Bicentenario, Revolución, Socialismo (VI): La clase obrera ingresa a la historia nacional con la lucha de clases

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En el primer tercio del siglo XX, la clase obrera argentina ingresa a la historia nacional en combate frontal contra la burguesía nacional, a través de la lucha de clases, con un heroísmo y una capacidad de sacrificio conmovedores. Las gestas de "la semana trágica de 1919", la Patagonia Trágica en 1921, y la gran huelga general de enero de 1936 quedan como jalones en el gran camino de los trabajadores hacia su liberación. Republicamos para esta ocasión tres artículos escritos por Luis Giménez sobre estos acontecimientos, y que aparecieron alternativamente en El Militante Nº 3, 5 y 6.

En el primer tercio del siglo XX, la clase obrera argentina ingresa a la historia nacional en combate frontal contra la burguesía nacional, a través de la lucha de clases, con un heroísmo y una capacidad de sacrificio conmovedores. Las gestas de “la semana trágica de 1919”, la Patagonia Rebelde en 1921, y la gran huelga general de enero de 1936 quedan como jalones en el gran camino de los trabajadores hacia su liberación. Republicamos en esta ocasión tres artículos escritos por Luis Giménez sobre estos acontecimientos, y que aparecieron alternativamente en El Militante Nº 3, 5 y 6.

 

 

La ‘Semana Trágica’ de enero de 1919

La oligarquía terrateniente argentina, que estaba en el poder desde los inicios de nuestra nacionalidad, advirtió que era necesario aflojar un poco las tensiones que se acumulaban, y por medio de la ley Saénz Peña, permitió el triunfo electoral del radicalismo.

El primer gobierno de Hipólito Irigoyen, que va de 1916 a 1922,significó el avance de sectores inferiores de la burguesía a la dirección del Estado. Pero los resortes decisivos del poder político, económico y militar siguieron en manos de las mismas clases dominantes ligadas al imperialismo dominante de la época: el británico. Además, dentro del radicalismo tenían la hegemonía sectores de la alta burguesía urbana y rural que entraban en contradicción con su base obrera y popular. Estos sectores formaban parte del bloque de clases dominantes. Por eso no es extraño que el aparato represivo creado por los gobiernos conservadores se haya mantenido con el gobierno radical y se haya descargado con furia contra el naciente movimiento obrero argentino. Las mayores matanzas de trabajadores en nuestra historia, anteriores al golpe del 76, tuvieron lugar en este período(Semana Trágica, Patagonia trágica, huelgas de la Forestal): Lo cual es prueba del corto vuelo progresista (comparable al de una gallina) de nuestra burguesía nacional.

Estalla la huelga

En los establecimientos metalúrgicos Vasena, en la ciudad de Buenos Aires, trabajaban más de dos mil obreros, en su mayoría venidos del interior. Se les pagaban salarios miserables. Los obreros reclamaron un reajuste de salarios y mejores condiciones de trabajo. La patronal respondió con despidos y tomó personal adventicio (carneros o crumiros, como se los llamaba en esa época). Ante esta situación el personal se declaró en huelga. Era el 2 de diciembre de 1918.

La huelga se extendió durante diciembre y prosiguió en enero. La empresa recurre al concurso del crumiraje a fin de quebrarla. Poco tiempo atrás se había formado la Asociación Nacional del Trabajo (ajeno, decían los obreros), presidida por el oligarca Joaquín S. de Anchorena. Su objeto: proporcionar rompehuelgas, reclutados entre el lumpenaje y el hampa. Estos elementos desclasados jugaban el papel de matones armados dentro de las fábricas en conflicto. Esta organización fue la vertiente para la formación de la Liga Patriótica Argentina, fundada en enero del 19 con el nombre de Defensores del Orden, dirigida por Manuel Carlés. Fue una guardia blanca que intervino en diversos conflictos obreros, colaborando con la policía y el ejército.

