6.000 millones de dólares y más de un año de campaña más tarde, pareciera que el statu quo permanece igual. Obama sigue siendo presidente, los Demócratas controlan el Senado y los Republicanos controlan la Cámara de Representantes. En la superficie, “nada ha cambiado”. A primera vista, esto es correcto. Como hemos explicado muchas veces antes, Obama y Romney son los defensores y abogados del sistema capitalista. Nada fundamental iba a cambiar, no importa quién ganara. Sin embargo, las apariencias pueden ser engañosas.
Como marxistas, debemos mirar por debajo de la superficie de los procesos subyacentes y contradictorios que tienen lugar en las profundidades de la sociedad. En realidad, estas elecciones representan un cambio significativo hacia la izquierda, aunque constreñido dentro de los límites del actual panorama político de EE.UU.
Hay más de lo que parece
Comparado con el genuino entusiasmo de hace 4 años, hay una notable falta de entusiasmo y optimismo generalizado el día después de las elecciones. Pese a los esfuerzos de los medios para inculcar un sentimiento de entusiasmo, de orgullo nacional, y de exhortaciones donde todos debemos “tomar un momento para permanecer de pie dando preces a la democracia”, el ambiente está mudo e indiferente, por decir lo menos.
La sensación de que realmente algo va a cambiar es cosa del pasado. En 2008, millones vieron el voto a Obama como una expresión de su esperanza ardiente de que la vida podría ser diferente. Fue un voto por la igualdad, la oportunidad, la dignidad, y por encima de todo: por puestos de trabajo. Los 4 años pasaron veloces y la crisis ha hecho mella en la vida y el entusiasmo de la gente. Se la ha llamado una “historia de dos recuperaciones”, o una “recesión del crecimiento” -de crecimiento para los ricos y de recesión para el resto de nosotros.
Para muchos, esta vez, un voto a favor de Obama fue un voto solo para tratar de mantenerse a flote, un intento de aferrarse a la poca esperanza que permanece conforme la crisis machaca y sigue machacando. Para millones de estadounidenses, un voto a favor de Obama fue un voto contra los recortes y la austeridad. Por desgracia, eso es precisamente lo que van a obtener en su segundo mandato.
El hecho de que Romney y Obama fueran cabeza a cabeza en el período previo a la jornada electoral se debió a una variedad de razones. Los medios necesitan vender publicidad, por lo que la construcción de la elección como si fuera una de suspenso, era de su interés. También es un reflejo del estancamiento total de los dos principales partidos capitalistas, ninguno de los cuales puede ofrecer una solución real y convincente. En última instancia, todo se reduce al hecho de que la mayoría de la gente no veía ninguna diferencia real entre los dos, o al menos, ninguna diferencia que obligara a hacer un esfuerzo extra para salir a votar.
El pequeño aumento súbito de votos de Obama en algunos Estados claves tuvo más que ver con una votación defensiva que con un verdadero entusiasmo por su presidencia. Fue un caso clásico de “malo si lo haces, malo si no lo haces.” Ninguno de los candidatos ofreció una salida a la crisis, y millones entendieron eso instintivamente.
2008 registró la mayor participación en las elecciones presidenciales desde 1960. Curtis Gans, director del Centro de la Universidad Americana para el Estudio del Electorado Estadounidense calcula que la participación en todos los Estados, menos Iowa, estará por debajo de la de 2008. En la mayoría de los Estados, la participación estuvo incluso por debajo de 2004. Estimó que sólo 126 millones, o el 57,5% de los estadounidenses, votaron al menos en la elección de representantes o en iniciativas legislativas. Sólo 119,5 millones votaron por la presidencia, en comparación con 131 millones en 2008. Según Gans, “Esta fue una caída importante en el número de votantes a nivel nacional. Más allá de la gente apasionada, tenemos un electorado no comprometido.”
En Alaska, fue a votar un 25% menos en comparación con 2008. En Arizona, casi un 19% menos se preocupó de ir a las urnas. Un 7% menos en Maryland. Esto, a pesar del barullo sobre el número récord de votantes anticipados (32 millones que emitieron su voto por correo o lo hicieron en persona antes del día de las elecciones). Algo de este descenso puede haber sido debido al caos causado por la super tormenta Sandy, pero no puede ser tomado en cuenta para para la caída casi similar del interés a nivel nacional.
La diferencia de esta campaña fue palpable. Hubo una marcada falta de carteles, pegatinas para el parachoques, banderas, e incluso de discusiones casuales en la calle sobre los candidatos presidenciales. Los medios de comunicación movieron todas sus fuerzas para emitir los debates como el más importante en generaciones, pero el interés fue también escaso. Había señales mucho más a favor o en contra de iniciativas electorales particulares que por candidatos específicos.
Así como el agitar de banderas y el entusiasmo por la guerra disminuyó con los años después de 11 de Septiembre, el entusiasmo por Obama ha disminuido sensiblemente y esto no debería ser una sorpresa. Con la popularidad de Obama renqueante después de prometer las estrellas, su índice de aprobación flotando por debajo del 50%, y la economía aún en un lío, una victoria de Romney podría haber sido posible. Romney incluso utilizó demagógicamente una variación de la consigna de Obama 2008 en los últimos días de la campaña, diciendo al público que si votaban por él, recibirían “el cambio que necesitamos”.
