LA IZQUIERDA Y LA CONSTRUCCIÓN DE UN PARTIDO REVOLUCIONARIO

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En este apartado tratamos la situación de la izquierda, y las razones de su crisis y aislamiento. Pero también abordamos el proceso dialéctico que puede y debe llevar a superar esta situación y las perspectivas que se abren para la construcción de una herramienta política de masas de la clase obrera en nuestro país.

La crisis de la izquierda

Los grupos que conforman la izquierda desperdiciaron innumerables oportunidades para jugar un papel relevante en la política nacional. Desde nuestro punto de vista, éste es un punto de no retorno. Las direcciones de estos grupos dieron muestras suficientes de no haber aprendido nada de la experiencia y, por lo tanto, de aprender de sus errores, que están firmemente enraizados en sus concepciones políticas, teóricas y organizativas.

Fracasaron reiteradamente en abordar una política de Frente Único en el campo electoral, sindical, vecinal (por oportunismo en unos casos y por sectarismo en otros), y quedaron completamente descolocados ante la demagogia "izquierdista" del kirchnerismo, a la que simplemente opusieron un sectarismo e histerismo infantiles que nunca conectó con los trabajadores, mientras que la crítica a la derecha brillaba por su ausencia.

Todos los grupos de izquierda están inmersos en crisis y escisiones, pagando el precio por sus políticas sectarias y oportunistas, y por su incapacidad para conectar con las masas trabajadoras, como ha quedado suficientemente demostrado en estos años.

Es imposible encontrar en estos grupos análisis y perspectivas de la lucha de clases en Argentina que muestren, ni siquiera remotamente, una anticipación a los acontecimientos. Sólo elaboran crónicas de situación. Por esa razón los vaivenes de la lucha de clases siempre los toman de improviso, arrastrándolos de una posición a otra como a un náufrago en medio del oleaje.

Invariablemente, retratan con los colores más vivos cualquier alza coyuntural de la lucha de clases, presagiando tormentas revolucionarias y estallidos populares, para defender la posición contraria cuando sus pobres resultados electorales los golpean en la nariz: “bajo nivel de conciencia”, “falta de madurez política”, etc. son las caracterizaciones con que acostumbran a tratar a la clase obrera.

En estos cuatro años, estos grupos nada tuvieron que decir sobre las contradicciones de Kirchner con la burguesía y la oposición de derecha. Para ellos todos eran lo mismo. Más aún, Kirchner era el peor de todos. Al desentenderse de estas contradicciones interburguesas y de la sensibilidad de amplias franjas de trabajadores y jóvenes en su rechazo a la derecha, cometieron los peores errores posibles. Su única obsesión era pegarle a Kirchner, formando un frente único no declarado con la derecha, lo que los aisló aún más de los sectores más conscientes de la clase obrera y la juventud. Esta actitud, lejos de debilitar a Kirchner, lo ayudó, porque pudo presentarse como el campeón en la lucha contra la derecha y abonó el argumento demagógico de que la izquierda es funcional a la derecha.

Su penúltima “hazaña” fue presentar 5 listas enfrentadas en las elecciones de Capital Federal, cuando todos defendían punto por punto el mismo programa político. Para las elecciones presidenciales y provinciales mantuvieron una situación similar, registrándose solamente una variación en las fuerzas que componían cada lista ¡Y todavía se sorprenden de que las capas más avanzadas de los trabajadores y la juventud no los tomen en serio!

Igual no se nos escapa que en la presentación de listas enfrentadas también juega un papel los intereses materiales de sus aparatos. Con reunir 2.000 firmas en Capital para cumplimentar su registro electoral, cada lista se aseguraba ayudas y subvenciones estatales por un monto mínimo de $25.000 ¡sin sacar un solo voto! Hubo el caso extremo de un grupúsculo de izquierda que se embolsó los $25.000 ¡y no sacó un solo afiche electoral!

Fue irónico que cada lista electoral pretendiera aparecer más de “izquierda”, más “obrera“ y más “socialista“ que las demás, cuando todas defendieron un programa similar que, casualmente, no era socialista, sino reformista de izquierda. Cuando llegan las elecciones todos estos grupos olvidan su fraseología “socialista” y “revolucionaria” y adoptan un programa que no rebasa los límites del capitalismo, renunciando a plantear la nacionalización de los bancos, de los latifundios y de los monopolios, sin indemnización y bajo el control de los trabajadores. Por esa razón, sólo pueden causarnos risa sus denuncias estridentes contra Chávez y Evo Morales por no expropiar las propiedades de las burguesías locales y del imperialismo; cuando ellos mismos no tienen el valor de defender este programa en Argentina.
Pero los errores cometidos por estos grupos en la pelea electoral no son más que una continuación de los errores cometidos en todos los demás aspectos de la lucha de clases.

