular  la empresa minera Yanacocha, en la que están asociados la multinacional minera estadounidense Newton Mining junto a la peruana Compañía de Minas Buenaventura. El proyecto minero Conga prevé explotar por un tiempo estimado de 17 años un yacimiento estimado de 11 millones y 800 mil onzas de oro en las lagunas que rodean la ciudad de Cajamarca y de las cuales surgen ríos, como el Jadibamba, que son fundamentales para la actividad agrícola y la existencia misma de otras provincias de la región.

La empresa minera Yanacocha se propone vaciar 4 lagunas para explotar los yacimientos auríferos ubicados en sus entrañas. La mayor cantidad de agua sería utilizada para separar los minerales por flotación, una tecnología cuyo uso queda restringido en la mayoría de los casos porque requiere un elevado uso de agentes químicos que son luego liberados como escorias tóxicas en los terrenos de alrededor.

En resúmen, el proyecto Conga promete a los cajamarquinos la repetición a una escala aun más grande de los desastres provocados por la mina Yanacocha, la segunda más grande mina de oro en el mundo ubicada a 48 Km de Cajamarca. Esta explotación, en un par de décadas de actividad extractiva ha provocado el dispararse de los niveles de metales pesados (cobre, mercurio y plomo) en las aguas y los terrenos aledaños y el desastre ambiental de Choropampa donde más de mil personas (según cálculos por defecto de la misma empresa) quedaron intoxicadas por el derrame de 151 kilos de mercurio.

Cajamarca: ejemplo de explotación imperialista

En los últimos años Cajamarca ha experimentado un extraordinario crecimiento económico. El Producto Interno Bruto de la región fue superior en 2,9 puntos al crecimiento promedio de Perú. La minería y particularmente la mina Yanacocha, beneficiada del auge internacional del precio del oro, fue el principal motor de la economía de la región de Cajamarca, que es la primera productora nacional de oro.

Sin embargo Cajamarca sigue siendo una de las regiones más pobres de Perú con una incidencia de la pobreza del 56%, frente a un promedio nacional del 34,8%. El problema de la contaminación de las aguas en la región es extremadamente serio puesto que un 36,6% de los hogares cajamarquinos se abastecen de agua directamente de ríos y manantiales. Sólo un 51,6% de los hogares cajamarquinos cuentan con conexiones a la red eléctrica y sólo el 68% tiene alguna forma de seguro de salud. En Cajamarca las principales actividades son la agricultura y la minería, sin embargo a pesar del boom económico la población ocupada en estos sectores se redujo del 63 al 55 por ciento, en detrimento de las condiciones laborales generales. Mientras tanto un 15% de cajamarquinos siguen emigrando cada año, principalmente hacia Lima y el exterior del país.

Estos datos demuestran cómo Cajamarca concentra todas las características y las consecuencias de un modelo de desarrollo enfocado en atraer y garantizar la inversión extranjera directa y la inversión privada nacional. Las catedrales industriales construidas por el capital imperialista para acaparar recursos naturales sólo sirven a paliar temporalmente los problemas de pobreza, convirtiéndose rápidamente en su causa principal.

El carácter parasitario de la burguesía nacional

El socio peruano de Newton Mining en el proyecto Conga es la Compañía Minera Buenaventura del ingeniero Alberto Benavides de la Quintana, exponente de aquella burguesía nacional peruana aliada del fujimorismo y cuya propiedad patrimonial y gamonal sobre el Estado y la política fue puesta en peligro por la elección de Humala y el movimiento de masas que lo sostiene. Benavides, en su condición de empresario minero y presidente del Comité que privatizó la minería peruana bajo Fujimori, se asoció al capital imperialista en su obra de saqueo de las riquezas y los recursos del Perú.