Si los estadounidenses realmente se están desplazando hacia la derecha (como a los expertos les gusta decir), les habrían dado los mismos números de 2008 a este nuevo “salvador de la clase media”. Pero la gente vio a través de este acto al lobo de Romney vestido con piel de oveja. Los millones de donativos prohibidos para su campaña no tuvieron al final ningún efecto. El día de las elecciones ya rodando, apenas con el número suficiente de gente que votó por Obama tapándose la nariz bastó como el impulso que necesitaba para ganar las elecciones.
“¡Sin novedad!”
Esta es la respuesta de la mayoría de los estadounidenses en la “mañana del día después”. El breve cambio de escenario previsto por las elecciones ha dado paso a la monotonía de la vida cotidiana. Todo el mundo debería irse a casa ahora y dejar que los profesionales cuiden de los negocios. Y el negocio ha sido bueno con Obama. Lejos de ser un “socialista” que amenaza sus ganancias y bienes, Wall Street se ha beneficiado más que nunca bajo su administración.
El único socialismo con Obama ha sido el “socialismo para los ricos”. Cuando entró en la oficina, la propia supervivencia de muchas de las grandes firmas de Wall Street estaba en duda. Ahora, los sobrevivientes son más ricos que nunca. Las ganancias y la paga de los altos gerentes se han disparado, mientras que la brecha de ingresos se ha ampliado a niveles históricos.
Como todos los buenos especuladores, los capitalistas han cubierto sus apuestas. Su pan es untado con mantequilla sin importar qué partido gane. Con los rescates, las deudas y pérdidas de juego de las empresas privadas fueron socializados, y ahora se espera que el resto cubramos la diferencia. En gran parte como resultado de estas ayudas financieras corporativas (además de las guerras en Irak y Afganistán), la deuda nacional de EE.UU. se estima en más de 16 billones de dólares.
Esto toca a más de $50.000 por cada estadounidense. Por tanto, todos quedamos a la espera de “compartir el dolor”. Con esto quieren decir que todo niño, mujer y hombre debe soltar por arte de magia 50.000 dólares. Esto puede no ser mucho para un millonario, pero para el resto de nosotros, eso significa un grave deterioro en nuestra calidad de vida. Nosotros decimos: ¡que los ricos paguen su crisis! Michael Bloomberg, el alcalde multimillonario de Nueva York, quien gobernó la ciudad dos veces como Republicano antes de convertirse en “Independiente”, dio su apoyo a Obama, aunque él considera a Mitt Romney como un “hombre bueno y decente.” Después del paso del huracán Sandy, este campeón del “mercado libre” tiene sus ojos puestos en los miles de millones de ayuda federal ya prometidos por el Presidente. Después de recibir la bendición de Bloomberg, el presidente habló con entusiasmo de que estaba “honrado” de haber conseguido la aprobación de “Míster 1%”: “Yo lo respeto profundamente por su liderazgo en los negocios, su filantropía y su gobierno, y aprecio el extraordinario trabajo que está haciendo en este momento, dirigiendo la ciudad de Nueva York en medio de estos tiempos difíciles”.
Los capitalistas, por lo tanto, estarán plenamente satisfechos con la victoria de Obama. El mercado de valores repuntó el día de las elecciones, en una clara señal de la confianza de que los beneficios continuarían realizándose sin importar quién ganara. Y hoy, el Dow Jones cayó un 2,4%, ya que los inversores se dieron cuenta de que Obama no tiene solución al inminente “precipicio fiscal”. Es también un mensaje claro a aquellos que pueden pensar que su reelección significa que de alguna manera se puede evitar la reducción de programas y servicios sociales: “Hagan los recortes, y bien hechos”
Los expertos republicanos están haciendo todo lo posible para poner freno a la ilusión de que el segundo mandato de Obama será diferente al primero. Le recuerdan que casi la mitad de los electores votaron contra él: “¡usted no tiene ningún mandato!”
Los estadounidenses comunes creen que le han dado un mandato para poner en práctica una amplia gama de reformas progresistas. Pero él está dentro de los bolsillos de las grandes empresas. Ese es su mandato real.
Muchos en el 1% de los ricos habrían preferido la guerra abierta al Estado del Bienestar de Mitt Romney, quien tenía sus cuchillos finamente afilados y los mostraba abiertamente. Ellos le bombearon millones de dólares para su campaña y quizás ya creían asegurada una “prima Romney” en los precios de sus acciones.
Pero los capitalistas más clarividentes entienden que para los peligrosos mares en que están entrando, es mejor tener la suerte de disponer de un hombre como Obama a la cabeza. Un asalto total contra los sindicatos podría ser contraproducente. Es mejor usar métodos más sutiles. Obama va a administrar el veneno de la austeridad a cucharadas en lugar de por botellas, pero lo administrará, sin dudas. Pocos están verdaderamente entusiasmados con las perspectivas para el futuro. Sin embargo, los estadounidenses son gente paciente. Ellos “esperarán a ver” si algo va a ser diferente. Pero no van a esperar para siempre. Y cuando se cansen de esperar, la política en EEUU nunca será la misma.
¿Democracia?
Los Estados Unidos son una democracia. Sin embargo, esto debe ser calificado. Son una democracia burguesa. Es decir, se trata de una democracia creada por y para la clase capitalista -el 1%.
