El domingo 20 de diciembre, los españoles están llamados a las urnas en la que está llamada a ser una elección trascendental. Estas son, posiblemente, las elecciones más importantes desde la caída de la dictadura de Franco en 1975.
Cuatro partidos, PP, PSOE, Ciudadanos y PODEMOS, están contendiendo por el poder en un escenario político fragmentado. Una radicalización aguda ha tenido lugar en la sociedad española. La mejor expresión política de esta radicalización ha sido PODEMOS, un partido de izquierda creado en febrero 2014 que unos meses más tarde estaba encabezando las encuestas de opinión, y que ahora se erige como un contendiente serio por el poder.
De hecho, a pesar del estancamiento que PODEMOS experimentó durante el verano y el otoño, cuando muchas voces declararon que el partido había agotado su potencial, ahora se ha resucitado y está compitiendo por el tercero o incluso el segundo lugar en las encuestas. Estos giros bruscos de la situación política son característicos de nuestra época y reflejan los fuertes cambios en la conciencia de las masas bajo los golpes de la crisis del capitalismo. Sea cual sea el resultado, la inestabilidad y la volatilidad serán la norma en el próximo período.
Cuatro años de lucha de clases
Estas elecciones vienen después de cuatro años de movimientos de masas, donde millones de personas salieron a las calles para protestar contra la austeridad y el gobierno y defender sus condiciones de vida. El movimiento de los indignados de 2011, las mareas de los trabajadores del sector público y usuarios que utilizan esos servicios contra la privatización y los recortes en la educación y la salud, la heroica lucha de los mineros del carbón en 2012, el movimiento anti-desahucios, las huelgas generales de 2012 y la ola de huelgas salvajes del otoño e invierno de 2013-2014, y las marchas de la dignidad del mes de marzo de 2014, han visto despertar a millones de personas a la vida política y a dar un paso adelante para tomar el control sobre su propio destino.
En 2013 tuvieron lugar 125 actos de protesta en promedio cada día, y el 25% de la población declaró haber participado en alguna forma de protesta. Si hay una característica clave que hace que la situación actual en España sea excepcional es que las masas han entrado en la escena una vez más, de una manera que no se había visto desde los años 1970.
Como dijo Trotsky, “En tiempos normales el Estado, sea monárquico o democrático, se eleva por encima de la nación, y la historia corre a cargo de los especialistas en esta materia – reyes, ministros, burócratas, parlamentarios, periodistas. Pero en esos momentos cruciales cuando el viejo orden establecido se hace insoportable para las masas, ellas rompen las barreras que las excluyen de la arena política, derriban a sus representantes tradicionales y crean con su intervención un punto de partida para un nuevo régimen”.
Estos cuatro años de crisis y movilización fueron una dura escuela para las masas. De hecho, el proceso de movilización fue no sólo cuantitativo, arrojando a nuevas capas de gente a la lucha, sino también cualitativo, y vio una evolución en la conciencia de la población.
Dos conclusiones principales fueron extraídas en el curso de estos movimientos de masas. La primera es que el problema no es sólo esta o aquella ley injusta o el político corrupto del día, sino que el sistema en su conjunto está podrido y tiene que ser cambiado de raíz. Así, vimos las vagas demandas de los indignados de 2011, preocupados sobre todo por cuestiones democráticas y por la reforma de la ley electoral, que evolucionaron hacia las demandas más nítidas y basadas en cuestiones de clase de las marchas de la dignidad en marzo de 2014. Aquí las consignas lanzadas no sólo fueron democráticas sino también sociales y económicas. En esta ronda de protestas, que agruparon hasta dos millones de personas en las calles de Madrid, la consigna central fue ¡pan, techo, trabajo! y la consigna extremadamente avanzada de ¡La economía en manos del pueblo!
La segunda conclusión que se extrajo en el curso de estos movimientos de masas fue que con el fin de cambiar las cosas no era suficiente protestar en las calles y plazas, sino que la lucha tenía que darse una expresión política y, en definitiva, de que el poder tenía ser tomado por el pueblo. Esta idea cristalizó con el auge de SYRIZA en Grecia después de 2012, que fue seguido con mucho interés y expectación en España.
