La derrota del paro empresarial y el sabotaje petrolero profundiza el proceso revolucionario en Venezuela

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El Jueves 20 de febrero a medianoche la policía venezolana detenía al Presidente de Fedecámaras Carlos Fernández con cinco cargos acusatorios: traición a la patria, agavillamiento, rebelión, instigación a delinquir y devastación. Carlos Fernández, junto con el dirigente de la CTV Carlos Ortega (contra el que también se dictó una orden de detención) había sido la principal cara pública del paro empresarial y sabotaje petrolero de diciembre-enero con el que la burguesía venezolana quería derrocar al goal gobierno de Chávez. El Jueves 20 de febrero a medianoche la policía venezolana detenía al Presidente de Fedecámaras Carlos Fernández con cinco cargos acusatorios: traición a la patria, agavillamiento, rebelión, instigación a delinquir y devastación. Carlos Fernández, junto con el dirigente de la CTV Carlos Ortega (contra el que también se dictó una orden de detención) había sido la principal cara pública del paro empresarial y sabotaje petrolero de diciembre-enero con el que la burguesía venezolana quería derrocar al gobierno de Chávez.

Esta acción de la justicia reflejaba claramente la presión del movimiento revolucionario y el nuevo balance de fuerzas que se había abierto después del estrepitoso fracaso del intento de golpe de la oposición reaccionaria en el país. Desde el principio de esta acción las fuerzas reaccionarias fueron de derrota en derrota. Esto se debió fundamentalmente a la iniciativa de las masas que respondieron contundentemente en cada momento. Todas y cada una de las acciones de la reacción no hacían sino fortalecer el apoyo al proceso revolucionario y aumentar el grado de conciencia y de organización del pueblo y los trabajadores.

Lo más importante en este período fue la extraordinaria reacción de los trabajadores petroleros que supieron enfrentar y superar el sabotaje realizado por los mandos directivos y una gran parte de los técnicos de PDVSA. En refinerías como Puerto la Cruz, El Palito, el llenadero de Yagüa, etc, fueron los obreros petroleros los que acudieron al trabajo y de forma organizada restablecieron el funcionamiento de la industria petrolera bajo control de los trabajadores. Se puede decir sin ninguna exageración que los obreros petroleros salvaron al gobierno de Chávez, ya que la paralización de la industria petrolera era el elemento clave en la estrategia de la oligarquía. Este es un maravilloso ejemplo de la capacidad de lucha y de organización de la clase obrera. Los trabajadores en unos pocos días desmontaron el mito de la meritocracia, la idea de que los directivos de PDVSA ascienden en la jerarquía de la empresa por sus méritos y conocimientos, y que ellos son los únicos que pueden dirigir la producción. Además esta experiencia de control obrero se produce no en una pequeña empresa en bancarrota que los trabajadores se ven obligados a reabrir, sino en la principal empresa del país y una de las 50 más grandes del mundo. Este es un hecho de extraordinaria importancia política y que sienta un importante precedente. Se puede decir que el salto cualitativo que se produce en la derrota de la reacción es la participación por primera vez de la clase obrera como clase en el proceso revolucionario, cuando hasta el momento lo había hecho como parte del pueblo en general.

Es necesario añadir que los obreros petroleros contaron con el apoyo del pueblo movilizado que en todo el país defendió las instalaciones de PDVSA y de la Guardia Nacional que en acuerdo con los obreros y el pueblo organizaban la distribución de la gasolina durante los más de 60 días que duró la ofensiva reaccionaria.

Ya a principios de enero, la llamada Coordinadora Democrática (popularmente conocida como la Conspiradora Anti Democrática) decidió dar un paso más decretando el no reinicio de las clases en escuelas y universidades. De nuevo cometieron un grave error pues sus acciones no hicieron más que provocar la reacción de las masas y profundizar su nivel de organización. En todo el país, las comunidades se organizaron para garantizar el normal funcionamiento de las escuelas y los maestros escuálidos que se negaban a dar clases fueron sustituidos por voluntarios (maestros desempleados, suplentes, estudiantes universitarios, etc). En las universidades también se dio un fuerte movimiento sobre todo por parte de estudiantes para exigir el reinicio de las clases, movimiento que finalmente logró la apertura de la mayoría de los centros, incluso antes del fin oficial del paro opositor. El efecto que esto ha tenido ha sido claramente el de fortalecer y organizar el movimiento estudiantil de izquierdas en las universidades del país.

