Publicamos el siguiente trabajo de Alan Woods sobre la cuestión nacional irlandesa, escrito en 2003. El movimiento republicano irlandés ha luchado durante décadas por una Irlanda unida. Los marxistas estamos a favor de una Irlanda unida pero este objetivo sólo se puede conseguir como parte de la lucha por una Irlanda y Gran Bretaña socialistas. Sólo se puede conseguir con métodos de clase revolucionarios. Hay que unir a la clase obrera en la lucha y esto sólo se puede conseguir regresando a las traditradiciones y programa revolucionarios de Larkin y Connolly, el programa de la REPÚBLICA DE LOS TRABAJADORES. Mientras el capitalismo domine Irlanda seguirá existiendo la división sectaria que socava y obstaculiza el movimiento por la unificación irlandés
Carta abierta a los republicanos irlandeses
Este nuevo trabajo de Alan Woods se ocupa de una cuestión importante abandonada por la izquierda británica, especialmente durante los últimos años. La firma del Acuerdo del Viernes Santo en 1998 y el posterior alto el fuego del IRA después de treinta años nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿Después de tantos sacrificios y derramamiento de sangre qué se ha conseguido? Los dirigentes del Sinn Fein han eludido cuidadosamente esta pregunta y han cambiado la lucha armada por la esperanza de un puesto ministerial. Aunque públicamente lo nieguen, han eliminado del orden del día la unificación de Irlanda. La estrategia, los métodos y las tácticas del republicanismo no socialista han terminado en un completo desastre.
El movimiento republicano irlandés ha luchado durante décadas por una Irlanda unida. Hoy en día está claro para todos que este objetivo está igual de lejos que en el momento de su fundación. Los marxistas siempre hemos estado a favor de una Irlanda unida pero, siguiendo los pasos de James Connolly, hemos comprendido también que este objetivo sólo se puede conseguir como parte de la lucha por una Irlanda y Gran Bretaña socialistas. Sólo se puede conseguir con métodos de clase revolucionarios. La condición previa es unir a la clase obrera en la lucha y esto sólo se puede conseguir regresando a las tradiciones y programa revolucionarios de Larkin y Connolly, el programa de la REPÚBLICA DE LOS TRABAJADORES. Mientras el capitalismo domine Irlanda seguirá existiendo la lucha y la división sectarias que socavarán y destruirán el movimiento por la unificación irlandesa.
Merece la pena destacar que todas aquellas personas de la izquierda, en Gran Bretaña e internacionalmente, que durante años actuaron gustosamente como vitoreadores del IRA Provisional, ahora no tienen nada que decir sobre esta cuestión. Guardan un embarazoso silencio que refleja su completa ausencia de comprensión de la “cuestión irlandesa” y la extrema frivolidad con la que abordan habitualmente la cuestión nacional, demuestra que hace ya mucho tiempo abandonaron la posición marxista y que han capitulado ante la burguesía y el nacionalismo pequeño burgués. Esto, inevitablemente, llevó a una derrota tras otra. ¡Y todavía no han aprendido nada!
Aquel que no aprende la historia estará condenado siempre a repetirla. Ha llegado el momento de valorar el pasado del movimiento republicano y hacer un balance. Es necesario examinar los errores pasados y admitirlos honestamente. Sólo así podremos librarnos del actual callejón sin salida y construir urgentemente el movimiento revolucionario que impida un nuevo descenso hacia el caos sectario, y cumplir la tarea histórica de derrocar al capitalismo y construir una república socialista.
Octubre de 2003
PRIMERA PARTE
“Quién no aprende de la historia está condenado a repetirla”
(George Santayana)
Josef Dietzgen dijo en una ocasión que cuando un anciano examina su vida inevitablemente la ve como una larga serie de errores, y que si pudiera vivirla de nuevo sin duda preferiría eliminar estos errores. Pero entonces este anciano cae en una contradicción dialéctica, ya que sólo a través de estos errores él pudo adquirir su sabiduría. Todo el mundo comete errores, no es una desgracia en absoluto. Pero lo que realmente es imperdonable es no aprender y aprovecharse de ellos. Lo que es correcto para un individuo también lo es para un partido revolucionario.
Ha llegado el momento de valorar el pasado del movimiento republicano y hacer un balance. Es necesario examinar los errores pasados y admitirlos honestamente. Sólo así podremos salir del actual callejón sin salida y construir urgentemente el movimiento revolucionario que impida un nuevo descenso hacia el caos sectario, y cumplir la tarea histórica de derrocar al capitalismo y construir una república socialista.
La cuestión nacional y la cuestión de clase
La cuestión nacional en la historia puede jugar un papel progresista o reaccionario, depende de su contenido de clase. Los marxistas para determinar nuestra actitud ante la cuestión nacional siempre nos hacemos la siguiente pregunta ¿a qué intereses de clase sirve? ¿Qué clase está a la cabeza? Esta es la cuestión decisiva. La desgracia de la lucha nacional irlandesa desde la muerte de James Connolly que su dirección ha caído en manos de la burguesía y pequeña burguesía. Esto ha determinado tanto su carácter como su resultado.
Es necesario atravesar la niebla de verbosidad y retórica patrióticas para descubrir los intereses de clase que hay detrás. Ese fue el método de Connolly que siempre abordó la cuestión nacional desde un punto de vista de clase. Sólo cuando consigamos hacer esto será posible separar lo que es progresista de lo que es reaccionario.
Sobre todo es necesario cuando se trata del movimiento nacional porque aquí la burguesía tiene especial interés en ocultar sus verdaderos intereses, ocultos con la cortina de humo del misticismo y la demagogia. Connolly siempre criticó duramente la mistificación de la cuestión nacional. Pensaba que la clase obrera debía diferenciarse claramente de la burguesía nacionalista, la enemiga del movimiento obrero. En cuanto a los nacionalistas pequeñoburgueses del Sinn Fein y los Voluntarios Irlandeses, los consideraba, en el mejor de los casos, como aliados inestables y poco fiables en quienes no se podía confiar demasiado. Como mucho, algunas veces era necesario llegar a acuerdos temporales para la unidad de acción, pero nunca fusionarse con ellos. La primera condición era: ningún bloque programático, no a la mezcla de banderas, “¡Marchar separados y golpear juntos!” Desgraciadamente, tras el asesinato de Connolly después de la Insurrección de Pascua, todo esto se olvidó.
Las contradicciones del movimiento republicano
Como en todo, también en el movimiento republicano existen contradicciones. Desde el mismo momento de su nacimiento. Estas contradicciones, en última instancia, tienen un carácter de clase. Quien no sea capaz de ver esto nunca podrá comprender la historia del movimiento o lo que ha ocurrido con él. Tampoco podrá ofrecer una solución al callejón sin salida en el que actualmente se encuentra el movimiento.
Siempre han existido distintos elementos dentro del republicanismo irlandés. Podemos dividirlos desde 1916 en dos ramas principales. Se pueden ver las diferencias entre el Ejército Ciudadano Irlandés (ICA) y los Voluntarios Irlandeses. La tendencia proletaria revolucionaria del ICA, que intentó mantener su identidad pero que fue frustrada por la dirección reformista del laborismo y que abandonó la posición de clase de Connolly después de su muerte, capitulando ante la burguesía y la clase media nacionalista.
Estos últimos, por supuesto, han hecho todo lo posible para enterrar las tradiciones de Connolly —las tradiciones del socialismo republicano—. Han intentado —con cierto éxito— obligar a la clase obrera irlandesa a subordinar sus intereses de clase ante los supuestos intereses de la “causa nacional”. Intentan enturbiar las líneas de clase y promover una unidad imaginaria de intereses de toda la población irlandesa. Esto es una mentira y un engaño que ha resultado desastroso para la causa de Irlanda y el movimiento obrero, como pronosticó correctamente Connolly.
Desde 1916 ha habido una lucha —abierta o subterránea— entre estas dos tendencias antagónicas. Un ala del republicanismo está bajo la influencia de la ideología burguesa. Ésta constantemente circunscribe el movimiento dentro de los estrechos límites del sistema capitalista. Intenta quitar importancia a la existencia de la lucha de clases y de este modo, en la práctica, subordina los intereses de los trabajadores irlandeses a los de la burguesía irlandesa. El hecho de que algunas personas a veces parezcan preocupadas por la clase obrera y hablen del socialismo (“como el objetivo final”) carece de importancia. En la vida y en la política lo que cuentan son los hechos y no las palabras. El programa del primer Dail, muy influenciado por el ICA, era considerado “comunista” por la entonces dirección del IRA. En los años setenta la hostilidad hacia el socialismo por parte del ala de derecha del IRA Provisional llegó a tal punto que incluso organizó la quema de libros de izquierda.
Desde un punto de vista teórico, el ala de derecha del republicanismo defiende la “teoría de las dos etapas”, es decir, la clase obrera debe olvidarse de la lucha por el socialismo y concentrar todas sus energías en la lucha para eliminar la frontera. En el contexto irlandés, la idea de que una vez Irlanda sea reunificada se solucionarán todos los problemas y que después se pondrá en el orden del día la cuestión del socialismo como el “objetivo final”, quizás en los próximos cien años, ya fue desacreditada y desenmascarada por Connolly hace casi un siglo. Los seguidores de esta teoría la califican de “realismo”, esto indica que por lo menos no les falta sentido del humor.
La causa de Irlanda es la causa del movimiento obrero y la causa del movimiento obrero es la causa de Irlanda, como explicó Connolly no se pueden separar. Aquellos que buscan divisiones artificiales entre la lucha íntimamente relacionada por la liberación de Irlanda y la creación de una república socialista, lo hacen para promover la importancia de una sobre la otra. El IRA Oficial, por ejemplo, defendía que las cuestiones sociales eran más importantes que la cuestión nacional. En realidad, era una cobertura para ocultar su abandono de la lucha de liberación nacional en favor del reformismo y la respetabilidad.
Para los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses se puede estar a favor del socialismo o no, en la medida que se pospone esa lucha y se subordina a la cuestión nacional, su intención es separar la lucha revolucionaria para la transformación de Irlanda.
Connolly escribía en unos términos intransigentes contra este nacionalismo que esperaba que la clase obrera luchase en interés de sus nuevos amos y no en el de su propia libertad.
“El nacionalismo de aquellos que desean mantener el actual sistema social no es fruto de un crecimiento natural, sino de un feo aborto, el producto abortado del intento de crear un movimiento rebelde a favor de la libertad política entre los hombres satisfechos de permanecer como esclavos industriales. Es un intento de crear un movimiento revolucionario hacia la libertad y confiar la dirección del movimiento a una clase deseosa de hacer cumplir el sometimiento social de los hombres a los que pretenden dirigir… Pretende hacernos creer que la clase responsable de la esclavitud industrial puede al mismo tiempo dirigirnos hacia la libertad nacional”. (J. Connolly. Workers Republic. Octubre 1899).
El argumento de que la clase obrera debe subordinarse a la causa de Irlanda, que debemos dejar a un lado nuestras reivindicaciones de clase y esperar a una Irlanda unida para resolver todos nuestros problemas, ya hace mucho tiempo que fue respondido por Connolly:
“Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano.
Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires.
Inglaterra os dominará hasta llevaros a la ruina, incluso mientras vuestros labios ofrezcan un homenaje hipócrita al santuario de esa Libertad cuya causa traicionasteis”. (J. Connolly. Socialism and Nationalism. Enero 1897).
¡Qué proféticas eran estas palabras! ¡Con qué acierto describen todo lo ocurrido en Irlanda desde 1916! Pero siempre ha existido otra tendencia dentro del republicanismo, el sector cercano al proletariado que lucha por la unidad de la clase obrera. Tradicionalmente ha carecido de unos conocimientos teóricos básicos y claros, por esa razón no ha tenido las armas ideológicas necesarias para luchar contra el ala burguesa, esta tendencia siempre ha existido y a veces ha ganado terreno a costa del ala de derecha. Desgraciadamente, su falta de teoría la ha llevado a inconsistencias y vacilaciones frente al ala de derecha, ésta última, aunque políticamente ignorante, ha sacado su fuerza (y dinero) de su proximidad a la clase capitalista del sur.
Sin embargo, esta otra corriente del movimiento republicano continúa existiendo, aunque este hecho ha sido ignorado internacionalmente por la izquierda. Esto por sí mismo representa una condena de estos “izquierdistas” que durante treinta años, con el pretexto de “apoyar la lucha de liberación nacional irlandesa”, han apoyado acríticamente al ala de derecha republicana del IRA Provisional. Ahora que esta última ha renunciado, sus admiradores de la “izquierda”, en Gran Bretaña y otros países, de repente se han quedado mudos. Es natural, porque realmente no tienen nada interesante que decir sobre Irlanda —ni en nada más—. Nosotros omitimos con desprecio a todos estos y nos dirigimos sólo a aquellos republicanos honestos que ahora están examinando cuidadosamente el pasado y pensando en el futuro.
La gran mayoría de los grupos de “izquierda” de Gran Bretaña han quedado reducidos al patético papel de vitoreadores de Adams y McGuiness, por esa razón no tenían interés en el ala de izquierda de los republicanos que intentaba adoptar una línea independiente. Esta última fue sistemáticamente ignorada y apartada a un lado. El inicio del diálogo fraternal entre los socialistas republicanos irlandeses y los marxistas británicos resultará beneficioso para el movimiento de la clase obrera de ambos países. Debemos aprender los unos de los otros, aprovechar la rica experiencia de la lucha de clases para elaborar unas perspectivas, estrategia y tácticas correctas para luchar contra el imperialismo y el capitalismo.
Los republicanos socialistas, aunque una minoría dentro del movimiento, han luchado decididamente para adoptar una línea de clase y una perspectiva socialista. Por esta razón se convirtieron en un objetivo de los enemigos del socialismo: no sólo del imperialismo británico y los servicios secretos del estado, también del ala de derecha del movimiento republicano. Muchos de los elementos más conscientes y avanzados fueron asesinados. Basta con mencionar los nombres de Seamus Costello y Ta Power.
Las fuerzas del imperialismo británico son perfectamente conscientes de que en última instancia los enemigos más peligrosos no eran los hombres armados y las bombas, sino los elementos políticos del ala de izquierda del republicanismo. Desde el momento en que el ejército británico puso un pie en el norte intentó eliminar a los “comunistas”, una preocupación compartida por la clase dominante del sur y sus aliados en la dirección de la época del IRA Provisional.
Sin embargo, toda la represión del mundo no puede destruir el elemento revolucionario del republicanismo que se manifiesta con redoblada fuerza en cada punto de inflexión, incluido el momento actual. La tendencia socialista proletaria representada por James Connolly siempre se reafirmará y desafiará la hegemonía de la burguesía, y también a la tendencia pequeño burguesa que históricamente ha llevado al movimiento de un desastre a otro.
En el momento actual Irlanda se encuentra una vez más ante una encrucijada, y con ella el movimiento republicano. La estrategia de la “lucha armada” aplicada durante tres décadas y por la que se ha pagado un precio terrible, ahora está en ruinas. La dirección del Sinn Fein Provisional ha llegado a un acuerdo con el imperialismo británico, un acuerdo que no incluye el objetivo de la república. En realidad, el Acuerdo del Viernes Santo y las instituciones que de él han surgido, son un fraude y un engaño. Representa una trampa cruel que tiene la intención de aprovecharse del deseo de paz de la mayoría de la población. Como tal, a pesar de conquistar, como era de esperar, la mayoría en el referéndum, los marxistas y los republicanos socialistas igualmente nos opusimos a él.
El legado de amargura y desconfianza que ha quedado detrás ha profundizado las divisiones entre las dos comunidades del norte, alcanzando unos niveles sin precedentes. El poder del imperialismo británico no se ha debilitado. En realidad, después de todos los esfuerzos y sacrificios, la unidad irlandesa está hoy más lejos que en cualquier otro momento de la historia.
Es el momento de hacer un balance de la historia de la lucha de liberación nacional en Irlanda y sacar las conclusiones necesarias —quien no aprende de la historia está condenado a repetirla—
El papel reaccionario de la burguesía
Toda la historia de los últimos cien años demuestra que la burguesía es completamente incapaz de llevar adelante cualquiera de sus tareas históricas. Ha confirmado el análisis de James Connolly. Incluso en la época de la revolución democrático burguesa en Europa, Marx y Engels desenmascararon sin piedad la cobardía, el papel contrarrevolucionario de la burguesía e insistieron en la necesidad de que los trabajadores mantuvieran una política de total independencia de clase, no sólo de los liberales burgueses, también de los vacilantes demócratas pequeñoburgueses:
“El partido proletario, o verdaderamente revolucionario, pudo ir sacando sólo muy poco a poco a las masas obreras de la influencia de los demócratas, a cuya zaga iban al comienzo de la revolución. Pero en el momento debido, la indecisión, la debilidad y la cobardía de los líderes democráticos hicieron el resto, y ahora puede decirse que uno de los resultados principales de las convulsiones de los últimos años es que dondequiera que la clase obrera está concentrada en algo así como masas considerables, se encuentra completamente libre de la influencia de los demócratas, que la condujeron en 1848 y 1849 a una serie interminable de errores y reveses. Mas no nos adelantemos; los acontecimientos de estos dos años nos brindarán multitud de oportunidades para mostrar a los señores demócratas en acción”. (F. Engels. Revolución y contrarrevolución en Alemania. Obras Escogidas de Marx y Engels. Volumen I. Moscú. Editorial Progreso. 1980. p. 340).
La podredumbre de la burguesía liberal y su papel contrarrevolucionario en la revolución democrático burguesa ya fue explicado claramente por Marx y Engels. En su artículo La burguesía y la contrarrevolución (1848) Marx escribe:
“La burguesía alemana se había desarrollado con tanta languidez, tan cobardemente y con tal lentitud, que, en el momento en que se opuso amenazadora al feudalismo y al absolutismo, se encontró con la amenazadora oposición del proletariado y de todas las capas de la población urbana cuyos intereses e ideas eran afines a los del proletariado. Y se vio hostilizada no sólo por la clase que estaba detrás, sino por toda la Europa que estaba delante de ella. La burguesía prusiana no era, como la burguesía francesa de 1789, la clase que representaba a toda la sociedad moderna frente a los representantes de la vieja sociedad: la monarquía y la nobleza. Había descendido a la categoría de un estamento tan apartado de la corona como del pueblo, pretendiendo enfrentarse con ambos e indecisa frente a cada uno de sus adversarios por separado, pues siempre los había visto delante o detrás de sí misma; inclinada desde el primer instante a traicionar al pueblo y a pactar un compromiso con los representantes coronados de la vieja sociedad, pues ella misma pertenecía ya a la vieja sociedad”. (C. Marx. La burguesía y la contrarrevolución. Obras Escogidas Marx y Engels. Volumen I. Moscú. Editorial Progreso. 1980. p. 144).
La burguesía, explica Marx, no llegó al poder como resultado de sus propios esfuerzos revolucionarios, sino como resultado del movimiento de masas en el cual no jugó ningún papel: “La burguesía prusiana fue lanzada a las cumbres del poder, pero no como ella quería, mediante un arreglo pacífico con la corona, sino gracias a una revolución”. (Ibíd., p. 141).
En realidad Wolfe Tone había llegado a una conclusión similar doscientos años antes cuando escribió: “Nuestra libertad debe mantenerse a todo riesgo. Si los hombres con propiedades no nos ayudan, caerán; nos liberaremos nosotros mismos con la ayuda de esa amplia y respetable clase de la comunidad —los hombres que carecen de propiedad—”.
La situación es más clara hoy en día. La burguesía nacional en los países coloniales, Irlanda fue la primera colonia de Inglaterra, entró en la escena histórica demasiado tarde, cuando el mundo ya estaba dividido entre un puñado de potencias imperialistas. No fue capaz de jugar ningún papel progresista y nació completamente subordinada a sus antiguos amos coloniales. La débil y degenerada burguesía de Asia, América Latina y África depende demasiado del capital extranjero y del imperialismo como para hacer avanzar la sociedad. Está atada con mil hilos, no sólo al capital extranjero, también a la clase de terratenientes, con quien forma un bloque reaccionario que representa un baluarte contra el progreso. Cualquier diferencia que pueda existir entre estos elementos resulta insignificante en comparación con el temor que les une frente a las masas. Sólo el proletariado, aliado con los campesinos pobres y los pobres urbanos, puede resolver los problemas de la sociedad en estos países, tomando el poder en sus propias manos, expropiando a los imperialistas y la burguesía, comenzando la tarea de transformar la sociedad en líneas socialistas.
Poniéndose al frente de la nación, dirigiendo a las capas oprimidas de la sociedad (la pequeña burguesía urbana y rural), el proletariado podrá tomar el poder y llevar a cabo las tareas de la revolución democrático burguesa (principalmente la reforma agraria, la unificación del país y la liberación del dominio extranjero). Sin embargo, una vez ha llegado al poder, el proletariado no puede detenerse ahí, debe comenzar a implantar medidas socialistas para expropiar a los capitalistas. Y como estas tareas no se pueden resolver sólo en un país, especialmente en un país atrasado, este debería ser el inicio de la revolución mundial. De este modo, la revolución es “permanente” en dos sentidos: porque comienza con las tareas burguesas y continúa con las socialistas, y porque empieza en un país y continúa internacionalmente.
¿Cómo se aplica esto a la Irlanda contemporánea? No puede haber ilusiones en “etapas” que se deben conseguir antes de que los trabajadores puedan luchar por la toma del poder y comenzar la transformación socialista de la sociedad. La idea de resolver primero la cuestión fronteriza y posponer la lucha por el socialismo, ha demostrado ser durante muchos años una trampa enmascarada como una supuesta política realista. La cuestión fronteriza, y las otras cuestiones sociales, económicas y políticas a las que se enfrenta la sociedad irlandesa no se pueden resolver dentro del marco del sistema capitalista. La burguesía irlandesa no puede jugar un papel progresista para intentar resolver estos problemas. Durante toda su historia ha traicionado infamemente la causa de Irlanda. Está íntimamente ligada al imperialismo británico y estadounidense. Su sistema no puede proporcionar las necesidades básicas de la mayoría, en términos de salud, educación, vivienda y otros requisitos mínimos de la civilización, sólo es un terreno abonado para el sectarismo. La mala hierba del sectarismo, plantada por el imperialismo británico, ha estado regada y abonada por la incapacidad del sistema capitalista de solucionar los problemas de la mayoría de la población. Ni la clase capitalista ni su sistema pueden resolver ninguno de los problemas que tiene Irlanda. Sólo una clase es capaz de jugar un papel revolucionario y esa es la clase obrera. Un movimiento revolucionario de la clase obrera irlandesa no estaría limitado por frontera alguna. La lucha unida de los trabajadores irlandeses sería una inspiración para la clase obrera británica y europea.
Hace cien años la teoría de la revolución permanente se convirtió en la respuesta más completa a la posición reformista y a la colaboración de clases del ala de derecha del movimiento obrero ruso: los mencheviques. Desde entonces, estas ideas quizás hoy sean incluso más relevantes en la situación actual que cuando fueron escritas. Por lo tanto, es necesario reafirmar estas ideas, al menos sus rasgos más importantes.
La teoría de las dos etapas fue desarrollada por los mencheviques y constituía su perspectiva para la revolución rusa. En esencia esta teoría afirma que como las tareas de la revolución eran las tareas de la revolución democrático burguesa, entonces la dirección de la revolución corría a cargo de la burguesía democrática nacional. Por su parte, Lenin estaba de acuerdo con Trotsky en que los liberales rusos no podían llevar a cabo la revolución democrático burguesa y que esta tarea sólo podría ser realizada por el proletariado, aliado con el campesinado pobre. Siguiendo los pasos de Marx, que había descrito al “partido democrático” burgués como “más peligroso para los trabajadores que los anteriores liberales”, Lenin explicó que la burguesía rusa lejos de ser un aliado de los trabajadores, inevitablemente, se pondría al lado de la contrarrevolución.
“La burguesía en masa”, escribía en 1905, “inevitablemente girará hacia la contrarrevolución y contra el pueblo, tan pronto como sus intereses egoístas y estrechos sean cumplidos, cuando esto ocurra ‘reculará’ de la democracia (¡ya lo está haciendo!)”. (Lenin. Collected Works, vol. 9, p. 98).
¿En opinión de Lenin qué clase debía dirigir la revolución democrático-burguesa? “Sólo queda ‘el pueblo’, es decir, el proletariado y el campesinado. Sólo el proletariado puede llegar hasta el final e ir más allá de la revolución democrática. Por eso el proletariado lucha en primera línea de frente por una república y rechaza desdeñosamente el consejo estúpido e indigno de la burguesía ya que tiene en cuenta la posibilidad de que ésta última recule”. (Ibíd.,)
Lenin en todos sus discursos y escritos insiste una y otra vez en el papel contrarrevolucionario de los liberales democrático burgueses. Sin embargo, hasta 1917 no creyó que los trabajadores rusos pudieran llegar al poder antes de que triunfara la revolución socialista en occidente, perspectiva que sólo Trotsky defendía antes de 1917 y que Lenin adoptó completamente en sus Tesis de Abril. La corrección de la revolución permanente se demostró triunfalmente en la propia Revolución de Octubre.
Connolly describió muy bien las fuerzas de clase presentes en la revolución irlandesa y en la lucha por la liberación nacional: “Sólo la clase obrera irlandesa es la heredera incorruptible de la lucha por la libertad en Irlanda”.
En la revolución permanente Trotsky explica también esta idea, en la época moderna sólo la clase obrera puede resolver las tareas de la revolución democrático-burguesa, incluida la cuestión nacional, y eso sólo lo puede hacer tomando el poder en sus propias manos. Esta perspectiva demostró ser correcta en 1917 cuando el proletariado ruso tomó el poder en un país atrasado y predominantemente campesino. La clase obrera rusa unió sus fuerzas con los trabajadores de las nacionalidades anteriormente oprimidas y comenzó la tarea de la transformación socialista de la sociedad. Es verdad que finalmente no tuvieron éxito debido al aislamiento de la revolución en unas condiciones de atraso terribles. Pero esa es otra cuestión.
Lo importante es que una vez había tomado el poder, el proletariado ruso solucionó fácilmente la cuestión nacional, como un producto derivado de la revolución socialista.
Lo que es verdad para Rusia era cien veces más verdad para Irlanda, incluso hace un siglo. Como explicó Connolly, la burguesía y la pequeña burguesía no podían solucionar la cuestión nacional en Irlanda, porque estaban atadas con mil lazos a la burguesía británica. La clase obrera era la única fuerza capaz de resolver estas tareas democrático nacionales, pero sólo en el proceso de transformación socialista de la sociedad, como parte de la revolución socialista.
SEGUNDA PARTE
El papel histórico del nacionalismo burgués
En todas partes podemos ver cómo la burguesía “nacional” no ha conseguido resolver la cuestión nacional. Irlanda no es una excepción. La historia de Irlanda desde el siglo XVIII demuestra que la burguesía no es capaz de llevar a cabo una lucha seria contra el imperialismo o de resolver la cuestión nacional. La burguesía irlandesa, débil y desdentada, llegó demasiado tarde a la escena histórica. Era incapaz de competir con el gigante del otro lado del mar, que en cualquier caso estaba decidido a impedir el ascenso de un poderoso rival como era Irlanda, al que quería mantener como una colonia agraria atrasada.
Desde el principio la burguesía irlandesa fue incapaz de jugar un papel independiente o de desarrollar Irlanda como una nación fuerte e independiente. Siempre se contentó con jugar el papel de segunda fila respecto a los terratenientes, banqueros y capitalistas ingleses, mientras se quejaba de su situación de desventaja. En cada uno de los momentos decisivos traicionó la causa de Irlanda en favor de sus propios intereses económicos. Sólo en raras ocasiones apoyó a regañadientes la lucha contra el dominio inglés, pero sólo lo hizo para mantener controladas a las masas, para ponerles un freno y finalmente venderlas a Inglaterra.
Por lo tanto, es imposible comprender la lucha de liberación nacional sin analizar su contenido de clase. En sus escritos descubrimos que Connolly, Lenin y Trotsky adoptaron la misma actitud hacia la burguesía nacional. Connolly escribía lo siguiente: “Los trabajadores lucharon, los capitalistas vendieron y los abogados estafaron”. (J. Connolly. Las clases trabajadoras en la historia de Irlanda. Madrid. Alberto Editor. 1974. p. 74). Estas palabras resumen los doscientos años de historia irlandesa que van hasta el momento actual. Ya en el siglo XVIII, y merece la pena repetirlo, el gran demócrata revolucionario irlandés Wolfe Tone, afirmó que Irlanda sólo podría ser liberada por “los hombres que no tienen propiedad”. Escribía lo siguiente: “Nuestra libertad debe haberse enfrentado a todos los peligros. Si los hombres de la propiedad no nos ayudan entonces deben caer; nos liberaremos nosotros mismos con la ayuda de esa clase respetable y grande de la comunidad —los hombres sin propiedad—”.
¡Qué palabras tan proféticas! No es casual el comportamiento de los dirigentes nacionalistas burgueses durante toda la historia. Comenzando con Henry Grattan, los acomodados defensores del nacionalismo irlandés siempre han defendido sus propios intereses de clase y han preferido negociar con sus amos imperialistas que permitir que el poder pase a los trabajadores y campesinos pobres irlandeses. Hasta el día de hoy, los veintiséis condados (la actual República de Irlanda) tuvieron durante ochenta años una caricatura de “independencia”, pero su burguesía se siente más cómoda con los ricos y poderosos de Inglaterra que con su propia clase obrera, sin hablar del movimiento de los seis condados (Irlanda del Norte) que cuenta con todas las desventajas.
La verdadera historia de la lucha de liberación nacional en Irlanda comienza con la Revolución Francesa. El destino de Irlanda se ha ido moldeando repetidamente con los acontecimientos revolucionarios mundiales. Incluso antes de la Revolución Francesa, el primer impulso del movimiento de liberación nacional irlandés llegó con la Revolución Americana. La pérdida de las colonias norteamericanas demostró que Inglaterra no era invencible. También predispuso a Londres a hacer concesiones ante la emergente burguesía irlandesa, como por ejemplo las Leyes de Navegación de 1778. Envalentonada, la burguesía irlandesa, principalmente la protestante, presionó para conseguir más derechos. En 1779, cuando se reunió el parlamento de Dublín, todos los parlamentarios prometieron vestir sólo ropas manufacturadas en Irlanda. Esto demostraba los verdaderos intereses de estos caballeros que organizaron a los Voluntarios Irlandeses, una fuerza armada que llegó a tener 80.000 hombres, que juraron defender los derechos de Irlanda frente a Inglaterra.
Sin embargo, desde el principio a la burguesía irlandesa sólo le preocupó su estrecho punto de vista de clase. Los “derechos” a los que aspiraba principalmente estaban relacionados con sus intereses comerciales. El parlamento irlandés aprobó una moción declarando que “sólo el libre comercio podría salvar a esta nación de una futura ruina”. La débil administración de Lord North en Londres, escarmentada por la derrota en Norteamérica, dio marcha atrás y concedió libertad comercial a Irlanda. La pleamar de la “Irlanda protestante” llegó en 1782 cuando los Voluntarios proclamaron en Dungannon lo que ahora es conocido como el “Parlamento de Grattan”. De nuevo Londres parecía ceder, con lo cual la burguesía irlandesa demostró su gratitud entregando cien libras a la armada británica y otras cincuenta a Henry Grattan que se suponía tenía que cerrar el acuerdo. Este pequeño detalle demuestra el carácter cobarde y vandálico de la burguesía irlandesa, que se comportó como un perro fiel lamiendo la mano del amo que le había arrojado un hueso. También demuestra que los servicios de aquellos que pretendían representar la “libertad irlandesa” siempre llevaban una etiqueta con el precio a pagar.
Grattan hizo un famoso discurso que terminaba de la siguiente forma: “Irlanda es ahora una nación. Con ese carácter yo la saludo e inclinándome en su augusta presencia digo: esto perpetua”. En realidad sólo eran palabras vacías. El parlamento de Grattan sólo duró dieciocho meses. La “nueva constitución” descansaba sobre un parlamento intacto de adinerados protestantes. ¿Cómo podía ocurrir esto cuando la gran mayoría de la población irlandesa estaba formada por católicos y campesinos oprimidos? Era un parlamento corrupto. Esto es lo que Connolly escribió sobre Grattan:
“El señor Grattan habría concedido el voto a cualquier hombre que fuese propietario, independientemente de su religión, oponiéndose a su extensión a cualquier hombre carente de propiedad. En la Cámara de los Comunes irlandesa denunció virulentamente a los Irlandeses Unidos (United Irishmen) […] por proponer el sufragio universal, el cual, declaró, arruinaría al país y destruiría todo orden.
"Puede verse que el señor Grattan era el hombre de Estado capitalista ideal; su espíritu era la encarnación del espíritu de la burguesía. Cuidaba más por los intereses de la propiedad que por los derechos del hombre o por la supremacía de cualquier religión”. (J. Connolly. Las clases trabajadoras en la historia de Irlanda. Madrid. Alberto Editor. 1974. p. 77).
Estas líneas expresan acertadamente la naturaleza de todos los nacionalistas burgueses en cualquier parte, no sólo en Irlanda. Su tendencia inevitable hacia la traición y el compromiso con el imperialismo no es un accidente. Surge de sus intereses de clase y de su posición como explotadores de la clase obrera y el campesinado. Es imposible comenzar a comprender la historia de la lucha nacional irlandesa a menos que lo hagamos desde un punto de vista de clase. Ese siempre fue el punto de vista del marxista James Connolly.
“El parlamento de 1782” fue considerado por los verdaderos revolucionarios irlandeses como una traición, de igual forma se podría calificar el actual proceso de paz. Fue un acuerdo al que llegó la dirección burguesa con Londres a espaldas de la población y en contra de sus intereses. En contraste, los elementos más avanzados de la sociedad irlandesa, inspirados por la Revolución Francesa, apostaron por una solución revolucionaria basada en el movimiento de las masas —los “hombres sin propiedad”—.
En septiembre de 1791 Theobald Wolfe, que procedía de un entorno protestante, publicó un panfleto titulado: Un argumento a favor de los católicos de Irlanda. Este panfleto, con su espíritu revolucionario y su caracterización mordaz de la “gloriosa revolución de 1782” fue deliberadamente boicoteado por los nacionalistas burgueses irlandeses y no se publicó hasta 1897. Esta es la forma típica en que la burguesía y los nacionalistas pequeño burgueses intentan distorsionar y suprimir la verdadera historia de la lucha de liberación nacional irlandesa, además de ocultar su naturaleza de clase. Wolfe Tone es presentado como un “icono” revolucionario, pero ahogan y ocultan la verdadera naturaleza de sus ideas a la nueva generación de jóvenes irlandeses, exactamente lo que ha ocurrido con Connolly.
Escribiendo sobre Wolfe Tone, e inconscientemente sobre sí mismo, Connolly señala: “Los apóstoles de la liberad a veces después de su muerte son idolatrados, pero en vida son crucificados”. El deber de los marxistas irlandeses debe ser rescatar la memoria de los grandes dirigentes y mártires revolucionarios del pasado, además de explicar a la nueva generación las tradiciones del pueblo irlandés. Esa es la única forma de apartar finalmente al movimiento del dominio pernicioso de la burguesía y el nacionalismo de clase media, es la condición previa para la victoria.
Los Irlandeses Unidos
Desde el principio, la política de los nacionalistas burgueses fue desafiada por hombres y mujeres valerosos que comprendieron la necesidad de unir la lucha de liberación nacional con la lucha por la liberación social. Wolfe Tone escribe lo siguiente en su panfleto: “La revolución de 1782 fue el negocio más grotesco e imperfecto que jamás haya ridiculizado un glorioso epíteto, asumiéndolo indignamente. Para ningún irlandés es agradable hacer semejante concesión, pero no puede favorecerse que la verdad salga malparada. Es mucho mejor que sepamos y sintamos nuestra verdadera situación, que engañarnos a nosotros mismos o ser estafados por nuestros enemigos con elogios que no merecemos o imaginarias bendiciones de las que no gozamos”. (J. Connolly. Ibíd., pp. 79-80).
¡Qué relevantes suenan hoy estas líneas! La tendencia a adornar la realidad y ocultar las cosas con nombres falsos (“revolución”, “liberación nacional”, “lucha armada”, etc.,) ha sido una característica constante de la historia de Irlanda desde los días de Wolfe Tone. Es necesario atravesar esta densa niebla y —como James Connolly— llamar a las cosas por su verdadero nombre.
“La revolución de 1782”, escribe Connolly, “fue una revolución que dio a los irlandeses la posibilidad de vender su honor, su integridad y los intereses de su país, a un precio mucho más alto; fue una revolución que, mientras dobló de un golpe el valor de cada traficante de las ciudades del reino, dejó esclavos tal y como los encontró, a las tres cuartas partes de nuestros compatriotas, y que dejó el gobierno de Irlanda en las manos infames, inicuas y despreciables que se habían pasado la vida degradándola y saqueándola; es más, algunos de los cuales decidida aunque desesperadamente, habían dado su último voto contra nuestra famosa revolución”. (Ibíd., p. 80).
Los Irlandeses Unidos vinculaban la lucha de liberación nacional con las tareas de la emancipación social de las masas. Connolly citaba el movimiento como “un partido revolucionario que declaraba abiertamente sus simpatías revolucionarias pero que limitaba su primera demanda a una medida popular que emancipase a las masas en cuyo apoyo descansaba su éxito final”. (Ibíd., p. 106)
Inspirados por los ideales democráticos revolucionarios de la Revolución Francesa, Tone y los Irlandeses Unidos exigieron una representación equitativa de toda la población en el parlamento, independientemente de su clase o credo. Llevaron a cabo una guerra de clases contra la aristocracia. El movimiento de unidad de las masas aterrorizaba a la aristocracia y a los propietarios —ingleses e irlandeses, católicos y protestantes—. Los Irlandeses Unidos no eran nacionalistas miopes, sino demócratas revolucionarios e internacionalistas que buscaban activamente —y lo consiguieron— contactos con los revolucionarios, no sólo en Francia, también en Inglaterra y Escocia. Belfast era entonces un semillero de la revolución y el origen de la primera sociedad de Irlandeses Unidos. Elaboraron un programa revolucionario con reivindicaciones democráticas, incluido el derecho a voto para toda la población, no hacían distinción entre los que pagaban impuestos y los que no. Como comenta Connolly:
“Ninguna otra cosa habría conseguido hacer que las masas protestantes y católicas estrechasen sus manos por encima del sangriento sacrificio de los odios religiosos, ninguna otra obtendrá ese mismo resultado entre los obreros irlandeses”. (Ibíd., p. 106).
Los Irlandeses Unidos, como explicaba Connolly, eran demócratas revolucionarios e internacionalistas. Defendían una revolución popular que uniera a todas las masas oprimidas de Irlanda, independientemente de sus diferencias religiosas:
“El trabajador y el arrendatario protestantes aprendieron que el Papa de Roma resultaba un peligro muy irreal e insignificante comparado con el poder social de su empresario o terrateniente, y en el arrendatario católico nació la percepción del hecho de que, bajo el nuevo orden social el terrateniente católico representaba menos la misa que la renta” (Ibíd., p. 96).
Al final, como dijo Connolly, el movimiento de los Voluntarios fue un “capítulo de grandes oportunidades perdidas, de confianza popular traicionada”. Y al mismo tiempo, se podría decir lo mismo de la lucha de liberación nacional irlandesa desde entonces hasta el día de hoy. A pesar de todo su heroísmo, los Irlandeses Unidos fueron derrotados. ¿Por qué? Por que en el momento de la verdad, las lealtades de clase siempre demuestran ser más poderosas que la afiliación religiosa o nacional. Los ricos propietarios irlandeses sentían, correctamente, que tenían mucho más en común con las clases propietarias inglesas que con los revolucionarios pobres irlandeses.
La insurrección, que fue dirigida por los demócratas revolucionarios protestantes, representando a los “hombres sin propiedad”, fue traicionada por un comerciante de seda católico, Thomas Reynolds, que advirtió al gobierno y le dio una copia del periódico del Ejecutivo Supremo de los Irlandeses Unidos, demostrando que por lo menos 279.000 hombres estaban preparados para sublevarse. La insurrección fue abortada y sus seguidores sometidos a la mayor de las barbaridades. Los campesinos fueron torturados para que revelaran los lugares donde se ocultaban las armas. Tone se cortó el cuello para evitar ser colgado. Un contemporáneo recuerda lo siguiente:
“Muchos fueron azotados porque tenían en su poder picas, todos menos el delator fueron descubiertos. No he visto ninguno de estos azotamientos, pero es terrible escuchar la perseverancia de estos locos. Algunos han recibido trescientos azotes antes de decir donde estaban ocultas las picas”. (P. Johnson. Ireland, a Concise History, p. 81).
