NOAM CHOMSKY Y EL MARXISMO

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Noam Chomsky se considera a sí mismo un “anarquista libertario”. Con ello quiere decir que desafía y defiende el desmantelamiento de toda autoridad injustificada y opresión, alguien que lucha por la realización del pleno desarrollo colectivo y de cada individuo, a través de un gobierno de “organización industrial” o “comunismo municipal”.

Sobre las raíces del “autoritarismo moderno”

Noam Chomsky se considera a sí mismo un “anarquista libertario”. Con ello quiere decir que desafía y defiende el desmantelamiento de toda autoridad injustificada y opresión, alguien que lucha por la realización del pleno desarrollo colectivo y de cada individuo, a través de un gobierno de “organización industrial” o “comunismo municipal”.

El “anarquismo” de Chomsky debe su inspiración a varios pensadores ilustrados. Pretende que estos abarcan una tradición, que incluye a Humboldt, Jefferson, Bakunin y Rosa Luxemburgo. Aunque no se encuentra una crítica específica a las obras de Marx (Chomsky admite que no es un “erudito” en Marx), en sus escritos sí hay varias inferencias de que el marxismo representa una tradición autoritaria, aunque esto está matizado por referencias regulares a una supuesta “tradición libertaria de izquierda” dentro del marxismo, que Chomsky ve representada por Matick, Pannekoek y Luxemburgo.

Chomsky dice lo siguiente: “Estamos en un período de corporativización del poder, consolidación del poder, centralización. Se supone que eso es bueno si eres un progresista, como un marxista leninista. De los mismos antecedentes proceden tres cosas importantes: fascismo, bolchevismo y tiranía corporativa. Todas surgen más o menos de las mismas raíces hegelianas¨. (Chomsky. Class Warfare, p. 23).

La creencia de Chomsky es que la centralización de los medios de producción no era inherente a la dinámica del sistema económico capitalista. En su lugar, “abogados y tribunales designaron un nuevo sistema socio económico”. Chomsky dice que para los marxistas leninistas la centralización se “supone que es buena”. Para los marxistas la cuestión no es que la centralización sea “buena” en sí misma. Lo que Marx y sus seguidores dijeron es que para crear una sociedad socialista era necesario un mayor desarrollo de los medios de producción y la mejor forma de conseguirlo era a través de la centralización. Cuanto mayor es la capacidad productiva de la economía, más rápidamente será erradicada la esclavización económica de la humanidad.

Se puede deducir de Chomsky que el hegelianismo es un conjunto de ideas creadas que describen los procesos de centralización. La visión de Chomsky se puede conjeturar en la siguiente afirmación, los filósofos han creado el mundo en distintas formas, la cuestión es cambiar la filosofía. Chomsky escribe que, en la última parte del siglo XIX, “los tribunales y los abogados llegaron juntos y crearon toda una nueva doctrina, que dio a las empresas la autoridad y el poder que nunca antes habían tenido. Si se buscan los antecedentes de eso, son los mismos antecedentes que llevaron al fascismo y al bolchevismo”. (Ibíd.. p. 23).

El marxismo no excluye la influencia del papel de los abogados y los tribunales en la formación de un marco específico de relaciones sociales, pero explica que las fuerzas económicas y el entorno dentro del cual actúan limitan su independencia. Chomsky busca elevar los antecedentes doctrinales creados por los tribunales y los abogados para convertirlos en el factor determinante en las formaciones sociopolíticas modernas.

Los marxistas ven el origen de la dinámica hacia la centralización en el modo de producción capitalista. Dado que la centralización -mejor dicho monopolización- ha sido un proceso universal durante los últimos ciento cincuenta años independientemente de la influencia de Hegel, no queda otro remedio que asombrarse de lo que Chomsky exactamente está intentando decir. La centralización y la monopolización surgen de la economía de escala en la industrialización.

Obviamente, los seres humanos pueden moldear los sistemas socioeconómicos, pero sólo dentro de ciertos límites materiales circunscritos por las relaciones de clase y el desarrollo material de la sociedad. El resultado de la centralización de la economía capitalista es la urbanización. ¿Debemos asumir también que este es el producto de las ideas hegelianas? ¿Es el dominio mundial de las ciudades sobre el campo producto del diseño hegeliano? En realidad Chomsky, como Hegel, convierte a “la idea” en la fuerza motriz de la economía y la sociedad.

Las tesis de Chomsky implican que los abogados y los tribunales podrían haber diseñado cualquier otro sistema socioeconómico a finales del siglo XIX. De acuerdo con esta corriente de pensamiento parece que no hay un impulso más poderoso que las ideas, en este caso primordialmente la idea de abandonar el liberalismo clásico. Si se hubieran adherido a las ideas de liberales clásicos como “Adam Smith, Jefferson o cualquier otro como ellos” las cosas habrían sido mucho mejores y quizás los horrores del siglo XX se podrían haber evitado.

Chomsky nos dice que lo ocurrido habría “horrorizado” y “escandalizado” a los liberales clásicos. Desgraciadamente, los arquitectos del nuevo sistema socioeconómico consiguieron consolidar el poder corporativo y estatal frente a la voluntad popular.

Esa es la esencia de lo que piensa Chomsky sobre como hemos llegado a donde ahora nos encontramos. Y para redondear el argumento, Chomsky dice que el capitalismo corporativo centralizado (léase todas las democracias capitalistas), el fascismo (léase todo régimen de derecha) y el bolchevismo (léase todo estado calificado de comunista) todos proceden “más o menos” de la mente de Hegel.

Que estos procesos de centralización del poder corporativo ocurrieron en todos los países capitalistas independientemente del “hegelianismo” de los agentes humanos tendería a indicar que la dinámica económica hacia la centralización era inherente a las leyes de desarrollo del capitalismo. Para ser justos, el profesor Chomsky limitaba su afirmación al declarar que la tiranía procede, “más o menos” de raíces hegelianas. Presumiblemente la centralización económica japonesa es el punto “menor” del espectro, y la pobre vieja Alemania sufrió todo el peso de la tiranía ideológica hegeliana, corporativa, fascista y estalinista.

En contraste tenemos el método utilizado por Marx. En El Capital estudió y describió las distintas fases de desarrollo del modo de producción capitalista y observó el proceso embrionario de monopolización imperialista. Lenin a principios del siglo XX a través de la observación de los procesos económicos que estaban teniendo lugar, investigó el desarrollo de la dinámica del capitalismo monopolista. El libro de Lenin El imperialismo, fase superior del capitalismo, debería proporcionar una forma de entender la dinámica del capitalismo mundial, por ejemplo, el dominio del capital financiero sobre el capital industrial, la naturaleza de las relaciones entre los países imperialistas más poderosos y los países coloniales económicamente más atrasados, y las razones de la guerra mundial.

