Necesitamos la herramienta política para transformar la sociedad: ¡Ahora es cuándo!

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Aporte de la Corriente Socialista El Militante a la Constituyente Social de Jujuy

La Corriente Socialista El Militante aportará este escrito a los debates de la Constituyente Social, convocada por la CTA y decenas de organizaciones populares, que se celebrará en Jujuy el 24 y 25 de octubre próximos. En este documento apostamos a la conformación del movimiento político-social y cultural que impulsan la CTA, Proyecto Sur y decenas de organizaciones políticas, sociales y populares; y que el mismo se estructure sobre una base clasista y democrática, y adopte un programa socialista. Estaríamos muy agradecidos a nuestros lectores si nos hicieran llegar sus comentarios y opiniones sobre este documento.

Aporte de la Corriente Socialista El Militante a la Constituyente Social de Jujuy

La Corriente Socialista El Militante aportará este escrito a los debates de la Constituyente Social, convocada por la CTA y decenas de organizaciones populares, que se celebrará en Jujuy el 24 y 25 de octubre próximos. En este documento apostamos a la conformación del movimiento político-social y cultural que impulsan la CTA, Proyecto Sur y decenas de organizaciones políticas, sociales y populares; y que el mismo se estructure sobre una base clasista y democrática, y adopte un programa socialista. Estaríamos muy agradecidos a nuestros lectores si nos hicieran llegar sus comentarios y opiniones sobre este documento.

 

Introducción

La decisión de la CTA y de otras agrupaciones sociales y políticas, como Proyecto Sur, de avanzar hacia la conformación de una herramienta política de los trabajadores y los sectores populares es un importantísimo salto adelante en el proceso de emancipación social por el que venimos luchando desde hace años.

Como el resto de los compañeros, valoramos la lucha sindical y barrial cotidiana pero también vemos sus limitaciones y la necesidad de pasar al combate en el plano político. La inmensa mayoría trabajadora del país necesita una herramienta propia, que dispute poder, para no seguir atada a las distintas propuestas de las minorías privilegiadas.

El momento político e histórico elegido no puede ser más oportuno. América Latina está inmersa en un proceso de fermento revolucionario que ha conocido las formas más variadas: rebeliones populares, levantamientos revolucionarios, llegada al gobierno de partidos y movimientos de izquierda a través de elecciones, etc. Este proceso, con alza y bajas, con mayor o menor intensidad según el país, se inició hace casi una década. Venezuela, Bolivia y Ecuador representan la avanzada de este proceso, que suscita las mayores de las simpatías en las masas trabajadoras del todo el continente y más allá, y el odio más furibundo de los grandes capitalistas locales y del imperialismo.

Por otra parte, el imperialismo, particularmente el norteamericano, enfrenta la crisis política y económica más aguda en 80 años, empantanado en Iraq y Afganistán, e incapaz de intervenir directamente en Latinoamérica. Y ahora se encuentra en puertas de la crisis económica más profunda en décadas que le abrirá un frente interno con su propia clase obrera.

En Argentina, el gobierno de Cristina K., estrechamente comprometido con la política de conciliación de clases a través de acuerdos con la patronal y los jefes sindicales de la CGT, está creando una insatisfacción creciente en los trabajadores y los sectores populares excluidos. La crisis del Partido Justicialista (PJ) y el comienzo del declive del proyecto kirchnerista preparan las condiciones para el desarrollo de una herramienta política de masas que represente los intereses de los de abajo.

En la medida que toda la oposición política al kirchnerismo está situada a la derecha del gobierno (dada la irrelevancia de los actuales grupos de izquierda) esto deja un espacio muy amplio para que una herramienta política propia de los trabajadores y demás sectores populares oprimidos, adquiera un desarrollo importante, apareciendo como la única oposición por izquierda al gobierno.