El auge de PODEMOS
La volatilidad de la conciencia de las masas fue expresada por el rápido auge de PODEMOS en la primavera de 2014. Este nuevo partido, creado por un pequeño grupo de profesores universitarios y activistas a finales de enero de 2014, se convirtió rápidamente en un punto focal para el descontento y el deseo de cambio radical que existía en la sociedad española.
PODEMOS consiguió 1,2 millones de votos (8%) en las elecciones europeas de mayo 2014. A finales de 2014 estaba encabezando las encuestas de opinión. En pocos meses, su militancia creció a más de 300.000. Una concentración política convocada por PODEMOS en Madrid en enero de 2015, sin ningún tipo de demandas particulares, logró reunir a unas 300.000 personas. En las elecciones locales de mayo 2015, las listas de “unidad popular”, patrocinadas por PODEMOS con una variedad de otras fuerzas de izquierda y plataformas anti-austeridad ganaron en las principales ciudades capitales como Madrid, Barcelona, Zaragoza, Cádiz y Coruña.
¿Cómo fue posible todo esto? Tal auge repentino de un nuevo partido de masas no es común en la historia. La clase obrera ha tendido históricamente a moverse primero a través de sus organizaciones tradicionales, como sucedió en los procesos revolucionarios de 1918-1920, y en los años 1930 y 1970. Sin embargo, en esta ocasión, la radicalización fue extremadamente aguda y repentina y las direcciones tradicionales de la izquierda y del movimiento obrero, a saber, Izquierda Unida y también los sindicatos, fueron quedando muy por detrás de los acontecimientos y, debido a sus errores y episodios de oportunismo, habían perdido legitimidad entre algunas de las capas recientemente politizadas. De este modo, dejaron un vacío que fue llenado por PODEMOS, que contaba con la figura carismática de Pablo Iglesias a la cabeza. El meteórico ascenso de este nuevo partido es testigo de la radicalización de la población y de los cambios agudos inherentes a la situación.
PODEMOS fue capaz de conectar con el deseo de participación popular que había surgido en las luchas de 2011 a 2014 con la organización del partido en base a los Círculos, las agrupaciones locales para el debate y la toma de decisiones. El lenguaje de Pablo Iglesias también conectó con la radicalización generalizada que existía. Es común escuchar que PODEMOS se hizo popular porque diluyó su retórica. Lo contrario es la verdad, como una cuestión de hecho. PODEMOS utilizó un lenguaje muy simple pero fuerte, popularizando términos tales como “el Régimen” o “la casta” que expresaba el odio de clase contra las élites y sus representantes políticos.
El hecho de que el éxito PODEMOS naciera de su radicalismo en lugar de salir de alguna supuesta moderación está vindicado por la evidencia. En el otoño de 2014, cuando el partido estaba en auge, las encuestas de opinión mostraban que la mayoría de las personas colocaban a PODEMOS como el partido más a la izquierda en el espectro político. ¡Incluso los votantes de Izquierda Unida lo colocaban más a la izquierda que a su propio partido! El propio Pablo Iglesias pareció reconocer esto cuando, en una serie de artículos escritos en mayo 2015, dijo que PODEMOS debe ser “el partido de las clases populares” y debe alcanzar la hegemonía a través de un “lenguaje áspero, de clase”, basado en la idea no sólo de la reforma política, sino de “democracia económica”.
Meses de estancamiento
El aumento aparentemente sin límites de PODEMOS gradualmente llegó a su fin en la primavera y el verano de 2015. El partido pasó de líder en las encuestas, con más del 25%, hasta el cuarto puesto por detrás del PP, PSOE y Ciudadanos, con algunas encuestas dando al partido tan sólo el 10%.
