La lucha sindical resurge con fuerza

0
93

En los meses finales del 2006 estamos asistiendo a un resurgimiento de la lucha sindical, tras varios meses de relativa "paz social" luego del "pacto social" que acordaron a comienzos del año la patronal, el gobierno y la dirección de la CGT. Con una intervención audaz y sus banderas desplegadas, el MIC tiene una oportunidad de aumentar sensiblemente sus puntos de apoyo en las empresas y sindicatos, para emerger como una alternativa clasista, democrática y combativa.

Una oportunidad para el activismo clasista

En los meses finales del 2006 estamos asistiendo a un resurgimiento de la lucha sindical, tras varios meses de relativa "paz social" luego del "pacto social" que acordaron a comienzos del año la patronal, el gobierno y la dirección de la CGT. Pero ese "pacto social" pudo prosperar sobre la base de un piso de aumento salarial del 19% para la mayoría de los trabajadores "en blanco". La patronal (incluido el gobierno) tuvo que comprar la "paz social" ofreciendo aumentos salariales por encima de la inflación "oficial" a cambio de que la dirección cegetista limitara pedidos de aumentos mayores.

Los límites del “Pacto Social”

No obstante, estos meses estuvieron mechados de luchas importantes por el pase a planta, mejores condiciones laborales y por el reencuadramiento sindical, de los sectores precarizados (tercerizados, contratados, "en negro") en telefónicos, ferroviarios, subte, comercio, estatales, municipales, etc. Lo que desmiente la idea de que estos sectores no luchan. Lo que se echa en falta es una dirección sindical valiente que se ponga al frente de sus reclamos. El activismo clasista encontraría un eco indudable entre los precarizados si adoptara una orientación decidida hacia estos sectores, compuestos mayoritariamente por jóvenes obreros sobreexplotados, pero con gran deseo de lucha y carentes del peso muerto de derrotas pasadas.
Como advertíamos desde estas páginas a comienzos del año, el "pacto social" tendría una duración limitada a unos meses una vez que los trabajadores cayeran en la cuenta de que los aumentos conseguidos serían devorados por la suba de precios a lo largo del año.
Así, como en una cascada, vimos el ingreso a la lucha de un sector tras otro: automotrices, petroleros, camioneros, estatales y provinciales, trabajadores de estaciones de servicios, hospitales, telefónicos, docentes, auxiliares, y hasta los trabajadores del Hipódromo de Palermo.
Ahora vemos repetirse la preocupación del gobierno y la patronal, que no perdieron el tiempo para fijar el próximo año un techo salarial del 13% y tratar de reeditar un "pacto social". Sin embargo, la situación ahora es diferente. La dirigencia sindical de la CGT se encuentra sumida en la mayor crisis de los últimos años, desgarrada por sus luchas intestinas. Los trabajadores ya probaron el "pacto social" este año, y ante la propuesta de una suba menor con una suba de precios que se mantiene constante, no aceptarán cualquier acuerdo así nomás. Esto quiere decir que la burocracia sindical no podrá imponer de manera automática este techo salarial lo que plantea la posibilidad de una "indisciplina" sindical muy extendida y un deterioro mayor de su autoridad que puede y debe ser aprovechado por el activismo sindical nucleado en el MIC para emerger con un perfil destacado.

El MIC debe lanzar una campaña contra el tope salarial

El MIC debería iniciar una campaña pública para exigir la elección de delegados paritarios en asambleas de trabajadores, posicionándose públicamente contra cualquier "pacto social", denunciar las ganancias multimillonarias de los patrones, y emplazar a las direcciones sindicales a que diseñen un plan de lucha nacional por aumentos de salarios y contra la precariedad laboral.
Con una intervención audaz y sus banderas desplegadas, el MIC tiene una oportunidad de aumentar sensiblemente sus puntos de apoyo en las empresas y sindicatos, para emerger como una alternativa clasista, democrática y combativa frente a la podredumbre mostrada cada día que pasa por la burocracia sindical cegetista y el conciliacionismo vacilante de la conducción de la CTA.