Líbano: Las maniobras imperialistas y la “paz” franco-estadounidense

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El fracaso de la agresión israelí contra el Líbano fue un revés importante no sólo para el estado israelí sino para todas las potencias occidentales, particularmente EEUU y Francia. Este fracaso agravará aún más las dificultades que el imperialismo estadounidense tiene en Oriente Medio. La intervención del ejército francés en Líbano se está produciendo en condiciones muy diferentes a las que imaginaban Bush y Chirac antes de la guerra. El fracaso de la agresión israelí contra el Líbano fue un revés importante no sólo para el estado israelí sino para todas las potencias occidentales, particularmente EEUU y Francia. Este fracaso agravará aún más las dificultades que el imperialismo estadounidense tiene en Oriente Medio. La intervención del ejército francés en Líbano se está produciendo en condiciones muy diferentes a las que imaginaban Bush y Chirac antes de la guerra.
Desde la retirada del ejército sirio de Líbano en abril de 2005, el imperialismo israelí y los estrategas del Pentágono creían que serían capaces de asestar un golpe decisivo a las milicias de Hezbolá en el sur de Líbano, y al mismo tiempo debilitar la posición de Siria e Irán en la región. Los intereses del imperialismo francés en gran parte coincidían con los de Israel y EEUU en este aspecto. Francia tenía todo que ganar con el debilitamiento de Siria e Irán, y con el “reajuste” de poder a favor de los capitalistas libaneses pro-occidentales que, en el pasado, formaban la base social y política de la influencia del imperialismo francés en la región.
Al mismo tiempo, Francia y EEUU son potencias rivales. La reticencia inicial de Chirac con relación a la invasión israelí no estaba motivada por la afición “tradicional” al “diálogo en lugar de la guerra”, como él proclama. Históricamente, el capitalismo francés edificó su posición en el mundo sobre la base del derramamiento de sangre y la colonización por la fuerza. En términos de masacres y destrucción en busca de sus propios intereses, los imperialistas franceses no son diferentes a sus homólogos estadounidenses, como hemos visto durante los últimos años en África. Cuando Israel comenzó su agresión contra Líbano, la línea más “moderada” del imperialismo francés, en comparación con la Casa Blanca o Tel Aviv, tenía el mismo origen que su oposición a la invasión estadounidenses de Iraq, es decir, su debilidad con relación a EEUU, el temor a ver un declive mayor de su ya pequeña influencia en la región.

Los objetivos de los imperialistas

La política exterior de Francia es una cuestión muy importante para nosotros, tanto para los comunistas como para el conjunto del movimiento obrero. Demasiado a menudo, la dirección del PCF (Partido Comunista Francés), mientras en casa desafiaba la política de derecha, sí apoyaba su política exterior. Esto ocurrió con la guerra de Iraq y hoy con la intervención francesa en Líbano. Sin embargo, la política interior y la exterior son inseparables. Necesariamente persiguen los mismos objetivos. Los ataques constantes contra los derechos y conquistas sociales de la clase obrera francesa corresponden enteramente con la política reaccionaria del imperialismo francés en el extranjero. El papel del PCF no debería ser alinearse ciegamente tras la “posición francesa”, ya sea en relación a la oposición del imperialismo francés a la guerra en Iraq o a la intervención militar francesa en Líbano, en esta ocasión con la bendición del imperialismo norteamericano. El PCF debe exigir la retirada de las tropas francesas de Líbano, como debe exigir la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq. Nuestro deber es desenmascarar sistemáticamente las mentiras “pacifistas” y “humanitarias” de todos los imperialistas, comenzando con el imperialismo francés, ya que detrás de ellas se ocultan los objetivos reales de sus operaciones.
Debemos recordar que en el período previo a la guerra de Iraq, las empresas petroleras francesas firmaron contratos que les daban acceso prioritario a los campos petroleros iraquíes si se levantaba el embargo. En el momento de la primera Guerra del Golfo, Francia apoyó el embargo, que tuvo consecuencias desastrosas para la población iraquí. Sin embargo, los imperialistas franceses más tarde presionaron para que éste se levantara, a cambio de lucrativos contratos petroleros. Chirac sabía que la invasión estadounidense y el derrocamiento de Sadán Hussein significarían el final de este proyecto. Incluso si Francia hubiera participado en la invasión, las empresas norteamericanas habrían tenido prioridad, dada la debilidad de Francia con relación a EEUU y los pobres recursos militares con los que Francia podía contribuir a la operación. Chirac estaba convencido de que la invasión estadounidense significaría que Francia sería echada a un lado y aislada. No estaba equivocado. La invasión destruyó completamente la influencia del imperialismo francés en Iraq. La “posición francesa” defendida por Chirac no eran en absoluto progresista ni pacifista, y la tarea de los comunistas es llamar a las cosas por su nombre, desenmascarar los intereses de clase que se ocultan detrás de las posturas “pacifistas” del imperialismo francés.
En Líbano, mientras comparte objetivos estratégicos con EEUU, Chirac intentó, de nuevo en vano, evitar un ataque de Israel, que, en caso de éxito, habría consolidado la posición de Israel y de EEUU en detrimento de las ambiciones francesas. Esto explica por qué la diplomacia francesa se esforzó por formar parte de la fuerza internacional que se establecería en Líbano tras el esperado éxito del ataque israelí. La presencia del ejército francés en estas condiciones habría sido útil para avanzar en los objetivos del imperialismo francés. La administración Bush, por su parte, sin tropas disponibles debido a la situación de Iraq y Afganistán, confiaba en la posibilidad de ejercer su influencia en Líbano a través de sus relaciones con Israel, y estaba dispuesto a dar un cierto papel a Francia. Además, los soldados estadounidenses se habrían convertido en un objetivo prioritario para las milicias libanesas. Este era el contexto de la resolución “franco-norteamericana” 1.701 de la ONU.