La división mundial del trabajo convirtió al mundo en un único conjunto. El marxismo considera esto progresista porque prepara el camino, económica y culturalmente, para la unificación socialista del mundo. Sin embargo, el imperialismo mantiene la división del mundo en estados nacionales capitalistas, cada uno saqueando el botín, o protegiéndolo, de los demás, provocando guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. El profesor Chomsky no se molesta en explicar por qué o cómo un “marxista leninista” supuestamente considera la “corporatización del poder, la consolidación del poder, la centralización… cosas buenas”. Con relación a esta cuestión Chomsky da como prueba una afirmación.

El “antiautoritarismo” de Mijail Bakunin frente al marxismo

Chomsky ve en Bakunin una de las principales fuentes de su inspiración política. Bakunin “pronosticó que existirían dos formas de intelectuales modernos, los que yo llamo ‘burocracia roja’, que utilizaría las luchas populares para intentar tomar el control del poder estatal e instituir las dictaduras más violentas y despiadadas de la historia, y el otro grupo, que veía que no se puede tener acceso al poder de esa forma y por lo tanto se convierten en los sirvientes del poder privado y la democracia capitalista estatal, donde ellos, como señala Bakunin, ‘golpean a las personas con el palo popular’, hablan de democracia pero con ella golpean a las personas. Esa es realmente una de las pocas predicciones de las ciencias sociales que se ha convertido en realidad, a mi juicio con bastante perspicacia”. (Chomsky. On Democracy and Education. p. 248).

Bakunin fue un hombre pintoresco cuyas ideas eran una mezcla de inspiración perspicaz y locas divagaciones. Sin embargo, sus severos ataques a Marx y la dirección de la Primera Internacional parecen ser el núcleo de la opinión que Chomsky tiene del leninismo y su alternativa anarquista. Durante la mayor parte de su vida políticamente activa Bakunin fue un paneslavista, pero pasó por varios movimientos políticos y filosóficos de la Europa del siglo XIX.

Un rápido análisis de su actividad política revela su total indiferencia por la creación de estructuras democráticas y por cualquier responsabilidad en cada una de las organizaciones en las que estuvo participando. Resulta divertido que fundara una sociedad secreta tras otra. Y el principio organizativo que aplicaba se puede resumir muy bien con el término de dictadura personal.

Daniel Guerin dice que “Su temprana y descabellada carrera como conspirador revolucionario estaba desconectada del anarquismo. No abrazó las ideas libertarias hasta 1864, después del fracaso de la insurrección polaca en la que participó. Sus primeros escritos no tienen cabida en la antología anarquista”. (Daniel Guerin. Anarchism. p. 6)

No hace falta añadir nada más a la afirmación de Guerin. E. H. Carr señala que mucho después de 1864 la “Alianza Secreta” de Bakunin trabajaba dentro de la Primera Internacional y que ésta no era otra cosa que una dictadura conspirativa personal ejercida por el propio Bakunin.

“La revolución tenía que ser dirigida, ‘no por alguna fuerza visible, sino por la dictadura colectiva de todos los miembros de la Alianza’. Para este propósito, los miembros de la Alianza debían estar dispuestos a someter su libertad personal a una disciplina tan rígida como la de los jesuitas, [Bakunin regresa en más de una ocasión a esta idea de conspiración] cuya fuerza reside en la ‘anulación de los individuos ante la voluntad, la organización y la actividad colectivas’. Bakunin no vería nada incompatible en exigir la forma más relajada posible de organización para la Internacional y la disciplina más estricta posible en la filas de la Alianza”. (E. H. Carr. Bakunin. p. 440. El subrayado es mío).

Como veremos más tarde, encontramos que este aparato dictatorial encuentra respuesta en la dirección de la FAI del movimiento anarquista español. También vemos como los movimientos anarquistas más famosos adoptan el nombre de otros hombres, en Ucrania son los ‘majnovistas’ en España los “amigos de Durruti”, apenas hay señales de un “movimiento no jerárquico” sin líderes, porque en la vida real nunca han existido.

En la asombrosa biografía de Bakunin escrita por E. H. Carr, este resume su obra de la manera siguiente: “Bakunin es conocido en el mundo como uno de los fundadores del anarquismo. Pero es menos recordado por ser el primer creador de la concepción de un partido revolucionario selecto y estrechamente organizado, unido no sólo por ideales comunes, sino por el lazo de la obediencia implícita a un dictador revolucionario absoluto”. (Ibíd.., p. 455. El subrayado es mío) ¡Habría que decir aquí que los anarquistas condenaban a los leninistas por el concepto de “partido de vanguardia”!

Nuestra discusión es que la mayoría, sino todos, los “movimientos no jerárquicos y antiautoritarios en realidad eran muy autoritarios con jerarquías conspirativas secretas. Bakunin estaba totalmente obsesionado por la organización conspirativa, creía que creando organizaciones muy controladas bajo su dirección iluminada, sería capaz de guiar a los revolucionarios hacia sus objetivos, formas diferentes de nacionalismo burgués, la reforma del zarismo, el paneslavismo, al antigermanismo y el anarquismo libertario. Por supuesto en que en todos los movimientos revolucionarios hay un elemento de conspiración, porque la policía secreta y el estado intentan minar, infiltrar y controlar las amenazas revolucionarias. Sin embargo, Bakunin llevó la conspiración hasta niveles extremos.

En contraste con los métodos organizativos de Bakunin, el marxismo trabaja sobre la base de la adhesión a las ideas y crea formas organizativas que se corresponden con las necesidades del momento. En determinado momento la organización será abierta y muy democrática, en otro centralizada, adoptando las formas organizativas requeridas. Una característica del leninismo es que el control democrático dentro de la organización revolucionaria está diseñado para poder responder de manera flexible a las exigencias organizativas cotidianas en respuesta a la naturaleza de las tareas políticas requeridas. No se puede tener la misma forma organizativa en una democracia burguesa que en una dictadura fascista. Dirigir un movimiento de huelgas por cuestiones salariales o hacer una insurrección requieren estructuras radicalmente diferentes.

Bakunin siempre aplicó su dictadura personal a las organizaciones en las que trabajó, aunque muchas de sus organizaciones conspirativas simplemente eran una quimera. Marx y Lenin, por otro lado, siempre intentaron conseguir apoyo de los movimientos políticos que dirigían con procedimientos democráticos. Lenin pasó la mayor parte de la primera década del siglo XX luchando para ganar la mayoría para sus ideas y métodos dentro del Partido Socialdemócrata Ruso, durante la Revolución Rusa se realizaban votaciones incluso en los actos más estrictamente disciplinados como la insurrección y la prohibición de las fracciones en 1921.

Bakunin veía en el campesinado la principal fuerza motriz de la revolución venidera que dirigirían sus sociedades secretas. La revolución abarcaría a los campesinos, trabajadores y elementos criminales cuyas “pasiones socialistas” y “malas” por la destrucción, derribarían el orden existente y el estado. En su lugar no se pondría nada. Todo se autorregularía.

Lo que esto significaba en la práctica se pudo ver en Lyón en 1870. Una insurrección popular espontánea puso a los radicales burgueses al mando de la ciudad y Bakunin creó su propio “Comité por la salvación de Francia”. En un acto público el 24 de septiembre declaró entre otras cosas: “La maquinaria administrativa y gubernamental del Estado, después de convertirse en impotente, es abolida… Todas las organizaciones municipales existentes son suprimidas y sustituidas por comunas federadas por los Comités por la Salvación de Francia, que ejercerán plenos poderes bajo la supervisión inmediata del pueblo”.