Pese a todo el alboroto acerca de las maravillas de la democracia estadounidense, ni un solo norteamericano en realidad votó ayer por el Presidente de los Estados Unidos, el cargo más alto en el país. En realidad, votaron por “electores” que componen el Colegio Electoral . El ganador no se decide por la regla de una mayoría simple del voto popular. En cambio, los electores, distribuidos entre los Estados en la misma proporción que los representantes del Congreso, emitieron sus votos para el presidente en una fecha posterior. En la mayoría de los Estados rige el voto electoral: “el ganador se lo lleva todo”, lo que significa que incluso si el 40% del voto popular va a un candidato distinto, el candidato que obtenga más votos obtiene el 100% de los delegados electorales. Y, sin embargo, cuando usted vaya a votar, el nombre del candidato a la presidencia está en la lista, pero no los nombres de los electores a quien en realidad se está votando. Y aun así, los elegidos para el Colegio Electoral no están legalmente obligados a votar por el candidato que se supone que apoyaron cuando fueron elegidos.
Cuando se trata de hacer campaña, muchos Estados, incluyendo los grandes, son en gran parte ignorados por los candidatos presidenciales. Millones de personas en esos Estados no se molestan en votar, ya que el resultado suele estar más o menos predeterminado.
La izquierda es rutinariamente acusada de alentar a la gente a “tirar su voto” al pedir votar a los partidos a la izquierda de los Demócratas, o por instar a la formación de un partido laborista. Sin embargo, en Estados como Alabama, un voto por un candidato presidencial Demócrata es también equivalente a un no-voto (porque hay un apoyo mayoritario tradicional a los Republicanos), y lo mismo pasa con los votantes republicanos en California, donde suele haber un apoyo mayoritario a los Demócratas. Estos Estados se supone que están “cosidos” a uno u otro partido.
Si todo esto le parece confuso y poco democrático, es porque lo es. La Constitución de EE.UU. es famosa por sus numerosos “frenos y contrapesos”. Más que nada, porque están destinados a mantener la mayoría en “jaque” y asegurar que los patrones tienen un agradable y saludable “equilibrio” financiero.
Agravando esta parodia de democracia está el hecho de que millones de ciudadanos están privados de sus derechos o, de otro modo, impedidos de votar, a veces a través de medios legales, a veces a través de la discriminación directa o la intimidación. Los millones de inmigrantes que viven, trabajan y pagan impuestos en los EE.UU. tienen también negado su derecho a decidir. A esto se añade que esta jornada electoral en sí misma, tiene lugar en un día de trabajo (el primer martes de noviembre). Si usted tiene trabajo, o no puede conseguir transporte hasta su centro de votación, no hay democracia para usted. Si un huracán golpea y decenas de miles de personas se quedan varios días sin energía, el espectáculo debe continuar de todas formas.
No hay un cuerpo unificado administrativo de elección, ni incluso para votar, en los EE.UU. Cada Estado y cada jurisdicción tiene sus propias reglas. Algunos utilizan el voto electrónico, otros tarjetas perforadas, algunos usan bolígrafos para señalar los candidatos en boletas electorales escaneadas, algunos emiten recibos, otros no, algunos ofrecen casillas electorales con privacidad, otros esperan que el de al lado marque su tarjeta en una mesa a la vista de todos los demás. Los colegios electorales están habitualmente cerrados a la “hora de cierre”, aunque todavía haya gente esperando en fila para votar. Los resultados no se conocen a menudo durante semanas, y si los ejércitos de abogados y jueces se involucran, esto puede prolongarse durante meses. Existe una mayor igualación y precisión en los cajeros automáticos y en los surtidores de gasolina, que nunca te dan el cambio equivocado ni una sola gota de gasolina más de lo que pagas.
Compara esto con lo que es posible en la supuestamente “antidemocrática” Venezuela, donde el proceso de registro de la voluntad popular es sumamente transparente y democrático. Todo el mundo vota electrónicamente en una pantalla táctil. Un recibo de papel se imprime por lo que el voto puede ser confirmado. Los recibos de papel se colocan entonces en una urna de seguridad. El dedo del votante índice se sumerge en la tinta púrpura que tarda días en desaparecer, lo que elimina la posibilidad de que puedan volver a votar ese mismo día. Los colegios electorales permanecerán abiertos hasta que sea necesario para asegurar que todos puedan votar. Cuando el puesto de votación está cerrado definitivamente, se hace un recuento manual de los recibos en papel, haciendo coincidir los resultados con los votos electrónicos para asegurar que no hay discrepancias. Además de todo esto, las elecciones se llevan a cabo los domingos, el día en que casi nadie tiene que trabajar, y en ciudades como Caracas, el transporte público se inicia desde la mañana temprano hasta altas horas de la noche, y se proporciona gratis. Incluso Jimmy Carter, que no es amigo de la revolución venezolana tiene que aceptar que es el proceso electoral más democrático del mundo. Venezuela es una democracia parlamentaria burguesa. Cuenta con un PIB per cápita muy inferior al de los EE.UU. Cuenta con una infraestructura menos desarrollada que los EE.UU., con personas que viven desde la descontrolada metrópolis de Caracas hasta la selva amazónica. Si esto es posible allí, entonces no hay razón por la cual no sea posible en los EE.UU. Al igual que tantas otras cosas en el capitalismo, la razón no es técnica, sino política.
