Las elecciones provinciales de Jujuy, efectuadas el pasado domingo 07 de mayo, han marcado un hito para el desarrollo político de la izquierda en la región en términos electorales. El FIT-U logró obtener el 12,81% de los votos para gobernador -posicionándose como tercera fuerza política de mayor peso en la región-, lo que significa la mayor votación de la izquierda para elegir un ejecutivo provincial desde la caída de la dictadura. En la capital de la provincia, San Salvador de Jujuy, el FIT-U obtuvo el segundo lugar en los resultados, sacándole 6 puntos porcentuales al peronismo que fue dividido en 3 listas.
El candidato a gobernador por el FIT-U, Alejandro Vilca, ya había sido electo como diputado al congreso –el primer diputado provincial de origen indígena y de clase obrera- en el 2021, obteniendo el FIT-U en esa elección el 25,08% de los votos escrutados. Con respecto a las elecciones provinciales ejecutivas de 2019, en las que la lista del FIT-U obtuvo un 3,4%, esto representa un incremento del 360%. Ambos resultados muestran un crecimiento de la izquierda en la región en el contexto de agudización de la crisis capitalista, de inflación y devaluación del peso, y de políticas de austeridad ejecutadas por el gobierno nacional y provincial.
Por un lado, el notable crecimiento del voto al FIT-U muestra el auge del malestar y descontento social entre amplios sectores de las masas trabajadoras, cuyos intereses materiales entran cada vez más en contradicción con las políticas de ajuste de los partidos tradicionales. Y por el otro, ante la política de desmantelamiento de la Túpac Amaru, a través de medidas de judicialización y criminalización, las candidaturas del FIT-U se convirtieron en el vehículo de expresión electoral, para sectores que históricamente habían votado por la organización que tiene como referente principal a Milagro Sala, quien aún continúa cumpliendo una medida de arresto domiciliario.
Una elección a la medida del Gobierno Morales
El gobierno de Gerardo Morales ha sido la materialización provincial del ideal Macrista/PRO de judicialización y disciplinamiento del movimiento obrero, a fin de permitir a la burguesía y los terratenientes echar mano de los negocios provinciales, y aplicar un paquete de ajuste monetarista a favor de sus intereses de clase. El FdT ha participado también de esta política, ya sea por omisión, silencio o complicidad, por ejemplo, cuando Alberto Fernández miró para otro lodo en el momento en que se le solicitó públicamente el indulto a Sala. Podemos afirmar que Sala fue la moneda de cambio para preservar la gobernabilidad. Sin embargo, en este apartado nos referimos fundamentalmente al carácter del gobierno Morales.
Todo esto lo hemos visto en el caso ya mencionado de la Túpac. La criminalización de algunos dirigentes referenciales de la organización, y el desmantelamiento de legalización de su estructura, así como haberle restringido de participar en el ámbito del desarrollo habitacional para familias obreras, ha permitido en el último lustro a las mafias y grupos empresariales ligadas al gobierno Morales y su familia, echar mano del negocio inmobiliario en la región. A su vez la represión abierta contra la organización Barrial Túpac Amaru le posibilitó a Morales, que alcanzó el 49.52% de los votos, según datos provisorios del escrutinio, el apoyo de sectores conservadores del electorado.
El juicio contra Sala, como explicamos en otra oportunidad, fue un juicio montado, plagado de irregularidades y vicios, pero, no obstante, cumplió su objetivo de inhabilitar legal y políticamente a Sala, descabezar a la Túpac y luego proceder a debilitarla y desmantelarla y posteriormente cooptar a un sector de punteros políticos ligados a la organización.
Pues bien, las elecciones del domingo no fueron muy distintas, en el sentido de las maniobras ilegales y arbitrarias por parte del gobierno Morales y sus operadores, pero que, lógicamente, tampoco es una característica única de Morales, sino que más bien forma parte del comportamiento característico de las distintas facciones políticas de la burguesía argentina –así como de sus organizaciones políticas- en su conjunto.
El FIT-U denunció rotura y extravío de boletas electorales, hostigamiento a sus fiscales en algunas escuelas por parte de punteros del PJ y la UCR, y en otras, expulsión o prohibición de entrada a las escuelas por parte de delegados de escuela o personal de la policía, al menos en tres casos. Esta política fue más acentuada en ciudades y poblados fuera de la capital de provincia. En algunas escuelas, incluso se establecieron cuartos oscuros aparte para votar por las listas del PJ o la UCR. En esos casos, la lista de Morales obtuvo una diferencia mucho mayor sobre la izquierda que la obtenida en promedio.
