El gobierno de Cristina y el kirchnerismo parecen haber fijado como objetivos principales de este comienzo de legislatura asegurar un Pacto Social con la CGT y la patronal, y reorganizar el PJ bajo su conducción. Esto forma parte de una estrategia de largo alcance diseñada para garantizar la estabilidad del débil capitalismo argentino.
Editorial EM Nº 35
El gobierno de Cristina y el kirchnerismo parecen haber fijado como objetivos principales de este comienzo de legislatura asegurar un Pacto Social con la CGT y la patronal, y reorganizar el PJ bajo su conducción.
Esto forma parte de una estrategia de largo alcance diseñada para garantizar la estabilidad del débil capitalismo argentino.
¿Empresarios y trabajadores unidos?
Según la Presidenta, su estrategia pasa por unir a todos los argentinos para hacer un país capitalista avanzado y con justicia social. El problema es cómo hacerlo.
¿Cómo es posible unir a todos los argentinos en un objetivo común cuando un puñado de empresarios, terratenientes, burócratas y funcionarios vive a costa del sudor de millones de hombres y mujeres que tienen que trabajar para ellos si quieren sobrevivir? Esa es la misma gente que nos intimida, amenaza y despide por exigir mejores condiciones de trabajo y un salario decente ¿Qué justicia social puede haber cuando estas personas, apenas unas pocas decenas de miles de individuos, se llevan la mitad de la renta nacional, y sólo piensa en sus ganancias y no en las necesidades populares? El estado calamitoso de nuestros hospitales, escuelas y rutas es testimonio de ello. Lo mismo que el faltante de energía.
Si los capitalistas argentinos estuvieran comprometidos realmente con su pueblo traerían de vuelta los 130.000 millones de dólares que tienen depositados en cuentas en el extranjero, y emplearían esa plata en levantar fábricas, construir rutas y edificar cientos de miles de viviendas baratas y de calidad.
Situación económica
Las cifras hablan por sí mismas. Aunque la riqueza generada, el Producto Bruto Interno (PBI), creció a tasas anuales del 8%-9%, las inversiones quedaron estancadas en un monto equivalente al 22% del PBI y no hay perspectiva de que se incrementen mucho más. Los analistas burgueses más serios coinciden con este pronóstico: “No veo emprendimientos nuevos que den un gran salto sino, más bien, desembolsos que resuelvan estrangulamientos productivos o para concretar reemplazos cuando se vea una mejora evidente en la productividad”, afirmó Manuel Solanet, de la Consultora financiera Infupa (Clarín, 30/12/07).
Y en el horizonte se dibuja una crisis económica mundial que, indudablemente, tendrá un efecto en casa. El gobierno y algunos economistas afirman que países como China, Brasil o Argentina podrían “desacoplarse” de la economía mundial y quedar a salvo de las turbulencias exteriores. Pero esto es un espejismo. El auge económico y exportador que vimos estos años en China y Argentina fue una consecuencia de su participación creciente en el mercado mundial ¿cómo puede ser que el auge de la economía mundial tenga consecuencias muy favorables para el país, pero la crisis y el estancamiento apenas nos afecten?
Precisamente, porque el capitalismo argentino es débil y dependiente, y compite en el mercado mundial con salarios bajos y condiciones de trabajo precarias, necesita atar estrechamente a los dirigentes sindicales a los intereses empresarios. El Pacto Social es, por lo tanto, una apuesta estratégica para los capitalistas.
El Pacto Social y la CGT
La burocracia sindical de la CGT no objeta el Pacto Social. Pero sabe que pisa un campo minado. La suba anual de precios está en el 25%, y no pueden aceptar cualquier cosa si quieren evitar un estallido desde abajo. Como en años anteriores, pretenderán que los incrementos salariales se otorguen gradualmente, a lo largo del año, lo que nos impedirá recuperar desde el principio el poder adquisitivo que ya perdimos. Y mientras, los empresarios continuarán subiendo los precios. Así, lo que nos den con una mano nos lo sacarán con la otra. O anotarán como aumentos la incorporación al salario básico de algunos adicionales que ya se reciben en negro, y la pérdida de poder adquisitivo será mayor. Un fraude completo. El activismo sindical no puede aceptar así nomás estos planes. Debe denunciarlos y organizar una oposición a los mismos.
Está claro ahora que la moneda de cambio que la burocracia de la CGT impuso al gobierno para unirse a este Pacto Social y garantizar la “paz social” fue que se le volviera a negar la personería gremial a la CTA, como así ha sucedido. La burocracia cegetista no quiere un competidor incómodo, como la CTA, que podría atraer a su seno a sectores de la CGT opuestos a la conducción. Y particularmente, cuando la dirección de la CTA, al menos de palabra, anunció su oposición al Pacto Social.