A los tres días la guardia nacional asaltó los cuarteles de la insurrección. El intento aventurero de Bakunin de abolir el estado por decreto no tenía en cuenta las relaciones reales de poder, el ambiente de las masas o las fuerzas sociales en juego. Simplemente corrió a Lyón, declaró su propio “Comité por la Salvación de Francia” y la abolición del Estado.

Sin embargo, el Estado, en algo que no fue captado por la sabiduría libertaria de Bakunin, aplastó la rebelión y arrestó a sus dirigentes. Bakunin escapó para preparar en el futuro nuevos decretos y comités fantasmas. (Carr. pp. 417-22).

Lo que resulta sorprendente es que Chomsky considere a Bakunin como un liberal antiautoritario, cuando todo apunta a lo contrario. Una vez más vemos como Chomsky recurre a la afirmación para sustituir a la evidencia.

Engels escribió contra el antiautoritarismo de los seguidores de Bakunin e ingeniosamente resume todo lo que supone la locura del antiautoritarismo anarquista:

“… ninguna acción en común es posible sin imponer, a algunos, una voluntad ajena, es decir, una autoridad. Sea la voluntad de una mayoría de votantes, de un comité directivo o de un único hombre, es siempre una voluntad impuesta a los disidentes; pero, sin esa voluntad única y directora, no es posible cooperación alguna. ¡Consiga usted que funcione una de las grandes fábricas de Barcelona sin dirección, es decir, sin autoridad! O ¡gestione un ferrocarril sin la certeza de cada ingeniero, maquinista, etc., esté en su sitio en el momento exacto en el que tiene que estar! Quisiera saber si el bueno de Bakunin confiaría su corpachón a un vagón de tren si ese ferrocarril estuviese administrado por principios según los cuales nadie estaría en su puesto si no le apetecía soportar la autoridad de los reglamentos, ¡mucho más autoritarios bajo cualquier forma posible de Sociedad, que los del congreso de Basilea! Todas estas grandilocuentes frases ultrarradicales y revolucionarias no hacen sino ocultar la más completa miseria de ideas y la más completa ignorancia de las condiciones en las que se produce la vida diaria de la sociedad. ¡Suprima ‘todo tipo de autoridad, hasta la consentida’ para los marineros de un navío!”. (Carta de Engels a Lafargue, 30 de diciembre de 1871. Construyendo el futuro. Correspondencia política (1870-1895).Madrid. Editorial Trotta. 1998. pp. 83-4).

Chomsky sobre la Revolución Rusa y el leninismo

“La doctrina leninista sostiene que el partido de vanguardia asumiría el poder estatal y llevaría a la población hacia el desarrollo económico y, por algún milagro inexplicable, a la libertad y la justicia. Es una ideología que naturalmente apela en gran medida a la intelectualidad radical, a quien ofrece una justificación de su papel como gestores estatales. No puedo ver ninguna razón -ya sea en la lógica o en la historia- para tomarla en serio. El socialismo libertario (incluida una corriente principal sustancial de marxismo) rechaza todo esto con desprecio, muy correctamente” (Chomsky, Noam. http://www.zmag.org/chomsky/interviews/9612-anarchism.html)

“La intelectualidad leninista… se ajusta a la descripción de Marx de los ‘conspiradores’ que ‘se adelantan al proceso revolucionario en desarrollo’ y lo distorsionan para sus propios objetivos de dominio. (…)Desde sus orígenes, el estado soviético ha intentado aprovechar las energías de su propia población y pueblo oprimido en todas partes al servicio de los hombres, que se han aprovechado del fermento popular existente en Rusia en 1917, para tomar el poder estatal”. (Chomsky. The Soviet Union Versus Socialism).

Aunque se puede encontrar muy pocas líneas de Chomsky sobre Lenin o Trotsky, es imposible no sorprenderse por su audacia al hacer afirmaciones (falsas) relacionadas con sus ideas y acciones. Chomsky, como veremos, considera a Lenin y Trotsky fundadores y seguidores del sistema de tiranía, que los marxistas definen como estalinismo. El rechazo desdeñoso que hace Chomsky del “leninismo” está basado o en su ignorancia intelectual o en una falsificación deliberada, y parece emanar casi exclusivamente de fuentes secundarias.

La preparación de un movimiento revolucionario

El bolchevismo se desarrolló desde 1903 en adelante como ala revolucionaria de la socialdemocracia rusa, se distinguía a este respecto en la preparación ideológica y organizativa de la revolución. El famoso concepto adelantado por Lenin en 1903 fue que la socialdemocracia debía ser el “partido de vanguardia” de la clase obrera. Lenin defendía que la lucha económica no era suficiente y que los trabajadores necesitaban la lucha política.

Existía una tendencia entre algunas capas de la socialdemocracia rusa a ignorar la lucha política. Para ellos todo fluía de la lucha sindical y “económica”. La historia ha demostrado repetidamente que esto no es así. La clase obrera necesita una dirección revolucionaria, un partido revolucionario. Este no surge espontáneamente, debe ser construido conscientemente por los marxistas revolucionarios.

La “intelectualidad leninista” (es decir, el Partido Bolchevique) debía construir una base política en la socialdemocracia e influir entre los trabajadores, para que la clase obrera se convirtiera en la “vanguardia de la lucha por la democracia”. La idea de Lenin era construir un movimiento revolucionario capaz de derrotar la maquinaria estatal del zarismo ruso. Esto significaba que antes de la revolución la socialdemocracia tendría que trabajar con formas legales e ilegales. La legalidad da la oportunidad de estructuras abiertas y democráticas, la clandestinidad inevitablemente va unida a formas organizativas conspirativas que no siempre se pueden basar en la discusión democrática abierta de las acciones a emprender.

Los bolcheviques utilizaron todos los canales que se les presentaron, incluidas las oportunidades parlamentarias. Pero también tuvieron que utilizar métodos clandestinos. El trabajo revolucionario bajo una dictadura recurre a la conspiración o si no será aplastado. Una revolución triunfante también necesita preparación, incluida la preparación política, ideológica e incluso militar.

En un sentido Chomsky acepta esto, con relación a la revolución española escribe lo siguiente: “Las conclusiones de la revolución popular en España, en particular, se basaban en el trabajo paciente de muchos años de organización y formación, un componente de una larga tradición de compromiso y militancia”. Seguramente la lógica nos diría que no hay nada equivocado en la preparación de una revolución como hicieron los bolcheviques con “larga tradición de compromiso y militancia”.

