Cuando recibí la noticia que el camarada Guido nos había dejado, quedé inmovilizado, me llevó unos instantes asimilar la mala nueva. Solo me vino a la cabeza lo injusta que puede ser la vida.
A Guido lo conocí en ocasión de cumplirse el centenario de la gesta más grande que haya existido en la historia de la humanidad: la Revolución Rusa dirigida por los Bolcheviques. Nos encontrábamos con el camarada Alan Woods presentando “Bolchevismo: el camino a la Revolución”. Es a partir de este evento, que comenzó una relación política y de compañerismo basada en una de las tareas más sublimes para el género humano, el derrocamiento del capitalismo y la posibilidad de tirar definitivamente al basurero de la historia este sistema de explotación y barbarie.
En los dos años que siguieron, Guido fue un buen camarada, extremadamente solidario con propios y ajenos.
Consustanciado con el programa revolucionario, comprometido con llevar adelante las ideas de la revolución. Guido tuvo una talla como pocos. Con personalidad austera, nunca dejaba de sorprender por sus observaciones agudas cuando hablábamos de tal o cual tema o de lo que pasaba en el país y en la región.
El gesto de tomar su barba era el signo que afirmaba su atención de quien hablaba o la antesala de un pensamiento crítico que seguramente diría. Solidario en delegar la palabra a otros, dando lugar a los jóvenes con su aliento para que así lo hagan.
Recuerdo su imagen acompañado por un libro en la mano, lector asiduo. Lo recuerdo con entusiasmo, relatando sus largas lecturas en las plazas y en especial una: un hombre mayor con su bicicleta pasó caminando delante de él y le preguntó qué libro leía, su respuesta al viejo obrero fue el comienzo de una larga charla en entre ambos. El libro que tanto tiempo les llevó, fue “Anarquismo y Comunismo” lectura que ambos compartieron.
Hombre respetado entre sus pares y alumnos. Tenía en mente la ambición de un extenso artículo sobre Stalin, apoyándose en la nueva edición de Alan y de otros autores. Una de las últimas veces que estuvo con nosotros nos brindó una brillante exposición sobre “El Estado y la Revolución” de Lenin.
Lo vamos a extrañar, no cabe duda alguna. Guido fue un constructor. “Me falta tiempo” fue su respuesta ante mi insistencia si necesitaba algo en nuestro último contacto telefónico.
¡Ya lo creo camarada Guido! Pero tu tiempo está presente ahora y siempre en cada uno de los que compartieron tu generosidad.
Pido disculpas, compañero Angel, pero mas allá de que comparto plenamente tu descripción y tu sentimiento sobre Guido y su partida, no puedo dejar de resaltar ademas, la exelente persona que era Guido. Lo conoci como su alumno, en programación. Siempre tenia un tiempo mas para charlar lo que sea con nosotros. Tiempo despues, cuando lo ví militando por la revolución (y a pesar de no estar en la misma organización) me dió una alegría inmensa. Nos dimos un gran abrazo. Y nos seguimos viendo allá en La Toma, muchas veces más. No tuvimos tiempo de hablar de nuestros sueños revolucionarios, como hablabamos de lenguaje C o Basic, o de los nuevos adelantos tecnologicos. Pero me dió una tristeza infinita saber de su ida. Porque un tipo bueno, inteligente, amigable y encima militante revolucionario, no los hay muchos. Adios querido camarada Guido, querido profesor. Hasta la victoria siempre.
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