EL MARXISMO Y EL DESARROLLO HISTORICO DE LA SITUACION INTERNACIONAL

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Colas para adquirir productos básicos en 1973 Ahora la situación europea está cambiando. Se han ido acumulando profundas contradicciones. Estamos en un período de insurrecciones, cambios bruscos y giros repentinos en todos los continentes y países. La recesión mundial de 1974-75 ha sido mucho más profunda que las demás crisis pequeñas del período de la posguerra. Por primera vez ha aparecido simultáneamente el desempleo de masas en todos los países de la OCDE y la recesión es prácticamente universal en los países industrialmente desarrollados.ados.

A propósito de la situación revolucionaria en la península ibérica de 1975

El marxismo sería una teoría muy simple si se limitase a repetir las ideas del pasado. Los sectarios y los oportunistas de los distintos grupos, ignoran los métodos y los principios que mantienen validez y que se pueden sacar incalculables lecciones de las obras de los grandes clásicos. Repiten unas cuantas frases escogidas del pasado y piensan que eso los convierte en brillantes estrategas. Las obras de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, representan para nosotros una herencia preciosa y debemos animar a los compañeros jóvenes a que las lean asiduamente. Pero no representan un esquema acabado del proceso histórico.

Debido a la traición del reformismo y el estalinismo, los verdaderos marxistas quedaron reducidos a una pequeña minoría. Trotsky hubiese podido afirmar efectivamente, al igual que lo hizo Marx, que había sembrado dragones pero que ni siquiera había recogido pulgas, sino microbios peligrosos. Después de la II Guerra Mundial, las camarillas de Hansen y el SWP, Mandel, Pablo, Healy, Maitain y Lambert, han sido totalmente incapaces de orientar y reorientarse en el desarrollo de los acontecimientos. La revolución, que es la prueba crucial para los revolucionarios, los ha tomado desprevenidos. Fueron totalmente incapaces de comprender los acontecimientos de 1944 en Grecia, el desarrollo de los estados estalinistas en el este europeo, las revoluciones en China y Cuba, las transformaciones de Siria y Birmania, y el movimiento de 1968 en Francia. Ahora, como era de prever, no tienen la más mínima comprensión del desarrollo de la revolución en Etiopía y menos aún en Portugal. No sirven para nada, excepto para sembrar la confusión entre los estudiantes que constituyen su principal apoyo. Sin embargo, trataremos algunas de sus ideas sobre Portugal.

La interrelación entre los factores objetivos y subjetivos en la historia ha ocupado bastantes páginas en los textos marxistas. Es precisamente la ausencia de una fuerte Internacional Revolucionaria -debido a la degeneración de la III Internacional- lo que explica el desarrollo peculiar de la revolución en los países subdesarrollados y los acontecimientos en China, Vietnam y Europa del Este. Sólo el método dialéctico puede ayudarnos a clarificar las contradicciones que se han producido en la última época del desarrollo de la revolución mundial.

Durante un período que duró casi tres décadas, el capitalismo mundial ha desarrollado todas las posibilidades que le quedaban como sistema, no sólo en los países industrializados sino también, en parte, en el mundo subdesarrollado. La tasa de aumento de la producción ha sido de las más altas de la historia. Desde el Holocausto, se han creado cuatro veces más fuerzas productivas que en toda la historia de la humanidad, desde sus inicios hasta la II Guerra Mundial. Precisamente esto dio al sistema capitalista una estabilidad relativa, que permitió la degeneración del estalinismo y el reformismo, lo que a su vez fortaleció el poder del capitalismo.

Pero incluso en la cima del boom económico, la revolución colonial en África, Asia y América Latina, la periferia del capitalismo mundial, fue una indicación de los procesos que más afectarían al corazón capitalista.

La revolución colonial se ha manifestado con formas peculiares y de una manera distorsionada debido a la correlación mundial de fuerzas, la presión de problemas irresolubles bajo el capitalismo -el imperialismo y el latifundismo- y la necesidad urgente de la transformación de la sociedad, para evitar un estancamiento total y la imposición de condiciones feroces de hambre y penuria para las masas. La imposibilidad de desarrollar plenamente las fuerzas productivas bajo el capitalismo-latifundismo se convirtió en el motor de la revolución colonial.