Los propietarios de los medios de producción creaban estos cuerpos represivos en gran parte por el pánico que había entre ellos por el desarrollo de los acontecimientos internacionales. La gran Revolución Rusa había conmovido profundamente a nuestro proletariado. Se estaba formando el primer gobierno obrero en Alemania, bajo la dirección de Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo (que, casualmente, por estos días eran asesinados por el mismo odio de clase que barrió tantas vidas aquí). El décimo Congreso de la FORA aprobó una resolución que expresaba "su más amplia solidaridad y adhesión a los trabajadores de Rusia y Alemania por los heroicos esfuerzos que realizan para dar cima a los anhelos que constituyen el nervio de la actividad creadora del proletariado universal: libertar al trabajo y suprimir la explotación del hombre por el hombre".

La sangre por las calles

El siete de enero al mediodía se produce un choque entre trabajadores y policías, bomberos y matones que custodian un vehículo de la empresa. Las fuerzas represivas balean alevosamente a los obreros y producen una masacre: cinco muertos y quince heridos.

Es la primera matanza de la semana, que provoca honda indignación popular. El Partido Socialista Internacional (que luego cambiaría su nombre por el de Partido Comunista) llama a la solidaridad e invita a concurrir al sepelio de las víctimas. La FORA del X Congreso (la mayor central obrera de entonces) condena el proceder de la fuerza pública que ampara, dice, a mercenarios armados por Vasena.

En este clima sangriento creado por la represión, los gremios van paralizando el trabajo. Primero son los del calzado, de ebanistería y de las fábricas cercanas al establecimiento en conflicto. El día 8 la huelga se hace general. El 9 se hace el sepelio de las víctimas. El cortejo fúnebre es baleado desde una iglesia situada en Corrientes y Yatay. Esto no atemorizó a los obreros, que siguieron hasta la Chacarita. Allí estaba hablando a la multitud el dirigente gráfico Luis Bernard, cuando la policía empezó a disparar nuevamente sus armas sobre la muchedumbre. En esta jornada hubo unos treinta y nueve muertos y cientos de heridos.

Esa misma tarde, Irigoyen designó al general Dellepiane comandante en jefe de las fuerzas represivas. Este demócrata manifestó: "si en el plazo de 48 horas no se restablece la normalidad y la situación se agrava, haré emplazar la artillería en la plaza del Congreso para atronar con los cañones la ciudad, y el escarmiento será tan ejemplar, que por cincuenta años nadie osará alzarse para perturbar la vida y la tranquilidad públicas". Por vez primera se usaba al ejército en la represión de revueltas populares.

El día 10 se realiza el plenario convocado por la FORA del X Congreso. Propone seguir la huelga hasta lograr la solución del conflicto de los obreros de Vasena a satisfacción de los mismos y exigir la libertad de todos los presos por causas sociales. Además se exige retirar la policía y las fuerzas armadas de los lugares públicos y que cese el baño de sangre.

Frente a la violencia policial y de los guardias blancos, los trabajadores respondieron con valentía. Se levantaron barricadas cerca de la fábrica, fue incendiado el auto del jefe de policía y fueron asaltadas algunas armerías para poder organizar la autodefensa.

Los guardias blancos hicieron progroms contra los judíos concentrados en la seccional séptima. La derecha inventó la especie de que se había formado un soviet y que había sido detenida su dirección. Todo lo que resultó ser una burda patraña. Al igual que los supuestos asaltos al Correo Central y al Departamento de Policía.

En circulares internas recibidas en las comisarías se recomendaba hacer fuego sin previo aviso contra los revoltosos. Se practicó una verdadera caza del obrero. Además, hubo particular odio hacia los rusos y catalanes, a quienes se sindicaba como líderes revolucionarios por el delito de portación de nacionalidad.

Triunfo y balance

Ante la decisión de proseguir la huelga, el ministerio de interior citó a una delegación de la FORA y a la patronal. El gobierno se comprometió a ordenar la libertad de los detenidos y a permitir la reapertura de los sindicatos clausurados. Los trabajadores de Vasena obtuvieron las conquistas por las que lucharon: jornada de 8 horas, aumento de salarios, fin del trabajo a destajo, la no obligatoriedad de trabajar horas extras y nada de represalias con motivo de la huelga.