¿Qué ventajas tendría la formación de una organización de estas características? Que ofrecería, por primera vez en décadas, un instrumento político a los sectores más avanzados de la clase obrera, de la juventud y del movimiento popular, al margen del PJ, capaz de despertar y acercar a la vida política activa a cientos de miles de trabajadores y luchadores, sacándolos de la rutina y del apoliticismo.

En Argentina venimos retrasados respecto a la organización política de los trabajadores y los sectores populares con respecto a otros países de la región. Si vemos los procesos de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, etc. observamos que ya es hora de pasar de la resistencia a la ofensiva. Debemos construir la herramienta que brinde una dirección consciente a todo el movimiento disperso que viene luchando abnegadamente hace años. Es el momento de que los trabajadores tomemos el futuro en nuestras manos

La aparición de este instrumento político cambiará cualitativamente toda la situación nacional y significará un avance en la conciencia política de los trabajadores de nuestro país.

Proyecto Sur, los sectores de la CTA y demás movimientos políticos y sociales que manifestaron su voluntad de impulsar un nuevo proyecto político y social, y el activismo honesto de izquierda que no encuentra referentes donde mirar, tienen que aunar esfuerzos en pos de organizar y desarrollar la conformación de esta organización política.

La tarea de los socialistas revolucionarios es trabajar lealmente en el seno de esta organización para fortalecerla, al mismo tiempo que explicamos pacientemente la necesidad de dotarse de un programa socialista claro que termine con la explotación capitalista y ponga los recursos principales de la nación en manos de la mayoría de la población, el pueblo trabajador.

La Constituyente Social: el programa y la organización política

Los debates generados en los encuentros provinciales y regionales previos a la Constituyente Social de Jujuy han planteado los ejes centrales para avanzar hacia una sociedad verdaderamente democrática e igualitaria.

Numerosos compañeros han mencionado temas importantes, como la recuperación de los recursos naturales (petróleo, tierra, empresas privatizadas, etc.). También fueron señalados reclamos básicos que apunten a la solución definitiva de las verdaderas necesidades populares: alimentación, salud, vivienda, transporte, educación, desigualdad, etc.

Pero somos realistas. Desde la Corriente Socialista El Militante pensamos que llevar esto a efecto sólo es posible con el control obrero y popular de las palancas fundamentales de la economía (la banca y el comercio exterior, las grandes empresas, los latifundios…), que deben ser nacionalizadas sin indemnización, salvo a pequeños accionistas y ahorristas sin recursos, bajo el control de los trabajadores. Mientras los grandes empresarios, los banqueros y los terratenientes posean la mayor parte de los recursos del país, producidos anónimamente por el trabajo de la clase obrera, no hay posibilidad de terminar con la injusta distribución de la riqueza ni de solucionar los acuciantes problemas que enfrentan las familias obreras.

También se escucharon planteos contrarios a los maquillajes del sistema capitalista: muchos criticaron las propuestas de "capitalismo serio" o de "capitalismo decente", las posiciones etapistas, etc. Nosotros creemos que la superación del capitalismo sólo es posible a través del Socialismo, como lo ha expresado el Presidente Chávez en numerosas oportunidades. Y eso implica, además del control de las palancas fundamentales de la economía, la necesidad imperiosa de una participación masiva desde las bases a todos los niveles de la sociedad.

En este sentido, en casi todas las intervenciones de los encuentros, se planteó la necesidad de otro tipo de organización estatal donde los representantes no puedan expropiar la voluntad popular de cambio, que es continuamente traicionada en favor de los grandes intereses empresariales e imperialistas. Se habló de democracia directa y se discutieron diversas variantes. En el fondo, como correctamente también quedó señalado, lo que está en discusión es quién tiene el poder real, y no sólo el gobierno o algunos cargos.

Hemos visto en numerosas oportunidades cómo diputados o funcionarios elegidos con el voto popular son presionados, amenazos o perseguidos (cuando no cooptados o comprados) hasta que pasan a instrumentar medidas contrarias al interés popular. Y esto produce un desaliento inmenso en las bases y largos períodos de retroceso.  

