El Norte argentino y un yaguareté de resistencia ante los intereses geopolíticos del imperialismo

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Un yaguareté de inespecífica morfología, resalta en su trazo delante de una selva idílica del norte tropical, en el nuevo billete de $500- del Banco Central de la República Argentina. El félido silvestre más grande de América, ícono de Avá-Guaraníes, Mbyá, Chané, Kollas entre otras etnias en el norte argentino, se ha ponderado un símbolo también de luchas sociales campesinas, de grupos guerrilleros de los ‘70 (por ej., los “uturuncos”, esto es jaguar en idioma runasimi de los Quechuas) y mucho antes de las viejas montoneras y guerrillas gauchas por la emancipación y la recuperación de los territorios usurpados por virreyes y terratenientes.

El billete presentado por el Banco Central el 29 de junio pasado, con maquetas idílicas alusivas al yaguareté y la selva, en el hall de la entidad. Fue muy celebrado por organizaciones ambientales de corte liberal, por la difusión ambiental masiva que implicaría hacia la sociedad civil, una de las especies de carnívoro más amenazada de extinción por la alta tasa de pérdida de hábitat y remoción de individuos en el país. Sin embargo en términos prácticos más allá de lo discursivo y totémico, la gran devaluación de la economía argentina graficada en el papel de $500- va de la mano con la apertura álgida nuevamente a la concentración por capitales extranjeros de las tierras-mediante el decreto reglamentario 820/16- y la deforestación extensiva que lleva a cabo el gobierno del empresario Mauricio Macri; se erigen estos, no solo como una amenaza directa a la supervivencia del yaguareté como especie en el territorio nacional, sino va en detrimento además de la existencia de comunidades campesinas aborígenes y criollas que viven consustanciadas con los bosques y el territorio.

Del icónico yaguareté de las viejas luchas campesinas a la entrega del norte a los intereses imperialistas

El yaguareté tan grávido en las luchas sociales de las comunidades con mayor sentido de pertenencia del norte argentino, aún un símbolo de lucha y resistencia en la danza ritual del Areté-Guazú de los Avá-Guaraníes contra el toro de los conquistadores españoles-como figura foránea y avasallante-; se pretende ahora anulado en su simbolismo en manos del capitalismo más rancio y sus manipulaciones culturales e históricas.

En los últimos meses las comunidades Avá y Kollas del Departamento de Orán- en la provincia de Salta- vivieron nuevamente el hostigamiento en sus territorios por parte del Ingenio azucarero Tabacal -de capitales norteamericanos y chinos-. Así también en la región del Gran Chaco argentino, los desalojos violentos en manos de grupos armados de los terratenientes nacionales de los agro-negocios (i.e., incluido el Grupo Macri y referentes de la Sociedad Rural Argentina) han aumentado. El poder judicial burgués legitima estos avasallamientos mediante la judicialización de la problemática en detrimento de las comunidades y la consiguiente persecución policial de sus líderes.

Mediante el empobrecimiento en diversidad biológica de los bosques-por el aislamiento a causa de la deforestación extensiva- y el consiguiente despojo territorial de las comunidades, la matriz desarrollista incorpora nuevos territorios a la agricultura mecanizada; y el Estado funcional a este proceso, ubica en ejidos con condiciones mínimas de salud pública y educación a aborígenes y campesinos. Entonces de “buena intención” gubernamental pasan a ser desplazados y engrosar los cordones de pobreza de barrios populosos y marginales de las ciudades y localidades del norte, y los antiguos territorios comunales absorbidos por la dinámica del benchmarking norteamericano (compra y venta de territorios con biodiversidad incluida, en la lógica de escuela de negocios de Harvard).

En la región chaqueña de la provincia de Santiago del Estero, la posesión y la concentración de las tierras se ha acentuado inclusive con la gobernación kirchnerista de Claudia Ledesma Abdala, mucho más que en Salta. Los primeros días del mes de Julio, la Comunidad campesina Iaku-Cachi-Bajo Hondo (dentro de la agrupación social del MOCASE-Vía Campesina) sufrió nuevamente el acoso de las “guardias blancas” armadas de los terratenientes sojeros-y de la lógica de sustentabilidad de las corporaciones de los agro-negocios de Monsanto, Syngenta y Cargill-. En el intento de desalojo, el pasado 8 de Julio, mediante el uso de la fuerza por parte de estos grupos de tareas, llegó la orden judicial de restitución del territorio a la comunidad de Iaku-Cachi por parte del terrateniente sojero Orlando Canido. Sin embargo consustanciados con la pasividad policial, el grupo de tareas de Canido quemó los ranchos y mató a los animales de granja de la comunidad. Los crímenes contra campesinos y aborígenes se vienen sucediendo en la transversalidad de un norte postergado. Cuyo último recurso social es la tierra y el agua, cuando han sido concedidos ya, sus recursos hidrocarburíferos y mineros a capitales extranjeros.

