La espiral permanente e inacabable de la deuda externa

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La deuda externa una constante

La deuda externa es la excusa, el crimen naturalizado e indiscutido,  casi invisivilizado y aceptado convenientemente por la burguesía criolla, las grandes corporaciones mediáticas y el gran capital del saqueo permanente y la concentración de los activos de los países atrasados. Se esgrimen una y otra vez, forzadas teorías de desarrollo, de la necesidad de financiamiento para infraestructura -que es urgente y necesaria- por variados ideólogos revestidos con credenciales de escuelas norteamericanas. Irrestrictos defensores del libre mercado y el endeudamiento permanente como motor del progreso de los países y la sociedad civil. Un pretendido cientifismo, mediante el cual el camino es la toma de deuda externa, que más temprano que tarde cae en planes de reestructuración (un nuevo génesis de pago para una espiral interminable). Se suman además, intereses usurarios más comisiones millonarias que hacen de dirigentes-capitalistas nacionales, extranjeros y la banca privada una comidilla de nunca acabar a costa de las espaldas del pueblo trabajador, campesino y los recursos naturales de diversos territorios en última instancia colocados como garantía de pago –la defensa de los intereses norteamericanos y europeos, que le dicen-.

El camino hacia el “desarrollo” de los ideólogos de la deuda

Uno de los aspectos resaltantes del endeudamiento externo es que la deuda se contrae hoy pero se paga en los próximos años o décadas. Con esto, se abre un intersticio- como tal, muchas veces poco notorio-, de los efectos de recibir y pagar los fondos en términos generacionales. Dado que finalmente el endeudamiento tiende a eternizarse, a ser un regidor natural y aceptado inclusive por un espectro amplio de las masas sobre las cuales se carga el mismo.

La deuda pública tampoco tuvo en términos fácticos ningún tipo de aplicabilidad que aumentara la capacidad competitiva o exportadora del país, ni tampoco es un factor que estructure un proceso de industrialización. La deuda se aplica directamente a actividades internas, muy pocas vinculadas a la obra pública pero el mayor cuanto del capital receptado está orientado a financiar importaciones de bienes abaratados por el tipo de cambio o a vender dólares sin restricciones para que fueran apropiados por los sectores más concentrados de la economía nacional.

La deuda también genera una abundancia de divisas, que permite un abaratamiento de la cotización de los dólares en circulación. Esta oferta promovida desde el gobierno, explica los procesos de atrasos cambiarios que posteriormente se dispararán y harán que el dólar se vuelva indefectiblemente caro en el futuro. La resultante de esta dinámica, es la históricamente conocida en la Argentina y otros países atrasados, y es que la deuda deberá ser pagada exportando activos genuinos para conseguir dólares-papel- que aún acciona como financiamiento en un mundo con hegemonía norteamericana. No por nada también el Fondo Monetario Internacional (FMI), es un estamento dedicado a sostener y legitimar la supremacía del dólar como moneda a nivel global.

La penetración y dominación perpetua

El elevado valor del dólar tendrá la función de provocar una fuerte contracción del mercado interno y con ello, la creación de mayores saldos exportables. El dólar alto tendrá un fuerte impacto en el costo de bienes de consumo masivo –entre los cuáles llamativamente, se encuentran: los alimentos, el agua, la electricidad que lejos de ser su acceso derechos humanos básicos, son bienes de mercado-. Nuevamente las mayorías deberán pagar los costos de una deuda ilegítima y no contraída por estas capas de la sociedad civil. El deterioro de los salarios y la calidad de vida, la precarización laboral con las consiguientes pérdidas de derechos laborales y civiles son finalmente el encauce natural del grueso del endeudamiento.

¿Pero a quiénes sirve la deuda externa? Los beneficios de la deuda son para los privados, siempre. El acceso rápido a los dólares para fugarlos, la recepción masiva de partidas presupuestarias financiadas con la deuda externa –la burguesía de la “patria contratista”- son los principales beneficiarios de los dólares baratos. En el combo del endeudamiento va también la estatización de la deuda de privados: corporaciones mediáticas, agro-exportadores, banca privada, entre otros.

Pero quien asume y responderá por los compromisos externos, no serán los privados ni los beneficiarios de la deuda, será el sector público nacional, provincial o municipal. Sin embargo, al no poder obtener dólares propios dado que el Estado no tiene bajo su égida actividades productivas y exportadoras, los diversos estamentos y carteras estatales deberán depender del suministro de dólares por parte de privados, o de nuevos endeudamientos. El lobby tan grávido hacia el interior del Estado y la penetración de la Embajada norteamericana para endeudarse; como después para la consecución de dólares para responder a los compromisos contraídos hacen que la banca privada, corporaciones y la Embajada tengan un gran poder político sobre todo el sistema.

La espiral permanente e inacabable de la deuda externa solo podrá romperse cuando vastas capas sociales de los trabajadores adviertan con sentido histórico adonde arrojan las teorías del desarrollo y la supuestas necesidades de endeudamiento que blanden sus ideólogos. Una vez más, la deuda se carga sobre las espaldas de los trabajadores, con eufemismos de solidaridad para referirse a planes de ajustes agresivos que accionan siempre sobre las mismas espaldas. Salir de esta espiral requiere romper con las lógicas naturalizadas e impuestas por décadas, y esto será posible solo con un acabado programa socialista que lleve al control obrero de las palancas que mecanizan al Estado.