 

Nosotros venimos proponiendo un modelo social distinto a esta "democracia" formal que esconde la dictadura del gran capital, y que permite a todo el mundo decir, más o menos, lo que quiera bajo la condición de que quienes decidan sean los grandes empresarios y los monopolios imperialistas. Nosotros apostamos por una "democracia obrera", donde los trabajadores podamos elegir y remover directamente a nuestros representantes en cualquier momento, donde los representantes populares no tengan un sueldo superior al de un trabajador calificado (para impedir la llegada a la política de arribistas y trepadores interesados en hacer carrera), donde haya rotatividad de los cargos entre toda la población adulta por turnos (para evitar la consolidación de una burocracia), y donde sea abolido el ejército permanente separado de la sociedad para evitar que sea utilizado contra el pueblo, y que sea reemplazado por el armamento popular.

 

También estos criterios democráticos deben ser el fundamento de nuestra organización interna que asegure la participación activa y permanente de las bases. No nos parece adecuada la conformación de mesas de dirección no elegidas integradas por dirigentes de los distintos grupos. En su lugar, proponemos crear instancias de dirección con compañeros elegidos en asambleas plenarias en los distintos ámbitos (nacional, provincial, regional y local) y en los lugares de trabajo y los barrios. Y en esos ámbitos deben discutirse también todas las propuestas que se vayan a impulsar, y evaluar lo que se va realizando para que las bases puedan controlar y rectificar las políticas que se llevan adelante, incluida la posibilidad de remoción y reemplazo de nuestros compañeros representantes, en el caso de que otros puedan desempeñarse mejor en esa labor.

La lucha por reformas y la lucha por el socialismo

Con frecuencia, se disocia la lucha por reformas de la lucha por el poder; y también vemos a organizaciones políticas que se limitan a hacer propaganda sobre el Socialismo. Desde nuestro punto de vista, de lo que se trata es de combinar ambos aspectos e indisociables de nuestra lucha.

 Las luchas cotidianas por reformas son imprescindibles para lanzar a la movilización al conjunto de la clase obrera, no sólo a los sectores más conscientes y avanzados de la misma, sino precisamente a los más atrasados e inertes. De esta manera, la clase trabajadora se une en la lucha y, a través de la experiencia, el conjunto de la clase eleva su nivel de conciencia.

La lucha exitosa por reformas sirve para dar confianza a los trabajadores en sus propias fuerzas, para hacerles comprender que son fuertes, que sin su amable permiso no se mueve una rueda ni se enciende una luz; y, al mismo tiempo todo avance en nuestras condiciones de vida y trabajo, en nuestros barrios, en las leyes, etc., actúan favorablemente en nuestra conciencia y dignidad al hacernos sentir algo más que meras máquinas de trabajo al servicio de un patrón para elevarnos a la categoría de hombres y mujeres que piensan y actúan por sí mismos, haciéndonos comprender mejor los objetivos finales por los que luchamos.  

Lo que debemos ver es que lo que nos da hoy el capitalismo con una mano, mañana nos lo quitará con la otra, que toda conquista es temporal cuando eventualmente cambia la correlación de fuerzas entre las clases, y que la única manera de disfrutar permanentemente de nuestros avances sociales y de mejorarlos indefinidamente es transformando radicalmente este sistema, con la expropiación del puñado de grandes capitalistas que tiene sometida al conjunto de la sociedad a sus designios y a su hambre voraz por las ganancias.

Por eso explicamos que, además de la lucha económica y sindical por reformas, hay que luchar políticamente, en las instituciones y en la calle, hasta alcanzar la fuerza necesaria entre los trabajadores y el resto de capas oprimidas de la sociedad para expropiar a los grandes capitalistas, y poner los colosales recursos de la sociedad bajo el control democrático de los trabajadores. Así estableceríamos las bases para organizar una auténtica y genuina sociedad socialista, libre de la opresión, miseria, guerras, y destrucción del medio ambiente.