La culminación de todo este proceso fue la multitudinaria marcha de apoyo a la revolución del 23 de enero, lo que se vino en llamar “la toma de Caracas”. La oposición había generado un clima de pánico y pavor entre las capas medias, mediante la idea de que esa marcha iba a significar una nueva “bajada de los cerros” en la que las “turbas chavistas” iban a saquear los barrios de las capas medias. Durante semanas los dirigentes de la reacción habían estado organizando en todos los barrios de capas medias de las grandes ciudades “planes de contingencia”. Estos incluían el recuento de las armas disponibles, la acumulación de alimentos y agua, la organización de la defensa armada de las calles, edificios y barrios, el cierre de calles con rejas, barricadas de sacos terreros y bidones llenos de concreto, etc. La intención era clara, crear un clima de terror, utilizando a las capas medias como fuerzas de choque de la oligarquía y provocar un enfrentamiento que justificara la intervención extranjera en el país bajo el manto de la Organización de Estados Americanos y con el apoyo de un sector de las Fuerzas Armadas, para derrocar a Chávez.

Provocaciones contrarrevolucionarias

Un punto culminante de esta estrategia fueron los enfrentamientos en Los Próceres, a la entrada del Fuerte Tiuna en los primeros días de Enero. En esa ocasión la oposición había convocado a una concentración delante del Fuerte Tiuna para exigir la liberación de un militar golpista que se encontraba allí detenido. Todos los medios de comunicación de la oposición se hicieron eco machaconamente de esa convocatoria presentándola como “la batalla final” que iba a forzar la caída de Chávez. Esto era una provocación minuciosamente calculada. El gobierno no respondió en absoluto, no llamó a las masas a movilizarse de forma decidida en una contra manifestación. Sin embargo miles de chavistas se concentraron en defensa del proceso revolucionario y contra la provocación reaccionaria. Después de horas de enfrentamientos verbales entre ambos bandos se produjeron disparos de bala por parte de los reaccionarios y dos revolucionarios resultaron muertos. Para aumentar la provocación, la Policía Metropolitana de Peña atacó la funeraria dónde se velaba a los muertos. Los incidentes de ese día reflejaban también la sensación de impotencia de las masas que veían como la reacción continuaba con sus planes golpistas sin que hubiera ninguna respuesta seria por parte del gobierno ni de las organizaciones que lo apoyan.

Fue en este contexto en que se desarrolló la magnífica movilización del 23 de enero. Se calcula que unos dos millones de personas participaron en esta extraordinaria demostración de fuerza contra la reacción y en defensa del gobierno. Esa multitudinaria manifestación fue el último clavo en el ataúd del intento de golpe de estado de diciembre-enero. A la Coordinadora Anti Democrática no le quedó otra que reconocer su fracaso y anunció públicamente la “flexibilización del paro” y posteriormente su final. Un espectáculo bochornoso en el que todas las contradicciones dentro de CD explotaron. Nadie quería asumir la responsabilidad de haber convocado al paro, el “yo no fui” se convertía de nuevo en la consigna del día.

En estas condiciones, Chávez adopta una estrategia muy diferente de la que utilizó después del golpe del 11 de Abril. En aquél momento trató de conciliar, negociar, pidió perdón y echó para atrás el cambio de la cúpula directiva de PDVSA. Como ya advertimos en aquel momento el intento de apaciguar a la reacción mediante la negociación sólo iba a tener el efecto de envalentonar a la burguesía reaccionaria que inevitablemente iba a preparar un nuevo golpe de estado.