No es de extrañar que millones de estadounidenses no se preocupen en absoluto de votar. Una encuesta pre-electoral en EE.UU. de Today/ Suffolk University, a personas que tenían derecho a votar pero no era probable que lo hicieran, encontró que estos norteamericanos “no-me-molesto-en-votar” respaldaron de palabra la reelección de Obama sobre Romney en una proporción por más de 2 a 1. Dos tercios de ellos dijeron que estaban registrados para votar. Ocho de cada 10 dijo que el gobierno juega un papel importante en sus vidas. Y, sin embargo, habían quedado tan desilusionados con Obama, que era muy probable que no votaran, incluso si eso significaba que Romney pudiera ganar. Incluso en el récord electoral de 2008, unos 80 millones de votantes no se molestaron en ir a votar. Este año, tal vez 90 millones de estadounidenses que podrían haber votado no lo hicieron.
De acuerdo con el arriba citado Curtis Gans, “La tendencia a largo plazo tiende a ser horrible. Hay mucha falta de confianza en nuestros líderes, falta de sentimientos positivos acerca de las instituciones políticas, falta de educación de calidad para grandes segmentos de la población, falta de educación cívica, los efectos de la fragmentación de las olas de la tecnología de comunicaciones, el cinismo de la cobertura de la política, y podría seguir con una larga letanía “. Si hubiera una alternativa viable de masas, millones más participarían en las elecciones. En última instancia, sin embargo, sólo una democracia de los trabajadores puede garantizar que todos tengan voz y voto.
Giro a la izquierda
A pesar de todo esto, las elecciones de 2012 marcaron un punto de inflexión importante en el cambio de conciencia de la clase obrera de EE.UU.. La demografía está cambiando. La conciencia está cambiando. Hace diez años, la mayoría se opuso al matrimonio homosexual. Ahora, las encuestas muestran que la mayoría está a favor. Una pluralidad de jóvenes dice que prefiere el socialismo al capitalismo. Hay un apoyo mayoritario a aumentar los impuestos a los ricos y a oponerse a los recortes a la Seguridad Social, Medicare y Medicaid.
Dentro de los estrechos límites del espectro político de Estados Unidos, la derrota de Romney representa un firme rechazo a la extrema derecha y un giro a la izquierda. La única razón por la que el cambio no fue más pronunciado es que no había ninguna alternativa viable. Sólo un partido obrero de masas puede dar a la gente la confianza de que no está “tirando su voto” en un tercer partido.
Alrededor de 7 millones de electores que acudieron a las urnas no se molestaron en votar a los candidatos presidenciales. La mayoría de ellos se vieron obligados a ir a las urnas probablemente para votar a favor o en contra de tal o cual iniciativa electoral, sintiendo que en realidad tenían más que decir sobre esto que sobre la decisión de la presidencia. Hubo 174 iniciativas de ley a votación en referéndum popular en todo el país, más que en cualquier otro momento desde 1920 (el año en que Eugene Debs, candidato socialista a la presidencia desde su celda de la prisión, recibió casi 1 millón de votos). Los resultados fueron ampliamente a la izquierda, continuando la tendencia observada en el año no electoral de 2011. Colorado y Washington se convirtieron en los primeros Estados de despenalizar el uso recreativo de la marihuana. Maine y Maryland se convirtieron en los primeros Estados en legalizar los matrimonios homosexuales por el voto popular. En Minnesota, una enmienda constitucional para prohibir los matrimonios del mismo sexo fue derrotada, al igual que otra enmienda que habría impuesto una ley electoral antidemocrática. El Partido Verde de Jill Stein y Honkala Cheri recibió un voto estimado del 0,3% en la votación nacional, quedando en cuarto lugar, con 396.684 votos. Esto fue el doble de lo conseguido por los Verdes en 2008, y triplicó su resultado de 2004. Las campañas socialistas diversas recibieron algún interés también, pero en el gran esquema de la población representaban un pequeño destello en el mapa electoral.
Por un lado, muestra el creciente interés en la izquierda de los alternativos a los Demócratas. Por otro lado, se muestra el limitado alcance y potencial de cualquier campaña que no tenga los recursos y un apoyo serio detrás. Sólo un partido obrero, orgánicamente conectado con los sindicatos y sus recursos financieros y sociales, profundamente arraigados, puede organizar un verdadero desafío a Wall Street.
En otras elecciones estatales, dos candidatos reaccionarios infames fueron completamente humillados. Todd “violación legítima” Akin fue derrotado en Missouri, al igual que Richard “los embarazos de violación son dones de Dios” Mourdock, en Indiana. En Massachusetts, Elizabeth Warren, defensora de los consumidores y querida entre la izquierda liberal, fue elegida para el Senado de los EE.UU..
En el estrecho espectro de la configuración electoral de EE.UU., todo esto representa un giro a la izquierda, pero está todavía muy lejos de lo que se necesita. Nunca debemos perder de vista tanto la observación tan frecuentemente citada de Gore Vidal de que en los EE.UU., en realidad, sólo hay un partido, el partido de la propiedad, que tiene dos alas de derecha. Romney y muchos candidatos de la extrema derecha han sido realmente derrotados. Pero la otra parte de la derecha se encuentra todavía en el poder.
