Los jóvenes patriotas, enseñanzas vigentes

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Los sucesos conocidos como “la Revolución de Mayo” nuclearon distintas tendencias ideológicas e intereses políticos, que se aunaron para resolver una situación de conflicto ante el vacío de poder producido por la ausencia de Fernando VII en el trono español, pero que expresaban proyectos divergentes en cuanto al futuro rioplatense: su ala más radical, conocida por algunos como “el jacobinismo” planteaba llevar a fondo los ideales de emancipación.

Los “jacobinos”, llamados por asemejarlos al ala más radical de la Revolución Francesa, planteaban una profunda reforma política, económica y social que acabara con cualquier forma colonial, mediante el autogobierno y la plena soberanía popular.

Mariano Moreno, fue el mayor exponente. Fiel a sus ideales de liberación e ideología roussoniana aprendidos en la Universidad de Chuquisaca, donde también estudiaron Juan José Castelli, Bernardo de Monteagudo, Manuel Belgrano y Juan José Paso. Tuvo una participación importante en los hechos que condujeron a la Revolución de Mayo y una actuación decisiva como secretario de la Primera Junta.

La imputación de jacobino en el Río de la Plata constituyó ante todo una etiqueta denigratoria. Surgió como la cristalización conceptual de un enfrentamiento local: el que opuso al  presidente de la Junta, Cornelio Saavedra, con el secretarlo de la misma y sus partidarios. Saavedra se asentaba en el poder de las armas, con la única intención de modificar el sistema de gobierno local, sin modificar la estructura de poder y sus privilegios. Mientra que, Moreno fue acusado de jacobino por su temperamento político enérgico, su ferviente prédica igualitaria, el firme control que mantiene sobre todas las acciones de la Primera Junta y las medidas de terror en contra de los enemigos del régimen; Castelli, por sus medidas encaminadas a la supresión de las castas altoperuanas; y Monteagudo, por promover la creación de sociedades patrióticas y por su firme voluntad independentista.

Los Jacobinos

Moreno elaboró entre noviembre y diciembre de 1810 la teoría de la soberanía popular. Con ella, justifica que las relaciones sociales entre los pueblos y el rey quedasen disueltas o suspensas por el cautiverio del Monarca, los vínculos que unen a un hombre con otro en sociedad quedaran subsistentes porque no dependen de los primeros y los pueblos no debieran tratar de formarse pueblos pues ya lo eran; sino elegir una cabeza que los rigiese o regirse a sí mismos según las diversas formas con que puede constituirse íntegramente el cuerpo moral.

Considera al poder legislativo como la instancia dominante, un poder que debe hacer del pueblo emancipado el principio mismo de la constitución. Los gobernantes son meros “ejecutores y ministros de las leyes que la voluntad general ha establecido”. Por decisión de Moreno, quien redactó el prólogo, se imprimieron ejemplares del Contrato con el fin de instruir sobre “los inalienables derechos del hombre”. Del conocimiento de este “nuevo lenguaje”, que anunciaba la ruina del “despotismo”, se iban a beneficiar por igual “todas las clases”, “todas las edades” y “todas las condiciones”. La insistencia por parte de Moreno en hacer conocer a los pueblos sus derechos para conquistar su libertad, se revela así como uno de los rasgos centrales.

La nueva concepción de la revolución, esbozada por Moreno en sus escritos está centrada en la reinstalación de la razón, de la libertad y de la justicia universales, Por cierto, la lista de agravios imputados por Moreno a la metrópoli fue compartida por todos aquellos que, debido a su prosperidad, deseaban controlar los destinos del Virreinato ante la caída de la metrópoli. Pero para Moreno, separarse de España o de su rey no bastaba, era necesario proclamar la república inspirada en principios liberales igualitarios.

“La libertad no es nada sin la igualdad y la igualdad sólo cobra toda su dimensión material en el lazo que instaura con la libertad”.

Soberanía popular, derecho a la independencia, libertad e igualdad fueron las nuevas nociones políticas que sirvieron a los revolucionarios para pensar el cambio que estaban produciendo. Pero para los morenistas, la Revolución, concebida en su sentido más amplio, debía producir una transformación total del orden establecido. Ella se presentaba como el advenimiento de la justicia, la libertad y la igualdad universales.

Al respecto, no podemos dejar de mencionar al Plan de Operaciones, atribuido a Moreno. En dicho Plan, la Revolución se proyectó como una transformación de la estructura social y económica de la Colonia. El Plan sintetizó y condensó una voluntad y tensión revolucionarias tendientes a la destrucción del sistema colonial. Las ideas contenidas en el Plan, tales como el Estado gestor de la economía, la expropiación de los bienes de los enemigos, el derecho a la independencia económica, fueron históricamente producidas en el periodo de la lucha por la emancipación.

Este rango de patriotas, como Moreno, Monteagudo, Belgrano, San Martín, y sus ideas no encontraron un sustento material en una clase pujante y vigorosa, como si sucedió en otros países que lucharon por su independencia.

Las guerras intestinas que llevo casi 80 años de nuestra historia, demuestran la ausencia de una burguesía que disputara un segmento del mercado internacional, como también pusiera en marcha un poderoso mercado interno y barriera las lacras de las viejas estructuras sociales heredadas del Imperio Español. Por el contrario, las guerras que precedieron a la definitiva formación y estabilidad del nuevo estado y de la Nación despedazaron por años cualquier intento progresista en poner en marcha un verdadero proyecto emancipador.

La oligarquía terrateniente, como la burguesía ganadera y comercial, nacieron con un mal congénito, ligada desde su formación como clase, al dominio Español y más luego al Inglés.

Hoy, el hilo conductor de la historia sigue presente en la conducta de los herederos actuales de las clases poderosas del país.

Hoy sólo los trabajadores y el pueblo pobre pueden superar definitivamente las lacras del pasado y del presente, poner concluyentemente al servicio de las mayorías nacionales los resortes fundamentales de la economía del país, bajo control democrático y popular.