Incluso durante el intento de golpe de diciembre-enero la posición del comandante fue en extremo legalista, respetando la ley al pie de la letra mientras que la reacción utilizaba todo tipo de medios a su alcance para paralizar el país y saboteaba la acción de la justicia desde dentro del propio poder judicial. La reacción de los trabajadores y del pueblo se produjo a pesar de la ausencia de una dirección revolucionaria a nivel nacional que organizara y coordinara los esfuerzos. A pesar de que existen miles, decenas de miles y hasta incluso centenares de miles de organizaciones de todo tipo en el país, el movimiento revolucionario todavía carece de una coordinación nacional.

Ofensiva revolucionaria

Empezando con su discurso en la multitudinaria marcha del 23 de Enero, Hugo Chávez plantea claramente que es el momento de pasar a la ofensiva y llama a profundizar la organización del pueblo. El gobierno empieza a implementar toda una serie de medidas contra la reacción, empezando por la suspensión del cambio de divisas mientras se establecen mecanismos de control (medida destinada a detener la fuga de capitales), el control de precios (para poner freno a la especulación) y el inicio de la discusión de una ley de responsabilidad social de los medios de comunicación (que jugaron un papel crucial en las diferentes conspiraciones golpistas). Incluso en su programa “Aló presidente” del 16 de febrero plantea que las organizaciones creadas por las comunidades para defender el derecho a la educación y asegurar el reinicio de clases se deben convertir en organizaciones de vigilancia del control de precios.

Al mismo tiempo el presidente Chávez realiza una serie de programas televisados desde las diferentes instalaciones petroleras en las que reconoce el papel de los obreros en la derrota de la intentona golpista. También se realizan actos de masas en diferentes estados con gobernadores de la oposición en los que Chávez llama a revocarlos.

La detención del conspirador golpista Carlos Fernández se enmarca dentro de esta ofensiva y es obviamente celebrada por la mayoría del pueblo. El comentario más generalizado es que esta medida se debía de haber tomado ya hace mucho tiempo. De hecho las organizaciones populares, las calles y las paredes de las grandes ciudades ya hacía tiempo venían exigiendo “mano dura” al presidente. El dirigente de los trabajadores telefónicos José Mora declara que le parece bien que Carlos Ortega, el dirigente de la CTV, haya decidido “pasar a la clandestinidad” porque así los trabajadores pueden ir a buscarle ellos mismos.

Sin embargo, incluso esta acción demuestra las limitaciones de la acción gubernamental ya que a las pocas horas de su detención, el juez instructor es sustituido por otro que enseguida decreta el arresto domiciliario de Fernández. Esta es una decisión escandalosa ya que existe el precedente de la fuga del principal protagonista del golpe del 11 de abril, Pedro Carmona, estando bajo arresto domiciliario. Mientras Fernández es enviado a casa (con la excusa de problemas cardíacos), los defensores de Puente Llaguno que defendieron el régimen democrático el 11 de abril se siguen pudriendo en la cárcel esperando juicio, a pesar de que uno de ellos está muriendo de cáncer. Está claro que el poder judicial sigue en gran medida en manos de la reacción.

Sin embargo sería falso pensar que la reacción está muerta y enterrada. Es cierto que sufrió un duro golpe con el fracaso de su intentona de diciembre-enero, sin embargo la burguesía venezolana está lejos de haber sido derrotada definitivamente y sigue agitando en los medios de comunicación, esperando una nueva oportunidad.

Crisis económica

El principal reto al que se enfrenta el proceso revolucionario actualmente es el colapso de la economía, consecuencia del sabotaje petrolero y de la desorganización consciente de la actividad productiva por parte de los capitalistas, particularmente del sector de la alimentación. La oligarquía está tratando por todos los medios utilizar el caos y el desabastecimiento para minar la base social del proceso. En ese sentido las medidas que el gobierno ha tomado hasta el momento son totalmente insuficientes y limitadas.