Después de la aniquilación de los Voluntarios (el ‘ala militar’ de los Irlandeses Unidos) en marzo de 1793, el movimiento pasó a la clandestinidad e inició un período de reconstrucción. Se basaron en el radicalismo social y, siguiendo el consejo de Wolfe Tone, comenzaron a alistar a los “hombres sin propiedad”, los jornaleros y los asalariados que ya estaban bien organizados, especialmente en la zona de Dublín. Se formó una red de “clubes de lectura” de trabajadores, influenciados por la Revolución Francesa y la Declaración de los derechos del hombre de Thomas Paine.
“Divide y vencerás”
Los imperialistas británicos sufrieron una fuerte conmoción en 1798 y decidieron que debían dar pasos serios para asegurar que no se repetiría una situación similar. El Acta de la Unión de 1801 puso a Irlanda bajo el gobierno directo de Westminster. Pero los acontecimientos revolucionarios de 1798 hicieron a la clase dominante británica ser consciente de la amenaza mortal que suponía un movimiento unificado de protestantes y católicos irlandeses. Por esa razón todos sus esfuerzos se concentraron en destruir esa unidad.
Organizaron un reino de terror principalmente contra el campesinado católico. Pero el arma principal utilizada por Inglaterra para destruir la revolución irlandesa fue el fomento de las divisiones entre católicos y protestantes. En palabras del general Knox, el comandante de la guarnición británica en Irlanda: “He dispuesto todo para incrementar la animosidad entre los orangistas y los irlandeses unidos. De esa animosidad depende la seguridad de los condados del norte”. (Citado por Liam de Paor, Divided Ulster, p. 57).
La Orden de Orange nació en Armagh en 1795 como parte de una campaña para aterrorizar a los católicos y negarles todos los derechos ciudadanos. Sin embargo, la Orden no sólo iba dirigida contra los católicos, también estaba dirigida contra los protestantes “desleales”. Durante los años previos a la rebelión de 1798 contó con el apoyo activo del estado británico, precisamente para introducir una cuña entre los católicos y los protestantes.
Se eligió el 12 de julio como la fecha clave para las celebraciones protestantes, aparentemente marcaba el aniversario de la Batalla de Boyne, pero la verdadera razón era proporcionar un aliciente alternativo a la celebración del día de la Bastilla. Desde el principio las celebraciones del 12 de julio estuvieron marcadas por los ataques sectarios contra los católicos. En 1795 más de 7.000 católicos fueron expulsados de Armagh a causa de los pogromos de la Orden de Orange. No es muy conocido que muchas familias católicas expulsadas fueron protegidas por los Irlandeses Unidos Presbiterianos en Belfast y más tarde en Antrim y Down, y (lo más importante) la dirección protestante de los Irlandeses Unidos envió abogados para defender a las víctimas de los ataques orangistas. También enviaron misiones especiales a la zona para intentar minar la influencia de la Orden de Orange.
En esa época existía una lucha encarnizada entre los terratenientes y los arrendatarios de la zona. Al comentar esta situación, el arzobispo anglicano de Armagh dijo lo siguiente: “lo peor de esto es que mantiene la unidad entre protestantes y papistas, y ocurra lo que ocurra, adiós al interés inglés en Irlanda”.
La Orden de Orange jugó un papel clave en el aplastamiento de la rebelión de 1798. En aquella época el general John Knox describía a la Orden de Orange como “la única barrera que tenemos frente a los Irlandeses Unidos”, después de fracasar la rebelión escribía: “la institución de la Orden de Orange ha tenido un uso infinito”.
Paradójicamente, la Orden de Orange originalmente se oponía a la unión, mientras que la Iglesia Católica la apoyaba. Los obispos y sacerdotes católicos, no durante mucho tiempo, apoyaron a las autoridades británicas frente a los Irlandeses Unidos porque sus ideas revolucionarias y ateas eran un anatema para ellos. En enero de 1799 una asamblea de obispos católicos aceptó una oferta del gobierno para la financiación estatal del clero católico, a cambio de permitir al estado confirmar las elecciones episcopales y el nombramiento de los párrocos. Al final por supuesto no recibieron nada.
Hoy nos basamos firmemente en las tradiciones revolucionarias de Wolfe Tome y los Irlandeses Unidos. Comprendemos que Irlanda nunca estará unida y será libre hasta que la clase obrera se ponga a la cabeza de la lucha de liberación nacional y la vincule firmemente con la tarea de la revolución social. También entendemos que la condición previa para la transformación socialista de la sociedad es la máxima unidad de la clase obrera, dejando a un lado la nacionalidad, la religión y el género.
Es absolutamente falso, derrotista y reaccionario decir que es imposible conseguir la unidad de los trabajadores católicos y protestantes. Los Irlandeses Unidos, Connolly y Larkin ya lo consiguieron en el pasado. No hay razón alguna para que no se pueda conseguir de nuevo. Es necesaria una lucha basada en reivindicaciones sociales y de clase que sean capaces de unir a la clase obrera contra los terratenientes y el capitalismo. Hace falta una política de clase. Por citar a Connolly:
“Para realizar esta unión y convertirla en una fuerza viva en la vida de la nación, se requería la actividad de un revolucionario con suficiente capacidad de estadística como para encontrar un punto común en el que pudiesen unirse los dos elementos, y algún gran acontecimiento dramático para llamar la atención de todos ellos y encender en ellos un sentimiento común”. (Ibíd., p. 96).
La lección fundamental de la historia irlandesa desde 1798 es bastante clara: la división entre católicos y protestantes fue el arma principal utilizada por el imperialismo y la reacción para debilitar y socavar la lucha de la población por su emancipación social y nacional. La conclusión es igualmente ineludible: cada paso que tienda a incrementar la unidad de la clase obrera de las dos comunidades es progresista y debe ser apoyado, cada acción que tienda a intensificar las divisiones sirve a los intereses del imperialismo y la reacción, y debe ser rechazada.
Después de la derrota de los Irlandeses Unidos en 1798 llegó la llamada conspiración Emmet, con un contenido incluso más claramente democrático, internacional y popular. Tenía una composición más obrera. Lo más significativo, una vez más, es que el movimiento fue traicionado por los “nacionalistas” católicos de clase media. El reverendo Thomas Barry, párroco de Mallow, descubrió el complot en una confesión y ordenó a su feligrés denunciarlo ante el ejército.
“Emmet es el más idolatrado, el más universalmente alabado de todos los mártires irlandeses. Por consiguiente, merece destacarse que, en la proclamación que redactó para publicar en nombre del ‘Gobierno Provisional de Irlanda’, el primer artículo decreta la total confiscación de la propiedad eclesiástica y su nacionalización, y el segundo y tercer capítulos prohíben y declaran inválida la cesión de toda la propiedad terrateniente, títulos, obligaciones y efectos públicos hasta que se establezca el gobierno nacional y se declare sobre ellas la voluntad nacional.
Esto establece, de este modo, dos cosas; a saber: que Emmet creía que la ‘voluntad nacional’ era superior a los derechos de propiedad y podía abolirlos a voluntad; y también que entendía que no puede esperarse que las clases productoras se agrupasen para la revolución, a menos que se les diese a entender que significaba su libertad de la esclavitud, tanto social como política”. (J. Connolly. Ibíd., p. 114)
Estas líneas tienen una importancia crucial. Su significado es bastante claro y no contienen ambigüedades: la lucha por la libertad política —incluida la liberación nacional— es impensable si no está vinculada con la emancipación social de la clase obrera. Su opinión de Emmet es bastante diferente de la que tienen los elogiadores profesionales que habitualmente se arremolinan como buitres alrededor del ataúd de un revolucionario muerto: “cada aniversario de Emmet que pasa, sigue trayéndonos consigo una cosecha de oradores que todo lo saben sobre el martirio de Emmet, pero nada sobre sus principios”. (Ibíd., pp. 113-114). Estas líneas se pueden aplicar igualmente al destino histórico del propio Connolly.
La emancipación católica
La opresión nacional del pueblo irlandés fue más encarnizada por la introducción del elemento religioso después de la Reforma. En el siglo XIX la recaudación obligatoria de un impuesto religioso (el diezmo) por parte de la Iglesia Protestante Episcopaliana se convirtió en una medida brutal, detestada por el campesinado católico. El clero protestante recogía este odiado impuesto acompañado por la policía y los soldados. Los campesinos se resistían y esto provocó enfrentamientos con el ejército, en éstos los campesinos caían heridos o muertos. Las masas organizadas en sociedades secretas como las de Ribbon y Whiteboy se resistían a estas imposiciones, pero los políticos de clase media que hablaban en nombre del pueblo irlandés no apoyaron este movimiento.
En 1818 la iglesia protestante fundó una sociedad para desarrollar la lengua irlandesa como una forma de conseguir conversiones. Sus miembros desafiaban a los sacerdotes católicos con debates en gaélico sobre diferencias doctrinales. El resultado de este interés protestante por el gaélico fue que la Iglesia Católica se volcó en la enseñanza del inglés en las escuelas elementales. Esto selló el destino del irlandés como lengua hablada. La extensión de la educación minó la influencia del gaélico que más tarde se vio diezmado una vez más por los efectos de la emigración de masas provocada por la hambruna.
Daniel O’Connell era el típico político de clase media explotador del pueblo irlandés —“aquellos snobs bien alimentados”— como los describía Connolly, que se basaban en las masas para ascender en su carrera y después las abandonaban cuando sus intereses estaban satisfechos. Su primer acto fue repudiar a Wolfe Tone y sus compañeros calificándoles de “criminales”:
“’Respecto a 1798’, decía O’Connell, ‘renunciamos a los débiles y malvados que consideraron la fuerza y la violencia sanguinaria parte de sus recursos para mejorar nuestras instituciones, e igualmente los desgraciados y crueles que fomentaron la rebelión y la explotaron… Abandonamos a esta clase de bellacos al desprecio e indignación de la humanidad’”. (P. Johnson. Ireland, a Concise History, p. 92).
O’Connell se benefició de la oleada de agitación que inundó Inglaterra a principios de los años treinta del siglo XIX. Esto a su vez era un reflejo parcial de la Revolución de Julio en Francia que derrocó a los Borbones en 1830. Como siempre, la reforma democrática en Gran Bretaña era un subproducto de la revolución en Europa. Pero las concesiones de la clase dominante siempre eran parciales y mezquinas. El Acta de Reforma de 1832 para Irlanda no democratizaba el voto sino que lo restringía a los propietarios de diez libras en las ciudades y veinte en los arrendatarios de los condados. Esta medida sólo concedía el derecho a voto a la clase media católica urbana, preparando el camino para el Acta de Reforma Municipal de 1840 que abolía las antiguas y corruptas corporaciones protestantes y permitía a los católicos gobernar las ciudades. El propio O’Connell fue alcalde de Dublín.
Este oportunista astuto y sin principios se basó en las masas irlandesas para avanzar en su propia carrera, hablaba en reuniones de masas con más de 250.000 personas, exigiendo un parlamento irlandés, pero lo único que hacía era defender los intereses de clase capitalista contra los trabajadores y los pobres. En el parlamento inglés, este representante consumado del Capital se opuso a la introducción de las Leyes Fabriles que tenían como objetivo aliviar la carga del trabajo, su argumento era que “’ellos (el parlamento), habían legislado contra la naturaleza de las cosas y contra el derecho de la industria. Que no sean’, dijo, ‘culpables de la infantil insensatez de regular el trabajo de los adultos ni se pongan a pasear ante el mundo su ridícula humanidad’”. (J. Connolly. Ibíd., p. 158).
Mientras hacía discursos demagógicos apelando al nacionalismo irlandés, O’Connell intrigaba con el establishment inglés. Su mentalidad se puede ver en un discurso pronunciado en Mullingar el 14 de mayo de 1843:
“Ellos dicen que queremos la separación de Inglaterra, pero lo que yo quiero es impedir esta separación. No existe un hombre más leal que yo a la reina, ¡Dios salve a la reina! La situación actual de Irlanda no puede durar mucho más, si la población de Irlanda no tuviera una persona como yo para dirigirla por los senderos de la paz y el esfuerzo constitucional, me temo el resultado (¡bien!). Mientras que yo viva estaré dispuesto a ayudar al trono (¡bien, muy bien!)”. (P. Johnson. Ireland, A Concise History, p. 94).
Esta es la auténtica voz de la burguesía irlandesa, sin principios, reaccionaria, cobarde y rastrera. El movimiento para obtener derechos de los católicos tenía el objetivo de mejorar la posición y el ascenso de personas como O’Connell, y no en beneficio de las masas como correctamente señala Connolly:
“Las clases medias, profesionales y terrateniente católicas, con la Emancipación Católica tuvieron abierto el camino hacia todos los puestos más remunerativos del gobierno; los católicos de la clase pobre, como resultado de la misma ley, fueron condenados al exterminio…”. (J. Connolly. Ibíd., p. 130).
Como podemos ver en un testimonio de los trabajadores de la Asociación Ribbon, las masas irlandesas después de la Emancipación no estaban en una situación mejor que la de antes:
“¿Qué ha hecho de bueno la Emancipación por nosotros? ¿Estamos mejor vestidos o alimentados, están nuestros hijos mejor vestidos o alimentados? ¿No estamos tan desnudos como estábamos y comiendo patatas secas cuando podemos conseguirlas? Digamos a los granjeros que nos den mejor alimento y mejores salarios y que no den tanto al terrateniente y más al trabajador; no debemos dejar que echen de la tierra a la gente pobre”. (J. Connolly. Ibíd., p. 134).
Aquí está la verdadera voz del pueblo irlandés, no los argumentos de los abogados lustrosos de los nacionalistas de clase media, que bajo la capa de “patriotismo” siempre ocultan el egoísmo más descarado y cínico. Connolly observa agudamente:
“Difícil es ver cómo la prometida Abolición de la Unión podía haber sido de utilidad alguna vez en el futuro, para los hombres de Clare, muertos de hambre, especialmente cuando sabían que sus padres habían padecido hambre, desahucio y tiranía tanto antes como después de la Unión”. (Ibíd., p. 133).
Esto demuestra el abismo que siempre ha separado a los socialistas del nacionalismo. Nuestro punto de vista siempre ha tenido un contenido de clase. Nuestro objetivo es la emancipación social y política de la clase obrera, como la única forma de garantizar una vida decente para todos. Nosotros luchamos por la liberación nacional como parte de una lucha más amplia contra el capitalismo y el imperialismo a escala mundial. Bajo ninguna circunstancia aceptaremos la subordinación de la lucha por los intereses de la clase obrera ante los supuestos intereses de la nación, una fórmula artificial que intenta ocultarse de la lucha interminable entre el Capital y el Trabajo. Una vez más esta siempre fue la posición de Connolly:
“Se podría decir que el ideal de la república socialista, implicando una revolución política y económica completa, seguro alejaría a todos los seguidores aristócratas y de clase media que temen la pérdida de su propiedad y privilegios. ¿Qué significa esta objeción? ¡Que debemos conciliarnos con las clases privilegiadas de Irlanda! Pero sólo podéis acabar con su hostilidad garantizándoles una Irlanda libre para sus privilegios y que no ‘interfiera en ellos’. Es como decir, debéis garantizar que cuando Irlanda esté libre de la dominación extranjera, los soldados irlandeses con su casaca verde guardarán las conquistas fraudulentas de los capitalistas y terratenientes de las ‘delgadas manos de los pobres’, tan implacablemente y tan eficazmente como hacen hoy los emisarios de casaca escarlata de Inglaterra.
Sobre ninguna de estas bases las clases se unirán con vosotros. ¿Suponéis que las masas luchan por este ideal?” (Shan Van Vacht, enero 1897).
TERCERA PARTE
Feargus O’Connor y los fenianos
La historia ha demostrado que a la burguesía sólo le preocupa sus propios intereses de clase, que sencillamente utiliza la bandera nacional para ocultar este hecho y desorientar a las masas, hasta el momento en que finalmente las apuñala por la espalda. Cuando Feargus O’Connor, un demócrata irlandés sincero, intentó convencer a O’Connell, pronto se dio cuanta de la verdadera situación:
“Se esforzó encarecidamente por inculcar en O’Connell este punto de vista, para ver sólo que en éste último el sentimiento de clase era mucho más fuerte que el deseo de la libertad nacional irlandesa, y que él, O’Connell, se consideraba mucho más consanguíneo de la clase poseedora de Inglaterra que de la clase obrera de Irlanda”. (J. Connolly. Ibíd., p. 159).
Este es el punto central de la cuestión. Lo que es decisivo es el interés de clase. En última instancia, la burguesía de cualquier nación siempre se unirá con la burguesía de un estado “enemigo” contra su propia clase obrera. A pesar de toda la demagogia “patriótica” y teatral, personas como O’Connell (en la historia irlandesa ha habido muchos O’Connell y en la actualidad también los hay) siempre se sentirán más cómodos con los banqueros, abogados y empresarios de Londres que con la clase obrera de su propio país. Por esa razón cuando los acusamos de “traicionar a la causa”, también debemos añadir que, en realidad, siempre han sido y lo siguen siendo hoy en día, extraordinariamente fieles a su causa: la causa de la renta, el interés y el beneficio.
La lucha nacional del pueblo irlandés durante el siglo XIX se desarrolló en un contexto de caída del nivel de vida y aumento de la lucha de clases. Marx señaló que entre 1849 y 1869, mientras que los salarios en Irlanda habían aumentado un 50 ó 60 por ciento, los precios de las necesidades básicas se habían más que doblado. La pobreza y el hambre se extendieron. En Gran Bretaña existía una situación similar. Podemos ver que existían las bases para una alianza revolucionaria de la clase obrera inglesa e irlandesa, como correctamente señalaron Marx y Connolly. Pero los fenianos eran odiados por los nacionalistas irlandeses adinerados y la Iglesia Católica que los condenó. El Arzobispo de Dublín, Paul Cullen, incluso les negó la asistencia a los sepelios cristianos. Connolly a este respecto comenta lo siguiente:
“Es notorio que el fenianismo fuese considerado con aversión no disimulada, por no decir furibundo odio, no simplemente por los terratenientes y la clase dominante, sino por el clero católico, los católicos de la clase media y la gran mayoría de las clases agrícolas. De hecho, sólo encontró apoyo entre los más jóvenes y más inteligentes de la clase trabajadora, de los jóvenes de las grandes villas y ciudades metidos en los caminos más humildes de la vida mercantil, de las clases artesana y obrera”. (Ibíd., p. 204. El énfasis en el original).
Los fenianos eran el sector más avanzado del movimiento democrático revolucionario irlandés. Eran heroicos y mostraban inclinaciones socialistas, pero también cometieron errores. Marx y Engels naturalmente los apoyaron pero al mismo tiempo criticaron duramente sus tácticas aventureras, sus tendencias terroristas, su estrechez nacional y su negativa a aceptar la necesidad de vincular la lucha al movimiento obrero irlandés. El 29 de noviembre de 1867 Engels escribía a Marx en los siguientes términos:
“En cuanto a los fenianos estás en lo correcto. La brutalidad inglesa no nos debe hacer olvidar que los dirigentes de esta secta son en su mayor parte asnos y en parte explotadores y no debemos de ninguna forma hacernos responsables de las estupideces que ocurren en cada conspiración”.
Engels pronto comprobó que estaba en lo cierto. Sólo dos semanas más tarde, el 13 de diciembre de 1867, un grupo de fenianos provocó una explosión en la prisión Clerkenwell de Londres en un intento infructuoso de liberar a sus compañeros encarcelados. La explosión destruyó varias casas vecinas e hirió a 120 personas. Como era de prever, el incidente desató una oleada de sentimiento anti-irlandés entre la población. Al día siguiente Marx escribió indignado a Engels:
“La última hazaña de los fenianos en Clerkenwell es una estupidez monumental. Las masas de Londres, que habían demostrado gran simpatía hacia Irlanda, se irritarán ahora y serán arrojadas a los brazos del partido gubernamental. No se puede esperar que los proletarios de Londres se dejen hacer volar por los aires para mayor gloria de los emisarios fenianos.”. (Marx y Engels. Correspondencia Marx-Engels. Barcelona. Grijalbo. 1976. Pág. 406).
Unos pocos días más tarde, el 19 de diciembre, Engels respondió de la siguiente forma: "La estupidez de Clerkenwell fue claramente obra de unos fanáticos miopes; lo malo de todos los complots es que conducen a semejantes estupideces, porque ‘hay que hacer algo, hay que emprender algo’. Particularmente en América se habló mucho de explosiones e incendios, y ahora unos asnos cometen semejantes absurdos. Además, estos caníbales son en su mayoría unos cobardes tremendos, como el Sr. Allen, quien, al parecer, ha tenido tiempo de convertirse en testigo de la acusación. Fuera de todo esto, ¿qué idea es ésa de liberar Irlanda incendiando las sastrerías de Londres?" (Ibíd. p. 408).
Debemos apreciar y respetar la memoria de los fenianos, pero no debemos repetir sus errores. Las tácticas del terrorismo individual alejaron a la clase obrera inglesa y demostraron ser completamente contraproducentes. En lugar de avanzar en la causa irlandesa la perjudicaron. Desgraciadamente, el ala de derecha del movimiento republicano ha repetido todos los errores durante el último período y ha conseguido unos resultados incluso peores. La idea de que "después de todo hay que hacer algo" no constituye una estrategia o una política, y, a pesar de su llamamiento a los elementos impacientes, siempre tiene consecuencias muy negativas para el movimiento en su conjunto. El camino del infierno está lleno de buenas intenciones.
Michael Davitt y la Liga Agraria
Durante todo este período la clase terratenitente en Irlanda formaba un baluarte de la reacción en la propia Gran Bretaña. En el campo irlandés estalló una rabiosa guerra de clases y la cuestión nacional estaba inseparablemente unida a la cuestión agraria. En la segunda mitad del siglo XIX la cuestión agraria se convirtió en la cuestión más apremiante de Irlanda. Gladstone hizo concesiones con la esperanza de conseguir el apoyo del grupo irlandés en el parlamento de Westminster. La Ley Agraria de 1870 era una tímida reforma destinada a mejorar la suerte del oprimido campesinado irlandés. Pero el colapso de los ingresos de los campesinos irlandeses debido a la depresión económica hizo que los campesinos en realidad no ganaran nada con ella. ¿Qué utilidad tenían los derechos de los inquilinos si éstos no podían pagar las rentas? No se abordaba el verdadero problema que era la propiedad de la tierra.
Los intereses agrarios en Irlanda se combinaron con los tories ingleses para sabotear el plan liberal y aplastar la revuelta de los campesinos. Para dividir y destruir el movimiento por la reforma agraria deliberadamente azuzaron el sectarismo religioso. El virrey, Lord Mayo, escribió lo siguiente a Disraeli:
Irlanda es un país infernal para dirigir… Es imposible la imparcialidad, el arte de gobernar está totalmente fuera de lugar. La única forma de gobernar es el viejo plan de (que no intentaré) enfrentar violentamente una fracción contra otra, como si fuera una pelea de gallos y después apoyar a una. Deseo que me envíen a la India. Irlanda es la tumba de toda reputación". (P. Jhonson. Ireland, a Concise History, p. 135).
Michael Davitt provenía de una familia de campesinos pobres sin propiedad. Creó en 1879 la Liga Agraria. Esta organización aconsejaba a los campesinos a que sólo pagasen lo que consideraban una renta justa, y si se lo negaban, entonces no pagar nada. Había que resistir los desahucios (la propia familia de Davitt fue desahuciada) y todo aquel que se hiciera cargo de una granja desahuciada debía ser boicoteado. Era una campaña militante contra los intereses agrarios en Irlanda: la columna vertebral de la reacción.
El movimiento agrario tuvo que hacer frente a la violenta represión del estado, amparada en las Leyes de Coerción. Estas leyes simplemente fortalecieron la determinación de las masas que lucharon valientemente, arriesgándose al desahucio y la cárcel. Como es habitual, todos los riesgos y peligros los corrían los campesinos pobres. Pero los frutos los recogían los liberales ingleses y los Home Rulers burgueses irlandeses que se aferraban al poder sobre la espalda del campesinado revolucionario irlandés. Connolly escribe lo siguiente:
"Posteriormente, cuando la ola en alza de rebelión victoriosa en Irlanda obligó al Partido Liberal a dar una mezquina aquiescencia a las demandas del campesinado irlandés y cuando se consumó la alianza Home Rule-Partido Liberal, los hombres de negocios irlandeses en Gran Bretaña se pusieron al frente y se introdujeron en todos los lugares de confianza y dirección de las organizaciones irlandesas. Uno de los primeros y más amargos frutos de esa alianza fue la utilización del voto irlandés contra los candidatos de los partidos socialista y laborista". (Ibíd., p. 209).
En las elecciones de 1880 regresaron a Westminster sesenta y cinco nacionalistas irlandeses, treinta de ellos seguidores de Parnell. Gladstone, que se había convertido en primer ministro, llevó a cabo una reforma agraria, pero junto con la Ley de Coerción dirigida contra las acciones militantes de los pobres aldeanos. A los campesinos de clase media se le dio una palmadita en la espalda y los pobres recibieron una patada en los dientes. La Ley Agraria de 1881 era tan complicada que se decía que sólo el propio Gladstone y su proyectista podían comprenderla. Pero los 100.000 campesinos pobres que adeudaban rentas y que estaban amenazados por el desahucio y excluidos de la ley comprendieron muy bien el significado de esta ley agraria.
"Como hemos señalado una y otra vez, la cuestión social. Toda la vieja lucha del pueblo irlandés contra sus opresores se reduce, en última instancia, a una lucha por el dominio de los medios de vida, de las fuentes de producción, en Irlanda". (Ibíd., p. 211).
Michael Davitt en su agitación sobre la cuestión agraria adoptó una política de clase revolucionaria. Se dirigía a los campesinos desde una base de clase, esto cortaba el terreno a aquellos que querían dividir a las masas con el veneno del chovinismo religioso. En 1881 la Liga Agraria pudo organizar un mitin en el local orangista de Loughgall. Davitt se dirigió a la multitud y dijo: "Los terratenientes de Irlanda pertenecen todos a una religión -su Dios es el beneficio y los alquileres exorbitantes-y los desahucios es su única moralidad; mientras que las víctimas son los trabajadores del campo, ya sean orangistas, católicos, presbiterianos o metodistas".
Como todos los luchadores consecuentes por la libertad irlandesa, Davitt luchó por la unidad de los oprimidos y esclavos en líneas de clase, por encima de las divisiones sectarias y religiosas, mientras los enemigos de la libertad luchaban para exacerbar las divisiones. El peligro que suponía la unidad de clase para la burguesía encendió las luces de alarma y la Gran Logia de Orange de Irlanda respondió con un manifiesto donde acusaba a la Liga Agraria de conspirar contra los derechos de la propiedad, el protestantismo, la libertad civil y religiosa, y la constitución británica. Cuando se planteó de esta forma la cuestión, la Orden de Orange cumplió su papel y proporcionó los esquiroles para cosechar los cultivos del Capitán Boycott.
Este movimiento revolucionario del campesinado irlandés amenazaba a la clase terrateniente -la base del dominio inglés en Irlanda-. Esta última después emprendió una acción decidida para socavar y destruir el movimiento de masas. Con este objetivo consiguió el apoyo de la clase media nacionalista irlandesa y la Iglesia Católica cuyo temor al movimiento revolucionario de las masas siempre ha sido mayor que su apego a Irlanda. El aumento de la represión llevó a una caída de los "crímenes agrarios", de 4.438 en 1881 a 870 en 1883.
Al final la Liga Agraria fue traicionada por sus dirigentes de clase media. Connolly, que prestó un gran interés a esta cuestión, defendía una solución revolucionaria al problema agrario, basada en una alianza revolucionaria entre la clase obrera y el campesinado para derrotar tanto al imperialismo como al capitalismo. Sin embargo, la condición previa para una solución revolucionaria del problema agrario en Irlanda era que el campesinado pobre irlandés rompiera con los políticos de clase media y uniera sus fuerzas con la única clase verdaderamente revolucionaria: el proletariado.
La Liga Agraria, que buscaba la disminución de terratenientes y el aumento del campesino propietario, al final, fue prohibida en octubre de 1881 y muchos de sus dirigentes encarcelados. Finalmente, la cuestión agraria en Irlanda se resolvió parcialmente de una forma reaccionaria, con un acuerdo por arriba. Esto consiguió calmar la cuestión y transferir la tierra a manos irlandesas. En 1870 sólo el 3 por ciento de los granjeros irlandeses tenían su propia tierra (20.000 propiedades de 680.000). En 1895 la cifra era del 12 por ciento. Tres años después de la Ley Wyndham casi se había doblado, hasta el 29 por ciento; en 1918 era el 64 por ciento. En sí mismo esto no resolvió nada para los campesinos pobres. La propiedad irlandesa de la tierra y los medios de producción, sobre las bases del capitalismo simplemente significa cambiar a un opresor por otro, en lo que concierne a los trabajadores y campesinos irlandeses.
La combinación de la represión y las concesiones que llevó a cabo la clase dominante consiguió su objetivo: la agitación revolucionaria en el campo irlandés declinó. La desaparición de la Liga Agraria llevó directamente a una recuperación del movimiento socialista en Irlanda. La "guerra agraria" de 1879-82 provocó la politización de muchos en Irlanda y Gran Bretaña. La Federación Democrática, que se había formado como resultado de la agitación irlandesa, se desarrolló hasta convertirse en la primera organización socialista de ámbito nacional en Gran Bretaña y en 1884 se pasó a llamar Federación Social Democrática (FSD). En 1881 los radicales (y algunos socialistas) fundaron en Gran Bretaña la Federación Democrática que se oponía al uso de la legislación coercitiva contra la Liga Agraria Irlandesa. Esto reflejaba que los liberales burgueses no habían conseguido dar una solución a ninguno de los problemas del pueblo irlandés.
El Home Rule y la cuestión del Ulster
Los intentos de Gladstone de resolver la cuestión irlandesa a través del Home Rule fueron abortados por la oposición de los intereses reaccionarios de los tories y terratenientes, éstos temían al Home Rule porque pensaban que significaría el final de su poder y privilegios. Hicieron uso de los reaccionarios orangistas para bloquear el movimiento. En 1886 Lord Randolph Churchill fue al Ulster y se reunión con los protestantes y presbiterianos bajo la siguiente consigna: "El Ulster luchará y el Ulster tiene razón". En febrero de ese año escribía:
"Hace algún tiempo decidí que si [Gladstone] seguía adelante con el Home Rule, habría que jugar la carta orangista. Por favor, Dios podrías darme el as del triunfo y no los cuarenta iguales".
El resultado inmediato de esta maniobra fue el estallido de una revuelta sectaria en Belfast contra el Home Rule. Los imperialistas británicos estaban dispuestos a utilizar el sectarismo y azuzar los prejuicios para sus propios fines. Pero les importaba poco o nada los problemas de los protestantes o los católicos, excepto como carne de cañón y peones del juego. Su actitud se caracterizaba por el cinismo desenfrenado, como demuestra la cita de Sir William Harncourt en una conversación con Gladstone: "La única diferencia es que donde puedes comprar un nacionalista por cinco libras, debes pagar seis por un lealista". (Citado en P. Johnson. Ireland, a Conciesa History, p. 135).
La Cámara de los Lores derrotó la segunda Home Rule Bill en 1892 por una enorme mayoría de 419 a 41. Gladstone quería ir al país con la consigna "Los pares contra la población", pero la propuesta fue echada abajo sin ningún tipo de ceremonia por sus colegas. De esta forma el Home Rule quedó postergado durante otros quince años.
A pesar de esto, los nacionalistas burgueses irlandeses continuaron depositando su confianza en los liberales. Cuando estos últimos consiguieron una victoria arrolladora en 1906, los nacionalistas de John Redmond los apoyaron en el parlamento, aunque con una mayoría total de 88, los liberales les necesitaban. En esta atmósfera de cobarde capitulación, el espíritu revolucionario del pueblo irlandés sólo podía mantenerlo vivo la clase obrera.
En 1906 los lores rechazaron el presupuesto de Lloyd George y en las elecciones de 1910, la cuestión irlandesa una vez más se hizo notar. La mayoría liberal se había hundido hasta tal punto que ahora dependía de los votos de los parlamentarios irlandeses. Después de despachar la legislación que reducía el poder de los lores a un plazo de dos años, Asquith ahora estaba obligado a apoyar una ley para el Home Rule.
Llegados a este punto, la cuestión del Ulster adquirió una importancia ardiente. En 1800 Belfast tenía una población de sólo 20.000 personas, menos de un tercio que Cork (70.000) y una séptima parte que Dublín (172.000). En 1881 tenía 186.000 y con el cambio de siglo ya tenía 400.000. Mientras que el sur seguía siendo predominantemente agrícola, el norte tenía una gran concentración de industria, incluido un astillero. Los imperialistas británicos tenían poderosas razones económicas y estratégicas para mantener a toda costa el control del norte. De este modo, avivando las llamas del sectarismo religioso, los imperialistas perseguían sus propios intereses egoístas, cínicos, fríos y calculadores.
El censo de 1911 (el último que se hizo en Irlanda como país unificado) daba como resultado una población total de 4.390.219, el 75 por ciento eran católicos y el 25 por ciento protestantes de denominaciones diferentes: 576.611 de la Iglesia de Irlanda; 440.525 presbiterianos y 60.000 metodistas. La mayoría de los protestantes vivían en el Ulster, una región originalmente formada por nueve condados frente a los seis condados artificiales creados por el imperialismo británico. En cuatro condados del Ulster -Armagh, Down, Derry y Antrim- los protestantes eran la mayoría. Pero en Fermanagh y Tyrone eran la minoría, aunque substancial. Había minorías católicas importantes en Derry y Belfast. Por esa razón no era posible separar a las dos comunidades sin una limpieza étnica violenta como la que hemos presenciado estos últimos años en Yugoslavia.
En 1798 la revolución de los Irlandeses Unidos contó con el apoyo entusiasta de los protestantes pobres. Desde entonces, los imperialistas han alimentado el sectarismo. Originalmente la Orden de Orange estaba formada principalmente por artesanos y elementos de la clase obrera. Sólo después de 1886, cuando el Home Rule se convirtió en una cuestión de primera importancia, la Orden de Orange se transformó en un arma de la reacción y un baluarte del orden, la propiedad y el imperialismo. En realidad fue absorbida por el movimiento unionista.
Por razones oportunistas, Randolph Churchill comprometió el apoyo físico de Gran Bretaña para resistir el Home Rule, un empeñó que unió a los Unionistas del Ulster, los Unionistas Liberales y los Unionistas Conservadores durante los siguientes treinta años. Los Unionistas del Ulster eran un movimiento de masas basado en los agricultores, pequeños empresarios y sectores atrasados de la clase obrera del norte. Pero estaba dirigida por aristócratas agrarios y empresarios ricos que conseguían controlar y manipular a las masas protestantes, jugando con sus temores ante un posible dominio de Roma. Un factor en la resistencia de los protestantes al Home Rule fue la conducta del Vaticano, con el reaccionario Papa Pío X (1903-1914) que condenó el "modernismo" en todas sus formas e impuso nuevas normas para los matrimonios mixtos que eran un insulto y una provocación para los protestantes, esto hizo el juego a los fanáticos que defendía que el "Home Rule es el Roma Rule".
La única esperanza de derrotar a las fuerzas de la reacción orangista era separar a los trabajadores y pequeños campesinos protestantes del control de los terratenientes y los capitalistas. Esto sólo se podía conseguir sobre una base de clase. En realidad, bajo la dirección de Connolly y Larkin, la clase obrera organizada representó una amenaza seria para el establishment orangista durante el período tormentoso de lucha de clases previo a 1914.
El movimiento orangista nunca ha sido homogéneo. Dentro de él existe una profunda división de clase que reaparece en cada momento decisivo y amenaza con provocar escisiones en líneas de clase. En el período de despertar del movimiento de la clase obrera en el siglo XX, la presión de la clase obrera ha llevado a una división abierta en la Orden de Orange, como explica Emett Larkin:
"El resultado de este descontento fue la formación de la ultramilitante Asociación Belfast de Arthur Trew y TH Sloan. La Gran Logia de Orange vigilaba con recelo la BPA y tenía un ojo puesto en que todas las ortodoxias puritanas, pero tenía que hacerlo cuidadosamente porque la base de la orden apoyaba enérgicamente a Trew y su asociación. También había un indicio de división en líneas de clase, como la ‘mayoría de la Gran Logia eran comerciantes acomodados, jueces de paz y clérigos que tenían poco que ver con Trew y sus seguidores, que eran principalmente trabajadores". (Emmett Larkin, op. cit., p. 282. El subrayado es mío).
Trew era un fanático extremista protestante que finalmente fue encarcelado por incitar a la violencia contra los católicos. Pero el hombre que lo sustituyó, T.H. Sloan, era otra cuestión. Trabajador de un astillero, Sloan se presentó para el escaño de Belfast del Sur en 1902 como el "candidato democrático", fue derrotado por su contrincante tory, un terrateniente adinerado de County Down, por una diferencia de 800 votos entre un total de casi 6.000 votos. Como resultado la Gran Logia le destituyó. Varias logias de Belfast protestaron y también fueron disueltas. En un acto de desafío se unieron a otras logias disidentes para formar la Orden Independiente de Orange.
La evolución de la Orden Independiente de Orange debe ser una de las más extrañas de las muchas transformaciones peculiares de la historia. Bajo la dirección de R. Lindsay Crawford, un orangista dublinés y editor de The Irish Protestant, la Orden Independiente de Orange rompió el viejo fanatismo protestante de Trew y defendió una línea más tolerante en la cuestión de la religión e incluso en la cuestión nacional. En julio de 1905 la orden publicó un manifiesto: A todos los irlandeses cuyo condado está primero que sus afectos, en él podemos leer lo siguiente:
"La victoria de nuestros antepasados en Boyne no fue una victoria sobre un credo o una raza, sino una victoria por la libertad humana, nuestros compatriotas católicos romanos compartieron sus frutos de la misma forma que nosotros… Como irlandeses que no buscamos calumniar la memoria de los muertos santificados cuya suerte estaba unida a la suerte de la aciaga estrella de Stuart, su valor y osadía se pudieron comprobar en muchos campos de batalla muy duros. Nos situamos una vez más en las riveras del Boyne, no como victoriosos en la lucha, no para aplaudir las nobles hazañas de nuestros ancestros, sino para superar el abismo que durante tanto tiempo ha dividido Irlanda en dos campos hostiles, y ofrecer la mano derecha de la amistad a aquellos que, mientras adoran otros santuarios, todavía son nuestros compatriotas -hueso de nuestro huesos y carne de nuestra carne. Vamos a ayudar a la tarea cristiana de tapar las heridas abiertas de nuestro país y cooperar con todos aquellos que ponen a Irlanda como el primero de sus afectos…
En una Irlanda donde los católicos romanos y los protestantes están malhumorados y descontentos, no es demasiado esperar que ambos reconsideren sus posiciones y, con sus juicios comunes, se unan sobre las bases verdaderas de la nacionalidad. Los objetivos más altos de nuestro distraído país desde hace mucho tiempo se han abandonado por la lucha del partido y del credo. El hombre que no puede elevarse sobre los impedimentos del partido y de secta sobre una cuestión nacional es un enemigo de la nacionalidad y para la libertad humana". (Citado por Emmett Larkin, op. cit., p. 236).
El movimiento obrero
En los años previos al estallido de la Primera Guerra Mundial el imperialismo británico se enfrenó a un movimiento revolucionario tanto en Irlanda como en casa. La amenaza no llegó de los nacionalistas de clase media sino de la clase obrera organizada. Durante la mayor parte del siglo XIX la cuestión de la tierra había sido la cuestión central en Irlanda. Pero ahora salía a escena una nueva fuerza: la clase obrera irlandesa. Bajo la dirección de James Larkin y James Connolly, la cuestión de clase se hizo notar. Ambos eran marxistas revolucionarios.
A veces se presenta el marxismo como algo ajeno a Irlanda, una especie de importación exterior. En realidad, tiene una larga y honorable tradición en Irlanda. James Connolly, fue un marxista militante y comprometido durante toda su vida. Pero como ocurre a veces en la historia de los revolucionarios, Connolly fue atacado y calumniado por la burguesía durante toda su vida, pero después de su muerte, se ha convertido en una especie de icono inofensivo. Se invita a hacer la genuflexión ante el icono, pero se desanima activamente a que se tomen en serio sus ideas. Una de las ideas centrales de Connolly que ha sido ignorada sistemáticamente es que la lucha de liberación nacional es inseparable de la lucha por el socialismo. Lo que hace falta es un frente unido militante contra el capitalismo y el imperialismo, que una a todas las capas oprimidas y explotadas de la sociedad bajo la dirección del proletariado. Sin esto todo lo que se diga de la cuestión nacional es sólo demagogia.
