Frente Sindical para el Modelo Nacional – No hay derrota cultural, hay crisis de dirección

Recientemente en el microestadio de Ferrocarril Oeste se presento el Frente Sindical para el Modelo Nacional conformado principalmente por la Corriente Federal de Trabajadores, el moyanismo y el SMATA. También participan de dicho frente dirigentes Gráficos, Docentes privados, Curtidores, Judiciales, Aeronáuticos, Bancarios, Canillitas, Personal superior de empresas de energía y Docentes.

Este espacio sindical se reclama opositor y se ubica en el campo de la lucha en contraposicion a los sectores colaboracionistas de la CGT. Sin embargo, este frente sindical busca y pretende encorsetar la lucha de los trabajadores hasta 2019 en la ilusión de que un nuevo gobierno “Nacional y Popular” retrotraiga el ajuste en curso. Esta posición en última instancia posiciona a este frente dentro del gran acuerdo nacional por sostener la gobernabilidad y que el ajuste siga su curso ¡por un año más!

Esta posición por un lado muestra una absoluta incomprensión de la crisis del capitalismo argentino como expresión local de la crisis capitalista mundial, al plantear que el problema del país solo se limita a una mala gestión de Macri. Y por otro un desconocimiento de la situación real de los trabajadores que no pueden soportar ni esperar hasta 2019. Estos dos errores a su vez se derivan de una visión estrecha y conservadora que plantea que hay salida para la clase obrera por dentro del capitalismo y por lo tanto la salida es policlasista.

Luego de la presentación vino el turno de los discursos, donde un pasaje del discurso del dirigente bancario Sergio Palazzo saco a relucir el escepticismo y la desconfianza que hay en la fuerza de los trabajadores organizados.

Puntualmente Palazzo planteo le necesidad de una autocrítica señalando: “la derecha logró hacerse del poder desde el voto popular por primera vez” y remarcó que “tenemos que reconocer que perdimos la batalla cultural”, hecho que se evidencia en que “uno de los nuestros decida votar por su verdugo y lo haga con alegría”.

Estas afirmaciones, que ponen la responsabilidad del ascenso del macrismo al poder, en los trabajadores van a contramano de la realidad y expresan una visión derrotista.

El ascenso de los sectores más rancios al poder político del Estado, a través de Macri, no se sucedió porque perdimos la batalla cultural. Sino que estuvo determinado por los límites concretos de un proyecto político que pretendía recrear un “capitalismo en serio, un capitalismo patriótico”.

La burguesía argentina, ante la crisis mundial comenzó a acentuar su ofensiva, desde mucho tiempo antes de los resultados electorales donde el kirchnerismo perdió en manos del macrismo.

La caída de la economía no es algo nuevo, sino un proceso que comenzó cuando el proyecto iniciado por Néstor Kirchner en 2003, basado en la aplicación de medidas para la promoción industrial, alcanzo sus límites. Debemos recordar que el kirchnerismo tuvo la suerte de vivir una década de bonanza luego de la devastación de la década de los ’90.

Según el Banco Mundial podemos registrar caídas en el PBI desde 2008, siendo de – 6.013 en 2009, – 1.053 en 2012 y – 2.558 en 2014.

Ya en octubre de 2010, Página 12 publicaba datos que daban cuenta de la caída de la producción fabril indicando que ésta retrocedía durante septiembre de ese año un 1,8% en relación a igual mes del 2013 y 2,7% respecto a agosto 2014.

Y señalaba que en los primeros nueve meses del año el sector registraba una merma del 2,7% en comparación con el período enero-septiembre del año 2013. (Números de septiembre INDEC – P12 -31.10.14).

La industria automotriz argentina mostró una contracción interanual de 34.5% en agosto de 2014 que dio paso a una serie de despidos y suspensiones en el sector.

En marzo de 2015 el INDEC señalaba que persistía la caída de la exportaciones del 18% interanual.

Si bien algunas variables económicas centrales se mantenían altas luego de haber atravesado el boom post convertibilidad, el descenso desigual y combinado que se venía dando desde 2008 era constante y se observaban signos que indicaban que la economía se desangraba lentamente.

De lo que se trata es que podamos reconsiderar que el retroceso de la economía que venía manifestándose ya durante los últimos años del kirchnerismo y cuyas contradicciones se exacerban al máximo durante el macrismo, tiene que ver fundamentalmente con las limitaciones del capitalismo argentino agudizado por la crisis capitalista mundial.