Su papel en el proyecto minero Conga demuestra por un lado el carácter parasitario de la burguesía nacional peruana y, por el otro, que el fujimorismo no fue definitivamente derrotado con la elección de Humala. Lo será solamente cuando las palancas fundamentales de la economía sean expropiadas y puestas bajo el control y la planificación de trabajadores y campesinos del Perú.

La “traición” de Humala

En Cajamarca así como en la misma base del PNP y en amplias capas de la clase trabajadora y los sectores populares que han apoyado la histórica elección de Ollanta Humala, se habla abiertamente de “derechización” de su gobierno y de traición al mandato popular. Como subrayamos en un artículo publicado tras las elecciones del pasado junio, la victoria de Humala no es producto de la iniciativa revolucionaria consciente de las direcciones políticas del movimiento de masas, sino de la irrupción violenta de las masas mismas en la escena de la historia debido a la incapacidad del capitalismo de llevar adelante la emancipación y el desarrollo de los países latinoamericanos.

Esto pone el gobierno de Humala desde un principio bajo la presión de fuerzas contrapuestas: las del imperialismo y de la burguesía nacional parasitaria por un lado y las de trabajadores, campesinos y sectores populares que lo apoyaron con sus demandas sociales por el otro. Luchas como la de Cajamarca –que se conectan con la de los indígenas del TIPNIS en Bolivia o a las de Zamora en Ecuador– demuestran el carácter irreconciliable de la lucha de clases y lo utópico que es apostar a “un modelo de desarrollo que integre las diferentes clases sociales”, como enunciaba el programa de GANA PERÚ. Es evidente para todos que en el caso de Cajamarca no es posible decir como hace Humala “Sí al oro y Sí al agua”, porque las dos cosas se excluyen mutuamente bajo las condiciones dictadas por la empresa Yanacocha.

En el futuro veremos más de estas luchas y conflictos combinarse con concesiones al movimiento obrero y a los sectores populares, como el aumento de la remuneración mínima hasta 750 nuevos soles que Humala comprometió a partir del próximo enero de 2012. Esta clases de concesiones que dependen de los recursos que el Estado pueda obtener a través de un crecimiento de la economía en que el imperialismo sigue jugando un papel dominante y que entonces sólo servirán para generar nuevos conflictos, tergiversando los reclamos de quienes apoyaron a Humala e intentando dividirlos sobre bases corporativas.

La derecha y el fujimorismo amparados en el control de la economía peruana esperarán a que el desencanto haya separado ya a las masas de su vanguardia de trabajadores, campesinos y militantes revolucionarios, para liquidar definitivamente al gobierno de Humala y las expectativas sociales que su elección encierra. En el caso de Cajamarca, Humala hubiera tenido que apoyarse en las movilizaciones para ajustar cuentas con las multinacionales mineras y de hidrocarburos que gobiernan la economía peruana, nacionalizándolas bajo el control de los trabajadores.

El papel de la base del PNP

El Partido Nacionalista Peruano y la alianza GANA PERÚ que sostuvieron la elección de Humala ya están viviendo un proceso de cambio en estos pocos meses de gobierno. La organización en que militantes, muchos de los cuales con una trayectoria política de izquierda, se empeñaron participando en los conflictos que se dieron contra el gobierno de Alan García y preparando la victoria de Humala, se ha convertido en una simple maquinaria electoral en la que florece todo tipo de oportunismo y arribismo. La carrera hacia los cargos en el aparato estatal, que se vive en muchas agrupaciones de base de GANA PERÚ, degrada el debate y va formando una nueva burocracia estatal que es un obstáculo más a cualquier avance.

Sin embargo en la base y la periferia de GANA PERÚ es donde siguen moviéndose las masas que permitieron la derrota electoral del fujimorismo y del aprismo. Como afirmaba Mario Huamán (dirigente de la CGTP) en una entrevista a La Primera el 20 de noviembre en ocasión del XIII Congreso de la central sindical de los trabajadores peruanos “vamos a continuar demandando [a Humala] el cumplimiento de sus compromisos”. La organización política de Humala es un terreno más en que se desarrollará la lucha de clase en las actuales condiciones de la revolución peruana.