No obstante, sin la existencia de partidos marxistas de masas dinámicos en los países capitalistas industrializados que sirviesen de polo de atracción y ante la ausencia de un solo estado obrero sano, la revolución colonial se ha desarrollado de una manera distorsionada. Bajo el capitalismo no había ninguna salida. La poderosa Revolución China se desarrolló desde el principio en el marco de esta correlación mundial de fuerzas y bajo la influencia del modelo de la Rusia estalinista, que determinó los objetivos de los dirigentes para establecer en China un estado estalinista, aunque contase desde el principio y probablemente también hasta hoy, con el apoyo de los obreros y de la abrumadora mayoría de la población.

Y esto, a su vez, ha dejado su sello en la revolución de los países coloniales. La revolución cubana empezó con una dirección y objetivos democrático burgueses, y terminó organizando una forma de bonapartismo proletario. La revolución etíope, como la de Siria y Birmania, parece desarrollarse en la línea de sectores de oficiales del ejército basados en el apoyo de los trabajadores y campesinos para limpiar el país de feudalismo, además de la impotencia y debilidad de la burguesía que ha demostrado ser incapaz de dirigir la lucha por el desarrollo de una economía moderna. Dado el carácter atrasado del país, la conciencia limitada de la casta militar dirigente la ha llevado a aceptar el “socialismo”, es decir, un sistema de casta burocrático militar similar al modelo de Rusia, China y Cuba, para intentar solucionar los problemas de expansión económica que son tan vitales para el país. El poder económico de Rusia y China, que está liquidando el atraso con una velocidad sorprendente, actúa como un poderoso polo de atracción. No menos atractiva es la organización del “socialismo” y los privilegios de las castas burocrático y militar, que para la intelectualidad y las capas medias del ejército parecen representar un orden natural de la sociedad.

Que el capitalismo, subordinado y colaborador del imperialismo, sea un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas, fue la causa de su destrucción. Como en una versión deformada de la revolución permanente, esta casta de suboficiales se convierte, durante un cierto tiempo, en el agente inconsciente de la historia para llevar a cabo la necesaria estatización de la economía.

Todos estos procesos se deben al retraso de la revolución proletaria en los países desarrollados. Sin embargo, al representar una desintegración de la periferia también minan los cimientos del capitalismo mundial. No es por casualidad que la mayoría de los dictadores y gobernantes bonapartistas de la mayor parte de los países coloniales hayan conseguido su gobierno de independencia en nombre de una forma mítica de “socialismo”. Esto es debido a los profundos efectos que han tenido las revoluciones rusa y china en la conciencia de las masas oprimidas. Pero esto a su vez, durante toda una época, ha fortalecido el poder de la burocracia rusa por encima de las masas rusas. Al mismo tiempo eso ha fortalecido el poder de los partidos reformistas y estalinistas en los países industrializados y profundizado su estrecha visión y degeneración nacionalistas.

En documentos anteriores hemos esbozado las consecuencias de este proceso en el aislamiento del genuino marxismo, es decir, el trotskismo, la pérdida de tradición revolucionaria y la degeneración de las camarillas que dicen representar a la IV Internacional. El proceso ha servido como una especie de reacción en cadena. Cada uno de los factores -el boom en los países industrializados, los estados obreros deformados o distorsionados establecidos en los países coloniales, la degeneración gangrenosa de los partidos obreros de masas- ha actuado para reforzarse y apoyarse mutuamente. Esta es la situación que ha caracterizado a toda una época. Ha sido un círculo vicioso donde un factor reforzaba y tenía tendencia a desarrollar los factores contrarrestantes.

En esta situación, no había ninguna posibilidad de organizar partidos trotskistas de masas, independientemente de los errores estratégicos, tácticos y políticos cometidos por las sectas que se llaman trotskistas. Estos factores objetivos son la principal razón de la debilidad de la tendencia revolucionaria. La destrucción y la degeneración de los grupos autodenominados “trotskistas” fue una consecuencia de este período. Cada vez están más alejados y no tienen la más mínima posibilidad de convertirse en organizaciones de masas de la clase obrera.

En este período incluso en gran parte se ha perdido la tradición del trotskismo. Las ideas que más atrajeron a los pequeños burgueses radicalizados fueron las del castrismo y el guevarismo. La oposición de izquierda en los partidos comunistas evolucionó también en la misma dirección, no sólo en el mundo colonial o ex-colonial, también en los países industrializados con poderosas clases obreras.