En este sentido, no despreciamos las posiciones que puedan alcanzarse en el Parlamento y en otras instituciones. La utilización de estas posiciones para defender nuestro programa es de enorme utilidad para tener una mayor resonancia que nos permita agrupar a capas más amplias de la población detrás de nuestras ideas. Pero el trabajo en las instituciones debe ser sólo un complemento útil a la lucha de masas que es la única que hará posible la transformación radical de la sociedad a la que aspiramos.

Todo joven o trabajador sabe por su propia experiencia que sólo mediante la lucha en la calle y la organización de miles y miles en los sindicatos y organizaciones populares es cómo se cambian las cosas importantes. Ahí tenemos la lucha contra la dictadura militar, las huelgas generales, las movilizaciones incontables contra las leyes de impunidad, las luchas estudiantiles, la rebelión popular del Argentinazo, etc.; y esto es más cierto aún cuando se trata de transformar la sociedad desde arriba hasta abajo.

Es verdad, que pueden pasar décadas sin que las masas de la clase obrera se cuestionen el orden social existente, lo que permite a los políticos patronales y a la burguesía mantener sus puntos de apoyo en una situación normal del capitalismo, basándose en la rutina y en la fuerza de la costumbre.

Pero, igualmente, la historia también demuestra que hay momentos en que la sociedad capitalista entra en crisis, bajo el peso de sus contradicciones en el terreno económico, político y social que rompen la rutina y la inercia instalada por todas partes.

Es una equivocación pensar que poco a poco, gradualmente al cabo de muchos años, se podrá conseguir una mayoría suficiente en un parlamento burgués para, a partir de ahí, poder afrontar cambios revolucionarios en la sociedad capitalista. Ni la historia ni la conciencia humana se comportan de esta manera gradualista. Al contrario, sólo en una situación de fermento revolucionario es posible que  una organización socialista y revolucionaria que se propone servir de instrumento para transformar la sociedad pueda obtener una mayoría suficiente en las instituciones políticas burguesas, ayudar a la clase obrera a crear paralelamente sus propios órganos de poder obrero (comités de lucha en las fábricas, empresas, barrios y ciudades) y,  junto con la presión en la calle, instaurar un gobierno de la clase obrera que lleve a cabo la expropiación de los monopolios, la Banca y los latifundios para iniciar la transformación socialista de la sociedad.

¿Frente, Partido o Movimiento?

Conforme avanza la perspectiva de dar a luz una herramienta política de masas ha surgido el debate en diferentes zonas sobre cuál sería la forma organizativa más conveniente que debería adoptar tal organización, si debe asumir la forma de un Frente, de un Movimiento o de un Partido.

Desde nuestro punto de vista, la forma organizativa a adoptar es un aspecto secundario. Lo fundamental es el programa político y el carácter democrático que asuma la organización. 

¿Cuál debería ser el contenido concreto de esta organización política, independientemente de que adquiera la forma de Frente, Movimiento o Partido?

En primer lugar, su base clasista y democrática. Debería estar constituido por militantes, fuerzas y agrupamientos sustentados en los trabajadores y demás sectores populares. En ningún caso deberían formar parte del mismo fuerzas que representen a sectores del enemigo de clase: los empresarios o políticos burgueses. De la misma manera, también rechazamos que adhieran a la organización arribistas políticos o políticos  profesionales sin base social y que sólo se representan a sí mismos.

     En segundo lugar, debería acordarse un programa común que conste de un conjunto de demandas que supongan un avance real en las condiciones de vida y trabajo de las masas trabajadoras y en la democratización de la vida social. Más allá del programa común acordado, desde la Corriente Socialista El Militante pensamos que sólo en una sociedad socialista estarían dadas las condiciones necesarias para garantizar a cada persona una vida auténticamente humana. Y, por lo tanto, explicaremos pacientemente la necesidad de que la organización asuma un programa genuinamente socialista. 

