DS se tranforma en un partido burgués. La triste parábola del estalinismo italiano

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Tras la caída del muro de Berlín, el partido comunista más fuerte de Occidente (en 1976 el PCI logró el 34% de los votos) decidía disolverse, abandonar la hoz y el martillo, para transformarse en un partido de la Internacional Socialista. Así fue como nacieron en 1991 los Demócratas de Izquierdas (DS) de los que se separó por la izquierda un sector que dio vida al Partido de la Refundación Comunista (PRC). Tras la caída del muro de Berlín, el partido comunista más fuerte de Occidente (en 1976 el PCI logró el 34% de los votos) decidía disolverse, abandonar la hoz y el martillo, para transformarse en un partido de la Internacional Socialista. Así fue como nacieron en 1991 los Demócratas de Izquierdas (DS) de los que se separó por la izquierda un sector que dio vida al Partido de la Refundación Comunista (PRC).

En tan solo un año, la crisis económica, política e institucional que golpeaba el país iba a poner a prueba a estos dos partidos. La deuda pública rompía el techo del 120% del PIB, la lira se hundía (devaluándose casi en un 30% con respeto a las demás monedas europeas y saliendo del Sistema Monetario Europeo antes de la adopción del euro) y la economía entraba en recesión. Mitad del parlamento se encontraba enjuiciado por corrupción. Tan profundo era el descrédito de los políticos que todos los partidos que habían gobernado Italia durante más de 40 años fueron obligados a disolverse (Democrácia Cristiana, Partido Socialista, los partidos republicanos, el Partido Liberal, el Partido Socialdemócrata).
Si en aquel momento la dirección del antiguo Partido Comunista hubiese propuesto una alternativa de clase, las posibilidades para transformar la sociedad habrían sido enormes. De hecho, DS y PRC eran los únicos partidos de masas que quedaban en pie tras aquella crisis del sistema italiano que pasó a la historia por el nombre de Tangentopoli. Sin embargo, los burócratas de los DS, que habían sido marginados por la burguesía italiana durante cuatro décadas no deseaban otra cosa que aprovechar la ocasión para acreditarse ante Confindustria (la patronal italiana) y hacerse avalar definitivamente como "fuerza responsable de gobierno". "¿Necesita Italia reducir fuertemente el déficit del Estado y los costes laborales? Tranquilos, nosotros trabajaremos por el saneamiento…".
Nacieron así los gobiernos "técnicos" de Giuliano Amato, Azeglio Ciampi, Lamberto Dini, que entre 1992 y 1995 (con el breve paréntesis del primer gobierno de Berlusconi en 1994) atacaron salvajemente las pensiones, los salarios y las condiciones laborales con una verdadera lluvia de contrarreformas apoyadas abiertamente por los DS en el frente político y por la gran confederación CGIL en el frente sindical. Los vergonzosos acuerdos de julio de 1992 y de 1993, firmados por el sindicato mayoritario CGIL provocaron una reacción furiosa de los trabajadores. En el llamado "periodo de las tuercas" no había dirigente sindical que pudiera hablar a una manifestación obrera sin ser sepultado por silbidos, lanzamiento de tomates y de tuercas.
Las manifestaciones obreras entre 1992 y 1995 fueron imponentes y extremadamente radicalizadas. Rifondazione Comunista, que en aquel periodo se mantuvo en la oposición organizando la movilización social, logró en poco tiempo una importante autoridad entre la clase obrera que se expresó en la cosecha de un 8,6% de votos en las elecciones parlamentarias de 1996 (superando el 11% obtenido en las elecciones municipales de 1993 en dos ciudades de fuerte implantación obrera como Milán y Turín). Las manifestaciones de 1995 contra la reforma del gobierno Dini estaban llenas de miles de banderas de Rifondazione Comunista, síntoma evidente que el partido en pocos años había conquistado una hegemonía entre los activistas más combativos, la izquierda sindical y el movimiento de delegados autoconvocados de las fábricas que se oponía a los acuerdos firmados por las tres confederaciones sindicales CGIL, CISL y UIL.