Según Chomsky los bolcheviques se adelantaron “a los procesos revolucionarios en desarrollo”. La implicación es que los bolcheviques nunca deberían haber tomado el poder porque era demasiado pronto, la crisis revolucionaria habría madurado más si los conspiradores leninistas hubieran esperado hasta que los trabajadores y campesinos de Rusia instituyeran por sí mismos el “comunismo municipal”. En realidad, lo irónico de esta posición es que muchos de la vieja dirección bolchevique realmente se oponían a la insurrección propuesta por Lenin porque, al igual que Chomsky, creían que se estaban adelantando al proceso revolucionario que se estaba desarrollando. En esta cuestión Chomsky se encuentra en el mismo campo que muchos dirigentes bolcheviques como Kámenev, Zinoviev e incluso Stalin, ¡que al principio tenían dudas en esta cuestión!

La valoración de Lenin en octubre de 1917 era que el ejército se estaba amotinando, se habían extendido las revueltas campesinas, el gobierno provisional continuaba la odiada guerra, la rebelión se extendía a los ejércitos de Europa y los bolcheviques tenían el apoyo mayoritario de los consejos obreros o soviets en las ciudades.

Ya en julio de 1917 Trotsky había utilizado toda su autoridad personal y política para convencer a los trabajadores armados de que no intentaran tomar el poder, así no “se adelantarían al proceso revolucionario que se estaba desarrollando”. En aquel momento, Trotsky y Lenin creían que la insurrección habría terminado en derrota. La historia de la lucha por el socialismo se ha caracterizado por las profundas divisiones relacionadas con la decisión de tomar o no el poder del Estado con una insurrección o esperar a que el proceso estuviera “totalmente maduro”. Normalmente nos encontramos que aquellos que adoptan la actitud de esperar hasta que esté “todo maduro” y las condiciones objetivas y subjetivas para el socialismo, terminan en el campo reformista.

El fundador de este movimiento “revisionista”, Eduard Bernstein, el padre ideológico de Tony Blair o Gerhard Schroeder, defendía que el capitalismo evolucionaría hacia el socialismo y, como el socialismo es lógicamente el mejor sistema, cuando las masas comprendieran esto empezaría su existencia. ¿Es esta la “principal corriente sustancial del marxismo” a la que hace referencia Chomsky?

El estado y la revolución

Chomsky cree “perverso considerar al bolchevismo como el ‘marxismo en la práctica… ‘el ala de izquierda crítica del bolchevismo, teniendo en cuenta las circunstancias históricas que rodearon la Revolución Rusa, va más lejos en este punto”. Chomsky cita después a Paul Mattick que defiende que los bolcheviques “no fueron lo suficientemente lejos en la explotación de los levantamientos rusos por sus fines estrictamente proletarios”. (Chomsky. Notes on Anarchism).

Antes vimos cómo Chomsky pensaba que los revolucionarios leninistas fueron prematuros y se adelantaron “al proceso revolucionario que se estaba desarrollando”. Ahora Chomsky cambia y está de acuerdo con Mattick en que la revolución no fue prematura, y que los bolcheviques “no fueron demasiado lejos”. Ahora es el “ala de izquierda crítica del bolchevismo” que está acertada en este punto. Antes, debemos recordar, era la “principal corriente sustancial del marxismo”, es decir el reformismo.

Pero no nos interesamos por la consistencia. El objetivo después de todo es hacer que las ideas y acciones de Lenin y Trotsky parezcan ser despreciables e indignas para demostrar que no se las puede tomar en serio. De este modo Chomsky adopta dos líneas en su ataque, por un lado los bolcheviques nunca deberían haber tomado el poder y, por el otro lado, no fueron demasiado lejos por sus “fines estrictamente proletarios”. Parece que la esencia de lo que Chomsky quiere decir es que los bolcheviques deberían haber instituido y promovido inmediatamente el comunismo libertario o el comunismo municipal.

Lenin, cuando estaba escondido en el verano de 1917, escribió El estado y la revolución, que Chomsky describe “quizá como su obra más libertaria”, pero dice que fue un “desvío intelectual” hacia la izquierda en 1917. Podemos suponer entonces que Chomsky está de acuerdo con las ideas que contiene El estado y la revolución. Chomsky está defendiendo que Lenin hizo este “desvío intelectual” como un trampa. Observemos esta cuestión más de cerca.

¿El estado y la revolución de Lenin era una desviación intelectual?

En El estado y la revolución Lenin repetía el análisis de Marx de la Comuna de París apoyando la supresión del ejército permanente y su sustitución por el pueblo en armas, y el derecho a elección y revocación inmediata de todos los funcionarios:

“La abolición de todos los gastos de representación, de todos los privilegios pecuniarios de los funcionarios, la reducción de los sueldos de todos los funcionarios del Estado hasta el nivel del ‘salario de un obrero’. Aquí es donde se expresa de un modo más evidente el viraje de la democracia burguesa hacia la democracia proletaria, de la democracia de los opresores hacia la democracia de las clases oprimidas, del Estado como “fuerza especial” de represión de una determinada clase hacia la represión de los opresores por la fuerza conjunta de la mayoría del pueblo, de los obreros y los campesinos”… y la rotación de los deberes administrativos para que todos aprendan a administrar.

Chomsky dice que Lenin y Trotsky “se aprovecharon del fermento popular de Rusia en 1917 para tomar el poder del Estado. Una de las principales armas ideológicas utilizadas para este fin ha sido la pretensión de que los gestores estatales están dirigiendo su propia sociedad y el mundo hacia el ideal socialista; algo imposible como cualquier socialista -seguramente cualquier marxista serio- debería haber comprendido en seguida (muchos lo hicieron), y una mentira de proporciones gigantescas como ha revelado la historia desde los primeros días del régimen bolchevique”. (Chomsky. Soviet Union Versus Socialism. 1986).

Esto es simplemente una falsificación. Los bolcheviques no pretendían que los administradores estatales dirigieran el mundo hacia el socialismo. Lenin y Trotsky como “marxistas serios” defendían que el socialismo en Rusia sólo sería posible cuando el nivel de la economía y la cultura se desarrollara hasta el nivel de los países capitalistas más desarrollados y esto no era posible sin la ayuda de la revolución mundial. Fue el atraso de la economía lo que los obligó a basarse en administradores, directores, ingenieros e incluso muchos funcionarios zaristas.

En lugar de llevar a cabo las ideas de El estado y la revolución, los bolcheviques se vieron forzados a aceptar los privilegios de estas capas. Lenin y Trotsky explicaban abiertamente que la revolución emprendió tareas contradictorias. Establecer el socialismo requería una clase obrera educada, cualificada y culta, algo que no existía en Rusia. Para desarrollar la cultura, la capacitación y la educación de las clases trabajadoras el régimen dependía de los “gestores estatales” del viejo estado zarista.

Trotsky, más que cualquier otro marxista, proporcionó un continuo análisis de los procesos que desde 1917 afectaban a la revolución rusa y mundial. En 1936 escribió La revolución traicionada que proporciona un análisis de cómo y por qué la revolución degeneró, y la dirección probable que tomaría la burocracia estalinista.