Los Demócratas no tienen absolutamente nada que ver con el socialismo. Ellos son lo más alejado del “obrerismo”. En su más reciente convención, incluso, cortaron su compromiso de larga data, al menos sobre el papel, de fortalecer el derecho de huelga. Cuando decenas de miles en Wisconsin protestaron contra la leguslación antisindical del gobernador Walker, Obama mantuvo una distancia de seguridad en Washington. Cuando decenas de miles de maestros, ampliamente apoyados por los padres y el público en general, se declararon en huelga en su ciudad natal de Chicago, Obama siguió comprometido con su amigo y jefe de campaña de recaudación de fondos, Rahm Emanuel, el alcalde de Chicago y más violento agresor de los maestros. Los verdaderos logros de Obama sobre el movimiento obrero han sido expuestos anteriormente. Estas no son las acciones de un partido “obrerista”. Un auténtico partido y gobierno obrerista aumentaría el salario mínimo drásticamente; instituiría un impuesto fuertemente progresivo a los ricos, proporcionaría atención universal de salud y educación de calidad; aprobaría el Decreto de Libre Elección del Empleado, derogaría la Ley Taft-Hartley, y ayudaría a todos los trabajadores a construir su sindicato, crearía millones de empleos sindicalizados con el lanzamiento de un programa masivo de obras públicas útiles para construir viviendas asequibles e infraestructura de calidad; limitaría las emisiones de carbono y la contaminación y financiaría fuertemente las energías alternativas; recortaría el presupuesto militar y llevaría a cabo una política de solidaridad internacionalista en lugar de ser un depredador imperialista.
El potencial para tal partido nunca ha sido mayor. Después de que Scott Walker impusiera su legislación a pesar de los heroicos esfuerzos de los trabajadores de Wisconsin, muchos temieron que era sólo cuestión de tiempo antes de que el modelo de los hermanos Koch para una nueva Norteamérica se impusiera en todas partes. La derrota de Romney y de muchas de las iniciativas de ley anti-democráticas demuestra que la extrema derecha puede ser derrotada. Esto alentaría a muchos trabajadores y jóvenes a intensificar la lucha en los próximos años. Ahora, son los Demócratas quienes deben ser derrotados.
Los males del mal menor
Las cosas podrían haber sido muy diferentes si los dirigentes obreros se hubieran pasado los últimos cuatro años construyendo un partido laborista en lugar de depositar “esperanzas de cambio” en Obama. El hecho de que los trabajadores comunes tengan ilusiones sinceras en Obama y los Demócratas es comprensible. La alternativa de Romney -un Scott Walker para toda la nación- asustó a muchos en las urnas a pesar de su desilusión con Obama en su primer mandato. Pero los dirigentes sindicales saben exactamente lo que están haciendo. Ellos no pueden ser acusados de ingenuos.
Y si realmente son tan ingenuos como para creer que pueden presionar a los Demócratas para que les den la espalda a sus pagadores de Wall Street, es que no tienen ni idea de adónde nos conducen. La crisis no permite dar concesiones serias a los trabajadores. Incluso protestas masivas y repetidas huelgas generales no son suficientes, como hemos visto en Grecia y España. Imaginar que la entrega de unos cuantos millones de votos será suficiente para detener los recortes es vivir en otro planeta.
Después de gastar una cantidad sin precedentes de dinero en respaldar a los Demócratas en 2008, los sindicatos redujeron sus contribuciones directas. Pero el resultado final fue el mismo: se dio un apoyo total a los Demócratas. Según explicó Josh Eidelson en un artículo en The Nation: “El presidente pasó las reformas sobre la asistencia sanitaria y bancarias con el respaldo de las organizaciones obreras, pero apenas cambió la represiva Ley de Elección Libre de Empleo antisindical. Designó a los miembros del Consejo Nacional de Mediación que facilitó la organización de los trabajadores de las líneas aéreas y de ferrocarril y, a continuación, firmó una ley que lo hacía más difícil. Sus fondos de estímulo mantuvieron a los maestros en el trabajo, pero su decreto llamado “Race to the Top” premiaba a los Estados que facilitaran su despido. Después de proponer un reglamento que limitara que los niños trabajadores usaran equipos peligrosos en las granjas industriales, el Departamento de Trabajo lo echó por tierra.”
Si Romney hubiera ganado, los sindicatos probablemente habrían organizado una protesta masiva contra las medidas de austeridad en su toma de posesión en enero. En cambio, es casi seguro que organizarán un mitin inaugural en apoyo a Obama, un candidato que representa… la austeridad. Ante la avalancha de austeridad promovida por ambos partidos, deberían estar movilizando a los afiliados para luchar en los lugares de trabajo, en las calles y en las urnas con un partido laborista. En cambio, desmovilizan a los afiliados, reducen sus expectativas, y gastan millones en apoyo a los candidatos “refrendados por las organizaciones de trabajadores” -un lenguaje en código para referirse a los “Demócratas”. La única movilización que han hecho ha sido animar a los miembros del sindicato y a los jóvenes a que telefoneen, hagan el puerta a puerta, escriban, usen el Tweet y Facebook para salir a votar por políticos “no Republicanos”. En vez de dirigir las luchas defensivas y transformarlas en ofensivas, se precipitaron como una manada de ñus en pánico hacia el pantano del “mal menor”.