Esto puede explicarse por varios factores. En primer lugar, el impacto de la capitulación de Tsipras en Grecia llegó como un duro golpe para PODEMOS. Pablo Iglesias apoyó a Tsipras acríticamente y declaró que en su situación habría hecho lo mismo. Comprensiblemente, el votante medio que podía simpatizar con PODEMOS se preguntaba, ¿por qué votar a PODEMOS cuando su partido hermano en Grecia no ha sido capaz de cambiar nada, y ha provocado un caos innecesario sólo para volver a una austeridad peor que antes? Los medios de comunicación capitalistas, así como el PP y el PSOE, subrayaron este punto en repetidas ocasiones.
Otra razón importante fue la creciente moderación de PODEMOS. El partido aguó su programa, abandonando o matizando algunas de sus propuestas iniciales, tales como la nacionalización de las empresas de energía o la reducción de la edad de jubilación a los 60 años. Su lenguaje y estilo se hicieron más conciliadores.
Este giro hacia el centro fue confirmado por el respaldo a la capitulación de Tsipras. Esta moderación creciente reflejaba el intento de la dirección de PODEMOS de llevar a la práctica un ambicioso programa reformista que resultara aceptable para los capitalistas, quienes a través de sus medios de comunicación habían estado machacando sobre la “inviabilidad” de las propuestas de PODEMOS. El intento de desarrollar un programa anti-austeridad agradable a los capitalistas, sin embargo, es una tarea imposible que coloca a uno en una pendiente resbaladiza que lleva a cada vez mayores concesiones, como hemos visto dramáticamente en Grecia.
Detrás de esta moderación también había un intento consciente de los líderes de PODEMOS de tratar de ganarse a las supuestas capas más “moderadas” de la clase media y de la clase trabajadora. Sin embargo, tratar de convencer a la clase media a través de un lenguaje ambiguo evitando tomar posiciones sobre cuestiones controvertidas, es contraproducente: esto sólo provoca sospechas entre los sectores conservadores de la población, que ven al partido vago y poco convincente. Centrarse en cuestiones democráticas y en temas como la corrupción también deja espacio para los partidos populistas de derecha como Ciudadanos, que se sienten a gusto en estos temas, pero que son arrinconados rápidamente con un discurso de clase centrado en los problemas sociales y económicos. Por el contrario, esta moderación desmoraliza y confunde a las capas más combativas de la clase obrera y la juventud que forman la columna vertebral de PODEMOS.
Otra causa del estancamiento de PODEMOS fue la burocratización del partido, que vio una osificación del debate interno y un vaciamiento de los Círculos. La burocratización del partido no era ajena a la disolución del discurso del partido. La estrategia de no tomar posiciones sobre cuestiones controvertidas ahogó la discusión política y benefició a los que estaban dispuestos a seguir diligentemente la línea de la dirección.
Todo el énfasis se hacía en la idea de participar por internet en lugar de que las cuestiones se discutieran y decidieran democráticamente en los Círculos. Al final sólo una pequeña fracción de los inscritos se molestaron en participar en las votaciones por internet. Pablo Iglesias también cometió errores de carácter sectario, como su dureza en reprender la idea de una coalición electoral con Izquierda Unida, que aún conserva un capital político importante a través de su carismático líder, Alberto Garzón. Esto hizo que muchas personas vieran a Pablo Iglesias como un líder arrogante, y sus índices de aprobación en consecuencia cayeron en las encuestas de opinión.
PODEMOS también se enfrentó a problemas que estaban en gran medida fuera del control del partido. El partido de derechas populista Ciudadanos fue inflado artificialmente por los medios de comunicación burgueses y por las grandes empresas, que lo han estado financiando durante meses para contrarrestar la influencia de PODEMOS. Como planteó el presidente del Banco Sabadell, uno de los mayores bancos españoles, hace un año, España necesita un “PODEMOS de derechas” – y llegó en la forma de Ciudadanos, en gran medida como fue creado To Potami en Grecia para contrarrestar a SYRIZA. Este no es un partido completamente nuevo: ha estado en el Parlamento catalán durante casi diez años, donde ha votado sistemáticamente a favor de una legislación reaccionaria y ha sido el más alto representante del nacionalismo español. De hecho, el partido y su líder, Albert Rivera, que ahora se hacen pasar por moderados “centristas”, han tenido conexiones sospechosas con la extrema derecha en el pasado.