La militancia revolucionaria de GANA PERÚ debe organizarse y prepararse para esta batalla vital por mantener la unidad del movimiento de masas y dotarlo de un programa revolucionario de ruptura con las presiones del capitalismo y con los límites del programa nacionalista. Comenzando por organizar la solidaridad activa a los compañeros de Cajamarca, involucrando y utilizando incluso las estructuras de GANA PERÚ y los espacios de debate en esta organización y el PNP para exigir:

  • La inmediata liberación sin ningún cargo para todos los dirigentes cajamarquinos arbitrariamente detenidos;
  • La retirada inmediata del ejército y la policía de Cajamarca y la derogación de la declaración de Estado de Emergencia;
  • La suspensión del proyecto Conga y la nacionalización de Yanacocha.

La CGTP y el sueño brasileño

La misma resolución en apoyar la lucha de Cajamarca como parte de una batalla más amplia contra el reformismo y los límites del nacionalismo, debe ser objetivo de la lucha política en las filas de la CGTP. En la misma entrevista antes citada, Mario Huamán enviaba este mensaje a Humala “lo que debe de hacerse es lo realizado por los gobiernos progresistas de Brasil y Uruguay, cuyos estados participaron activamente en la defensa del empleo”. De Uruguay baste mencionar la lucha de 15 meses de los metalúrgicos por el Convenio colectivo. El enamoramiento de muchos dirigentes obreros a nivel continental por el “modelo brasilero” merece algunas palabras más.

Cómo puede considerarse Brasil un modelo para los procesos transformadores y emancipadores de América Latina sigue siendo un misterio. En la octava economía mundial, la mitad de la población vive con un salario inferior al salario mínimo y las desigualdades sociales se han profundizado, a pesar de los paliativos a la pobreza como la Bolsa Familia. Un país que paga su inserción en la economía mundial destinando un 45% de su presupuesto nacional al pago de la deuda externa pública y la capitulación a las razones del capitalismo con una corrupción imperante a todos los niveles del partido en función de gobierno (el PT) y en el gobierno mismo. En menos de un año de gobierno de Dilma fueron ya 7 los ministros involucrados en casos de corrupción.

El surgimiento de Brasil entre las grandes economías mundiales es un hecho irrepetible para el cual concurrieron varios factores. Una bonanza económica alentada por el alto precio de las materias primas, el interés del imperialismo a la ampliación y sumisión del principal y más grande mercado de América Latina y el papel activo del Estado en favorecer y atraer la inversión extranjera, privatizando algunos sectores claves como la minera Vale, y garantizándola con la promoción de infraestructuras a nivel continental y el acaparamiento de materias primas, como el gas boliviano por ejemplo. Otro Brasil, admitiendo que este fuera un objetivo progresista, no puede haber porque ya hay uno que, en las actuales condiciones de explotación capitalista e imperialista, representa un obstáculo y no un modelo para la integración latinoamericana y nuestra emancipación.

No será con estas ilusiones que podremos impedir la “traición” ni la “derechización” del gobierno de Humala, coordinar y organizar los diferentes conflictos que ya existen y los que vendrán. Como escribía Mariátegui, cuya imagen campeaba sobre el XIII Congreso de la CGTP “el destino colonial del país reanuda su proceso. La emancipación de la economía del país es posible únicamente por la acción de las masas proletarias, solidarias con la lucha anti-imperialista mundial. Sólo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir”.

La solidaridad de la CGTP manifestada a los cajamarquinos debe convertirse en huelga general exigiendo la expulsión de las multinacionales y un programa de expropiaciones de las palancas fundamentales de la economía para satisfacer las demandas sociales por trabajo, vivienda, educación, salud, salario etc. que fueron el motor de la victoria de Humala.