¿Fuerza pacificadora?

Sin embargo, el fracaso de la agresión israelí creó una situación radicalmente diferente de la que esperaban Washington o París. En lugar de recoger los frutos de la victoria, el ejército francés ahora tendría que intervenir en un territorio que más que nunca está bajo el control de la resistencia libanesa. De repente, los diplomáticos franceses no estaban tan entusiasmados ante la aplicación de la resolución de la ONU. Su misión en Líbano ahora parecía estar “pobremente” definida” e “inaceptable en sus términos actuales”. Chirac no podía retractarse totalmente de su compromiso anterior así que se limitó a proponer la participación del ejército francés con sólo 200 soldados. Al final, bajo la presión de EEUU, y debido a la competencia de Italia, el contingente francés subió a 2.000 soldados, que todavía es una fuerza modesta con relación a la inestabilidad militar, social y política que existe en Líbano.
El ejército francés, junto con sus otros homólogos de la FINUL, no podrán desarmar a Hezbolá. La FINUL nunca podrá hacer lo que fue incapaz de hacer el ejército israelí. Enviando unos pocos tanques Leclerc -a pesar de toda la anterior propaganda pomposa- no cambiarán nada. Los tanques del ejército israelí, que eran igual de poderosos y que fueron enviados en mayor número, no pudieron hacer nada cuando se enfrentaron a la resistencia libanesa. El más leve intento de desarmar a Hezbolá por parte de Francia o cualquier otro país de la fuerza internacional, inmediatamente desencadenará un conflicto armado y la FINUL se encontrará en una situación similar a la que hoy se encuentra EEUU en Iraq. Precisamente para evitar esta situación, Israel había descartado una nueva ocupación de Líbano, incluso en el caso de una ofensiva exitosa. El ejército libanés también es completamente incapaz de desarmar a la resistencia. Si fuera enviado contra la resistencia, inmediatamente se desmembraría.
Es totalmente ridículo pretender que Francia e Italia son una “fuerza pacificadora” en Líbano. Si el estado israelí no lanza un nuevo ataque al Líbano es simplemente porque no puede hacerlo. Israel ha sufrido una derrota que ha provocado una crisis profunda en el gobierno, en la dirección militar y en el conjunto de la clase dominante. En estas condiciones, una nueva operación israelí contra el Líbano llevaría a una derrota aún más severa que la anterior. Esto, y sólo esto, es la “fuerza de paz”.
En cuanto a Hezbolá, su capacidad militar claramente está intacta. Las pérdidas sufridas durante la ofensiva se están reparando rápidamente. Si la dirección de Hezbolá decidiera ahora lanzar un ataque de misiles contra Israel ¿quién la detendría? Ahora, lejos de estar desarmada, la milicia de Hezbolá se está rearmando para poder responder no sólo a incursiones y ataques eventuales de Israel, sino también para responder a cualquier intento por parte de las fuerzas armadas francesas o italianas de reducir su capacidad militar. Francia no está manteniendo la paz en Líbano. La “paz” en Líbano, en medio de una ruina y destrucción masiva, descansa no en la presencia de las tropas francesas o italianas, sino simplemente en la derrota del ejército israelí.
La actual correlación de fuerzas es extremadamente inestable y no durará indefinidamente. En Israel, y sobre todo en Líbano, las consecuencias sociales y políticas de la guerra son muy serias. En ambas partes de la frontera, los capitalistas, los especuladores y los ricos harán los arreglos apropiados, huida de capital, recolocaciones, reestructuración, acuerdos bursátiles, etc., mientras que los trabajadores, los jóvenes, los desocupados y los pobres sufrirán las consecuencias económicas de la guerra.