La revolución europea ha comenzado

Ahora la situación europea está cambiando. Se han ido acumulando profundas contradicciones. Estamos en un período de insurrecciones, cambios bruscos y giros repentinos en todos los continentes y países.

La recesión mundial de 1974-75 ha sido mucho más profunda que las demás crisis pequeñas del período de la posguerra. Por primera vez ha aparecido simultáneamente el desempleo de masas en todos los países de la OCDE y la recesión es prácticamente universal en los países industrialmente desarrollados.

La tasa de beneficio ha caído en todos estos países, como ha ocurrido con la inversión. Con el colapso de la ilusión en el enriquecimiento permanente de “todas las clases”, la inflación universal y ahora la recesión económica han conseguido que a los capitalistas se les pase la borrachera (y el reflejo de sus ideas en las teorías de los partidos comunistas, reformistas de derecha e izquierda, Mandel y el Secretariado Internacional sobre las posibilidades de que los capitalistas superasen sus problemas gracias al “gasto público” (Mandel) o la “economía permanente de armamento” (Cliff), etc.) y es el inicio del pánico dentro de la clase dominante y sus estrategas.

Los representantes y estrategas del gran capital tienen más miedo que nunca ante el futuro de los acontecimientos, el pánico está motivado por la desfavorable correlación mundial de fuerzas, y por encima de todos los factores, el aplastante potencial de la clase obrera mundial.

Uno de los factores clave del desarrollo de la revolución es la desmoralización de la propia clase dominante. Actualmente, en los países decisivos del capitalismo han aparecido fisuras y divisiones en el seno de la clase dominante. Miran con terror los procesos que están teniendo lugar en Europa y el resto del mundo. El estado capitalista más poderoso de todos, EEUU, que pensaba que tenía por delante un siglo de dominación mundial, que se sentían el policía de los países coloniales y capitalistas, está tan desmoralizado como el resto.

La derrota en Indochina contra la guerra (deformada) de liberación nacional y social es la primera derrota del imperialismo estadounidense en una guerra. A pesar de gastar la increíble cantidad de 300.000 millones de dólares en quince años, en armas y ayuda para sus títeres, a pesar de todos los ingenios diabólicos, las armas químicas y bacteriológicas, la cantidad de bombas, la mayor cantidad utilizada nunca antes en una guerra, incluida la II Guerra Mundial, el imperialismo norteamericano ha tenido que retirarse.

La razón fue la resistencia de las masas campesinas, que impulsó la oposición y la resistencia del pueblo norteamericano a la guerra. ¡El ejército estadounidense llegó a estar más desmoralizado que incluso el ejército zarista en 1917! Si hubiera existido un partido revolucionario de masas en EEUU, esta situación y la derrota en la guerra habrían creado una situación revolucionaria, como ocurrió con un fracaso bélico similar en una de las potencias imperialistas más débiles: Portugal.

El imperialismo norteamericano tuvo que aceptar la retirada a regañadientes, con una situación de 8 a 10 millones de desocupados, la tasa de desempleo más alta del período de la posguerra. Un símbolo de este momento fue el episodio del Mayaguez. Incapaz de intervenir por mas tiempo contra la revolución (incluso distorsionada) en Vietnam, Camboya y Laos, debido a la oposición de masas de la población estadounidense (la clase media y los trabajadores avanzados), el imperialismo se vengó aplicando toda la fuerza de su poder en el asunto insignificante de un barco capturado y que se podría haber solucionado fácilmente por vía diplomática. Este incidente costó la vida de 40 o 50 soldados norteamericanos. Fue un asunto similar al escape del destructor británico Amehtyst del río Yangtse en 1949, cuando el Ejército Rojo chino ocupó la costa china, que la prensa capitalista británica calificó como una victoria. Pero al menos en ese caso no hubo derramamiento de sangre.

La clase dominante norteamericana, la más poderosa pero también la más ignorante de todas las burguesía de los principales países capitalistas, quería demostrar a los sectores histéricos y xenófobos de la pequeña burguesía patriotera, que todavía tenían un enorme poder y que podían utilizarlo cuando fuera necesario. ¡Es como el cazador que escapa del león y luego intenta demostrar su valor matando una mosca! En realidad, la clase dominante estadounidense en gran parte se había agotado en las junglas vietnamitas y era, por tanto, incapaz de intervenir militarmente en la revolución griega y especialmente en la portuguesa. Y esto a pesar de las discretas y encubiertas propuestas de los imperialistas europeos. Los imperialistas norteamericanos respondieron de una forma ruda: “¡después de ti Jack!”