En el período previo a las elecciones, hubo un diluvio implacable de correos electrónicos, mensajes de texto y llamamientos frenéticos de los líderes sindicales locales y nacionales. La Unión Internacional de Empleados de Servicios (SEIU) fijó una meta de 3 millones de puertas a golpear y casi 3 millones de llamadas telefónicas para el día de las elecciones. El sindicato docente NEA dice que 481.000 de sus 3 millones de miembros se ofrecieron voluntarios al menos una vez en esta campaña electoral. En los últimos cuatro días de campaña, la central sindical AFL-CIO comprometió 128.000 voluntarios para llamar a las puertas de 5,5 millones, realizar llamadas telefónicas a 5,2 millones, y distribuir 2 millones de folletos.
Dennis Van Roekel, Presidente del NEA (el sindicato más grande del país), “inspiró” a sus miembros con alarmismos tales como el siguiente: “¿Qué pasaría si el Congreso y la Oficina del Presidente tienen la misma filosofía que vimos en Ohio, Wisconsin, Alabama, Idaho y Arizona? Y creo que [las bases] se darán cuenta de que los riesgos son muy altos“.
El presidente del sindicato de trabajadores de bus, metro y tranvía (ATU) Larry Hanley, considerado como la “izquierda” del movimiento obrero, resumió su enfoque desesperado y derrotista: “No vemos esto como una elección que, si tenemos éxito, nos llevará a una nueva ola de legislación pro-laboral. [La ATU ha] trabajado duro para asegurar que nuestra gente comprenda [que si los Republicanos] tienen éxito en hacerse cargo del gobierno federal, no habrá tal cosa como un movimiento obrero… La forma de defenderse es negar la Casa Blanca, el Senado, y espero que el Congreso, a los Republicanos”.
Y el presidente del AFL-CIO, Richard Trumka, a la vez miembro y simpatizante del Partido Laborista en la década de 1990, considera a Obama un “amigo”. Él argumenta que sólo basta darle una oportunidad, para que “el verdadero Obama” haga su aparición y marque el comienzo de una era de “prosperidad compartida”. En realidad, son los ricos los que compartirán la prosperidad, mientras que a los trabajadores se les pide que compartan la austeridad. También es uno de los principales defensores del mito pernicioso de que los trabajadores estadounidenses son, o deberían ser, “clase media”.
¡Qué lejos de aquellos bravos líderes lanzados por el movimiento obrero en el pasado! ¡Qué falta de visión, pasión y confianza en el enorme poder potencial de la clase obrera! Esta es una situación vergonzosa. No obstante, no es sorprendente. Sus políticas se derivan de su enfoque. Los líderes sindicales han adoptado conscientemente una política de colaboración de clases. Ellos creen que lo que es bueno para los empresarios, es bueno para los trabajadores. Por desgracia, esta es una de esas ideas que “suena bien sobre el papel”. La realidad es que los intereses de los patrones y de los trabajadores son diametralmente opuestos. Mayores beneficios se traducen en menores salarios, beneficios sociales y protecciones laborales. Los trabajadores crean la riqueza, los patrones se llenan los bolsillos.
El pequeño y sucio secreto oscurecido por los dirigentes obreros, los patrones, sus políticos y los medios de comunicación más importantes es que los trabajadores pueden arreglarse muy bien sin patrones, lo contrario no es el caso. Una vez que la clase obrera se dé cuenta de esto, cualquier cosa puede pasar. En pocas palabras, esa es la esencia de la lucha de clases.
Y, sin embargo, los dirigentes obreros se alinean con los patrones y aceptan la lógica del capitalismo. Al hacerlo, aceptan todas las consecuencias que se derivan de este sistema. Sólo si rompemos con los estrechos límites del sistema de ganancias podremos encontrar una solución a la crisis. Esta es la contradicción que hay que resolver en los próximos años. Sobre la base de su propia experiencia, los trabajadores aprenderán esto.
La manera de salir de este atolladero comienza con la construcción de un partido laborista. Asegurémosnos de no tener que volver a la misma conversación dentro de cuatro años: “¡Ojalá tuviéramos un partido laborista!”. Los dirigentes sindicales deben hacerlo realidad. El momento para empezar a construirlo es ahora. Fue el empuje final del movimiento obrero organizado lo que le dio a Obama su apurada victoria. A cambio, los sindicatos conseguirán menos aún que la última vez, aunque haga algunas concesiones cosméticas y les agradezca sus servicios de palabra. Si estos recursos se hubieran utilizado para construir un partido laborista, el clima político y el debate en este país serían fundamentalmente diferentes.
La fuerza del movimiento obrero proviene de un detalle frecuentemente pasado por alto: los trabajadores constituyen la gran mayoría de la población. Millones de personas se sienten aliviadas por haber “esquivado la bala Republicana”. Pero no van a poder eludirla siempre. En ausencia de una alternativa de masas de la clase obrera, el péndulo electoral puede oscilar hacia la derecha. La otra cara del mal menor es que al final, si no se pone algo concreto en su lugar, los males “mayores” finalmente regresarán al poder. Incluso cuando no están en el poder, pueden camuflar sus políticas con el nombre de “bipartidismo”.