Como tercer requisito: que haya plena libertad para que las fuerzas que integren la organización puedan defender honesta y fraternalmente sus puntos de vista y su propio programa político, y que puedan propagandizarlo por sus propios medios (prensa, web, volantes, folletos, etc.), al mismo tiempo que ayudan a desarrollar la organización y se comprometen en la defensa pública del programa y de las tareas comúnmente acordados.

Como último punto, este carácter democrático de la organización debe extenderse a las formas de funcionamiento cotidianas, a la elaboración de la línea política local, regional, provincial y nacional de la organización, y a la elección de los organismos dirigentes.

Creemos que la experiencia política señala que la forma más democrática de funcionamiento es sobre la base de un padrón único de militantes en cada circunscripción local, regional, provincial y nacional, sustentado en la afiliación individual y personal de cada miembro de la organización (independientemente de la fuerza o agrupación política de la que forme parte dentro de la organización). Los plenarios, asambleas o congresos deberían estar formados por delegados elegidos de forma directa por la militancia, en cada ámbito de decisión (local, regional, provincial y nacional). En dichos plenarios, asambleas o congresos serían elegidos o revocados los miembros de los organismos dirigentes.

Los peligros de la estrechez organizativa

Es verdad que el interés de muchos compañeros en este debate es tratar de definir cuál sería la forma organizativa que mejor garantizaría el carácter democrático de la organización. Y esa preocupación la compartimos todos.

Como dijimos al principio, ninguna forma organizativa por sí misma conjura el peligro del burocratismo o de falta de democracia interna. Por lo tanto, no hacemos un fetiche de ninguna de ellas. La única garantía es el debate político, la formación política de los militantes, su participación activa y su compromiso con la construcción de la organización. A esto debemos añadir la circulación más extensa posible de la información sobre acuerdos y debates internos, y sobre el balance de las actividades externas.

No obstante, queremos señalar algunas de las posibles desviaciones que pueden adoptar las diferentes formas de organización si se cayera en una estrechez organizativa en lugar de adoptar un claro criterio político sustentado en los principios expuestos en el apartado anterior.

En general, un Frente consiste en un acuerdo político entre varias fuerzas para conformar una organización común, otorgando a cada una de ellas una representación directa en los órganos dirigentes, en proporción a su fuerza numérica o representatividad social. El problema que puede haber aquí es que si la organización no tiene mecanismos de funcionamiento democráticos claros, se pueda caer en acuerdos de cúpula entre las diferentes fuerzas a espaldas de la base, que se negocien puestos en el aparato entre ellas a cambio de concesiones políticas, o que se limiten los derechos de la militancia en la elección de los cargos dirigentes o en la elaboración de la línea política.

Por Movimiento suele entenderse una organización amplia con estructuras organizativas flexibles, que reúne a militantes y organizaciones variadas (políticas, sociales, sindicales, barriales, culturales, etc.) sobre la base de un acuerdo político general. La falencia que puede mostrar este tipo de organización es la falta de un mecanismo organizativo aceitado, que sea utilizada como una excusa por sectores dirigentes para tomar decisiones por su cuenta sin dar explicaciones a la base. También la forma "movimientista" puede ser utilizada como una excusa por algunos dirigentes, organizaciones de base o militantes individuales para negarse a aplicar o llevar a cabo las decisiones democráticas tomadas por el conjunto del movimiento, "porque no puede imponerse nada a nadie" o "porque las decisiones deben tomarse por consenso", de manera que la voluntad democrática de la mayoría sea anulada o boicoteada por una minoría.

