Bolivia: Redireccionar el proceso de cambio con el socialismo

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El Pacto de Unidad conformado por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y las organizaciones indígena-campesina CIDOB y CONAMAQ ha anunciado la posibilidad de salirse de la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM): es solo la última señal, en orden de tiempo, de un siempre más evidente malestar entre las bases, de una difusa preocupación por redireccionar el llamado “proceso de cambio”. La cuestión de la reelección de Evo no debe ser utilizada hoy para cerrar bocas sino para abrir un debate autentico, critico y autocritico, en el seno de la militancia y las organizaciones sociales sobre el rumbo, el ritmo, los aciertos y los desaciertos de nuestra lucha.

El Pacto de Unidad conformado por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) y las organizaciones indígena-campesina CIDOB y CONAMAQ ha anunciado la posibilidad de salirse de la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM): es solo la última señal, en orden de tiempo, de un siempre más evidente malestar entre las bases, de una difusa preocupación por redireccionar el llamado “proceso de cambio”. La cuestión de la reelección de Evo no debe ser utilizada hoy para cerrar bocas sino para abrir un debate autentico, critico y autocritico, en el seno de la militancia y las organizaciones sociales sobre el rumbo, el ritmo, los aciertos y los desaciertos de nuestra lucha.

Contradicciones y más contradicciones

Este año que va acabándose, el primero tras la arrasadora victoria electoral del 6 de diciembre de 2009, ha sido un año de conflictos ya no con una derecha aferrada a privilegios antiguos, consolidados y todavía parcialmente vigentes, sino con los propios sectores que representan la columna vertebral de nuestra revolución. Las reacciones del gobierno y del partido frente a cada uno de estos conflictos no han hecho nada más que agudizar las contradicciones que los provocaban. Desde el gobierno se ha tildado de derechista cualquier reclamo o movilización que haya marcado la crónica de estos meses, jugando a azuzar un sector contra el otro con la consecuencia de generar nuevas expectativas corporativas y al final descontentar a todos. Desde la militancia honesta que instintivamente se solidariza o entiende las razones de trabajadores, campesinos y demás sectores movilizados, se han vertido palabra de lealtad, constantes invitaciones a la paciencia, a entender que el cambio no es de la noche a la mañana y no podemos arriesgar el proceso. Pero la lealtad no puede ser acrítica así como el problema no es en cuanto tiempo se realice el cambio, sino su rumbo y las medidas que nos acercan o nos alejan del objetivo.

El peligro de la derecha

En el editorial del numero 7 de esta revista, publicado tras el triunfo electoral del pasado diciembre, advertíamos que la derecha intentará “infiltrar las organizaciones sociales, el gobierno y el mismo Movimiento Al Socialismo con personajes e ideas que detengan el proceso revolucionario, intentarán alimentar el corporativismo de algunas organizaciones sociales y los celos de sectores en el viejo estilo del divide y reinarás. Estarán vigilando para utilizar cualquier vacilación o debilidad del gobierno para intentar defender con cualquier medio sus privilegios”. Los intentos de infiltración de las fuerzas conservadoras de derecha dentro de las organizaciones sociales y el pueblo no es para nosotros una novedad, ni algo reciente. Hemos visto sectores de compañeros campesinos y de compañeros cooperativistas o hasta mineros asalariados salir en pasado en defensa de multinacionales que saquean el país por defender sus fuentes de empleos o regalías. El gobierno ha erróneamente lidiado con estas infiltraciones del capital internacional a lo contrario que proponer una alternativa global al saqueo. ¿La derecha ha intentado infiltrar el paro cívico potosino, las marchas indígena-campesina etc.? Obvio, pero la pregunta es ¿Cómo puede una derecha sin apoyo ni poder político en el país ganar tanto apoyo social? ¿Dónde estaba el gobierno, el partido, el MAS, frente a los reclamos de los sectores y los intentos de infiltración de la derecha?

Octubre de 2003

Exactamente hace 7 años, en Octubre del 2003, vivimos una maravillosa página de lucha revolucionaria de las masas bolivianas. La clase dominante estaba evidentemente dividida, hecho gráficamente representado por la renuncia del entonces Vicepresidente Mesa. Campesinos, trabajadores y sectores de clase media empobrecida estaban dispuestos a luchar hasta la muerte para cambiar un sistema que había deteriorado sus condiciones de vida condenándolos a la precariedad, la emigración y la miseria. Que las masas hayan tenido o no en claro el objetivo del derrumbamiento del capitalismo (y la Agenda de Octubre fue un programa de transición al socialismo) no es cuestión crucial, no como la ausencia en aquel entonces de un partido revolucionario de masas que haya podido construir esta consciencia en la acción. Los levantamientos de los cuales nace nuestro proceso de cambio plantearon problemas vitales para las masas explotadas y desposeídas del país: trabajo digno y estable, salarios y jubilaciones dignas, tierra, territorio, cuestión nacional, racismo. A lo que vino posteriormente se le quiso dar muchos nombres, proceso de cambio, reformista, revolución democrático-cultural, pero lo que estamos perdiendo de vista es que esta lucha no nace de una mente ilustrada o de la elaboración de un partido político. Y se mide y puede mantener la unidad revolucionaria del pueblo solo dando respuestas a aquellas legítimas demandas.