Mostraré un breve esbozo de las ideas de La revolución traicionada y cómo están relacionadas directamente con las cuestiones planteadas por Chomsky:

“La base material del comunismo deberá consistir en un desarrollo tan alto del poder económico del hombre que el trabajo productivo, al dejar de ser una carga y un castigo, no necesite de ningún aguijón, y que el reparto de los bienes, en constante abundancia, no exija -como actualmente en una familia acomodada o con una pensión "conveniente"- más control que el de la educación, el hábito, la opinión pública”. (León Trotsky. La revolución traicionada).

La situación de Rusia era lamentable, una nación destrozada por la guerra y el hambre, la introducción inmediata del comunismo era imposible. Para desarrollar la economía al nivel requerido para la construcción del socialismo, a tal nivel de abundancia, no se podían evitar los métodos capitalistas de pagar salarios. No era“de cada uno según sus capacidades… a cada uno según sus necesidades”, sino a cada uno de acuerdo con sus trabajo.

“Después de la subversión de las clases explotadoras -explica [Lenin] y demuestra en El Estado y la Revolución-, el proletariado romperá la vieja máquina burocrática y formará su propio aparato de obreros y empleados, y para impedirles que se transformen en burócratas, tomará ‘medidas estudiadas en detalle por Marx y Engels: 1.– Elegibilidad y también revocabilidad en cualquier momento; 2.– Retribución no superior al salario de un obrero; 3.– Paso inmediato a una situación en la cual todos desempeñarán funciones de control y vigilancia, de tal forma que todos serán rotativamente ‘burócratas’ y, por lo mismo, nadie sería burócrata. Sería un error pensar que Lenin creía que esta obra iba a exigir decenas de años; no, es el primer paso: ‘se puede y se debe comenzar por ahí, haciendo la revolución proletaria’.

“Con las armas, la fuerza material pasa inmediatamente a las organizaciones de trabajadores tales como los soviets. El Estado, aparato burocrático, comienza a agonizar desde el primer día de la dictadura del proletariado”. (Ibíd.)

Trotsky veía la dictadura del proletariado como un puente entre la sociedad capitalista y la socialista. El estado obrero debe preparar su propia disolución:

“El grado de ejecución de esta tarea "derivada" verifica en cierto sentido el éxito con que se ha llevado a cabo la idea básica: la construcción de una sociedad sin clases y sin contradicciones materiales. El burocratismo y la armonía social están en proporción inversa el uno de la otra”. (Ibíd.)

La revolución traicionada fue escrito en 1936, pero según Chomsky, Trotsky y Lenin traicionaron la revolución inmediatamente después de la toma del poder estatal. Si se leen los escritos de Lenin y Trotsky vemos que nunca abandonaron la perspectiva de una sociedad sin clases, sin aparato burocrático y sí… sin Estado. Entonces uno se ve obligado a preguntar ¿por qué Chomsky equivocadamente alega que Lenin y Trotsky querían establecer una tiranía dictatorial desde el primer día? Todas las pruebas documentales en las obras completas de Lenin y Trotsky demuestran que ellos hasta sus respectivas muertes tenían la intención de producir la sociedad perfilada en El estado y la revolución. Así que el argumento de Chomsky de que El estado y la revolución de Lenin -su “obra más libertaria”– era una “desviación intelectual” no se puede sostener. En realidad, probablemente es una de las contribuciones más importantes al marxismo.

El atraso material y sus efectos en la Revolución Rusa

"Ustedes caballeros que piensan que tienen la misión
de enseñarnos los siete pecados capitales
deberían primero colocar el puesto de alimentos básicos
y después de hacer eso comenzar su sermón”

(Bertold Brecht. La ópera de los tres centavos)

Rusia se enfrentaba a condiciones materiales reales, aparte del hambre y el atraso económico. El estado revolucionario tenía que estimular al máximo el esfuerzo utilizando métodos burgueses en el pago de salarios:

“Resulta, pues, que el derecho burgués subsiste durante cierto tiempo en el seno del comunismo y aún subsiste el Estado burgués sin burguesía.
Pero el Estado adquiere inmediatamente un doble carácter: socialista en la medida que defiende la propiedad colectiva de los medios de producción; burgués en la medida que el reparto de los bienes se lleva a cabo a través de medidas capitalistas como el valor, con todas las consecuencias que se derivan de este hecho”.
(…)
“Las tendencias burocráticas que sofocan al movimiento obrero también deberán manifestarse por doquier después de la revolución proletaria. Pero es evidente que, mientras más pobre sea la sociedad nacida de la revolución, esta "ley" deberá manifestarse más severamente, sin rodeos; y mientras más brutales sean las formas que debe revestir, el burocratismo será más peligroso para el desarrollo del socialismo”. (Ibíd.)

Como sabe cualquier marxista serio -y cualquier erudito serio también sabría- el punto central de por qué degeneró la revolución rusa se encuentra en la forma político-organizativa, y no en las intenciones o ideas de los dirigentes, o en sus deseos de dominar, controlar y ser tiranos. En palabras de un famoso estadounidense: “es la economía estúpido”.

En última instancia el atraso económico determinó el destino de la revolución rusa. El atraso económico tiene innumerables consecuencias, entre ellas y no menos importante es el atraso cultural, medido en alfabetización, ausencia de científicos y técnicos calificados, etc.

Si las masas no tienen estas capacidades no podrán dirigir la sociedad a través de los soviets democráticos (“comunismo de consejos”) o de cualquier otra forma. Alguien que tenga estas habilidades dirigirá “en nombre” de las masas. Incluso en el mejor de los casos este alguien exigiría un salario mayor, mejores condiciones y poder sobre las masas para impulsar el desarrollo económico.

Los bolcheviques no escaparon a esta realidad. La única forma de evitar este dilema habría sido con una revolución socialista triunfante en Alemania y otros países capitalistas más desarrollados. Los trabajadores más cultos y calificados de estos países, con la tecnología más avanzada en sus manos, habrían podido ayudar a sus hermanos rusos para que desarrollaran rápidamente una industria moderna. Sobre estas bases se podría haber dado un movimiento armonioso hacia el verdadero socialismo. Desgraciadamente, la revolución en Alemania y otras partes fue derrotada. Ese es el punto de partida de la degeneración de la Revolución Rusa.

Estos “gestores estatales” a los que hace referencia Chomsky eran precisamente la “burocracia” contra la que luchó Lenin hasta su muerte. Trotsky pasó los últimos días de su vida librando un combate mortal contra este sistema de dictadura burocrática. Esta casta burocrática conservadora encontró a su representante político en la persona de José Stalin.

La primera innovación ideológica de Stalin, en 1924, correspondía directamente con los intereses de la casta burocrática y fue el abandono de la revolución mundial en favor de la doctrina del “socialismo en un solo país”. A partir de ese momento ésta teoría se convertiría en la ideología de cada dictadura estalinista. Con el abandono de la revolución mundial llegaron los acuerdos con varios gobiernos capitalistas, mientras la “amenaza externa” fue utilizada para justificar la represión interna y el control dictatorial sobre las masas por parte de la burocracia, esto le permitió consolidar un sistema basado en privilegios y extendió su poder en nombre del desarrollo económico “pacífico” interno.

