La demonización de Hugo Moyano y las tareas del movimiento sindical (II): Moyano y el kirchnerismo

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moyano cristina kirchner Como parte de la campaña contra Moyano, los medios de comunicación burgueses están hablando con gran estrépito de enfrentamientos y suspicacias entre un sector del oficialismo –incluida la presidenta Cristina– y Hugo Moyano. Con esto persiguen un objetivo doble: desprestigiar al dirigente camionero aprovechando que la crítica viene de la presidente, que actualmente goza de una popularidad elevada; y por otro lado, retratar a Cristina como una rehén de Moyano que no puede romper con el dirigente de la CGT.

moyano cristina kirchnerComo parte de la campaña contra Moyano, los medios de comunicación burgueses están hablando con gran estrépito de enfrentamientos y suspicacias entre un sector del oficialismo –incluida la presidenta Cristina– y Hugo Moyano. Con esto persiguen un objetivo doble: desprestigiar al dirigente camionero aprovechando que la crítica viene de la presidente, que actualmente goza de una popularidad elevada; y por otro lado, retratar a Cristina como una rehén de Moyano que no puede romper con el dirigente de la CGT.

Todo este ruido sobre el enfrentamiento Gobierno-CGT parece alimentarse de la pretensión del sector de Moyano de incrementar su presencia en la bancada oficialista del Congreso y en el mismo Gobierno. A esto se añaden las declaraciones de Cristina donde criticó de manera ambigua algunos conflictos gremiales, en posible referencia a los conflictos habidos con los petroleros de Santa Cruz y en el transporte de nafta, si bien en el primero de ellos no estuvieron involucrados sectores afines a Moyano. Hace unos meses, Cristina también se refirió de manera similar al bloqueo del puerto de Rosario donde los trabajadores protestaban contra la tercerización y por mejores salarios. Aunque ambas partes (Gobierno y Moyano) han negado públicamente la existencia de estos enfrentamientos, parece claro que sí existen algunas contradicciones en la relación Gobierno-CGT que merece la pena analizar y exponer.

Bases sociales de apoyo

Tanto en el kirchnerismo como en los partidos de oposición hay una lucha sorda por espacios de poder entre diferentes sectores que expresan diferentes intereses de clase o de fracciones de dichas clases. Los partidos burgueses de oposición (PRO, Peronismo Federal, UCR, Coalición Cívica) se sustentan en el apoyo de diferentes fracciones de la burguesía y de la pequeña burguesía que, en su vorágine, pueden arrastrar a capas de trabajadores atrasadas políticamente. La particularidad del kirchnerismo es que, aunque su dirección no cuestiona el sistema capitalista, su base social de apoyo fundamental reside en la clase obrera y, secundariamente, en fracciones de la pequeña burguesía y sectores burgueses aislados.
Ni siquiera Cristina puede escapar al influjo de la clase obrera, como lo demuestra la carta de saludo que envió al acto de la CTA de Yasky el 1º de mayo, donde afirmó: “En un país en el que muchos presidentes preferirían ser reconocidos desde los grandes centros de poder, para nosotros es un honor ser reconocidos por los trabajadores argentinos”.
Por lo tanto, la dirigencia kirchnerista enfrenta una contradicción permanente como es la de pretender agradar por igual a empresarios y trabajadores; de ahí que los discursos y declaraciones públicas del Gobierno basculen constantemente entre ambos, ora criticando las ganancias extraordinarias de los empresarios y declarándose defensores de los trabajadores, ora criticando movilizaciones sindicales que paralizan determinados sectores productivos.

Los conflictos obreros y la burocracia sindical

La clase obrera argentina se ha repuesto de las derrotas económicas y de la hemorragia que sufrió en sus filas en los años 90. Desde el 2004 hasta la fecha ha demostrado una gran vitalidad. Se ha fortalecido numéricamente, y su confianza en sí misma he crecido en gran medida gracias al prolongado auge económico que vive el país desde el 2003, y por los avances sociales y democráticos conquistados en este lapso. Es natural que los grandes empresarios observen con alarma esta situación. La espiral inflacionaria – estimada en un 25% anual – no tiene hoy el efecto desmoralizador en los trabajadores que sí tuvo en el pasado, sino que actúa como un acicate para redoblar sus exigencias y salvaguardar el poder adquisitivo de las familias trabajadoras.
En el actual debate generado, los socialistas de la Corriente El Militante apoyaremos incondicionalmente toda protesta y reclamo obrero por mejorar las condiciones de vida y de trabajo que sea una expresión democrática y genuina de la voluntad mayoritaria de los trabajadores de una empresa, sector o rama de actividad. También alertamos de los planes desestabilizadores de algunos sectores de la clase dominante que ya dejaron muy claro desde el 2008 en adelante que están dispuestos a cualquier cosa para pudrir los conflictos y desgastar al kirchnerismo para fortalecer una alternativa de derecha y reaccionaria al mismo.
Aunque el papel que se asigna la burocracia sindical en esta situación es la de ser mediadora entre los trabajadores y los empresarios, su fuerza y poder reside en última instancia en la clase obrera. El sector representado por Moyano –de lejos el más inteligente– entiende que está obligado a plantear, mal que bien, los reclamos de aquélla para mantener sus bases de apoyo dentro del movimiento obrero.
Esto explica que los sectores del oficialismo más vinculados a la burguesía traten de esquivar la influencia y la presión de la clase obrera, que tiene intereses absolutamente opuestos a los de los grandes empresarios. De ahí su resistencia a admitir una presencia mayor de la dirigencia de la CGT en los asuntos del gobierno, y su insistencia en que moderen sus reclamos.
Puede ser que la pretensión de Moyano de reforzar el frente político de la CGT dentro del oficialismo busque ampliar y defender la posición y los puestos de la burocracia sindical que él representa. De manera maliciosa, la prensa burguesa también desliza la idea de que Moyano busca ser diputado para blindar un posible enjuiciamiento por hechos de corrupción. Lo cierto es que la situación lo obliga a organizar su propia fracción dentro del movimiento obrero y del kirchnerismo. Esto explica la formación de corrientes político-sindicales como la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista (CNSP), y la Juventud Sindical, dirigida por el hijo del dirigente de la CGT, Facundo Moyano. En los discursos de algunos  de sus representantes se observa una verborragia “izquierdista” que incomoda a muchos. Así, en un reciente artículo aparecido en el diario Tiempo Argentino, el Secretario de Capacitación de la CGT, Juan Carlos Schmid, afirmaba: “
 
