LOS SINDICATOS EN LA EPOCA DE TRANSICION

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Reproducimos aquí este importante escrito de León Trotsky sobre los sindicatos y la tarea de los socialistas en la lucha sindical. Este texto forma parte del Programa de Transición, la base programática que dio lugar a la fundación de la IV Internacional, en 1938.

En la lucha por las reivindicaciones parciales y transitorias, los obreros necesitan, ahora más que nunca, organizaciones de masas, ante todo sindicatos. El auge de los sindicatos en Francia y en los Estados Unidos es la mejor respuesta a las doctrinas ultraizquierdistas que predicaban que los sindicatos estaban "fuera de época".

Los Bolcheviques-Leninistas se encuentran en la primera fila de todas las formas de lucha, incluso allí donde se trata de los intereses más modestos de la clase obrera. Toman parte activa en la vida de los sindicatos de masas, preocupándose de robustecer y acrecentar su espíritu de lucha. Luchan implacablemente contra todas las tentativas de someter los sindicatos al Estado burgués y de maniatar al proletariado con "el arbitraje obligatorio" y todas las demás formas de intervención policial, no sólo las fascistas sino también las "democráticas". Solamente sobre la base de ese trabajo es posible luchar con buen éxito en el seno de los sindicatos contra la burocracia reformista incluidos los stalinistas.

Las tentativas sectarias de crear o mantener pequeños sindicatos "revolucionarios" como una segunda edición del partido, significa de hecho renunciar a la lucha por la dirección de la clase obrera. Hace falta plantear aquí como un principio inconmovible: el auto-aislamiento capitulador fuera de los sindicatos de masas, equivale a la traición a la revolución y es incompatible con la pertenencia a la IV internacional.

Al mismo tiempo la IV Internacional rechaza y condena resueltamente todo fetichismo de los sindicatos, propio de los tradeunionistas y de los sindicalistas.

a) Los sindicatos no tienen, y, por sus objetivos, su composición y el carácter de su reclutamiento, no pueden tener un programa revolucionario acabado; por eso no pueden sustituir al partido. La creación de partidos revolucionarios nacionales, secciones de la IV Internacional, es el objetivo central de la época de transición.

b) Los sindicatos, aún los más poderosos, no abarcan a más del 20%-25% de la clase obrera y por otra parte, sólo a sus capas más calificadas y mejor pagas. La mayoría más oprimida de la clase obrera no es arrastrada a la lucha sino episódicamente en los períodos de auge excepcional del movimiento obrero. En estos momentos es necesario crear organizaciones ad-hoc, que abarquen a toda la masa en lucha: los comités de huelga, los comités de fábrica, y en fin, los soviets.

c) En tanto que organizaciones de las capas superiores del proletariado, los sindicatos, como lo atestigua toda la experiencia histórica, comprendida en ella la experiencia fresca aún de los sindicatos anarco-sindicalistas de España, desenvuelven poderosas tendencias a la conciliación con el régimen democrático burgués. En los períodos agudos de lucha de clases, los aparatos dirigentes de los sindicatos se esfuerzan por convertirse en amos del movimiento de masas para domesticarlo. Esto se produce ya con ocasión de simples huelgas, y sobre todo con la ocupación de las fábricas, que sacuden los principios de la propiedad burguesa. En tiempo de guerra o de revolución, cuando la situación de la burguesía se hace particularmente difícil, los jefes de los sindicatos se transforman generalmente en ministros burgueses.

Por todo lo que antecede las secciones de la IV Internacional deben esforzarse constantemente no sólo en renovar el aparato de los sindicatos proponiendo atrevida y resueltamente en los momentos críticos nuevos líderes dispuestos a la lucha en lugar de funcionarios rutinarios y carreristas, sino también de crear en todos los casos en que sea posible, organizaciones de combate autónomas que respondan mejor a los objetivos de la lucha de masas contra la sociedad burguesa, sin arredrarse, si fuese necesario, frente a una ruptura abierta con el aparato conservador de los sindicatos. Si es criminal volver la espalda a las organizaciones de masas para contentarse con ficciones sectarias, no es menos criminal tolerar pasivamente la subordinación del movimiento revolucionario de las masas al control de camarillas burocráticas abiertamente reaccionarias o conservadoras disfrazadas de "progresistas". El sindicato no es un fin en sí mismo, sino sólo uno de los medios a emplear en la marcha hacia la revolución proletaria.