Un grupo socialista revolucionario serio no dudaría en agotar todas las posibilidades para impulsar políticas de frente único con grupos más o menos afines para salir de su aislamiento, y aprovechar la potencia combinada de este frente de fuerzas para llegar a capas cada vez más amplias de trabajadores y jóvenes. De esta manera su campo de acción sería más extenso y la experiencia demostraría la corrección de sus métodos, consignas, ideas y programa, creciendo en tamaño e influencia. Pero esto es un libro cerrado con 7 llaves para los grupos sectarios.

De manera que todos andan ocupados creando sus pequeños frentes de intervención, opuestos y enfrentados a los de los demás. Grupos como PO o PTS, por no hablar de los más chicos, no han aprendido de la experiencia. Por eso boicotean espacios de frente único como el MIC y otros. Esto los condena a la impotencia y a la esterilidad. La perspectiva para estos grupos, no importa cuánto acumularon en el pasado, es una cadena sin fin de crisis y escisiones y su marginación de la escena real de la lucha de clases. La tragedia de esto es que, de paso, cientos de luchadores y revolucionarios quedarán en el camino agotados, quemados y escépticos tras su experiencia con estas políticas sectarias.

Por el lado del PC, puede contarse la misma historia, pero en sentido inverso, por el giro de su aparato a posiciones cada vez más oportunistas y socialdemócratas, y de acercamiento al kirchnerismo. Su último “experimento”, un frente electoral con el Partido Humanista, un aparato sin ninguna base en el movimiento obrero sostenido por una secta semirreligiosa (el movimiento siloísta), terminó en un fiasco absoluto.

El frente Nueva Izquierda-MST *

Hacemos una mención aparte del MST. Pese a nuestras diferencias políticas con esta organización, sí le reconocemos un esfuerzo para superar aspectos de su política anterior que permite una colaboración en frentes comunes (en el terreno electoral, en el trabajo sindical dentro del MIC, en la solidaridad con la revolución venezolana, etc).

Por eso celebramos en su momento el llamado del MST a conformar un frente político amplio de izquierda a través del Frente Nueva Izquierda. Consideramos que el eje de su constitución deberían ser los trabajadores, la juventud y las organizaciones populares que quieran sumarse, y no tanto la participación de personalidades públicas sin apenas base social de apoyo.

Con todo, y pese a que su programa electoral nos pareció incompleto al no incluir las demandas socialistas que mencionábamos en un párrafo anterior, la Corriente Socialista El Militante llamó a votar en las elecciones en Capital y en las Presidenciales a la plataforma electoral Nueva Izquierda-MST, y a sus candidatos. En las elecciones de junio en Capital, Nueva Izquierda-MST conectó con el sentimiento de la mayoría de votantes de izquierda que concentraron su voto alrededor de la candidatura de Patricia Walsh lo que les permitió obtener una banca en la legislatura porteña.

En su momento, compartimos con la dirección del MST la contrariedad por el fracaso en la conformación de una plataforma más amplia en las elecciones presidenciales que incluyera al frente Proyecto Sur, encabezado por Pino Solanas y Claudio Lozano, cuyos ejes programáticos a favor de la reestatización de empresas y recursos privatizados, contra la deuda externa, en defensa de la recomposición del salario y de rechazo a las políticas y leyes represivas, tenían muchos puntos en común con la izquierda. Detrás de Lozano estaba un sector importante de la dirección de la CTA que había delimitado políticamente con el kirchnerismo, y Solanas, proveniente del peronismo de izquierda, quien denunció públicamente a Kirchner y ostenta una honestidad política que es ampliamente reconocida.

Lamentablemente, al final no hubo acuerdo, por celos de aparato no justificados, y ambas candidaturas disputaron el mismo espacio de voto, donde el mayor perjudicado fue Nueva Izquierda-MST.