Otro tema espinoso para PODEMOS fue la cuestión nacional catalana. Esto se convirtió en un tema especialmente candente en septiembre, con las elecciones catalanas. Estas elecciones, a las que se les dio el carácter de un plebiscito sobre la independencia, estuvieron marcadas por la polarización en líneas nacionales. PODEMOS, que se presentó en coalición con otras fuerzas de izquierda catalana, y se situó en una posición correcta en general, aunque a veces ambigua, de defender el derecho a la autodeterminación, quedó en tierra de nadie. Obtuvo un mediocre 8,9%. Los constantes ataques contra la independencia no sólo del gobierno de Madrid, sino de las grandes empresas, la UE e incluso los Estados Unidos, dieron al campo nacionalista un aura de rebeldía que llevó a muchos trabajadores y jóvenes a votar a los partidos independentistas. La mejor expresión de esta rebeldía en el secesionismo catalán es la CUP, que fue capaz de capturar este voto progresista anti-establishment en detrimento de PODEMOS.
Un nuevo giro: diciembre 2015
El clima electoral antes de las elecciones generales, sin embargo, comenzó a cambiar las cosas. Este giro en el ambiente político fue prefigurado por una serie de movilizaciones en el otoño. Después de un flujo relativo en los movimientos de masas, hubo una gran protesta contra la violencia machista el 7 de noviembre, en el que el estado de ánimo era combativo y sólidamente de izquierdas, que conectaba la violencia machista con la austeridad y la política reaccionaria del gobierno. Luego, el 28 de noviembre hubo manifestaciones en contra de la intervención militar en Siria.
Sin embargo, fueron las elecciones próximas las que realmente hicieron que la gente comenzara a hablar de política nuevamente. Era el momento de pensar en los diferentes partidos y lo que defendían, para hacer un balance de los acontecimientos de los últimos años y de pensar acerca de las perspectivas para el país. El electorado comenzó a evaluar a cada partido más estrechamente, en el sentido, por ejemplo, de que las calificaciones del PSOE comenzaron a caer conforme regresaban los recuerdos del anterior gobierno de Zapatero, mientras que muchos empezaron a ver el núcleo reaccionario bajo la superficie brillante de Ciudadanos . Más importante aún, se recuperó la imagen de PODEMOS como el verdadero vehículo para un cambio político radical en España.
Esta tendencia se ha visto favorecida por una serie de debates televisivos, donde Pablo Iglesias ha eclipsado ampliamente a sus opositores. La popularidad de los debates de televisión es un hecho notable en sí mismo, que refleja la politización de la población. El último debate, con representantes de los cuatro principales partidos, tuvo una audiencia de más de nueve millones de personas, ¡comparable con un partido de fútbol Barcelona-Madrid! En estos debates, el PP ha tratado de esconder a su muy poco carismático e impopular líder Rajoy lejos de las cámaras, y, en general, de hacer el menor ruido posible para no provocar al electorado de izquierdas.
Ciudadanos, que había jugado con su ambigüedad, se ha visto obligado a tomar una posición sobre los diferentes temas y el carácter derechista del partido ha quedado revelado. De hecho, las encuestas de opinión muestran que la gente ha dejado de ver Ciudadanos como un partido de “centro”, como era el caso hace unos meses, y ahora lo ven como una formación claramente de derechas. Las últimas apariciones en los medios de su líder, Albert Rivera, han sido decepcionantes.
Sin embargo, el verdadero perdedor ha sido el PSOE. Totalmente separado del estado de ánimo en las calles, ha estado haciendo campaña en contra de PODEMOS con posiciones típicas de una derecha histérica. Su nuevo líder, Pedro Sánchez, un arribista del tipo de Renzi en Italia, ha estado acusando a PODEMOS de inspirarse en la Unión Soviética y de estar en el mismo armario que los partidarios de ETA.
