En junio vimos iniciarse en Irán un proceso revolucionario que, con alzas y bajas, se prolongará durante un tiempo más o menos prolongado, hasta su desenlace definitivo.
En junio vimos iniciarse en Irán un proceso revolucionario que, con alzas y bajas, se prolongará durante un tiempo más o menos prolongado, hasta su desenlace definitivo.
El estallido fue provocado por el escandaloso fraude electoral que el régimen organizó en las elecciones presidenciales que dieron por ganador al actual presidente Mahmud Ahmadineyah.
Durante más de una semana hubo manifestaciones de masas de centenares de miles en Teherán y otras ciudades que registraron enfrentamientos con la policía y las bandas parapoliciales, los Basijis, y fueron reprimidas a sangre y fuego dejando 20 muertos y cerca de 1.500 detenidos. Nada será igual después de esto.
Mousavi, un dirigente accidental
El movimiento no se limita al fraude electoral y se dirige contra el propio Líder Supremo del régimen, Alí Jamenei. El dirigente reformista derrotado, Mousavi, ha sido la figura accidental que ha canalizado el movimiento, pero no tiene el control y su popularidad podría desaparecer muy rápidamente si llegara a un compromiso. Es importante comprender que este movimiento es espontáneo, sin dirección, y que tiene lugar en unas condiciones de represión extrema, donde hay censura de los medios de comunicación (el periódico La calle publicó una traducción al persa del artículo de Alan Woods: ‘Irán, la revolución ha comenzado‘).
Un movimiento revolucionario no puede sostenerse sin organización ni dirección. El movimiento debería tener una base democrática con la elección de voceros en asambleas en cada lugar de trabajo, barrio y universidad, y deberían vincularse a nivel local, regional y nacional. Tendrá que hacerse de una manera extremadamente cuidadosa y en esta etapa los comités necesariamente serán clandestinos, pero cuanto más pronto se establezca una dirección nacional del movimiento, elegida en la base, mucho mejor.
Divisiones en el régimen
Hay fuertes divisiones en la cúpula del régimen. Familiares de clérigos reformistas como Rafsanjani fueron detenidos y más tarde liberados por el intento de conseguir una declaración de los clérigos de Qom, que tienen la facultad de elegir y deponer al Líder Supremo, contra Ahmadinejad y Jamenei. Los rumores dicen que el ayatolá Rafsanjani tiene una carta firmada por cuarenta de sus 86 miembros en la que piden la anulación de los resultados de las elecciones presidenciales.
El sector del régimen que rodea a Rafsanjani y Mousavi está buscando una solución desde arriba al ver cómo todo el edificio de la República Islámica está amenazado por un movimiento revolucionario por abajo. El problema es que a través de su experiencia las masas aprenden muy rápidamente. Primero reconocieron su propia fuerza en las manifestaciones. Luego tuvieron que oponerse al Líder Supremo y enfrentarse a la policía antidisturbios. Para muchos ya no es una cuestión de reformas, sino de revolución. Por otro lado, el ala del régimen Jamenei-Ahmadinejad está decidida a aplastar el movimiento. Ninguna de las dos alas puede resolver la situación. Estas luchas internas están proporcionando a las masas tiempo para ser más audaces y radicales.
¿Una "revolución de color"?
Algunos han planteado que el movimiento está manipulado por las potencias imperialistas occidentales. Está claro que ni EEUU ni Gran Bretaña tienen derecho a interferir en los asuntos internos de Irán, y su apoyo a dictaduras militares en todo el mundo no les da derecho moral a criticar al régimen iraní. Sin embargo, lo que ahora vemos en Irán es un verdadero movimiento revolucionario de masas, que refleja un malestar muy profundo.
La violenta opresión de las mujeres y la juventud, el empeoramiento de las condiciones de los trabajadores, privados brutalmente de sus derechos sindicales más básicos, el empobrecimiento general de la población en un momento en que los precios del petróleo estaban altos, la hipocresía de los clérigos, etc. lo han provocado, no un puñado de agentes extranjeros, como pretende el régimen.
No obstante, aunque estemos implacablemente en contra de la intervención imperialista y el acoso a Irán, no defendemos de ningún modo a Ahmadinejad o al régimen islámico. Durante su presidencia, la brutalidad del régimen han continuado inalterable (bajo la máscara de retórica "antiimperialista").
Tampoco tenemos ninguna confianza en Mousavi, quien procede del corazón del mismo régimen, y fue responsable como primer ministro del asesinato de 30.000 activistas de izquierda. Ha descubierto ahora la "reforma" porque teme que todo el régimen pueda desaparecer.
La República Islámica de Irán no tiene un átomo de contenido progresista. El régimen se consolidó en 1979-1982 aplastando la revolución obrera que había derrocado al Sha. La política desastrosa del Partido Comunista y de otras organizaciones de izquierda preparó el camino para esa derrota. Los consejos obreros (shoras) fueron destruidos y miles de activistas asesinados por el régimen de los mulás. Los mulás recurrieron al antiimperialismo verbal como una manera de conseguir apoyo de masas, pero eso no debe engañar a nadie ante el carácter real de esta dictadura. Estamos en contra de todos los sectores del régimen y del imperialismo.
¿Cuál es la salida?
Mousavi, tras haber llamado a no manifestarse, emitió un mensaje enérgico. Incluso dijo que en caso de que fuera detenido, la población debería participar en una huelga nacional. Aunque estas palabras suenen muy radicales, su mención a la huelga general sólo es un reflejo de las muchas discusiones que se producen en el movimiento de masas. Los trabajadores del automóvil de Khodro y los colectiveros de la empresa Vahen han apoyado abiertamente el movimiento, y puede que haya otros. A pesar de ser un paso adelante muy significativo aún no se ha traducido en una acción decisiva. Sin embargo, esto puede cambiar muy rápidamente. Cualquier "accidente" puede desencadenar una oleada de huelgas.
Ante la falta de una salida clara, la represión brutal ha paralizado temporalmente el movimiento. Pero las lecciones de estos acontecimientos no se perderán. Miles de oprimidos pudieron ver al régimen como su principal enemigo, midieron su propio poder y tomaron conciencia de que es posible derrotarlo.
La revolución iraní de 1979 se desarrolló a lo largo de muchos meses hasta el derrocamiento final del odiado Sha. Los estudiantes deben intentar por todos los medios contactar con los activistas obreros. Estos deben, siempre que sea posible, realizar asambleas en las fábricas para discutir el movimiento actual, el papel de la clase obrera, la organización de huelgas y paros laborales. El ambiente en el país es de intensa discusión política. Los activistas obreros deben ser cautos, mantener sus organizaciones ocultas. Una vez que un sector importante de la clase obrera salga, la presa se romperá. Deben crearse consejos obreros (shoras), basados en asambleas y voceros elegidos democráticamente.
Es el comienzo de una revolución, con todas sus contradicciones, donde las masas llevan todos sus prejuicios y confusión del período previo, pero al mismo tiempo, rápidamente lo sustituyen por las ideas y conciencia más avanzadas. Una revolución necesariamente tiene alzas y bajas. Las masas no pueden estar 24 horas en las calles cada día. El deber de los revolucionarios de todo el mundo es ofrecer su ayuda y apoyo.
¡Preparar la huelga general!
¡Abajo el régimen, por una Asamblea Constituyente revolucionaria!
¡Por una república socialista iraní en una federación socialista de Medio Oriente!