En cualquier caso, más allá de los resultados electorales, el desafío más importante del Frente Nueva Izquierda-MST tendrá lugar ahora, después de las elecciones. Debe demostrar en los hechos su capacidad para conformar una herramienta política que, en primera instancia, sea capaz de atraer a los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud en la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Desde la Corriente Socialista El Militante ya expresamos a los compañeros de Nueva Izquierda-MST, semanas antes de las elecciones, nuestra disposición honesta a participar de esta experiencia y a contribuir a su desarrollo en la medida de nuestras posibilidades y esfuerzos.

* (Leer anexo al final del apartado)

El balance electoral de la izquierda

El hecho más relevante del resultado electoral, en cuanto a las fuerzas que se presentaban a la izquierda del kirchnerismo, fue la irrupción de Proyecto Sur, que se situó como la 5ª fuerza más votada, superando los 300.000 votos, por delante de Sobisch y López Murphy. Lozano consiguió, además, revalidar su banca en Diputados por Buenos Aires.

Aparte de esto, la izquierda hizo la peor elección en años, perdiendo la mitad de los votos conseguidos en el 2003 y el 2005, aproximadamente medio millón. Sumando los 320.000 votos conseguidos por Proyecto Sur, el voto por izquierda a Kirchner obtuvo el 4,4% de los sufragios. En Capital, este apoyo trepó hasta el 11,6% en las elecciones para diputados (7,27% para Proyecto Sur) y en la provincia de Buenos Aires al 5,7% (3,16% Proyecto Sur).

El Partido Obrero (PO) perdió 100.000 votos, alcanzando apenas los 120.000. El MST, que recibió 155.000 votos, perdió cerca de 40.000. El desempeño más desastroso lo protagonizó el FRAL (frente único de los partidos Comunista y Humanista). Los 440.000 votos conseguidos por ambas fuerzas por separado en el 2005, se desplomaron a ¡80.000! La degeneración política de la dirección del PC ha reducido a cenizas al que llegó a ser el partido político más importante de la izquierda argentina, llevando la amargura a miles de militantes comunistas honestos. El frente PTS-MAS-Izquierda Socialista obtuvo 95.000 votos. Otros grupitos menores consiguieron 70.000.

No fue casual este malísimo desempeño de la izquierda en las elecciones. Refleja el papel pernicioso que juegan las direcciones de casi todos estos grupos. Insensibles al deseo de unidad de miles de militantes y simpatizantes, repitieron su táctica suicida de presentarse por separado arruinando por enésima vez las esperanzas e ilusiones de cientos de miles de luchadores. Sus vicios sectarios y autoproclamatorios generan un desprecio general, agravados por los intereses de aparato de estos grupos, que reciben (como las demás fuerzas políticas) decenas de miles de pesos del Estado por los votos recibidos para financiar sus campañas electorales, sostener sus aparatos y, de paso, exhibir su chapa. Para esta gente, los intereses de la clase obrera están en segundo lugar. Estas direcciones son irreformables, y su irrelevancia política es cada vez mayor.

Hacemos una excepción con el frente Nueva Izquierda-MST, a quien dimos un apoyo crítico en estas elecciones, por ser la fuerza que más consecuentemente bregó por la unidad de la izquierda y de los luchadores, y no sólo en el terreno electoral.

Aunque fue la lista de izquierda que obtuvo más votos, creemos que los compañeros debieron resignar su candidatura presidencial a favor de Solanas, quien duplicó los votos de Vilma Ripoll. Como ya habíamos planteado por adelantado, Nueva Izquierda-MST debía haber centrado su agitación en las elecciones a legisladores, que era lo más relevante políticamente. Más allá de la responsabilidad principal que le cupo a Proyecto Sur por el fracaso en la conformación de un frente unido entre ambas fuerzas, los compañeros de Nueva Izquierda-MST deberían haber valorado la importancia política que tenía para cientos de miles de trabajadores y jóvenes ver concentrado en un candidato común el voto contra Kirchner y la derecha. Bajando su candidatura presidencial, Nueva Izquierda-MST habría elevado su autoridad política y moral entre cientos de miles de votantes de izquierda de todo el país, comenzando por los votantes de Solanas, lo que les habría permitido conseguir más votos y, con más probabilidad, alguna banca en Diputados y en legislaturas provinciales.

Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur deben confluir *

Las elecciones del 28 de octubre destacaron a Proyecto Sur, de “Pino” Solanas-Lozano, y a Nueva Izquierda-MST como las fuerzas principales a la izquierda de Kirchner. Al detentar esta posición, ambos frentes políticos asumen la máxima responsabilidad en impulsar la formación de una herramienta política de masas, con base en la clase trabajadora. La confluencia de ambos espacios políticos es, por lo tanto, necesaria para arribar a esta perspectiva.

Antes de las elecciones ya defendimos un frente unido de Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur. Era perfectamente posible haber acordado un programa y candidatos comunes, que habrían concitado un apoyo entusiasta en cientos de miles de trabajadores y jóvenes luchadores.

En nuestra posición no había ni un gramo de cretinismo ni de diplomacia. Un voto masivo por izquierda contra Kirchner y la derecha, bastante mayor al conseguido ahora por ambas fuerzas por separado, habría actuado como un potente revulsivo en una capa amplia de las masas trabajadoras de nuestro país, estimulando el ingreso a la lucha política de los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud que carecen de un referente político donde mirar.

Aunque el caudal de votos cosechado por estas fuerzas fue estimable, indudablemente quedó por debajo de lo que hubiera sido posible conseguir con un frente unido.

No hay tiempo que perder. Proyecto Sur y Nueva Izquierda-MST están concentrando las miradas y expectativas de cientos de miles de trabajadores y jóvenes dispuestos a participar en la pelea política por la transformación de esta sociedad, y esperan una señal de ambas fuerzas que los oriente en este objetivo.

* (Leer anexo al final del apartado)

El papel de la CTA

No desconocemos que sectores dirigentes de la CTA están participando en el impulso de Proyecto Sur. Esto nos parece positivo. La CTA es una central obrera de masas que puede y debe promover la participación política de los trabajadores, comenzando por sus bases. La idea de que los sindicatos deben abstenerse de participar en política es falsa históricamente, y reaccionaria.

Proyecto Sur, Nueva Izquierda-MST y los dirigentes de la CTA que han delimitado políticamente con el kirchnerismo deberían lanzar, en conjunto, un movimiento político amplio, clasista y democrático, abierto a los trabajadores y demás sectores populares para luchar por el objetivo de una sociedad justa e igualitaria. Cualquier tendencia política de izquierda debería tener un lugar en su interior y gozar de plena libertad para defender honesta y fraternalmente sus puntos de vista, al tiempo que ayuda a construir el movimiento.

La izquierda revolucionaria

Es natural que muchos activistas revolucionarios honestos puedan manifestar dudas para integrar un frente con sectores reformistas de izquierda. Pero, lamentablemente, la izquierda revolucionaria desperdició innumerables oportunidades en estos años para conformar una herramienta política que incidiera en la clase trabajadora de nuestro país, con sus políticas sectarias y aventureras.

Es ABC que necesitamos un partido revolucionario enraizado en las masas obreras para encauzar la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Pero este partido no existe en Argentina. En la situación actual, la tarea más progresiva para acercar esta perspectiva es conformar un movimiento político de masas amplio, con militancia obrera y popular genuina, y con vida real, aun con la participación en su seno de sectores de izquierda reformistas.

Despertar a la militancia política a decenas de miles de trabajadores y jóvenes en un movimiento amplio de este tipo para luchar contra las políticas procapitalistas y proimperialistas del kirchnerismo y la derecha sería un paso de gigante con respecto a la situación actual, y sacaría de su aislamiento al activismo socialista revolucionario, quien tendría la oportunidad de demostrar en la práctica que son los mejores luchadores y probar la corrección de sus ideas, tácticas y programa. Esta será la manera en que los socialistas revolucionarios podrán emerger como una fuerza de masas para acometer con garantías de éxito la transformación socialista de la sociedad.

El frente único y el programa

Algunos compañeros honestos en la izquierda pueden señalarnos una contradicción cuando criticamos que las listas de izquierda, integradas por fuerzas que se consideran socialistas y revolucionarias, no levanten un programa genuinamente socialista mientras que, por otro lado, nuestra corriente defienda la confluencia con otras tendencias del movimiento obrero y popular no socialistas que, en primera instancia, no aceptarían incorporar este programa en un frente político común. Esta contradicción es sólo aparente y se resuelve fácilmente.

