¡Ni “pacto social” ni techo salarial! Por salarios y empleos dignos

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La clase trabajadora argentina es poderosa y está recomponiendo sus fuerzas tras años de postergación y retrocesos en sus condiciones de vida y de trabajo. No es una casualidad que sea la fuerza social que más teman los empresarios, los gobiernos y los burócratas sindicales.

Declaración ante el 1º de Mayo

Desde la Corriente Socialista El Militante veníamos advirtiendo en los últimos meses sobre el nuevo pacto social que estaban negociando secretamente el gobierno de Kirchner, la patronal y los dirigentes de la CGT. Los acuerdos paritarios de las últimas semanas han venido a confirmar esta perspectiva. Así, gremios como bancarios, camioneros, porteros, plásticos, textiles, o construcción acordaron aumentos de entre el 14% y el 16,5%, fijándose el 16,5% como el techo de aumento salarial para este año.
Cuando los precios de la canasta básica vienen aumentando un 20% cada año en promedio, este "pacto social" viene a consagrar una nueva pérdida del poder adquisitivo en los salarios. Lo escandaloso del hecho es que, además, las ganancias empresariales vienen aumentando también un 20% en promedio.

El papel de la burocracia sindical

La dirección de la CGT actúa nuevamente como correa de transmisión de los intereses empresariales dentro del movimiento obrero. Un papel que está muy bien remunerado. Estos dirigentes sindicales, atornillados a sus sillones desde hace décadas, perciben ingresos mensuales de varios miles de pesos de las cajas sindicales sin control alguno por las bases gremiales. El diario Clarín reveló cómo, en la última reunión del Consejo Directivo de la CGT, nuestros "dirigentes" despachaban su almuerzo con “un suculento asado, el vino caro y el champán que se sirvió desde las 13 hs. Hasta hubo una tarta de chocolate de 5 kilos para festejar el cumpleaños de Martínez, de la UOCRA" (Clarín, 24 abril).
La mayoría de ellos tiene causas en la Justicia (por desvío de los fondos de las obras sociales, partidas cobradas sin justificar, compra-venta irregular de inmuebles, etc), por las que deberían estar presos pero que, inexplicablemente, son archivadas una tras otra. Mientras sean útiles para la estabilidad del sistema y mantengan la conflictividad sindical bajo un control razonable, nunca serán molestados.
Pero el hecho de que este acuerdo no haya sido formalizado por el conjunto de la central sindical, sino por gremios individuales "entre gallos y a medianoche", expresa su desconfianza en que los trabajadores acepten así nomás este "pacto social". Además, las patronales han tenido que aceptar la inclusión, en muchos casos, de subas adicionales en negro que no figuran en los aumentos anunciados. Gremios, como la UOM consiguieron el 19%, y telefónicos, Gastronómicos, neumáticos, Subte, o ferroviarios, están exigiendo su-bas superiores al 20%, mostrando a las claras el enorme malestar que existe debajo.