Un Partido puede ser también una forma organizativa legítima y útil. Y debería funcionar con la más amplia democracia interna, permitiendo incluso la existencia de tendencias organizadas, sobre la base de un acuerdo político y un programa libremente acordados. Como principio organizativo básico estamos de acuerdo con la máxima unidad en la acción con la condición previa de la máxima libertad en la discusión, y que las posiciones minoritarias sobre temas concretos o lineamientos políticos puedan seguir defendiéndose en el interior del partido aun cuando la organización haya tomado por mayoría una posición pública al respecto. Bajo ningún concepto puede aceptarse una interpretación estrecha y burocrática del concepto de "mayoría" por la cual deban prohibirse las tendencias internas organizadas o la difusión de las posiciones minoritarias, menos aún cuando todos los militantes y tendencias del partido acepten aplicar y llevar a cabo las decisiones democráticas tomadas por la mayoría del partido en sus organismos correspondientes: células, plenarios, asambleas y congresos.

Nuestra experiencia internacional

Podemos aportar nuestra experiencia en América Latina con otras tendencias y corrientes socialistas revolucionarias con las que estamos en contacto fraternal a través de la Corriente Marxista Internacional. Así, la Tendencia Marxista Militante de México está activa dentro del Partido de la Revolución Democrática (PRD), dirigido por López Obrador, que tiene la característica organizativa de un Movimiento; la Corriente Marxista Revolucionaria de Venezuela forma parte constituyente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV); la Esquerda Marxista de Brasil funciona dentro del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil; y compañeros de la Corriente El Militante de Bolivia participan dentro del MAS; el Bloque Popular Juvenil de El Salvador es una parte componente del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), que asume las características de un Frente político.

De esta manera, la experiencia internacional también demuestra que es perfectamente posible la conformación de una organización amplia de trabajadores y activistas populares, donde participen y colaboren tendencias políticas de diferentes troncos ideológicos, y se comprometan a trabajar lealmente para desarrollar la organización de masas que pretendemos construir entre todos; independientemente de la forma organizativa que asuma.

La unidad latinoamericana y el socialismo

Latinoamérica sigue estando en la primera línea al frente de la rebelión mundial contra el imperialismo y la explotación capitalista. Las débiles burguesías latinoamericanas y la opresión imperialista no pueden estabilizar la situación. La continuidad del capitalismo significa más opresión, explotación y atraso a todos los niveles. El "boom" económico de los últimos años, estimulado por el alza del precio de las materias primas, no ha tenido un efecto significativo  en las condiciones de vida de las masas trabajadoras.

Según el Banco Mundial, para que América Latina alcance el nivel de desarrollo de infraestructuras de Corea del Sur (uno de los países más avanzados del Sudeste asiático) debería invertir $US 100.000 millones anuales durante 20 años. La burguesía latinoamericana no lo puede hacer, porque este dinero es el que se destina cada año al pago de la deuda externa a las potencias imperialistas. Sólo en una economía socialista planificada, a través de una federación socialista de todo el continente, podrían solucionarse los problemas de infraestructura, pobreza, empleo, salud y educación.

Los intentos de las burguesías latinoamericanas por recrear bloques económicos para competir con sus hermanos mayores de EEUU, Europa, Japón y China están condenados al fracaso, como lo demuestra la crisis del MERCOSUR, que está desgarrado por sus contradicciones internas y los intereses nacionales de cada país miembro. Argentina le ha impuesto a Brasil cuotas de importación y subas de aranceles en casi todos los rubros: autopartes, calzado, textil, electrodomésticos, etc. Uruguay y Paraguay se quejan de que no ganan nada dentro del MERCOSUR y amenazan con marcharse y firmar acuerdos comerciales con EEUU. La burguesía paulista se queja de que el MERCOSUR es un bloque muy restrictivo para sus negocios y también defiende que Brasil firme acuerdos comerciales exclusivos con EEUU y Europa.