La contrarrevolución burocrática de Stalin

“Desde sus orígenes, el estado soviético ha intentando aprovechar las energías de su propia población y personas oprimidas en todas partes para el servicio de hombres que han tomado ventaja del fermento popular de Rusia en 1917tomando el poder del Estado”. (Chomsky. The Soviet Union Versus Socialism).

Chomsky parece ignorar completamente la historia rusa. Cuando habla de los hombres que tomaron el poder en 1917 debe referirse a la dirección del Partido Bolchevique, pero todo estudiante de historia sabe que en 1940 del Comité Central bolchevique de 1917 sólo quedaban vivos Stalin y Alejandra Kollontai. ¡La mayoría habían sido asesinados por el régimen estalinista! Así que, ¿cómo Chomsky puede hacer la afirmación de que el estado soviético desde el principio hasta su desaparición intentó servir a aquellos hombres que tomaron el poder en 1917? El objetivo de Chomsky es claramente presentar al estalinismo y al bolchevismo como las caras de la misma moneda. ¡Ignora totalmente los hechos históricos y distorsiona la realidad a su conveniencia!

Trotsky (y Lenin también lo entendió claramente) explicaba que el Estado en la Unión Soviética no era un estado obrero sino un estado obrero deformado, deformado debido a las circunstancias concretas de la revolución, las condiciones creadas por la guerra civil, el hambre, el atraso cultural y económico. Esto no es como Chomsky pretende decir “una mentira de proporciones gigantescas”. Trotsky y Lenin explicaron honestamente una y otra vez la doble naturaleza del estado revolucionario ruso. Explicaron el atraso no sólo del país sino también de los administradores del estado.

Con Chomsky llegamos a la posición de que toda la revolución rusa simplemente fue una absorción por “burócratas rojos”, por utilizar las palabras de Bakunin de quien Chomsky utiliza una cita de 1870. De acuerdo con Bakunin esta burocracia roja demostraría “la mentira más terrible y vil del siglo”. En realidad es este argumento el que es una mentira de proporciones gigantescas. Chomsky sencillamente repite la mentira estalinista de que el régimen de Stalin era simplemente un “molde más” del estado soviético.

Chomsky dice que “cuando los dos grandes sistemas propagandísticos del mundo se ponen de acuerdo en alguna doctrina, se requiere de esfuerzo intelectual para escapar a sus grilletes. Una de estas doctrinas es que la sociedad creada por Lenin y Trotsky y la nueva moldeada por Stalin y sus sucesores tienen alguna relación con el socialismo, en algún sentido significativo e históricamente exacto de este concepto. En realidad si hay algo, esa es una relación de contradicción”. (Chomsky. Ibíd., 1986).

Un examen rápido de las diferencias entre las doctrinas y la práctica de Stalin y la burocracia, y lo que él y sus sucesores representaron, con las de Lenin, Trotsky y los bolcheviques de 1917, revela precisamente una “relación de contradicción”. Stalin defendía la idea del “socialismo en un solo país”, que no tiene “relación con el socialismo en algún sentido significativo e históricamente exacto de este concepto”, surge precisamente del deseo por parte del aparato burocrático ascendente -los “administradores estatales” por utilizar la frase de Chomsky- de consolidar su posición a través de la creación de una nueva doctrina, una que convenga y represente sus intereses materiales.

Stalin y sus sucesores no sólo cambiaron las doctrinas bolcheviques. Las personas que dirigieron la revolución fueron físicamente eliminadas y sus doctrinas condenadas como “trotskismo”. Las ideas de 1917 fueron prohibidas y los dirigentes de 1917 exterminados. Se instauró un estado totalitario, millones de personas fueron encarceladas, torturadas, purgadas y asesinadas. Chomsky llama a esto “un nuevo molde”. Debemos recordar que aquí estamos tratando con uno de los profesores de lingüística más reconocidos. ¡Por lo tanto deberíamos asumir que elige cuidadosamente sus palabras!

Quizás la razón por la que Chomsky no puede distinguir entre estas doctrinas es porque cree que el socialismo se puede crear mediante una revolución donde los trabajadores y los campesinos gestionen la sociedad a través de un sistema de autogestión o comunismo de consejo, independientemente del atraso económico de la sociedad. Esta nueva sociedad se autorregulará inmediatamente sin dirección política y sin poder estatal. De este modo llegamos a la doctrina del anarquismo en un solo país. En realidad, la doctrina del propio Chomsky es la misma del “socialismo en un solo país” de Stalin. La experiencia rusa y la de China, Vietnam, etc., nos enseña que una revolución aislada en un país atrasado terminará en derrota mediante la restauración capitalista o con un régimen burocratizado.

Mitología anarquista: la revolución española

“La comuna (París) fue, por supuesto, ahogada en sangre, como las comunas anarquistas en España fueron destruidas por los ejércitos fascistas y comunistas. Se podría decir que habrían sido necesarias estructuras más dictatoriales para defender la revolución frente a tales fuerzas. Pero tengo muchas dudas sobre esto. Al menos en el caso de España me parece que una política libertaria más consistente podría haber proporcionado la única defensa posible de la revolución. Por supuesto esto se puede constatar y es una historia larga…¨ (Chomsky. Democracy and Education. p. 134).

Para Chomsky la revolución española es el mejor ejemplo del anarquismo en acción. Los anarquistas trabajaban en España desde los tiempos de Bakunin. En 1919 los anarquistas dirigían la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y tenían más de un millón de militantes. En su congreso de ese año adoptaron la política del “comunismo libertario”.

Al principio simpatizaron con la Revolución Rusa y en 1920 enviaron representantes a Rusia, pero regresaron a España advirtiendo a la CNT de la “dictadura” de Lenin, Trotsky y los bolcheviques. Los anarquistas se dividieron entre las fracciones moderadas, que después de la revolución de 1936 entraron en el gobierno burgués y ocuparon cargos ministeriales, y las fracciones ultraizquierdistas, algunas de las cuales mantuvieron hasta el final su posición apolítica y antiestado.

En 1927 se formó la Federación Anarquista Ibérica (FAI). La CNT propuso: “Luchar sólo en el terreno puramente económico, es decir, a través de la acción directa, ilimitada ante cualquier prejuicio político o religioso. Mientras que todos los miembros de la FAI eran militantes de la CNT, no todos los miembros de la CNT eran anarquistas. Aquellos en la CNT que rechazaban la idea de la revolución y de un movimiento dirigido por una minoría audaz, como defendía la FAI, comenzaron a ser expulsados. El resultado fue que desde 1932 al menos la mitad del movimiento sindical español estuvo dirigido por un núcleo anarquista dedicado, así es como el sueño de Bakunin de una vanguardia secreta se hizo realidad”. (Peter Marshall. Demanding the Impossible. p. 547)

Chomsky alaba a la FAI por adoptar hasta el fondo los métodos de Bakunin: “La expresión ‘acción revolucionaria espontánea’ puede llevar a confusión. Al menos los anarcosindicalistas toman buena nota de la observación de Bakunin de que las organizaciones de los trabajadores deben crear en el período prerrevolucionario ‘no sólo las ideas, sino también los hechos del futuro’”. (Chomsky. Apuntes sobre el anarquismo).

