Iraq: la calma que precede a la tormenta

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EEUU necesitaba las elecciones en Iraq, no para dar el poder a la población iraquí, sino para instalar un títere obediente en Bagdad y proporcionar una cobertura legal a su ocupación ilegal de un estado supuestamente soberano.

Tras las elecciones y la formación del nuevo gobierno

A pesar de los alardes de la prensa celebrando la gran participación en las elecciones de fines de enero, en torno a un 60%, la verdad es que nunca sabremos realmente el verdadero nivel de participación. Lo que sí se sabe definitivamente es que hubo zonas donde apenas algunos pocos acudieron a votar, principalmente sunnitas. Además, la enorme inseguridad hizo casi imposible la campaña electoral fuera de las zonas kurdas y unas cuantas ciudades chiítas del sur.

EEUU necesitaba las elecciones en Iraq, no para dar el poder a la población iraquí, sino para instalar un títere obediente en Bagdad y proporcionar una cobertura legal a su ocupación ilegal de un estado supuestamente soberano.

Una farsa de democracia

Los imperialistas estadounidenses desde el principio jugaron la carta de las diferencias religiosas y nacionales que siempre han existido en Iraq. Han intentado basarse en los kurdos y chiítas contra los sunnitas, que fueron la principal base de apoyo de Sadam Hussein.
El problema es que han dado al pueblo iraquí la ilusión del poder y la población no quedará satisfecha con una simple ilusión. Esto es particularmente cierto entre los chiítas, a quienes los estadounidenses han intentado utilizar contra los sunnitas para debilitar la insurgencia. Sin duda entre una gran parte de los chiítas había ilusiones considerables en las elecciones y su resultado, ilusiones alentadas sistemáticamente por algunos de sus dirigentes.

Aunque Allawi (el primer ministro antes de las elecciones) pretendía permanecer detrás del trono, fue superado en las elecciones por la Alianza Iraquí Unida (AIU), una coalición chiíta que cuenta con el apoyo del clérigo más influyente del país, Sistani. Para dispersar los temores de que la coalición está buscando instalar en Iraq una teocracia al estilo iraní, sus líderes insisten en que planeaban una administración secular donde los clérigos no tendrán cargos ministeriales.

Nadie estará satisfecho

En su indecente carrera hacia las vergonzosas elecciones, han despertado esperanzas irreales. Los chiítas forman aproximadamente el 60 por ciento de la población y exigirán la mayoría en el gobierno. Pero esto sólo conseguirá enfurecer y alejar a los envenenados sunnitas y alarmar a los kurdos. Al final nadie estará satisfecho. Esto abriría un nuevo capítulo sangriento y podría incluso llegar a la ruptura de Iraq con unos resultados horribles
Con o sin elecciones y constituciones, la cuestión crucial para Iraq durante los próximos meses es el desarrollo de la insurgencia y la cuestión de las tropas extranjeras en suelo iraquí. La realidad es que la insurgencia, lejos de decrecer, aumenta con los días.

La rabia de las masas en el próximo período será mayor debido a las ilusiones extendidas durante el período electoral. La desilusión será particularmente mayor entre los chiítas, que tenían grandes esperanzas. Iraq sufre un enorme desempleo, especialmente entre los jóvenes, y la promesa de empleos de los diferentes candidatos habrá tenido un cierto eco. Pero no hay forma de cumplir esta promesa a menos que haya cierta apariencia de vida económica y social normal, y esto no se puede conseguir hasta que no termine la ocupación. El nuevo gobierno se enfrentará inmediatamente a nuevas insurrecciones, caos e inestabilidad.

¿Está al Qaeda detrás de la insurrección?

Los medios de comunicación occidentales están insistiendo en el papel de Al Qaeda en Iraq. Antes de la invasión, no tenía presencia alguna. Ahora, como resultado de la ocupación criminal y la brutalidad de las fuerzas ocupantes, al Qaeda tiene una base en Iraq, ¡gracias a George Bush! Pero son una pequeña minoría en el movimiento de liberación nacional que probablemente no supere el 10%.

En realidad, la mayoría de los insurgentes iraquíes no se oponen a la “democracia”, como enfáticamente proclaman los dirigentes de Al Qaeda. Ellos están luchando por la autodeterminación, para liberar a su país de un odiado ejército extranjero de ocupación y decidir su futuro libremente.

En la actualidad, parece que la mayoría de los insurgentes procede sobre todo de la minoría árabe sunnita. Pero eso cambiará. A los chiítas naturalmente les gustaría tener un primer ministro chiíta después de décadas de gobierno de dirigentes procedentes de la minoría sunnita. Pero la mayoría de la población chiíta odia a los invasores extranjeros tan intensamente como sus hermanos y hermanas sunnitas.

Esto significa que pronto aparecerán divisiones en el campo chiíta. La verdad es que ya están profundamente divididos. El ala radical, representada por la mayoría de pobres y oprimidos chiítas, en pocos meses se unirá a los insurgentes. Esta unidad militante de la lucha de liberación nacional es la mejor esperanza para la futura unidad de un Iraq democrático e independiente.

Estas elecciones y el nuevo gobierno no resolverán nada. En realidad, los estadounidenses están en una posición imposible. La ocupación de Iraq les está costando una cantidad astronómica de dinero, al menos mil millones de dólares a la semana. Eso aparte del espantoso número de vidas perdidas por ambas partes.

El gobierno iraquí es débil, corrupto y está desmoralizado. El actual régimen iraquí combina algunas de las peores características del régimen de Sadam Hussein con los horrores de la ocupación extranjera y el declive general económico, cultural y moral. Es un callejón sin salida.

EEUU se enfrenta a la derrota

EEUU es la fuerza más poderosa del planeta. Pero fue derrotada en Vietnam por una guerrilla con los pies descalzos y será derrotada en Iraq por un ejército de insurgentes desarrapados. Sin embargo, en ambos casos, la verdadera derrota será en casa. Este horrible escenario está cambiando el ambiente de la población norteamericana. Desde el principio les han mentido, engañado y desinformado.

Por primera vez una mayoría decisiva de la población estadounidense (56%) ha llegado a la conclusión de que no merece la pena seguir en esta guerra. Los halcones en la Casa Blanca están perdiendo apoyo y tarde o temprano este ambiente de descontento se manifestará en una nueva y masiva oleada de protestas que sacudirá todo EEUU.

Al final, el imperialismo estadounidense tendrá que abandonar Iraq con el rabo entre las patas. Dejará tras de sí un reguero sangriento de ciudades arruinadas, cuerpos y vidas destrozadas, una amargura eterna contra el imperialismo que sembrará las semillas de nuevas insurrecciones y luchas hasta que, finalmente, no sólo Iraq sino todo Oriente Medio, encontrará la fuerza para arrancarse el pesado yugo del imperialismo y su monstruoso gemelo: el capitalismo.