Debemos organizar el rechazo al Pacto Social

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En los últimos meses, y desde la campaña electoral de la gestión K con su flamante presidenta electa, Cristina Fernández, se viene sosteniendo ante la gran patronal argentina y extranjera la necesidad de diseñar el dialogo social. Es más que evidente que para desarrollar tal emprendimiento tienen que apelar a sus socios en las filas del movimiento obrero, los jefes sindicales de la CGT. En los últimos meses, y desde la campaña electoral de la gestión K con su flamante presidenta electa, Cristina Fernández, se viene sosteniendo ante la gran patronal argentina y extranjera la necesidad de diseñar el dialogo social. Es más que evidente que para desarrollar tal emprendimiento tienen que apelar a sus socios en las filas del movimiento obrero, los jefes sindicales de la CGT. Estos últimos, tanto en su versión ortodoxa como los cirqueros moyanistas, se despluman entre ellos y, ante el gobierno próximo, se muestran como los mejores representantes o los mejores interlocutores de los trabajadores.

Pero algo se mueve por abajo

Los trabajadores en los últimos años desarrollamos importantes luchas en gremios de servicios e industriales, fueran estatales como también de la industria.
Luchas que abarcaron reclamos salariales como, asimismo, un firme rechazo a la represión sufrida, cuyo caso más significativo fue la lucha docente de Neuquén, con el asesinato del compañero Carlos Fuentealba.
Luchas, todas ellas, que fueron generando otra mirada desde nuestra clase. Una mirada con más perspectiva, con más bronca, donde salimos más fortalecidos por las recuperaciones de Seccionales y Juntas Internas, con las pequeñas victorias habidas por salario u otras demandas. Casos testigos, como es el Cuerpo de Delegados del Subte, al que quisieron arrasar con los desafueros gremiales, y no pudieron.
Cada una de estas recuperaciones expresan, de manera colectiva y molecular, la recuperación de un tejido social que fue desmembrándose de manera sistemática durante décadas. No solamente por la dictadura militar y el exterminio físico de una generación de activistas que poco a poco evolucionaban al socialismo, sino además durante las décadas de los ’80 y ’90 con las sucesivas derrotas.
Hoy nos encontramos de otra manera ante el Pacto que se avecina, con un grado de fortalecimiento en nuestras fuerzas, con más confianza y mayor organización en nuestras filas.

La CTA debe organizar la resistencia al Pacto Social

Una de las expresiones más claras de lo que hablamos son las últimas posiciones de la CTA, que expresan -tal vez de una manera elíptica- las tendencias fuertes a la lucha que anidan en nuestra clase. Tendencias que, por otro lado, ya se han expresado manifiestamente en su último Congreso en Capital Federal, donde aparece un claro rechazo al Pacto Social del gobierno y el empresariado.
Estas resoluciones son acompañadas por otras, como el lanzamiento de la Constituyente Social.
También sabemos que aún persisten en estas resoluciones límites que deben superarse. Nos referimos a la política que expresa cierta conciliación entre sectores de trabajadores y del empresariado nacional.
De todas maneras, creemos que las resoluciones en general se ubican en el campo correcto.
Los delegados de bases, los activistas de la CTA, las regionales y sus direcciones deben debatir cómo organizar el rechazo al Pacto Social, además de hacer un claro llamamiento a la unidad de la CTA y CGT por la base en primer lugar, pero también a nivel de dirección, y en la lucha.
Este último punto no es un aspecto secundario. La dirección de la CTA debe abandonar su política desacertada de ningunear a la CGT, como si ésta no existiera o como si sus afiliados no compartieran los mismos lugares de trabajo que los afiliados a la CTA. La no inclusión de la CTA en el Pacto es una condición necesaria para evitar un nuevo ataque a las condiciones de vida de los trabajadores, pero no es suficiente para impedir que éste se lleve a cabo. Si la CTA quiere tallar en las bases de la CGT debe tener una política hacia ellas apelando a un frente único por la base y por la dirección contra este Pacto Social y en las luchas cotidianas de cada sector.
Por otro lado, si la CTA pretende enarbolar la resistencia frente al Pacto Social en ciernes debe empezar a dar el ejemplo en su propia casa. Ante el inevitable repunte de las luchas docentes y estatales a lo largo y ancho del país el año que viene no puede aceptar como buenas las monedas, que a bien seguro, querrán conceder a los trabajadores los gobiernos de la Nación y las Provincias. La CTERA y ATE deben diseñar un plan de lucha nacional conjunto que fije como demandas básicas un salario decente para todos los trabajadores públicos y ningún empleado “en negro” o en precario. Tampoco deben repetirse casos como el de la empresa de neumáticos FATE donde los dirigentes del sindicato SUTNA, adscrito a la CTA, se posicionaron frente a la lucha de los trabajadores en la pelea por el salario contra la patronal.
La demanda de democracia sindical, que justamente reclama la CTA, debe aplicarse en todos sus gremios, promoviendo y respetando las decisiones democráticas en asambleas de base, tal como fue ejemplarmente desarrollada el curso pasado por los gremios docentes de Santa Cruz y Neuquén capital, por los activistas docentes de base en Salta, por AMSAFE-Rosario, y por seccionales combativas del SUTEBA y de ATE en la provincia de Buenos Aires.

El papel del activismo clasista

El activismo clasista también está obligado a hacer sus deberes. El Movimiento Intersindical Clasista (MIC) debería llamar a un plenario nacional para no más tarde de febrero o comienzos de marzo para diseñar un plan de acción entre sus adherentes contra el Pacto Social, vinculándolo a una toma de posición clara frente a las negociaciones paritarias que comenzarán ese mes.
El MIC, cuya Mesa Nacional se ha destacado por mantener una pasividad alarmante en el último año, debe dar un paso al frente si quiere justificar su existencia como agrupamiento de luchadores obreros combativos. Debería promover la votación de resoluciones en contra del Pacto Social en asambleas de base en las empresas y gremios donde tiene presencia, y agitar por un conjunto de demandas que conecten con las necesidades de la clase obrera; tales como salario equivalente a la canasta familiar, ningún trabajador “en negro” o en precario, indexación automática de los salarios con la inflación cada 6 meses, aumento salarial mínimo para todos los trabajadores del 20%, salario básico mínimo de $1.200, o subsidio de desempleo mínimo para los desocupados de $900.
El ejemplo dado en Rosario por la CTA y el Encuentro Sindical de Base (agrupamiento que integra el MIC), acordando una declaración común contra el pacto social y difundida masivamente en toda la zona, nos marca el inicio de tareas que debemos desarrollar contra el Pacto Social el conjunto del activismo clasista.