A diferencia de todos los demás, Pablo Iglesias se destaca como un político con los pies en la tierra, la única persona normal entre una multitud de políticos profesionales, con un estilo seguro, fuerte y atractivo. Iglesias también ha regresado al lenguaje agresivo de PODEMOS de sus primeros días. En su discurso de cierre en el último debate televisivo pidió al público que recordara los recortes en sanidad y educación, todos los escándalos de corrupción, las nuevas leyes laborales, los desalojos, así como también que pensara en los indignados, en los piquetes anti-desahucios, en la capacidad de resistencia de los desempleados y de los trabajadores sobreexplotados, los pensionistas de edad avanzada y las mujeres trabajadoras que hacen doble turno, y que sonrieran, ya que podemos cambiar las cosas.
Las referencias al socialismo y a la clase obrera han regresado a sus discursos. En un celebrado spot electoral, Pablo Iglesias desafía frontalmente a los propietarios y directores ejecutivos de los grandes bancos y corporaciones. Él llama por sus nombres a los gerentes de JP Morgan y RBS, y los invita a debatir con él públicamente, ya que son ellos los que realmente están detrás de los otros candidatos y los que han estado tirando de las cuerdas en la política española.
Incluso aunque el programa de PODEMOS haya sido diluido, todavía contiene puntos importantes que, de aplicarse, podrían mejorar enormemente la calidad de vida de la población: el fin de los desahucios, derogación de la nueva legislación laboral, un aumento del salario mínimo, poner un tope a los precios de energía, proporcionar un ingreso básico a las familias necesitadas, poner fin a los recortes a la sanidad y la educación, eliminación de las leyes represivas como la ley mordaza, la revisión de los acuerdos con el Vaticano, el recorte de los salarios de los políticos, etc.
El capital político de PODEMOS también se ha incrementado de manera significativa mediante la incorporación de activistas conocidos de fuera de su órbita (algunos de los cuales se sitúan a su izquierda), como Xosé Manuel Beiras, Mónica Oltra y, sobre todo, Ada Colau. Ésta, se hizo famosa en el movimiento anti-desahucios y pasó de ser golpeada por la policía en los piquetes a convertirse en la alcaldesa de Barcelona. Ella está lejos de ser un político de izquierda clásica: es una activista de la clase trabajadora que está estrechamente relacionada con el estado de ánimo en las calles. Colau es un personaje central en la situación y, sin duda, jugará un papel importante en el futuro del proceso revolucionario español.
Su presencia es especialmente importante para la campaña en Cataluña. La tendencia negativa de PODEMOS en esta región se ha revertido, y ahora está encabezando las encuestas en el marco del frente electoral En Comú Podem, que reúne a otros partidos de izquierda y a movimientos sociales. Esta vez, la retórica sobre la cuestión nacional es inequívoca: PODEMOS defiende un referéndum vinculante sobre la independencia, y hará que sea un requisito previo para cualquier pacto de gobierno después de las elecciones. Es significativo que la mayor parte de los votos de los partidarios de la CUP, que no se presenta a estas elecciones generales, irá para En Comú Podem más que para otros partidos nacionalistas, cuyas perspectivas son de hecho mediocres.
También en Galicia se ha establecido un amplio frente electoral que incluye, entre otros, a Podemos, Izquierda Unida de Galicia y a los nacionalistas de izquierdas gallegos de Xosé Manuel Beiras. Bajo el nombre de En Marea, ahora están desafiando al PSOE para la posición de principal partido de izquierda e incluso podrían conseguir su propio grupo en el Parlamento español. En Valencia, donde PODEMOS ha alcanzado una alianza con Compromís, la coalición también está luchando por la segunda posición, por detrás del PP. Estos ejemplos (Cataluña, Valencia, Galicia), muestran que si una amplia alianza en torno a Podemos e Izquierda Unida hubiera sido acordada, la fuerza resultante podría haber sido ahora la lucha por el primer lugar. Habrá que sacar las lecciones de esto.