En los años previos a la Primera Guerra Mundial, Connolly y Larkin lucharon por la unidad de la clase obrera irlandesa y la construcción de un movimiento obrero independiente. Crearon el Sindicato General de Trabajadores del Transporte, no simplemente como una organización para luchar por mejores salarios y condiciones de vida, sino como un vehículo revolucionario para cambiar la sociedad. La lucha épica de los trabajadores de Dublín en 1913 dio una prueba amplia del potencial revolucionario y el espíritu de lucha de la clase obrera irlandesa. Durante casi seis meses, 20.000 hombres y mujeres, de ellos dependía el pan diario para otras 80.000 personas, sufrieron el cierre patronal porque se negaron a firmar un acuerdo que impedía su afiliación a un sindicato o imponía su dimisión si ya pertenecían a él.
La clase obrera británica apoyó activamente a sus hermanos y hermanas de clase irlandeses. El Partido Laborista británico apoyó la causa del Home Rule para Irlanda, un hecho que fue comentado favorablemente por Connolly, que nunca vio a la población británica como el enemigo e intentó constantemente establecer lazos fraternales con los trabajadores y el movimiento obrero de Gran Bretaña, Gales y Escocia.
El movimiento obrero irlandés tenía una tradición antigua y honorable, empezando con la creación de grupos de la Asociación Internacional de Trabajadores (o Primera Internacional). En 1870, seis años después de su fundación, se formaron grupos de la Primera Internacional por toda Irlanda, sus principales centros eran Dublín y Cork. Sin embargo, debido al dominio y control de la Iglesia Católica sobre la clase obrera, la Internacional pronto fue ahogada. En Gran Bretaña los exiliados irlandeses eran muy activos. Un foco importante de la Internacional fue la difícil situación de los prisioneros políticos irlandeses en las cárceles británicas. A este respecto la campaña en Irlanda por la liberación de los prisioneros fenianos se unió a la campaña de la Primera Internacional, que también reconocía el derecho del pueblo irlandés a la autodeterminación.
El grupo de la Internacional de Dublín se creó a mediados de febrero de 1872 y fue derrotado en abril. Todas sus reuniones públicas sufrieron duros ataques debido a que durante la Comuna de París de 1871 había muerto asesinado el Arzobispo católico de París. La reunión final, celebrada en los locales de McKeon en Chapel Lane el 7 de abril, selló el destino del grupo cuando una muchedumbre de anti-internacionalistas asaltó el edificio. Según el hostil Irish Times: "Los defensores de los comunistas de París estuvieron instigando… sillas y mesas volaron por los aires, los cristales de las ventanas rotos y cada trozo de madera perdido era utilizado como un arma de ataque o defensa…".
La reunión se rompió, los miembros bajaron las escaleras y salieron a la calle seguidos por una multitud encolerizada. La misma historia se repetía en otras partes. En Cork los internacionalistas tuvieron cierto éxito y establecieron vínculos con los trabajadores locales (los carroceros). Según el The Freeman’s Journal, la militancia de Cork alcanzó las trescientas personas a las pocas semanas de la formación del grupo a finales de febrero de 1872. Pero después el clero local les declaró "contrarios a la religión" y pidió a los trabajadores de Cork que acabaran con ellos.
El 24 de marzo tres mil personas asistieron a un mitin contra la Internacional, pero los internacionalistas aparecieron con un "cuerpo de hombres, quizás unas cien personas, formado por trabajadores, en parte toscos, casi todos llevaban puestas corbatas verdes". En el motín que siguió quedó destruida la sala: "Ellos salieron de ambas partes repetidamente, asaltaban y volvían a asaltar el estrado que estaba dirigido por los dirigentes que estaban armados con garrotes… El edificio resultó seriamente dañado". Después de varias horas de motín los internacionalistas ganaron. A las pocas semanas un "pánico rojo" exacerbado por la revuelta provocó la disolución del grupo.
Después de aplastar a la Internacional, el movimiento obrero quedó adormecido durante un tiempo, aunque siempre hubo individuos o pequeños grupos que mantuvieron ondeante la bandera. El principal movimiento de aquella época fue la Liga Agraria Irlandesa. En enero de 1885 se formó la Asociación Democrática de Dublín. Su objetivo era "promover y defender los derechos de los trabajadores, además de recuperar la tierra para el pueblo", pero no duró mucho. El comienzo real del socialismo moderno organizado en Irlanda fue el lanzamiento del grupo de Dublín de la Liga Socialista en diciembre de 1885. Al año siguiente se convirtió en el Partido Republicano Socialista de Irlanda.
El nacimiento del movimiento obrero irlandés y el desarrollo del movimiento obrero en Gran Bretaña estaban interrelacionados. Cuando el Partido Laborista se convirtió en el partido de la clase obrera al otro lado del Mar de Irlanda, se pusieron las bases para que en Irlanda se desarrollara un movimiento republicano genuinamente socialista. El PSRI es verdad que nunca consiguió mucho apoyo fuera de Dublín y Cork, pero la influencia de las ideas de Connolly garantizaron que su ideología y sus objetivos sobrevivieran.
Connolly conocía muy bien el movimiento de masas e inmediatamente se dio cuenta de la importancia que tenía ganar a los sindicatos que en ese momento estaban bajo el control directo o indirecto del ala más derechista del Partido Nacionalista, el Partido Parlamentario Irlandés. Los nacionalistas burgueses representaban a los empresarios con el apoyo de la Iglesia Católica. La condición previa para la emancipación de la clase obrera era establecer una completa independencia política y organizativa de la burguesía. La idea de la independencia de clase fue combatida por Connolly desde el principio hasta el final de su vida.
El primer paso fue publicar un periódico para crear conciencia política y desenmascarar la falsa propaganda de los medios de comunicación capitalistas. The Workers Republic se publicó por primera vez el 13 de agosto de 1898 como la Voz del PSRI. Kier Hardie se dio cuenta del potencial del PSRI y dio un donativo de cincuenta libras para comenzar a distribuir el PSRI. The Workers Republic fue el primer periódico marxista de Irlanda.
Entre 1898 y 1903 se publicaron ochenta y cinco números del Workers Republic. El periódico no sobrevivió después de la salida de Connolly hacia EEUU en 1903. Sin embargo, The Workers Republic se convirtió en el trampolín del PSRI y del surgimiento del marxismo en Irlanda. Por primera vez los socialistas rompían con la naturaleza secretista y clandestina de la política irlandesa y comenzaba a integrarse en las masas. En todas las ciudades importantes se crearon grupos del PSRI.
La idea básica defendida por Connolly quedaba resumida en el nombre del periódico. Por primera vez los trabajadores de Irlanda inscribían orgullosamente en su bandera la consigna de la república, pero además añadían, recordando la frase de Wolfe Tone, que era necesaria una república de los "hombres (y mujeres) que carecen de propiedad": una república de los trabajadores. Así el objetivo de la liberación nacional estaba inseparablemente unido a la lucha por la transformación socialista de la sociedad. Toda la historia posterior ha demostrado que esta posición era la única correcta.
El PSRI desde su inicio adoptó una posición internacionalista consistente, como se pudo ver en su postura ante la Guerra Boer. Una de las resoluciones aprobadas en la reunión pública en College Green, entonces una zona de la clase dominante de Dublín, pedía a los irlandeses en Transvaal que volvieran sus amaras contra el ejército del capitalismo británico.
El PSRI dirigido por Connolly era consciente del potencial de las masas. Organizaron actos públicos para protestar con la Guerra Boer, en los que participaron miles de personas. El partido fue el principal organizador de la Gran Protesta del Quincuagésimo Aniversario de 1897, cuando la clase obrera de Dublín interrumpió las celebraciones del Aniversario. Un acontecimiento para el que la clase dominante británica en Irlanda había dedicado muchos cientos de miles de libras y se perdieron los dos años de preparativos. Connolly escribió un ataque vitriólico contra la monarquía, el imperialismo británico y contra aquellos "nacionalistas irlandeses" que se inclinaban ante su majestad, iniciando el ataque con su cita favorita del revolucionario francés Camille Desmoulins: "El grande aparece grande ante nosotros sólo porque estamos de rodillas. ¡Levantémonos!"
Desafortunadamente, cuando Connolly se fue a América en 1903, el movimiento socialista republicano se fragmentó. En 1908 un grupo de antiguos militantes del PSRI de Dublín invitaron a Connolly a regresar a Irlanda, para ayudar a lanzar el nuevo Partido Socialista de Irlanda, con un salario de dos libras a la semana. Cuando Connolly regresó a Irlanda, Larkin ya había formado el ITGWU, que dominaba la escena industrial y política. El escenario estaba preparado para un período tormentoso de la lucha de clases que duraría hasta la Primera Guerra Mundial.
La lucha de clases antes de la I Guerra Mundial
En las elecciones generales de 1906 la Orden de Orange tuvo que luchar duramente para mantener el control en el consejo de Belfast. William Walker, el candidato del Partido Laborista, por trescientos votos estuvo a punto de capturar el feudo orangista de Belfast del Norte. El reaccionario legitimista F. H. Crawford se lamentaba: "Hemos perdido muchos trabajadores unionistas leales en Belfast. Se consideran traicionados por su líder, Balfour, y se han pasado al laborismo y los programas socialistas. Esto es lo que debemos combatir localmente. El antiguo entusiasmo unionista que existía entre las masas está muerto. Estos son los hechos y hay que llegar a los trabajadores".
La razón para esta transformación fue un cambio profundo de la lucha de clases, que siempre consigue atravesar el veneno del chovinismo, el racismo y el sectarismo. R. M. Fox describe las escenas revolucionarias en Belfast en 1907 cuando un sector tras otro de los trabajadores protagonizar huelgas tormentosas donde la clase obrera protestante jugó un papel militante:
"James MacDonald, director de Belfast Steamship Company, solicitó al jefe de policía que dispersara a la multitud que se congregaba en el muelle, éste se negó a hacerlo. Pidió que interviniera el inspector de distrito Dunlop y, siguiendo sus órdenes la multitud retrocedió. Reinaba un gran caos. En algún momento de la tarde apareció un huelguista con una bandera del Reino Unido con la inscripción ‘Abajo con los esquiroles’. Esto se había convertido en un centro de desórdenes". (R. M. Fox. James Larkin, Irish Labour Leader, p. 33).
Los empresarios, como es habitual, intentaron dividir a los trabajadores en líneas sectarias. Usando para la ocasión los desfiles orangistas del 12 de julio, los comerciantes del carbón cerraron los pozos:
"Los trabajadores del carbón eran conocidos por su dureza. Probablemente los propietarios contaban con que al arrojar ese día a las calles a miles de hombres desempleados terminarían en un enfrentamiento sectario, algo que había sido habitual entre los grupos protestantes y católicos. Los periódicos habían denunciado a Larkin como un alborotador nacionalista y habían preparado el terreno muy bien. Calculaban, astutamente, que cuando las procesiones orangistas pasaran con sus tambores y banderas, los trabajadores se dividirían entre los orangistas y los verdes. Esto es lo que siempre había ocurrido. Pero en esta ocasión Larkin había pegado carteles por toda la ciudad apelando a los trabajadores a que se unieran a la gran manifestación en Customs House Steps, no como católicos o protestantes, sino como trabajadores decididos a conseguir sus reivindicaciones económicas. Él desfiló a la cabeza de una gigantesca procesión obrera donde los bandos orangista y verde participaron conjuntamente. Era una nueva época y provocaba una sensación agradable. La gente se frotaba los ojos y estaba asombrada. Coincidían en que sólo Larkin podría haber unido a estas facciones en contienda e infundirlas un objetivo común. Larkin había sido calumniado por la prensa unionista. Decían que era el único que utilizaba el laborismo para plantear sus objetivos subversivos nacionalistas. La manifestación del 12 de julio explotaba esta desunión. Para acentuar el sentimiento general la Orden Independiente de Orange en una reunión aparte recogió 50 libras para los huelguistas". (Ibíd., pp. 44-5).
En estas condiciones los fanáticos y los sectarios no podían dividir el movimiento. A una huelga le seguía otra y los instintos de clase de los trabajadores predominaban sobre todo lo demás. Hubo huelgas de los estibadores de Belfast, carreteros y mineros del carbón. La atmósfera estaba tan cargada que incluso la policía real irlandesa de Belfast se amotinó por cuestiones salariales y sus miembros fueron trasladados a los distritos más remotos del país. Cuando los empresarios intentaron azuzar el sectarismo para dividir a los trabajadores, el sindicato respondió con un folleto en el que se podía leer: "Ni como católicos o protestantes, ni como nacionalistas o unionistas, sino como hombres y trabajadores de Belfast, que se mantienen juntos y que no van a caer en el juego de los empresarios de dividir a católicos y protestantes. (Emmet Larkin. James Larkin, p. 31).
El papel de la dirección -en este caso de Larkin- jugó un papel decisivo en la unidad de los trabajadores. Pero el punto central para comprender esto es que la lucha de clases siempre tiende a pasar por encima de todas las divisiones de la clase obrera, ya sean de idioma, religión, nacionalidad, sexo o raza. La unidad es el arma principal de la clase obrera. Construir la unidad, eliminar las divisiones, para unir a la clase en la lucha contra un enemigo común, ese es el primer deber de todo aquel que aspire a una vida mejor. Por otro lado, dividir a la clase obrera es la tarea principal de los reaccionarios de cualquier tipo. Una vez que la clase se ha unido y movilizado para luchar, apartará a un lado todas las divisiones sectarias como un hombre echa a un lado a un mosquito con un manotazo. Pero esto sólo se puede conseguir concentrándose invariablemente en las cuestiones de clase. Eso es lo que Larkin y Connolly consiguieron tan brillantemente. Esa es la lección que debemos aprender, estos son los métodos que debemos esforzarnos por imitar.
Carson organiza la reacción
Mientras que los nacionalistas burgueses moderados ponían todas sus esperanzas en la actividad parlamentaria y los acuerdos con los liberales británicos, las fuerzas de la reacción se organizaban y armaban fuera del parlamento. Eso era bastante natural. La historia demuestra las limitaciones de la actividad parlamentaria. Los marxistas estamos a favor de hacer pleno uso del parlamento para avanzar en la causa de la clase obrera. Utilizaremos todas y cada una de las oportunidades legales que estén a nuestra disposición, pero también somos realistas y comprendemos que ninguna clase dominante de la historia ha entregado su poder y privilegios sin luchar.
En última instancia, todas las cuestiones decisivas se deciden fuera del parlamento, con la lucha de fuerzas de clase contrarias. Lo que ocurrió en el período previo a 1914 es una ilustración muy gráfica de este hecho. Los terratenientes y capitalistas "democráticos" de Irlanda del Norte no dudaron en organizar la resistencia armada al gobierno legalmente elegido en Londres tan pronto como sus intereses se vieron amenazados. Inmediatamente consiguieron el apoyo del Partido Conservador y la cúpula del ejército británico, que se rebelaron contra la Constitución y se negaron a obedecer órdenes. Se posicionaron solidariamente junto a sus hermanos de clase ante todas las leyes, constituciones, normas y regulaciones, y ganaron. Esto incluye muchas lecciones.
La aprobación en 1911 de la Ley Parlamentaria, que tenía la intención de limitar los poderes de la Cámara de los Lores para bloquear la Tercera Home Rule, fue la señal para la movilización de la reacción orangista. En septiembre Lord Carson ante un desfile de 50.000 hombres dijo lo siguiente:
"Debemos estar preparados ante el probable caso de que se apruebe la Ley Home Rule, con tales medidas nosotros mismos llevaremos a cabo el gobierno de aquellos distritos de los que tenemos el control. Debemos estar preparados… la mañana en que se apruebe la Home Rule nosotros debemos convertirnos en los responsables del gobierno de la provincia protestante del Ulster (vítores)". (P. Johnson. Ireland, a Concise History, p. 164).
La única fuerza capaz de derrotar a los reaccionarios era la clase obrera de ambos lados del Mar de Irlanda. Sólo la unidad de acción de la clase obrera podía haber socavado el movimiento reaccionario de Carson poniendo una cuña entre la clase obrera protestante y los dirigentes carsonistas de la Orden de Orange. En el verano de 1911 la lucha de clases estaba en pleno apogeo en Gran Bretaña e Irlanda. En Gran Bretaña hubo dos grandes huelgas nacionales -de ferroviarios y trabajadores del transporte- seguidas por huelgas de marineros, bomberos, estibadores, mineros del carbón y carreteros. Los estibadores de Dublín se negaron a descargar los barcos de los puertos en huelga de Gran Bretaña y los ferroviarios irlandeses apoyaron la huelga de sus compañeros británicos, que a su vez apoyaron a los trabajadores irlandeses con dinero y comida durante el cierre empresarial de Dublín.
Connolly era, ante todo, un dirigente obrero militante y un socialista revolucionario. El sindicato General de Trabajadores y del Transporte Irlandés (ITGWU), bajo la dirección de Larkin y Connolly, dirigió la tormentosa oleada de la lucha de clases que sacudió Irlanda hasta sus cimientos en los años previos a 1914. Pocas veces estas islas han tenido este nivel tan intenso de conflictos de clase. Esto afectó no sólo a Dublín, también a Belfast, donde Connolly consiguió unir a los trabajadores protestantes y católicos en la lucha contra los empresarios. En octubre de 1911 dirigió la famosa batalla de trabajadores textiles de Belfast y organizó a los trabajadores de ese sector, fundamentalmente mujeres con bajos salarios y muy explotadas.
La oleada de huelgas fue respondida por los empresarios con el célebre cierre patronal de Dublín de 1913, que afectó a 25.000 trabajadores en septiembre. Aquí vimos la verdadera cara de la burguesía irlandesa: avara, represiva y reaccionaria. Los empresarios dublineses, organizados por William Martin Murphy, presidente de la Federación de Empresarios y propietario del periódico Irish Independent, estaba dispuesto a aplastar a los trabajadores y sus organizaciones. El ITGWU respondió atacando a los periódicos de Murphy y él se vengó con el cierre empresarial a todos los miembros del ITGWU. A los trabajadores afectados por el cierre patronal les dieron una carta para firmar en la que se decía que ellos no tenían nada que ver con el sindicato de Larkin.
Aquí vemos una vez más que las consideraciones de clase pesaban más que cualquier otra cosa. Los nacionalistas burgueses irlandeses dirigidos por John Redmond apoyaron el cierre patronal. Su periódico, Freeman’s Journal, en sus editoriales atacaba el "sindicalismo". Por su parte, Connolly pedía a los trabajadores que votaran laborismo, incluso si eso significaba poner en peligro el Home Rule Bill que estaban planteando los liberales con el apoyo de los nacionalistas burgueses irlandeses. Esto demuestra que Connolly ponía los intereses de clase por encima de todo lo demás, se negaba a subordinar la lucha de clases a los cantos de sirena de la "unidad nacional". Para Connolly, la "cuestión obrera" siempre fue lo principal. Siguiendo los pasos de Wolfe Tone comprendió que sólo la clase obrera (los "hombres (y mujeres) sin propiedad") podría solucionar la cuestión nacional. Toda la historia posterior ha demostrado que tenía razón.
Connolly demostró tener razón al desconfiar de los liberales británicos y sus títeres nacionalistas irlandeses. Aunque el gobierno estaba amenazado por Carson, los liberales no emprendieron ninguna acción contra él, en cambio sí arrestaron y condenaron a Larkin a trabajos forzados acusado de libelos sediciosos. Los representantes de las clases propietarias de ambas partes del Mar de Irlanda sabían quienes eran sus principales enemigos. La cuestión de la unidad de clase recorre como un hilo rojo todos los escritos y discursos de Connolly: "Quizás ellos verán que el terrateniente que oprime a sus campesinos en una hacienda de Connemara y el terrateniente que les atormenta con los alquileres en la casucha de Cowgate, son hermanos de lucha. Quizás se darán cuenta que el trabajador irlandés que pasa hambre en una cabaña irlandesa y el trabajador escocés que es envenenado en un desván de Edimburgo son también hermanos sin esperanza ni destino". (C. D. Graves. James Connolly, p. 61).
Durante el cierre patronal, Larkin y Connolly repetidamente apelaron a la solidaridad de clase de los trabajadores británicos. Se dirigieron a ellos en mítines de masas en Inglaterra, Escocia y Gales, que también fueron el escenario de grandes batallas de clase en los años anteriores a la guerra. El llamamiento de los trabajadores irlandeses no cayó en oídos sordos. Su causa recibió el apoyo entusiasta de la base del movimiento obrero británico, aunque los dirigentes laboristas del ala de derecha se estaban preparando para deshacerse de los trabajadores irlandeses tan pronto como se les presentara la ocasión. A pesar de la solidaridad y simpatía de los trabajadores británicos, los dirigentes sindicales se negaron a organizar huelgas de solidaridad que eran la única forma de garantizar la victoria.
Los nacionalistas burgueses irlandeses jugaron un papel lamentable. Arthur Griffith despreciaba la solidaridad de los trabajadores irlandeses y británicos: "Se ha descubierto recientemente", él sonreía con desprecio, "que el trabajador irlandés no es un trabajador irlandés en absoluto. Es una unidad de humanidad, una etiqueta humana de internacionalismo, un hermano de los hombres del otro lado del mar que gobiernan su país". Por supuesto, los trabajadores de Inglaterra, Gales y Escocia ni siquiera gobernaban su propio país y menos aún Irlanda. La simpatía y solidaridad de clase de los trabajadores británicos con sus hermanos y hermanas de clase era tan natural como entre Arthur Griffith y los empresarios irlandeses que estaban matando de hambre a su "socio irlandés" a través de la sumisión.
La Iglesia Católica jugó un papel aún más lamentable, animando el sectarismo para dividir y debilitar a los trabajadores. Sobre todo, intentaban romper los vínculos entre los trabajadores irlandeses y británicos. Cuando los trabajadores de Liverpool y Glasgow invitaron a sus casas a los hijos hambrientos de los trabajadores afectados por el cierre patronal de Dublín, los sacerdotes comenzaron una campaña histérica contra los niños católicos que estaban siendo embarcados a las casas del "inverosímil" inglés. ¡Mejor morir de hambre que aceptar el pan de los protestantes! Al final su deseo fue concedido. Los trabajadores irlandeses muertos de hambre regresaron al trabajo. Connolly amargamente decía lo siguiente:
"De este modo los trabajadores irlandeses debemos regresar una vez más al infierno, inclinar la espalda ante los conductores de esclavos, dejar que nuestros corazones se quemen por el hierro de su odio y en lugar de la ostia sacramental de hermandad y sacrificio común, comer el polvo de la derrota y la traición. Dublín se ha quedado aislada". (Forward, 9/2/1914).
El Ejército Ciudadano
Durante los años previos a la Primera Guerra Mundial la clase dominante se enfrentó a acontecimientos revolucionarios en Irlanda y Gran Bretaña. Entre 1907 y 1912 el gráfico del movimiento huelguístico subió continuamente: el número de días de trabajo perdidos en huelgas pasó de 1.878.679 a 38.142.101. Bajo la presión de la clase obrera y el ascenso del Partido Laborista, los liberales se vieron obligados a hacer concesiones, incluida la ampliación de los derechos democráticos. En 1911 los poderes de la Cámara de los Lores quedaron limitados por la Ley Parlamentaria que redujo su capacidad de bloquear la legislación aprobada por la cámara baja. Desde ese momento los lores podían retrasar la aprobación de una ley tres veces en una sesión parlamentaria, pero no más. De esta forma se abrió el camino para la aprobación del Home Rule Irlandés.
La historia demuestra que la clase dominante está dispuesta a recurrir a medidas extra-parlamentarias cuando sus intereses vitales están amenazados. Para afrontar el peligro del Home Rule, los círculos más reaccionarios de Gran Bretaña e Irlanda recurrieron una vez más a la "carta orangista". Lord Carson organizó y armó a bandas de gamberros de los suburbios de Belfast y formó los Voluntarios del Ulster, con 100.000 miembros armados, dispuestos a resistir por la fuerza el Home Rule Irlandés. Cuando el gobierno liberal de Londres hizo un tímido intento de desarmarles utilizando al ejército británico en Irlanda, se encontró con el motín de los oficiales del ejército británico en Curragh, apoyados por el Partido Conservador.
Cuando sus intereses estaban amenazados simplemente rompían las leyes de la tierra y salían a las calles, y la clase obrera estaba dispuesta a enfrentarse a ellos. Carson avivó una orgía de violencia sectaria en Belfast. El gobierno liberal no dudó en enviar tropas al sur de Gales para disparar contra los trabajadores en huelga, pero no hizo nada para detener el motín de Curragh o para detener los pogromos contra los católicos de Belfast. Connolly permaneció firme frente a la locura sectaria. Organizó una manifestación laborista bajo los auspicios del ITGWU: "el único sindicato que no admite a fanáticos en sus filas". En respuesta a los sectarios y fanáticos religiosos declaró la guerra de clase, publicando su famoso manifiesto: "To the Linen Slaves of Belfast" (A los esclavos del lino de Belfast).
En 1913 en respuesta a la amenaza de fuerza de la contrarrevolución, los trabajadores irlandeses organizaron el Ejército Ciudadano -el primer Ejército Rojo del mundo-. Era una milicia de la clase obrera basada en los sindicatos. Para protegerse de los brutales ataques de la policía y las bandas a sueldo de los empresarios, los trabajadores crearon su propia fuerza defensiva: El Ejército Ciudadano Irlandés (EIC). Era la primera vez que en estas islas los trabajadores se organizaban y armaban para defenderse contra el enemigo común: los empresarios y los esquiroles. Esos últimos, hay que recordar, eran mucho más numerosos que en el momento actual debido a las extensas condiciones de pobreza y desesperación.
El movimiento sindical y laborista irlandés adoptó una firme posición de clase. El Comité Parlamentario de los Sindicatos Irlandeses publicó un manifiesto a los trabajadores de Irlanda que decía lo siguiente:
"Como trabajadores irlandeses no estamos preocupados por que los oficiales del ejército británico adoptando la línea que ahora tienen ni nos preocupan los efectos que de sus acciones podrían tener sobre el ejército británico; pero sí decimos que el oficial puede pretender el cumplimiento de sus convicciones políticas y sectarias, como también lo puede hacer el soldado raso; si hoy los generales británicos y los oficiales del Estado Mayor se niegan a luchar contra la clase privilegiada a la que ellos pertenecen, también al soldado raso se le debería permitir cumplir sus convicciones de no disparar contra sus hermanos y hermanas de la clase obrera cuando están luchando por sus derechos…". (Clifford King. The Orange and the Green, p. 36).
El Comité Parlamentario de los Sindicatos Irlandeses insistía: "que al protestar fuerte e insistentemente contra el reciente intento de ciertos oficiales del ejército de utilizar a las fuerzas armadas de este país para el propósito de hacer avanzar los intereses de su clase, queremos decir a los trabajadores la necesidad de aprender a elevarse y entender completamente el significado de esta acción, y en un futuro aplicarlo de una manera similar en interés de su propia clase". (Emmet Larkin. Op. cit., pp. 160-1).
Precisamente la aplicación de estas lecciones fue la creación del Ejército Ciudadano Irlandés. Los dos principales dirigentes del EIC eran Connolly (él mismo había sido antes soldado) y el capitán Jack J. White DSO -un protestante del Ulster-. Connolly veía el EIC no sólo como una fuerza de defensa, sino como un ejército revolucionario, dedicado a derrocar el capitalismo y el imperialismo. Escribió lo siguiente:
"Una organización armada de la clase obrera irlandesa es un fenómeno en Irlanda. Hasta ahora los trabajadores de Irlanda habían luchado como parte de los ejércitos dirigidos por sus amos, nunca como un miembro de un ejército comandado, entrenado e inspirado por hombres de su propia clase. Ahora, con las armas en la mano, se proponen emprender su propio rumbo, forjar su propio futuro". (Workers Republic, 30/10/1915).
Como vemos en estas líneas, Connolly consideraba el EIC desde un punto de vista de clase, como una organización orgánicamente vinculada a las organizaciones de masa del proletariado. Se financiaba con las suscripciones de los militantes del sindicato, sus actividades se organizaban desde Liberty Hall, los cuarteles generales del ITGWU de Dublín. El Ejército Ciudadano se entrenó y desfiló abiertamente por las calles de Dublín durante los años previos a 1916. No era una organización secreta dominada por los métodos del terrorismo individual, era una verdadera milicia obrera: el primer Ejército Rojo de Europa.
La insurrección de Pascua
Los años precedentes a la Primera Guerra Mundial fueron testigos de un período de amarga lucha de clases en Irlanda, con huelgas tormentosas y cierres patronales que se lucharon hasta el final en contra de los antecedentes de lucha nacional por la liberación de Irlanda del dominio inglés. En 1914 Irlanda estuvo al borde de una guerra civil. Desgraciadamente el movimiento huelguístico en Irlanda se cortó en seco debido al estallido de la guerra entre Gran Bretaña y Alemania. También, por otro lado, el estallido de la Primera Guerra Mundial llevó a su punto de ebullición todas las contradicciones derivadas de la cuestión nacional.
En la Primera Guerra Mundial Connolly defendió una línea consistentemente internacionalista. Aunque no había tenido un contacto directo con Lenin, los dos hombres instintivamente adoptaron la misma posición desde el inicio de las hostilidades. Mientras tanto, la dirección de la mayor parte del movimiento obrero europeo adoptó una posición chovinista, es decir, a pesar de adoptar una posición contra la guerra antes de que ésta comenzase, una vez en camino apoyaron a "su propia" clase dominante. Larkin, como Connolly, adoptó el punto de partida contrario, es decir, apoyaron los intereses de la clase obrera internacional: "He sido acusado de ser un pro-alemán, pero no apoyo al Káiser más de lo que apoyo a George Wettin de Inglaterra. Yo apoyo a las clases trabajadoras de cada país. La clase obrera inglesa me es tan querida como la de mi propio país o cualquier otro, pero el gobierno de Inglaterra es la cosa más vil que existe sobre la superficie de la Tierra". (Emmet Larkin, op. cit., p. 172).
En agosto de 1914, a pesar de todas las resoluciones aprobadas por los congresos de la Segunda Internacional, cada una de las direcciones de los partidos socialdemócratas traicionó la causa del internacionalismo socialista y votaron a favor de la guerra. Las únicas excepciones honrosas fueron los rusos, los serbios y los irlandeses. Desde el principio, Connolly adoptó una postura internacionalista intransigente. Al comentar la traición de los dirigentes de la Internacional Socialista Connolly escribió lo siguiente en Forward (15/8/1914):
"¿Qué ha pasado con todas nuestras resoluciones, con todas nuestras propuestas de confraternización; con todas nuestras amenazas de huelga general; con nuestra maquinaria del internacionalismo tan cuidadosamente construida; con todas nuestras esperanzas de futuro?"
Como respuesta al pacifismo que era el sello de dirigentes del ala de izquierda laborista como Ramsay MacDonald (en ese momento en la izquierda del movimiento obrero británico) y los dirigentes del PLI, Connolly escribió:
"Una gran insurrección continental de la clase obrera detendría la guerra; una protesta universal de mítines públicos no salvaría una sola vida en esta carnicería desenfrenada".
Estas líneas demuestran que James Connolly era un verdadero proletario y revolucionario que dedicó toda su vida a la causa de la clase obrera y el socialismo. Connolly no sólo era un socialista, no sólo un revolucionario: era internacionalista hasta la médula. El programa del Partido Socialista Republicano Irlandés, escrito por Connolly, no era nacionalista, era un programa socialista basado en:
"Establecimiento de una REPÚBLICA SOCIALISTA IRLANDESA basada en la propiedad pública del pueblo irlandés de la tierra, los instrumentos de producción, distribución e intercambio. La agricultura debía administrarse como una función pública, con órganos de dirección elegidos por la población agrícola y responsable ante ella y ante la nación. Todas las otras formas de trabajo necesario para el bienestar de la comunidad debían regirse por los mismos principios".
El socialismo intransigente del PSRI iba mano a mano con el internacionalismo proletario revolucionario. Larkin explicaba: "Mi objetivo era que ante el punto muerto al que se había llegado esperaba que los trabajadores se rebelaran en otros países". (Ibíd., pp. 173-4). Connolly escribía y hablaba en las mismas líneas. El deber elemental de la clase obrera irlandesa era aprovechar la situación para llevar a cabo una lucha revolucionaria contra el imperialismo británico, suponiendo que "la necesidad de Inglaterra es la oportunidad de Irlanda". Desgraciadamente, los trabajadores irlandeses estaban agotados debido a los esfuerzos realizados durante las batallas de clase anteriores a la guerra y la oleada revolucionaria no comenzó hasta 1917. Durante los primeros años de la guerra el movimiento obrero guardó silencio.
El problema era que desde el principio de la guerra Connolly estuvo prácticamente aislado. Internacionalmente, no tenían contacto. Fuera de Irlanda el movimiento obrero parecía guardar un silencio sepulcral. Es verdad que había síntomas de recuperación en Gran Bretaña, con la huelga de alquileres de Glasgow en 1915 y el auge del movimiento de delegados sindicales de base. Pero Connolly temía que los trabajadores de Gran Bretaña entraran demasiado tarde en escena y que Irlanda no pudiera esperar. La situación cambió con la cuestión del servicio militar obligatorio.
La idea de una insurrección estaba tomando forma en la mente de Connolly. La principal preocupación de Connolly, y también de los nacionalistas pequeñoburgueses de los Voluntarios Irlandeses, era la cuestión del servicio militar obligatorio en Irlanda. Connolly les presionó para que entraran en una alianza militante con el laborismo para llevar a cabo una insurrección armada contra el imperialismo británico. Pero los líderes de los Voluntarios se retiraron en el último momento dejando la insurrección en la estacada.
La traición de los nacionalistas
La traición de los nacionalistas Durante generaciones los nacionalistas irlandeses han creado toda una mitología relacionada con la Insurrección de Pascua. Sin embargo, lo que nunca han explicado verdaderamente las fuerzas de clase que en ella participaron. El papel del Ejército Ciudadano nunca ha sido reflejado fielmente en sus historias. Ni tampoco que los nacionalistas de clase media traicionaron la Insurrección de Pascua. En realidad, la fuerza motriz de la insurrección fue la clase obrera irlandesa que luchaba no sólo por la independencia irlandesa, sino por la República Irlandesa de Trabajadores.. Las unidades del Ejército Ciudadano formaron el núcleo duro de la insurrección y al frente estaba ese gran dirigente y mártir de la clase obrera: James Connolly.
Lenin explicó que en un frente único la táctica correcta es "marchar por separado y golpear juntos". Aunque colaboraron en la insurreción, siempre existió un conflicto entre los trabajadores del Ejército Ciudadano y los nacionalistas de clase media de los Voluntarios Irlandeses. La identificación de Connolly con la insurrección de 1916 suponía el reconocimiento claro de la conexión y los vínculos existentes entre la lucha nacional y la lucha de clases. Connolly se identificaba completamente con la insurrección. La dirigió en Dublín pero tuvo que aceptar como aliados a los Voluntarios Irlandeses, dirigidos por Eoin MacNeil que era un nacionalista reaccionario y un conservador acérrimo. Como revolucionario e internacionalista, Connolly estaba naturalmente a favor de luchar contra el dominio británico en Irlanda. Pero avisó en mil ocasiones a los trabajadores irlandeses de que no confiaran en la burguesía y nacionalistas pequeño burgueses con su demagogia sobre "liberar Irlanda" bajo un gobierno capitalista.
La chispa que inició la mecha de la rebelión fue el plan de introducir el servicio militar obligatorio en Irlanda, obligar a los jóvenes irlandeses a actuar como carne de cañón para sus amos imperialistas. El ala de derecha de los nacionalistas irlandeses realmente apoyaba al imperialismo británico, actuando como sargentos de reclutamiento de la guerra. Connolly les atacó por enviar a la flor y nata de los jóvenes irlandeses a morir por el imperialismo en las trincheras. Con un ingenio mordaz escribía:
"John Redmond dijo, avanzad completamente que todo va bien camarada, el Home Rule llegará cuando estemos muertos y enterrados en Bélgica".
Incluso el supuestamente ala progresista de los nacionalistas saboteó el movimiento contraordenando la orden de movilizar en víspera de la insurrección. Sólo 1.500 miembros de los Voluntarios de Dublín y el EIC respondieron a la llamada. Los nacionalistas ya se habían dividido entre redmondistas -el Grupo Parlamentario Irlandés- que apoyaban la guerra y el ala de izquierda. Sin embargo, en víspera de la insurrección, el líder de los Voluntarios, Eoin MacNeil públicamente dio orden a todos los miembros de que no salieran. Los empresarios irlandeses unánimemente denunciaron la insurrección. Arthur Griffith lo describió como una "locura". Muchas veces, antes y después, la burguesía nacionalista traicionó la causa de Irlanda.
Desde un punto de vista militar la insurrección estaba condenada de antemano al fracaso, aunque si los Voluntarios no hubieran dado marcha atrás la insurrección habría tenido un éxito mayor. Prácticamente se limitó a varios insurgentes en Galway y un movimiento más pequeño en Wexford, pero en otras partes del país fue pacífica. Las condiciones para la insurrección francamente eran desfavorables. Aunque hasta el estallido de la guerra hubo huelgas en Irlanda el movimiento había entrado en reflujo. La clase obrera irlandesa estaba agotada y debilitada por los efectos del cierre patronal y prácticamente permaneció pasiva durante la insurrección.
Las fuerzas británicas libraron una feroz contraofensiva para aplastar la insurrección. Utilizaron la artillería para atacar y someter el GPO (el centro de los rebeldes). El jueves por la noche, después de cuatro días de resistencia heroica, a pesar de las horribles dificultades, los rebeldes se vieron obligados a firmar una rendición incondicional. Los imperialistas británicos inmediatamente mostraron su verdadera cara cuando ejecutaron a sangre fría a Connolly y los demás dirigentes de la insurrección.
Es necesario hacer un balance equilibrado de 1916. ¿Hizo lo correcto Connolly? La cuestión es difícil de responder. Hasta cierto punto la acción de los rebeldes estaba dictada por los acontecimientos, por la introducción del servicio militar obligatorio. Había rumores de que las autoridades británicas estaban planeando arrestar a los principales revolucionarios irlandeses.
Connolly parecía decidido a poner toda la carne en el asador. Sacó la conclusión de que era mejor golpear primero. Pretendía asestar un golpe que rompiera el hielo y mostrara el camino, incluso a costa de su propia vida. Luchar y perder era preferible a aceptar y capitular sin luchar. Cuando Connolly abandonó la sede del ITGWU esa fatídica mañana, le susurró a su camarada William O’Brien: "Vamos a salir para que nos maten". O’Brien preguntó: "¿Hay oportunidad de éxito?" Connolly respondió: "Nada en absoluto". Connolly sabía que la insurrección estaba condenada al fracaso. Su objetivo era dejar tras de sí una tradición de lucha revolucionaria sobre la cual se pudiera basar la nueva generación.
Connolly sin duda era un gigante. Sus acciones eran las de un verdadero revolucionario, a diferencia del comportamiento vergonzoso de los dirigentes laboristas que apoyaron la carnicería imperialista -con el apoyo entusiasta de los nacionalistas burgueses irlandeses-. Él también cometió algunos errores, no se puede negar aunque algunas personas pretenden presentar a Connolly como un santo mientras al mismo tiempo desechan y distorsionan sus ideas. En la propia insurrección había serias debilidades. No intentó convocar y preparar por anticipado una huelga general. El lunes 24 de 1916 los tranvías de Dublín todavía estaban funcionando y la mayoría de la población continuaba con su trabajo habitual. No se hizo ningún llamamiento a los soldados británicos.
El comportamiento de los dirigentes nacionalistas no pilló por sorpresa a Connolly que siempre abordó la lucha de liberación nacional desde un punto de vista de clase. Nunca confió en la burguesía y las tendencias pequeñoburguesas del republicanismo, incansablemente intentó construir un movimiento independiente de la clase obrera como la única garantía para la reconquista de Irlanda. Desde su muerte se han hecho muchos intentos de borrar su verdadera identidad como socialista revolucionario y han intentado presentarle como un nacionalista más. Esto es completamente falso. Una semana antes de la Insurrección de Pascua advirtió al Ejército Ciudadano: "Nos enfrentamos a miles de desventajas. Pero si ganáramos, no guardéis vuestros rifles porque los Voluntarios pueden tener un objetivo diferente. Recordad, no sólo defendemos la libertad política, también la libertad económica".
Aunque la propia insurrección terminó en fracaso, dejó tras de sí una tradición de lucha que tuvo enormes consecuencias. Probablemente esto era lo que Connolly tenía en mente. El salvajismo del ejército británico que disparó a sangre fría contra todos los dirigentes de la insurrección después de una farsa de "juicio", provocó una oleada de revulsión por toda Irlanda. James Connolly, que cayó mal herido y no pudo continuar, fue fusilado atado a una silla. Pero los británicos calcularon mal. Las armas que terminaron con la vida de este gran dirigente de la clase obrera despertaron a una nueva generación de luchadores con ganas de vengar las injusticias de Irlanda.