Las repercusiones del fracaso militar en Israel

Durante varias décadas los capitalistas israelíes y el Estado se han esforzado -con mayor o menor éxito- por poner a los trabajadores y los jóvenes tras su política imperialista y militarista, presentándose como los guardianes de una frontera asediada. Esta estrategia contó con la ayuda de los regímenes nacionales y de carácter reaccionario que están en el poder en los países vecinos. Si los trabajadores israelíes hubieran recibido un llamamiento fraternal, socialista e internacionalista del mundo árabe, habría sido más fácil su liberación del grillete del nacionalismo israelí. Pero en ausencia de este llamamiento, la clase dominante israelí no ha tenido dificultades para presentar el nacionalismo árabe anti-judío como una amenaza mortal permanente contra Israel. La realidad es que esta amenaza, confirmada en la conciencia de los trabajadores israelíes por los incontables atentados terroristas contra ciudadanos inocentes e indefensos, sirvió como justificación de la política imperialista de anexión y represión contra los palestinos.
En ausencia de un vuelco revolucionario y socialista en el mundo árabe-musulmán, la clase dominante israelí pudo presentarse como la protectora de toda la nación, y consiguió establecer un cierto equilibrio en las relaciones entre las clases. Visto desde fuera, en particular, la sociedad israelí aparece ante muchos como un bloque de clases contra la amenaza externa, a pesar de la desigualdad, del declive de los niveles de vida y el aumento de la intensidad de la explotación de los trabajadores, los jóvenes y los sectores más pobres de la sociedad. Pero como siempre hemos mantenido frente a aquellos que, particularmente en la extrema izquierda francesa, consideran a los israelíes como una simple masa reaccionaria, esta concepción es totalmente falsa.
Hoy, bajo el impacto de la derrota en Líbano, el carácter de clase de la sociedad israelí es evidente para todo el que quiera ver. La sociedad israelí se ha sacudido de arriba abajo. Los generales, implicados en la especulación financiera y escándalos sexuales mientras los soldados estaban bajo el fuego de la resistencia libanesa, están desacreditados. Millones de israelíes pueden ver que los “protectores” militaristas en realidad lo que protegen son sus propios intereses por encima de todo lo demás. Los capitalistas israelíes están poniendo la carga económica de la guerra sobre los hombros de los trabajadores y los jóvenes, lo que sólo servirá para incrementar la tensión entre las clases. El equilibrio precario de las relaciones de clase ahora se está rompiendo. Las repercusiones sociales, económicas y políticas de la debacle arrojarán una oscura sombra sobre la historia subsiguiente del país.

