EL FRAUDE ELECTORAL LLEVA A MÉXICO AL BORDE DE LA REVOLUCIÓN

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México ruge por sus cuatro costados. Los acontecimientos que sacuden México marcarán un punto de inflexión en la historia del país. Durante los meses de julio y agosto las protestas populares contra el escandaloso fraude electoral en las elecciones presidenciales del 2 de julio, que le robaron el triunfo a la izquierda representada por el PRD, han llevado al país al borde la revolución.

El único camino: la lucha por el socialismo

México ruge por sus cuatro costados. Los acontecimientos que sacuden México marcarán un punto de inflexión en la historia del país. Durante los meses de julio y agosto las protestas populares contra el escandaloso fraude electoral en las elecciones presidenciales del 2 de julio, que le robaron el triunfo a la izquierda representada por el PRD, han llevado al país al borde la revolución.
A pesar de todas sus riquezas petrolíferas y de su potencial agrícola, México es un país pobre y entregado al imperialismo norteamericano. Y la responsable de esta situación no es otra que la oligarquía mexicana y sus instrumentos políticos: el Partido de Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

La clase obrera entra en la escena

Las rupturas en el movimiento obrero mexicano, el desgajamiento de la CTM, de numerosos sindicatos que conformaron la Unión Nacional de Trabajadores (UNT); las movilizaciones independientes en los 1º de Mayo que han llenado las calles del centro capitalino de decenas de miles de trabajadores y, sobre todo, las luchas masivas contra los intentos de privatización de la industria petrolera y del sector eléctrico, han moldeado la conciencia de los oprimidos en los últimos años.
Entre mayo y junio de este año 250.000 trabajadores mineros y metalúrgicos llevaron a cabo una huelga contra la intromisión del Estado en la vida interna del sindicato, que costó la vida a varios trabajadores que participaban en la lucha.
El conflicto minero se desarrolló paralelo al de los docentes de Oaxaca que han convertido su lucha en un desafío al Estado, resistiendo una feroz represión policial con varios muertos, y formando una Asamblea Popular que desconoce al gobernador del Estado, Ulises Ruiz, del PRI.
La clase obrera mexicana ha entrado de lleno en la escena. Pero no ha sido solo en el frente industrial. El factor decisivo ha sido su incorporación a la lucha política tomando partido decididamente para garantizar el triunfo electoral del PRD. Y esa decisión ha abierto una crisis de consecuencias revolucionarias.
Utilizando la herramienta que tenían a su alcance, dieron una victoria electoral a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que sin duda fue mucho mayor de lo que el propio aparato del PRD esperaba.
Durante los largos meses de campaña electoral un hecho se destacó por encima de todos: la furia con que la clase dominante atacaba a AMLO en todos los foros públicos del país. Ciertamente AMLO no es ningún líder obrero forjado en la dura escuela de las huelgas, ni jamás ha compartido las ideas del socialismo.
La burguesía mexicana y el imperialismo no temen las ideas de López Obrador, lo que realmente temen es a las masas que lo siguen. Temen que López Obrador, con su discurso y sus promesas, desate un proceso que desborde los límites del capitalismo y amenace el poder de la oligarquía mexicana y los intereses imperialistas en el país, como ocurre en Venezuela y Bolivia.
El fraude masivo perpetrado contra las masas de México no va a salvar a la clase dominante mexicana ni a los imperialistas. La reacción inmediata contra este gigantesco robo ha sido la movilización de masas más grande de la historia del país. 7 millones de trabajadores, campesinos y jóvenes se manifestaron en las principales calles del centro capitalino y de su Zócalo en las jornadas del 9, 16 y 30 de julio.
En todo este proceso, la orientación de AMLO ha sido exigir un nuevo recuento electoral. Para lograr forzar a los tribunales la apertura de los paquetes electorales ha hecho un llamamiento a los trabajadores y oprimidos de México que ha sido respondido como un solo hombre.
Como parte de las maniobras de distracción y para dar más credibilidad al triunfo fraudulento del candidato del PAN, Felipe Calderón, el Tribunal ordenó el recuento de tres millones de votos.

Por un PRD de los trabajadores con un programa socialista

Después de la masiva movilización del 30 de julio, AMLO lanzó la idea de ocupar permanentemente la Capital instalando campamentos con miles de seguidores. Ahora López Obrador ha convocado para el 16 de septiembre a una Convención Nacional Democrática, que "impida" la llegada al poder de Felipe Calderón. Aunque se trata de iniciativas positivas, por sí mismas son insuficientes. Lo que la clase obrera mexicana necesita es una perspectiva revolucionaria y la certeza de que los siguientes pasos serán un avance en la movilización.
Los marxistas mexicanos, agrupados en la Tendencia Militante, han planteado abiertamente en el seno del PRD, en los comités de base organizados contra el fraude, en los campamentos, que es necesario organizar inmediatamente una huelga general de 24 hs con la participación activa de los sindicatos y las organizaciones campesinas de todo México. Una huelga que paralizara la producción de todo el país y sirviese para organizar comités en todas las fábricas y ejidos, como base para movilizar en ese día a millones de trabajadores y campesinos en todas las ciudades y localidades del país, sería una presión decisiva sobre el gobierno y sobre el Estado.
Si en esas circunstancias, la burguesía tampoco cediera y reconociera el triunfo de AMLO, el siguiente paso debería ser la convocatoria de una Huelga general indefinida con ocupaciones de fábricas, empresas y universidades con un llamamiento efectivo a organizar y ampliar los comités de lucha, que deberían convertirse en el embrión del nuevo poder de los trabajadores.
La burguesía mexicana ha sido incapaz de modernizar el país ni de resolver los problemas acuciantes de las masas. Hacer esto implica una ruptura frontal con las relaciones de propiedad capitalistas y la expropiación de los capitalistas y terratenientes mexicanos, y sus aliados imperialistas. Y esa tarea está reservada a la clase obrera mexicana, hoy más fuerte que en ningún momento de su historia, aliada al campesinado pobre y al proletariado agrícola.
Los marxistas mexicanos agrupados en la Tendencia Militante defienden enérgicamente este programa socialista en el seno del PRD. De esta manera se podrá transformar el partido en una auténtica herramienta al servicio de la liberación de los oprimidos de México.