Frente a este éxito, la FORA del X Congreso resolvió levantar la huelga el sábado 11. El trabajo se reanudó el lunes 13. En Vasena las labores recomenzaron el lunes 20 debido a que la empresa deseaba poner en condiciones las instalaciones.

Fue un gran triunfo de la clase obrera, de su unidad, de su lucha y de la solidaridad de todos los trabajadores. Claro que este triunfo se dio sobre un baño de sangre. No se sabe cuantos muertos hubo. Se ha hablado de varios cientos (600 a 800), de 4 mil heridos y de miles de presos.

Los hechos de la Semana Trágica mostraron toda la barbarie de que es capaz la burguesía, y la colaboración de la pequeña burguesía gobernante con ella. Pero, a la vez, mostraron la valentía y la combatividad de los trabajadores, que escribieron una de las páginas más notables de la historia del movimiento obrero argentino.

 

1921: La Patagonia Trágica

En el año 1921 se produce la gran huelga de la Patagonia, que fue aplastada por una de las matanzas más grandes que recuerde la historia nacional. El tema fue rescatado del olvido por ese gran intelectual del pueblo que es Osvaldo Bayer. Recomendamos a todos aquellos que se interesen en esta cuestión la lectura de los 4 tomos de La Patagonia Rebelde (su primera edición "Los vengadores de la Patagonia Trágica" en tres tomos fue prohibido por la última dictadura militar), así como también la película del mismo nombre rodada en el año 1974.

La Patagonia era hacia la década del veinte un vasto territorio feudal. Unas pocas familias concentraban el grueso de las tierras. En enormes estancias se practicaba la cría extensiva del ganado ovino. Los escasos indios que ocupaban estas tierras fueron exterminados sin piedad y reemplazados por ovejas.

En la actual provincia de Santa Cruz, entonces territorio nacional, el grueso de la población se concentraba en cuatro puertos: Deseado, Santa Cruz, San Julián y Río Gallegos.

Estaba presente el capital inglés, a través de la posesión de miles de hectáreas de tierra y el manejo del comercio exterior de lanas y carnes.

Hasta 1919 el dinero corrió en abundancia en el territorio, por los altos precios internacionales de la lana. Pero la prosperidad que vino con la primera guerra mundial se fue con ella.

La primera huelga

Desde 1918 existía la Sociedad Obrera de Oficios Varios de Río Gallegos. Esta recogió las demandas de los obreros rurales, que eran por demás modestas: sueldo mínimo de 100 pesos por mes, alojamiento humano (3 hombres por cuarto), un paquete de velas por mes, un día de descanso por semana, mejor alimentación, etc. Los obreros hicieron asambleas y resolvieron elevar a los estancieros los pliegos que contenían esas reivindicaciones. Estos los rechazaron. La huelga estalló y se extendió por todo el territorio.

El presidente de entonces no era otro que Hipólito Irigoyen. Presionado por los oligarcas de la Sociedad rural y los intereses ingleses envió tropas al sur. El gobernador Izza partió con 110 hombres el 21 de enero. El 29 de ese mismo mes lo hizo el teniente coronel Héctor Benigno Varela al mando del Regimiento 10 de Caballería, parte del Regimiento 2 de Artillería y una sección de ametralladoras. Las tropas intimaron a unos 600 huelguistas concentrados en la estancia "El Campamento" a deponer las armas como condición previa para discutir sus peticiones. Estos, reunidos en asamblea, resolvieron avenirse a la condición exigida. Así fue como se pudieron reunir en Río Gallegos la patronal, representantes de la FORA y el gobernador Izza. Y suscribieron el acuerdo, que recogía las humildes reivindicaciones de los obreros rurales. Tal acuerdo representaba un gran triunfo.

Segunda huelga

Las tropas se retiraron y los procesados fueron sobreseídos. Entonces fue que la Sociedad Rural instó a sus socios a desconocer el acuerdo y acusó de blandura a Varela.
Hacia agosto el conflicto se había reiniciado. En las estancias se hicieron asambleas y se resolvió la huelga general. Algunas veces se tomaron rehenes. Hubo un alto grado de organización y de disciplina entre el proletariado rural. Puede decirse que durante meses los obreros fueron los amos de la patagonia austral.