Allá donde la burguesía ha fracasado sólo los trabajadores, arrastrando tras de sí a las masas campesinas y demás capas oprimidas de la población, puede encontrar una salida. La consigna: "Por una Federación Socialista de América Latina" adquiere, por lo tanto, una importancia decisiva.

La nueva etapa que se respira en el continente ha puesto la cuestión de la unidad de América Latina firmemente en el orden del día. La lucha en contra del ALCA y la idea de la integración latinoamericana son un ejemplo de esto y generan grandes expectativas en las masas latinoamericanas. La lucha por la unidad por parte de las masas trabajadoras tiene un carácter revolucionario y antiimperialista. Los trabajadores y los campesinos, la juventud revolucionaria y la intelectualidad progresista, correctamente, concluyen que la balcanización de América Latina la debilita y la deja a merced de los imperialismos estadounidense y europeo.

La pregunta que debe hacerse es: ¿Cómo este poderoso continente, que tiene abundancia de minerales, petróleo, ganado y donde existen todas las condiciones necesarias para crear un paraíso sobre la Tierra, ha quedado reducido a un infierno viviente para millones de hombres y mujeres? Durante casi dos siglos los países de América Latina han sido formalmente independientes. Pero esta llamada independencia es simplemente una hoja de parra para cubrir la dependencia servil de Estados Unidos y Europa, y de sus gigantescas corporaciones transnacionales que han chupado la sangre del continente como un vampiro.

¿Cuál es la razón de la postración de un continente tan poderoso? Sólo ésta: que después de la muerte de Simón Bolívar, San Martín, Artigas, y demás próceres de la independencia, las oligarquías, los terratenientes, los banqueros y los capitalistas de América Latina traicionaron su sueño de unidad de América Latina y el Caribe. En lugar de eso, dividieron el cuerpo vivo del continente en una serie de pequeños Estados que no tenían razón real de existir. Las bases reales para la esclavitud de América Latina es su balcanización. Las bases reales de la balcanización es el dominio de las oligarquías. No es posible ningún avance a menos que se termine con esta situación. Esto sólo puede conseguirse con una acción revolucionaria decisiva.

Los socialistas revolucionarios estamos incondicionalmente a favor de la unificación de América Latina. Sin embargo, los últimos doscientos años han demostrado de manera concluyente que bajo el capitalismo no hay posibilidad de unir América Latina. Los terratenientes, los banqueros y los capitalistas de América Latina son simplemente los funcionarios locales del imperialismo. Representan una barrera para el progreso en todas partes. Esto puede verse claramente en el comportamiento de la podrida burguesía contrarrevolucionaria en Venezuela y sus primos en Bolivia, pero también en Argentina donde celebra el pago de la deuda externa al Club de París o la entrega del petróleo a las multinacionales extranjeras.

No es posible ningún progreso mientras el poder económico esté en manos de los terratenientes y capitalistas. La única clase que puede conseguir la unidad latinoamericana es la clase obrera. Sólo cuando el poder esté en manos de los trabajadores podrán derribar las monstruosas fronteras artificiales y unir América Latina, la Patria Grande, en una federación socialista.

Corriente Socialista El Militante

29 de Septiembre 2008

Aportamos este escrito a los debates de la Constituyente Social de Jujuy, así como a los debates posteriores que se desarrollarán alrededor de la conformación del movimiento político-social y cultural que impulsan la CTA, Proyecto Sur y decenas de organizaciones políticas, sociales y populares.
Estaríamos muy agradecidos si quienes leyeran este documento nos hicieran llegar sus comentarios y opiniones sobre el mismo.
De la misma manera quedamos a disposición de los compañeros y compañeras, que así lo consideren,  para participar en reuniones y debates fraternales sobre el contenido del presente documento en sus agrupaciones, organizaciones, barrios, escuelas o lugares de trabajo. Para ello, escribinos a: elmilitante.argentina@gmail.com 
Más información sobre la Constituyente Social en: http://www.ctaenmovimiento.org.ar/