Algunos ex-marxistas arrepentidos criticaron la Insurrección de Pascua desde un punto de vista de derecha, como ocurrió con Plejánov. En un artículo aparecido en Nashe Slovo el 4 de julio de 1916, Trotsky denunció los comentarios de Plejánov sobre la insurrección, las calificó de "miserables y vergonzosas" y añadió: "la experiencia de la insurrección nacional irlandesa ha terminado […] el papel histórico del proletariado irlandés acaba sólo de comenzar".
La Insurrección de Pascua fue como un toque de arrebato, sus ecos reverberaron por toda Europa. ¡Después de dos años de carnicería imperialista finalmente se había roto el hielo! Se había pronunciado una palabra valiente y se podía escuchar por encima del estrépito de las bombas y los cañones. Lenin recibió entusiasmado las noticias de la insurrección. Era comprensible dada su posición. La guerra había creado demasiadas dificultades para los marxistas internacionalistas. Lenin estaba aislado con un pequeño grupo de seguidores. Por todas partes reinaba la capitulación y la traición. La lucha de clases estaba temporalmente en suspenso. Los dirigentes obreros estaban participando en gobiernos de coalición con los socialpatriotas. Los acontecimientos en Dublín consiguieron superar esta situación. Por eso Lenin estaba tan entusiasmado con la insurrección, aunque también advirtió:
"La desgracia de los irlandeses consiste en que se han lanzado a la insurrección en un momento inoportuno, cuando la insurrección europea del proletariado no ha madurado todavía. El capitalismo no está organizado tan armónicamente como para que las distintas fuentes de la insurrección se fundan de golpe por sí mismas, sin reveses ni derrotas". (Lenin. Balance de la discusión sobre la autodeterminación. Obras Completas. Volumen. 30. Moscú. Editorial Progreso. 1980. p. 59).
Existe un mito acerca de Lenin y Trotsky y que supuestamente no apoyaron la insurrección. Estas líneas acaban con esta mentira. Ellos analizaron la insurrección y criticaron algunos de sus aspectos, pero denunciaron a todos aquellos del movimiento obrero internacional que condenaron este episodio heroico.
La tragedia de la Insurrección de Pascua fue que ocurrió demasiado pronto. Un año más tarde el mundo se sacudió con la Revolución de Octubre en Rusia. Si la insurrección hubiera ocurrido dos años después no se habría quedado aislada. Habría contado con poderosas reservas en forma de un movimiento revolucionario de masas que barrió toda Europa después de la revolución de octubre de 1917. ¿Cómo podía Connolly saber esto? No podía, e incluso aunque hubiera podido, los acontecimientos revolucionarios no siguen un horario preestablecido.
La traición de la burguesía
El papel dirigente de la Insurrección de Pascua lo jugó Connolly y el Ejército Ciudadano. Por esa razón sus pérdidas fueron proporcionalmente mayores. La brutal ejecución de Connolly asestó un golpe mortal al movimiento revolucionario. Clifford King señala correctamente que "el proletariado de Dublín, los campesinos y la población del resto del país, que recordaban y anhelaban a los dirigentes de Pascua aún después de su muerte, por razones indignas se les iba a negar una dirección política efectiva". (Clifford King. The Orange and the Green, p. 36).
A pesar de que jugaron un papel dirigente en la insurrección, los libros de historia han quitado importancia al papel que jugaron Connolly y el Ejército Ciudadano en 1916, y han exagerado el papel de los Voluntarios Irlandeses pequeñoburgueses y el Sinn Fein. Se trata de una tergiversación de la realidad. El Sinn Fein era una organización antisocialista y antiobrera. A principios de 1918 Larkin escribía lo siguiente sobre su organización norteamericana:
"El movimiento del Sinn Fein aquí es antiobrero y en cuanto a los socialistas piensan que son los anti-cristos. Han intentado dar la impresión a la opinión pública estadounidense de que la revolución era una revolución católica, en realidad, han hecho a la causa un daño incalculable. Son los patrioteros norteamericanos más violentos, siempre alardeando de lo leales que son y cuántos irlandeses han luchado y muerto por esta república libre. ¡Moroyah! Me ponen enfermo. Han celebrado una reunión en Chicago tiempo atrás y en esa reunión gastaron 2.600 dólares, 1.700 dólares para erigir una bandera especial plagada de estrellas y arreglos eléctricos con destellos por toda la reunión. Son, en una palabra, patriotas superfinos y estafadores políticos de lo más consumados. Esto se aplica a todos ellos sin excepción y el tropel que últimamente ha pasado no es mejor". (Emmett Larkin, op. cit., p. 199).
La clase obrera irlandesa podría y debería haber jugado un papel dirigente en la lucha de liberación nacional. Esta es la única forma de que pueda triunfar la lucha. Después de 1916 los sindicatos estaban desorganizados, pero cuando los dirigentes regresaron de sus campos de internamiento pronto se recuperaron. Emmet Larkin escribe lo siguiente:
"Después de su liberación del campo de internamiento británico a finales de 1916, Foran y O’Brien se aplicaron en su maquinaria rota, el Sindicato del Transporte. Poco más de un año después habían conseguido aumentar la militancia de 5.000 a 14.000, y los grupos de 10 a 40. Durante 1918 el crecimiento del sindicato fue impresionante, principalmente debido al movimiento de reivindicación salarial que recorría toda Gran Bretaña e Irlanda. A finales de año la militancia estaba próxima a los 68.000 y 210 grupos, la tesorería daba un saldo acreedor de 19.000 libras. Cuando Larkin regresó en abril de 1923 el Sindicato tenía 100.000 militantes en 350 grupos y un balance de 140.000 libras". (Emmet Larkin, op. cit., p. 236).
La debilidad principal del movimiento obrero era su dirección. James Connolly siempre fue un marxista revolucionario consistente. Dedicó una gran parte de su tiempo a la teoría, como se puede ver en sus maravillosos escritos. Pero la realidad es que los otros dirigentes del ITGWU no tenían interés en la teoría y entendían poco del socialismo. Eran principalmente "prácticos" para quienes los sindicatos eran vehículos para obtener aumentos salariales y mejores condiciones laborales y no el derrocamiento revolucionario del capitalismo. William O’Brien era un ejemplo típico de esta clase de dirigentes. Un sindicalista sólido, había estado cerca de Connolly, pero no comprendía nada de sus ideas. Mientras Connolly vivió personas como O’Brien se contentaban con seguirle y aceptar sus ideas, aunque sus corazones estuvieran llenos de dudas. R. M. Fox recordaba que "incluso en tiempos de Connolly, existía una fuerte oposición a que el Ejército Ciudadano utilizara su sala [Liberty Hall] y que se asociara al Ejército con las actividades del sindicato". (R. M. Fox. History of the Citizens Army, p. 189).
Después de la prematura muerte de Connolly, las tendencias reformistas que siempre habían estado presentes salieron a la superficie. O’Brien y los otros dirigentes, que nunca se habían sentido cómodos con la línea revolucionaria de Connolly, comenzaron a distanciarse de él. Renunciaron a cualquier papel independiente del movimiento obrero en la lucha de liberación nacional, de esta forma, entregaron toda la iniciativa al Sinn Fein y a los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses. Cuando Frank Robbins, un militante del ITGWU y el ECI que había participado en la Insurrección de Pascua y sufrió la prisión y el exilio en EEUU, regresó a Irlanda y quedó conmocionado por el cambio. Detectó una "nueva atmósfera, una nueva perspectiva, totalmente diferente de la que habían creado Connolly y Mallin". Pensaba que a los nuevos reclutas del ECI "parecía faltarles espíritu, la comprensión y la disciplina que eran tan características del período anterior".
Robbins se quejaba de que la "estrecha cooperación entre el Sindicato de Transporte Irlandés y el Ejército Ciudadano parecía haber desaparecido completamente. Las relaciones se habían deteriorado hasta tal punto que no sería una exageración decir que excepto partidarios como los que he nombrado, será inevitable una situación abiertamente hostil". (Citado por W. K. Anderson en James Connolly and the Irish Left, p. 139).
Larkin estaba muy preocupado por el hecho de que después de la muerte de Connolly los dirigentes obreros irlandeses cayeron bajo el control de los nacionalistas y protestó por esta situación en una furiosa carta escrita a Thomas Foran en el verano de 1918, entonces presidente del ITGWU: "¿Qué están haciendo O’Brien y el resto permitiendo a la banda de Griffith monopolizar todo el crédito de la lucha? Me gustaría que O’Brien y los demás lo declaren por sí mismos. ¿Se han hechos todos del Sinn Fein?" (Emmet Larkin, op. cit., p. 200). A finales de 1918 escribió de nuevo defendiendo la necesidad de que el movimiento obrero irlandés mantuviera su independencia de clase:
"No deben dejar que los lleven por el mal camino formado por movimientos políticos efímeros. Nuestro trabajo es fundamental. No sólo queremos una Irlanda independiente, sino que exigimos una Irlanda libre formada por hombres y mujeres libres. Soy consciente del tortuoso camino que deben andar ustedes y vuestros colegas. Ciertas fuerzas del Eire parecen haber explotado la lucha para sus propios fines. De ninguna forma deben acobardarse: Hay que mantenerse en la misma línea, que las lascas caigan donde puedan. Pero asegúrense que estamos en el lado que debe finalmente prevalecer. Los partidos pueden levantarse y hundirse en una noche, pero los hombres viven para siempre y los principios son eternos". (Ibíd.,).
Sin embargo, al trasladarse a EEUU, Larkin había perdido la oportunidad que habría podido haber tenido si hubiera cambiado la situación. Con Connolly desaparecido, no existía un dirigente con la suficiente autoridad para situar en el camino correcto al movimiento obrero irlandés. El movimiento obrero podría y debería haber jugado un papel decisivo en la lucha pero en cada momento decisivo quedó paralizado debido a la ausencia de dirección. Frank Robbins señala amargamente:
"El fracaso del Ejército Ciudadano a la hora de jugar un papel digno en la lucha contra las fuerzas británicas durante el período de 1918-21 fue consecuencia fundamentalmente de nuestro fracaso en vomitar dirigentes con la misma visión dinámica de Connolly y Mallin. Este fracaso fue muy costoso para aquellos de nosotros que aceptamos los principios socialistas de la república obrera preconizados por James Connoly, significó que perdimos una oportunidad única de jugar nuestro papel en la lucha por la libertad de Irlanda y la consecución posterior de una Irlanda libre". (Citado por W. K. Anderson en James Connolly and the Irish Left, p. 141).
Frank Robbins estaba equivocado al pensar que el movimiento puede "vomitar" tal dirección. Hay que construirla y prepararla por anticipado, como por ejemplo, el Partido Bolchevique ruso se construyó y preparó durante las décadas previas a 1917. Connolly no construyó un partido marxista revolucionario -un partido de cuadros armados con la teoría- capaz de seguir con su trabajo después de su muerte. Este fue su mayor error y el que tendría consecuencias más trágicas.
Es verdad que Connolly había creado el Partido Laborista Irlandés, con una base sólida en los sindicatos y la clase obrera, pero no era un partido de cuadros y no tenía una base teórica marxista sólida. Ese fue su talón de Aquiles. En realidad, fueron los trabajadores del Ejército Ciudadano Irlandés los que dirigieron la Insurrección de Pascua y no los voluntarios pequeño burgueses. El Sinn Fein NO jugó ningún papel en la insurrección y los nacionalistas burgueses irlandeses la traicionaron. Cuando Connolly desapareció de la escena, fueron los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses los que se aprovecharon de la situación para tomar el control del movimiento.
Los dirigentes del Partido Laborista Irlandés, que carecían de la base marxista de Connolly, demostraron ser completamente incapaces de llevar adelante la tarea que les había planteado la historia. En lugar de mantener la lucha de Connolly por una política de clase independiente, se pusieron a la cola de los nacionalistas, lo más escandaloso es que después de la guerra se retiraron de las elecciones generales para favorecer a los nacionalistas. De la misma forma que el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebcknecht descabezó la revolución alemana, el asesinato de Connolly eliminó cualquier oportunidad de que la clase obrera irlandesa dirigiera el movimiento revolucionario contra el imperialismo británico. ¡Este fue el precio que se tuvo que pagar!
Guerra de guerrillas
En noviembre de 1918, después de haber conseguido una victoria en las elecciones generales, el Sinn Fein declaró la república irlandesa. Esto llevó a una lucha de liberación nacional. Los Auxiliares -ex-oficiales del ejército británico- actuaron en esta guerra como las tropas de choque del imperialismo británico. Su líder, el general Crozier, acababa de regresar de luchar contra los bolcheviques en Rusia y esta lucha era una extensión de la misma lucha de clases internacional.
Durante tres años y medio se llevó a cabo una guerra de guerrillas, hasta que Lloyd George estuvo de acuerdo en negociar la "cuestión irlandesa". Pero la causa de la liberación nacional fue traicionada una vez más por los nacionalistas burgueses irlandeses que aceptaron un acuerdo traidor que renunciaba a la república y entregaba el norte al imperialismo británico. La burguesía irlandesa demostró en la práctica que era incapaz de dirigir la lucha de liberación nacional. El llamado Estado Libre Irlandés era sólo una semicolonia del Imperio Británico y la burguesía irlandesa estaba bastante feliz con aceptar esta situación. El acuerdo dividió al Dail, al Ejército y a la población irlandesa, preparando el terreno para una guerra civil sangrienta y ruinosa.
Bajo la dirección de la burguesía y los nacionalistas pequeño burgueses, el movimiento fue desviado hacia la lucha de guerrillas y después traicionado. Temerosa de la perspectiva de la revolución, la corrompida burguesía irlandesa alcanzó un acuerdo con Londres para dividir Irlanda. Este había sido el plan B del imperialismo británico desde hacía tiempo. Connolly ya había advertido contra este plan años antes:
"La propuestas recientes de los señores Asquith, Devlin, Redmond y compañía para la implantación del Home Rule merece la máxima atención de la clase obrera de este país. Revelan de una forma contundente e incuestionable la profundidad de la traición que los llamados políticos nacionalistas están dispuestos a cometer…
Este proyecto en el que están de acuerdo Redmond y Devlin, la traición de la democracia nacional del Ulster industrial significaría un carnaval de reacción tanto en el norte como en el sur, haría retroceder la rueda del progreso, destruiría la venidera unidad del movimiento obrero irlandés y mientras dure paralizaría todos los movimientos venideros".
Todos los avisos de Connolly sobre el papel traidor de la burguesía fueron confirmados por los terribles acontecimientos que acompañaron a la partición. El legado de esta traición todavía persiste.
"El movimiento obrero debe esperar"
La historia de Irlanda durante siglos ha sido la historia de la lucha de los trabajadores, campesinos y artesanos para liberarse, y de las constantes traiciones vergonzosas contra las masas por parte de sus dirigentes de clase media y burgueses, que han llevado al movimiento de derrota en derrota. Fue este hecho lo que llevó a Wolfe Tone a poner su atención en los "hombres sin propiedad". Un siglo después James Connolly planteó esta idea de una forma más sólida: "Sólo la clase obrera irlandesa sigue siendo la heredera incorruptible de la lucha por la libertad de Irlanda". La burguesía, por toda su colaboración nacionalista, no podía jugar un papel progresista. La tarea de garantizar la liberación de Irlanda del dominio imperialista ahora se incorporaba a las tareas de la revolución socialista que tendría que dirigir la clase obrera. Al liberarse del imperialismo británico la clase obrera irlandesa no pondrá voluntariamente su cuello en el yugo del capital irlandés, seguirá su camino hacia la república de los trabajadores y la transformación socialista de la sociedad. El problema central es que tanto la lucha de liberación nacional como la revolución socialista deben ir unidas, de aquí la necesidad de construir un verdadero partido revolucionario.
Hemos dicho que el fracaso en la construcción de este partido sin duda fue el error más serio de Connolly. Aunque había comenzado con la idea de construir el Partido Socialista Republicano Irlandés (PSRI), su atención después se concentró en el ITGWU, el Ejército Ciudadano y el Partido Laborista. Perdió de vista el objetivo de construir un partido marxista revolucionario de cuadros. Cuando Connolly desapareció no quedó nadie que fuera capaz de ocupar su lugar.
Sin duda era correcto luchar por el establecimiento de un Partido Laborista independiente basado en los sindicatos. Pero también era necesario crear una tendencia marxista disciplinada dentro del Partido Laborista, para luchar por un programa y política verdaderamente marxistas. Esto no se hizo y los trabajadores irlandeses pagaron un precio terrible. Los trágicos acontecimientos que siguieron a la derrota de la Insurrección de Pascua demostraron el papel decisivo de la dirección en la revolución. Después de la desaparición de Connolly, como hemos visto, los dirigentes del Partido Laborista emprendieron una dirección reformista. No jugaron un papel independiente sino que se subordinaron a los nacionalistas. Esto fue un error fatal y una flagrante contradicción con la política de Connolly de independencia de clase sin ningún tipo de compromiso. La clase obrera perdió la posibilidad de jugar un papel dirigente en la lucha nacional. La hegemonía del movimiento cayó en manos de los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses, aunque éste nunca ganó nada con ello. Esta dirección, como testifica ampliamente la historia de Irlanda, llevó al movimiento a la derrota y la traición.
La clase obrera irlandesa demostró su potencial en la huelga general de 1918 que fue sólida como una roca en toda Irlanda. Desde el principio la clase obrera entró en conflicto con la burguesía irlandesa, como demuestra el impresionante crecimiento de los sindicatos, las huelgas, las ocupaciones de tierra y la formación de soviets agrícolas e industriales. El movimiento estaba particularmente adelantado en el suroeste. Hubo ocupaciones de tierra en el Condado de Clare, donde se crearon soviets. Los mineros ocuparon la mina de carbón de Arigna en el Condado de Leitrim. En 1919 los trabajadores de Limerick crearon un soviet que tomó el control de la ciudad. Al año siguiente los trabajadores dublineses se negaron a cargar los cargamentos de municiones que llegaban desde Inglaterra y los ferroviarios se negaron a transportar a los soldados. La militancia sindical experimentó un crecimiento explosivo. Lo más trágico es que en todos los acontecimientos tormentosos que sucedieron durante la semana de Pascua el movimiento obrero no jugó un papel independiente.
Este resultado no era inevitable. Las condiciones para la revolución maduraban rápidamente. Hacía falta una dirección y un partido. En las elecciones generales de 1918 el partido Laborista se retiró en favor de los candidatos republicanos, de este modo abdicaba de todos los objetivos que tenía el movimiento. La dirección de las organizaciones obreras aceptaron la consigna de los nacionalistas burgueses: "El movimiento obrero debe esperar". La idea de que la clase obrera debe dejar a un lado sus intereses de clase y unirse con la burguesía "liberal" no era nueva entonces y todavía se repite hoy en día. Como explicamos al principio era la misma vieja canción que cantaban los mencheviques en Rusia antes de 1917. Lenin y Trotsky respondieron a esta tontería miles de veces. En Irlanda Connolly respondió a este argumento en incontables ocasiones. Incluso Marx y Engels explicaron repetidamente la necesidad que tenían los trabajadores de defender una política de clase independiente, incluso en el período clásico de la revolución democrático burguesa.
Esta contradicción se reflejó en una escisión izquierda-derecha dentro del movimiento obrero. En realidad estalló una guerra civil dentro del movimiento. Los trabajadores de Irlanda se enfrentaban continuamente a las limitaciones de la propiedad y ley burguesas. El Partido Laborista no adoptó ninguna posición oficial sobre el tratado y en general se sospechaba que estaba a favor. Pero muchos se opusieron. La oposición de Liam Mellows al Tratado le supuso su ejecución el 8 de diciembre de 1922. Mellows, que en realidad había sucedido a Connolly, era un marxista y un organizador del Fianna. Hoy en día muchas personas no saben que el Fianna fue fundado por una socialista, la Condesa Markievicz, y empezó como un movimiento juvenil socialista. Hasta finales de los años setenta todavía era este el caso.
La condesa Markievicz denunció el tratado que establecía la creación de un Estado Libre y defendió el ideal de James Connolly de una república de trabajadores. Acusó a quienes apoyaban el tratado de hacerlo para "establecer y sostener los intereses ingleses en Irlanda, para bloquear todo ideal que la nación quisiera formular, para bloquear la enseñanza del irlandés, bloquear la educación de las clases más pobres, bloquear, en realidad, cada pequeño progreso que todo hombre y mujer irlandesa entre la clase obrera deseaba imponer por la fuerza… Un estado gobernado por el pueblo y para el pueblo irlandés, por encima de los derechos de propiedad. No quisiera anticipar que bajo el Soarstat (Estado Libre) serán sus directores y los intereses capitalistas quienes estarán al frente. Mi idea es la república de los trabajadores por la que murió Connolly. Y digo que esta es una de las cosas que Inglaterra quiere evitar. Tarde o temprano nos darán el Home Rule más que una república democrática. Son los intereses de los capitalistas los que están detrás del tratado para bloquear la marcha de la clase obrera en Inglaterra e Irlanda…". (Citado en Clifford King. The Orange and the Green, pp. 113-4)-
Cuatro días después del anuncio del acuerdo, el 10 de diciembre de 1921, se publicó un manifiesto (escrito desde la cárcel por Larkin) que decía: "Nos comprometemos ahora y en el futuro a destruir este plan de destrucción de la nación. Nos proponemos luchar hasta que hagamos de la tierra de Erin una tierra adecuada para hombres y mujeres, una república de trabajadores o la muerte". (Emmet Larkin, op. cit., p.236).
Para la clase obrera la proclamación de una "Irlanda libre" era una victoria vacía. La crisis golpeó al débil capitalismo irlandés. El desempleo se extendió y los salarios de los que tenían trabajo cayeron. Las condiciones eran particularmente malas en las zonas rurales. Existían las condiciones para una explosión de la lucha de clases. La burguesía irlandesa, copiando las tácticas de sus hermanos de clase británicos, lanzó una política salvaje de reducción salarial. En Waterford los granjeros bajaron los salarios a los trabajadores agrícolas. Los empresarios de los puertos anunciaron una reducción del ya miserable salario de los estibadores que era de dos chelines diarios. Después siguieron los empresarios del carbón y otros.
Los empresarios irlandeses pasaron a una ofensiva general, reduciendo salarios y empeorando las condiciones y las jornadas laborales. Utilizaron a la policía y los militares para romper las huelgas y acabar con las ocupaciones de los trabajadores. El gobierno de Cosgrave intervino para obligar a los trabajadores a aceptar la "mediación" que provocaría una reducción de los salarios. La consigna "El movimiento obrero debe esperar" ahora adquiría su verdadero contenido. La burguesía requería a los trabajadores y campesinos como soldados en una guerra que no era la suya. Los hombres y mujeres que carecían de propiedad se vieron obligados a derramar su sangre por Irlanda, pero los frutos de la victoria se los apropiaron los avariciosos hombres de dinero.
Tan tarde como en 1922, el Partido Laborista consiguió 17 escaños en el Dail y realmente consiguió más votos que el Grupo Anti-tratado. Pero carecía de una verdadera política independiente. Después de desperdiciar la iniciativa, el movimiento obrero tuvo que pasar a la defensiva. En las elecciones generales de agosto de 1923 el Partido Laborista pasó de 17 a 14 escaños. Después de una serie de derrotas, los sindicatos entraron en un profundo declive. La militancia pasó de 130.000 en 1923 a 95.000 en 1926. Los trabajadores irlandeses habían retrocedido hasta niveles anteriores a 1914. A pesar de todo, la clase obrera siguió siendo leal al Laborismo que en 1927 conseguiría 22 escaños y estaba oficialmente en la oposición. Pero políticamente estaba girando a la derecha y abandonando las ideas de Connolly.
El Partido Laborista, que contaba con un gran seguimiento en los primeros años del Estado Libre Irlandés y la República, perdió la oportunidad de convertirse en una fuerza decisiva debido a su giro a la derecha y al abandono de las ideas de Connolly que había fundado el partido. En las elecciones irlandesas celebradas entre 1923 y 1938 consiguió sus mejores resultados en 1927 con el 12,6 por ciento de los votos y los peores en 1933, cuando consiguió sólo un 5,7 por ciento. En conjunto el voto laborista en este período osciló aproximadamente en el 9,7 por ciento. Esto habría proporcionado una base para convertirse en una fuerza de masas, pero para conseguirlo era necesario defender una política más radical, totalmente diferente de la que llevaban a cabo los dos principales partidos burgueses. En otras palabras, habría tenido que regresar a las ideas y el programa de Connolly. La dirección reformista no estaba dispuesta a hacerlo y eso condenó al partido a la impotencia. En su décimo congreso anual de 1941 se aprobó una resolución con 51 votos a favor a 16 en contra y que decía lo siguiente: "Este congreso opina que no se está haciendo lo suficiente para organizar el partido por todo el país". Desde entonces se ha repetido la misma canción.
La partición
La traición de la burguesía nacionalista llevó a la división de Irlanda. La Ireland Bill introducida por Lloyd George en otoño de 1920 se convirtió en ley el 23 de diciembre. En realidad, Irlanda ya estaba dividida. Irlanda del Norte fue inviable desde el principio. Esto quedó demostrado en la práctica cuando tuvieron que incluir a los dos condados con mayoría católica -Fermanagh y Tyrone-para dar la impresión de una mínima viabilidad. Si se hubiera pedido su opinión a los habitantes de estos dos condados en un referéndum, ciertamente no hubieran estado de acuerdo en separarse del sur. Pero nunca se les preguntó. El imperialismo británico separó deliberadamente los seis condados para debilitar Irlanda y asegurar la continuación de su dominación.
Los imperialistas británicos estaban decididos a mantener el control del norte tanto por razones económicas como estratégicas. La mayor parte de la industria de Irlanda estaba concentrada en el norte (textiles, construcción de barcos). T. A. Jackson explica los motivos económicos de la partición:
"Irlanda tiene muchos recursos naturales. En 1923 contaba con una gran mano de obra para su explotación. Pero siglos de explotación extranjera la han privado de capital. A parte de la importancia centro comercial de Dublín, sólo llegó inversión masiva a la vecina Belfast, la ciudad más poblada del país. Para Belfast, dominada por las industrias de lino y la construcción de barcos, la necesidad suprema era la diversificación. Esta diversificación podría haber servido de impulso para el desarrollo del resto del país. Existía la imperiosa necesidad de adecuar la infraestructura, desarrollar la infraestructura eléctrica, el transporte, la construcción de materiales (especialmente cal y cemento) y ciertas categorías de ingeniería. El papel de Belfast habría sido el de productor de los medios de producción para toda Irlanda.
La partición destruyó todas estas perspectivas. Obviamente la inversión estatal era esencial y el estado necesitaba acceder a toda la capacidad productiva de la nación. Pero el cuarenta por ciento de ésta estaba a disposición del Tesoro británico. ¿Cómo el restante sesenta por ciento podría financiar la recuperación en un momento en que la guerra y la revolución habían destruido el capital tanto en la industria como en la agricultura y retrasado su reposición? (T. A. Jackson. Ireland her Own, pp. 441-2).
Incluso más decisiva que la cuestión económica fue la importancia estratégica de los puertos irlandeses. Como una potencia isleña, el control de los mares era una cuestión vital para el imperialismo británico. Necesitaba los puertos de Irlanda. Por eso en las negociaciones sobre el Estado Libre Lloyd George insistió tercamente en la cuestión de los puertos irlandeses. En la Segunda Guerra Mundial Churchill consideró la posibilidad de ocupar Irlanda ante el temor que sus puertos pudieran caer en manos alemanas. Winston Churchill anunció sus intenciones en una carta dirigida a Andrews, primer ministro de Irlanda del Norte después de la guerra:
"Estábamos solos y teníamos que enfrentarnos, sin ayuda, a la furia del ataque alemán que atraía la muerte y la destrucción sobre nuestras ciudades y, aún más mortal, buscaba estrangular nuestra forma de vida imposibilitando la entrada a nuestros puertos de los barcos que nos traían comida y las armas que tan urgentemente necesitábamos. Sólo nuestro gran canal permanecía abierto. Ese canal permaneció abierto porque el Ulster leal nos permitió el uso de los puertos y las aguas irlandesas del norte, y de este modo aseguraba el libre funcionamiento de Clyde y Mersey. Si no hubiera sido por la lealtad de Irlanda del Norte y su dedicación a lo que ahora se ha convertido en la causa de treinta gobiernos, habríamos tenido que enfrentarnos a la esclavitud y la muerte, y la luz que ahora brilla tan fuertemente por todo el mundo se habría apagado…". (Citado por Clifford King. The Orange and the Green, p. 20).
El tratado garantizaba a Gran Bretaña el acceso a determinadas instalaciones portuarias y en tiempo de guerra tendría las facilidades necesarias para "objetivos defensivos". A los Seis Condados se les concedería un mes después de la ratificación del tratado para que decidieran permanecer o no como parte del Reino Unido, en cuyo caso, una comisión supuestamente decidiría donde se situaría la frontera.
Nacido en medio de una mezcolanza de pogromos sectarios, este "Ulster" desde el principio era una creación sectaria reaccionaria: "Las familias católicas romanas en las calles humildes de Belfast estaban aterrorizadas. Les arrojaban gasolina a sus casas y después para avivar el fuego les lanzaban granadas. La población acumulaba palos hechos con la madera de los muebles y a sus hijos les enviaban, huyendo de sus casas, al campo montados sobre carros tirados por burros y allí en algunos casos, con ningún sitio adonde ir, acampaban a campo abierto". (Ibíd., p. 128).
Antes de la Primera Guerra Mundial, Connolly y Larkin consiguieron unir a la clase obrera de Belfast contra los empresarios, atravesando el veneno del sectarismo con una política de clase. En 1919 hubo grandes huelgas en Belfast que conmocionaron a la clase dirigente. En enero de 1919 los trabajadores de los astilleros e ingeniería de Belfast fueron a la huelga y 20.000 trabajadores se manifestaron frente al ayuntamiento de Belfast para exigir una reducción de la jornada laboral. Toda la ciudad estaba en fermento. La huelga pronto se convirtió en general: además de los astilleros y las empresas de ingeniería, gas, electricidad y el transporte, la mayoría de los servicios públicos fueron a la huelga.
Esto coincidió con una gran oleada huelguística en Gran Bretaña. En Belfast el poder estaba realmente en manos de los comités de huelga y los consejos de industria. En su libro Revolt on the Clyde, el comunista escocés Willie Gallagher -entonces un joven delegado sindical de Glasgow- describe el sentimiento de inquietud que él experimentó cuando fue a Belfast a intervenir en una reunión de los huelguistas. No necesitaba preocuparse. La abrumadora clase obrera protestante de Belfast le dio una entusiasta bienvenida. Esto representaba una amenaza mortal para la clase dominante tanto británica como irlandesa y fue lo que decidió sus acciones posteriores. Cualesquiera que fueran las diferencias, los capitalistas de Inglaterra e Irlanda, católicos y protestantes, verdes u orangistas, siempre estaban dispuestos a dejar a un lado sus diferencias y unirse para derrotar a su propia clase obrera.
Un elemento importante en los cálculos de la clase dominante británica para imponer la partición fue el temor a la revolución proletaria en el norte y sur de Irlanda. La primera acción de la reacción orangista fue dividir a la clase obrera en líneas religiosas. Sin esto, la victoria de la reacción y la partición de Irlanda habría sido imposible. La Orden de Orange en su prensa lanzaba ataques contra los "bolcheviques y los seguidores del Sinn Fein" que estaban engañando al buen trabajador protestante. Cuando estos ataques no consiguieron romper la huelga, el propio Carson dio un discurso el 12 de julio en una reunión de 120.000 orangistas, donde específicamente escogió al movimiento obrero para su ataque:
"Ellos (el Sinn Fein) tienen todo tipo de organizaciones y métodos insidiosos de trabajo. Algunas veces es la Iglesia (…) El método más insidioso está hilvanando la cuestión del Sinn Fein y la cuestión de la república irlandesa a la del movimiento obrero…. Estos hombres que se presentan como los amigos del movimiento obrero les importa lo mismo que a un hombre que se encuentre en la luna. Su objetivo real y la verdadera naturaleza insidiosa de su propaganda es que puede desinformar y provocar la desunión entre nuestra propia gente; y al final, antes de que sepamos donde estamos, podríamos encontrarnos en la misma situación de servidumbre y esclavitud que el resto de Irlanda". "Citado en Clifford King. The Orange and the Green, p. 96. El subrayado es mío).
Este astuto representante de la clase dominante comprendía muy bien la cuestión central: para mantener subyugada a la clase obrera es necesario atarla de pies y manos al carro de la clase dominante. Es necesario convencerla por todos los medios de que tiene intereses comunes con la clase que la oprime y explota. Es precisamente necesario desinformar y provocar la desunión entre la clase obrera, dividiéndola en líneas religiosas, nacionales y sectarias. La división de Irlanda se basó desde el principio en la división de la clase obrera. Sólo se podrá superar cuando desaparezca esta división.
Los trabajadores de Belfast comprendieron el significado de esta avalancha de sectarismo y a través de sus organizaciones obreras intentaron frenarla, movilizando a 2.000 sindicalistas para patrullar la ciudad y mantener el orden. Pero cuando la huelga se agotó la iniciativa pasó a los reaccionarios. La policía atacó brutalmente a los piquetes. El veneno del sectarismo fue utilizado muy eficazmente por los empresarios. La Orden de Orange movilizó al lumpemproletariado para provocar disturbios y pogromos. Los trabajadores católicos fueron expulsados de los astilleros y apedreados con remaches metálicos. Hubo saqueo y muerte, los gamberros destrozaron las tiendas y las viviendas. Los perdedores, como siempre, fueron la clase obrera y los sectores más pobres de la sociedad. El sufrimiento de los trabajadores católicos de los Seis Condados fue espantoso:
"Los desocupados tenían dificultades para encontrar empleo, y los otros, los que tenían empleo, tenían suerte si conseguían conservarlo. Las diferencias religiosas, siempre marcadas, se estaban azuzando y producían en los oponentes amargura y rabia, inusual incluso para Belfast, pero seguramente no prevista por aquellos realmente responsables de la situación". (Ibid., p. 127).
En los pogromos, que duraron desde junio de 1920 a junio de 1922, resultaron heridas 1.766 personas y 428 fueron asesinadas. Sin embargo, la represión no tuvo como objetivo exclusivamente la comunidad católica. De los 9.000 trabajadores despedidos de sus puestos de trabajo después de la derrota de la huelga, una cuarta parte eran protestantes. La ascendencia protestante era un truco cínico para dividir a la clase obrera y asegurar que los empresarios seguían teniendo el control. Sin embargo, para conseguir este objetivo la opresión y la discriminación de la población católica fue incrustada en los cimientos de los seis condados del "Ulster". Su primer ministro, Sir James Craig, declaró en 1932: ‘El nuestro es un gobierno protestante y yo soy un orangista’. Dos años después insistió en el mismo punto en el parlamento de Stormont: ‘Siempre he dicho que primero soy orangista y después, político y miembro de este parlamento… De todo lo que alardeo es que tenemos un parlamento y estado protestantes". (P. Johnson. Op. cit., p. 209).
Aunque durante la mayor parte de la historia del norte los trabajadores católicos han tenido y continúan teniendo más posibilidades de estar desocupados que los trabajadores protestantes, las tasas de desempleo entre esta última comunidad todavía era muy elevada. Esto dio a la Orden de Orange el "palo y la zanahoria" para animar a los trabajadores protestantes a unirse a ella. La Orden ocupaba un lugar que no podían ocupar los empresarios y formal o informalmente, recibían ofertas de empleo. Por otro lado, particularmente en las zonas rurales, los empresarios eran conscientes de quien era un miembro y discriminaban a los que no lo eran.
En 1959, cuando se había planteado la cuestión de permitir a los católicos entrar en el Partido Unionista o en la Orden de Orange, Sir George Clarck, el Gran Maestro de la Orden de Orange, dijo que los católicos podían ayudar al unionismo en las urnas, la militancia era otra cuestión:
"Me gustaría que pusierais vuestra atención en las palabras ‘libertad civil y religiosa’. La libertad, como sabemos, es la libertad de la religión protestante. En vista de esto, es difícil ver cómo un católico romano, con las enormes diferencias en nuestras ideas religiosas, podría ser aceptado como militante del Partido Unionista o que se sintiera atraído incondicionalmente por sus ideales. Además de esto, un orangista está comprometido en la resistencia con todos los medios legítimos a su disposición contra la influencia de la Iglesia de Roma, absteniéndose de palabras demasiado duras, acciones y sentimientos hacia sus hermanos de lucha católicos romanos". (Ibíd., p. 210).
La discriminación sistemática contra los católicos en el empleo y la vivienda continuó en los seis condados durante décadas, además se utilizó la división arbitraria de los distritos electorales para conseguir ventajas que en la práctica suponían una negación de los derechos civiles. Los Voluntarios del Ulster, una fuerza paramilitar protestante, se transformó en 1920 en una policía destinada a aplastar los disturbios de Belfast, algo que hicieron con una violencia extrema. Más tarde el RUC contó con el apoyo de los odiados "Especiales", los A-Especiales estuvieron a su servicio en todo momento, los C-Especiales utilizados en caso de emergencia y los tristemente célebres B-Especiales, policías a tiempo parcial que jugaron un papel brutal en la supresión del movimiento por los derechos civiles en 1968-9. En la práctica, estos cuerpos sólo admitían en sus filas a protestantes.
La naturaleza represiva del Sexto Condado quedó subrayada por la Ley de Autoridades Civiles en 1922 (Poderes Especiales). Esta ley daba a las autoridades mano libre para tratar ocuparse de la disidencia:
"Si cualquier persona actúa de tal forma que se considera perjudicial para la preservación de la paz o el mantenimiento del orden en Irlanda del Norte y no tiene en cuenta las leyes, deberá ser considerado culpable de ofensa contra estas regulaciones".
Sin embargo, en los momentos clave del desarrollo de la lucha de clases se reafirmó la tendencia a la unidad de acción entre trabajadores católicos y protestantes. En 1932 Falls y Shankill se rebelaron contra el desempleo. Una vez más la Orden de Orange advirtió a "los sujetos leales al Rey de la necesidad vital de mantener alta la guardia contra el comunismo". La cuestión de clase siempre ocupó un lugar destacado en sus pensamientos. Los sectarios de la clase dominante era sólo un medio para este fin.
La Revolución Rusa e Irlanda
La clase obrera rusa -como Trotsky había pronosticado en 1904- llegó al poder antes que los trabajadores de Europa occidental. Puede que el lector se asombre al ver algunas referencias y comparaciones con la Revolución Rusa que aquí se incluyen. Se puede estar de acuerdo o en desacuerdo con Lenin, Trotsky y los bolcheviques, se puede admirar o no la Revolución de Octubre, pero es imposible negar el impacto que tuvo la Revolución Rusa en la historia mundial y en el desarrollo internacional del movimiento obrero. Aunque había muchas diferencias entre Rusia en 1917 e Irlanda en ese momento (menos aún hoy en día) también hay paralelismos importantes. La burguesía "progresista" y "liberal" demostró una y otra vez ser incapaz de llevar adelante las tareas de la revolución democrático-nacional.
Como sus homólogos en Rusia, los nacionalistas burgueses irlandeses estaban atados por mil y un lazos a las potencias imperialistas. En octubre de 1917 en lugar de la burguesía que había demostrado ser incapaz de dirigir la lucha contra el latifundismo y el imperialismo, la clase obrera rusa realizó las tareas de la revolución democrático-burguesa e inmediatamente procedió a nacionalizar la industria y emprendió las tareas de la revolución socialista. La burguesía jugó un papel abiertamente contrarrevolucionario, pero fue derrotada por los trabajadores formando una alianza con los campesinos pobres. Los bolcheviques después hicieron un llamamiento revolucionario a los trabajadores de todo el mundo para que siguieran su ejemplo.
Lenin sabía muy bien que sin la victoria de la revolución en los países capitalistas desarrollados, especialmente Alemania, la revolución no podría sobrevivir aislada, especialmente en un país atrasado como Rusia. Lo que ocurrió posteriormente demostró que esta idea era absolutamente correcta. La creación de la Tercera Internacional (comunista), el partido mundial de la revolución socialista, era la manifestación concreta de esta perspectiva. La revolución rusa contiene lecciones muy ricas para el movimiento obrero de todo el mundo. También tuvo un efecto en Irlanda.
