En esta entrega sobre la conmemoración del centenario de Lenin abordamos su papel en la creación de la Internacional Comunista, fundada en Moscú en 1919. Lenin fue un profundo internacionalista, que veía en la Revolución Rusa el primer eslabón de una cadena de revoluciones socialistas por todo el mundo. La Internacional Comunista debía servir para alcanzar ese objetivo, Como comunista consecuente, su anhelo no era una Rusia socialista, sino un mundo socialista. Publicamos aquí un artículo de Rob Sewell que aborda el papel de Lenin en esta tarea.
Del 2 al 6 de marzo de 1919, se celebró en Moscú el primer congreso de la Tercera Internacional. Desde su nacimiento, la Internacional Comunista se convirtió en una escuela vital de ideas y estrategias revolucionarias para el proletariado mundial. Es imprescindible para los comunistas de hoy estudiar todas las lecciones de su fundación e historia, en nuestra tarea de reconstruir el Partido mundial de la revolución.
Primera y Segunda Internacional
La Tercera Internacional nació de la gran traición de la Primera Guerra Mundial y de los electrizantes acontecimientos de la Revolución rusa de octubre de 1917. Como lo indica su nombre, hubo dos internacionales anteriores , una primera y una segunda, en cuya historia podemos rastrear la evolución y continuidad del marxismo.
La Primera Internacional (Asociación Internacional de los Trabajadores) fue fundada con la participación directa de Marx y Engels en 1864. Este organismo, aunque relativamente pequeño, sentó las bases de la lucha de la clase obrera por el socialismo internacional. Sin embargo, fue víctima de la reacción que se extendió por toda Europa tras la derrota de la Comuna de París en 1871, disolviéndose finalmente en 1876.
Poco más de una década después, Engels participó en la fundación de la Segunda Internacional en 1889. A diferencia de su precursora, ésta estaba formada por partidos obreros de masas. Sin embargo, la Internacional se construyó durante un periodo de auge general del capitalismo, en el que no hubo batallas revolucionarias.
Esto condujo a una degeneración oportunista en su dirección. Con el tiempo, la lucha revolucionaria fue relegada a un segundo plano en favor de la lucha por las reformas. Pero, como argumentó Rosa Luxemburgo, la cuestión de la reforma y la revolución deberían haber estado inextricablemente unidas y no divididas en luchas separadas.
Al final, este oportunismo condujo a la traición de agosto de 1914, cuando los dirigentes socialistas abandonaron el internacionalismo y se aliaron con sus propias clases dominantes en la guerra mundial que siguió.
Zimmerwald
A raíz de esta debacle, los internacionalistas que se mantuvieron firmes en las ideas de la revolución mundial quedaron reducidos a un puñado minúsculo. Entre ellos se encontraban Lenin y Trotsky en Rusia, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania, John MacLean en Escocia, James Connolly en Irlanda, y otros.
Cuando se celebró su primera reunión en 1915 en Zimmerwald, Lenin bromeó diciendo que los internacionalistas del mundo cabían en dos carruajes. Este pequeño grupo adoptó un manifiesto denunciando la guerra imperialista, rechazando la «defensa nacional» en tal conflicto y llamando a los trabajadores a unirse en una lucha por la paz, la emancipación y el socialismo.
En 1916 se celebró otra reunión en Kienthal. Lenin y los bolcheviques representaban la extrema izquierda tanto en Zimmerwald como en Kienthal. Exigían el abandono de la antigua Segunda Internacional (en contraposición a su reforma) y la creación de una Tercera Internacional. Esta corriente de izquierdas sería la que formaría el núcleo de la nueva internacional en marzo de 1919.
Revolución de Octubre
El punto de inflexión decisivo y el verdadero impulso para la nueva internacional fue la victoria de la Revolución rusa en octubre de 1917. Allí, por primera vez en la historia (además del breve episodio de la Comuna de París), la clase obrera tomó el poder.
La revolución bolchevique nunca fue considerada como un acontecimiento puramente ruso. Aislada, sobre todo en un país tan atrasado, la revolución estaría condenada al fracaso. Los bolcheviques comprendieron que la revolución socialista sólo podía triunfar a escala mundial.
Tras la victoria de la Revolución rusa, la burguesía internacional conspiró de inmediato para aplastar al joven Estado obrero mediante el bloqueo y la fuerza armada. Sin embargo, los acontecimientos revolucionarios en Rusia ayudaron a provocar levantamientos revolucionarios en toda Europa. El más notable de ellos fue la Revolución alemana de noviembre de 1918 , que puso fin a la Primera Guerra Mundial.