La realidad nos muestra que la economía de nuestro país es una economía que estructuralmente es atrasada, débil, sometida al capital extranjero, altamente concentrada y soldada firmemente al mercado mundial. Lo que evidencia la incapacidad orgánica de la burguesía y la oligarquía (en todas sus facciones) de desarrollar un fuerte aparato productivo, con un sólido mercado interno y el desarrollo de tecnología que permitan poner en pie una industria de industrias.

Son claramente estas particularidades de la economía local las que profundizan un escenario de retroceso, a medida que la crisis mundial avanza. Y esto es, independiente de las intenciones buenas o no de cualquier gobierno, keynesiano o neoliberal, que intente mantenerse dentro de los límites del capitalismo.

Como segunda autocrítica Palazzo planteo que: “nos ganaron la batalla comunicacional” porque “no alcanzó con sancionar la ley de medios” para que se “garantice pluralidad de voces”.

De esta manera vuelve a errar en el pronóstico. Si bien es cierto que los medios juegan un papel importante en el marco de la guerra de IV generación, esto por si solo no alcanza para explicar nada. Cristina Fernández contaba con todos los medios en contra en 2011 y eso no le impidió ganar ampliamente la contienda electoral.

Desde la Corriente Socialista Militante rechazamos este pesimismo y por el contrario decimos que los trabajadores y los sectores populares explotados sólo deben confiar en sus propias fuerzas. Justamente han sido los trabajadores los que una y otra vez han dado sobradas muestras de estar dispuestos a luchar.

Luego del triunfo de las elecciones de medio termino que dieron un triunfo al Gobierno de Cambiemos planteamos que este apoyo era absolutamente volátil y así fue. Particularmente la aprobación del saqueo a los jubilados en diciembre de 2017, marcó un punto de inflexión en la lucha callejera. Y así fue que incesantemente hemos visto movilizaciones multitudinarias que dan cuenta del extraordinario potencial y capacidad de lucha de los trabajadores en Argentina.

Esto demuestra contundentemente que no existe ninguna batalla cultural perdida, lo que existe es una crisis de dirección.

Las distintas luchas y movilizaciones que vienen sacudiendo el país dejan a la vista de quien quiera ver que los trabajadores están dispuestos a pelear contra este gobierno y su ajuste pero encuentran en sus direcciones, tanto políticas como sindicales, un freno o una contención que busca mantener la paz social para acompañar a Macri hasta diciembre de 2019.

Es pos de la sacrosanta democracia burguesa estas direcciones están dispuestas, voluntariamente o no, a permitir que el ajuste siga su marcha. Esto en definitiva deja expuesta la bancarrota política de quienes no tienen otra alternativa que ofrecer a los trabajadores que poner un papel en una urna dentro de un año.

Es justamente el pesimismo y la desconfianza la que empuja a estos dirigentes a aferrarse al capitalismo en el mismo momento en que el mismo está atravesando una crisis nunca vista en las últimas décadas.

La clase obrera esta fortalecida, no viene de ninguna derrota significativa desde el 2001 y se moviliza masivamente cada vez que es convocada. Entonces nos preguntamos ¿Dónde esta la derrota cultural?

Lo que necesitamos los trabajadores no es sentarnos a esperar a 2019, mientras hacemos marchas desconectadas de un plan de lucha concreto que no especule con ninguna salida electoral, sino que busque ponerle fin inmediatamente a este ajuste que arrebata la comida de nuestras mesas.

Necesitamos superar a las direcciones que no plantean ninguna salida concreta más allá de ir de la mano con un sector de la burguesía que estos dirigentes ven como “nacional y progresista”. Esto es algo profundamente anacrónico e inviable en el marco de la crisis secular que sacude al capitalismo en todo el mundo.

Justamente han sido los límites de ese modelo el que nos arrastro a la situación actual. Nosotros decimos que no hay derrota cultural, ni giro a la derecha y la propia situación política así lo demuestra.

Se trata entonces de impulsar este debate en las organizaciones de primer y segundo grado, como las juntas internas y los cuerpos de delegados, con los activistas y militantes, para que con plena democracia de debate y acción podamos forjar la unidad en la calle y echar a este gobierno, en la perspectiva de construir nuestro partido de trabajadores que plantee de manera abierta y clara un programa anticapitalista.