México: Balance de la lucha contra la imposición presidencial

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Finalmente, Enrique Peña Nieto, del PRI, fue proclamado nuevo presidente de México, pese al fraude documentado de la compra de millones de votos, presentado por la oposición de izquierda, Movimiento Progresista, que llevaba de candidato a López Obrador, dirigente del Morena.

Eso no sorprende porque todas las instancias del Estado mexicano están podridas y construidas sobre el fraude.

No obstante, lo más llamativo en este proceso fue la sorprendente actitud de los dirigentes de los partidos de oposición de no convocar movilizaciones para luchar contra el fraude.

Sin duda llama la atención y preocupa a cientos de miles de sus seguidores agrupados en torno al Morena, y afuera de él.

La lucha postelectoral

La disyuntiva era clara: hacer un llamado a la lucha comenzando por una serie de mítines masivos y paros sectoriales para preparar un gran paro nacional de 24 horas, o recurrir a la denuncia legal y a la espera de un veredicto que pudiese anular la elección.

Por supuesto una posibilidad no excluía a la otra. No obstante la decisión fue recurrir exclusivamente a las denuncias ante el tribunal. Seguramente el ala derecha del Movimiento Progresista, principalmente conformada por los dirigentes de los partidos, argumentará que de otra manera se desataría una campaña de linchamiento. Pero esa campaña de linchamiento de todos modos se ha desatado; todos los medios, prensa, radio y televisión no han parado de acusar a AMLO y al Movimiento Progresista de inmadurez y locura.

Esto generó un vacío en el seno del movimiento, un desconcierto que primeramente fue cubierto con movilizaciones espontaneas y la conformación de algunas iniciativas de organizaciones como la Convención Nacional Contra la Imposición; pero el Morena, la organización más grande e importante, no presentó ninguna iniciativa de lucha.

¿Qué hacer?

Es necesario hacer un balance muy critico de las consecuencias de la política de inmovilidad a la que los dirigentes del ala derecha del Movimiento Progresista han condenado al Morena, la responsabilidad de AMLO no es menor, él más que nadie es consciente de que esta situación sólo provocará la dispersión de las fuerzas y la llegada de Peña Nieto al gobierno sin mayores obstáculos.

Lamentablemente esta situación no es nueva, en cada momento que AMLO ha sentido que puede perder el control de las movilizaciones, ha puesto el freno de mano. En general aquí interviene otro elemento clave: la democracia dentro del Morena. Ahora más que nunca era importante que hubiese instancias de dirección que pudieran discutir la táctica en la lucha para hacerla triunfar. Lejos de ello todas las instancias del Morena han sido designadas desde arriba, los dirigentes no responden ante ninguna instancia electiva y por lo tanto no están obligados a rendir cuentas, hoy más que nunca este fenómeno esta haciendo muchísimo daño.

Otro aspecto muy importante a discutir es el programa. Hay que decirlo claro. “La república amorosa” fue más bien un estorbo, entre los seguidores firmes de AMLO generó desconcierto y entre las capas medias desconfianza ante el cambio de posición. No es posible argumentar que sólo con austeridad y combate a la corrupción se podrían resolver los problemas del país, los cuales son fundamentalmente debido a la dependencia estructural con el capital trasnacional, especialmente norteamericano. Si una lección podemos sacar de este proceso es que es preferible un programa serio que le diga a las cosas por su nombre y atienda los problemas con soluciones reales a buscar propuestas que traten de quedar bien con dios y con el diablo.

La alternativa

El futuro del Morena, organización integrada por millones de personas, no se puede limitar a un debate entre notables donde AMLO tenga la última palabra.

Las bases del Morena tenemos que tomar el destino en nuestras manos preparando un congreso nacional en donde no haya un solo tema que quede a la discrecionalidad de una dirección no electa.

Tenemos que darle continuidad a la lucha por medio de la organización. Los retos que los jóvenes y los trabajadores enfrentaremos en el marco de un gobierno de Peña Nieto serán múltiples, debemos enfrentarlos con unidad y organización.

Desde La Izquierda Socialista hacemos el llamado para que este proceso sea la base para un instrumento de lucha que no sólo permita a los trabajadores ganar una elección sino también tomar el poder, en el fondo, salvo eso, todo lo demás es ilusión.