Bajo el impacto de la Revolución Rusa, en febrero de 1917 William O’Brien y Cathal Shannon intentaron recuperar el Partido Socialista de James Connolly. Desgraciadamente, después de la muerte de Connolly la dirección demostró que no comprendí las verdaderas tareas de la revolución y sin ningún tipo de esperanzas se hundió. En 1921 la mayoría de los viejos dirigentes habían abandonado o habían sido expulsados del PSI. El periódico del PSI, The Workers Republic, decía lo siguiente: "En la reunión semanal, el 12 de octubre de 1921, el PSI aprobó la siguiente resolución:
"De acuerdo con nuestra política y con nuestra decisión de adherirnos a la Internacional Comunista (IC), damos los pasos preliminares para cumplir la segunda condición de afiliación a la IC y expulsar a los siguientes miembros:
Cathal O’Shannon, William O’Brien, basándonos en su reformismo, su no asistencia consecutiva a las reuniones del partido y los intentos reiterados de inutilizar todos los esfuerzos destinados a construir un partido comunista en Irlanda".
El secretario del recién formado Partido Comunista de Irlanda era Roddy Connolly, el hijo de James Connolly. Inmediatamente, a finales de 1921, el Partido Comunista de Irlanda se enfrentó con todas sus fuerzas a la cuestión nacional. Adoptó una posición de principios. Cuando se conocieron los términos del Tratado Anglo-Irlandés, el Partido Comunista de Irlanda se opuso a él y su posición quedó reflejada en el Manifiesto.
Las tradiciones revolucionarias de 1916 todavía estaban frescas en la mente de la clase obrera irlandesa. Por su parte, los Republicanos Nacionalistas defendían que el movimiento obrero debía esperar, para defender más cómodamente esta posición expulsaron del Partido Laborista a todos aquellos que intentaban recuperar las ideas de Connolly. La formación de un Partido Comunista de Irlanda independiente recibió el apoyo entusiasta de Lenin que, correctamente, insistió en apoyar en la guerra civil irlandesa al bando republicano. El partido cumplió con su deber apoyando a la joven república soviética.
El Partido Comunista de Irlanda defendía el establecimiento de una república de trabajadores. Dirigió las luchas de los desocupados y la ocupación del edificio Rodunta en Dublín donde izaron la bandera roja. Sin embargo, en cuestión de días, la policía del I.R.A fue utilizada para desalojar el edificio y devolvérselo intacto a su propietario privado. Las notas de C. D. Graves en su libro Liam Mellows and the Irish Revolution, describen la situación de la época:
"El 14 de diciembre (1921) el Dail se reunió. En este organismo, predominantemente burgués, se concentraba el poder de decisión de toda la nación. Fuera, las Cámaras de Comercio aprobaban sus resoluciones. Comerciantes rurales, ganaderos, manufactureros, grandes y pequeños, aceptaban de sus superiores naturales, agrarios y financieros, el lamento que pedía orden y paz.
También estaba el movimiento obrero que no tenía dirección. De los más de mil grupos y consejos sólo seis aprobaron una resolución. The Voice of Labour, se ocupó de la cuestión como si fuera algo irrelevante. Sólo la extrema izquierda levantó la voz. El Partido Comunista de Irlanda describió el tratado como una traición vergonzosa. La realidad es que fue el primer partido de Irlanda que lo condenó.
Larkin telegrafío en términos similares desde su prisión norteamericana. Estas voces se perdieron en medio del clamor general. Cuando los delegados ocuparon sus asientos tanto la policía republicana como los Black and Tans arrestaron a los trabajadores de la granja Wexford que estaban en huelga para que se les reconociera su sindicato".
Pero el PCI era demasiado pequeño, quizá sólo tenía unos veinte miembros activos. Además, estaba plagado de divisiones y disensiones internas. El nivel político de la militancia era bajo y por lo tanto miraban hacia Moscú en busca de dirección. Esto más tarde terminó socavando el partido y lo redujo a la esterilidad.
En los primeros años de la Internacional Comunista Lenin explicó a los partidos comunistas no rusos la necesidad de ponerse al frente de las masas para apartarlas del reformismo. La mayoría de los jóvenes e inexpertos comunistas estaban contaminados con el ultraizquierdismo. No comprendían la posición de Lenin del frente único o su insistencia en la necesidad de penetrar en las organizaciones de masas.
El pequeño Partido Comunista Irlandés no consiguió llegar a las filas del Partido Laborista o los republicanos. Roddy Connolly defendía un giro hacia el movimiento republicano, esta era una idea correcta. Pero se chocó con la oposición de otra fracción que consideraba esta táctica inútil y que en su lugar defendían que el partido dedicara sus recursos a la acción directa y a la formación política. Esto condenó al PCI a la esterilidad.
Finalmente, ante la insistencia de Larkin la Comintern disolvió el PCI ya que no tenían nada que hacer con él. Sin embargo, la actitud de Larkin hacia el PCI parece haber estado dictada por consideraciones personales. Larkin fue elegido para el Ejecutivo Internacional de la IC en 1924 y eso se convirtió en un freno. A pesar del indudable coraje personal y dedicación al movimiento, él no era un teórico y carecía de la amplitud de miras de Connolly. Al final, sólo era un militante obrero con conciencia de clase. Como señala R. M. Fox:
"En ningún momento de su vida Larkin tiene una visión profundamente definida de la lucha del movimiento obrero. Siempre fue un trabajador de campo no un hombre de grupo, aceptaba las ideas socialistas vagas sobre una futura sociedad armoniosa y que los jóvenes de aquella época podían escuchar desde distintas plataformas obreras. Algunas veces tenía inclinación a hablar con desprecio de teorías abstractas cuando hombres y mujeres de pelo largo querían manifestar su propia habilidad en lugar de unirse a luchar para acabar con los demonios intolerables". (R. M. Fox. Jim Larkin, Irish Labour Leader, p. 23).
Seguramente Connolly nunca se habría expresado en tales términos. Pero el desprecio por la teoría era una característica de la tendencia que conocemos como zinovievismo, que actuaba como una pasarela en el camino que llevaba desde el leninismo hasta el estalinismo. Lo último que se necesitaba en un partido o internacional estalinistas eran personas que pudieran pensar por sí mismas.
La IC reconoció a la Liga de Trabajadores Irlandeses de Larkin como su sección en Irlanda. Larkin dirigió el partido de una forma desastrosa. En contra del consejo explícito de Lenin de no dividir los sindicatos, creó un "sindicato rojo" -el Sindicato de Trabajadores de Irlanda (WUI)- para intentar socavar y destruir el viejo ITWU. Esto demuestra que Larkin era más un sindicalista que un comunista. Su comportamiento dictatorial y caprichoso llevó a una escisión. En 1926 varios dirigentes conocidos del PC, incluido Roddy Connolly, crearon el Partido de los Trabajadores. Sin embargo, después de un principio prometedor, el nuevo partido recibió un golpe mortal cuando la Comintern le negó la entrada y exigió su disolución.
En el Noveno Plenario del Comité Ejecutivo de la IC a Larkin se le encargó trabajar en los sindicatos de masas existentes para derrotar a la dirección reformista. Pero fue incapaz de hacerlo. Los burócratas estalinistas que ahora tenían el control en Moscú decidieron que era un inútil para sus objetivos y le degradaron. Concluyeron que la mejor forma de construir la tendencia comunista en Irlanda era trabajando en el movimiento republicano. Partiendo de razones equivocadas llegaron a la conclusión correcta.
Sin embargo, en esta época los estalinistas rusos se embarcaron en una borrachera ultraizquierdista y dieron un giro de ciento ochenta grados. La política del Tercer Período defendía que todos los partidos, excepto los comunistas, eran objetivamente contrarrevolucionarios y "fascistas". En Irlanda eso significaba que el PC debía denunciar a los republicanos y exigir a sus militantes que abandonaran el IRA para unirse al PC. Los ataques histéricos del PC alejaron a muchos militantes de la base republicana. En lugar de ganar a los republicanos, las tácticas de los estalinistas sólo consiguieron aislar aún más al PCI. En ese momento comenzó a cristalizar un ala de izquierda dentro del movimiento republicano.
Republicanismo de derecha y de izquierda
Es una ley que el movimiento nacionalista de masas pequeño burgués en determinado momento tiende a dividirse en líneas de clase. Siempre ha habido una tendencia de izquierda y derecha en el movimiento republicano irlandés, desde su nacimiento hasta el día de hoy. La división del Sinn Fein en 1926 llevó a una separación entre el ala abiertamente burguesa de De Valera (Fianna Fail) y el núcleo duro de la "fuerza física", los republicanos, muchos de los cuales habían recibido enseñanzas socialistas y estaban influenciados por la tradición de Connolly y Mellows (republicanismo socialista). Existía una alianza amplia de militantes republicanos, comunistas y socialistas de izquierda.
El IRA en esta época tenía una política más de izquierda que el Partido Laborista. Sin embargo, desperdició todas las posibilidades al no presentarse a las elecciones para el Dail. La independencia sobre bases capitalistas no ha solucionado nada para Irlanda. El desempleo era un problema creciente que empeoró durante los años de la Gran Depresión, después de 1929, la elevada tasa de desempleo de Gran Bretaña hacía imposible encontrar un trabajo, ni siquiera emigrando a través del Mar de Irlanda. En estas circunstancias el IRA creció rápidamente y la circulación de An Phoblacht (La república) se disparó.
Todos los del bando republicano dieron su lealtad al primer Dail, que fue elegido por toda la población de Irlanda, mientras que el Dail del estado libre representaba a menos de la mitad del electorado del sur. Esta es la respuesta a aquellos que creen que la población de Irlanda votó por el Estado Libre frente a la república. El Estado Libre quería provocar una guerra civil para aplastar el movimiento republicano. El gobierno aprobó una legislación de ejecuciones sumarias y otras represalias oficiales.
Estas represalias incluían el asesinato de los comandantes del IRA de cada una de las cuatro provincias del norte, Joe Mc Kelvey, Rory O Connor, Dick Barret y Liam Mellows. James Connolly era el mentor de Liam Mellows, este valiente republicano veía la liberación nacional en términos económicos y políticos. En realidad, era importante para la burguesía del Estado Libre eliminar a todos aquellos que tenían conciencia marxista.
Peadar O Donnell, que defendía una sociedad socialista, intentó crear soviets en la zona que estaba bajo su mando, Donegal. Los terratenientes fueron desahuciados y la tierra entregada a los campesinos, además los empresarios tuvieron que convertirse en trabajadores en sus propias fábricas. Naturalmente, Peadar, fue incluido en la lista de represaliados. Era conocido y respetado no sólo en Irlanda, también en la comunidad socialista mundial.
A finales de los años veinte y principios de los treinta en el IRA surgió un ala de izquierda encabezada por O’Donnell, Frank Ryan, George Gimore y Michael Price, que intentaron defender la idea de Connolly de la república de los trabajadores. En las batallas de clase de los años treinta, el ala de izquierda del movimiento republicano intentó representar los intereses de la clase obrera, los desempleados y los campesinos pobres. En los años treinta en el IRA había un ala comunista. La división izquierda-derecha del movimiento republicano quedó ilustrada con una claridad brutal en la Guerra Civil Española cuando Eoin O’Duffy, anteriormente oficial de enlace del IRA para los Seis Condados, organizó unos camisas azules pro-fascistas que lucharon al lado del general Franco en España.
En abril de 1931 se celebró un congreso republicano preparatorio de la conferencia celebrada en Athlone y que publicó un Manifiesto que proclamaba:
"Creemos que Irlanda nunca se convertirá en una república unida, excepto a través de la lucha que aparte el capitalismo de su camino. ‘No podemos concebir una Irlanda libre con una clase obrera sometida. No podemos concebir una Irlanda sometida con una clase obrera libre’. Esta enseñanza de Connolly representa el instinto más profundo de la oprimida nación irlandesa". (Citado por W. K. Anderson. James Connolly and the Irish Left, p. 134).
El Manifiesto Athlone pedía "La reunión de un congreso republicano para convertir la cuestión de la república en el tema dominante en el terreno político y establecer las formas de actividad adecuadas". (Ibíd.,)
El IRA creó un ala de izquierda en el partido que se llamaba Saor Eire y su primer congreso se celebró en 1931, en él se describía como una "organización de obreros y trabajadores agrícolas" con objetivos socialistas. En octubre de 1931 Saor Eire fue denunciada por los obispos católicos de Irlanda "por sus objetivos francamente comunistas". Los obispos llegaron a decir que Saor Eire y el IRA, "separados o en alianza" eran "pecaminosos e irreligiosos" y que "ningún católico puede ser legalmente miembro de ellos". (Citado por W. K. Anderson. James Connolly and the Irish Left, p. 133). Un día después el IRA, Saor Eire y otras organizaciones republicanas radicales fueron declaradas ilegales de acuerdo con la Orden Constitucional (Declaración de Asociaciones Ilegales).
Estaban madurando todas las condiciones para el auge de la lucha de clases en Irlanda, pero las divisiones de clase en la sociedad irlandesa quedaron ensombrecidas y se complicaron con la cuestión nacional. El nacionalismo del IRA impidió desarrollar un programa y una política revolucionaria. En el primer congreso republicano, septiembre de 1934, Roddy Connolly, con el apoyo de su hermana Nora y otros delegados, propusieron que "este congreso definitivamente declare la república de trabajadores como su consigna de acción". La resolución sobre el frente único se aprobó con 99 votos a favor y 84 en contra. Pero hubo una escisión importante con relación a la dirección del movimiento republicano y ésta ha pervivido desde entonces, en el fondo es una división en líneas de clase.
Republicanismo y estalinismo
Existían todas las posibilidades de ganar para el comunismo a los elementos revolucionarios del movimiento republicano. El IRA originalmente nació como una combinación del ECI, por un lado, y de los Voluntarios Irlandeses por el otro. Así que desde el principio en sus filas estuvo presente una hendidura de clase. El elemento marxista (socialismo republicano) siempre existió como una rama del movimiento. Por eso en algunas zonas durante la guerra de independencia el IRA ocupó la tierra de los grandes terratenientes y en otras zonas formaron soviets de trabajadores agrícolas. En otras palabras, el movimiento republicano estaba dividido en líneas de clase, entre los seguidores de la clase obrera por un lado, y la burguesía y la propiedad privada por el otro, y estos últimos se pusieron al lado de los empresarios y los terratenientes.
La contradicción salió a la superficie en 1923. Muchos militantes del IRA apoyaban a Roddy Connolly y otros a O’Brien, también había otros que se oponían al socialismo de los dos. Además los problemas de 1923 estaban relacionados con la perspectiva internacional. Los elementos más revolucionarios naturalmente simpatizaban con la Revolución Rusa. En el quinto congreso de la Internacional Comunista celebrada en 1924, el mismo año en que murió Lenin, James Larkin entró en el Comité Ejecutivo de la Internacional. Con un buen instinto para las tácticas, intervino en la décima sesión apoyando la propuesta del partido británico de intentar formar un frente único con el Partido Laborista (una postura que había defendido Lenin). Pero el débil Partido Comunista Irlandés sucumbió al estalinismo con resultados fatales.
Si la Internacional Comunista se hubiera mantenido firme en las posiciones de Lenin y Trotsky, la victoria de la revolución mundial habría estado garantiza. Desgraciadamente, los primeros años de la Comintern coincidieron con la contrarrevolución estalinista en Rusia, que tuvo un efecto desastroso en los partidos comunistas de todo el mundo. La burocracia estalinista, después de conseguir el control en la Unión Soviética desarrolló una perspectiva bastante conservadora. La teoría de que es posible construir el socialismo en un solo país es una abominación desde el punto de vista de Marx y Lenin, realmente reflejaba la mentalidad de la burocracia que ya había tenido demasiada tensión y agitación revolucionaria y quería disfrutar de la tarea de "construir el socialismo en Rusia". Es decir, quería proteger, extender sus privilegios y no "malgastar" los recursos del país en busca de la revolución mundial. Por otro lado temía que la revolución en otros países se pudiera desarrollar en líneas sanas y representara una amenaza para su propio dominio en Rusia y, por lo tanto, en determinado momento hizo todo lo posible para evitar la revolución en el resto del mundo.
En lugar de aplicar una política revolucionaria basada en la independencia de clase, como siempre había defendido Lenin, propusieron una alianza de los partidos comunistas con la "burguesía nacional progresista" (y si ésta no existía siempre podían inventarla) para llevar a cabo la revolución democrático burguesa y después, más tarde, en un futuro lejano, cuando el país hubiera desarrollado completamente la economía capitalista, entonces lucharían por el socialismo. Esta política representaba una ruptura total con el leninismo y el regreso a la vieja posición desacreditada del menchevismo: la teoría de las "dos etapas".
Larkin, a diferencia de Connolly, no era un teórico. Carecía de una base profunda de las ideas y métodos del marxismo. En la lucha entre Stalin y la Oposición de Izquierda él se encontraba perdido. Cuando Bujarin le preguntó si le gustaría hablar en el debate, declinó la invitación diciendo que "la cuestión era entre hombres y mujeres de Rusia y que sería una impertinencia (!) por su parte hablar". (Emmett Larkin, op. cit., p. 262).
A pesar de sus excelentes características, Larkin no era el adecuado para crear un partido comunista serio en Irlanda. Aunque los comunistas irlandeses eran militantes heroicos que lucharon contra los camisas azules fascistas tanto en Irlanda como en España, bajo la influencia siniestra del estalinismo, el partido fue incapaz de llegar a las masas y permaneció como una secta. Las notas de Milotte relacionadas con "los giros y quiebros del Partido Comunista en el período de 1937-39 tuvieron un efecto devastador en la organización del partido ¾prácticamente se desintegró¾". (Ibíd., p. 135) y añade que "las actividades del partido ahora consistían casi completamente en discutir lo que hacían los demás". (Ibíd.,)
Más tarde, cuando colapsó el PC, los Oficiales combinaron el oportunismo reformista con algunas ideas correctas. En lo fundamental la crítica a la lucha armada la hacían desde un punto de vista pacifista y oportunista. Debido a esta política al final una parte de los jóvenes más militantes abandonaron asqueados y se acercaron al IRA Provisional disidente, con consecuencias desastrosas.
El reformismo y el estalinismo en Irlanda jugaron un papel nocivo. Pero ahora, con el colapso de la URSS, el estalinismo está en declive en todas partes. Los mejores elementos que anteriormente miraban hacia Moscú o Pekín ahora están reconsiderando su postura y buscando una verdadera tendencia revolucionaria.
Los años treinta
Los años treinta fueron un período de lucha de clases nacional e internacionalmente. Al crack de Wall Street de 1929 siguió la Gran Depresión, en todas partes había desempleo de masas. Esto afectó a la clase obrera de Irlanda y Gran Bretaña. En todas partes la lucha de clases iba en aumento, reflejándose en una tendencia de izquierda dentro del movimiento republicano donde, como hemos visto, nunca desapareció la tradición socialista de izquierda legada por Connolly.
En Gran Bretaña la traición de Ramsay MacDonald provocó la caída del gobierno laborista y el establecimiento de un gobierno de unidad nacional dominado por los tories. La clase dominante lanzó una campaña salvaje de recortes y reducción de los miserables subsidios de desempleo. Esto provocó manifestaciones de masas de desempleados en Gran Bretaña (las marchas del hambre) y el motín Invergordon en Escocia, cuando los marineros se amotinaron contra la reducción de su salario.
El mismo año del motín Invergordon empezó a dejarse notar el fermento entre las masas de los Seis Condados. Las condiciones de la clase obrera en Belfast eran espantosas, el 37 por ciento de las viviendas estaban superpobladas o había un incapacitado por habitación. La situación en otras partes era aún peor: el 50 por ciento de las viviendas en Fermanagh vivía un incapacitado para trabajar. El desempleo, que había alcanzado a los 100.000 desocupados antes de la guerra, era proporcionalmente más alto que en Gran Bretaña. Es verdad que los católicos sufrían una situación peor porque sufrían la discriminación y brutalidad policial, pero había pobreza extrema y privación también en zonas de la clase obrera protestante como Shankill.
Comenzó una campaña de agitación contra los recortes de los beneficios sociales impuestos por el gobierno. Fue un episodio maravilloso de la lucha de los trabajadores para conseguir mejores condiciones de vida. Hubo una lucha contra la Poor Law Guardians de Belfast, que estaban controlados por el Partido Unionista. Los guardianes habían impuesto unas condiciones muy duras a los trabajadores desempleados. El Grupo Revolucionario de Trabajadores organizó una marcha en Newtownards Road. Los manifestantes fueron atacados por las bandas sectarias ayudadas por la policía. Los manifestantes eran desempleados católicos y protestantes que se manifestaban conjuntamente. Esto demostraba la posibilidad de la unidad de acción de clase cuando se le daba una dirección dispuesta a luchar.
Miles de trabajadores de Outdoor Relief tomaron las calles para protestar contra las medidas del gobierno. Algunos de estos manifestantes terminaron enfrentándose con la policía en toda una serie de disturbios, con un gran número de detenidos. El peor enfrentamiento ocurrió en Falls Road donde dos manifestantes, Samuel Baxter y John Keena, murieron a causa de los disparos.
Los trabajadores de Outdoor Relief respondieron con una protesta masiva en Queens Square, organizada por los Grupos Revolucionarios de Trabajadores. La noche del 11 de octubre de 1932 en Queens Square había unos 40.000 trabajadores. Procedían de todas las partes de Belfast, de Derry y Coleraine. Cuatrocientos trabajadores fueron andando desde Dublín a Belfast, pero fueron detenidos en la frontera por el RUC que les obligó a dar marcha atrás. Pero algunos consiguieron llegar a Belfast y participar en la marcha.
Estos acontecimientos tormentosos quitan la razón a aquellos que pretenden que la población protestante de los Seis Condados forman una masa reaccionaria y que es imposible para los trabajadores de ambas comunidades unirse en la lucha contra los empresarios. Todo lo contrario, en cada uno de los momentos decisivos de la lucha de clases ha aparecido una tendencia clara hacia la unidad de clase, y esto es lo único que puede acabar con el sectarismo. Connolly y Larkin siempre se basaron en esto. Si los trabajadores tienen una dirección clara siempre responderán. El problema es cuando esta dirección no existe o cuando es incorrecta. Es necesario sacar todas las conclusiones de este hecho.
El fracaso de la burguesía
Desde el principio los Seis Condados no han sido viables económicamente y se han mantenido gracias a las grandes ayudas procedentes de Londres. Sin embargo, la situación en el sur es aún peor. Sólo en el último período la economía ha experimentado un repunte significativo. Durante décadas la situación fue tan mala que muchos irlandeses tuvieron que emigrar a Inglaterra y a los Seis Condados en busca de empleo. En 1947 Stormont tuvo que aprobar la Ley de Salvaguarda del Empleo para limitar la emigración procedente de la república.
La dependencia económica de los Seis Condados de Gran Bretaña era tal que a mediados de los años sesenta una autoridad (R.J. Lawrence, The Government of Northern Ireland: Public Finances and Public Services, 1921-64, Oxford, 1965) calculaba que "si el Ulster fuera independiente y tuviera que pagar su propia defensa, la diplomacia consular y otros servicios ‘imperiales’, tendría que reducir el gasto interno en unos 50 millones de libras o subir los impuestos. El resultado sería catastrófico". (Citado por P. Johnson, op. cit., p. 126).
Décadas después de conseguir la independencia formal, el sur sigue dependiendo del capitalismo británico. Los buzones puede que estén pintados de verde pero las libras inglesas siguen siendo legales al norte y al sur de la frontera. Hasta hace poco el sur era predominantemente agrario, un país económicamente atrasado. Entre 1945 y 1961 la población del sur de Irlanda decayó aún más. Perdió 500.000 habitantes. Esta cifra sólo demuestra que la burguesía del sur no ha conseguido desarrollar Irlanda o incluso conseguir una verdadera independencia. Un informe oficial sobre el desarrollo económico decía en 1958 lo siguiente:
"Después de treinta y cinco años con un gobierno formado por irlandeses uno se pregunta si podemos conseguir un grado aceptable de progreso económico. La preocupación común entre los padres en las ciudades, así como en la Irlanda rural, es si sus hijos tendrán que emigrar en cuanto terminen su educación para poder garantizar un nivel de vida razonable". (Ibíd., pp. 216-7).
La conquista de la independencia formal del sur sobre bases capitalistas no solucionó nada para la población de Irlanda. Hasta hace poco la emigración económica socavaba la población del sur. Los capitalistas del sur dependen totalmente del capital extranjero ¾británico, estadounidense y europeo¾. La lengua irlandesa ha decaído profundamente. E número de nativos irlandeses que hablan su idioma descendió hasta los 70.000 en 1966, es decir, menos del 20 por ciento del nivel que existía en el momento de la independencia. Desde entonces la situación se ha deteriorado aún más. La advertencia de Connolly sobre lo que ocurriría en una Irlanda capitalista independiente se ha confirmado de una manera cruel.
El movimiento hacia la reunificación
Durante este período el IRA siguió con su campaña sobre la frontera (1956-62) que estaba condenada de antemano al fracaso. Basta con decir que el IRA tenía que realizar sus operaciones desde sus bases en el sur. No tenían una base real en el norte. En 1962 tuvieron que admitir que todo el episodio había terminado en fracaso. The NewYork Times escribía: "Han sido condenados por el más mortal de todos los juicios, la indiferencia política (…) La generación actual sabe que si alguna vez se pone fin a la partición será a través de acuerdos pacíficos". (The New York Times, 26/9/1962).
La economía del sur mejoró algo durante los años sesenta y la emigración prácticamente se detuvo. En el intento de mantener el diferencial con el sur, el gobierno de los Seis Condados lanzó su propio plan de desarrollo económico, incluyendo la creación de 65.000 nuevos empleos. En un período de siete años (1963-69), se establecieron en el norte casi sesenta nuevas fábricas, el nivel de desempleo pasó de cuatro a tres veces el nivel medio del Reino Unido.
Las relaciones entre Londres y Dublín en ese momento eran excelentes. ¿Por qué no debía ser así cuando la república era poco más que un satélite del imperialismo británico? En realidad, hubo un movimiento hacia la integración del norte y el sur con un acuerdo común entre las clases dominantes británica e irlandesa. Sean Lemass con el apoyo de Londres comenzó las negociaciones con Terence O’Neill (1963-69) para estrechar relaciones con los Seis Condados. En 1965 O’Neill y Lemass intercambiaron visitas. Fue en esta época cuando Lemass dijo que las ideas de Connolly estaban caducas…
Está fuera de toda duda que el imperialismo británico estaba preparando el camino para la entrega del norte. Londres presionaba a O’Neill para que entablara relaciones con el sur y para que introdujera reformas que finalmente provocaron una explosión social. En noviembre de 1968, después de una reunión del gabinete, O’Neill anunció un programa de reformas que incluían cinco puntos, entre ellos un nuevo sistema de distribución de la vivienda, abolición del voto empresarial en las elecciones municipales y la revisión de la Ley de Poderes Especiales. Una semana después se aprobó la Ley Electoral (Enmienda) aboliendo los escaños universitarios y los votos múltiples en las elecciones parlamentarias y proporcionaba una comisión electoral límite.
El 9 de diciembre O’Neill apareció en un programa de televisión y empezó con las siguientes palabras: "El Ulster se encuentra ante una encrucijada", pidió la colaboración tanto de protestantes como de católicos, advirtiendo a los unionistas de que tanto Harold Wilson como Edward Heath le habían dicho que cualquier intento de sabotear el programa de reformas provocaría la intervención directa de Westminster. En este momento probablemente la mayoría de los católicos de los Seis Condados estaban dispuestos a apoyar estas reformas. Después de su jubilación O’Neill dijo lo siguiente: "Me gané la confianza de los católicos como ningún otro primer ministro anterior lo había conseguido antes. Pero fui incapaz de darles los derechos que los hombres mezquinos les quitaron durante los primeros años de existencia de Irlanda del Norte". (P. Johnson, op. cit., p. 223).
Sin embargo, los cuidadosos planes de reforma inmediatamente chocaron contra la roca del sectarismo. Durante generaciones el imperialismo británico había creado un monstruo de Frankenstein. En el momento crítico fue incapaz de controlar al monstruo creado con sus propias manos. Las reformas por arriba impulsaron el auge rápido del movimiento por los derechos civiles en los Seis Condados, que se encontró con una reacción feroz por parte de los bandas lealistas y los reaccionarios unionistas. El movimiento favorable a estrechar lazos de unión provocó una crisis seria entre los unionistas. En 1966 y de nuevo en 1967 hubo intentos de expulsar a O’Neill de la dirección del Partido Unionista. La invitación de Lemass a Belfast provocó una furiosa reacción dentro del unionismo y ayudó al estallido de los acontecimientos de 1968.
El movimiento por los derechos civiles
El movimiento por los derechos civiles realmente fue un reflejo de la situación internacional y especialmente del movimiento revolucionario francés en mayo de 1968. Esto era algo habitual en la historia irlandesa. La rebelión de los Irlandeses Unidos se inspiró en la Revolución Francesa de 1789-93. La Insurrección de Pascua de 1916 fue el resultado directo de la guerra mundial imperialista. Los estudiantes del norte de Irlanda no eran diferentes de sus homólogos parisinos. El movimiento por los derechos civiles comenzó el sábado 24 de agosto de 1968 con una marcha de 2.500 manifestantes desde Coalisland hasta Dungannon. Las bandas protestantes atacaron violentamente a los manifestantes. Cuando los manifestantes intentaron cruzar el puente Craigavon la policía inició la carga. Utilizó material antidisturbios, los manifestantes lanzaron piedras y 88 personas resultaron heridas: 77 civiles y 11 policías.
Es importante destacar que el IRA tuvo poco o nada que ver con el movimiento por los derechos civiles que estaba influenciado por el marxismo y las ideas revolucionarias. El movimiento incluía a católicos y protestantes. En particular las Juventudes Socialistas de Derry jugaron un papel clave, luchando contra las fanáticos en las barricadas. El 19 de abril hubo una batalla feroz en Derry entre la población y sus atormentadores. Las cifras hablan por sí solas, en esa ocasión hubo 209 policías heridos y 79 civiles. Enfrentadas con una lluvia de cócteles molotov las autoridades tuvieron que utilizar vehículos acorazados. Al día siguiente O’Neill dimitió y todo el programa de reformas quedó reducido a cenizas.
La única forma de conseguir reformas es a través de la lucha de masas. En general, las reformas importantes son un producto de la revolución. Ahora las cosas no se decidirían en los pasillos de Stormont o Westminster, sino en las calles, donde se estaba desarrollando una lucha sangrienta por el poder. El 18 de marzo la Asociación por los Derechos Civiles anunció que continuaría e intensificaría su campaña de desobediencia civil. Planteó un programa de reivindicaciones transicionales que incluía: una persona un voto en las elecciones locales, derecho al voto a los dieciocho años, una Comisión de Garantías independiente para determinar las leyes electorales, un sistema justo de repartos de vivienda, leyes antidiscriminación para el empleo, revisión de la Ley de Poderes Especiales y desmantelamiento de los B-Especiales.
Bernadette Devlin ganó las elecciones en el Ulster y, correctamente, acudió a Westminster para defender sus reivindicaciones, algo que hizo muy eficazmente.
El IRA Provisional
Los llamados "republicanos tradicionales" y los republicanos socialistas han formado desde hace tiempo dos tendencias claramente identificables y contradictorias. En los años treinta y cuarenta tuvimos al tradicionalista Sean Russell y al socialista republicano Frank Ryan. Sean Cronin y Ruairi O Bradaigh representaban las mismas tendencias de clase en los años cincuenta. Aunque en ese momento no estaba tan claro, estos dirigentes representaban a dos tendencias diferentes y, en última instancia, a dos intereses de clase antagónicos.
La tendencia socialista del republicanismo además estaba dividida en dos tendencias contradictorias: los reformistas estalinistas y los socialistas revolucionarios. En los años sesenta Cathal Gouldign representaba al ala de izquierda y Ruairi O Bradaigh a los "tradicionalistas". En los años sesenta la mayoría de los tradicionalistas abandonaron el movimiento, pero continuaron teniendo una gran influencia. Después del fracaso de la campaña de la frontera en los años cincuenta, el IRA pasó a estar controlado por los estalinistas que se alejaron el viejo militarismo ¾lo que era muy bueno¾ pero giraron hacia el reformismo y el pacifismo ¾lo que era muy malo¾.
Cuando los republicanos abandonaron las prisiones en los años sesenta se encontraron con una gran influencia del PCIN (que se convirtió en el PCI). Roy Johnson, del Partido Comunista Británico, fue aupado a la dirección del movimiento republicano. En este momento el ala de izquierda tenía el control de la dirección. Fue una oportunidad dorada de regresar a las tradiciones de clase revolucionarias de Connolly, pero desgraciadamente los estalinistas controlaban el movimiento y lo llevaron por el camino reformista, con unas consecuencias desastrosas.
1966 fue un punto de inflexión, los jóvenes comenzaban a entrar en el movimiento, tenían una perspectiva radical y buscaban un camino revolucionario. Pero esto no encajaba con los esquemas de la entonces dirección del movimiento republicano. Esta última no tenía perspectiva revolucionaria y, consecuentemente, los acontecimientos de 1969 les pilló por sorpresa, momento en que el norte se deslizaba rápidamente en dirección hacia una guerra civil. El 12 de agosto en el Bogside católico de Derry se levantaron barricadas para responder a los ataques de las fuerzas combinadas del RUC y las bandas protestantes. Después de luchar contra las fuerzas de la reacción, la juventud revolucionaria levantó las banderas republicanas y declaró libre el barrio Bogside de Derry.
La dirección estalinista estaba desconcertada por el movimiento revolucionario del norte para el que estaba completamente desprevenida. Se había alejado de la lucha armada y había cometido el error de deshacerse de las armas. En este momento surgió de improviso la cuestión de las armas, en primer lugar para defender los distritos obreros católicos. Los jóvenes inevitablemente miraban al IRA en busca de armas y para defender las zonas católicas frente a los pogromos. Pero no llegaron las armas. La juventud revolucionaria escribió irónicamente en las paredes la siguiente frase: "IRA = Huí". El potencial revolucionario estaba claramente presente pero la revolución no estaba armada Hacía falta una fuerza de defensa obrera armada, basada en los sindicatos, en las mismas líneas que el ECI de Connolly.
La naturaleza aborrece el vacío. Cuando no existe una fuerza revolucionaria dispuesta a tomar el control de la dirección, las fuerzas de la reacción se ponen al frente. Temiendo el desarrollo de un movimiento revolucionario en el norte, la burguesía irlandesa dio los pasos para desviar el movimiento hacia líneas nacionalistas. Como parte clave de esta estrategia deliberadamente escindieron el IRA, que en ese momento estaba demasiado a la izquierda para su gusto. El ala de derecha conservadora y militarista recibió grandes sumas de dinero para crear una organización rival, el IRA Provisional, en oposición a los "oficiales", como más tarde pasaron a ser conocidos.
La división del movimiento republicano no tuvo lugar en línea recta. Antes de la formación de los Provisionales (también llamados Provos), hubo varias escisiones pequeñas entre septiembre de 1969 y enero de 1970. Muchos de los que habían abandonado el IRA en 1966, debido a la introducción de una política marxista, regresaron para unirse a los provisionales. Eran fanáticos anticomunistas. Este acontecimiento convenía a los intereses de la clase dominante del sur y lo apoyaron con todos los medios a su disposición.
Fueron los servicios de inteligencia del sur los que crearon y organizaron a los Provisionales. El dinero y las armas de los Provos llegaban a través de la agencia de dos ministros de derecha del gobierno de Dublín: Blaney y Houghey. En el invierno de 1968-69 llegaron grandes cantidades de dinero desde EEUU procedentes de elementos anticomunistas y prosectarios. Resulta paradójico que el elemento dirigente fuera un inglés que vivía en la república con el nombre de Sean MacStiofain.
Cuando la población de los Seis Condados desafiante resistió la represión de Stormont y luchó hasta la extenuación contra las fuerzas locales de la "ley y el orden", el gobierno de Stormont tuvo que llamar al ejército británico para reprimir a los insurgentes. Pero no eran los únicos que querían esta intervención. En realidad tanto la clase dominante británica como la irlandesa estaban aterrorizadas ante la perspectiva de una revolución en los Seis Condados que podría haberse extendido fácilmente al sur y a Gran Bretaña. Conspiraron conjuntamente para aplastar a toda costa la revolución.
En Derry gracias a la dirección marxista de las Juventudes Socialistas, el distrito Bogside estaba bajo el control del Comité de Defensa de los Ciudadanos de Derry. Después de un incidente con lanzamiento de piedras el RUC comenzó el ataque. Existía el peligro inminente de un pogromo. El resultado fue que la población de Bogside y Creggan se dispuso a defender su zona y levantó barricadas A pesar de una lucha feroz, las fuerzas del estado fueron incapaces de atraveasar las líneas defensivas y entrar en Bogside. Jack Lynch, el primer ministro de Fianna Fail en Dublín, hizo un discurso donde informaba a la población irlandesa que estaba pidiendo a Gran Bretaña el envío de una fuerza pacificadora de las Naciones Unidas porque Stormont ya no "tenía el control". En la práctica suponía una provocación directa a Gran Bretaña para que interviniera en el norte y restableciera el orden.
El gobierno británico cumplió puntualmente los deseos de Dublín. El 14 de agosto las tropas británicas recibieron la orden del primer ministro laborista, James Callaghan, de entrar en Derry. Al día siguiente entraron en Belfast. Al final de esa semana en los Seis Condados había 6.000 soldados británicos. La excusa, aceptada por muchos, incluidos los que dicen ser la izquierda del Partido Laborista británico y organizaciones como el SWP, que posteriormente se convirtieron en vitoreadores acríticos de los Provisionales, fue que las tropas habían venido para defender a los católicos y mantener la paz. Pero no se solucionó nada. Durante los cinco años del gobierno O’Neill sólo murieron tres personas en incidentes sectarios. En el verano de 1969 murieron asesinadas 9 personas, 150 resultaron heridas por arma de fuego, 500 casas fueron destruidas y más de 2.000 personas se quedaron sin hogar. Y eso no es nada con los horrores que vendrían después.
Al principio, las tropas británicas recibieron la bienvenida de muchos católicos. Pero pronto quedó clara la verdadera naturaleza de las fuerzas del imperialismo británico. Su propósito principal era destruir el movimiento revolucionario que se estaba desarrollando en el norte. Su principal objetivo, como dejaron bien claro, eran los "comunistas". Este objetivo era compartido por los gobernantes burgueses del sur que utilizaron al IRA Provisional para este propósito. Hoy en día se ha olvidado o no muchos lo saben, que los Provisionales eran violentos anticomunistas. Sus actividades incluían la quema de literatura marxista. En palabras de Connor Cruise O’Brien: "En ellos no había ‘ni una mancha de comunismo’, nada extraño o ajeno en absoluto (…) Estos Provisionales eran los que consiguieron las armas y estaban dispuestos a utilizarlas". (Connor Cruise O’Brien. States of Ireland, Londres, 1972).
Algunos militantes del IRA lucharon contra los británicos y el RUC, aunque los Provisionales siempre lo negaron, porque fueron las personas que más tarde se unirían al movimiento socialista republicano. Pero los Provisionales tenían la mayoría de las armas y eso provocó su crecimiento rápido a expensas del ala de izquierda. Cuando la máscara represiva del imperialismo británico quedó en evidencia, la juventud revolucionaria sólo estaba dispuesta a alinearse al lado de los que les ofrecían lo que ellos demandaban. Los Provisionales crecieron a pasos agigantados, dejando atrás a los Oficiales. Antes de 1968 el IRA no tenía una base real en los Seis Condados. En el mejor de los casos jugaron un papel segundario en el movimiento de masas por los derechos civiles. Pero prácticamente, de la noche a la mañana, consiguieron una base de masas. Se instalaron en las zonas católicas de Belfast y Derry, creando bases, almacenando armas y con viviendas seguras.
La crisis en los Oficiales
En muchas partes de Belfast y Derry se establecieron zonas cerradas. Se formaron Comités de Defensa Ciudadanos para vigilar estas zonas. Estos comités en realidad estaban controlados por el IRA Oficial. Para ser más correctos, los elementos que se organizaban en estas zonas cerradas formaban la base del IRA Oficial, que más tarde formaría el PSRI. Dentro de los Oficiales había contradicciones profundas. En 1970 se celebró un Ard Fheis urgente, debido a lo ocurrido en agosto de 1969. Después de la formación de los Provisionales lo que quedó detrás fue una mezcolanza, y por eso pronto surgieron diferencias serias en sus filas.
La dirección de los Oficiales no se opuso a las negociaciones que tuvieron lugar con el Servicio Civil Británico. La verdad es que tanto las direcciones del IRA Oficial como de los Provisionales participaron en estas negociaciones. Las condiciones eran que el control de las zonas cerradas debería estar en manos de la base y deberían ser devueltas a la dirección republicana. El GOC británico informó al O/C de los Oficiales que la base eran "comunistas" y que estas zonas cerradas estaban relacionadas con los soviets.