La patronal no quiso llegar a ningún acuerdo. En parte por no ceder a sus privilegios de clase. Y también debido al bajo precio de la lana hacia mediados de año y a la gran acumulación de stocks.

Las tropas no tardaron en regresar. Nuevamente cupo a Varela la jefatura de las tropas. En esta ocasión se transformó en un auténtico asesino. Intimó a los huelguistas a rendirse y devolver armas, rehenes y caballadas. A medida que se entregaban, elegían a los considerados cabecillas y procedían a fusilarlos.
En la estancia La Anita se fusiló sin discriminación a los peones después de hacerles cavar sus propias fosas.

En Puerto Santa fueron señalados los dirigentes por empleados de la patronal y de inmediato fusilados (entre ellos Outerello, secretario del sindicato local).

En San Julián las topas cercaron a la peonada. Los obreros delegaron al secretario del sindicato, Albino Argüelles, y a un compañero para parlamentar con las tropas. Fueron asesinados de inmediato.

En Jaramillo se fusiló a 32 peones, entre ellos al dirigente Facón Grande, que también había ido a parlamentar.

Ecos de la matanza

Los periódicos obreros de la época calcularon en 1100 los huelguistas fusilados. Según otras versiones llegarían a 2 mil. En general los huelguistas evitaban el choque frontal, porque aunque eran numéricamente más poderosos que los militares, no estaban bien pertrechados como éstos.

Después de haber teñido de sangre el territorio, el asesino Varela firmó un bando prohibiendo toda tratativa entre obreros y patrones. Puso fuera de la ley a las organizaciones obreras y exigió a todo obrero o empleado que estuviese matriculado en la policía como requisito para obtener trabajo y que los estancieros remitiesen periódicamente una lista de su personal. La oligarquía se sintió así por demás satisfecha.

La matanza prosiguió hasta marzo del 22. En el Congreso Nacional los diputados socialistas denunciaron los hechos, pero los radicales impidieron investigar lo actuado por el ejército.

Varela fue "ejecutado" por un anarquista alemán llamado Kurt Wilckens en el año 23, al salir de su casa. Encarcelado éste, fue asesinado por Pérez Millán, un miembro de la Liga Patriótica. Este, a su vez fue ejecutado por otro anarquista.

Hoy los humildes héroes de esta epopeya van siendo reconocidos por las nuevas generaciones. Una calle en Río Gallegos lleva el nombre del gallego Antonio Soto, líder de los huelguistas, que pudo escapar de una muerte segura por no haberse rendido. Otra calle de Puerto Deseado lleva el nombre de Facón Grande. Nada recuerda a los verdugos, que solo merecen el repudio general. Los fusilamientos y las tumbas masivas fueron ocultados durante 50 años, pero luego todo salió a la luz. La verdad tarda, pero siempre llega.

Honremos la memoria de estos queridos mártires de la Patagonia Trágica, con la convicción de que nuestro mejor homenaje será la construcción de una nueva sociedad donde el hombre sea hermano del hombre.

 

La fundación de la CGT y la gran huelga general de enero de 1936

El nacimiento de la CGT

El 27 de septiembre de 1930 se formalizó la fusión entre la U.S.A. (Unión Sindical Argentina) de dirección sindicalista y la C.O.A. (Confederación Obrera Argentina), mayoritariamente de orientación socialista. Este proceso de unidad había comenzado en marzo de 1929. Así surgió la C.G.T. (Confederación General del Trabajo), sin realizarse debate en las bases ni congreso alguno. Esta fusión no despertó demasiado entusiasmo entre los trabajadores. Pues si bien es cierto que la construcción de una central única representaba un avance para la clase obrera, la presencia de dirigentes proclives a la conciliación de clases intentaba poner freno a las luchas encabezadas por los asalariados. Todo en nombre de un supuesto apoliticismo.

De ahí que al producirse el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, el movimiento obrero argentino estaba formalmente unido con una dirección no sólo reformista sino abiertamente al servicio de las clases dominantes. No es de extrañar que adoptasen una política de abierto apoyo a los gobiernos de Uriburu primero, y de Justo después.