Crecimiento de Refundazione

Entre 1993 y 1995 hubo una transfusión ininterrumpida de activistas y dirigentes obreros que rompían con DS y se pasaban a Rifondazione, entre otros el líder de la izquierda sindical, Fausto Bertinotti, que abandonó pronto al sindicato para asumir la secretaría nacional de Rifondazione Comunista. El ímpetu de las movilizaciones y la voluntad de la clase obrera de combatir a Berlusconi y a la derecha neofascista determinó la victoria electoral del centro-izquierda en las elecciones de 1996.
De esta manera nació el primer gobierno de Romano Prodi. Un gobierno de colaboración de clases entre DS y varios partidos burgueses procedentes en su mayoría de los pedazos de la antigua Democracia Cristiana. Rifondazione Comunista brindaba un apoyo externo, sin entrar en el gobierno. Como había explicado el ala de izquierdas de Rifondazione Comunista, un gobierno de esas características no podía más que continuar y hasta cierto punto profundizar en las políticas antisociales emprendidas por los anteriores gobiernos de Amato, Ciampi y Dini. Y así fue.
En 1998, ante el evidente fracaso del gobierno de Prodi y coincidiendo con el bombardeo de Yugoslavia por la OTAN, Rifondazione retiró su apoyo a Prodi, provocando la caída del gobierno, que volvió a formarse bajo la presidencia de Massimo D"Alema (DS). Eso fue posible gracias a un grupo de diputados escindidos del PRC, liderados por Armando Cossutta, que formaron el (pequeño) Partido de los Comunistas Italianos (PDCI) y permitieron al centro-izquierdas gobernar hasta 2001 bajo las presidencias de D"Alema y Amato.
Las sucesivas indecisiones de Rifondazione Comunista en aquel período contribuyeron a decepcionar las expectativas de cientos de miles de activistas que habían confiado en él, provocando un fuerte debilitamiento de su arraigo entre la clase obrera. A pesar de que el continuo desplazamiento a la derecha de los DS permitiera a Rifondazione mantener cierta base obrera (aunque cada vez menos entusiasta y militante), la anterior participación del PRC en las políticas de colaboración de clases del gobierno contribuyó a desplazar cada vez más a la derecha el eje de la política de los DS.
Un sector de DS, liderado por Walter Veltroni, propuso iniciar la transformación de DS en un partido demócrata en el que pudiesen converger todas aquellas formaciones burguesas que participaban en el centro-izquierda, es decir los pequeños partidos que, a través de un largo proceso de fusiones, formaron luego "la Margarita", el partido de Romano Prodi. Este intento de transformación de los DS fue interrumpido durante casi diez años debido a la confluencia de más factores: la victoria electoral de Berlusconi en 2001 y la vuelta de los DS a la oposición, el ascenso del movimiento obrero entre 2001 y 2003, la oposición al proyecto "demócrata" de la dirección de la CGIL y de su secretario, Sergio Cofferati, que durante dos años impulsó un giro a la izquierda a la política sindical.