Somos lo que somos y formamos parte del movimiento obrero internacional, aunque algunas voces interesadas quieran reducir el protagonismo de los pueblos y sus gobiernos –pienso en Venezuela, en Bolivia, en Cuba, en Brasil– a la burda calificación de populismos, tiranías y demagogia.
En los tiempos que corren, el internacionalismo proletario se refleja en los procesos de integración que recorren “nuestra América”, según nos decía el escritor y revolucionario José Martí …
… nos reconocemos en el Mayo Francés de 1968, pero mucho más en el Cordobazo, que puso fin al onganiato; reconocemos la Revolución de Octubre en la Rusia de los zares, pero mucho más el 17 de Octubre de 1945; retenemos en la memoria a los mártires de Chicago, como a los luchadores que mojaron con su sangre la Patagonia, los quebrachales santafesinos, la Plaza de Mayo bombardeada; los 30 mil compañeros detenidos-desaparecidos entre una lista que no olvida al maestro Fuentealba, a Kosteky y a Santillán, asesinados en el Puente Avellaneda
.” (El orden de los factores altera el producto. Tiempo Argentino, 6 de mayo 2011)
 
Más allá de cierto sesgo nacionalista, lo que llama la atención en un dirigente peronista de peso de la CGT es su reivindicación del “internacionalismo proletario”, de Venezuela y de Cuba, y todavía más su “reconocimiento” de la revolución rusa de octubre de 1917; y, en el orden interno, la reivindicación de los 30.000 desaparecidos y de luchadores populares asesinados en estos años, como Kosteky, Santillán, y el maestro Carlos Fuentealba. Este tipo de posicionamientos no tienen precedentes en un dirigente nacional de la CGT y reflejan una ruptura radical con la tradición anterior. 
También, Facundo Moyano, dirigente de la Juventud Sindical, afirmó en su mensaje de saludo al acto de la CTA que conduce Hugo Yasky en el 1º de mayo: "este proceso nacional y popular que encarna la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, nos tiene que tener más unidos que nunca, sabiendo el papel central que le tocará a la clase trabajadora en la profundización del proyecto".
Algunos podrán decir que toda esto es solamente palabrería y demagogia. Puede ser, pero las palabras tienen una dinámica propia una vez que son lanzadas, y pueden ser tomadas en serio por miles de trabajadores para tratar de llevarlas a la práctica. La historia demuestra que una vez que la clase obrera se pone en movimiento no es fácil detenerla.

Ausencia de mecanismos democráticos

Más allá del asunto Moyano, lo que queda claro es que, ante la presencia de un movimiento político como el kirchnerista que tiene un amplio respaldo popular pero carece de mecanismos democráticos desde la base para elegir autoridades y candidatos a cargos públicos – como ocurre exactamente igual en los demás movimientos y partidos de oposición, desde el PRO hasta Proyecto Sur – resultan inevitables las luchas internas de aparato y de camarillas para escalar o asegurar posiciones dirigentes. A Moyano se le podrá reprochar lo que se quiera, pero al menos ostenta la máxima representación de la principal organización de masas de la Argentina, la CGT. En cambio, muchos de sus rivales dentro del oficialismo sólo se representan a sí mismos y no escatiman medios para defender sus posiciones, lo cual es silenciado por los medios de comunicación detractores de Hugo Moyano.

Una perspectiva de clase

Es una tarea que corresponde fundamentalmente a la juventud, que se ha incorporado de manera entusiasta al proyecto kirchnerista y su entorno y que siente una repulsión natural por las prácticas de aparato, el abrir el debate sobre la necesidad de dotarse de mecanismos democráticos de discusión y organización dentro del movimiento, hoy ausentes.
Por su parte, aquellos grupos y organizaciones del entorno kirchnerista más directamente vinculados a la clase obrera deberían agrupar sus esfuerzos para impulsar una corriente de clase al interior del movimiento que se proponga hacer valer los intereses obreros y enfrentar a los sectores proburgueses. Esa será la mejor manera de luchar contra la política de  la conciliación de clases al interior del kirchnerismo, política que siempre condujo, en el medio y largo plazo, y en un entorno político y económico desfavorable, a derrotas y retrocesos para los trabajadores y demás sectores populares explotados.

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