Incluso aunque muchos en la dirección de los Oficiales no tenían en mente el término comunista, este fue un período de mucha propaganda anticomunista por parte de los Provisionales. Mientras que se presentaban como los defensores de las zonas católicas, los Provisionales seguían su propio plan. El objetivo real de los Provisionales era ir en contra del movimiento por los derechos civiles y socavar a los Oficiales "comunistas", poniendo una vez más en primera línea la cuestión de la frontera. Debían romper el vínculo entre los aspectos nacionales y sociales de la lucha para promover los primeros y relegar los segundos a un futuro lejano. Los Provisionales tenían la gran ventaja de tener las armas que necesitaban desesperadamente los jóvenes. Ellos les ofrecían armas y una política que parecía sencilla: "Echar a las tropas británicas".
En realidad, la política de los provisionales era un engaño. Imaginar que era posible derrotar al poderoso ejército británico en un solo combate era una locura, como posteriormente quedó claro. Sin embargo, ese era su objetivo en aquella época. La mayor tragedia de la historia reciente de Irlanda es que muchos de los jóvenes más heroicos y sacrificados fueron engañados por los cantos de sirena del IRA Provisional. Ha costado treinta años y 3.500 muertos para que quede claro que toda la estrategia, tácticas y metodología de los Provisionales eran enteramente defectuosas.
El efecto inmediato de los métodos de los Provisionales fue exacerbar el sectarismo. Sólo la esperanza de derrotar a la reacción conseguía contrarrestar la división sectaria. Esto era posible sólo con la condición de tener una política y táctica correctas. Sin dirección surgieron muchas iniciativas locales para combatir el sectarismo. En agosto de 1969 se celebró una reunión con 9.000 trabajadores en Harland y el astillero Wolff manifestó su oposición a la intimidación sectaria que sufrían los católicos. Se formaron patrullas conjuntas de trabajadores católicos y protestantes en Ardoune y en otras zonas.
En el verano de 1969 se habían formado grupos locales de defensa -casi todos ellos no sectarios- en Ballmuyphy, Springhill, Turf Lodge, New Narnsley, Springmartin, Highfield y Clonard. Si esta tendencia se hubiera impulsado, si se hubiera armado a las patrullas, se habría abierto una perspectiva completamente diferente. En su lugar, las organizaciones paramilitares sectarias de ambos lados lanzaron una violenta campaña de intimidación para echar a las personas de otra religión de sus hogares y crear enclaves separados. Se quemaron casas basándose en la supuesta afiliación religiosa de sus habitantes. Esta sistemática actividad criminal tenía la intención de reforzar la división sectaria y convertirla en un abismo insalvable. Lo consiguieron bastante bien.
El Domingo Sangriento
Al principio el gobierno británico, que durante mucho tiempo no había participado directamente en el gobierno de los Seis Condados, intentó una reforma de los derechos civiles que incluía concesiones significativas al unionismo, como la sustitución de los B Especiales por la UDR. Pero los imperialistas rápidamente comprendieron que el gobierno antidemocrático y represivo, y la discriminación social hacían imposible la pacificación de la provincia. Estas eran las características necesarias del gobierno de los Seis Condados porque era el último vestigio del dominio colonial británico en Irlanda, y la dominación colonial siempre requiere un gobierno coercitivo. Intentaron introducir reformas pero pronto chocaron con la realidad.
El 6 de febrero de 1971 murió asesinado un soldado británico. Todavía hoy no está claro quien fue el responsable, aunque en ese momento se atribuyó su autoría a los Provisionales. En agosto de ese mismo año William Daulkner anunció la aprobación del encarcelamiento sin juicio previo. La guerra había comenzado en serio. La lista de muerte creció implacablemente: de sólo 25 en 1970 a 173 en 1971. El 30 de enero de 1972 los paracaidistas británicos dispararon y asesinaron a 13 manifestantes desarmados en Derry. Más tarde murió la víctima inocente catorce. Este fue el principal punto de inflexión. El ejército británico demostró el Domingo Sangriento en Derry su determinación a disparar contra manifestantes pacíficos que reivindicaban en las calles. El pacifismo no era la respuesta. La reacción inmediata de las masas abría la posibilidad de desarrollar un movimiento amplio contra la represión y el imperialismo. Pero nadie proporcionó la dirección necesaria.
El Domingo Sangriento provocó una oleada de rabia y revulsión. El siguiente domingo 70.000 personas se manifestaron en Newry. El día de los funerales 60.000 personas desfilaron por Dublín gritando a favor de la huelga general. En el norte se convocó una huelga general de tres días, extendiéndose a Derry, Newry, Strabane y otras ciudades. Un número significativo de trabajadores protestantes se unieron a la huelga, especialmente en Derry (Dupont, servicio postal y otros). En Belfast la Universidad de Queen cerró a causa de la huelga de estudiantes y del personal laboral, también ocurrió lo mismo en Magee College en Derry y en la Universidad de Coleraine, allí 400 personas escucharon a Ted Grant en un debate con un parlamentario unionista sobre la cuestión de la "república de los trabajadores".
Los dirigentes pacifistas de los derechos civiles estaban conmocionados y más o menos arrojaron la toalla. Más tarde los imperialistas británicos desataron una campaña de terror lealista contra los católicos. Estos acontecimientos desgraciadamente actuaron como una forma de reclutamiento efectivo para los Provisionales, que crecieron rápidamente a expensas de todos los demás. Los jóvenes estaban impacientes, querían vengarse y los Provisionales tenían las armas. Los Seis Condados entraron en una espiral descendente de violencia caracterizada por el ojo por ojo, con asesinatos sectarios y bombas. En un solo día, el "Viernes Sangriento", veintidós bombas del IRA Provisional asesinaron a once personas.
La estrategia de los Provisionales para muchos era la única alternativa. Prometían soluciones instantáneas y fáciles basadas en las armas y las bombas. Pero esta llamada solución "práctica" se basaba en una presunción falsa de que los imperialistas británicos se cansarían de todo el caos y abandonarían Irlanda del Norte. Treinta años después todavía estamos esperando que esto ocurra. Incluso han demostrado claramente que es imposible bombardear los Seis Condados dentro de una Irlanda unida y obligar a abandonar a los británicos. Todo lo que consiguieron los Provisionales fue empujar a los protestantes a los brazos de la reacción orangista y el imperialismo británico, dividiendo a la clase obrera y fortaleciendo a las fuerzas del estado británico. Han conseguido precisamente lo contrario de lo que pretendían.
El Acuerdo de Sunningdale
El Acta de Irlanda del Norte, que se convirtió en ley el 21 de agosto de 1973, abolía el Acta de 1920 y sustituía Stormont por una nueva asamblea. El acuerdo de Sunningdale de diciembre de 1974, firmado por Liam Cosgrave, aceptaba que no hubiera cambios en Irlanda del Norte sin el acuerdo de la mayoría de su población. Por otro lado, los Unionistas del Ulster aceptaban la idea de un "Consejo de Irlanda", formado por el Dail y la nueva asamblea. La burguesía irlandesa no tenía el más mínimo interés en una Irlanda unida. No le gustaba la perspectiva de desembolsar grandes cantidades de dinero anualmente a Belfast procedentes del Tesoro británico. Ni tampoco les gustaba particularmente la idea de una gran población protestante resentida y descontenta en una Irlanda unida.
Los Provisionales desde 1972 han negociado de cuando en cuando con los británicos. El 1 de enero de 1974 el primer Secretario de Estado británico para Irlanda del Norte, William Whitelaw, junto con representantes de los partidos unionistas moderados, el Partido Alianza y el Partido Laborista y Socialdemócrata, aceptaron compartir el ejecutivo. Además, Withelaw estableció un "Consejo de Irlanda" que proporcionaría al gobierno de Dublín un papel consultivo, aunque sin poder, en cuestiones relacionadas para ambas partes de Irlanda. En esencia, era lo mismo que el Acuerdo de Viernes Santo. Pero inmediatamente se rompió.
Los lealistas estaban enfadados ante la perspectiva de compartir el poder con representantes "desleales" de la comunidad nacionalista, así como la idea de Dublín de tener un papel consultivo en los asuntos del norte. Los lealistas contrarios a compartir el poder se unieron a la coalición del Consejo Unionista del Ulster Unido (UUUC), consiguiendo 11 de los 12 escaños en las elecciones generales celebradas en febrero de 1974. La victoria electoral del UUUC no fue suficiente para acabar con el ejecutivo compartido, así que llevaron la lucha a las calles, organizando una huelga para paralizar la provincia y sabotear el acuerdo. Exigían un "parlamento protestante para una población protestante".
El Consejo de Huelga de Trabajadores del Ulster se formó en mayo de 1974. La acción industrial del CTU contó con el apoyo de la intimidación y la violencia del UDA, UVF y otros paramilitares lealistas aliados en una organización paraguas, el Consejo Militar del Ulster. Con estos métodos consiguieron parar la mayor parte de la actividad económica de los Seis Condados. La fuerza real de la huelga convocada por el CTU se basaba en su control de la industria eléctrica. Con prácticamente la fuerza laboral de cuello azul en huelga, y el resto de la fuerza laboral de cuello blanco intimidada por los paramilitares lealistas o simpatizando con la huelga, los cortes de electricidad cada vez se alargaban más, hasta que los unionistas del ejecutivo compartido dimitieron y el 28 de mayo ejecutivo colapsó.
La huelga del CTU tenía un carácter puramente reaccionario y sectario. Sin embargo, demostró el poder colosal de la clase obrera, su capacidad de poner en jaque al sistema a través del esfuerzo colectivo. En el futuro, los trabajadores de los Seis Condados encontrarán un uso más productivo para esta fuerza, cuando estén dirigidos por hombres y mujeres que representen sus verdaderos intereses de clase.
El colapso de la Asamblea desembocó en un período muy sangriento de la historia irlandesa. Londres no veía otra alternativa que imponer el dominio directo. Las fuerzas del sectarismo estaban desbocadas, con un gran aumento de la violencia por parte de los paramilitares lealistas del norte. Durante la huelga del CTU, estallaron coches bombas atribuidos a los paramilitares lealistas en Dublín y Monaghan, en el sur de Irlanda, asesinando a 27 personas (aunque recientemente han salido a la luz documentos que sugieren la implicación del servicio de inteligencia del MI6 británico y que éste fue el verdadero responsable de la colocación de las bombas).
El Regimiento de Defensa del Ulster se formó en 1970 como una especie de "guardia interior" del ejército británico. Poco después de su formación se supo que muchos miembros del UDR utilizaron sus conexiones con el ejército británico y su acceso a las armas y munición, así como los archivos de inteligencia, para participar en los asesinatos sectarios de católicos irlandeses en los Seis Condados ocupados. Muchos miembros del UDR también formaron parte de los escuadrones de la muerte lealistas, como la Fuerza de Voluntarios del Ulster o los Luchadores por la Libertad del Ulster. En un período de nueve meses (desde enero a septiembre de 1975) fueron asesinados 196 civiles en la violencia sectaria, además de muchos republicanos muertos.
En marzo de 1975 estalló una disputa entre el UDA y la UVF. El enfrentamiento fue breve y provocó unas cuantas muertes. Más tarde, en ese mismo año, la UVF fue prohibida, después de que una supuesta bomba de la UVF asesinara a once personas en octubre. Las relaciones entre el RUC y los lealistas comenzaron a deteriorarse con el resultado de que las comunidades lealistas con fuertes vínculos con los paramilitares comenzaron a vigilar sus propios vecindarios, en lugar de basarse en el RUC. Después siguió un período de estancamiento sangriento, salpicado con estallidos esporádicos y nuevos enfrentamientos entre las bandas lealistas.
Seamus Costello
Hubo muchos republicanos que no tenían "trato con el socialismo", otros cegados por el fracaso militar y la desilusión personal cambiaron sus posiciones sobre la cuestión nacional y rechazaron cualquier forma de militancia. Los primeros formaron los Provisionales y los segundos crearon el Partido de los Trabajadores. Pero también estaban los que emprendieron el camino del marxismo revolucionario, entre ellos ocupa un lugar de honor Seamus Costello.
Comprometido republicano desde los quince años de edad, Seamus Costello era un veterano en las filas del IRA y el Sinn Fein desde principios de los años cincuenta. Participó entusiastamente en la campaña militar contra la ocupación británica de los Seis Condados del norte en los años cincuenta. Pronto se dio cuenta que el heroísmo y la abnegación no eran suficiente. La campaña se luchó en las regiones montañosas fronterizas y no obtuvo el resultado deseado. Por otro lado, la población de Irlanda estaba más preocupada por los problemas sociales acuciantes de la vida cotidiana, el aumento del desempleo y la emigración. Costello defendió una visión más política y lazos más estrechos con el movimiento obrero.
Entre 1963 y 1967 el movimiento republicano sufrió un cambio radical de perspectiva, política y actividades. Seamus Costello fue uno de los directamente responsables de ese cambio. Seamus continuaba aceptando que la lucha contra los británicos era correcta y necesaria, pero ahora era consciente de que no se ganaría con una pequeña banda armada, divorciada de las cuestiones sociales vitales de la vida cotidiana. Comprendió que mantener la cuestión nacional por encima de todas las demás cuestiones suponía aislarse de la población irlandesa y que hacía inevitable la derrota. Fue el artífice de conseguir que el Sinn Fein más tarde abandonara su política abstencionista. Seamus seguía siendo un revolucionario y defendía la utilización del parlamento, aunque rechazaba completamente la existencia de una vía parlamentaria al socialismo.
Seamus Costello tiene el honor de defender la línea socialista del republicanismo y defender el regreso a las tradiciones de Connolly. Comprendió que la cuestión nacional no podía separarse de la lucha por el socialismo y que la lucha armada era menos que inútil, a menos que estuviera vinculada a las luchas de masas de la clase obrera. Comprendió que era necesario combinar la lucha por las reivindicaciones democráticas y una actitud flexible hacia el uso del parlamento y el plano electoral, con una lucha implacable por el socialismo.
En 1966 pronunció un histórico discurso en la conmemoración de Wolfe Tone en Bodestown que marcó el rumbo a la izquierda del movimiento republicano, era el resultado de años de discusión dentro del movimiento donde él había jugado un papel clave. Defendió una política socialista basada en la nacionalización de todos los bancos, las compañías de seguro, las empresas de préstamo e inversión.
El Partido Socialista Revolucionario Irlandés (PSRI)
"Un movimiento revolucionario que no es capaz de defender su propia militancia y que no es capaz de demostrar su capacidad de defender a su propia militancia, está acabado. Como una organización revolucionaria seria estamos en esta empresa y no vamos a dejar que nadie acabe con nosotros. El PSRI está organizado y está aquí para quedarse.."." (Seamus Costello, Marzo 1975.)
Los años setenta fueron una época turbulenta para la historia de Irlanda, estuvo estacada por el resurgir de la violencia sectaria lealista en el norte y la lucha de las prisiones que culminó con la huelga de hambre de 1981 y convirtió a Irlanda en el centro de atención de todo el mundo. También fue un período de divisiones y disputas internas dentro del movimiento republicano. Seamus Costello siguió con los Oficiales durante las escisiones de 1969-70 porque se oponía a la división del movimiento. Desgraciadamente, el comportamiento de la dirección estalinista de los Oficiales hizo inevitables nuevas crisis y divisiones.
En 1972 el IRA Oficial declaró un alto el fuego indefinido y unilateral. El dirigente oficial del Sinn Fein, Tomás MacGiolla, creía que el movimiento necesitaba alejarse de la lucha armada y centrarse en la unidad de clase entre los trabajadores católicos y protestantes del norte; creía que estos grupos finalmente verían su objetivo común y se levantarían unidos contra el imperialismo británico. Los que se oponían a esta postura en el IRA Oficial defendían, en el Ard Fheis (congreso nacional del partido) de 1973, que esta posición no era realista si se tenía en cuenta los cuatrocientos años de intransigencia sectaria en el norte, y que se debía mantener la lucha armada y canalizarla en una dirección socialista.
Los Oficiales comenzaron a abandonar sus actividades militantes en el sur y finalmente también lo hicieron en el norte con el alto el fuego de 1972. Entre la base se extendió la desilusión. Muchos abandonaron y la camarilla dirigente comenzó a orquestar una caza de brujas contra todos los disidentes. Finalmente Seamus Costello fue acusado de irregularidades en el Ard Fhies de 1973 e intentaron hacer lo mismo en el Sinn Fein. No encontraron pruebas contra él, pero el IRA Oficial le acusó de cargos similares con las mismas pruebas (asegurando el testigo de Costello que no llegó) y aquí le encontraron culpable. Le echaron "de forma ignominiosa".
El sector dominante de la dirección de los Oficiales no estaba dispuesto a permitir disidencia en las cuestiones clave y estaba decidido a suprimirla, si era necesario con el uso de la fuerza. Finalmente, el 10 de diciembre de 1974, dirigida por Costello, la oposición celebró su propio Ard Fheis para declarar la formación del Partido Socialista Republicano Irlandés y, en un Ard Fheis separado, fundó el Ejército Irlandés de Liberación Nacional.
La idea de Seamus Costello era construir un partido republicano socialista fuerte que unificara las cuestiones nacional y de clase en una sola lucha. Para eso debería implicar la participación del PSRI en todas las luchas de la población irlandesa: trabajo sindical, vivienda, pescaderías, la lucha por la emancipación de la mujer, la cuestión nacional, la lucha de los pequeños campesinos, alquileres, lucha cultural, soberanía, la lucha por el control de los recursos naturales de Irlanda, la lucha contra la represión, etc.,
Mientras que los Provisionales veían la liberación nacional como el objetivo principal a conseguir antes de llevar a cabo cualquier tipo de programa social, los Oficiales defendían la revolución social como un paso esencial antes de poder considerar la unificación nacional, el MRSI defendía que la lucha de liberación nacional no era un paso más antes de conseguir la revolución social, sino que simplemente era un aspecto de la lucha por el socialismo en Irlanda, una manifestación irlandesa esencial de la guerra de clases.
Esta era una forma correcta de aproximarse a la cuestión, pero desagraciadamente el partido se enfrentó a una oposición seria y no sólo por parte del estado. Los Oficiales reaccionaron con una campaña de asesinatos que obligó al PSRI a esconderse. Seamus intentó mediar con los Oficiales pero éstos se negaron. El enfrentamiento afectó seriamente al crecimiento del PSRI y frenó la mayoría de las dimisiones de los Oficiales. Tres miembros del PSRI murieron y otros resultaron heridos. Finalmente, el propio Seamus fue asesinado. Fue un golpe mortal. Seamus defendió de forma consistente las ideas de James Connolly y estudiaba continuamente sus escritos. Nora Connolly dijo de él:
"Parecía ser el líder capaz de crear una organización como la que deseaba crear mi padre. De todos los políticos con quien he mantenido conversaciones, y que se dicen seguidores de Connolly, fue el único que realmente comprendió lo que realmente quiso decir James Connolly en su visión de la libertad del pueblo irlandés. Con él tenía la esperanza, después de todos estos años, de que había llegado un verdadero dirigente, que podría y conseguiría construir una organización como la que intentó crear James Connolly".
La intransigencia de Londres
Cuando fracasaron los intentos de compartir el poder, el gobierno británico cerró las escotillas y se preparó para una lucha larga. Si no podía conseguir lo que quería con un acuerdo, estaba dispuesto a conseguirlo por "otros medios", por utilizar la famosa frase de Clausewitz. ¿Por qué el imperialismo británico estaba decidido a mantener el norte? En el momento de la partición estaban en juego consideraciones estratégicas y económicas muy poderosas. Pero en la época de los mísiles nucleares intercontinentales, los Seis Condados ya no tenían una importancia militar estratégica, mientras que desde el punto de vista económico tenía un coste considerable. Pero el imperialismo siguió adelante. ¿Por qué?
Es un error presentar la relación entre Londres y las fuerzas lealistas como una simple cuestión de blanco o negro. La relación era mucho más complicada que en 1922. Los británicos habían creado un monstruo de Frankenstein en forma de sectarismo. Y como le ocurrió a Frankenstein que fue incapaz de controlar su monstruo, los británicos tampoco podían controlar a los lealistas. Estos últimos se oponían completamente a la unificación de Irlanda y en 1974 enseñaron los dientes. Era imposible que aceptaran un acuerdo aguado que incluía una asamblea para compartir el poder y un Consejo de Irlanda desdentado. Demostraron ser completamente intransigentes y estaban dispuestos a resistir, incluso con la violencia.
La dirección Provisional imaginaba que con las bombas podría conseguir que los británicos se retiraran, pero como demostraron los acontecimientos posteriores estaban completamente equivocados. Los británicos temían que su retirada provocara el caos y una guerra civil abierta entre católicos y protestantes con consecuencias incalculables. No le preocupaba demasiado que muriera gente asesinada, de un bando u otro. Pero lo que realmente les preocupaba es que esta lucha -que acarrea atrocidades terribles-se extendiera inevitablemente a Gran Bretaña.
La pesadilla del conflicto sectario estalló en ciudades como Glasgow, Liverpool, Birmingham y Londres, con la extensión del terrorismo, los asesinatos y las bombas. Esta situación era inaceptable. El imperialismo nunca estuvo dispuesto a "rendirse ante el terrorismo", por utilizar sus propias palabras. Eso es algo que el IRA Provisional nunca comprendió. Durante la mayor parte de estas tres décadas se embarcaron en una campaña inútil de "lucha armada" que finalmente llevó a un acuerdo que podían haber firmado desde el principio.
Quizás en respuesta a la campaña de Paz Popular, 1977 fue el año con menos incidentes sectarios desde 1971, con sólo 112 asesinatos. La calma en medio de la violencia sólo fue un respiro temporal. Londres estaba preparado para lanzar un ataque frontal. El gobierno británico también incrementó su red de inteligencia en los Seis Condados ocupados, anunciando en 1977 que informatizaría los datos de los residentes del norte. A través de esta base de datos informatizada, la policía y el ejército tenían acceso a una gran cantidad de información personal de prácticamente todos los residentes nacionalistas. En 1980 el ejército fue incluso más allá erosionando la privacidad de los residentes de los Seis Condados instalando un circuito cerrado de cámaras de televisión en las calles de los barrios nacionalistas de Belfast y Derry. La violencia real del imperialismo británico quedó al descubierto con su comportamiento posterior. El encarcelamiento sin juicio, los tribunales Diplock, las huelgas de hambre, disparar a matar, la policía demostró la cara real y cruel que se ocultaba detrás de la máscara sonriente de la "democracia".
La lucha de los presos
Antes de 1976 los presos republicanos pertenecían a un "estatus de categoría especial", se les trataba como prisioneros de guerra y tenían los "privilegios" especificados en la Convención de Ginebra. Esta categoría se la ganaron con una larga huelga de hambre de los presos republicanos en 1971 en la cárcel de Crumlin Road y que incluía las siguientes reivindicaciones:
•1. Derecho a llevar su propia ropa
•2. Derecho a abstenerse del trabajo penitenciario
•3. Derecho a libre asociación
•4. Derecho a actividades educativas
•5. Derecho a disminución de la pena
Para minar la moral de los republicanos Londres decidió atacar a los presos. En 1975 el gobierno británico comenzó a abandonar esta categoría declarando que a partir del 1 de marzo de 1976 todos los convictos serían considerados criminales comunes.
Los familiares y amigos de los presos formaron Comités de Acción de Familiares para protestar contra esta política de criminalización. Pero la mayor protesta llegó desde dentro de las prisiones, de los propios presos. El 15 de septiembre de 1976 comenzó la "protesta general", desde ese momento los prisioneros republicanos se negaron a vestir el uniforme de la prisión. En marzo de 1979 entre una cuarta y una tercera parte de todos los prisioneros republicanos y socialistas republicanos condenados se habían unido a la protesta general.
Los guardias de la prisión intentaron detener la protesta golpeando a los presos cuando iban a las duchas o utilizaban los baños. En marzo de 1978 los prisioneros respondieron negándose a abandonar las celdas, no aseándose y utilizando los cubos como retretes. Los guardias dejaron de llevarles cubos a las celdas y los prisioneros respondieron con una "protesta sucia".
La campaña de los Comités de Acción de los Familiares pronto consiguió una base de apoyo amplia y lo que comenzó como una lucha dentro del aislamiento de las celdas, protagonizada por los propios prisioneros, se fue convirtiendo en un movimiento de masas. El 21 de octubre de 1979 se estableció el Comité Nacional H-Block/Armagh en una conferencia celebrada en Andersontown, en la zona de Belfast. La nueva organización creció rápidamente convirtiéndose en una organización de masas que consiguió el apoyo del PSRI, Democracia del Pueblo, el Sinn Fein, sindicalistas y activistas independientes de distintos sectores políticos, hasta ese momento la campaña casi exclusivamente estaba formada por los familiares de los presos.
A pesar de la participación de muchos militantes de la base, el Sinn Fein inicialmente se mantuvo apartado del movimiento a nivel organizativo, hasta que la lucha de H-Block/Armagh consiguió tal apoyo que seguir fuera habría significado un riesgo para su dominio del paisaje político republicano irlandés.
Los presos de H-Block estaban dispuestos a cualquier acción que fuera necesaria si eso ayudaba a conseguir sus cinco reivindicaciones:
•1. Derecho a llevar su propia ropa
•2. Derecho a abstenerse del trabajo penitenciario
•3. Derecho a libre asociación
•4. Disminución completa del 50% de sus penas
•5. Visitas y paquetes normales, facilidades educativas y recreativas
Siendo conscientes de que el único medio de impedir la huelga de hambre era obligando a Gran Bretaña a conceder las reivindicaciones de los presos, los activistas del Comité Nacional H-Block/Armagh llevaron a cabo una lucha incansable para incrementar la presión política sobre Gran Bretaña. El movimiento de masas comenzó a tener un éxito notable y consiguió sacar a la luz la brutalidad de las autoridades. Esto provocó represalias tanto de los imperialistas británicos como de los escuadrones de la muerte lealistas.
La huelga de hambre de 1980
Para conseguir sus cinco reivindicaciones, que fundamentalmente restablecerían el estatus de categoría especial, los prisioneros de H-Blocks se prepararon para comenzar la huelga de hambre, pero el 23 de octubre de 1980 la Oficina para Irlanda del Norte (OIN) anunció que se permitiría a los hombres llevar ropas civiles (las mujeres en Armagh nunca habían perdido este derecho pero se unieron a la protesta para demostrar su solidaridad). Sin embargo, esta concesión fue un engaño, las ropas que supuestamente eran civiles simplemente significaban cambiar un uniforme por otro. Enfurecidos por el intento de engañarles siete presos comenzaron la huelga de hambre.
Tanto el PSRI como el Sinn Fein se opusieron a la huelga de hambre, creían que era una forma de protesta demasiado peligrosa. En su lugar pensaban la única forma de llamar la atención en todo el mundo sobre la lucha de las prisiones y conseguir avergonzar a Londres era creando un gran movimiento de protesta. A pesar de que los Comités de H-Blocks/Armagh habían conseguido llamar la atención internacional sobre las prisiones, los británicos seguían implacables y los prisioneros decidieron, a pesar de todas las objeciones que llegaban desde fuera del movimiento, que la huelga de hambre ya no se podía atrasar más y que no les quedaba otra opción.
El domingo 1 de marzo de 1981 comenzó la huelga de hambre con la negativa a comer de Bobby Sands, entonces líder del Ejército Republicano Provisional Irlandés (ERPI) en la prisión de Maze. Más tarde quedó claro que la dirección Provisional fuera de la prisión no estaba a favor de una nueva huelga de hambre después del resultado de la huelga de 1980. La principal iniciativa llegó de los propios prisioneros. La huelga duró hasta el 3 de octubre de 1981 y en su transcurso murieron de hambre diez presos prisioneros republicanos. La huelga provocó un aumento de las tensiones políticas en la región. También preparó el camino para el surgimiento del Sinn Fein (SF) como la principal fuerza política de Irlanda del norte.
Thatcher no estaba dispuesta a hacer concesiones a los prisioneros. Con una crueldad fría y calculada ella y su camarilla decidieron dejarles morir. El martes 3 de marzo de 1981 Humphrey Atkins, entonces Secretario de Estado para Irlanda del Norte, hizo una declaración en la Cámara de los Comunes donde dijo que los prisioneros no recibirían la categoría de prisioneros políticos a pesar de la huelga de hambre.
Finalmente, vista la situación, la dirección del Sinn Fein decidió presentar un candidato a las elecciones, el 26 de marzo de 1981 se designó como candidato a Bobby Sands. Margaret Thatcher, entonces primera ministra, hizo una visita al norte y negó que la situación constitucional de Irlanda del norte estuviera amenazada con las conversaciones que se estaban desarrollando entre los gobiernos británico e irlandés.
Incluso cuando Bobby Sands salió elegido parlamentario por la circunscripción de Fermanagh/South Tyrone, la administración Thatcher se mantuvo firme. Margaret Thatcher dijo: "No estamos dispuestos a considerar la categoría especial para algunos grupos de presos que cumplen sentencias por haber cometido un crimen. El crimen es un crimen, no es político". El único cambio que hizo fue publicar propuestas para cambiar el Acta de Representación de la Población que recogía la imposibilidad de que los presos pudieran ser candidatos al parlamento. La huelga de hambre continuó y el 5 de mayo Sands fue el primer preso que murió, después de 66 días de huelga de hambre, tenía 26 años de edad.
Este acto de lasciva crueldad por parte de Thatcher y su gobierno demostraba no sólo su crueldad, sino también su gran estupidez. Lejos de intimidar a la comunidad republicana provocó una oleada de repulsión y rabia. Después de anunciar la victoria de Bobby Sands hubo celebraciones con desfiles en muchas zonas republicanas de los Seis Condados. En Belfast, Cookstown y Lurgan estas celebraciones terminaron en revueltas. El anuncio de su muerte provocó conflictos en muchas zonas del norte e incluso en el sur.
A ésta siguieron otras muertes. Tres miembros del Ejército Irlandés de Liberación Nacional (INLA): Michael Devine, Patsy O’Hara y Keven Lynch, murieron en la huelga de hambre. En proporción a sus militantes sus pérdidas fueron más grandes que las del IRA Provisional.
El jueves 7 de mayo de 1981 se calcula que 100.000 personas asistieron al funeral de Bobby Sands en Belfast. El tamaño de la manifestación reflejaba el impacto que estaba teniendo la huelga de hambre. Las huelgas continuaron. Joe McDonnell, un preso del Ejército Republicano Irlandés Provisional (IRA-P) de la prisión de Maze se unió a la huelga de hambre de Bobby Sands. El martes 12 de mayo de 1981, después de 59 días de huelga de hambre Francis Hughes (25 años), un preso del IRA-P de la prisión de Maze murió. La muerte de Hughes provocó más disturbios, sobre todo en Belfast y Derry. En Dublín un grupo de 2.000 personas intentaron destrozar la embajada británica.
Los acontecimientos eran el producto de un movimiento de protesta de masas. Desgraciadamente la dirección de los Provisionales no utilizó el movimiento de masas, excepto como un instrumento auxiliar de la "lucha armada". Todavía tenían ilusión en que se podría obligar a los británicos a retirarse sólo con bombas y disparos. El movimiento de masas creado por las huelgas de hambre era enormemente prometedor, pero una vez más se desaprovechó la oportunidad.
Los resultados de la huelga de hambre
Dejaron morir a un prisionero tras otro. Margaret Thatcher dijo que la huelga de hambre era la "última carta" de los Provisionales. En realidad, el gobierno británico actuaba como el mejor sargento recluta de los Provisionales que se recuperaron gracias a estos trágicos acontecimientos. El IRA-P también aumentó sus ataques a los miembros de los servicios de seguridad. El gobierno británico había enviado a 600 soldados británicos más. Para empeorar las cosas el gobierno británico se enfrentó a la condena internacional debido a la forma en que estaba manejando la huelga de hambre. Las relaciones entre el gobierno británico e irlandés llegaron casi a la ruptura.
Una huelga de hambre es una medida desesperada que sólo se debe emprender cuando no hay otra alternativa. La muerte de cuadros en las prisiones es un precio demasiado alto a pagar y también hay un límite para una huelga de hambre. La huelga finalmente terminó en octubre de 1981, cuando los prisioneros republicanos que hasta ese momento se habían negado a comer decidieron poner fin a su ayuno. Los presos tomaron esta decisión cuando vieron claro que sus familiares estaban dispuestos a solicitar la intervención médica para salvar sus vidas. Dentro de la prisión de Maze murieron diez presos republicanos debido a la huelga. Otras 62 personas murieron asesinadas en las manifestaciones y enfrentamientos con la policía.
A pesar del enorme coste de vidas, el movimiento republicano había conseguido una enorme victoria propagandista sobre el gobierno británico y había obtenido una enorme simpatía internacional. Lo más importante es que la huelga de hambre sacó de su letargo a las masas de los 26 condados y sacó a las masas a las calles del norte. La huelga de hambre también proporcionó muchos nuevos reclutas para el IRA-P y el INLA, así como para el Sinn Fein y el PSRI. Las organizaciones de apoyo internacional a la lucha de liberación nacional irlandesa se extendieron allí donde antes no existían, y crecieron donde ya existían. La lucha también consiguió eco en Gran Bretaña. En septiembre de 1981 en la conferencia anual del Partido Laborista británico se aprobó una moción que comprometía al partido en una "campaña activa" a favor de una Irlanda unida de común acuerdo.
La huelga de hambre de 1981 tuvo consecuencias importantes y de gran alcance, fue uno de los momentos decisivos de la lucha. El heroísmo de los huelguistas tuvo un gran efecto y el gobierno Thatcher tuvo que hacer concesiones. El 6 de octubre de 1981 James Prior, entonces Secretario de Estado para Irlanda del Norte, anunció una serie de medidas que en muchos aspectos significaba conceder las cinco reivindicaciones de los presos.
Prior anunció varios cambios en la política penitenciaria, uno de ellos sería permitir a los presos llevar en todo momento su ropa civil. Esta era una de las cinco reivindicaciones clave que habían motivado el inicio de la huelga de hambre. Prior también anunció otros cambios: se permitiría la libre asociación en las alas vecinas de H-Block, en las zonas de ejercicio y las habitaciones de recreo; aumento del número de visitas para cada preso; se restauraría el derecho a más del 50 por cierto de disminución de la pena. En ese momento no se resolvió la cuestión del trabajo penitenciario pero sí se recomendaba el estudio de esta cuestión.
La obstinada estupidez de Thatcher tuvo resultados muy negativos para el imperialismo británico y ayudó al IRA Provisional. El apoyo al Sinn Fein se demostró en las dos elecciones posteriores y finalmente llevó al surgimiento del Sinn Fein como una fuerza política significativa. El gobierno británico temía ahora que el Sinn Fein superara al Partido Laborista y Socialdemócrata (PLSD) como el principal representante de la población católica del norte. Esta era la razón clave para el Acuerdo Anglo-Irlandés (AAI) de noviembre de 1985.
¿Armalite* o urna electoral?
Después de no haber conseguido aplastar el movimiento con la represión brutal. Londres intentó una táctica diferente: enredar al IRA-P en la política parlamentaria. En esto encontraron el apoyo entusiasta de la burguesía del sur. Garret FitzGerald, entonces Taoiseach (primer ministro irlandés), mantuvo conversaciones con Margaret Thathcer, entonces primera ministra británica, en Londres. Como resultado de la reunión se decidió crear el Consejo Intergubernamental Anglo-Irlandés, que serviría de foro para las reuniones entre los dos gobiernos.
En las filas de los Provisionales había serias diferencias sobre tácticas. Un sector de la dirección del Sinn Fein estaba más inclinado hacia el parlamentarismo, mientras que otro era favorable a la continuación de la lucha armada. El resultado fue un compromiso incómodo que adoptó el nombre de táctica ‘Armalite y urna electoral’. Después de la huelga de hambre el Sinn Fein comenzó a presentar candidatos municipales y al parlamento europeo. En otoño de 1981 el Sinn Fein celebró su Ard Fheis (conferencia anual) en Dublín. Danny Morrison, entonces editor de An Phoblacht, pronunció un discurso donde trató la cuestión de la participación del partido en las futuras elecciones:
"¿Quién de los presentes cree realmente que podemos ganar la guerra en las urnas? Pero nadie puede objetar aquí que, con una papeleta electoral en la mano y la Armalite en la otra, tomaremos el poder en Irlanda".
Esta táctica pretendía tapar las fisuras en los Provisionales. Pero el imperialismo británico no estaba dispuesto a seguir este juego. Decidió acabar con el IRA-P luchando con todo lo que tenía a su disposición. Inmediatamente después de la huelga de hambre, los británicos intentaron varias tácticas para acabar con los activistas políticos y aquellos que luchaban contra la ocupación. El intento de los Provisionales de reanudar la campaña de bombas en los años ochenta se encontró con una respuesta feroz por parte de los servicios de seguridad, incluidas las célebres tácticas de disparar a matar. Las utilizaron mayoritariamente contra los militantes del IRA-P y el INLA, pero en ocasiones también contra civiles. En una investigación oficial sobre seis hombres que fueron asesinados con esta táctica, se encontró que tres eran del IRA-P, dos del INLA y el otro era un joven civil. Al frente de la investigación se puso a un jefe de policía de Inglaterra, John Stalker. Este chocó con el obstruccionismo del RUC y los ataques contra él. La investigación de "disparar a matar" se convirtió en el "Stalkergate" y después fue apartado de la investigación.
No sorprende a nadie que el RUC y el ejército británico fueran declarados inocentes en el intento deliberado de asesinar a militantes del IRA-P y el INLA. En un caso separado la Convención Europea sobre Derechos Humanos dijo que Gran Bretaña debería ser llevada ante el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, para declarar sobre las muertes de los militantes y voluntarios Provisionales Mairead Farrel, Sean Savage y Danny McCann, conocido como el caso Gibraltar 3. El trío fue asesinado por el ejército británico en Gibraltar, después de que el gobierno británico intentara encubrirlo diciendo que se había encontrado una bomba en su coche. Cuando esto fracasó, el gobierno Thatcher intentó culpar a las fuerzas de seguridad españolas, que negaron cualquier responsabilidad en el asesinato a sangre fría de los tres hombres. De nuevo los tribunales británicos dejaron impunes a los implicados en un asesinato de inocentes.
Ahora está saliendo a la luz el nivel de implicación de los servicios de seguridad en estos acontecimientos. La connivencia del estado británico con las bandas asesinas lealistas, el asesinato del abogado Pat Finucane y muchos otros, han quedado al descubierto en los últimos meses. Incluso más recientemente las alegaciones de la existencia de un agente al servicio de la inteligencia británico en los más altos niveles del IRA-P, al asunto Stakeknife, ha supuesto para los Provisionales un nuevo golpe.
En 1993 los representantes elegidos tanto del Sinn Fein como del PLSD, se convirtieron en objetivos del ataque. Los británicos organizaron el arresto masivo de los miembros de los movimientos socialista y republicano, acusados de "terrorista reformado", es decir, perjuro. En la mayoría de las ocasiones estos "delatores" se los obligaba a firmar una lista con nombres y "crímenes". Aunque finalmente muchos de estos casos fueron desestimados en la apelación, tuvieron un efecto desmoralizador entre los activistas. Una organización más pequeña, el Movimiento Socialista Republicano, se vio particularmente afectada. A diferencia de lo ocurrido durante la huelga de hambre, en esta ocasión, ante la táctica de los "delatores", no se materializó una oposición organizada y de masas, en parte debido al empeño del Sinn Fein de dominar políticamente cualquier grupo de masas.
* Armelite: tipo de explosivo
¿Boicot o no boicot?
La incursión del Sinn Fein en el terreno electoral fue el resultado directo de la campaña de huelga de hambre. En 1983 Gerry Adams, presidente del Sinn Fein, fue elegido parlamentario por Belfast occidental, mantuvo su escaño hasta abril de 1992. Los miembros del Sinn Fein salieron elegidos en los condados y ayuntamientos del norte y el sur. El partido incluso comenzó a reestructurar sus cummain (agrupaciones) basándose en los distritos electorales. En 1986, después de un debate que duró años, el Sinn Fein abandonó su política abstencionista con relación al Dail Eireann. Irónicamente esta fue la razón aparente para la división de los Oficiales a finales de 1967 y principios de 1970, aunque las verdaderas razones eran más profundas.
La decisión de abandonar la línea abstencionista era correcta. Como normal general un partido revolucionario sólo puede boicotear las elecciones cuando está en posición de ofrecer algo superior, es decir, un poder soviético, una verdadera democracia obrera. De otra forma, su deber es participar en las elecciones, teniendo en cuenta los medios a su disposición, esto no necesariamente implica la presentación de candidatos, pero no presentarse no es lo mismo que el boicot a la hora de llegar a las masas. Negarse a participar supondría el boicot del propio partido. Sin embargo, en este caso, esto reflejaba un cambio de principios y tácticas. El abandono del abstencionismo provocó una división en el Sinn Fein, cuando la línea dura abstencionista abandonó el Ard Fheis y formó el Sinn Fein Republicano, un partido político con poca política, que apoyaba la lucha armada pero no tenía ejército. El IRA-P tuvo que declarar su apoyo al nuevo orden en una conferencia que duró varias semanas antes del Ard Fheis.
