Marxismo y feminismo

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El presente artículo está sacado del documento: “El marxismo y la emancipación de la mujer”, editado por El Militante La necesidad de una posición de clase

Los marxistas debemos defender enérgicamente la causa de la mujer, debemos luchar contra la desigualdad y contra todas las manifestaciones de opresión, discriminación e injusticia. Pero siempre debemos hacerlo desde un punto de vista de clase. Mientras luchamos decididamente para conseguir todas aquellas reformas que representen un paso adelante real para la mujer, también debemos explicar que la única salida para conseguir realmente la completa emancipación de la mujer -y de las otras capas oprimidas de la sociedad-, es mediante la abolición del sistema capitalista. Esta lucha requiere de la máxima unidad entre los trabajadores y las trabajadoras en su lucha contra el capitalismo. Cualquier tendencia que se califique de feminista, que intente enfrentar a la mujer contra el hombre, que divida o segregue a las mujeres del resto del movimiento obrero en nombre de "la liberación de la mujer" u otra cosa por el estilo, es reaccionaria y debemos combatirla enérgicamente.

Nosotros luchamos por la unidad del proletariado, independientemente de su sexo, raza, color, religión o nacionalidad. Nuestra lucha por la causa de la mujer necesariamente presupone la lucha implacable contra todo tipo de feminismo burgués y pequeño burgués (contra la idea de que la lucha por la emancipación de la mujer sólo es posible separada de la lucha de la clase obrera por el socialismo y especialmente contra cualquier intento de enfrentar a la mujer contra el hombre). Estas tendencias, allí donde consiguen influencia en el movimiento obrero, siempre caen en manos de los elementos más reaccionarios, juegan un papel divisorio y arrojan confusión entre aquellas mujeres que se dirigen hacia el socialismo. En esta cuestión es necesario mantener siempre una postura de clase firme.

El Partido Bolchevique y la Internacional Comunista en sus resoluciones siempre hablaban de "mujeres trabajadoras" y no de la mujer en general. Sobra decir que la lucha por los derechos de la mujer incluye a todas las mujeres proletarias, incluidas las esposas de trabajadores, desocupadas, estudiantes, etcétera. Pero el elemento clave son las mujeres trabajadoras que representan a un sector cada vez más grande de la clase obrera.

El feminismo burgués y pequeñoburgués

La conquista de "derechos iguales" formales sin la transformación de las relaciones sociales, es una conquista muy limitada y deja inalterables las raíces de la opresión de la mujer en la sociedad capitalista. En el último periodo la mayoría de las "mejoras" relacionadas con "la discriminación positiva" han servido de vehículo para el ascenso de una capa de arribistas de la pequeña burguesía.

En la última década la voz del feminismo pequeño burgués, antiguamente tan estridente con sus reivindicaciones de "igualdad" (el derecho de la mujer a ser sacerdote, directoras de empresa y otras cosas por el estilo), cada vez tiene menos audiencia. ¿Por qué? Porque las feministas de clase media hace mucho tiempo que han conseguido lo que querían.

La burguesía ha dejado un hueco para las directoras de empresa, juezas, banqueras, burócratas y sacerdotisas. El ascenso de la mujer a los puestos medios de dirección en EEUU ha pasado del 4 al 40% en los últimos veinte años. Hoy día, 419 empresas de las incluidas en la lista Fortune 500 cuentan con al menos una mujer en sus consejos de dirección, y un tercio de estas empresas tienen dos o más mujeres. Las empresas más grandes promocionan más a la mujer que las del final de la lista de Fortune 500. A algunas mujeres las cosas les van muy bien. Estas arribistas burguesas y pequeño burguesas siempre estuvieron a favor de la emancipación de la mujer, "una a una, comenzando por sí misma".

Por esa razón, siempre hemos mantenido una lucha implacable contra el feminismo burgués y pequeño burgués. Éste no tiene nada en común con la lucha real por la emancipación de la mujer. Estas mujeres, antiguas "feministas " que se unen a las filas de los explotadores, una vez que han solucionado su "problema" personal dentro de los confines del capitalismo ya son felices y se olvidan del 99% de las mujeres que sufren la opresión y explotación más espantosa. Un fenómeno similar ha ocurrido con los negros de clase media en EEUU que han conseguido hacer fortuna en los últimos años. La clase dominante siempre se puede permitir hacer este tipo de "concesiones" que no amenazan su dominio como clase.

La "discriminación positiva"

No estamos a favor de la "discriminación positiva", sea de mujeres, negros o de cualquier otro sector. Es una reivindicación pequeño burguesa que sirve para desviar la atención de las verdaderas raíces de la desigualdad. Por su propia naturaleza, la imposición de cuotas arbitrarias para mujeres, negros, etcétera, sirve como vehículo para la avance de una minoría de arribistas y da la impresión de que "se está haciendo algo", mientras los problemas fundamentales siguen inalterables. Este método no responde al problema de la discriminación, desvía la atención de lo verdaderamente importante y es un ejercicio de simbolismo.

Es el método utilizado con frecuencia por la burocracia para bloquear el avance de la izquierda en los órganos de dirección de los partidos y sindicatos obreros, en municipios y parlamentos. El caso más evidente ocurre en Estados Unidos, allí la burguesía utiliza hábilmente este método para calmar el tema racial creando una pequeña capa de arribistas negros. Los negros de clase media han utilizado la lucha contra el racismo para acceder a los mejores empleos, con buenos salarios y después deciden que lo mejor para ellos es ser más "moderados" y "razonables".

Algunas veces, trabajadoras y jóvenes honestas se pueden calificar a sí mismas de feministas, sin que comprendan claramente lo que significa eso. Debemos tener una actitud flexible y positiva con ellas. Lo mismo ocurre con aquellos que pertenecen a las minorías oprimidas. De la misma forma que nos oponemos al nacionalismo, debemos oponernos el feminismo. Y esta postura no afecta a nuestra lucha contra la discriminación. Siempre abordamos la cuestión de la desigualdad desde el punto de vista de la clase obrera y del socialismo, nunca desde otro punto de vista. Una cosa es que las trabajadoras expresen su preocupación por los problemas a los que se enfrentan debido a su sexo (desigualdad salarial, el trabajo en el hogar, los problemas del cuidado de los hijos, el acoso sexual y la violencia contra la mujer) y luchar contra estos problemas, y otra cosa muy distinta es cuando las tendencias burguesas y pequeño burguesas intentan explotar los problemas de las mujeres para librar una guerra entre los sexos.

La preocupación natural de las trabajadoras es la desigualdad que padecen y luchan contra ella. Este debe ser el punto de partida en la lucha para cambiar la sociedad en líneas socialistas, el feminismo burgués y pequeño burgués trata la cuestión de la mujer de una forma aislada y busca la solución dentro de los confines del sistema capitalista.
Esto invariablemente conduce a conclusiones reaccionarias.