Los mítines de PODEMOS, a pesar de que se celebran en recintos cerrados, están reuniendo a miles de personas y muestran un estado de ánimo entusiasta y combativo. El acto en Palma de Mallorca tuvo una asistencia de 5.000, el de Zaragoza 7.000, y el último en la Caja Mágica de Madrid 12.000, mucho más que los del PP, el PSOE y Ciudadanos. Ha habido largas colas para entrar en los recintos, e incluso hubo casos de personas, como en Alicante, que pasaron la noche fuera de los mismos para conseguir un buen lugar. La configuración de los participantes en estos actos también incluye un número creciente de jóvenes. En las mesas instaladas por los compañeros de Lucha de Clases, sección española de la Corriente Marxista Internacional, y del círculo sectorial Podemos Socialismo, promovido por aquéllos, se agolpaba mucha gente deseosa de comprar literatura revolucionaria en la entrada a los mítines.
La consigna de la campaña de PODEMOS es ahora remontada. Este parece ser el caso. Las encuestas de las últimas semanas han dado al partido una intención de voto cada vez mayor, al pasar de un 10-15% hace unos meses a alrededor del 20% actual. Esto es importante, porque en la fragmentada escena política española, donde cuatro partidos se disputan el poder, un pequeño repunte puede traer la victoria. Aunque esto es improbable, y el escenario más probable es una victoria estrecha para el PP, PODEMOS bien podría superar al PSOE y a Ciudadanos. También vale la pena señalar que Izquierda Unida podría conseguir alrededor de un 5-6% de los votos, lo que significa que la izquierda radical reúne el mayor porcentaje de votos. La politización generalizada de la población española se expresará en la que se prevé que sea la mayor participación desde 1982, en torno al 80%.
Inestabilidad y crisis política
¿Cuál es la perspectiva para el próximo gobierno? Incluso si PODEMOS ganara, sería con una mayoría simple, no absoluta, y le sería prácticamente imposible formar un gobierno. Se ha hablado de vez en cuando de una posible alianza PODEMOS-PSOE, pero esto parece muy poco probable tanto numérica como políticamente. Es probable que se llegue a algún tipo de acuerdo de gobierno burgués inestable. El PP y el PSOE aún conservan algo de peso electoral, sobre todo entre la población de edad de las zonas rurales. Estos distritos pequeños, como Zamora, Palencia, Badajoz o La Rioja, se ven favorecidos por una ley electoral que fue diseñada en la década de 1970 para contener a la clase obrera de las grandes ciudades. Estas provincias tienen asignados un número de escaños que está fuera de proporción con el tamaño de sus poblaciones. Mientras que los dos partidos tradicionales van a tener un mal desempeño en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o Coruña, van a capturar gran parte del voto de pueblos pequeños, que les dará una representación parlamentaria desproporcionada.
Un pacto para un gobierno burgués puede tomar muchas formas, una coalición PP-Ciudadanos (que por el momento no podría siquiera conseguir la mayoría absoluta), un gobierno del PP con el apoyo exterior se Ciudadanos o por los nacionalistas de derechas vascos, etc. Si los partidos burgueses no obtienen votos suficientes, podría ser necesario implicar al PSOE en un posible acuerdo. Esto lo pondría bajo una enorme presión y lo empujaría a una crisis, y la creencia de que seguiría representando a una fuerza de izquierda y progresista finalmente se disiparía. Un mal resultado para el PP y Ciudadanos también podría traer a escena a la derecha nacionalista catalana de CDC, que se presenta ahora con el nombre de Democràcia i Libertat. A pesar de su reciente retórica anti-Madrid, que tradicionalmente se ha utilizado como una muleta para apoyar a los gobiernos del PP y del PSOE en minoría, no podemos descartar que puedan ser presionados para hacer esto una vez más – que también arrojaría a este partido a una profunda crisis. Que estos partidos sean llevados a un pacto impío con PP y Ciudadanos es totalmente posible. La última encuesta del GESOP da a una potencial alianza PP-Ciudadanos tan sólo 161 escaños, a 14 de una mayoría parlamentaria. Esta fragmentación política a nivel parlamentario no es más que un reflejo de la polarización de clases que se está produciendo en la sociedad en general.