En una lista de izquierda compuesta exclusivamente por fuerzas socialistas revolucionarias, como las representadas por Nueva Izquierda-MST, PO o el FITS (PTS, MAS, IS), es inexcusable levantar demandas socialistas básicas tales como la nacionalización, bajo control obrero, de las palancas fundamentales de la economía (Bancos, latifundios y monopolios). No hacerlo significa ocultar sus principios a la clase obrera y caer en el oportunismo, ya que se les dice a los trabajadores, a sabiendas que no es verdad, que es posible solucionar sus problemas en el marco del capitalismo.

La estatización de las empresas privatizadas, bajo control obrero, y el desconocimiento de la deuda externa (estas eran las propuestas más radicales presentadas por las listas de izquierda en las elecciones presidenciales) son demandas importantes y avanzadas que apoyamos incondicionalmente, pero no cuestionan las bases del sistema capitalista en Argentina. Estas medidas, por sí mismas, no pueden terminar con la desocupación, ni otorgar un salario mínimo de $2.800 para todos, ni reducir la jornada laboral, ni dar un subsidio digno a los desocupados, ni construir viviendas baratas para quienes las necesiten, ni tampoco garantizar un sistema de salud y educativo decentes y 100% públicos al conjunto de la población. Este programa de reformas limitadas no hace avanzar la conciencia política de los trabajadores hacia su objetivo histórico, la lucha por el Socialismo, que es el cometido principal que debe fijarse una tendencia socialista revolucionaria. Si no explicamos nuestro programa socialista íntegro durante una campaña electoral, que es cuando más inquietud manifiestan los trabajadores por la política y el futuro de país, ¿cuándo lo vamos a agitar y propagandizar?

Para solucionar los problemas de la clase obrera es necesario que las palancas principales de la economía sean nacionalizadas bajo control obrero, sin indemnización (con la excepción de pequeños accionistas sin otros o con escasos medios materiales de vida). Esta sería la única manera posible de planificar la economía y desarrollar justa y armónicamente la riqueza del país y sus recursos productivos, no en interés de un puñado de parásitos y millonarios como ocurre hoy, sino en interés de la mayoría aplastante de la sociedad, como somos los trabajadores y demás sectores populares. Estas ideas son las que una fuerza socialista revolucionaria que merezca ese nombre está obligada a explicar, en campaña electoral y fuera de ella. Lamentablemente, los grupos de izquierda socialistas revolucionarios que se presentaron a las elecciones tampoco hicieron sus tareas en este aspecto.

La eventual conformación de un frente o un movimiento político más amplio con fuerzas no provenientes del socialismo, pero que sí tienen una cierta base social de apoyo (en el caso que nos ocupa: Proyecto Sur y sectores de la CTA) no es una cuestión de principios sino táctica. El problema político fundamental que tenemos los socialistas revolucionarios es que nuestra fuerza es demasiado débil para arrancar de la rutina y del apoliticismo a las masas de la clase trabajadora, mucho menos para organizarlas con nosotros bajo la bandera del socialismo revolucionario. Más aún, las políticas equivocadas desplegadas durante años por los grupos de izquierda se demostraron contraproducentes para alcanzar este objetivo y repelieron a sectores importantes de la vanguardia que se marcharon a sus casas abatidos y desanimados.

¿Cuál sería el contenido concreto de un frente o movimiento de estas características? En primer lugar, su base clasista. Debe estar constituido por fuerzas y agrupamientos sustentados en la clase obrera y demás sectores populares. En ningún caso deben formar parte del mismo fuerzas que representen a sectores del enemigo de clase: los empresarios. En segundo lugar, debe acordarse un programa común que no contradiga en ninguno de sus puntos los principios socialistas y que conste de un conjunto de demandas que supongan un avance real en las condiciones de vida y trabajo de las masas trabajadoras y en la democratización de la vida social. Desde nuestro punto de vista, esta base sería suficiente para un acuerdo amplio entre Nueva Izquierda-MST y Proyecto Sur, más otras fuerzas que quieran sumarse. Y como último requisito: que haya plena libertad para que las fuerzas que integren este frente puedan agitar en su interior y fuera de él por su propio programa político, más allá de su compromiso en defender públicamente el programa común acordado. Los socialistas harían todos los esfuerzos para convencer a la mayoría de que el programa más justo que se corresponde con la realidad argentina es el programa socialista, aceptando permanecer en minoría bajo esas condiciones si no podemos ganar una mayoría para la justedad de nuestras posiciones, mientras trabajamos lealmente para construir el movimiento.