A principios de 1919 se declararon repúblicas soviéticas en Baviera y Hungría. A raíz de este período revolucionario, comenzaron a formarse nuevos partidos revolucionarios –los partidos comunistas– en Alemania, Austria, Hungría, los Países Bajos y Polonia. En muchos otros países, las tendencias probolcheviques empezaron a cristalizar en las antiguas organizaciones de masas.
A finales de 1918, los bolcheviques de Rusia habían llegado a la conclusión de que había llegado el momento de lanzar una nueva internacional revolucionaria, libre del oportunismo y las traiciones de la Segunda Internacional. Millones de trabajadores en todo el mundo empezaban a ver en la Revolución bolchevique una salida a la carnicería de la Primera Guerra Mundial y la crisis del capitalismo.
Para aprovechar la situación, Lenin propuso organizar una conferencia internacional e invitar sólo a aquellos que:
1) “defienden resueltamente la ruptura con los socialpatriotas (es decir, las personas que, directa o indirectamente, apoyaron a los gobiernos burgueses durante la guerra imperialista de 1914-1918);
2) “están por la revolución socialista ahora y por la dictadura del proletariado;
3) “están a favor del “Poder soviético” como un tipo de gobierno “superior y más próximo al socialismo”.
Cimientos
El Partido Comunista de Alemania se había formado a finales de diciembre y era el más fuerte y prestigioso de los partidos comunistas fuera de Rusia. Recientemente había sido declarado ilegal, como consecuencia de la “Semana Espartaquista” y sus dos principales dirigentes, Luxemburgo y Liebknecht, habían sido asesinados.
Su formación fue decisiva para el lanzamiento de la Tercera Internacional Aunque la dirección del partido tenía serias reservas sobre el momento de la fundación de la nueva internacional, éstas se superaron mediante el debate y finalmente ningún delegado se opuso.
La tarea del congreso fundador de la Tercera Internacional era acabar con toda la confusión y redefinir los principios del socialismo internacional, que habían sido traicionados por los antiguos dirigentes. Fueron ellos quienes salvaron al capitalismo.
La Tercera Internacional nació como respuesta a esta traición. La oleada revolucionaria que recorría Europa clamaba por una verdadera dirección revolucionaria.
El congreso se puso manos a la obra. Sus principales discusiones se centraron en la etapa actual del capitalismo, el carácter del reformismo y las formas que adoptaría la revolución proletaria.
La Tercera Internacional no se consideraba una competidora de la Segunda Internacional, que aún existía, sino su sucesora. Se construyó sobre los fundamentos teóricos y el trabajo de la Primera y la Segunda Internacional.
“La importancia histórica de la Tercera Internacional Comunista consiste en haber comenzado a dar vida a la consigna cardinal de Marx, consigna que resume el desarrollo secular del socialismo y del movimiento obrero, consigna que se expresa en el concepto de la dictadura del proletariado”, explicó Lenin.
“Esta previsión y esta teoría –la previsión y la teoría de un genio– se están haciendo realidad… Ha comenzado una nueva era en la historia mundial.”
Lenin y Trotsky
Una Internacional es, ante todo, un programa, unas ideas y unas tradiciones, y, sólo en segundo lugar, una organización para llevarlas a la práctica. Eran éstas las que había que aclarar y defender.
La Internacional adoptó el título de “comunista” para diferenciarse de los socialdemócratas, que habían traicionado al socialismo. Fue un regreso a las tradiciones comunistas de Marx y Engels y al Manifiesto Comunista: una bandera limpia.
Como era de esperar, dado el prestigio de la Revolución Rusa de Octubre, la influencia de los dirigentes rusos fue inmensa. Lenin y Trotsky dieron los principales informes políticos, que abordaban las cuestiones fundamentales.
El informe sobre las Tesis sobre la democracia burguesa y la dictadura del proletariado fue elaborado por Lenin. Trotsky fue autor y presentador del Manifiesto de la Internacional Comunista al Proletariado del Mundo.
Lenin explicó que el concepto de “democracia” carecía de sentido si no se explicaba su contenido de clase. Incluso el Estado más democrático no es más que una tapadera para la represión de la clase obrera por parte de un puñado de capitalistas. La tarea de los comunistas era sustituir el Estado capitalista por un Estado que sirviera a los intereses de los trabajadores. Éste, explicó Lenin, debía basarse en los principios de la Comuna de París: “La Comuna de París dio el primer paso trascendental en este camino. El sistema soviético ha dado el segundo”.