Pero con esta actitud, el gobierno empuja a esta central a una oposición más firme. No es una casualidad que esto suceda cuando sectores dirigentes de la CTA están anunciando su pase a la lucha política con la formación en los próximos meses de un movimiento político-social a la izquierda del kirchnerismo.
La burocracia cegetista también recibió otro encargo del gobierno y de las patronales: acosar y expulsar al activismo combativo de los gremios y las empresas. De ahí la persecución feroz que se ha desatado contra trabajadores y activistas del Subte, de Casinos de Bs As, de la autopartista Dana, de la Línea de colectivos 60 de Capital Federal, de Mafissa, de activistas de ATE del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros.
Pero no tendrán éxito en esto. El malestar de los trabajadores contra la burocracia sindical y los empresarios hunde sus raíces en las condiciones de vida y de trabajo. Conforme la burocracia sindical profundice su política de complicidad con la patronal, se abrirá un campo de acción más amplio para el desarrollo de corrientes sindicales de oposición en el seno de la CGT.
Como se ve, el gobierno ha tomado a la podrida burocracia de la CGT como aliado estratégico, hasta el punto que, seguramente, le habilitará un lugar en la conducción del “nuevo” PJ que perfila Néstor Kirchner.
El “nuevo” PJ: Dios los cría, y ellos se juntan
Y es que el relanzamiento del PJ, como parte de un frente “progresista” más amplio, tiene el objetivo de tratar de impedir que los trabajadores busquen una alternativa política a la izquierda del gobierno.
Tras despejar algunas dudas iniciales, Kirchner decidió postularse como jefe indiscutido del PJ para frustrar las pretensiones de algunos personajes que querían apropiarse de los despojos del aparato peronista para poner obstáculos en el armado de ese nuevo frente político. De un plumazo, anuló las ambiciones de aventureros y pulgas políticas del tenor de Duhalde, los Rodríguez Saá, De Narváez, y otros. Kirchner quería impedir que estos tipos impresentables pudieran utilizar los símbolos del peronismo, por afuera del Frente para la Victoria, para nuclear una oposición a su gobierno en alianza con la derecha.
En cambio, Kirchner sí se mostró dispuesto a dar entrada en el “nuevo” PJ a un sector de la derecha peronista (Lavagna, Barrionuevo; el ex-gobernador de Salta, Romero; Ramón Puerta, etc.) a cambio de cargos y prebendas en la ilusión que estarán mejor controlados “adentro” que “haciendo la suya” por afuera. Truhanes, arribistas, corruptos, burócratas sindicales que viven como millonarios… La “renovación política” que nos prepara el kirchnerismo no puede ser una farsa mayor.
Levantar un proyecto político que prenda en la imaginación de las masas supone adoptar un discurso beligerante contra el imperialismo y denunciar el saqueo del país por el gran capital, nacional y extranjero. Pero Kirchner no pretende esto. Durante un tiempo, debió improvisar un discurso demagógico “contra los poderosos” con el fin de agrupar a las masas detrás suya y disciplinar a los sectores más parásitos y estúpidos de la clase dominante que no aceptaban concesiones menores a favor de las masas trabajadoras ni limitaciones a sus ansias de saqueo del país. Para Kirchner se trataba de salvaguardar los intereses de conjunto del capitalismo argentino.
Esta etapa terminó. Ahora los Kirchner se reconciliaron con los capitalistas nacionales y extranjeros. Incorporaron como funcionarios a varios integrantes de la patronal Unión Industrial Argentina (UIA), y dieron plenas garantías a los dueños de las empresas privatizadas de que éstas permanecerán firmemente en sus manos. A las subas de tarifas en el transporte le seguirán muy pronto las del gas, la luz y el teléfono. En las relaciones internacionales el gobierno reanudó la cordialidad con el imperialismo norteamericano, y Cristina recibió en su despacho al ex-general golpista paraguayo, Lino Oviedo, apoyado por los EEUU, que enfrenta en las elecciones al ex-obispo Lugo, apoyado por los pobres. Como EEUU, Cristina teme la aparición de nuevos gobiernos “populistas” en América Latina.
Kirchner se equivoca si piensa que el auge económico continuará indefinidamente, y que así podrá seguir repartiendo algunas migajas entre las masas trabajadoras para mantener la estabilidad social en límites manejables.
Las contradicciones insolubles del capitalismo argentino permanecen, lo mismo que la insatisfacción de las necesidades sociales que demandan los trabajadores y demás sectores populares.
Inevitablemente, un armado político tan artificial como el suyo, estallará por los aires cuando estas contradicciones en la economía, la política y las luchas sociales se tornen explosivas.
Lo que el activismo socialista y de izquierda debe tener en cuenta es, si llegado ese momento, habremos hecho nuestros deberes y seremos capaces de oponer a la bancarrota política de nuestros enemigos de clase una organización política socialista y de masas con la que ofrecer una alternativa para transformar la sociedad.