El desarrollo de la revolución en el Mediterráneo europeo no es más que el ensayo general para acontecimientos similares en todos los países capitalistas europeos. Mucho antes de que se realice el sueño utópico y reaccionario de un superestado europeo (el Mercado Común Europeo, la integración económica, monetaria y política en un solo estado, que en cualquier caso es una remota posibilidad), todos estos estados experimentarán convulsiones revolucionarias. La parálisis de la clase dominante italiana, que durante cinco años ha vivido una crisis revolucionaria sin precedentes, es debida a su miedo a provocar la intervención revolucionaria de las masas contra cualquier intento visible de instaurar una dictadura militar. Durante dos o tres años, un período más largo que el de Mussolini entre 1920-22, los neofascistas han llevado a cabo provocaciones contra los partidos obreros y sindicalistas. En número, son más fuertes que las bandas de pequeño burgueses, lúmpemproletarios e incluso algunos obreros atrasados que formaban las bandas de matones de Mussolini.

Han recibido la misma colaboración de los ministros de la coalición de gobierno democrático cristiana (en un gobierno de frente popular) que obtuvo Mussolini de su predecesor, el Partido Popular Católico. Los ministros de justicia e interior, las cabezas de las fuerzas armadas y la policía, actuaron mano a mano con la conspiración fascista. Los asesinos y las bandas amadas del MSI (Movimiento Social Italiano) e incluso grupos locos, han asesinado y puesto bombas casi impunemente. Lo han hecho con la total colaboración de las fuerzas del estado.

A pesar de todo, la situación prerrevolucionaria se ha prolongado. No se ha transformado en revolucionaria debido a la política de la dirección de los partidos obreros y sindicatos que ha paralizado la iniciativa de las masas y malgastado sus energías con una serie de huelgas nacionales y generales de 24 horas o incluso más cortas, contra las provocaciones de los fascistas. En esto repiten los errores de sus predecesores, que prepararon el camino para la victoria de los fascistas.

A pesar de todo, esta situación es diferente. Esto se puede ver en los propósitos de la chuma fascista que intenta organizar el caos y la anarquía en Italia. No es como en la época de Mussolini -el poder para los fascistas- sino la creación de las condiciones para la intervención del ejército y un golpe de estado militar. Banqueros e industriales han declarado que la situación es “intolerable” y hablan abiertamente de la necesidad de un golpe militar para “restaurar el orden”, es decir, destruir los derechos y las organizaciones de la clase obrera.

Todo está preparado… los generales se han demorado. Temen que el ejército se les deshaga en las manos. Los reclutas obreros y campesinos uniformados no aceptarán una dictadura militar.

La clase obrera en Italia, como en toda Europa, es mil veces más fuerte que antes de la guerra. La clase dirigente es más débil en número y fuerza. La relación de fuerzas entre los capitalistas y el proletariado es más favorable a éste último. La clase obrera en número, cohesión y papel social tiene una posición dominante en las sociedades italiana y europea en general (e incluso en los países coloniales y semicoloniales). Así, los representantes del capital posponen continuamente el desenlace en Italia, porque temen que provoque una reacción por parte del proletariado y una situación como la de España en julio de 1936, con un contexto incluso más desfavorable para el capital nacional e internacionalmente. Pero al final, la clase dominante tendrá que jugárselo todo para aplastar a los trabajadores. Están esperando una situación favorable, posiblemente después de que un frente popular revele su incapacidad para resolver los problemas del pueblo italiano. En un momento de reflujo del movimiento obrero o posiblemente incluso con una ofensiva renovada, bajo el abrigo del frente popular, puede desarrollarse una conspiración militar y capitalista.

Con el colapso de las dictaduras policiaco-militares en Grecia y Portugal y la próxima caída del régimen franquista en España, se abre un nuevo período en la historia europea y mundial. La previsión de Trotsky sobre el surgimiento de una oleada revolucionaria después de la II Guerra Mundial, en realidad se confirmó con los enormes movimientos del proletariado en el este y el oeste de Europa, y las repercusiones revolucionarias en cadena en el mundo colonial.