¿Qué ventajas tendría la formación de un movimiento de estas características? Que ofrecería, por primera vez en décadas, un instrumento político a los sectores más avanzados de la clase obrera, la juventud y del movimiento popular, al margen del PJ, capaz de despertar y acercar a la vida política activa a decenas de miles de trabajadores, sacándolos de la rutina y del apoliticismo.

A través del trabajo en común demostraríamos a la base del movimiento, y a los sectores decisivos de la clase obrera, que no hay salida bajo el capitalismo y que la lucha por reformas avanzadas es insuficiente si no va acompañada de la lucha por la expropiación de los grandes capitalistas, terratenientes y monopolios, bajo el control democrático de la sociedad. En este movimiento no ocultaríamos nuestros principios ni renunciaríamos a ellos (como sí lo hicieron las listas de izquierda en las sucesivas campañas electorales) y, al mismo tiempo, tendríamos una plataforma de masas y acceso directo a miles de trabajadores y jóvenes, para agitar por estos principios, plataforma de la que carecen actualmente los grupos de izquierda.

Esta situación no tiene nada de novedosa ni supone una “revisión” o una “herejía” de la política marxista en la tarea de construcción de un partido revolucionario. Para el marxismo, las perspectivas son una ciencia, pero la táctica es un arte. La posición de los maestros del marxismo siempre fue muy clara al respecto. Marx, Engels, Lenin y Trotsky nunca dudaron en promover políticas de frente único con otras tendencias del movimiento obrero, incluso reformistas, allá donde se encontraban en minoría, para hacer avanzar el movimiento general de las masas oprimidas y construir sus propias fuerzas. Así fue en la revolución alemana de 1848, en la formación de la primera organización internacional obrera, la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT); en las revoluciones rusas de 1905 y 1917, en la lucha contra primera guerra imperialista (1ª Guerra Mundial), en el proceso de formación de los partidos comunistas, o en la organización de los núcleos iniciales de la Oposición de Izquierda contra el estalinismo.

Esto ya fue explicado por León Trotsky por adelantado: “Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista. Así, durante muchos años los bolcheviques estuvieron en el mismo partido que los mencheviques. También la Tercera Internacional se formó gradualmente a partir de la Segunda” (Consideraciones de principio sobre el entrismo, Septiembre 1933).

La formación de una herramienta política de la clase obrera

La crisis terminal del PJ y la inevitabilidad del fracaso a medio plazo del proyecto kirhnerista, preparan las condiciones para el desarrollo de una herramienta política de masas de la clase obrera. Su aparición cambiará cualitativamente toda la situación política nacional y significará un avance en la conciencia política de los trabajadores de nuestro país.

El gobierno de Cristina K., estrechamente comprometido con la política de conciliación de clases a través de acuerdos con la patronal y la burocracia de la CGT, provocará una insatisfacción creciente en los trabajadores. En la medida que toda la oposición política al kirchnerismo está situada a su derecha (dada la irrelevancia de los actuales grupos de izquierda) esto dejará un espacio muy amplio para que un movimiento político basado en el eje de fuerzas anteriormente descrito, adquiera un desarrollo importante, apareciendo como la única oposición por izquierda al gobierno.

El desarrollo de este movimiento político con una base de masas, sustentado en capas muy amplias de la clase obrera y demás sectores populares, podría ser una realidad en un tiempo relativamente corto, de unos pocos años.

Hay un aspecto anexo a esta perspectiva que debemos contemplar. Y es la relación dialéctica que se dará entre el desarrollo de este movimiento político y el desarrollo del movimiento sindical. Indudablemente, la política de pactos y consensos con la que se comprometerá la CGT, alineada con el gobierno, la someterá a un desgaste muy grande conforme las contradicciones de clase vayan agravándose. Sin duda, la existencia de este movimiento político también ayudará a incrementar las tensiones internas en la CGT, con sectores que progresivamente irán pasando a la oposición al gobierno y que buscarían un instrumento político donde expresarse, recalando en él.

Este giro a la izquierda de los elementos más sanos de la CGT (donde también habría una cierta renovación en sus estructuras, en las empresas y los gremios) empujaría a su vez a los sectores burocráticos más podridos y corruptos, más a la derecha y al regazo del gobierno. Todo esto ayudará a que las posiciones clasistas y democráticas en la CGT vayan ganando apoyos en su interior, al tiempo que irían dotándose de una expresión política encarnada en este movimiento político nuevo.