Es necesario transformar el voto por la izquierda en una fuerza política militante
Aunque sin duda el resultado alcanzado por la izquierda es un avance importante, incluso más allá del ámbito provincial, no podemos permitir que los meros números nos nublen el juicio: continuar cosechando resultados electorales podría terminar significando nada al final, si el crecimiento de la popularidad del FIT-U y sus organizaciones no se utiliza para acompañar y apuntalar las luchas de la clase trabajadora que ahora mismo se están desarrollando en las calles, para construir un partido unificado de la clase trabajadora basado en el programa del socialismo científico, y, en última instancia, para organizar la lucha por el poder político a fin de echar abajo el sistema capitalista.
Por supuesto no nos oponemos a la participación activa del FIT-U en el ámbito electoral de la lucha política. No profesamos ni practicamos el infantilismo de izquierda, tan bien refutado por Lenin exactamente hace un siglo en su debate con los comunistas alemanes. Tampoco nos oponemos a dedicar gran cantidad de tiempo y esfuerzo para llevar adelante intensas campañas de propaganda y agitación en tal contexto. Al contrario, las campañas electorales pueden resultar oportunidades muy favorables para la difusión de las ideas y el programa socialista. Pero, la lucha de clases está mucho más allá del ámbito electoral. Las elecciones son una parte de la lucha de clases, y no necesariamente la más importante o decisiva.
Es cierto que los compañeros del FIT-U plantearon durante su campaña una agenda de gobierno obrero y popular, radicalmente distinta a la política de ajuste del gobierno Morales.
Entre los ejes centrales de un gobierno obrero para Jujuy, estaría la estatización del litio, de la empresa eléctrica Ejesa bajo control obrero y popular, como medios para frenar los ajustes de tarifas de electricidad, distribuir socialmente la riqueza generada por la extracción del litio e incrementar el empleo en el sector. En el caso del sector transporte, la creación de una empresa única estatal de transporte bajo control obrero y popular, también permitiría mejorar la calidad del servicio a las familias trabajadoras y reducir su coste. Todas estas medidas, de carácter anticapitalista aunque transicionales, son medidas progresivas que apuntalarían el avance de la clase trabajadora y el desarrollo de su poder en la provincia.
Pero, más allá de unas medidas de campaña, que serían implementadas si llegase el FIT-U al ejecutivo provincial, la lucha por el poder político real en la sociedad pasa por el desarrollo de las organizaciones de lucha de la clase trabajadora, y el apuntalamiento de tales luchas, como han mostrado las huelgas del último período. Dejar de lado la lucha real en las calles, en las fábricas y centros de trabajo, junto a la lucha política que lleve a la expropiación de los capitalistas, para volcarse prioritariamente hacia la lucha electoral, es un error.
La clase trabajadora sólo podrá poner fin a la pesadilla de inflación, desempleo, hambre y precariedad que tiene como base y causa al capitalismo argentino, pero también al capitalismo a nivel global, en la medida en que conquiste el poder político en la sociedad y utilice este poder político para echar abajo este sistema decrépito que sólo ofrece muerte, miseria y explotación.
En tal sentido, la izquierda debe dar un firme paso adelante en la tarea de apoyar la coordinación de las diversas luchas de la clase trabajadora a través de las consignas ligadas a la auto organización en las fábricas y las empresas, que defina un congreso obrero. Esta instancia, a su vez, permitiría organizar la lucha en defensa de las condiciones de vida y trabajo de la clase, y más concretamente, la cuestión de la huelga general.
Si el resultado electoral no se transforma en organización militante y lucha, tarde o temprano la desmoralización y el reflujo, que claramente afectan a las bases de los partidos tradicionales, podría perfectamente afectar a la izquierda. Más allá de representantes políticos en el Estado -que no negamos pueden constituirse en tribunos obreros para la agitación y propaganda-, la clase obrera necesita avanzar en sus luchas de manera concreta, y necesita avanzar en su organización laboral y política. La clase necesita seguir poniéndose en movimiento de forma cada vez más masiva para frenar el plan de ajuste y avanzar hacia el establecimiento de un gobierno genuinamente obrero que se haga del poder. La izquierda no puede estar al margen de esta lucha.