Perspectiva de guerra civil en Líbano

En Líbano, la ofensiva israelí ha dejado al país en ruinas. Grandes zonas de las ciudades y muchos pueblos están prácticamente borradas del mapa. El colapso de la economía, el empeoramiento del desempleo, la enfermedad y la pobreza, combinados con la destrucción de carreteras, puentes, servicios públicos, etc., están creando una situación potencialmente explosiva, especialmente entre la población chiíta, que ha sido la más afectada por la fuerza destructiva de los invasores.
A pesar de la presencia de la FINUL y unos cuantos destacamentos del ejército libanés, el sur del país está bajo el control de Hezbolá. Sin embargo, Hezbolá nunca podrá resolver los problemas económicos y sociales que existen. No ofrece una alternativa al capitalismo. Vinculada con regímenes represivos como los de Siria e Irán, nunca podrá extender su influencia entre las comunidades sunnitas, drusas y cristianas. Los chiítas representan sólo el 30 por ciento de la población libanesa. Sobre la base del capitalismo no pueden esperar una mejora de sus condiciones de vida. Para los trabajadores y los pobres de Líbano, los frutos de la “victoria” tendrán un sabor amargo.
Las tensiones sociales aumentan dentro del país. El imperialismo norteamericano, cuyos agentes están muy activos en Líbano, está intentando aumentar estas tensiones, enfrentando entre sí a las distintas comunidades. El estado israelí también está activo en Lïbano, suministrando armas y dinero a los extremistas falangistas. Debido al fracaso de la invasión, redoblarán sus esfuerzos para desestabilizar el país desde dentro. La extrema derecha está realizando una campaña vigorosa de agitación, intentando responsabilizar a la comunidad chiíta de la guerra y de sus terribles consecuencias sociales y económicas. Al mismo tiempo, el imperialismo francés, que necesita un contrapeso fuerte a Hezbolá y otras fuerzas pro-sirias, está fortaleciendo sus contactos con los elementos fascistas reaccionarios como Samir Gragea, conducido directamente desde su celda en una prisión siria a Francia con la bendición de Jacques Chirac en julio de 2005, que es el anterior líder de las Fuerzas Libanesas que perpetraron unas masacres horribles en Sabra y Chatila en 1982. Siria también tiene intereses estratégicos y económicos que defender en Líbano, y podría decidirse a reocupar el norte para defenderlos. La rivalidad entre EEUU, Francia, Israel, Siria e Irán, combinada con el colapso de las condiciones de vida de la mayoría de la población, están preparando las condiciones para una nueva guerra civil en Líbano.

Socialismo e internacionalismo

La única manera de eliminar la perspectiva de un nuevo derramamiento de sangre, es mediante el surgimiento de un movimiento revolucionario capaz de unificar a los trabajadores y los jóvenes de todas las comunidades, alrededor de un programa que ponga fin al capitalismo en Líbano y, mediante un llamamiento internacionalista a todos los trabajadores y explotados de los países vecinos, incluido Israel, la creación de una federación socialista en la región. Sobre la base de este programa, el Partido Comunista Libanés podría conseguir un apoyo de masas entre los trabajadores del país, independientemente de su religión. Los medios de comunicación fijan su atención en Hezbolá, pero esta no era la única fuerza implicada en la lucha contra la invasión israelí. El Partido Comunista participó activamente en la resistencia, manteniendo su independencia política y organizativa con relación a la dirección de Hezbolá. Debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a los comunistas libaneses en su lucha contra el imperialismo extranjero y el capitalismo libanés, establecer un diálogo para desarrollar una comprensión común de la situación social, económica y política del país.
El imperialismo estadounidense y francés, junto con las potencias europeas y los regímenes despóticos de Siria e Irán, no ofrecen ningún futuro a los pueblos de la región. Ya sea en Israel, en Jordania o en Cisjordania, en Líbano, Siria o Irán, el capitalismo no ofrece otra alternativa a los jóvenes y trabajadores que la inestabilidad permanente, las guerras fraticidas, el declive económico, la pobreza y la represión.
Esta dramática realidad plantea un desafío histórico para la clase obrera de todos los países. La presión de las ideas nacionalistas y el odio racial estimulados por décadas de enfrentamiento y derramamiento de sangre, estalinismo, reformismo y manipulación cínica de las creencias religiosas, todos estos elementos han creado una confusión considerable. Pero a pesar de estas dificultades, estamos convencidos de que entre las capas más conscientes de jóvenes y trabajadores, se encuentran las fuerzas vivas que levantarán la bandera del internacionalismo socialista, del marxismo, un programa revolucionario y de acción. Por este camino, y sólo en este camino, será posible finalmente poner fin a la opresión y la guerra.