Balance de la jornada de lucha del 9 de abril

Justamente, las luchas de docentes y estatales en el interior adquirieron un empuje y una fuerza extraordinaria, conducidas en muchos lugares por direcciones combativas y antiburocráticas. Abandonadas a su suerte por la dirección de la CTA y CTERA, esto allanó el camino para su represión en Neuquén, Santa Cruz y Salta. El asesinato del trabajador Carlos Fuentealba en Neuquén propició la convocatoria de un paro nacional de 24 hs por la CTA y la adhesión parcial de la CGT con un paro simbólico de 1 hora. Pese a que la jornada de lucha estuvo muy mal organizada (salvo en el sector docente, el aparato de la CTA hizo muy poco para organizar un paro serio en las reparticiones, oficinas y lugares de trabajo en el sector público; y la burocracia de la CGT boicoteó su propia medida de lucha allá donde pudo hacerlo), la respuesta de los trabajadores fue extraordinaria y cerca de 200.000 trabajadores salieron a las calles en todo el país.
El ambiente generado por el paro del 9 de abril era electrizante y reflejaba no solamente la indignación por el asesinato de Fuentealba a manos de la policía del fascista de Sobisch, sino también la enorme bronca por las condiciones de trabajo y de salario. La posibilidad de lanzar un plan general de lucha exitoso por salarios y empleos dignos estaban dadas. Pero esta perspectiva fue frenada por las direcciones sindicales porque hubiera ido contra la línea de flotación de su política de conciliación de clases y el pacto social suscrito con el gobierno y las patronales. Kirchner no podía ocultar su inquietud ante la situación generada. Y trató de hacer todo lo posible por enfriar el ánimo de los trabajadores con la inestimable ayuda de los dirigentes sindicales, particularmente de la CGT.
Así, cuando los trabajadores neuquinos pidieron la cabeza de Sobisch en aquellos días, Kirchner guardó un silencio cómplice al respecto limitándose a criticar el "exceso" de la represión policial. Kirchner era el más interesado en evitar la dimisión de Sobisch. Hubiera sido un mal precedente que un gobernador cayera como consecuencia directa de la movilización popular, con las consecuencias sociales que eso traería en Neuquén y en el resto del país, lo que habría animado la lucha obrera y dificultado el pacto social acordado con la dirección de la CGT.
Aunque finalmente se consiguieron victorias parciales, Kirchner (sostenido por la patronal y la burocracia cegetista) tampoco quería facilitar una victoria clara al activismo sindical combativo que en Neuquén, como en Santa Cruz y Salta, estaba al frente de las luchas; evitando la dimisión de Sobisch e impidiendo la plena satisfacción de los reclamos salariales y laborales de los trabajadores. Por eso mantuvo una intransigencia particular con la lucha docente de Santa Cruz, su provincia, donde el reclamo principal de los docentes era elevar el salario básico de ¡$161!, el más bajo del país en cualquier sector.
De esta manera, queda claro el frente único armado entre el gobierno, las patronales y la burocracia sindical contra los intereses obreros. No pueden evitar las luchas, en un contexto de auge económico y de aumento de los precios, pero sí hacen todo lo posible para que las mismas se mantengan a un nivel razonable que les asegure ganancias extraordinarias a nuestros enemigos de clase, los empresarios.
Pero esta situación, donde cientos de miles de trabajadores aceptarán de mala gana el pacto social impuesto o se rebelarán contra el mismo, crea condiciones muy favorables para el desarrollo y extensión de una oposición clasista en el seno de los sindicatos. La corriente sindical opositora y clasista más relevante que existe, el Movimiento Intersindical Clasista (MIC), debería tomar nota de esto.
En este sentido, la dirección del MIC debería mostrar una mayor iniciativa en el proceso de discusión de paritarias. Todavía no fijó ninguna posición pública sobre las mismas. Debería hacerlo y denunciar el "pacto social" entre el gobierno y la CGT. El MIC debe desplegar una actitud más ofensiva si pretende echar raíces profundas en el seno de la clase y los sindicatos para aparecer como una alternativa de dirección a la burocracia sindical.
Más equivocadas aún son las posiciones de aquellos grupos sectarios que se aíslan del movimiento real de la clase obrera. Así sucedió, por ejemplo, en la movilización del 9 de abril en Capital cuando sectores del activismo combativo del sindicato docente de la provincia de Buenos Aires, SUTEBA, se negaron a participar en el acto de la CTA, dando la espalda a los miles de trabajadores que estaban allí concentrados.
El activismo obrero y combativo debe superar éstas y otras debilidades, y desplegar una campaña enérgica denunciando el "pacto social" entre el gobierno, las patronales y la burocracia sindical, repartiendo afiches y volantes en los centros de trabajo. Debe promover actividades y resoluciones en las empresas y asambleas de trabajadores contra el mismo, y presentar una plataforma alternativa que debería incluir, al menos: aumento general de salarios del 20%, salario básico mínimo de $1.200, no al empleo precario y en negro, por salarios equivalentes a la canasta familiar de $2.400 para quienes no alcancen ese monto, y jubilación mínima, vital y móvil con el 82% del salario.

Lucha sindical y lucha política

Entramos en una nueva etapa del movimiento obrero en nuestro país. La clase trabajadora argentina es poderosa y está recomponiendo sus fuerzas tras años de postergación y retrocesos en sus condiciones de vida y de trabajo. No es una casualidad que sea la fuerza social que más teman los empresarios, los gobiernos y los burócratas sindicales, aunque la mayoría de los trabajadores (y algunos sectores del activismo clasista, añadiríamos) no se percaten todavía de ello.
Pero la experiencia les enseñará. No aceptamos la lógica y la dictadura del Capital por la cual la inmensa mayoría de la sociedad argentina (los trabajadores asalariados) no podemos llegar con tranquilidad a fin de mes porque los salarios no alcanzan, para que una minoría de esta sociedad (los empresarios y sus lacayos dentro y fuera del movimiento obrero) viva en la abundancia más insultante ¿Es razonable eso? La riqueza social debe estar en manos de quienes la crean diariamente con sus manos y cerebros, los trabajadores.
Pero la lucha sindical tiene sus límites para conseguir este objetivo. Es necesario dar el paso a la lucha política, por una transformación completa de la sociedad.
En este año electoral los trabajadores deberían tener su propia herramienta política para expresar sus intereses, diferentes y opuestos a los de los partidos y candidatos burgueses, ya aparezcan como de derecha o de "centroizquierda". Unos y otros defienden este sistema que garantiza a los empresarios, terratenientes, banqueros y multinacionales su control absoluto sobre la sociedad.
Lamentablemente, tal herramienta no existe, y la perspectiva de un frente único de las fuerzas de izquierda parece improbable, por el oportunismo de algunos y el sectarismo de otros. Los intereses de aparato les parecen a algunos más importantes que los intereses de la clase obrera. Pero ésta se hará oír tarde o temprano, y los llamará al orden. La función del activismo obrero y de izquierda es acelerar esa perspectiva junto a la clase y dentro de sus organizaciones de masas, comenzando por los sindicatos.