Pero mientras las fracciones moderadas de la FAI rompían “criticando la dictadura de la FAI. Entre sus filas (de la FAI) había no sólo elementos criminales sino también un grupo de idealistas puritanos que fueron los primeros en defender las quemas de iglesias y la ejecución sumaria de sacerdotes y hombres que se dedicaban a la prostitución masculina durante la Guerra Civil”.

A pesar de su antiautoritarismo declarado “la FAI sin duda tenía tendencias vanguardistas”, admite Marshall. Prescindiendo de la política, la CNT se abstuvo en las elecciones de 1933 y eso “sin duda llevó a la formación del gobierno de derecha” mientras que al mismo tiempo defendía la consigna ultraizquierdista: “No a las urnas, sí a la revolución social”. (Marshall. p. 458).

En 1936 se eligió al Frente Popular y la mayoría de la CNT, en secreto, votó a favor. Como organización obrera más poderosa, las distintas tendencias existentes dentro del movimiento obrero se expresaban dentro y a través de la CNT, a pesar de la conspiración secreta llevada a cabo por la dirección de la FAI. Pero los elementos reformistas fueron readmitidos en el congreso nacional de la CNT celebrado en Zaragoza en mayo de 1936 e intentaron formar una alianza con el sindicato reformista UGT.

Pero Chomsky continúa: “La expresión "acción revolucionaria espontánea" puede llevar a confusión. Al menos los anarcosindicalistas toman buena nota de la observación de Bakunin de que las organizaciones de los trabajadores deben crear en el período prerrevolucionario ¨no sólo las ideas, sino también los hechos del futuro". Los logros de la revolución popular, en España en particular, se basaron en un paciente trabajo de años de organización y educación, elementos de una larga tradición de compromiso y militancia. Las resoluciones de los Congresos de Madrid, en junio de 1931, y Zaragoza, en mayo de 1936, prefiguraron de diversas maneras los actos de la revolución, tal y como sucedió también con las ideas, algo diferentes, esbozadas por Abad de Santillán en su puntual descripción de la organización social y económica que habría de instaurar la revolución. Guérin escribe que ‘La Revolución Española había alcanzado cierta madurez tanto en las mentes de los pensadores libertarios como en la conciencia popular’. Y cuando, con el golpe de Franco, la agitación de comienzos de 1936 llevó al estallido de la revolución social, las organizaciones de los trabajadores contaban ya con la estructura, la experiencia y la conciencia para emprender la tarea de la reconstrucción social. En su Introducción a una recopilación de documentos acerca de la colectivización en España, el anarquista Agustín Souchy escribe: ‘Durante muchos años los anarquistas y sindicalistas españoles consideraron que su tarea suprema era la transformación social de la sociedad. En sus asambleas de sindicatos y grupos, en sus diarios, en sus panfletos y libros, el problema de la revolución social se discutía sin cesar y de forma sistemática. Todo esto se halla tras los logros espontáneos y la obra constructiva de la Revolución Española’”.

La realidad sin embargo fue que las fórmulas maravillosas del comunismo libertario en mayo de 1936 y el “trabajo paciente de organización y formación”, no evitaron que la dirección dictatorial de la FAI girara rápidamente del abstencionismo político hacia la participación directa en el gobierno capitalista.

Veamos como les iba a los anarquistas en las ciudades. Casi inmediatamente después del fracaso de la insurrección franquista encabezada por Franco podían haber tomado el poder revolucionario pero como señala el historiador Hugh Thomas:

“A los anarquistas de Barcelona se les entregó el poder y mostraron un sentido de la responsabilidad que asombró incluso a aquellos miembros de las clases medias que todavía estaban en la ciudad. La CNT ordenó a todos sus militantes que regresaran al trabajo. En ese momento el poder de la CNT era considerable. Tenía su propia emisora de radio, ocho diarios, innumerables semanarios y periódicos que trataban cada uno de los aspectos de la sociedad… Esta fue la única ocasión en la historia en que un movimiento anarquista tenía controlada una gran ciudad. Es de destacar el poco uso que hicieron las anarquistas de esta oportunidad”. (H. Thomas. La guerra civil española. El subrayado es mío).

Tras el 19 de julio de 1936 el poder en Barcelona quedó en las manos de la revolución. Se formó un Comité de Milicias Antifascistas para representar a las organizaciones obreras y a los distintos partidos y grupos políticos. Sólo siete días después: “el 26 de julio la CNT de Catalunya formalmente dio ordenes a sus miembros para ‘no mirar más allá de la victoria sobre el fascismo’”. (Ibíd.)

Este argumento fue precisamente el que utilizaron los estalinistas para justificar el aplastamiento de la acción revolucionaria cuando tuvieron el suficiente poder. Cuando se enfrentaron a la cuestión de la disolución de la Generalitat -el gobierno provisional capitalista de Catalunya- los dirigentes de la CNT-FAI tomaron la decisión crucial de dejarlo intacto y apoyar a su presidente Lluis Companys:

“La decisión de colaborar con el gobierno catalán fue un freno para un mayor desarrollo de la revolución social. A los dos meses se disolvió el Comité de Milicias Antifascistas. El 27 de septiembre de 1936 los dirigentes anarquistas de la CNT-FAI entraron en el gobierno de la Generalitat…”. (Marshall. p. 461).

La participación de los anarquistas en el gobierno capitalista paralizó el movimiento hacia el “comunismo de consejo y control de los trabajadores”.

Guerin escribe que: “La autogestión también se probó en la industria, especialmente en Catalunya, la zona más industrializada de España”. (Guerin. Anarchism. p. 136. El subrayado es mío). Las fábricas en las que habían huido los empresarios fueron dirigidas por “comités revolucionarios de trabajadores” durante “más de cuatro meses” (El subrayado es mío).

El 24 de octubre de 1936 el ministro anarquista del gobierno capitalista de Catalunya aprobó un decreto que garantizaba “un compromiso entre el capitalismo y el socialismo” (Ibíd., p. 137). En las fábricas autogestionadas dirigidas por comités directivos de entre 5 y 15 personas “el comité nombraba un director en quien delegaba todos o parte de sus propios poderes. En fábricas muy grandes la selección de un director requería la aprobación de la organización supervisora… se nombró también un controlador del gobierno en cada comité de administración”.

De acuerdo con Guerin: “en la práctica parecía que la autogestión de los trabajadores tendía a producir un tipo de egoísmo paranoico, una especie de ‘cooperativismo burgués’… cada unidad de producción se preocupaba sólo de sí misma y de sus propios intereses. Había colectivos ricos y pobres”.

En diciembre de 1936 los sindicatos comenzaron a hacer planes “para evitar la competencia perjudicial y el derroche de esfuerzo… Sin embargo, la centralización industrial bajo el control sindical no se podía desarrollar tan rápida ya completamente como deseaban los planificadores anarcosindicalistas… Mientras tanto, el crédito y el comercio exterior seguían en manos del sector privado porque el gobierno republicano burgués así lo deseaba… la CNT era prisionera del Frente Popular y no se atrevía a separarse”. (Guerin. Ibíd., pp. 136-7).