En primer lugar hay que discutir la cuestión de la reestructuración de PDVSA. Hasta el momento el gobierno ha nombrado una nueva directiva que, respondiendo al clamor popular de “limpieza en PDVSA”, ha despedido ya a casi 12,000 empleados, la inmensa mayoría de ellos directivos y técnicos de la nómina mayor. Sin embargo no es suficiente sustituir a una directiva por otra más o menos cercana al proceso revolucionario. Al contrario hay que aprovechar la impresionante experiencia de control obrero de la producción durante el sabotaje petrolero para extenderlo al funcionamiento de PDVSA en su conjunto. Los obreros petroleros han sido los que han salvado PDVSA y a ellos les corresponde dirigirla desde ahora. Es necesario convocar un congreso nacional de trabajadores petroleros para unificar a todos los trabajadores y establecer mecanismos de control obrero. Esta es en realidad la única manera de garantizar el flamante eslogan que lucen las recién pintadas gandólas de PDVSA y que ondea en la puerta de las refinerías, deque “PDVSA es del pueblo” y que responde a los intereses de la mayoría. El control obrero de la producción debería extenderse también al conjunto de las empresas nacionalizadas dónde muchos de los directivos también se declararon ”en rebeldía”.

Otro frente es el de las empresas privadas en las que los empresarios tratan de hacer pagar a los obreros el coste del paro empresarial golpista. Los trabajadores deben de resistir de forma organizada cualquier intento de paralización parcial o total de las empresas, cualquier intento de reducción salarial, de adelanto de vacaciones no pagadas, etc. Ya ha habido en varias partes del país experiencias importantes en este sentido. Los trabajadores de Covencaucho en Barquisimeto (Lara) tuvieron que forzar la revocación de sus directivos sindicales y ocupar la empresa para obligar al patrón a pagarles la totalidad de sus salarios y a no paralizar la planta. También en la industria automotriz de Carabobo los trabajadores han derrotado intentos de la patronal de hacerles pagar las consecuencias del paro. En realidad la discusión más actual de los activistas sindicales clasistas es sobre la cuestión de la ocupación de fábricas y su funcionamiento bajo control obrero. La experiencia de las ocupaciones de empresas en Argentina indudablemente ha tenido un fuerte impacto.

Así por ejemplo en una reunión de 350 dirigentes sindicales de todo el país convocada por la corriente Autonomía Sindical se discutió un documento que plantea la “ocupación de empresas privadas abandonadas, cerradas, quebradas o que están semiparalizadas, creando comités de trabajadores por empresas para proceder a su estatización bajo control obrero de la producción”. La corriente sindical El Topo Obrero del estado Lara plantea claramente “ante la crisis capitalista: el gobierno tiene que reactivar la industria aplicando: a empresa cerrada, empresa abierta bajo control obrero”. Incluso en el Ministerio de Trabajo se está discutiendo sobre el control obrero y cómo legalizar ocupaciones de fábrica que se puedan dar.

Otra cuestión importante del control del sector financiero. Junto a las medidas ya tomadas con relación al control del cambio de divisas habría que pasar a la ofensiva contra la banca privada. Ésta adoptó una postura clara de apoyo al sabotaje opositor y se le deberían de quitar los medios para que lo hiciera de nuevo. Es cierto que el gobierno ya ha retirado una parte de las cuentas que tiene en algunos bancos privados, pero eso no es suficiente. La nacionalización de la banca (que en su inmensa mayoría maneja recursos que son del estado) permitiría al gobierno disponer de una gran cantidad de activos financieros que se podrían utilizar para paliar la crisis económica mediante un plan masivo de obras públicas y que podría garantizar el pago de salarios a empleados públicos y el mantenimiento del funcionamiento normal de los servicios de salud, educación, etc. que se ven amenazados por falta de fondos. La nacionalización de la banca también permitiría al gobierno tener los recursos necesarios para financiar la estatización de las empresas ocupadas.

Una nueva central sindical

Como parte de la ofensiva de los trabajadores se ha planteado la creación de una nueva central sindical que sustituya a la directiva golpista de la CTV. Sin embargo este proceso ha recibido desde el principio fuertes críticas por parte de los activistas sindicales debido a los métodos que se han utilizado. La propuesta ha partido de una serie de dirigentes sindicales afines al gobierno que la han planteado por arriba sin realmente consultar a las bases sindicales ni organizar ningún proceso de discusión dentro de los sindicatos existentes. Parecería que lo más importante es ponerle fecha a la fundación de la nueva central (en principio se habló hasta incluso del 15 de Marzo) y de designar de antemano quién va a componer su directiva.