La frustración de la revolución por parte de los estalinistas y los reformistas en Europa occidental, sentó las bases políticas para la recuperación económica y esto, a su vez, llevó a la consolidación del estalinismo en Rusia, Europa del este y China. La recuperación económica del capitalismo occidental alcanzó un nivel más alto que en cualquier otro período de la historia, pero al mismo tiempo marcó el comienzo del crepúsculo del capitalismo mundial. El poder potencial de la clase obrera mundial ha aumentado hasta alcanzar niveles desconocidos en la historia. A pesar del auge y, en cierta forma a causa suya, la vitalidad del capitalismo mundial ha ido disminuyendo. El escándalo de la contaminación medioambiental, la decadencia de la moral burguesa con relación a la familia, la rebelión de la juventud, el giro a la izquierda de los estudiantes que ha sido un fenómeno mundial… todos estos factores son indicaciones de una crisis de la sociedad burguesa que desafía la existencia misma del capitalismo.

La primera recesión profunda y universal, ha sacudido los cimientos del capitalismo. La plaga del desempleo de masas en la mayoría de los países sólo ha debilitado temporalmente la inflación. Estos dos males, en un momento de capacidad productiva, técnica y científica sin paralelos, están sacudiendo los pilares del capitalismo.

El despertar de la conciencia nacional de los pueblos coloniales, a pesar de la superioridad técnica y militar de las potencias capitalistas, ha vuelto impotentes a las potencias imperialistas. Para sofocar este movimiento EEUU asumió el papel de policía militar en Vietnam, después de la derrota de Francia, y sufrió un revés mortal. Ahora, los imperialistas han sido incapaces de intervenir contra la revolución colonial, o lo que es todavía más peligroso, contra la revolución en Portugal y España.

Incluso antes de la próxima oleada revolucionaria, ha desaparecido la confianza de la burguesía en la vitalidad y la permanencia de su sistema. Ve el mundo con pesimismo. Es significativo que el imperialismo más fuerte (el estadounidense) y el más débil (el portugués), se encuentren los dos en un callejón sin salida debido a las guerras coloniales. La desintegración de los ejércitos de ambas potencias fue una expresión del final de la cara progresista que había manifestado el capitalismo en el pasado, aunque fuese a costa de utilizar medios sangrientos y reaccionarios.

Después de las revoluciones griega y portuguesa, y del colapso inminente del régimen de Franco, por primera vez en treinta años veremos que en la Europa capitalista no hay una sola dictadura policiaco-militar o un gobierno autocrático. Esto no es una expresión de fuerza, como podría parecer a primera vista, sino de la creciente debilidad de la burguesía.

El tremendo significado social, económico y político de este hecho es debido a la presión del proletariado que ha acumulado un poder potencial impresionante. Si el sistema capitalista tiene alguna base en Europa, se debe solamente a la completa ceguera, pesimismo, cobardía, estupidez absoluta y falta de perspectivas de las direcciones del proletariado. En un período de decadencia y desorientación de la clase gobernante, se han fundido con el aparato y la maquinaria estatal de la fachada democrática del capitalismo. Los dirigentes sindicales, comunistas y socialistas han perdido en el período de “prosperidad” toda la confianza en el poder y la capacidad de la clase obrera. Como se han elevado por encima de la clase trabajadora, miran a los obreros con desprecio y, como consecuencia, buscan compromisos con la clase gobernante.

Los estrategas del capital entienden mucho mejor el período al se enfrenta el sistema debido a las fuerzas latentes en las profundidades del proletariado. Por eso tienen malos presentimientos ante los futuros enfrentamientos entre el trabajo y el capital en todos los países capitalistas.

Durante las últimas décadas se han ido acumulando las contradicciones. Las principales son las que existen entre el poder de la clase obrera y la pérfida política de la dirección del proletariado. Las posibilidades objetivas para el derrocamiento del capitalismo y el estalinismo están alcanzando cotas y niveles nuevos. La oleada de revoluciones que se están desarrollando en Europa y en el mundo, pondrán una vez más a prueba a las organizaciones tradicionales de la clase obrera. De dentro de sus filas, entre los luchadores de la clase obrera, saldrán las fuerzas del marxismo leninismo. Fuera de las organizaciones de masas, no se creará nada que pueda resistir la fuerza del tiempo.

Mayo 1975