Sin ningún registro valioso y honorable en Barcelona, la mitología anarquista finalmente encuentra otra fuente de fuerza en la revolución española y la busca en… el campesinado.

Guerin escribe que en España gracias a “la educación libertaria y la tradición colectivista” los campesinos giraron “directamente hacia el socialismo… Parece que la conciencia social era incluso más alta en el campo que en las ciudades”. (Ibíd.. p. 131).

Guerin continua diciendo que incluso en los pueblos colectivizados “Parece que las unidades que aplicaban los principios colectivistas de salarios diarios eran más sólidas que las pocas que comparativamente intentaban establecer demasiado rápidamente el comunismo completo, no teniendo en cuenta el egoísmo todavía profundamente arraigado en la naturaleza humana, especialmente entre las mujeres… las desventajas de paralizar la autosuficiencia se dejaron sentir”.

Lo que aquí se omite es que la “educación libertaria” y la “tradición colectivista” no se correspondían con los intereses de muchos pequeños campesinos. Aunque eran loables las medidas de redistribución de la tierra, bajo el control democrático de los comités de los pueblos que proporcionaban sistemas socializados de producción, a menudo no iban más allá de las medidas burguesas de la reforma agraria.

Además el “socialismo en las zonas rurales no era el trabajo sólo de los anarcosindicalistas, como muchas personas habían supuesto… los seguidores de la autogestión a menudo eran ‘libertarios sin saberlo’”. (Guerin. P. 134).

Ellos en realidad no requerían “educación libertaria y una tradición colectivista”. Los campesinos apoyaban las medidas colectivistas que convenían a sus intereses, no porque habían sido formados en el comunismo libertario por los anarquistas. En Catalunya, donde los anarquistas tenían su base más profunda, su trabajo entre los campesinos era totalmente ineficaz.

“Catalunya era una zona de pequeñas y medianas granjas, el campesinado tenía una fuerte tradición individualista y por eso allí no había más de unas cuantas explotaciones colectivas”. (Ibíd., p. 133). La base de poder de los anarquistas creó no más de “unas cuantas explotaciones colectivas” en el campo.

La revolución mundial

Sin la revolución mundial las ideas de Lenin expresadas en El estado y la revolución (es decir, el comunismo libertario, por utilizar las palabras de Chomsky) eran y son imposibles de materializar.

La revolución bolchevique en la Primera Guerra Mundial dio un poderoso impulso al descontento revolucionario dentro de las tropas y las masas, en Alemania y en otras partes. Cumplió su promesa de sacar a Rusia de la guerra.

El 9 de noviembre de 1918 la revolución estalló en Alemania. Lenin y Trotsky siempre creyeron que la revolución alemana tendría una importancia mayor que la rusa para la creación del socialismo. Alemania sería el modelo para la revolución mundial y casi ocurre según el plan previsto.

La clase obrera alemana creó soviets de trabajadores que desafiaron al poder en noviembre de 1918 y en 1923. Desgraciadamente, el asesinato de los dirigentes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, tuvo una influencia muy negativa en el destino de la lucha revolucionaria. La dirección es decisiva en la revolución, tanto en la guerra de clases como en la guerra convencional.

Lenin y Trotsky lo sabían y repetidamente explicaron que no era posible crear el socialismo en Rusia, o en otras palabras: para los trabajadores y campesinos de Rusia dirigir por sí mismos la sociedad y elevar las condiciones de vida materiales en esas condiciones de atraso económico. Lenin y Trotsky defendían que esto sólo podría superarse con revoluciones en Europa Occidental, particularmente en Alemania.

Una Alemania soviética crearía un plan de producción unificado con la Rusia soviética. Eso ayudaría a superar el atraso económico ruso. Cuando se perdió la revolución alemana en 1923, dejó aislada a la Rusia soviética. Las masas soviéticas estaban agotadas y la idea de la democracia soviética parecía convertirse en un sueño utópico. La burocracia incrementó su poder dentro de la Unión Soviética con cada nueva derrota de la revolución mundial. Siguieron nuevas derrotas en Gran Bretaña en 1926 y en China en 1927. Finalmente, la lunática política de Stalin de dividir a la clase obrera alemana condenando a los socialdemócratas como “social fascistas”, llevó directamente a la victoria del fascismo en Alemania.

Chomsky afirma que “es esencial que para la existencia de un poderoso movimiento revolucionario en EEUU exista alguna posibilidad responsable de cambio social democrático de tipo radical en algún otro lugar del mundo capitalista, y comentarios comparables se pueden decir sobre el imperio ruso. Lenin hasta el final de su vida insistió en la idea de que es ‘una verdad elemental del marxismo que la victoria del socialismo requiere los esfuerzos conjuntos de los trabajadores en varios países desarrollados’. Al principio al menos eso requiere que los grandes centros del imperialismo mundial tengan dificultades debido a presiones internas, para su intervención contrarrevolucionaria. Sólo esta posibilidad permitiría una revolución que derrocara sus propias instituciones estatales coercitivas para poner a la economía bajo el directo control democrático”. (Chomsky. On Democracy and Education. p. 135).

¡Aquí por una vez parece que Chomsky está de acuerdo con Lenin! Debemos imaginar que si la revolución venezolana inmediatamente expropia los bancos y monopolios bajo el control y gestión de los trabajadores, ¿entonces Venezuela sería capaz de establecer por sí sola el socialismo?

El atraso económico comparativo de Venezuela y su aislamiento inevitablemente significaría que sería posible el surgimiento de una degeneración burocrática de la sociedad, siempre y cuando se le permitiera sobrevivir. A menos que la revolución se extienda para superar las limitaciones del estado nacional, la tendencia hacia el burocratismo surgiría tarde o temprano, no importan las buenas intenciones de su dirección. En realidad, este mismo proceso sería aplicable a una revolución aislada en EEUU, el país más poderoso del mundo.

Chomsky cuenta con mucho renombre y es admirado por muchos en la izquierda. Sin duda ha escrito muchos libros y artículos, ha pronunciado muchos discursos que proporcionan información muy útil. Sin embargo, cuando se trata de analizar las tareas a las que se enfrenta la clase obrera cae entonces en una trampa. Acepta muchas ideas sobre el marxismo y la revolución rusa que son totalmente falsas. Al hacer esto se perjudica a sí mismo y a los trabajadores y jóvenes del mundo que buscan una salida a la pesadilla actual que ha creado la sociedad capitalista. Tiene todo el derecho a defender sus ideas. Ningún comunista o socialista genuino le negaría esto. Lo que no tiene derecho es a distorsionar e incluso falsificar lo que defiende el genuino marxismo. Si hace eso sólo conseguirá ayudar a los enemigos del socialismo. Los historiadores capitalistas, los medios de comunicación capitalistas, están constantemente intentando confundir a millones de trabajadores y jóvenes. Nuestra tarea es combatir toda esa confusión.

Octubre de 2004