La situación del país

Nuestra revolución ha hecho muchos pasos adelante, pero no ha dado el paso decisivo. Los obreros exigen legítimamente salarios acordes a la canasta básica y mejores condiciones de vida, de trabajo y jubilación pero esto choca frontalmente con la necesidad de no desalentar las inversiones productivas privadas –que se basan justamente sobre la explotación laboral– y con una política económica que –como referimos en otras páginas de esta revista– sigue fundamentalmente en el marco del monetarismo imperialista. Los compañeros campesinos exigen tierras y una reactivación de la economía campesina, pero esto es incompatible con el reconocimiento de la propiedad latifundista de la tierra (art. 399 de la nCPE), porque la concentración de tierras permite a los latifundistas mejores condiciones de venta y producción que acaban por empujar en la pobreza al campesinado. El abandono del campo, el poder de los latifundistas, el racismo, la servidumbre, no se combaten con teorías sociológicas o leyes, sino revirtiendo el empobrecimiento de la economía campesina gráficamente expresado en la tabla aquí publicada.

La burocracia y el Estado

El hecho que las palancas decisivas de la economía queden en mano del imperialismo y de la oligarquía nacional no es solo una cuestión de tiempo, es la razón misma del desvirtuarse del proceso y de sus contradicciones. En el país se va consolidando una burocracia de funcionarios, en muchos casos del viejo aparato estatal que estarían frenando el proceso. El Viceministro Navarro se quejaba del hecho que el MAS no exprese militancia y es incapaz de construir una “propia burocracia estatal”. ¿Es cierto? El problema de la burocracia es que el Estado no ha cambiado, Nacional o Plurinacional sigue siendo un Estado burgués. Hay mucho poder político concentrado en pocas manos y mucho poder económico concentrado en pocas otras. Esta es la base material de la corrupción. En estas condiciones la burocracia de funcionarios y aparato de partido une tendencialmente sus intereses con los ricos del país en contra de las mayorías. Por ejemplo los parlamentarios repiten con los empresarios que no hay plata para aumentos salariales, mientras aprueban un presupuesto multimillonario para la Asamblea Nacional.

El socialismo

El tema no es ocupar el Estado para que a su interior crezca una burocracia, de masistas viejos y nuevos, que actúe despojando al movimiento obrero y campesino de su capacidad de decisión. El tema es transformar el Estado, consolidar el autentico poder popular, el control de los trabajadores y los campesinos sobre la economía porque si todos somos funcionarios nadie es burócrata. La alternativa no puede ser solidarizarse con los hermanos campesinos de Coroma o los hermanos campesinos de otra hambrienta comunidad al otro lado del cerro Pahua en territorio orureño. Así la cuestión no es pelearse entre explotados bolivianos sobre migajas de regalías dejada por multinacionales mineras mientras estas últimas, los bancos privados, los empresarios y los latifundistas se siguen enriqueciendo y sabotean la economía. Se deben expropiar minas, latifundios, bancos, fabricas y concentrar todos estos recursos en un proyecto emancipador de las masas oprimidas y que estas mismas decidan a través de sus organizaciones su propio destino. Esto es el socialismo.

La transición   

Este año demuestra el total fracaso del rumbo que el proceso, bajo la dirección ideológica del Vicepresidente Álvaro García Linera, ha perseguido. En 2005 él afirmaba que si bien el objetivo era el socialismo, la vía para acercarnos a este pasaba por “potenciar procesos de autoorganización y apuntalar la autoafirmación económica a largo plazo”. Este modelo de desarrollo económico que –basándose sobre la economía capitalista, la comunitaria, la estatal y la privada– debía fortalecer la autoorganización y la unidad se está convirtiendo en su contrario, sembrando burocracia y divisiones. Con el capitalismo, aun con un capitalismo totalmente nacional e independiente –lo cual queda muy improbable bajo las reglas del mercado mundial– se va solo hacia el capitalismo y hacia la barbarie actual.

¿Qué hacer?

Tener en claro el porqué y el cómo se esté desvirtuando nuestro proceso, tomar consciencia plena del objetivo socialista son un primer paso, pero todavía insuficiente. Los militantes debemos formarnos y sobre todo organizarnos para poder librar una batalla política que sea mínimamente efectiva: la organización es lo que diferencia el revolucionario autentico del charlatán. En el MAS se vive hoy una tensión decisiva. Para una burocracia siempre más aferrada al aparato del Estado el MAS es el Instrumento para disciplinar a las masas y construir consenso. Para las bases el MAS debe ser el autentico instrumento de la soberanía popular y por afirmar sus derechos. A pesar de las dificultades de la vida orgánica en el partido esta es actualmente la batalla decisiva para quienes quieran auténticamente redireccionar el proceso y no simplemente hacer protagonismo o velar por intereses de sector. A esta batalla convocamos nuestros lectores y los militantes. Los sucesos en Venezuela, Cuba y Ecuador demuestran una vez más que la revolución no tiene todo el tiempo del mundo para afianzarse.