Sea cual sea el resultado, la perspectiva más plausible es un débil gobierno burgués como los que vimos en Grecia antes de enero de 2015. Tendrá que seguir gestionando la crisis del capitalismo y las montañas de deuda que se han acumulado, y se convertirá en muy impopular, preparando el terreno para nuevos giros a la izquierda en la sociedad. Ciudadanos sería fundamental para un gobierno así, y por lo tanto perdería su barniz de partido de la “renovación” y del presagio de “un nuevo tipo de política”.
Al mismo tiempo, un resultado positivo para PODEMOS, incluso una victoria con una mayoría simple, lo postularía como una verdadera alternativa. Un buen resultado aumentaría la confianza de las capas luchadoras de la clase obrera y de la juventud, y abriría a los sectores menos combativos de la sociedad a la idea de un cambio radical. Una fuerte presencia en el parlamento podría servir como una plataforma potente y posicionaría a PODEMOS como la principal oposición a la austeridad. Si bien la mayor parte de la atención de las masas en los últimos 18 meses se ha centrado en la arena electoral (con las elecciones europeas, municipales y ahora parlamentarias), es probable que en el nuevo año vayamos a ver una renovación del ciclo de luchas en las calles y centros de trabajo contra de un gobierno de coalición burgués inestable que lleva a cabo recortes.
Perspectivas para la revolución española
Es probable que la izquierda radical española, con PODEMOS a la cabeza, sea empujada al poder en el mediano plazo. La dirección de PODEMOS cree que España tendrá más espacio que Grecia para aplicar reformas dentro de los límites del capitalismo, ya que tiene una economía más grande y no está sometida actualmente a un programa de rescate formal. Sin embargo, la economía no está en manos del Estado, sino de una poderosa oligarquía que hará lo que sea necesario para proteger sus bienes y sus privilegios. En esto van a tener el apoyo de sus imperios mediáticos, del capital internacional y la UE, que está aterrorizado ante la perspectiva de tener un gobierno de izquierda en la cuarta economía de la zona euro. Y, aunque España no está en un programa de rescate formal, toma prestado la mayor parte de su dinero de los bancos españoles. En otras palabras, un gobierno de izquierda se pondría en rumbo de colisión de inmediato con el capitalismo español e internacional.
Incluso un programa de reformas limitadas como el de PODEMOS será bloqueado desde el primer día. Por otra parte, las tareas de la revolución española se complican por el desarrollo desigual y combinado del país, que combina formaciones sociales capitalistas con importantes bolsas de atraso. La cuestión de la monarquía, de la autodeterminación nacional, de la iglesia, de la memoria histórica y el legado de la dictadura de Franco, están todos entrelazados en un tremendo nudo gordiano que no se puede cortar con medias tintas dentro de los límites del sistema.
La única forma de superar estas cuestiones es a través de la transformación socialista de la sociedad: la expropiación de la enorme riqueza que existe en España y su puesta bajo control público a través de una economía planificada democráticamente dirigida no con fines de lucro, sino en aras de las necesidades sociales. Un gobierno potencial de PODEMOS tendría un aliado formidable para hacer esto, la clase obrera española, que es numéricamente mucho más grande que la griega y posee poderosas tradiciones revolucionarias. En la actualidad es mucho más fuerte que en los años 1930 o 1970, mientras que la base social de la reacción (la pequeña burguesía, el campesinado, etc.) es más débil. Y la iniciativa revolucionaria ofrecida por la clase obrera española, como fue el caso en 1930, seguramente se convertiría en un faro para los trabajadores y la juventud de otros países. Sobre la base de un programa socialista que está dispuesto a acometer frontalmente la cabeza del viejo régimen, ¡Sí se puede!