En las elecciones de 1982 se celebraron las elecciones para la nueva asamblea del norte. Los británicos intentaron poner en práctica la descentralización pero el intento fracasó completamente. Los partidos unionistas apoyaron la Asamblea de Irlanda del Norte pero la comunidad nacionalista se dividió en esta cuestión. El organismo tendría un poder muy limitado, era un regalo para los lealistas. Los nacionalistas burgueses del PLSD apoyaron la asamblea y querían las elecciones con la intención de ocupar los escaños. El PSRI defendía el boicot y al principio el Sin Fein apoyaba la idea.
Después el PLSD anunció que se presentaría, el Sinn Fein cambió de idea decidiendo que presentaría candidatos pero basándose en una plataforma abstencionista. El PSRI, con el Partido de la Independencia Irlandesa, continuó defendiendo el boicot, pero si se decía votar había que hacerlo por el Sinn Fein. Durante la campaña electoral el INLA empezó una campaña con bombas para boicotear las elecciones. La campaña de bombas fue criticada por el Sinn Fein. Todo esto finalmente desembocó en que los unionistas se alejaron del Acuerdo Anglo-Irlandés y el único partido que participó fue el PLSD.
El Acuerdo de Viernes Santo
Las contradicciones de la política electoral del Sinn Fein se profundizaron en las elecciones a Westminster de 1992. El presidente del Sinn Fein, Gerry Adams, pidió en varias ocasiones ¡la intervención de la ONU en el norte! Este lamento estaba muy lejos de la política "nosotros solos" defendida a principios de los años setenta. En otras palabras, Adams y los otros dirigentes del Sinn Fein habían perdido toda la confianza en su capacidad de derrotar al imperialismo británico y conseguir una Irlanda unida a través de la lucha armada.
En privado, Adams y McGuiness reconocían que habían sido derrotados, que era necesario un cambio de rumbo radical. Pero en lugar de hacer una autocrítica seria y llegar a la conclusión de que era necesario regresar a las ideas y métodos de James Connolly, giraron hacia el reformismo y el parlamentarismo. La dirección del Sinn Fein estaba desesperada por participar en cualquier conversación o negociación con Londres. Tenían ilusión en que esto finalmente llevaría a la retirada de las tropas británicas del norte e incluso una posible reunificación. Como demostraron los acontecimientos posteriores este pensamiento era un sueño. Pero lo que cada vez estaba más claro era que la campaña de bombas y tiros no había mermado la determinación del imperialismo británico de permanecer en los Seis Condados.
Ard Fheisanna comenzó a insistir en la separación entre el Sinn Fein y el IRA-P, insistiendo reiteradamente en que el Sinn Fein no es "un partido de violentos". Los Provisionales continuaron con su campaña en los Seis Condados e Inglaterra. En 1992 el IRA-P comenzó una campaña navideña de atentados, siguió poniendo bombas en Inglaterra durante todo el invierno de 1992/93, sin embargo declaró un alto el fuego de setenta y dos horas que empezaría el día de Navidad. El INLA, en un gesto simbólico el primer día del alto el fuego disparó sobre un puesto de vigilancia, de este modo demostraba su clara presencia en la lucha de liberación nacional.
En el otoño de 1993 el Sinn Fein, junto al PLSD, redactó una propuesta para conseguir la paz. Los detalles del documento se han guardado celosamente pero el gobierno de Dublín, ante el cual se presentó, se lo pasó al gobierno británico para que lo revisara. A finales de 1993 salió a la luz que el gobierno británico tory había mantenido durante algún tiempo negociaciones secretas con los Provisionales.
Las negociaciones dieron fruto en 1994 con la declaración de un alto el fuego incondicional por parte del IRA Provisional. Después del alto el fuego Ted Grant escribió un análisis sobre estos acontecimientos que merece la pena volver a leer hoy. Los siguientes extractos no hacen justicia a todo el texto pero sirven de muestra para saber qué escribíamos los marxistas en aquella época:
"La declaración del alto el fuego incondicional por parte del IRA el 31 de agosto representa una contundente derrota de la política del terrorismo individual. Durante veinticinco años el IRA llevó a cabo una lucha armada contra el imperialismo británico, con el objetivo declarado de expulsar al ejército británico y conseguir la unificación de Irlanda. Ahora, después de una generación de conflictos, el objetivo de una Irlanda unida está más lejos que nunca…
"En primer lugar es necesario poner la responsabilidad de los problemas de Irlanda donde pertenece, en la puerta del imperialismo británico… Sin embargo, la historia de Irlanda es una manifestación contundente de la corrección de la teoría de la revolución permanente… Todos los esfuerzos heroicos de la población irlandesa fueron traicionados por los dirigentes nacionalistas burgueses…
"En cada etapa de la lucha de liberación nacional irlandesa, la cuestión nacional ha estado inexorablemente unida a los problemas sociales. En el fondo es una cuestión de clase. La emancipación del pueblo irlandés sólo se puede conseguir con la emancipación de la clase obrera, que no tiene interés en ninguna forma de opresión religiosa o nacional…
"La historia de la lucha de Irlanda del norte demuestra que la única forma de resolver el problema es sobre la base de un programa de clase. En el momento que abandonas el punto de vista de clase entras en una pendiente resbaladiza que conduce al desastre. Todas las otras tendencias de la izquierda sucumbieron a la presión del nacionalismo, con resultados predecibles. Los dirigentes del Sinn Fein, mientras prestaban un ‘flaco servicio’ a una Irlanda socialista en el oscuro y distante futuro, posponían la lucha por el socialismo hasta que se resolviera la ‘cuestión de la frontera’. En esto han sido imitados por todos los grupos sectarios de Gran Bretaña, que han jugado un papel despreciable, actuando como vitoreadores del IRA durante los últimos veinticinco años, sin la más mínima presencia de una postura de clase…
"Después de veinticinco años la estrategia del IRA ha quedado en ruinas. La causa de la unificación irlandesa ha retrocedido décadas debido al legado de temor y odio que existe entre las dos comunidades. Así que el supuesto ‘realismo’ de los nacionalistas ha conseguido precisamente el resultado contrario al que pretendían. La condición previa para una lucha triunfante contra el imperialismo británico es conseguir la unidad de acción de la clase obrera, superando las divisiones sectarias de religión y nacionalidad. Esto nunca se puede conseguir basándose en el nacionalismo. La única política realista es una política de clase revolucionaria que tenga como objetivo derrocar el dominio capitalista en el norte y en el sur de la frontera, así como en Gran Bretaña…
"Después de todos estos años el ejército británico no se retirará, el veto unionista no desaparecerá y la ¡frontera no desaparecerá! ¿En qué ha ayudado todo esto? Tantos sacrificios y tantos muertos ¿para qué? ¿Qué concesiones han conseguido?… Probablemente Whitehall llegue con algún plan nuevo para compartir el poder. Incluso podrían conseguirlo durante un tiempo con la formación de una asamblea, algo en lo que fracasaron en 1973-74.
"Es bastante probable que haya un acuerdo secreto relacionado con la liberación de los prisioneros republicanos. Sería casi imposible para Adams y McGuiness vender alguna clase de acuerdo a sus militantes que no incluya esa cuestión. Sin embargo, los británicos exigirán como condición previa que los Provisionales entreguen sus armas. Como tienen un arsenal enorme probablemente entreguen parte de él y mantengan el resto ‘para un caso de necesidad’. Está claro que la mayoría de los dirigentes del IRA intentan desesperadamente conseguir algo de la ‘lucha armada’ y por lo tanto estarían dispuestos a hacer esto.
"Lo que está descartado es cualquier posibilidad de un acuerdo secreto que consigue una Irlanda unida, al menos en un futuro cercano…
"No importa los giros, no importa cuantas veces tengan que rescribir las leyes y la constitución, no detendrán la putrefacción. Una asamblea de Irlanda del Norte no sería la respuesta. ¿Cómo podría resolver el problema de desempleo o construir viviendas suficientes para todos? La crisis del sistema social continuará carcomiendo los intestinos de la sociedad, engendrando más frustración, crimen y locura sectaria. La única forma es poner fin a la raíz de todos los males, al sistema de renta, interés y beneficio…
"¿Es difícil esta perspectiva? ¿No hemos tenido ya suficientes soluciones ‘fáciles’ en Irlanda, sobre todo durante los últimos veinticinco años?… Para todos los escépticos y cínicos que dudan de la capacidad de los trabajadores irlandeses de unirse para luchar por su emancipación como clase, echando a un lado la suciedad sectaria, responderíamos con las palabras del mejor hijo de la clase obrera británica e irlandesa, James Connolly:
"Como hemos dicho una y otra vez la cuestión irlandesa es una cuestión social, la larga lucha del pueblo irlandés contra sus opresores en última instancia se resuelve en la lucha por el dominio de los medios de vida, las fuentes de producción de Irlanda… Es evidente, como lo es para nosotros hoy, e innegable que durante doscientos años al menos todos los movimientos políticos irlandeses han ignorado este hecho y han estado dirigidos por hombres que no miraban debajo de la superficie política. Estos hombres, incendiaban las pasiones de las personas invocando la memoria de agravios sociales, como los desahucios y las hambrunas, pero ante estos agravios sólo propusieron remedios políticos, como cambios en los impuestos o la transferencia del asiento de gobierno (dominio de clase) de un país a otro. Por lo tanto, no consiguieron nada porque los remedios políticos que proponían no tenían relación con el sometimiento social que es la raíz de toda la cuestión. Los revolucionarios del pasado eran más sabios, los socialistas irlandeses son más sabios hoy. Este movimiento del norte y el sur de nuevo conseguirá entrelazar las manos de ambas comunidades; demostrará, como ocurrió en 1798, que la presión de la explotación común convertirá a la clase obrera protesta en rebeldes entusiastas, campeones formales de las libertades religiosas y civiles de los católicos y ambos se unirán en una Irlanda democracia y socialista unificada". (Ireland After the Ceasefire, 1994 Ted Grant).
En 1998 se firmó el Acuerdo de Viernes Santo. Fue un acuerdo reaccionario al que llegaron el imperialismo británico y la dirección de los Provisionales. Como todos los acuerdos pasados estaba condenado al fracaso. Ha servido para ilustrar la desesperación de la dirección de los Provisionales. Después de treinta años de lucha armada sangrienta han terminado con las manos vacías. Adams y McGuineess se adaptaron y entraron como ministros en Stormont, sustituyeron una perspectiva antiimperialista militante por una política "constitucional".
Este resultado era previsible. El imperialismo británico no tenía la intención de permitir triunfar al IRA Provisional. No tenía elección. La ironía es que el imperialismo británico ya no tenía interés real en mantener el norte. Se había convertido en un enorme drenaje económico, además de un problema militar y político serio. Pero Londres no podía desentenderse tan fácilmente del norte, había caído en su propia trampa.
Desde un punto de vista económico Gran Bretaña la posesión de los Seis Condados no es un signo de más sino un enorme signo de menos. Mantener el control del norte supone una ingente cantidad de dinero, entre el coste de la gran operación de seguridad, la seguridad social y otras ayudas a una zona económicamente deprimida. En realidad, a los capitalistas británicos les gustaría abandonar Irlanda del norte. Lo intentaron hacer en los años sesenta cuando comenzaron las negociaciones entre O’Neill y Lemass. Pero aquí la dialéctica de la historia les jugó una mala pasada. El monstruo de Frankenstein del sectarismo protestante se rebeló y socavó los planes de la burguesía británica e irlandesa.
Por lo tanto, los imperialistas británicos estaban decididos a acabar con los Provisionales con todos los medios a su disposición. A pesar de acciones espectaculares ocasionales, el IRA-P realmente estaba derrotado, aunque nadie estaba dispuesto a reconocerlo. La realidad empezaba a ser evidente para la dirección. Finalmente, gente como Adams y McGuinness comprendieron que su posición era inútil y aunque el IRA-P continúe luchando durante otros treinta años, el resultado será exactamente el mismo.
Se calcula que un noventa por ciento votó "sí" al acuerdo. Esto no es sorprendente. Las masas estaban cansadas de tantos años de violencia infructuosa y sin un final a la vista. No existía otra alternativa. Pero las ilusiones con el acuerdo (que las hay) no durarán demasiado. Después del acuerdo no ha cambiado nada fundamental. Los grupos armados de Gran Bretaña como el RUC y el RIR, junto con las milicias lealistas, todavía están activas e intactas a pesar de una reforma limitada. La clase obrera de ambos lados han ganado muy poco con la división sectaria. En condiciones de crisis capitalista, con más desempleo y recortes, el espectro horrible de la lucha sectaria puede llevar a un reinicio de la violencia, el derramamiento de sangre y el caos.
La historia de Irlanda demuestra que es imposible erradicar el movimiento nacional a través de la represión del estado. Pero la historia de los últimos treinta años también han demostrado la imposibilidad de conseguir el objetivo de una Irlanda unida con la "lucha armada". Como no tenían la intención de dirigir otro tipo de lucha, es decir, una lucha de masas de la clase obrera unida que realmente pudiera desafiar al imperialismo, su próximo movimiento era predecible. Los dirigentes del IRA Provisional y el Sinn Fein sacaron las conclusiones y en realidad zozobraron hacia la política del reformismo y el parlamentarismo. El imperialismo británico ha hecho concesiones menores pero no ha cambiado nada fundamental. Con relación al objetivo de una Irlanda unida no hay nada que decir. Pero éste era el objetivo declarado del IRA-P durante los últimos treinta años de lucha armada en la que se han perdido muchas vidas.
La suspensión repetida del "poder compartido" y la crisis continua de las instituciones demostraron que todo el sistema es extremadamente frágil e insano. La tregua inestable actual finalmente se romperá, ya está ocurriendo. ¿Y después qué? ¿El regreso a la vieja espiral de violencia de asesinatos sectarios, ojo por ojo, bombas, arrestos, detenciones sin juicio y encarcelamiento? ¿El regreso a la lógica infernal de acción-reacción, la pérdida de vidas inocentes y la destrucción física de otra generación de jóvenes irlandeses? ¿A una nueva profundización de la división sectaria?
Los dirigentes de los Provisionales han ganado unas cuantas carteras ministeriales (excepto que Stormont lleva un tiempo cerrada) y algunas concesiones que no tienen más valor que el papel en el que se firmaron. Nada se ha solucionado para los católicos o protestantes. Todo lo contrario, la situación ha empeorado. Con más de tres mil muertos, la destrucción de toda una generación de jóvenes irlandeses, la división de la población del norte en dos campos hostiles y un legado terrible de amargura sectaria. ¿Con qué resultado? ¿Se ha solucionado la cuestión de la frontera? Debemos hablar claro: Después de tres décadas de lucha armada la causa de la reunificación irlandesa está más lejos hoy que en cualquier otro momento de la historia.
Este es un legado terrible de décadas de terrorismo individual y de ausencia total de una perspectiva de clase o socialista. Es verdad que en el pasado hubo divisiones serias entre católicos y protestantes en Irlanda del norte, pero ahora la división se ha convertido en un abismo enorme. Nada de esto habría sido necesario si hubieran prevalecido las ideas y métodos de Connolly.
La izquierda británica e Irlanda
En sus inicios el Partido Laborista británico apoyaba el Home Rule para Irlanda, un hecho recibido favorablemente por Connolly, que siempre fue un internacionalista. Pero ahora han degenerado completamente. Los dirigentes del ala de derecha del Partido Laborista británico han actuado durante décadas como los fieles voceros del imperialismo británico. Han sido más serviles con el imperialismo que incluso los tories. Sin embargo, el desarrollo de la lucha de clases en Gran Bretaña e Irlanda acabará con esta situación y minará el poder del ala de derecha. Este proceso ha comenzado ya en los sindicatos británicos donde se están expulsando a los dirigentes blairistas y son sustituidos por dirigentes de izquierda.
En 1969, la mayoría de la izquierda británica, incluidos aquellos que más tarde apoyaron el movimiento "tropas fuera", estaban totalmente a favor de enviar al ejército británico. Esto es cierto tanto en la izquierda laborista como en el Partido Comunista y el SWP. Defendían el envío del ejército para defender a los católicos. Una excepción honrosa fue la tendencia marxista del Partido Laborista británico, en esa época aglutinada alrededor de la Tendencia marxista Militant, que se opuso firmemente al envío de las tropas británicas al norte. En aquel momento los marxistas dijimos lo siguiente: "La petición de la entrada de las tropas británicas se convertirá en vinagre en la boca de algunos dirigentes por los derechos civiles. Las tropas se envían para imponer una solución en interés de las grandes empresas de Gran Bretaña y el Ulster". (Militant, septiembre 1969).
En la conferencia del Partido Laborista celebrada en otoño de 1969 nuestros compañeros presentaron la Resolución de Urgencia nº 2 que decía lo siguiente:
"Esta conferencia declara su oposición a los ataques sectarios contra los trabajadores católicos en Derry y Belfast ocurridos en agosto de este año.
Condena la actuación por parte de la Policía Real del Ulster, sectores de los B-Especiales y las bandas de Paisley.
"Afirma su apoyo a aquellos sectores del movimiento obrero irlandés, particularmente el Partido Laborista de Derry, que han intentado unir a los trabajadores católicos y protestantes contra el enemigo común, la clase capitalista, ya sea orangista o verde, y pide a los sindicatos de Irlanda que contengan el terror sectario con la organización de Comités Unidos de Defensa formados por trabajadores católicos y protestantes.
"La conferencia cree que el imperialismo británico y sus seguidores en Irlanda han utilizado deliberadamente y ayudado a mantener el sectarismo religioso para asegurar sus inversiones tanto en el norte como en el sur de Irlanda, basándose en la política de ‘divide y vencerás’.
"Los promotores de la resolución afirman que: Apoyamos a nuestros compañeros de Irlanda del norte, apoyamos su reivindicación, como hacen ellos, de retirada de las tropas británicas. Las tropas británicas nunca han actuado en interés de la clase obrera en ningún país".
Sin embargo, el resto de la izquierda británica jugó un papel lamentable. Después de apoyar el envío de las tropas británicas a Irlanda del norte (supuestamente para ayudar a los católicos), dieron un giro de ciento ochenta grados y apoyaron acríticamente la campaña de atentados del IRA Provisional. Desde la seguridad de sus apartamentos en Hampstead vitoreaban la "lucha armada", aunque ninguno de ellos corría peligro personal. Durante décadas las sectas ultraizquierdistas británicas jugaron un papel particularmente pernicioso en la cuestión de Irlanda. Estas señoras y señores interpretaron el "apoyo a la lucha de liberación nacional" como un apoyo acrítico al IRA Provisional.
Los Provisionales, que eran una tendencia de derecha, utilizaron de manera cínica los servicios de estos grupos, mientras que a sus espaldas les trataban con un total desprecio. Entusiasmados por apoyar a los Provisionales, las sectarios olvidaron un pequeño "detalle", que el IRA Provisional se creó en 1969 basándose en las armas y el dinero suministrados por el derechista Blaney-Houghey del Fianna Fail. Aunque no jugaron ningún papel en el movimiento de masas de1968-69 en el norte, consiguieron crecer porque tenían la organización y las armas que buscaba la juventud del norte.
A pesar de toda su demagogia "revolucionaria" y el discurso sobre la "lucha armada", desde el punto de vista ideológico los Provisionales son -y siguen siendo- una tendencia burguesa de derecha del republicanismo. En el pasado incluso quemaron los libros marxistas. Durante treinta años han dirigido a la mayoría del movimiento por un camino que finalmente no ha llevado a ninguna parte y después firmaron un acuerdo que renunciaba completamente a la reunificación, todo en aras de cargos ministeriales. Aunque en cada frase que pronuncien juren por Lenin, los seguidores sectarios de los Provisionales hicieron un daño considerable a la causa irlandesa en Gran Bretaña e internacionalmente. Demostraron una ausencia total de comprensión tanto de la lucha de liberación nacional como de la posición leninista en esta cuestión. Además con sus palabras y hechos dañaron la percepción que tenían del marxismo muchos activistas en Irlanda.
Después de aplaudir la contraproducente campaña de bombas de los Provisionales, que contribuyó a la división sectaria y alejó completamente a los trabajadores británicos, se quedaron con la boca abierta cuando la dirección de los Provisionales firmó el Acuerdo de Viernes Santo. Los trabajadores irlandeses pueden seguir sin esta clase tipo de "aliados". En su lugar deberíamos intentar establecer vínculos entre los sindicalistas británicos e irlandeses, para luchar contra los empresarios de ambos países, sobre todo es necesario crear estos lazos entre los delegados sindicales y activistas de la base. Después de todo, como demuestra el giro a la izquierda de los sindicatos británicos ¡los trabajadores de la base no son lo mismo que sus dirigentes!
En Gran Bretaña siempre hubo personas que se opusieron al imperialismo desde un punto de vista de clase revolucionario. La tendencia marxista del movimiento obrero británico puede mostrar sin avergonzarse todo lo que ha escrito sobre la cuestión irlandesa. Fuimos los únicos que nos opusimos al envío de tropas británicas en 1969 y presentamos una resolución en estas líneas en la conferencia del Partido Laborista en otoño de 1969. La tendencia marxista británica ahora representada por Socialist Appeal y <a href=http://http://www.marxist.com/>www.marxist.com</a> también nos opusimos al Acuerdo de Viernes Santo porque lo considerábamos un engaño y una traición. Los seguidores de la tendencia marxista internacional tienden una mano amistosa a los trabajadores y jóvenes de Irlanda para luchar contra el capitalismo y el imperialismo. Para nosotros tiene una importancia vital que nuestras ideas no sean un secreto para los mejores elementos del movimiento republicano. Cuando nuestras ideas sean ampliamente conocidas quedará claro que hablamos el mismo idioma y que luchamos por lo mismo.
¡Es necesario un cambio de rumbo!
Aunque tenemos muchas críticas a los métodos utilizados por el IRA Provisional, eso no significa que despreciemos el heroísmo y las buenas intenciones de aquellos que, debido a la impaciencia y la falta de perspectiva, recurrieron a lo que ellos entendían como la lucha armada contra el imperialismo británico. ¡Cómo no vamos a llorar la pérdida de la larga lista de jóvenes valientes que han perdido su vida luchando por una causa en la que creían aunque este fuera su último sacrificio! Pero creemos fervientemente que estos esfuerzos y sacrificios se podrían haber utilizado para algo mejor y más efectivo.
Las buenas intenciones por sí solas no valen. Ya se sabe que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno. Las tácticas equivocadas han creado una situación infernal para la clase obrera y lo jóvenes de los Seis Condados. Debemos juzgar la efectividad de las acciones de los hombres no basándonos en sus intenciones, sino en los resultados conseguidos. Desde este punto de vista estamos convencidos de que si son honestos, los defensores de este tipo de lucha armada deben de estar de acuerdo con nosotros en que los resultados conseguidos no guardan relación con las pérdidas sufridas.
En la Primera Guerra Mundial los generales de ambos lados enviaron a millones de jóvenes valientes a morir en batallas inútiles, que no consiguieron nada excepto un centenar de yardas de terreno fangoso. Todo aquel que levantaba la voz para protestar contra esta carnicería inútil inmediatamente era catalogado de cobarde y traidor, e incluso condenado a muerte. Hoy en día, con la sabiduría que da el tiempo vivido, aquellos que tuvieron el coraje de cuestionar una táctica insana han sido rehabilitados, mientras que los generales han quedado desacreditados y condenados. Más aún, las mentes militares más sutiles conscientes de la inutilidad de las viejas tácticas elaboraron otras nuevas y más eficaces, y son los que realmente consiguieron desarrollar la ciencia de la guerra y prepararon las tácticas de la Segunda Guerra Mundial.
Ocurre lo mismo con nosotros. Cuando para todo aquel con capacidad pensar tiene claro que los viejos métodos han fracasado ¿no es una obligación hablar abiertamente y sin temor? ¿No está suficientemente claro que es el momento de exigir un CAMBIO DE RUMBO? Desgraciadamente cada intento de conseguir que el movimiento republicano revisara su táctica y estrategia a la luz de la experiencia se ha encontrado con un aullido de protestas, acusaciones de cobardía y traición, incluso con cosas peores. Para silenciar la crítica y ahogar el debate, se han hecho llamamientos sin escrúpulos a compañeros muertos, que, como están muertos, ya no pueden hablar. Ante esta demagogia nosotros respondemos: precisamente por el respeto que merecen nuestros muertos nos sentimos en la obligación urgente de hablar y decir las cosas como son. Por que realmente sería una cobardía y un insulto para aquellos que desinteresadamente dieron su vida por la causa republicana encubrir los errores, los crímenes y los desatinos que nos han llevado a la situación en la que nos encontramos. Es necesario para que aquellos que murieron no lo hicieran en vano.
Thomas "Ta" Power
Sin embargo, los socialistas republicanos se han embarcado en una discusión y crítica serias del republicanismo, de la historia del movimiento, su estrategia y tácticas con la intención de iniciar un nuevo rumbo en la lucha. Las conclusiones recogidas en el documento de Thomas "Ta" Power representan un intento serio de extraer las lecciones de la historia del movimiento, sobre todo la necesidad de poner en el orden del día la lucha y las ideas políticas. Como señala la introducción del documento: "El ensayo defiende que el aspecto armado del movimiento debe subordinarse a la dirección política del partido. En Irlanda, donde la fuerza física ha estado inseparablemente unida durante siglos al concepto del republicanismo y donde el partido, si existía, normalmente era más un aparato a través del cual se expresaba el ejército, este concepto era totalmente inaceptable".
Quizás incluso más destacable es el hecho de que el documento fuera escrito mientras Ta Power estaba preso por pertenecer al INLA. En enero de 1987 Ta Power recibió un disparo y fue asesinado por representantes de la llamada Organización de Liberación Popular Irlandesa, IPLO. La única razón de ser de este grupo parecía ser el intento de aniquilar el movimiento socialista republicano.
Estudió cuidadosamente las ideas marxistas mientras estuvo en prisión y la influencia de estas ideas queda clara en el documento. La primacía de la política en el movimiento es el punto de partida al que debemos añadir la importancia de la democracia interna y una lista de otras ocho conclusiones organizativas extraídas de la experiencia previa del movimiento. Estas son enormemente instructivas. En realidad representan el esqueleto de la estructura de un genuino partido revolucionario.
Además de una historia honesta del movimiento, el documento busca un camino hacia adelante para los socialistas republicanos. No sólo es su análisis organizativo, también políticamente representa una contribución importante a este proceso. Por ejemplo, el documento llega a las siguientes conclusiones con relación a la naturaleza la lucha en Irlanda:
"¿Qué fuerzas pueden llevar la cuestión nacional hacia un final satisfactorio? Sólo la clase obrera. Los partidos capitalistas en los 6 y 26 condados no tienen interés en resolver la cuestión nacional, más bien intentan acabar con todo aquel que quiere solucionar el problema.
"El marxismo dice que antes de resolver correctamente un problema, antes de elaborar un plan de acción, etc., primero debemos analizar el proceso de forma concreta, es decir, identificar la contradicción básica inherente en él, y debemos ver cómo se desarrolla y de lo que él se desprende.
"La contradicción básica de la sociedad se encuentra en las mismas relaciones de producción, es decir, la producción socializada por la clase obrera y la apropiación privada de la clase capitalista.
"Es imposible conseguir un ‘cambio fundamental’ a menos que se afronte y cambie la contradicción básica.
"Por lo tanto, debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Por qué si somos marxistas descuidamos esto? ¡Esto es fundamental para el marxismo! ¿Por qué no actuamos en consecuencia? Marx, Lenin, etc., se enfrentaron a estos problemas de una manera valerosa y despiadada. ¿Por qué nosotros no lo conseguimos? ¿Es algo inherente a nosotros? ¿Abordamos correctamente esta tarea? ¿Carecemos del coraje y la madurez necesarios? ¿Somos aficionados y no profesionales? Conocemos las lecciones de la historia, somos conscientes de los errores y debemos actuar en consecuencia o colapsaremos. ¡La salvación reside en la claridad y el coraje para llevar adelante el cambio!"
Después de destacar el papel central de la clase obrera, las tareas socialistas de la revolución, abordar la contradicción fundamental de la sociedad donde residen todos los demás problemas, el documento también explica que esta lucha no se desarrolla "por etapas", donde la revolución socialista queda pospuesta hasta que se haya conseguido la liberación nacional, sino que como Connolly siempre defendió, las luchas por la emancipación nacional y social están inseparablemente unidas, y la clase obrera tiene que enfrentarse a ambas tareas.
"Cuando perfilamos con antelación el programa para un cambio constitucional, etc., no lo vemos como un proceso ‘por etapas’ en el cual, por ejemplo, una vez hayamos expulsado a los británicos y pasado por un período de gobierno capitalista, democratización, etc.,
"La cuestión de una conferencia constitucional tendrá el objetivo de debatir la cuestión del poder. De cualquier modo esto dependerá de la correlación de fuerzas. Dentro o fuera del país se abrirá un período de intensa lucha entre dos campos fundamentales.
"Irlanda continúa como un país capitalista dependiente controlado y dominado por el imperialismo, y estableciendo firmemente nuestra soberanía y construyendo un estado socialista revolucionario.
"No hay un camino intermedio entre los dos, no podemos tomar el camino del medio. ¡La batalla se puede retrasar o posponer pero finalmente la tendremos que luchar! No podemos tener ninguna ilusión en tener una completa claridad si no nos enfrentamos a ello y triunfamos.
"En las palabras de Connolly: ‘NO PODEMOS CONCEBIR UNA IRLANDA LIBRE CON UNA CLASE OBRERA SOMETIDA, NO PODEMOS CONCEBIR UNA IRLANDA SOMETIDA CON UNA CLASE OBRERA LIBRE’.
"Una vez más llegamos al papel del partido revolucionario, que es absolutamente esencial si queremos triunfar. Sin es papel de guía claro, sin una ideología revolucionaria, sin un análisis de las fuerzas a las que nos enfrentamos, sin la aplicación de tácticas, estrategia y lucha correctas, fracasaremos".
La cuestión de crear un partido revolucionario, las tácticas y estrategia que debe tener el partido, es el tema central del documento.
"Un partido revolucionario debe tener una ideología revolucionaria, una ideología que nos permita analizar el mundo, la fuerza motriz que mueve el mundo, un plan de campaña basado en el análisis.
"Una campaña consistente, con principios y con una implantación arriesgada, la máxima como guía de acción es la ideología; representa los intereses históricos de la clase obrera, que a través de un partido revolucionario se propone derrocar el orden capitalista y comenzar la construcción del comunismo.
"No existe un camino fácil hacia una república socialista, ni atajos, debemos luchar por la unidad y la politización de la clase obrera, no importa los obstáculos a los que nos enfrentemos para cumplir nuestra tarea, no podemos ganar nuestra lucha sin la clase obrera.
"No podemos hacer la revolución sin ella, sin su participación activa de una forma políticamente consciente y unida. Necesitamos ser capaces de sacar a la luz pública su sentimiento antiimperialista subyacente, demostrar la naturaleza de clase del estado irlandés, de los partidos gobernantes, etc., que actúan para reprimir, encarcelar y aplastar a su pueblo para proteger el dominio británico de Irlanda.
"Demos ser capaces de inyectar en la lucha, o más bien, inspirar en la población los valores e ideales de solidaridad, sacrificio, no sectarismo, unidad, internacionalismo, etc., valores que trascienden nuestra propia existencia individual, que nos amplían la conciencia, aumentan la participación y la actividad. Debemos de alguna forma ser capaces de llegar a las masas si queremos cambiar el mundo…
"Finalmente, debemos revisar constantemente, criticar y autocriticar todos los aspectos de nuestras acciones, políticas, tácticas., etc., evaluar toda la situación y luchar por elevar la conciencia de clase, el espíritu, la capacidad de lucha y triunfo de la clase obrera".
Están claras las tareas que estas líneas plantean para el movimiento republicano socialista. La construcción de un partido revolucionario de la clase obrera, afianzado sobre la roca firme de las ideas marxistas, un partido que explique estas ideas de una forma clara a los trabajadores; que luche constantemente por elevar la conciencia de la clase obrera; que luche para conseguir en todas las ocasiones la unidad de la clase obrera. Un partido basado en la democracia interna, con ideas claras y con una perspectiva internacionalista.
Estas son las conclusiones a las que llegaron Ta y otros socialistas republicanos a través de una apreciación honrada del desarrollo a lo largo de décadas de su movimiento. Por su parte, la tendencia burguesa y pequeñoburguesa del republicanismo es incapaz de hacer tal análisis. No sólo se trata de que estas conclusiones sean ajenos a ellos, sino que ciertamente no están dispuestos admitir sus fallos y errores, ni siquiera están dispuestos a discutir estas cuestiones.
Los dirigentes de los Provisionales no han comprendido nada de la historia de los últimos treinta años. Es comprensible que no quieran un debate abierto y democrático, porque la base llegaría a conclusiones nada cómodas para ellos. En las filas de los Provisionales hay muchos individuos sinceros y heroicos. Pero la naturaleza de clase del movimiento en última instancia está determinada por la dirección, su perspectiva de clase, programa y política. La dirección Provisional, aunque incluye a algunos antiguos izquierdistas como Gerry Adams, ha demostrado en los hechos de una forma consistente su hostilidad al socialismo. Pero la historia de la lucha de liberación nacional en Irlanda demuestra que ni la burguesía ni la pequeña burguesía es capaz de dirigir el movimiento hasta la victoria, y la historia de los últimos treinta años no es una excepción a esta regla. Al final, su política y táctica han demostrado estar en bancarrota.
La triste realidad comienza a ser evidente para la base republicana, la mayoría son jóvenes y trabajadores normales que están luchando por una vida mejor. El fermento que existe en el movimiento republicano significa que hay muy buenos militantes abiertos a las ideas del socialismo. Este es el único camino para salvar el movimiento y que puede llevar a un nivel nuevo y más elevado, pero hay que sacar todas las conclusiones políticas y organizativas necesarias de los errores pasados. No es suficiente con lamentar el pasado y pedir perdón por los errores cometidos. Es necesario aprender del pasado para no repetir los mismos errores en el futuro.
La cuestión de la lucha armada
"Imaginar que podemos establecer una república exclusivamente por métodos constitucionales es una completa locura". (Seamus Costello)
"El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. La cuestión más importante -la prioridad para nosotros es construir un partido revolucionario- como dijo Lenin de los social-revolucionarios, es que ‘su terrorismo no está relacionado de ninguna forma con el trabajo entre las masas o al lado de las masas. Distrae a nuestras pequeñas fuerzas organizativas de sus dificultades y de ninguna forma ayuda en la tarea de organizar un partido revolucionario’". (Ta Power).
La cuestión de la lucha armada tiene una larga historia en Irlanda. Un pueblo o una clase que no está dispuesto a luchar por su libertad, con las armas en la mano, no merece ser libre. A pesar de todas las palabras de los pacifistas, la historia demuestra que al final todas las cuestiones serias se deciden por la fuerza, ya sea la lucha entre las naciones o entre las clases. Los marxistas no necesitan ninguna lección sobre este particular. No debemos olvidar que la principal fuerza motriz de la Insurrección de Pascua fue el Ejército Ciudadano de Connolly. El Sinn Fein no jugó ningún papel, mientras que los dirigentes de clase media de los Voluntarios Irlandeses dieron una puñalada por la espalda a la insurrección. Al final, una vez más, fueron los "hombres sin propiedad" los que estuvieron en la vanguardia de los luchadores por la libertad irlandesa.
Sí, comprendemos demasiado bien el significado de la lucha armada. Para nosotros es una cuestión de ABC. Pero después del ABC hay otras letras en el abecedario. Reducir todo a la cuestión de las armas es claramente un error. Es verdad que la clase obrera debe aprender a utilizar las armas, pero debe aprender muchas otras cosas, que incluyen el uso o no de las armas. La lucha de clase tiene muchas armas y muchas formas diferentes de lucha: la huelga, la huelga general, las manifestaciones de masas, los boicots, la lucha parlamentaria, etc., Debe aprender a utilizar todos estos métodos para su propia causa. Además, en períodos y contextos diferentes también son adecuados métodos diferentes.
Los métodos de lucha de la clase obrera son diferentes a los métodos de otras clases, como el campesinado, la pequeña burguesía y el lumpemproletariado. Sus métodos son colectivos, reflejan su papel en la producción. La huelga y la huelga general implican la participación de masas, además de la toma de decisión y la discusión democráticas. Es una verdadera escuela de socialismo que ayuda a elevar la conciencia de clase. En contraste, el método de la llamada "lucha armada", cuando la protagoniza una minoría en nombre de la clase obrera y a espaldas de esta última, es menos que inútil. No sólo es ineficaz sino que es realmente contraproducente, porque tienen a reducir el nivel de conciencia de la clase y minar su confianza en sí misma.
El Ejército Ciudadano de Connolly se basaba en la clase obrera y en el movimiento laborista. Estaba organizado en líneas de clase. Su perspectiva no era sólo una república irlandesa, sino una república irlandesa de trabajadores. ¡Esa era la causa con la que se podía identificar la clase obrera! ¡Esa era la causa por la que estaba dispuesta a luchar y morir! El Ejército Ciudadano no tenía nada en común con el IRA Provisional, ni con sus objetivos, política o métodos. En realidad, las tres cosas no pueden ir separadas. La política de un partido revolucionario emana directamente de sus objetivos y métodos. La clase obrera no puede tomar prestados sus métodos de lucha de otras clases, como la pequeña burguesía y el campesinado. El proletariado se diferencia de las otras clases sociales por su papel en la producción. Es la única clase con una conciencia colectiva instintiva que procede de su papel en la producción social.
Antes de la Revolución Rusa los bolcheviques llamaban a los terroristas de Narodnaya Volya "liberales con una bomba en la mano". Ahora se puede comprobar que es literalmente cierto. Adams y MacGuinness han desechado el Armalite y la bomba, en su lugar han elegido carteras ministeriales con la misma facilidad que un hombre se pasa de primera a segunda clase en un tren. ¿Qué han conseguido con todo esto? Exactamente lo contrario de lo que pretendían. ¿Qué política defienden estos republicanos en su asamblea (cuando se reúna)? Defienden una política capitalista en contra de los intereses de los trabajadores.
Estamos en contra del terrorismo individual. Pero no somos pacifistas. Los intentos de contraponer el pacifismo a las tácticas del IRA Provisional inevitablemente terminan en una farsa, aunque sin duda hay muchas personas sinceras participando en distintos movimientos pacifistas. Como el terrorismo individual, el pacifismo también consigue el efecto contrario al que pretende. La debilidad invita a la agresión. Estamos a favor de utilizar todas las oportunidades legales que se nos presentan. No estamos en contra de participar en el parlamento. No defendemos la violencia, pero también somos realistas y comprendemos que ninguna clase dominante en la historia ha abandonado el poder y sus privilegios sin luchar. No somos pacifistas, pero pensar que la lucha armada tiene un significado independiente, separado del movimiento de masas, está completamente equivocado.
El movimiento obrero organizado debe conquistar en su momento cada posición: en el centro de trabajo, en los barrios, en los ayuntamientos y en la asamblea. Al fortalecer sus organizaciones preparan el terreno para el objetivo final: la revolución socialista. La lucha armada es una parte integral de esa lucha, pero es sólo una parte, no el todo. Entre un sector del movimiento existe una tendencia a sobreestimar el poder independiente de una pistola. Esto es un error serio. Una reflexión rápida bastaría para convencernos de que si eso fuera realmente así nunca podría haber triunfado la revolución, porque el Estado siempre cuenta con mayores recursos militares que los revolucionarios. Las revoluciones triunfan no porque tengan de su lado a una fuerza militar enorme, sino porque detrás de la revolución están las masas. Sólo el movimiento de masas puede golpear al estado y arrebatarle el poder.
Al divorciarse del movimiento de masas, la lucha armada no puede cumplir el papel que le requeriría la revolución socialista. En 1905 los bolcheviques formaron unidades armadas que llevaban a cabo acciones militares, como eran las expropiaciones para financiar el movimiento. En el curso de la revolución, cuando el movimiento de masas alcanzó su cenit, estas tácticas era correctas y necesarias. Pero cuando Lenin vio que el movimiento revolucionario entraba en reflujo defendió el final de las expropiaciones y las acciones guerrilleras.