Pero los trabajadores no dejarán estos ataques sin respuesta. Cada vez más, entrarán en el camino de la lucha. La insatisfacción en los sindicatos seguirá creciendo. Este fermento aflojará el control rígido de los dirigentes sindicales actuales. Surgirán corrientes de oposición que tomarán el control, y habrá muchas oportunidades para plantear la necesidad de un partido laborista. Se acumulará la presión sobre los dirigentes sindicales para que luchen contra los ataques, incluso con los Demócratas en el poder. Por mucho que se resistan, inevitablemente se quedarán sin excusas.
La batalla para transformar los sindicatos será un proceso prolongado y complicado por una variedad de razones objetivas y subjetivas. Del mismo modo, la lucha por transformar la sociedad y la política estadounidense no será lineal. No va a ser una marcha agradable y constante hacia la izquierda, desde los Republicanos hasta los Demócratas, y de ahí a un partido laborista y al socialismo. Será todo mucho más complejo y contradictorio.
La incertidumbre es la única certeza
Los Estados Unidos son una enorme red política y económica organizada para los intereses de la clase capitalista. Decenas de millones de trabajadores son tratados como meros engranajes de una gran máquina capitalista lucrativa. Los Demócratas y los Republicanos están entre sus lubricantes más importantes. Pero esa máquina se encuentra en serias dificultades y su control del poder no puede durar para siempre.
Para la mayoría de los estadounidenses, la economía fue el tema principal en las elecciones. Con un déficit de empleo de millones, salarios estancados o cayendo, y una “nueva normalidad” que se va imponer, eso no debería ser una sorpresa. Por suerte para Obama, la economía se tambaleó justo antes de las elecciones para que resultara reelegido. Pero no hay ninguna garantía de que incluso esta “recuperación sin empleo” continúe por mucho tiempo. Las contradicciones se acumulan y la paciencia se está agotando. “¡No más excusas!” , dijo una persona que votó a Obama por segunda vez. Los que hicieron el esfuerzo extra para darle otra oportunidad esperarán más de su segundo mandato. Los afiliados sindicales, las mujeres, los latinos, los negros, los jóvenes, los pobres, los desempleados, todos esperan grandes cosas ahora que “no tiene que preocuparse por la reelección”.
Pero serán profundamente decepcionados. El movimiento obrero no conseguirá el Decreto de Libre Elección de Empleo, las mujeres no recibirán igual remuneración, los inmigrantes no conseguirán la reforma migratoria genuina que no comienza con “primero cumplir la ley”, y ni remotamente se conseguirán los empleos que necesitan ser creados. Aunque muchos han perdido sus ilusiones, muchos estadounidenses todavía ven en Obama lo que quieren ver.
Muchos esperaban que fuera una segunda encarnación de Franklin Delano Roosevelt. Pero FDR tenía enormes reservas económicas a su disposición, y en última instancia, la Segunda Guerra Mundial le permitió salir de la Gran Depresión. Obama no ha hecho nada ni remotamente parecido al New Deal y no puede embarcarse en una guerra mundial. Si hay un empuje suficiente, podría ser obligado a hacer tal o cual concesión bajo la presión de los trabajadores. Pero no hay que confundir esto con el verdadero socialismo. FDR fue mucho más lejos que Obama en cuando se refiere a programas sociales e incluso a limitar el poder de las grandes empresas. Pero era lo más alejado de ser socialista. Su objetivo era evitar una explosión social incontrolable y salvar al capitalismo. Esta es, también, la misión histórica de Obama. Pero no se le han dado las mismas herramientas ni el mismo balance de fuerzas de clase y mundial para lograrlo.
La clase obrera es más grande y más fuerte que nunca, y el imperialismo de EE.UU., que se elevó en el período de entreguerras, ya está en decadencia. Obama puede tratar de posicionarse como un luchador de los trabajadores y de los pobres. Richard Trumka ya está animando a Obama en esas líneas. Incluso si Obama consigue aumentar los impuestos a los ricos, sería una gota en el océano. Sus propuestas no harían más que llevar al país a los niveles impositivos ya bajos de la década de 1990.
Pero incluso los aumentos leves de impuestos serán resistidos con uñas y dientes por el 1% (a pesar de gente como Warren Buffett y Bill Gates). No es que ellos no puedan darse el lujo de pagar un poco más. Pero ellos comprenden que el hambre llega a la hora de comer. Incluso la más pequeña incursión en contra de la riqueza y del poder del 1% puede envalentonar a los trabajadores a organizarse y luchar por más.
El llamado “precipicio fiscal” se acerca rápidamente. En lenguaje llano, esto quiere decir la entrada en vigor automática el 1º de Enero de una serie de aumentos de impuestos y recortes de gastos para que el déficit fiscal no sobrepase determinado nivel, ya superado, si al Congreso no se le ocurre otra alternativa. Este escenario fue el resultado de un compromiso del Congreso entre ambos partidos alcanzado el pasado verano. Algunos economistas estiman que si se aplican estas medidas, el PIB podría caer hasta un 4%. Muchos creen ahora que un nuevo gran acuerdo se alcanzará antes de la fecha límite, pero simplemente aplazará para más delante el mismo problema.
Sin embargo, los recortes van a venir con el tiempo. La única pregunta es cuán profundo y quienes serán los más afectados. Los recortes y la austeridad no harán sino exacerbar las contradicciones de la economía. La reducción aún mayor de la demanda podría llevar a la economía a una caída en picada. Más préstamos sólo pueden posponer el día del juicio final. Incluso modestas imposiciones a los ricos podrían llevarles a rebelarse e imponer sus propios recortes en los salarios y las condiciones laborales.