Cofferati y el miedo al éxito

Estos factores reforzaron durante años las resistencias del aparato de DS ante las presiones del ala conscientemente burguesa del partido. Otro factor muy importante fue que entre 2001 y 2003 asistimos en Italia a no menos de doce manifestaciones en Roma con más de 200.000 personas en contra de las políticas de la derecha, destacando la de 2 millones, la mayor de la historia italiana, convocada por CGIL en contra de la amenaza de Berlusconi de borrar el artículo 18 del Estatuto de los trabajadores (que los defiende ante los despidos injustificados). Sergio Cofferati se puso durante unos meses a la cabeza de la corriente de izquierdas de DS que logró así el 34% de los votos en el congreso del partido en 2003.
Sin embargo, asustado por el éxito dentro del partido y especialmente dentro del movimiento obrero, Cofferati decidió retirarse de la lucha sindical y abandonó la izquierda de los DS. Terminó siendo el alcalde de la ciudad de Bolonia (utilizando un estilo autoritario, parecido al del alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani).
A pesar la traición de Cofferati y la bajada de las movilizaciones (y es lógico, tras tanta lucha y tan pocos resultados, por culpa de la dirección) el centro-izquierda ganó las recientes elecciones de 2006 aunque con poca ventaja. Este segundo gobierno de Prodi está reproduciendo la senda del primero (1996-1998). En tan solo 18 meses ha enviado tropas a Afganistán, aumentando los gastos militares, regalando billones de euros a los patronos mientras recortaba el gasto social y atacaba a los trabajadores. Este año, el 23 de julio, gobierno y sindicatos han firmado un nuevo pacto social que sube aún más la edad de jubilación, reduce los parámetros de cálculo de las pensiones y redibuja la legislación laboral introduciendo muchos empeoramientos, especialmente en la precariedad laboral.
La diferencia con respeto a los años 90 es que hoy toda la izquierda participa en el gobierno y contribuye en producir estos oprobios. Por primera vez Rifondazione Comunista tiene el presidente del Parlamento, un ministro, un viceministro y 8 subsecretarios (directores de Ministerio). La decepción que se está acumulando entre los trabajadores es enorme, y sobre estas bases el péndulo ha vuelto a oscilar hacia la derecha tras el período anterior en el que giraba a la izquierda.

El Partido Demócrata

En este contexto, Veltroni ha podido finalmente poner en práctica lo que iba planificando desde hace una década: un Partito Demócrata tipo norteamericano-clintoniano dentro del cual acabarán disolviéndose los DS y la Margarita de Romano Prodi. El congreso de los DS (abril de 2007) ya aprobó este proyecto por una mayoría del 70% de los votos.
Las corrientes minoritarias de izquierdas han generado una nueva formación política: la Sinistra Democratica (SD, Izquierda Democrática) que junto con Rifondazione Comunista, PDCI y los Verdes, presumiblemente conformarán el nuevo sujeto político de la izquierda italiana (los periodistas le llaman la Cosa Roja).
En octubre empezarán las primarias del nuevo Parido Demócrata, que probablemente entronizarán a Veltroni como secretario general. Un partido burgués a todos los efectos que nace de las cenizas de aquel Partito Comunista que hasta finales de los 80 contaba más de diez millones de votos y millón y medio de afiliados. Así es como los ex estalinistas se preparan a dar el salto que ni siquiera Tony Blair había logrado. Se trata de la mutación genética final.
Ninguna socialdemocracia en Europa ha logrado hacer tanto para la burguesía como los ex estalinistas italianos, hasta poner a su disposición los propios cuadros del partido y su arraigo social para construir aquel partido liberal de masas que la burguesía italiana siempre deseó y nunca llegó a poseer.

La lucha continúa

Pero la historia no acaba aquí. El Partito Demócrata, por lo que refleja desde sus primeros pasos, no es un partido estable ni representa un factor de estabilización de la crisis que desde hace 15 años atraviesa la sociedad italiana a todos los niveles. El movimiento obrero italiano, tras una breve pausa, volverá a enseñar la fuerza que ha demostrado tener en muchas ocasiones, quitándole la tierra bajo los pies a aquellos burócratas degenerados que con tanta facilidad se han mudado del "gran partido de Gramsci, Togliatti, Longo, Berlinguer" a la corte de Montezemolo (jefe de Confindustria) y del gran capital.
Y justo hoy nos ha llegado la noticia que, por primera vez en la historia de CGIL hay una federación, la más importante, la del metal, que acaba de rechazar la línea del pacto social. El Comité Central de FIOM-CGIL (Federación Italiana de Obreros del Metal) ha votado por mayoría aplastante en contra de los acuerdos de julio de 2007. Es así como la FIOM acaba de desautorizar al secretario general de CGIL, Guglielmo Epifani, que intervino en la sesión para defender el acuerdo con el gobierno y ha salido derrotado.
Como dicen los franceses: Ce nèst que un debut. La lucha continúa…