Estos claramente no son los métodos correctos. Para ir hacia una refundación real del movimiento sindical venezolano es preciso organizar una campaña seria de explicación, discusión y lucha para ganar a la inmensa mayoría de trabajadores que pertenecen a sindicatos afiliados a la CTV y organizar a todos los que todavía no está sindicalizados. La experiencia práctica de los últimos meses y semanas demuestra que la dirección de la CTV (que se auto designó en unas elecciones fraudulentas) está enormemente desprestigiada ante sus propios afiliados. El momento político es propicio. Una campaña de este tipo que culminara en una asamblea constituyente de trabajadores que pudiera fundar una nueva central basada en los principios del sindicalismo democrático, clasista y combativo, tendría un eco masivo.

Una de las debilidades más importantes de la revolución sigue siendo la falta de una coordinación nacional de todas las organizaciones y comités revolucionarios que se han creado en los últimos años. Todos los comités bolivarianos (Diosdado Cabello anunció que había ya 300,000 CB registrados), sindicatos clasistas, comités de tierra urbana, organizaciones estudiantiles, comités en defensa del derecho a la educación, etc. deberían de establecer organismos de coordinación a nivel de barrio, local, estadual y finalmente nacional, mediante delegados elegidos y revocables en cualquier momento. Esto fortalecería enormemente el proceso y le dotaría de una dirección democrática, que ayudara a generalizar las experiencias y avanzar en sus conclusiones políticas.

Adelante hacia el socialismo

Finalmente es hora también de hacer balance de las perspectivas políticas del proceso revolucionario. El proyecto inicial de Hugo Chávez Frías que abrió las compuertas de este proceso de movilización de masas y de organización del pueblo era el de desarrollar las fuerzas productivas del país, defender la soberanía nacional y aplicar toda una serie de medidas a favor del pueblo y los oprimidos. Pero este proyecto en ningún momento se ha planteado ir más allá de los límites del capitalismo. En algún momento Chávez ha hablado de un “capitalismo humanista”. Nosotros desde el principio advertíamos que en la época de la dominación del imperialismo no es posible el desarrollo capitalista nacional independiente de ninguna nación. La época de las revoluciones burguesas fue hace más de 200 años. Los últimos cuatro años de desarrollo del proceso revolucionario en Venezuela han demostrado claramente que los sectores decisivos de la burguesía venezolana están totalmente vinculados al imperialismo y son incapaces de jugar ningún papel progresista en absoluto.

La burguesía no va a dar ni un momento de respiro al gobierno. La única manera de llegar a acuerdos con los empresarios sería sobre la base de cargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores y eso provocaría una respuesta decidida de estos, que ahora se sienten con fuerza. Por el contrario, la derrota del paro empresarial ha demostrado el papel central que juega la clase obrera en un país capitalista. No hay en realidad ninguna otra manera de defender y profundizar la revolución que no sea atacando las bases del propio sistema capitalista, es decir poniendo los medios de producción, distribución y cambio en manos de los trabajadores y del pueblo para que sean gestionados en beneficio de la mayoría de la población. Sólo sobre la base de un sistema socialista de planificación democrática de la economía es posible hacer avanzar las fuerzas productivas del país y utilizar las enormes riquezas que tiene Venezuela para la mejora de las condiciones de vida de la inmensa mayoría y no para engordar las cuentas bancarias en Miami de una minoría vagabunda.

Una revolución socialista en Venezuela sería como un poderoso faro que orientaría las luchas de los trabajadores y campesinos de toda América Latina y sentaría las bases para hacer realidad el sueño de Bolívar de una América unida, una Federación Socialista de América Latina.

¡Control obrero en PDVSA y demás empresas estatales!
¡Empresa cerrada, empresa abierta bajo control obrero!
¡Nacionalización de la banca!
¡Expropiación de los empresarios golpistas!
¡Adelante hacia el socialismo!