La turbulencia en Oriente Medio y en todo el mundo árabe, no hace sino crecer. Hace semanas tuvo su expresión más evidente con el estallido de protestas por la publicación de algunas viñetas que representaban una caricatura del profeta Mahoma. Como un terremoto, las protestas, que incluyeron el asalto e incendio de varias embajadas europeas, pronto se extendieron desde Oriente Medio hasta Asia y el Norte de África.
Los efectos de la política del imperialismo
La turbulencia en Oriente Medio y en todo el mundo árabe, no hace sino crecer. Hace semanas tuvo su expresión más evidente con el estallido de protestas por la publicación de algunas viñetas que representaban una caricatura del profeta Mahoma. Como un terremoto, las protestas, que incluyeron el asalto e incendio de varias embajadas europeas, pronto se extendieron desde Oriente Medio hasta Asia y el Norte de África.
No cabe duda de que la publicación de estas viñetas sólo fue la chispa que encendió la mecha, que expresa las frustraciones subyacentes de millones de musulmanes en todo el mundo, en el contexto de los efectos de décadas de desempleo, pobreza y humillación bajo el dominio imperialista occidental en particular.
Caos y pesadilla en Irak
Algunos pensaban que el poder del imperialismo norteamericano era ilimitado. Pero los límites reales del poder estadounidense han quedado cruelmente al descubierto en Irak. Con 150.000 soldados estadounidenses en suelo iraquí, se encuentran atrapados en un conflicto invencible que ya costó la vida a más de 2.000 soldados norteamericanos y más de 100.000 muertos a la población civil iraquí. Lo mismo sucede en Afganistán. La guerra está costando al menos 6.000 millones de dólares al mes.
Ni siquiera los EEUU pueden mantener esta hemorragia de sangre y dinero indefinidamente. La mayoría de la población estadounidense está ahora a favor del retiro de las tropas y la popularidad de Bush es la más baja en sus 5 años de presidencia, sólo lo apoya un 34% de la población.
En una huida hacia adelante, parece que el gobierno de Bush está empeñado en infligir las penalidades más horribles a la población iraquí. No hay dudas de que fueron los propios servicios secretos estadounidenses quienes volaron la mezquita de Samarra, uno de los lugares sagrados del Islam chiíta, que abraza la mayoría de la población iraquí. Con eso buscaron crear los elementos de una guerra civil que enfrentara a sunnitas y chiítas para debilitar la resistencia armada, compuesta mayoritariamente por sunnitas. En una sola semana hubo 1.300 muertos en enfrentamientos entre ambas comunidades.
Pero eso no detendrá el odio contra el invasor. Tarde o temprano EEUU tendrá que abandonar Iraq con el rabo entre las patas. Sea cual sea el régimen que quede después, es impensable que simpatice con Washington. Toda la cuestión iraquí es vista como una aventura. Las consecuencias psicológicas en EEUU serán mayores que las de la guerra de Vietnam. Y abrirá la puerta a un nuevo período de radicalización en EEUU.
Irán, ¿una amenaza nuclear?
En las últimas semanas, hubo una amenaza real, por parte de EEUU, de lanzar un ataque militar contra Irán con la excusa de poner fin a sus actividades nucleares. Aunque Irán no oculta su deseo de poseer armas nucleares como la mejor garantía disuasoria para prevenir un ataque militar de los EEUU o Israel, lo que pretendía era tensar la cuerda hasta el final para conseguir las máximas concesiones económicas y diplomáticas. Finalmente, se alcanzó un acuerdo precario para que el enriquecimiento del uranio, el combustible utilizado en las centrales nucleares, lo obtengan de Rusia. En el fondo, todo el lenguaje provocador del presidente iraní Amadinejad, con sus discursos negando el holocausto judío en la Alemania nazi y criticando el capitalismo occidental, obedecen a maniobras para desviar la atención de las masas iraníes de sus problemas, dado el malestar creciente y el aumento de las protestas obreras y estudiantiles contra la dictadura de la casta religiosa islámica.
Hamás asume el gobierno en Palestina
En Israel se vive una crisis política sin precedentes, con divisiones y escisiones en los principales partidos, el Likud (derechista) y el Partido Laborista. Al eterno conflicto palestino ahora se suma el crecimiento de las tensiones sociales en la sociedad israelí. Los periódicos en Israel tienen ahora anuncios de comedores para pobres, algo sin precedentes. Esto ha afectado incluso al Partido Laborista que estaba muerto. Hace unos meses la dirección de los sindicatos, con un discurso socialdemócrata, tomaba el control del Partido Laborista contra Peres, rompiendo la coalición de gobierno con el Likud.
El Likud, dominado por la extrema derecha religiosa judía, se escindió con un ala dirigida por Sharon (hasta hace poco primer ministro) para formar el Kadima, que espera ganar las elecciones en Israel este mes y alcanzar algún tipo de acuerdo con los palestinos sobre la base de la devolución de Gaza y algunas zonas de Cisjordania, lo que es considerado como un fraude por las masas palestinas, que aspiran al control total de los territorios ocupados por Israel desde 1967: Gaza, toda la Cisjordania y la parte oriental de Jerusalem, además del regreso de todos los refugiados en los países vecinos. Ahora la situación cambió radicalmente con el triunfo de los fundamentalistas islámicos de Hamás en las elecciones palestinas.
Hamás, que combinó la resistencia armada al ocupante israelí con una red de asistencia social que le ha valido la confianza de amplios sectores de la población, prometió acabar con la corrupción del anterior gobierno palestino, que fue incapaz de solucionar la miseria y pobreza de las masas palestinas y se comprometió con el acuerdo-trampa del gobierno israelí.
Ahora es Hamás quien tiene un problema. Tiene miedo de gobernar en solitario y por eso han llamado a un gobierno de unidad nacional con Al-Fatah, el anterior partido gobernante. Pero el presidente palestino, Mahmood Abbás, ya les advirtió que si no se vuelven razonables dimitirá.
Cualquier concesión de Hamás en estas líneas será considerada una traición por sus bases. Todo esto prepara una seria crisis en este movimiento, y un nuevo círculo vicioso de atentados terroristas, terrorismo de Estado, y vuelta a empezar. No hay solución posible al conflicto palestino-israelí sobre las bases del capitalismo y el fundamentalismo religioso. Sólo la unidad de las masas árabes y de la clase obrera israelí en una lucha común contra la burguesía sionista, los corruptos dirigentes burgueses palestinos y los podridos regímenes árabes del entorno puede ofrecer una salida sobre la base de una Federación Socialista del Medio Oriente.