La razón es clara. La lucha armada, desde el punto de vista de la revolución proletaria, debe ser una parte integral del movimiento de masas de la clase obrera y subordinarse estrictamente a la dirección del partido obrero. Mientras el movimiento de masas está en acción hay poco peligro de que los grupos armados degeneren. Pero cuando el movimiento entra en reflujo eso puede cambiar. El ala armada atrae a muchos de los elementos más militantes y sacrificados. Pero también puede atraer a otro tipo: aventureros, lumpemproletarios e incluso criminales comunes. Sin una guía firme del partido y sin el control de las masas, estas organizaciones pueden degenerar y convertirse en simples grupos criminales. Ha ocurrido en muchas ocasiones en la historia del movimiento, en muchos países distintos, Irlanda no es una excepción.
Hay que hacer la pregunta de forma concreta. Por ejemplo, ¿cómo tratamos la locura sectaria que aterroriza y asesina a personas inocentes? ¿Cómo tratamos a los elementos criminales que a menudo se ocultan detrás de la fachada de organizaciones paramilitares? ¿Cómo protegemos nuestras comunidades cuando no podemos confiar en la policía? Sólo con el establecimiento de milicias obreras basadas en los sindicatos, con células en cada fábrica y barrios, con estrechos vínculos con la comunidad, es decir, una milicia en la línea del ECI. El primer deber de la milicia es defender a la clase trabajadora contra los criminales y sectarios. Pero esta función defensiva es una forma concreta de preparar al proletariado para acciones ofensivas contra el Capital en un momento posterior, cuando las condiciones lo exijan.
Los defensores de la lucha armada en Irlanda durante las últimas décadas demostraron que no tenían la más mínima comprensión de lo que implicaba la lucha armada real. Seguramente tenían todas las habilidades técnicas necesarias para provocar el caos. Al mismo tiempo existían diferentes tendencias con distintas perspectivas de lucha. Pero carecían de la comprensión necesaria para conseguir sus objetivos. Al final fracasaron completamente. La conclusión es obvia: El ala militar del movimiento siempre debe estar bajo el control estricto del ala política. Cuando esto no ocurre se pueden ver las consecuencias más negativas. Esa es exactamente la conclusión a la que llegó Ta Power en su documento sobre la historia del movimiento socialista republicano irlandés.
En la Revolución Rusa de octubre de 1917 nueve décimas partes de las tareas de la insurrección armada se realizaron en los meses previos a la insurrección. No eran tareas militares sino políticas: un trabajo paciente y sistemático entre las masas, en el ejército, en las fábricas, en los sindicatos y en los soviets (consejos obreros) para ganar a la clase obrera al lado de los revolucionarios. La consigna de Lenin en esta época (de marzo a noviembre) no era "lucha armada" sino: "¡explicar pacientemente!" ¡No es una mala consigna para los republicanos de hoy! Nuestra tarea no es ganar el poder sino ganar a las masas.
Marx explicó hace tiempo que las ideas se convierten en una fuerza material cuando prenden en la mente de las masas. Esto se puede ver en la historia de cada revolución. El primer objetivo de la revolución es por lo tanto GANAR A LAS MASAS. Esta es una tarea política y no militar. Antes de poder conquistar el poder debemos primero conquistar a las masas. Sin un período preliminar y prolongado de agitación, propaganda y organización, no se puede plantear una lucha militar exitosa contra el Estado. Cualquier intento de derrotar al estado a través de un "solo combate" inevitablemente terminará en derrota, desorganización y desmoralización de las fuerzas revolucionarias. La experiencia de los últimos treinta años en Irlanda confirma este pronóstico.
Por supuesto comprendemos que, en última instancia, las cuestiones decisivas se resuelven con la lucha armada. ¡Ningún demonio se cortará sus propias garras! Pero para triunfar, debe ser una insurrección armada de las masas, no las actividades de una elite armada funcionando al margen de las masas y sin ninguna referencia a ellas. La forma de preparar una acción revolucionaria de masas es enseñando a las masas a confiar en sí mismas. Eso fue precisamente lo que consiguió el movimiento que se desarrolló alrededor de las huelgas de hambre. Así es como se educa a las masas en una dirección revolucionaria. La otra táctica simplemente educa a las masas atrasadas. Las enseña a confiar en héroes y salvadores, pero no en sí mismas.
¿"Una guerra de guerrillas urbana"?
La guerra de guerrillas es el modo clásico de lucha, no del proletariado, sino del campesinado. Tenía algún sentido en una sociedad agraria atrasada como Irlanda en la época de los fenianos o en China donde hubo guerras campesinas durante miles de años y donde la revolución adoptó la forma de una guerra campesina. En la Rusia zarista donde el proletariado sólo ascendía a cuatro millones de personas entre una población total de 150 millones y el campesinado era la aplastante mayoría de la población, sin embargo los bolcheviques se basaron en la clase obrera. Utilizaron también la guerra de guerrillas pero sólo como un elemento auxiliar del movimiento de la clase obrera en las ciudades. Lenin apoyó la guerra de guerrillas en Rusia en 1905, pero cuando el movimiento de masas en las ciudades entró en declive después de la derrota de la insurrección de Moscú, defendió el final de las tácticas guerrilleras.
Sin embargo, la táctica de guerra de guerrillas no tiene sentido en un país capitalista desarrollado como hoy lo es Irlanda y donde la aplastante mayoría de la población viven en las ciudades. La llamada táctica del "guerrillerismo urbano" sólo es terrorismo individual con un nombre diferente. En una sociedad así no existe ninguna de las condiciones necesarias para que triunfe la lucha de guerrillas y menos aún en Irlanda del Norte. Lo que aquí está en juego no es el movimiento armado de las masas, sino el de una elite armada que, aunque hable en nombre de las masas, funciona a espaldas de las masas. El problema es que este tipo de lucha no sirve para elevar la conciencia revolucionaria de las masas o la confianza en sí mismas.
Cultivan la idea de que las masas deben buscar su salvación en un grupo que, de algún modo, les "salvará" de sus opresores. Está claro que estas tácticas, incluso si tuvieran éxito, nunca llevarían a un régimen de democracia obrera. En el mejor de los casos, conducirían al establecimiento de un régimen donde el poder estaría en manos de la elite que realizó la lucha y ésta exigiría el fruto de sus sacrificios. Las masas permanecerían pasivas. Una vez más las masas serían excluidas del poder y caerían víctimas de una nueva forma de opresión.
En la práctica esta variante está descartada. Este tipo de lucha armada nunca conseguirá sus objetivos. Y NO los ha conseguido. El estado británico, contra el que se suponía luchaban, no ha sido derrotado o incluso debilitado. Todo lo contrario, está más fuerte que nunca, está armado y equipado con una batería de armas nuevas, leyes antiterroristas, fuerzas de reserva de todo tipo, un ejército de espías e informadores. En más de treinta años ha perfeccionado sus métodos de lucha contra nosotros mientras ha embrutecido a toda una generación de soldados británicos y ha acostumbrado a la opinión pública británica a todo tipo de medidas antidemocráticas que el pasado se hubieran topado con una oposición seria. Si el gobierno de Londres ha reducido la presencia militar en Irlanda del norte no ha sido porque éste haya sido derrotado, sino porque se siente más confiado -correcta o incorrectamente- y piensa que tiene la situación bajo control.
Connolly explicó que el grado de violencia necesario para ajustar las cuentas a la vieja clase dominante depende de la situación concreta y de la correlación de fuerzas de clase, y esto no se puede establecer a priori. Como regla general podemos decir que el grado de violencia que se requiere es inversamente proporcional al grado de apoyo que ha conseguido los revolucionarios entre las masas. En la sociedad moderna la clase obrera tiene en sus manos un poder colosal. Sin el permiso de los trabajadores no se prende ninguna lámpara, no gira ninguna rueda, ni suenan los teléfonos. Este es un poder formidable, pero a condición de que se organice y lleve a la transformación socialista de la sociedad.
El problema es que la clase obrera no es consciente del poder que tiene. La tarea del partido revolucionario es aumentar la confianza del proletariado en su propio poder, convencerle de que debe utilizar este poder para conseguir un cambio fundamental en la sociedad y que, consecuentemente, no necesita los servicios de salvadores que generosamente les cambian el poder por una fuente de plata, independientemente de que estos "salvadores" actúen desde su puesto ministerial o con bombas en la mano.
¿Cuales son las conclusiones?
La dialéctica del terrorismo individual siempre es conseguir lo contrario de lo que se pretende. En la época de los fenianos, Marx les avisó que no podían esperar que los trabajadores británicos aceptaran las bombas que dirigían contra ellos. Acciones como los atentados en un pub de Birmingham provocaron en Gran Bretaña una oleada de sentimiento anti-irlandés, que no ayudó sino que impidió la lucha de liberación nacional. Por otro lado, el fortalecimiento del estado y el aumento de la represión constituyen una amenaza y un peligro para el movimiento obrero, al norte y al sur de la frontera, y en Gran Bretaña también.
El primer principio es luchar por LA UNIDAD DE LA CLASE OBRERA. En Irlanda vimos como Connolly y Larkin lucharon incansablemente por la unidad de los trabajadores y consiguieron superar la división sectaria. El argumento de que no es posible unir a los trabajadores católicos y protestantes en una lucha común está equivocado. Como ya hemos señalado, en cada momento clave entre los trabajadores ha existido una tendencia a unirse en la lucha. Los imperialistas y los capitalistas luchan por destruir esta unidad: esa es la raíz del problema al que hoy nos enfrentamos.
En cada cambio decisivo ha existido la posibilidad de desarrollar un movimiento de masas de la clase obrera que pudiera superar el sectarismo. Esto lo demostraron Larkin y Connoly en 1911-14. De nuevo se pudo ver en las luchas de desempleados de los años treinta. En 1968-69 también surgió un movimiento espontáneo de los trabajadores y delegados sindicales de Harland y Wolffs, incluso crearon comités para alejar la violencia sectaria de los astilleros. Desgraciadamente, no existía una dirección como la de Larkin y Connolly capaz de dar una expresión consciente y organizada a estas luchas, por esa razón se perdieron las oportunidades con unos resultados muy trágicos.
Durante las huelgas de hambre más de 100.000 personas se manifestaron por las calles. Con una dirección correcta se podría haber convertido en un movimiento revolucionario de masas contra el imperialismo. Pero la dirección Provisional no tenía interés en promover este movimiento. Incluso se opuso a la propuesta de los republicanos socialistas de ampliar el movimiento e incluir a los sindicatos, prefirió limitarse a aquellos elementos que apoyaban la "lucha armada". Una vez más se perdió la oportunidad.
El movimiento obrero, en el norte y el sur, es la clave para el futuro. En Irlanda del norte siempre ha existido tradición laborista. El Partido Laborista de Irlanda del Norte (NILP) consiguió el 26 por ciento de los votos en 1962. A finales de 1970 todavía tenía 100.000 votos. Pero después de décadas de degeneración reformista el NILP acabó como una herramienta de la reacción orangista. Eso hizo que muchos trabajadores lo descartaran como opción política. El resultado fue que muchos trabajadores con antecedentes católicos apoyaron al PLSD, aunque este partido nacionalista moderado de clase media era "laborista" sólo de nombre. La división del voto laborista en líneas sectarias aceleró la defunción del NILP. Después de todo, ¿si lo que se quiere es un partido sectario porque conformarse con una pobre imitación cuando podemos tener el genuino?
La condición previa para el éxito es la creación de un partido basado en la clase obrera. Connolly y Larkin dedicaron toda su vida a construir el Partido Laborista Irlandés. Tenemos que regresar a esta posición y abrir la lucha con los nacionalistas de clase media. Una tarea vital es la creación de un partido obrero basado en los sindicatos. La clase trabajadora debe restablecer su propia voz independiente, ausente desde hace tanto tiempo. Los sindicatos, a pesar de todo, siguen unidos, sólidos e invictos. A pesar de la política desastrosa de la burocracia sindical, y aún continúa, esa es la única esperanza capaz de conseguir un futuro mejor. Las recientes huelgas en la república y el giro a la izquierda de los sindicatos británicos abren la perspectiva de una recuperación de la lucha de clases capaz de superar el pantano mortal del sectarismo y preparar el terreno para una nueva etapa de la lucha de clases.
Vimos una magnifico despliegue de la unidad de clase en la huelga general del 18 de enero contra el sectarismo, después del asesinato del cartero Daniel McColgan a manos de las bandas lealistas del UFF. Desgraciadamente los dirigentes sindicales no consiguieron basarse en esa unidad. Pero el potencial para luchas unificadas por parte de la clase obrera está claro para todo aquel que lo quiera ver.
La única causa por la que vale la pena luchar es por la emancipación de la clase obrera. A su vez, la clase obrera debe inscribir en su bandera la lucha contra todas las formas de opresión, incluida la opresión nacional. "¡Hay que eliminar la frontera!" ¡Por supuesto! Pero la pregunta es ¿cómo? Los viejos métodos han fracasado, sólo se puede conseguir como un subproducto de la revolución socialista. La cuestión de la frontera sólo la puede solucionar la clase obrera del norte y el sur con la conquista del poder político. Cuando esto ocurra la frontera desaparecerá con la misma facilidad que un hombre aplasta a un insecto molesto. La cuestión de la frontera sólo la puede solucionar la clase obrera al mismo tiempo que lleva a cabo la revolución socialista de la sociedad. Esta es la lección que se puede extraer de los últimos cien años de lucha de liberación nacional en Irlanda y particularmente de los últimos treinta años.
La primera condición para una lucha triunfante contra el imperialismo británico es la unión de la clase obrera del norte, cortando la hierba bajo los pies del sectarismo que constituye el principal instrumento de la armería de los imperialistas. Pero esto no se puede conseguir con la táctica del terrorismo individual, por que ésta simplemente sirve para echar a la comunidad unionista en brazos del Estado británico e incluso para fortalecer el lealismo. Si no hemos aprendido esa lección de los últimos treinta años es que no hemos aprendido nada.
Aquellos que imaginan que la solución a todos los problemas reside en la eliminación de la frontera, en el mejor de los casos pueden ser vistos como algo irrelevante, pero en el peor de los casos se trata de una desviación política perjudicial. Aquellos que comprendemos que la eliminación de la frontera, aunque deseable y progresista, sobre bases capitalistas, si esto fuera posible, no resolvería nada y que la única solución real es el poder obrero, y esto es una cuestión de vida o muerte. La cuestión de la frontera no se puede separar de la lucha revolucionaria contra el capitalismo.
La pequeña burguesía es una clase inestable que siempre tiende a balancearse entre la burguesía y el proletariado. Su característica es una gran volatilidad. En situaciones críticas tienen respuestas extremas y fanáticas. El fascismo y el fundamentalismo son ejemplos de esto. El chovinismo extremo a menudo es una característica de los movimientos pequeño burgueses. El proletariado se mueve de una forma completamente diferente. Su instinto básico es la UNIDAD DE CLASE y la tolerancia. Debemos basarnos en esto instinto de clase sano.
El reestablecimiento de un movimiento independiente de la clase obrera y la unidad de clase son las condiciones previas para la creación de un movimiento militante anticapitalista y antiimperialista en el norte y el sur de Irlanda. Como primer paso hay que iniciar una campaña enérgica para la creación de un verdadero partido obrero, basado en los sindicatos. El programa de este partido debe decidirse democráticamente entre los propios trabajadores, y tendrá como punto de partida los problemas acuciantes que afectan a todos los sectores de la clase obrera en norte, que durante tanto tiempo han estado en la trastienda. Las cuestiones que afectan a los trabajadores, vivienda, sanidad, educación, si se abordan desde un punto de vista de clase, pueden desenmascarar a todos los partidos del establishment que apoyan el PFI, la privatización y la política contra la clase obrera.
Durante ochenta años se le ha dicho al movimiento obrero que debe esperar. Ya ha esperado suficiente. Ya no se puede aceptar el argumento de que los problemas acuciantes de la clase obrera deben ponerse a un lado hasta que se solucione la cuestión de la frontera. Además, la idea de que una Irlanda unida resolverá nuestros problemas es falsa. Una Irlanda unida sobre bases capitalistas no resolverá absolutamente nada. Debemos tratar los problemas inmediatos que afrontan los trabajadores -tanto católicos como protestantes- la ausencia de empleo y vivienda decente, salarios y pensiones, escuelas y hospitales.
Mientras que la economía del sur ha experimentado cierto auge económico en el último período, en el norte el desempleo ha crecido. Las industrias tradicionales de construcción de barcos y textil han languidecido o se han trasladado a países en vías de desarrollo de Asia. Aunque se hacen producen intentos de atraer nueva inversión, la realidad es que no ha llegado nada importante. El escándalo DeLorean fue uno de los muchos ejemplos de como las multinacionales han explotado el conflicto del norte en su propio beneficio. El norte no ha conseguido el desarrollo tecnológico que tiene el sur ni se ha beneficiado de los cambios de producción que ha experimentado el resto del mundo.
Además la clase obrera debe luchar por todas las reivindicaciones democráticas: libertad de expresión, abolición de toda la legislación antiterrorista y antisindical, plenos derechos civiles para los prisioneros, etc., Esto es parte de nuestra lucha y no podemos renunciar. Pero lucharemos en estas y otras cuestiones con nuestros propios métodos y reivindicaciones de clase. La unidad de la clase obrera en Irlanda del norte sólo puede conseguirse con una política de clase. Un programa basado en cuestiones que puedan unir a la clase: empleos, salarios, condiciones de vida, viviendas, derechos de la mujer, sólo la lucha por esto puede triunfar donde ha fracasado todo lo demás. Esta la forma de preparar el terreno para el objetivo final: el derrocamiento revolucionario del capitalismo en Irlanda -al norte y al sur de la frontera- y en Gran Bretaña, en Europa y el resto del mundo.
¡Contra el sectarismo! ¡Por la unidad de clase!
Existe una vieja historia que después de la batalla de Boyne el barquero que trasportaba al rey William a través del río Boyne le preguntó quién había ganado la batalla, a lo que el rey respondió: "Eso no te importa porque tú seguirás siendo barquero".
Durante toda su vida Connolly siempre luchó a favor de la unidad de la clase obrera por encima de cualquier línea religiosa y nacional. Concentrándose en las cuestiones de clase consiguió unir a los trabajadores católicos y protestantes para luchar contra su enemigo común -la clase empresarial-. Esa es la única forma de salir del caos actual. La única forma de resolver el problema nacional de Irlanda es a través de la lucha revolucionaria por el socialismo. Eso era verdad en la época de Connolly y lo sigue siendo actualmente. Él tuvo la capacidad de ver y entender esto hace cien años. Hoy es cien veces más evidente. No puede haber reunificación de Irlanda mientras la clase obrera permanezca dividida en líneas sectarias. Hace un siglo Connolly aplicó las ideas del marxismo a la historia de Irlanda y eso le permitió comprender el papel dirigente de la clase obrera en la revolución venidera, fue capaz de comprender la incapacidad de la burguesía de jugar un papel progresista y de llevar adelante las tareas de la revolución, además de la necesidad de extender la revolución más allá de sus fronteras.
La política aplicada por los dirigentes republicanos de clase media durante las últimas tres décadas no ha conseguido sus objetivos. Por otro lado, los métodos utilizados han hecho estragos con la unidad de la clase obrera. Es verdad que la división entre católicos y protestantes tiene mucho tiempo de existencia, alimentada por las acciones deliberadas de los imperialistas británicos que pronto reconocieron que la división de la población del norte de Irlanda en líneas religiosas era el medio más seguro para fortalecer su posición en Irlanda. Pero esta división se ha convertido ahora en un gran foso de amargura y desconfianza mutua. Esto significa que la perspectiva de la unificación irlandesa está más lejos hoy que en cualquier otro momento de la historia. La única forma de poder comenzar a reparar el daño es luchando por un programa DE CLASE, que pueda unir a los trabajadores de ambas comunidades en la lucha contra su enemigo común: la clase capitalista.
La religión ha jugado un papel muy negativo en la historia irlandesa. Ha permitido a la clase dominante y al imperialismo dividir y debilidad fatalmente a la clase obrera y las masas oprimidas. Por supuesto, los hombres y mujeres deberían ser libres de creer en cualquier religión -o en ninguna- sin que el Estado los moleste o sufran discriminación social o económica. Los socialistas lucharán contra todas las formas de discriminación.
Es evidente para todo aquel que tenga el más mínimo conocimiento de la historia que la Iglesia Católica Romana nunca ha sido una verdadera amiga de la lucha de liberación nacional del pueblo irlandés. Fue el Papa quien primero entregó Irlanda a los ingleses. Fue otro Papa quien apoyó a Guillermo de Orange contra los católicos irlandeses. La Iglesia Católica no hizo nada para proteger la lengua y cultura irlandesas cuando fueron amenazadas con la extinción. Se opuso a los Irlandeses Unidos y a los fenianos, destruyó Parnell. Sobre todo, la iglesia se opuso a cada paso adelante del movimiento obrero durante sus primeros días de existencia. Denunció y persiguió a los republicanos, especialmente a los republicanos socialistas.
La Iglesia del sur ha jugado un papel muy reaccionario y lo sigue haciendo hoy en día. Los obispos han participado en la mayoría de las campañas contra la reforma social en Irlanda, sin embargo, ellos mismos están plagados de escándalos, el más famoso fue el escándalo del obispo Casey, un obispo que tuvo un hijo con una estadounidense y que la Iglesia silenció durante dieciocho años. El divorcio no existe en Irlanda, incluso en casos donde la anulación matrimonial está permitida por el Vaticano. Las estadísticas revelan que cada año miles de irlandesas viajan a Inglaterra para poner fin a su embarazo. Legalmente, el niño nacido fuera del matrimonio sufre el "estigma" de la ilegitimidad. El divorcio, como el aborto, han sido objeto de campañas importantes para conseguir su reforma. Los jóvenes y las mujeres de Irlanda se rebelan contra la legislación reaccionaria y atrasada respaldada durante generaciones por la Iglesia.
Las cosas no son mejores con el protestantismo. Durante generaciones la Orden de Orange ha sido utilizada como un mecanismo de los ricos y poderosos para controlar a las masas protestantes y dividir a la clase obrera. La Orden de Orange fue utilizada para perpetuar el sectarismo que caracteriza al norte. El veneno del sectarismo y fanatismo religiosos, los viejos remanentes del pasado, son las armas a través de las cuales la clase dominante perpetua las divisiones en la clase obrera. Para impedir que los trabajadores protestantes se identifiquen con sus vecinos católicos, la orden divulga la idea de una sociedad anticatólica, dirigida por protestantes adinerados que ofrecen a todos los protestantes un lugar en sus filas, y la promesa de promoción y privilegio. Los desfiles orangistas estaban diseñados para permitir que la clase obrera protestante durante un día se mezcle con sus "superiores" y que al mismo tiempo desfile ante sus vecinos católicos.
Pero todo esto es una mentira. La clase obrera protestante no tiene nada en común con los banqueros, terratenientes y capitalistas protestantes. El sectarismo era, y es, sólo una forma de mantener debilitados y divididos a los trabajadores. Los trabajadores radicales protestantes eran acusados de "traidores" por negarse a apoyar el fanatismo orangista. Connolly comprendió esto muy bien. Junto a Larkin consiguió unir a los trabajadores católicos y protestantes en unas condiciones difíciles, concentrándose en las cuestiones de clase. Con tácticas hábiles consiguieron separar a los trabajadores protestantes de los empresarios. Esa es la forma correcta, la única.
Es bastante posible conseguir la unidad de lucha entre los trabajadores de ambas comunidades. Aunque el desempleo tradicionalmente es más elevado en las zonas republicanas, hay muchos desempleados lealistas. Existen muchas viviendas pésimas en sus barrios y también están preocupados por los bajos salarios y las pensiones. En las cuestiones sociales también hay mucho descontento. El divorcio es algo mal visto por las iglesias protestantes, igual que el aborto, que está disponible sólo en casos limitados. En la comunidad protestante del norte existen personas progresistas a las que les gustaría ver cómo cambia la legislación social.
No sólo hay que sacar la pistola de la política también la religión. Las personas tienen derecho tener sus creencias religiosas. Pero eso no significa que una religión deba dominar sobre las demás. Los verdaderos demócratas reivindican la separación radical de la iglesia y el estado. En las escuelas no puede haber lugar para la religión, donde se fomenta y perpetúa la división entre católicos y protestantes desde la infancia. La educación debe ser secular, racional y científica. Si las personas quieren tener formación religiosa ésta debe organizarse fuera del horario escolar y pagársela ellas mismas. No se debe gastar en la religión ni un solo centavo de los impuestos. El dinero recogido en impuestos es propiedad común de todos, independientemente de su afiliación religiosa.
Es el momento de poner fin a las divisiones sectarias que acosado a la clase obrera de Irlanda del norte desde hace tanto tiempo. El primero de los objetivos del proletariado es el mantenimiento de la sagrada unidad de la clase obrera. La unidad entre los proletarios es el arma más importante que tienen en su lucha contra el Capital. Por lo tanto, todo aquello que tienda a sembrar la desunión entre los trabajadores es reaccionario y debe ser rechazado. Debemos mantener la unidad de TODOS los trabajadores, independientemente de la raza, nacionalidad, lengua o religión. En el caso de Irlanda del norte defendemos la UNIDAD DE CLASE de trabajadores católicos y protestantes. Sin esto no hay camino hacia adelante posible.
Hay que cambiar la constitución de Irlanda como condición previa para la reunificación, no sólo para apaciguar a los protestantes del norte, sino porque muchos en la comunidad católica del norte y el sur también exigen cambios en las cuestiones sociales. Muchas personas de ambos lados de la división sectaria creen que la situación actual es intolerable y que se debe cambiar. Debemos basarnos en esto y luchar por las cuestiones que unen a la clase obrera, no las que la dividen.
El llamado acuerdo no ha eliminado el sectarismo, lo ha empeorado. Los niveles de violencia sectaria tienden a aumentar, mientras que los niveles de vida y los empleos se erosionan. La locura sectaria amenaza la vida de los trabajadores y hace que vivan en la miseria. Los políticos hacen bonitos discursos pero no tiene solución a estos problemas. El destino de Yugoslavia constituye una advertencia terrible de adonde puede llevar una política equivocada en el problema nacional. A lo largo este camino no hay progreso posible. ¡Es el momento de parar! Debemos dirigirnos en otra dirección, aquella que evite los errores del pasado y abra el camino para una lucha victoriosa contra el capitalismo y el imperialismo.
La respuesta se pudo ver en la manífica huelga general de los trabajadores de los Seis Condados contra el sectarismo el 18 de enero. ¡Demuestra el camino a seguir! La clase obrera luchará contra la opresión nacional, pero lo hará bajo su propia bandera, con su propia política y métodos.
El socialismo, la única respuesta
Por supuesto deseamos ser acusados de utópicos por aquellos "realistas" cuyos métodos "prácticos" nos han hundido en este caos actual. No nos preocupa esta acusación. No es nueva. Durante toda su vida a Connolly le acusaron de utópico sus contrincantes reaccionarios, el "realismo" de éstos últimos sólo era otra forma de expresar su aceptación servil del estatus quo. Estos servidores cobardes del capitalismo despreciaban a Connolly igual que ahora hacen sus actuales descendientes. Les trataremos con el mismo desprecio merecido con el que ellos trataron a Connolly.
En el programa del socialismo no hay un solo átomo de utopía. La utopía significa algo que es imposible, algo que está en desacuerdo con la realidad y que por lo tanto no puede existir. Pero el capitalismo también está en desacuerdo con la realidad. Y lo que demuestra la presente crisis económica donde cada día miles de trabajadores son expulsados del mercado laboral y donde vemos como las grandes empresas cierran fábricas como si se trataran de cajas de cerillas.
Si miramos seriamente el problema del sectarismo veremos que, aunque tiene sus raíces en la historia, es perpetuado por la crisis económica y las limitaciones del sistema capitalista. En la medida que no hay suficiente empleo y viviendas para todos, siempre habrá sospechas entre la población de una comunidad de que están desempleados o no tienen casa porque los otros se han apropiado de sus empleos y viviendas. Una lucha seria contra el sectarismo presupone una lucha seria contra el capitalismo.
¿Por qué existe esta crisis? Porque hay demasiados coches, ordenadores, acero, microchip. En otras palabras, se trata de una crisis de sobreproducción. ¿Por qué hay sobreproducción? Sólo porque el capitalismo ha desarrollado las fuerzas productivas hasta un punto en que entran en conflicto con los estrechos límites del sistema de beneficios. Las principales barreras para un nuevo desarrollo de las fuerzas productivas son: la propiedad privada de los medios de producción y el estado nacional. Esta contradicción sólo se puede eliminar con la desaparición de ambos.
Nacionalismo e internacionalismo
Ya en las páginas de El Manifiesto Comunista Marx y Engels señalaban que la revolución socialista, aunque nacional en su forma, es internacionalista en su contenido. El internacionalismo es una característica fundamental del socialismo científico.
Los fundadores del socialismo científico defendían que "los obreros no tienen patria". Insistían en que:
"1) En las luchas nacionales de los proletarios de diferentes países, ellos [los comunistas] señalan y traen a primera línea los intereses comunes de todo el proletariado, independientemente de la nacionalidad". (Marx y Engels. Obras seleccionadas. Vol. 1. p. 120). Estas palabras tan profundas son hoy incluso más verdad que cuando fueron escritas.
¿Eso significa que debemos ignorar la cuestión nacional, la opresión de la mujer y otras cuestiones? ¡Por supuesto que no! El proletariado y su partido tienen el deber de luchar contra TODAS las formas de opresión, incluida la opresión nacional. Sólo de esta forma podemos reunir y unir las fuerzas necesarias para derrocar al capitalismo. Pero en contraste con los nacionalistas burgueses y pequeño burgueses, nosotros defendemos que la cuestión nacional es sólo una manifestación de la opresión central de la que derivan, en última instancia, las demás formas de opresión: la división de la sociedad en clases y la esclavización de la clase obrera por parte de la burguesía.
Las tareas democrático-nacionales que permanecen aún sin resolver, sólo se solucionarán a través de la lucha contra la burguesía nacional. La historia de la lucha de liberación nacional del siglo XX demuestra que esto es correcto. La conquista de la independencia formal sobre bases capitalistas no ha solucionado nada. Más de medio siglo después de la independencia países como India y Pakistán dependen más del imperialismo que antes. Aún son saqueados a través del mecanismo del mercado mundial y la deuda.
Nunca podemos aceptar la subordinación que debe ser eliminada. Sin embargo, la tarea de los socialistas no es levantar nuevas fronteras. Nuestro objetivo es diferente: nuestro objetivo es eliminar TODAS las fronteras, no sólo las que separan el sur del norte. Defendemos la revolución socialista en el norte y el sur de Irlanda, también la revolución socialista en Gran Bretaña y el resto de Europa. En realidad, sin esto, una república de trabajadores irlandeses sería un episodio efímero, como la Comuna de París.
El imperialismo británico es nuestro enemigo. Pero la clase obrera de Inglaterra, Escocia y Gales es un aliado potencial, cuyo apoyo y solidaridad debemos cultivar y desarrollar cuidadosamente. Nuestro objetivo es el establecimiento de una República de Trabajadores Irlandeses con 32 condados, unidos a una Federación Socialista de Inglaterra, Escocia y Gales, como parte de los Estados Unidos Socialistas de Europa y una Federación Socialista Mundial. ¿Es esto utópico? Pero la realidad es que las supuestas políticas "realistas" que los otros han estado defendiendo durante los últimos setenta años han demostrado ser el peor y más reaccionario de los utopismos. Han fracasado completamente en sus objetivos básicos, ha llegado el momento de reconocerlo honrada y honestamente.
El socialismo es internacionalista o no es nada. El movimiento irlandés de liberación nacional siempre ha formado parte del movimiento revolucionario mundial, como siempre insistió Connolly:
"Así como el año 98 fue una expresión irlandesa de las tendencias encarnadas en la Primera Revolución Francesa, así como el 48 vibró de simpatía hacia los levantamientos democráticos y sociales del continente de Europa e Inglaterra, del mismo modo el fenianismo fue una vibración del corazón irlandés sensible a las pulsaciones del corazón de la clase obrera europea que produjeron, en otro lugar, la Asociación Internacional de Trabajadores". (J. Connolly. Las clases trabajadoras en la historia de Irlanda, p. 207).
El socialismo en un solo país es imposible. La lucha por el socialismo es una lucha internacional porque el capitalismo es un sistema internacional. No somos nacionalistas sino internacionalistas revolucionarios. Durante la Primera Guerra Mundial Connolly defendió una política internacionalista firme, aunque en ese momento era muy difícil hacerlo. Más tarde, la Revolución Rusa actuó como un poderoso impulso para el movimiento de liberación nacional irlandés. Provocó la extensión de las ideas comunistas dentro del movimiento republicano. Finalmente, el Movimiento por los Derechos Civiles de 1968 también fue una parte del fermento general que recorrió Europa, ejemplificado en la huelga general de Francia y las manifestaciones estudiantiles de toda Europa y EEUU.
El proletariado tiene el deber de luchar contra la opresión nacional. Pero no tiene porque seguir los dictados de clases ajenas con otros objetivos e intereses. De ninguna forma debe subordinarse a los movimientos burgueses y pequeño burgueses que tienen sus propios objetivos y planes. Todo lo contrario, el proletariado tiene el deber de defender su independencia de clase, seguir sólo aquellos objetivos que avanzarán en la lucha por su propia emancipación y debe negarse a apoyar cualquier otro.
¡Reivindicar a Connolly!
Wolf Tone hablaba de "un capítulo de grandes oportunidades perdidas, de confianza popular traicionada". Estas palabras seguramente describen la historia de Irlanda durante los últimos cien años. Irlanda hoy está una vez más ante una encrucijada. El mundo ha cambiado mucho desde los días del movimiento por los derechos civiles y el Domingo Sangriento. Se enfrenta a una situación que podría parecer desesperada. En las zonas nacionalistas del norte la población está cansada de la guerra. Las tropas británicas están en sus comunidades desde agosto de 1969. Se ha perdido toda una generación, quemado, desmoralizado y asesinado. Como el ave fénix que se levanta sobre sus cenizas, la clase obrera siempre se recuperará incluso de las derrotas más grandes. Esta es la única esperanza para Irlanda y el mundo.
Durante los últimos ochenta y cinco años los nacionalistas burgueses irlandeses han demostrado su completa incapacidad de resolver las tareas de la lucha por la liberación nacional. En 1922 los dirigentes burgueses firmaron la partición de Irlanda. Este problema no se resolverá sobre bases capitalistas. La burguesía irlandesa ha tenido mucho tiempo para demostrar qué puede hacer y ha fracasado.
Las cosas no son mejores para los republicanos pequeñoburgueses. Durante los últimos treinta años el IRA Provisional ha estado intentando resolver el problema con una campaña inútil de bombas y tiros. Estas tácticas del terrorismo individual no tienen absolutamente nada en común con los métodos de Connolly y el Ejército Ciudadano, que siempre se basaron en una política de clase y estuvieron orgánicamente unidos al proletariado y las organizaciones obreras de masas. Un documento del PSRI decía correctamente lo siguiente:
"Como socialistas, el MRSI cree que cualquier acuerdo que no responda a las cuestiones de la liberación nacional y el socialismo no tendrá éxito, sólo aplazará la inevitable guerra de clases. Al movimiento socialista republicano irlandés no le asusta esta perspectiva; continuará organizándose como un segmento revolucionario de la clase obrera irlandesa, siguiendo la tradición de Connolly y Costello".
La revolución socialista en el norte está inexorablemente unida a la perspectiva de la revolución socialista en el sur, y en Gran Bretaña. En otras palabras, sólo se puede solucionar con una política proletaria e internacionalista. Todavía hay un rayo de esperanza en Irlanda del Norte. A pesar de todo, las organizaciones fundamentales de la clase obrera -los sindicatos- siguen unidas. Probablemente las únicas organizaciones de masas no sectarias que todavía existen. ¡Esta es la base sobre la que podemos construir! Ese sin duda sería el mensaje de James Connolly si todavía estuviera vivo.
¿Significa esto que proponemos regresar a las ideas y métodos del pasado? El título del presente documento hace referencia a la dialéctica, que está relacionada con el progreso, el movimiento y el desarrollo. Somos revolucionarios y por lo tanto miramos hacia al futuro con optimismo y esperanza. La nostalgia y el anhelo del pasado no tienen lugar en nuestra perspectiva o filosofía. La dialéctica nos enseña que el proceso evolutivo se mueve de una forma contradictoria. Las viejas formas parecen repetirse constantemente en la historia, las ideas hace tiempo olvidadas de repente renacen. Pero un examen más cercano nos demostrará que esta repetición es sólo aparente. Siempre hay algo nuevo, la evolución no es un círculo cerrado sin final.
Resulta escandaloso que después de la muerte de Connolly los dirigentes laboristas en Irlanda enterraran la mayor parte de sus obras, mientras que los nacionalistas burgueses restan importancia y distorsionan sus ideas y papel histórico. Nuestro deber es garantizar que estos escritos maravillosos consiguen la difusión más amplia posible, especialmente entre la generación más joven. Creemos que las ideas de James Connolly eran correctas en todo lo fundamental. Eso no significa que suscribamos todo con puntos y comas. No tenemos una actitud religiosa hacia Connolly u otra persona. Hoy, ochenta y siete años después de su muerte, hay ciertos detalles que se deberían cambiar. Pero resulta sorprendente que la mayor parte del pensamiento de Connolly no necesite revisión. Resulta asombroso lo completamente válido que continua siendo.
Ochenta y siete años después es necesario atravesar toda la neblina de fantasía histórica y mistificación nacionalista que rodea los acontecimientos de la semana de Pascua y ver el papel clave del proletariado. ¡Qué gran oportunidad se perdió con la muerte de James Connolly! Pero la nueva generación debe aprender la lección. Connolly no consiguió crear -como si hizo Lenin- el instrumento necesario para cambiar la sociedad ¡un partido y una dirección revolucionarios!
Hoy nos comprometemos a defender la herencia de este gran marxista, luchador y mártir de la clase obrera. Debemos rescatar las ideas de Connolly, que han sido robadas y distorsionadas hasta prácticamente ser irreconocible, por personas que no tienen nada que ver con Connolly, el socialismo o la clase obrera. Debemos continuar la lucha por las ideas de Connolly, las únicas ideas que pueden garantizar la victoria final. Debemos crear la organización revolucionaria necesaria, basada en el programa, política y métodos del marxismo. Y debemos comprender que tal organización debe basarse firmemente en el único suelo que puede crecer y florecer: los sindicatos y las organizaciones de masas del movimiento obrero en Irlanda, en el norte y en el sur, así como al otro lado del Mar de Irlanda.
En Irlanda, así como en Gran Bretaña e internacionalmente, es necesario un movimiento de la clase obrera decidido a luchar. Los socialistas republicanos tienen un papel vital en la creación de este movimiento. Consideramos a la clase obrera como la única clase capaz de garantizar que el futuro movimiento no se base en consignas y estrategias fracasadas, sino que se dirija hacia la liberación independiente de la clase obrera, utilizando los métodos apropiados.
Hegel escribió en cierta ocasión que una idea, después de haber recorrido todo su camino, finalmente regresa al punto de partida. Pero al hacerlo se enriquece con todo lo acumulado a través de la experiencia. Hoy, después de tres generaciones de lucha, estamos en situación de poder apreciar la corrección de las ideas de ese gran hombre. Hoy podemos apreciarle más que en el período en el que vivió. James Connolly es el más moderno de los pensadores.
Después de haber experimentado la amargura de la derrota, después de haber visto a luchadores valientes morir y ser encarcelados, sin un resultado destacable, finalmente podemos comprender que, cuando el movimiento republicano abandonó el camino de James Connolly -el camino de la lucha de clases y la revolución socialista- llegó finalmente a un punto equivocado. Todos los errores se pagan y el movimiento pagó un precio muy elevado por sus errores.
Hoy todo republicano irlandés honrado dirá: Nos debemos a los mártires muertos, nos debemos a nosotros mismos, pero sobre todo, se lo debemos a las futuras generaciones de jóvenes irlandeses, reconocemos nuestros errores y volveremos atrás sobre nuestros pasos. Si hacemos esto finalmente conseguiremos emprender el camino marcado por el líder de la Insurrección de Pascua: el camino que une a la clase obrera y no el que la divide: el camino de la revolución socialista.
Marx dijo una de las verdades más elementales: que la emancipación de la clase obrera es tarea de la clase obrera y sólo de la clase obrera. La Insurrección de Pascua fue un anticipo glorioso de lo que está por venir. La tarea quedó inconclusa en 1916. La tarea ahora recae sobre la nueva generación de jóvenes y trabajadores. Armados con las ideas del marxismo y las ideas de Connolly, la victoria final estará garantizada. Nos hacemos eco de la confianza en la clase obrera irlandesa y el optimismo revolucionario expresado por James Connolly cuando en 1914 escribió lo siguiente:
"Irlanda podría convertirse en la linterna de la conflagración europea, no se apagará hasta que el último trono, el último siervo y la última ganancia capitalista se agoten en la pira funeraria del último señor de la guerra".
Octubre 2003