La experiencia política dentro de este movimiento iría acercando en su interior a las tendencias socialistas más afines, y favorecería las condiciones para que la mayoría asumiera la necesidad de un programa socialista para encarar una transformación radical de la sociedad. La revolución venezolana ha dejado en claro que el viejo dilema entre revolución nacional y popular o revolución socialista se decantó a favor de la segunda, en la medida que, como ya explicó León Trotsky en su Teoría de la Revolución Permanente, y más tarde reiteraría el Che Guevara, la resolución de las tareas democrático-nacionales pendientes y la liberación del imperialismo están vinculadas a la expropiación de la burguesía nacional (hermana menor, compañera de negocios y lacaya del imperialismo) y de las multinacionales extranjeras.

De esta manera, se daría la fusión entre una herramienta política de masas, sustentada en la clase obrera, y el programa socialista revolucionario. Este sería el instrumento que necesitan los trabajadores y los sectores populares postergados para encarar con garantías de éxito la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

Anexo: ¿A dónde va el MST? (Noviembre 2008)

Desde que el presente documento fuera escrito en noviembre del 2007 muchas cosas cambiaron, pero las tesis y perspectivas fundamentales que expresamos entonces están cumpliéndose como si estuvieran desarrollándose en condiciones de laboratorio: la inestabilidad subyacente de la sociedad argentina abierta por el Argentinazo, la crisis del modelo político kirchnerista, las consecuencias recesivas de la crisis económica mundial y, lo que es más importante, los pasos adelante que están dándose hacia la conformación del movimiento político en torno a la CTA.

No solemos añadir acotaciones a los documentos ya publicados, pero creemos que en este caso se justifica. Para nosotros, unas perspectivas no son una Biblia, sino una hipótesis de trabajo condicional que deberán ser corroboradas o no por la realidad, en cuyo último caso habrá que introducir las modificaciones necesarias, y explicar por qué se produjeron, para ajustar nuestras tesis con la realidad viviente de la lucha de clases.

En nuestro documento de perspectivas hacíamos la propuesta de que sectores de la izquierda y del movimiento popular que parecían caminar en el mismo sentido aunaran esfuerzos para conformar un movimiento político amplio, democrático y con una base de masas y de clase. En particular, incluíamos entre estos sectores a Proyecto Sur, a los sectores de la CTA que delimitaron políticamente con el kirchnerismo por izquierda y al Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST).

En ese momento, valorábamos muy positivamente el balance autocrítico que habían realizado los dirigentes del MST meses antes para romper con el sectarismo y el divisionismo que caracteriza a gran parte de la izquierda argentina. Pese a nuestras diferencias políticas y tácticas, coincidíamos en ese momento con el MST en espacios de trabajo en común, como el Movimiento Intersindical Clasista (MIC), en el apoyo a la revolución venezolana, entre otros.

Meses antes de las elecciones presidenciales de octubre del 2007, habíamos  celebrado el llamado de los dirigentes del MST a conformar un movimiento amplio y democrático de izquierda a través de lo que ellos llamaron la Nueva Izquierda.

Por esta razón, como se expresa en este documento, la Corriente Socialista El Militante dio un apoyo crítico a las candidaturas del MST en las rondas electorales del año pasado, si bien fuimos partidarios de que los dirigentes del MST bajaran su candidatura presidencial (Vilma Ripoll) y apoyaran críticamente la candidatura de Pino Solanas, de Proyecto Sur en octubre del 2007.

En aquellos momentos enviamos varias cartas a la dirección del MST para solicitarles nuestro ingreso a Nueva Izquierda. Lamentablemente, nunca obtuvimos una respuesta a este pedido en lo que interpretamos un rechazo a nuestra solicitud.

Tras los  malos resultados electorales de octubre (el MST perdió más de 40.000 votos) la dirección apostó por construir el MST en solitario, desdiciéndose de lo declarado en los meses anteriores. Fue entonces que consideramos que al persistir en la dirección del MST esta lógica de construcción, resultaba inviable transitoriamente construir en unidad con este grupo a pesar del llamamiento que hoy siguen haciendo.

Posteriormente, el conflicto del campo reabrió diferencias muy importantes en el seno de la izquierda. Desgraciadamente, los dirigentes de algunas organizaciones que se definen obreras y socialistas, entre ellas el MST, hicieron una lectura equivocada de una protesta que no levantó ni una sola demanda a favor de la clase trabajadora, y fue dirigida por la gran burguesía agropecuaria con el apoyo de la derecha y sus medios de comunicación.