Luego está la situación internacional, de manera más inmediata la situación de Europa. Angela Merkel dice que espera que la crisis de la zona euro continúe durante, al menos, 5 años. Pero va a prolongarse por más tiempo, y arrastrará a la misma poderosa Alemania a la vorágine. Asia y, sobre todo China, también están siendo maltratadas por la crisis. La revolución árabe está lejos de haber terminado y ahora se ha extendido a Kuwait. La reelección de Chávez en Venezuela ha dado a la revolución latinoamericana un renovado aliento de vida.
“La vida enseña”
Hace cuatro años escribimos un artículo titulado “Bienvenido a la Escuela de los Demócratas“. Esa escuela estará sesionando durante al menos otros cuatro años. Cualquiera que sea la forma que adopte, la austeridad continuará fuerte y veloz en el segundo mandato de Obama. Esto no es porque él tenga malas intenciones. Él no quiere ser un chico malo, después de todo está actualmente interpretando el papel del “poli bueno” en el duopolio capitalista.
Pero él debe llevar a cabo los recortes. Las ilusiones se harán añicos. Si una ola de huelgas y de sindicalización de masas se desatara, estas ilusiones se romperían de forma más rápida. La promesa de Obama de “equilibrar el presupuesto” y “reducir el déficit” es apenas un código velado de “recortes en los programas sociales” y de “austeridad”. “Decisiones duras” y “patriotismo económico”: significan que los trabajadores tienen que apretarse el cinturón mientras los ricos engordan sus ganancias. El estancamiento será la excusa, y el “compromiso” la consigna del día.
Obama y multimillonarios como Michael Bloomberg son grandes fans del compromiso y del bipartidismo. Como Bloomberg dijo, cuando salió en respaldo de Obama: “Por supuesto, ninguno de los candidatos ha especificado qué decisiones difíciles harán que nuestra economía se ponga de nuevo en marcha y al mismo tiempo equilibren el presupuesto. Pero al final, lo que más importa no es la forma de cada propuesta particular, sino el trabajo que debe hacerse para que los miembros del Congreso en conjunto alcancen soluciones bipartidistas”.
La definición de “bipartidismo” es “de, o en relación a ambos partidos”, en este caso, los Demócratas y los Republicanos. Como ambos son partidos capitalistas, se deduce que todas y cada una de las políticas “bipartidistas” favorecerán a los capitalistas y a su sistema. Los llamamientos de Obama a la “unidad nacional”, son en realidad un llamado a la clase obrera para que subordine sus intereses a los de los empresarios. “Compromiso” significa “recortes”. ¡No hay que dejarse engañar por estos llamamientos huecos a la unidad!
El deseo de los estadounidenses de a pie por la unidad en tiempos de crisis es natural y comprensible. Pero sólo hay una forma de unidad que ofrezca un camino por delante a la mayoría: la unidad de los trabajadores contra la unidad de la patronal. Bajo la presión de los medios de comunicación y sin una perspectiva política de los trabajadores, muchas personas que se consideran a sí mismas de izquierda pierden sus puntos de referencia políticos cuando tienen lugar las elecciones. Sin embargo, mediante la aplicación del método marxista, manteniendo el panorama en mente en todo momento, y sosteniendo el dedo en el pulso real de la clase obrera y de sus organizaciones de masas, vamos a navegar las aguas turbulentas venideras y construiremos un movimiento de masas y una alternativa política que pueda luchar y ganar.
Muchas lecciones se han aprendido en estos últimos cuatro años. Incluso tendrán lugar las transformaciones más profundas en las condiciones y en la conciencia durante el segundo mandato de Obama. Esto nos da cuatro años para construir un partido laborista con el que no solo podamos luchar sino también ganar.
EEUU sigue cambiando. Los próximos 4 años no serán una mera repetición de los 4 anteriores. El segundo mandato de Obama no será una simple continuación del primero. Desde que Obama fue elegido en 2008 hemos visto la ocupación de la fábrica Republic, el movimiento de masas en Wisconsin, Occupy Wall Street, y las huelgas modestas pero importantes de los estibadores de Longview, WA, los maestros de Chicago, y los trabajadores de Wal-Mart, por no hablar la revolución árabe, la crisis de la zona euro, y la continuación de la revolución latinoamericana.
Incluso los cambios más grandes están aguardándonos para los próximos años. El mundo está preñado de posibilidades revolucionarias. Una noche de alivio para detener a Romney no detendrá la crisis que está desarrollándose sin descanso. Los acontecimientos mundiales seguirán haciendo incursiones en la conciencia de los estadounidenses. Todo cambia. La acumulación de descontento va a estallar en la superficie cuando menos lo esperemos. Como Wisconsin. Como Occupy. Ellos fueron el comienzo del comienzo. Incluso los acontecimientos más dramáticos están en el horizonte. Así que sí, las cosas “siguen igual” ahora, como lo eran antes de la elección. Pero al mismo tiempo, son muy diferentes.
¡Luchemos por un partido laborista!
¡Luchemos por el socialismo!
¡Únete a la Liga Internacional de los Trabajadores (WIL) para luchar por esta perspectiva!