El desalojo de los territorios y la puesta en marcha del desarrollismo capitalista no son hechos aislados o fragmentarios. Responde a la lógica de los latifundios neo-feudales alienados a los intereses norteamericanos en la región.

Desde el golpe blando a Fernando Lugo en el Paraguay, -y su política de dejar hacer- habiendo sido Lugo cercano a los gobiernos reformistas de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la arremetida del imperialismo norteamericano ha impactado fuerte en la región. Sin embargo, tanto el ALBA como la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) no fueron lo suficientemente enérgicas en su condena al golpe institucional y con su pasividad terminaron legitimando el proceso. Lugo había -aunque moderadamente- frenado las intenciones del Departamento de Estado norteamericano de la instalación de una nueva base militar en Mariscal Estigarribia-en el chaco paraguayo- y así también, había comenzado a afectar los intereses de Monsanto y Syngenta. Esto abrió las puertas al “golpe institucional” posterior, donde estuvieron implicadas las Corporaciones y la Embajada norteamericana. Estableciendo en Paraguay, una acentuación geopolítica de “país satélite”, entre dos gobiernos reformistas de izquierda como Bolivia y Brasil.

En mayo pasado, el presidente M. Macri recibe en visita oficial al presidente Barack Obama, y se visualiza el umbral a los Tratados de Libre Comercio del Pacífico pero también a la injerencia norteamericana más allá de Paraguay. La instalación de una base militar en territorio argentino en la provincia de Misiones comienza a materializarse, lo que implica además el control del acuífero guaraní -la tercera reserva de agua dulce en el mundo en el subsuelo del territorio del sur de Brasil, Paraguay y el litoral argentino-. Y otra base militar norteamericana en el continente austral, en Tierra del Fuego. El imperialismo norteamericano entonces, pondera la lucha contra el “narcotráfico”, el “terrorismo” y la cooperación científica con Argentina para el establecimiento de las mismas. El control del Estado argentino y el entreguismo de la burguesía local alcanzan niveles tan obscenos, que la DEA (Agencia Antinarcóticos norteamericana) tiene en el norte, inclusive oficinas dentro de las jefaturas de policías provinciales y federales.

El Norte Grande: un futuro de acentuación de la entrega al imperialismo

No cabe duda, que el futuro del Norte Grande (Noroeste y Noreste) de Argentina, se encuentra traccionado intensamente entre quienes plantean un desarrollismo-altamente extractivista o la marginalización de sus economías regionales y la cesión de territorios a capitales extranjeros. Consecuente esta visión genuflexa, con el fuerte deterioro socio-ambiental de la región.

Sin lugar a dudas, el futuro político de Argentina está enraizado a la crisis mundial capitalista de 2008. Las perspectivas futuras de alienamiento total con la hegemonía imperialista y el Tratado del Pacífico- políticamente peligrosa por la subordinación a raja tabla de las burguesías criollas y los Estadosa merced de las corporaciones y en detrimento de la sociedad civil y comunitarios a los cuáles, incluso se los condicionaría fuertemente en su accionar civil o de protesta para proteger el empleo, la salud o el ambiente-, impactarán también negativamente en las dirigencias conservadoras del norte grande y va a materializarse en retrocesos cualitativos de las conquistas sociales logradas durante el kirchnerismo.

Es el yaguareté entonces, más allá de vagas delineaciones gráficas, un símbolo de la resistencia campesina que vendrá, de las luchas más sentidas por las comunidades y los trabajadores ante la nueva arremetida imperialista por el control del territorio y la expoliación de los recursos naturales. El problema es una economía en crisis; una democracia fundada en el capitalismo que niega los derechos más elementales de las masas. En las antípodas, una economía planificada, una democracia obrera y socialista, solo puede brindarnos un salto sustancial en el desarrollo sostenible de la región norte.