Está claro ahora que el apoyo irrestricto de la dirección del MST a la protesta "del campo" buscaba obtener notoriedad pública como un atajo para construirse como organización y conseguir un mejor rédito político en próximas elecciones, aun cuando el público que celebró la presencia del MST en dicha protesta fuera la pequeña burguesía y no la clase trabajadora.

Por último, ante un evento de tanta transcendencia como fue la convocatoria a la Constituyente Social de Jujuy que apunta a la conformación de un movimiento político y social de masas articulado alrededor de una central obrera de masas como es la CTA y decenas de organizaciones populares más, entre ellas Proyecto Sur, la dirección del MST asumió una posición que consideramos, como mínimo, arrogante. Exigió negociar desde una posición ultimatista puestos de dirección con los principales referentes de la Constituyente Social para el armado del movimiento político al que hacíamos referencia, en lugar de acompañar de manera paciente, humilde y fraternal el proceso de debate y construcción alrededor de la Constituyente Social y de dicho movimiento; al no conseguirlo, calificó públicamente a la experiencia de la Constituyente Social como "centroizquierdista" y como "una reedición del Frepaso", automarginándose de la misma.

En lo que a nosotros respecta, mantenemos nuestra apelación al activismo socialista de izquierda no sectario, a Proyecto Sur y a los sectores de la CTA que tratan de impulsar un movimiento político propio, a que aúnen esfuerzos para la conformación una herramienta política de los trabajadores y los oprimidos, que fue la conclusión más relevante asumida por la Constituyente Social celebrada hace unas semanas en Jujuy.

PERSPECTIVAS A LARGO PLAZO

El agotamiento del kirchnerismo dará paso inevitablemente a un gobierno más a la derecha, como resultado de la crisis e inestabilidad de la sociedad y el giro a la derecha de las capas medias. Pero en ningún modo, este gobierno dará una estabilidad a la sociedad. Su carácter reaccionario y represivo provocará tarde o temprano una reacción de la clase obrera. Veremos una sucesión de gobiernos débiles, a derecha e “izquierda”, con escisiones entre las diferentes camarillas de políticos burgueses, como también existe ahora.

En ese “interregno”, es de esperar que el partido o movimiento político de masas que se haya hecho presente habrá alcanzado un gran nivel de desarrollo. Tarde o temprano, la disyuntiva entre revolución y contrarrevolución se hará presente. La clase obrera argentina tiene poderosas tradiciones revolucionarias y un carácter explosivo y espontaneísta. Se sucederán explosiones de la lucha de clases locales y regionales que irán acercando el momento de una ofensiva revolucionaria más extensa. Por su parte, la reacción también estará preparándose para tomarse su desquite. Habrá todo tipo de conspiraciones contrarrevolucionarias para intentar aplastar la lucha revolucionaria de los trabajadores. Pero, como la experiencia histórica demuestra, por cada conspiración contrarrevolucionaria habrá diez intentos revolucionarios de la clase obrera por transformar la sociedad y tomar el poder.

El proceso de la revolución argentina será prolongado en el tiempo, por el retraso producido en la construcción de una herramienta política socialista de masas. Pero en los próximos años, la situación objetiva proveerá las mejores condiciones para resolver esta contradicción. Estas condiciones combinarán los resultados propios de la lucha de clases nacional con los del proceso revolucionario continental que vemos desarrollarse en toda América Latina.

Los socialistas revolucionarios debemos hacer los mayores esfuerzos para resolver esta contradicción: con la elaboración de las perspectivas más correctas, agitando por el programa y las consignas más adecuadas en cada momento, interviniendo audazmente en la lucha de clases, formando a los cuadros y militantes y, sobre todo, manteniendo nuestra confianza en la capacidad revolucionaria de la clase obrera argentina para transformar la sociedad.

Buenos Aires, 14 de Noviembre 2007

Es nuestra intención abrir un diálogo con aquellos lectores que quieran hacernos llegar sus impresiones y opiniones sobe este material. Para ello, pueden escribirnos a: elmilitante.argentina@gmail.com

Apartado anterior: SITUACIÓN POLÍTICA Y PERSPECTIVAS PARA EL GOBIERNO DE CRISTINA KIRCHNER