Poder soviético
Los soviets no fueron una invención de los bolcheviques, sino un producto de la autoorganización de la clase obrera. Soviet es simplemente la palabra rusa que designa a un consejo obrero.
“La destrucción del poder estatal es el objetivo que se han propuesto todos los socialistas, incluido Marx en primer lugar”, afirmaba Lenin. “La democracia auténtica, es decir, la libertad y la igualdad, no es posible sin la realización de este objetivo. Pero su realización práctica sólo es posible mediante la democracia soviética o proletaria, pues al incorporar a las organizaciones de masas de los trabajadores a una participación constante e indefectible en la administración del Estado, comienza inmediatamente a preparar la desaparición completa del Estado”.
En contraposición a la dictadura del capital, los bolcheviques planteaban la frase de Marx sobre la dictadura del proletariado. Por supuesto, el término «dictadura» tiene hoy un significado totalmente diferente al que le daban Marx o Lenin. Con el ascenso de las dictaduras totalitarias en los años 30 del siglo pasado, su significado cambió. Hoy, en lugar de utilizar el término «dictadura del proletariado», utilizaríamos el término «democracia obrera».
Así fue como el Partido Bolchevique inscribió en su programa de 1919 las famosas cuatro condiciones para el poder soviético:
- Elecciones libres y democráticas con derecho a revocación de todos los cargos.
- Ningún funcionario recibirá un salario mayor que el de un trabajador cualificado.
- No a un ejército permanente sino el pueblo armado.
- Poco a poco, todas las tareas de gestión del Estado deben ser desempeñadas por todos, por turnos. “Cuando todos son burócratas, nadie puede serlo”.
Revolución mundial
Trotsky se dirigió al congreso y trazó un Manifiesto de la revolución mundial. “Nuestra tarea es generalizar la experiencia revolucionaria de la clase obrera”, dijo, “purgar el movimiento de la corrosiva mezcla de oportunismo y socialpatriotismo, unificar los esfuerzos de todos los partidos revolucionarios genuinos del proletariado mundial y, de ese modo, facilitar y acelerar la victoria de la revolución comunista en todo el mundo”.
Lenin resumió la confianza del Primer Congreso de la Tercera Internacional en sus palabras de clausura:
“Por más que se enfurezca la burguesía del mundo entero… todo esto no servirá de nada. Sólo servirá para ilustrar a las masas, para ayudarlas a librarse de los viejos prejuicios democrático-burgueses y para templarlas en la lucha. La victoria de la revolución proletaria a escala mundial está asegurada. La fundación de una república soviética internacional está en camino.”
El Primer Congreso fue seguido cada año por un Congreso Mundial que condujo a la construcción de un arsenal teórico del marxismo revolucionario: contra el ultraizquierdismo; la necesidad de un frente único, la necesidad de partidos comunistas de masas; y toda una serie de otras cuestiones importantes.
La Tercera Internacional fue una gran escuela donde se discutieron ideas y se acordó una posición común. Sus cuatro primeros congresos marcaron un hito. Después, con la derrota de la revolución alemana en 1923 y la muerte de Lenin en 1924, la revolución rusa quedó aislada. En condiciones de atraso económico, esto condujo al ascenso del estalinismo.
La adopción de la teoría menchevique del «socialismo en un solo país» tuvo como consecuencia una degeneración reformista y nacionalista de la Tercera Internacional. De ser la vanguardia de la revolución mundial, la Internacional, bajo el mando de Stalin y su camarilla, fue depurada de sus mejores elementos y se convirtió en una mera herramienta de la política exterior estalinista.
Esto condujo a un desastre tras otro: en China, Alemania, España y otros lugares. Finalmente, en 1943, en un gesto hacia los aliados, Stalin disolvió formalmente la Internacional Comunista.
Hoy, la crisis del capitalismo se profundiza y los acontecimientos revolucionarios están a la orden del día. Los grandes días de la Tercera Internacional de 1919-1923 volverán a vivirse. Una nueva generación debe aprender las lecciones de esta valiosa experiencia. Debemos prepararnos para los acontecimientos que se avecinan. Al igual que la Tercera Internacional, en nuestra bandera inscribimos: ¡Trabajadores del mundo, uníos!