La revolución mexicana ha comenzado

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El pasado 16 de septiembre, una multitudinaria Convención Nacional Democrática (CND), con más de 1 millón de delegados presentes, elegidos en asambleas barriales y locales, nombró a López Obrador (candidato del PRD en las elecciones del 2 de julio) como Presidente "legítimo" de México, en abierto desafío al candidato "vencedor", Felipe Calderón, del derechista PAN. Esta fue la culminación de una lucha contra el fraude electoral que dura más de 3 meses y que ha puesto en cuestión todas las institucionstituciones de la democracia burguesa mexicana. El pasado 16 de septiembre, una multitudinaria Convención Nacional Democrática (CND), con más de 1 millón de delegados presentes, elegidos en asambleas barriales y locales, nombró a López Obrador (candidato del PRD en las elecciones del 2 de julio) como Presidente "legítimo" de México, en abierto desafío al candidato "vencedor", Felipe Calderón, del derechista PAN. Esta fue la culminación de una lucha contra el fraude electoral que dura más de 3 meses y que ha puesto en cuestión todas las instituciones de la democracia burguesa mexicana. Durante 48 días, hasta la celebración de la CND, decenas de miles de seguidores del PRD ocuparon con carpas el centro de la Capital, y millones participaron en mítines masivos y asambleas diarias (la mayor el 31 de julio con 3 millones de personas).

López Obrador, Presidente "legítimo"

La CND declaró a Felipe Calderón, como un "usurpador", negándose a "reconocerlo como presidente legítimo de la República". También se aprobó un "plan de resistencia" que incluye un día nacional de acción contra la privatización de los recursos energéticos (electricidad y petróleo), una semana nacional de acción en defensa de la educación pública gratuita, y otras similares. Esto demuestra claramente que el carácter del movimiento ha ido más allá de la cuestión del fraude electoral y la defensa de la democracia.
La CND, además de aclamar a López Obrador como presidente "legítimo", decidió formar un gobierno paralelo el 20 de noviembre, día de la Revolución Mexicana. Finalmente, se acordó una movilización de masas el 1 de diciembre, para "evitar la investidura de Calderón como presidente".
López Obrador, en su discurso, dejó claro el desafío a las instituciones de la clase dominante a las que describió como un "bloque de élite formado por los dirigentes del PAN y del PRI, el brazo político de una pequeña minoría rapaz que ha provocado tanto daño a nuestro país". Añadió que estaba orgulloso de ser el jefe de un "gobierno del pueblo".
Antiguos dirigentes del PRD, como Cárdenas y otros, que se alejaron abiertamente del movimiento de resistencia contra el fraude electoral, han pasado a ser despreciados y considerados unos traidores.
Otra organización que quedó desprestigiada ante las masas fue "La Otra Campaña", creada por el subcomandante Marcos y los dirigentes zapatistas. Defendieron activamente la abstención en una campaña electoral que las masas veían como una oportunidad de cambiar sus vidas, desperdiciando el apoyo y el respeto que tenían entre los trabajadores y campesinos en todo México. Los acontecimientos revolucionarios ponen a prueba todas las organizaciones y tendencias, y los errores cometidos se pagan muy caros.
Al abandonar la reunión de la CND, las masas estaban jubilosas y el ambiente era de victoria. Sin duda, este movimiento ha fortalecido la confianza de las masas en su propia fuerza. La idea que ha conquistado la imaginación de las masas es que con la acción directa en las calles pueden cambiar el rumbo de los acontecimientos.
Si el gobierno de Fox era débil frente al movimiento de las masas, se puede imaginar que el eventual gobierno de Calderón será mucho más débil, suponiendo que finalmente llegue al cargo.
La clase dominante ya ha empezado una campaña cuidadosamente organizada para establecer la legitimidad de sus instituciones y marcar a López Obrador y al movimiento como forajidos y radicales peligrosos.

La insurrección de Oaxaca

Mientras tanto en Oaxaca, donde la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca se ha declarado gobierno legítimo del Estado y comenzado a adoptar funciones de gobierno (orden público, transporte, etc.). El movimiento continúa desafiando al gobernador. A fines de septiembre hubo un intento por parte de algunos dirigentes del APPO de poner fin a la huelga docente, que ha sido la columna vertebral del movimiento. El acuerdo que se propuso incluía un aumento considerable de los salarios de los docentes (la reivindicación que desencadenó el movimiento), pero fue rechazado, demostrando el ambiente que existe en Oaxaca, y que la lucha va más allá de la mera reivindicación económica.
Asambleas populares, u organismos similares de doble poder, se han extendido por Oaxaca y otros Estados, como Guerrero, Michoacán, y Baja California.
La estrategia del gobierno es combinar la represión con concesiones que obliguen a los docentes a abandonar el movimiento, para debilitarlo y terminar con él. El gobierno está considerando el envío a Oaxaca de la policía federal y del ejército, para restablecer la legalidad. No está descartado que incluso remuevan al odiado gobernador de Oaxaca, Ulises Ruíz, para poner fin al movimiento insurreccional.

Las tareas revolucionarias

Existe el peligro de que la declaración de López Obrador como presidente quede sólo en palabras.
La tarea principal del movimiento revolucionario en México es que este gobierno elegido por la CND se convierta en un gobierno real. Esto debería hacerse creando comités de lucha locales, en cada barrio, fábrica, escuela y barracón militar, vinculados, con representantes elegidos a nivel local, regional, estatal y nacional. Estos comités deberían ser el inicio de la lucha por las reivindicaciones inmediatas (agua potable, comida, vivienda, democracia sindical, salarios decentes, contra la privatización, etc.) para que la lucha por la genuina democracia (democracia obrera) se haga inseparable de la lucha por la mejora de las condiciones de vida de las masas. Después, estos comités, como en Oaxaca, deberían comenzar a tomar el poder a nivel local, gestionando su propia fuerza policial responsable ante las asambleas, transporte, provisión de comida, etc.
La convocatoria de una huelga general, defendida por la Tendencia Marxista Militante desde el principio del movimiento, galvanizaría el movimiento y plantearía claramente la pregunta de ¿quién manda? Una huelga general demuestra claramente que son realmente los trabajadores los que hacen funcionar el país y saca a la luz no sólo el poder que tienen para paralizar la sociedad, sino también para dirigirla.
Lo que ocurra en las próximas semanas y meses es difícil de predecir. Es una lucha de fuerzas vivas y hay muchos factores implícitos: la calidad y las acciones de la dirección del movimiento, el cansancio de las masas, las maniobras de la clase dominante y su manejo de la situación, etc.
Este movimiento va mucho más allá de una simple lucha contra el fraude electoral. Tiene raíces más profundas que se remontan a 15 años de ataques a las condiciones de vida de las masas, a la implantación del ALCA que destruyó la agricultura mexicana y obligó a millones de mexicanos a emigrar a EEUU, al sentimiento de que las instituciones sólo sirven a una pequeña minoría de ricos y poderosos. Por esto, el movimiento no ha terminado. Se desarrollará con alzas y bajas, y a través de estas las masas aprenderán lecciones valiosas. Los mejores y más avanzados activistas de los trabajadores, los campesinos, los pueblos indígenas, los jóvenes, deben reunirse alrededor de una verdadera tendencia revolucionaria que plantee un programa que pueda llevar el movimiento hacia delante.
Los acontecimientos revolucionarios en México, parte de un movimiento amplio continental, son una inspiración para todos.