Algunos pequeños sindicatos autónomos dirigidos por comunistas y sectores clasistas, junto con los grupos opositores que actuaban dentro de los sindicatos reformistas, quedaron afuera y conformaron el Comité Nacional de Unidad Sindical Clasista.

La FORA del V Congreso, que agrupaba un reducido número de obreros anarquistas, se mantuvo al margen de la C.G.T.

Colaboracionismo versus lucha de clases

La dirección de la central obrera apoyó cobardemente a la dictadura. Llegaron a justificar la ley marcial, pues el gobierno la mantenía según ellos para asegurar el orden público. El Instituto de Estudios Económicos del Transporte (ligado a las empresas inglesas) decía por aquellos días refiriéndose a los dirigentes sindicales que "habían adquirido un marcado tinte colaboracionista, caracterizándose por su espíritu a aceptar las sugestiones hechas por el gobierno, apoyando las medidas adoptadas en materia de salarios del gremio de los ferroviarios y las reglamentaciones del trabajo de telefónicos y tranviarios a pesar de haber sido resistidas y en algunos casos violentamente repudiadas por los afiliados a dichos sindicatos".

Esta posición despertó la oposición de los trabajadores organizados, no solo fuera de la central sino también entre quienes pertenecían a los sindicatos adheridos. Estos últimos reclamaron la realización de un congreso constituyente que diera una orientación definitiva a la central y designase sus autoridades sobre la base de la democracia sindical. La dirección continuó negándose año tras año a convocar a dicho congreso desoyendo el clamor de las bases.

Recorriendo estas páginas del ayer, vemos que los dirigentes gremiales traidores y venales no son algo nuevo en el movimiento obrero argentino.

Mientras tanto se desarrollaron numerosos conflictos en diverso gremios. El más importante fue la huelga de los obreros petroleros de Comodoro Rivadavia en 1932 (aquí se detuvieron 1.900 trabajadores y hubo 1.000 deportados). Hubo luchas importantes en diversos sindicatos: telefónicos, tranviarios, ferroviarios, etc. Los obreros madereros realizaron una memorable huelga en el año 34, en reclamo de incremento salarial y semana de 44 horas. Duró 44 días y pese a la represión, concluyó exitosamente.

La gran huelga de la construcción

El gremio de los albañiles realizó una asamblea general el 17 de octubre de 1935. En medio de una gran combatividad, se declaró la huelga para el 23.Este sindicato estaba dirigido por militantes comunistas. El reclamo era por aumento de salarios, entre otras reivindicaciones.

El 23 de octubre 30 mil trabajadores del andamio paralizaron sus labores y se concentraron en el Luna Park en una asamblea general.

La huelga llevaba más de dos meses. A su alrededor se había constituido un Comité de Defensa y Solidaridad que agrupaba a 68 sindicatos de Capital y Gran Buenos Aires. Este comité se lanzó a la preparación de una huelga general para el 7 y el 8 de enero de 1936. Fue la primera de la década infame. Previo a ello se efectuó un mitin masivo en plaza Once. Recién horas antes de la huelga, la dirección de la C.G.T. le dio su apoyo. O sea que su papel fue nulo.

La huelga general de enero de 1936

El 7 de enero el pueblo invadió las calles de Buenos Aires. Nutridos piquetes de huelga y densas columnas de trabajadores se dirigieron a los diversos actos convocados en los barrios de la ciudad. Los pocos tranvías y buses que circularon fueron incendiados, con lo que quedó paralizado por completo el transporte.

El gobierno clausuró los sindicatos. Cerró los comedores colectivos de los huelguistas. Fueron prohibidos los actos y las asambleas. Cientos de activistas obreros fueron encarcelados y torturados. Por lo menos murieron tres obreros baleados.

La huelga general se prolongó durante 24 horas más en respuesta a la feroz represión.

Cumplido este paro solidario los trabajadores de la construcción continuaron con su huelga. Detenidos los dirigentes, el gobierno pensó que podía acabar con la resistencia obrera. Pero no previó que al calor de la lucha se habían formado nuevos cuadros sindicales que cubrieron los claros dejados por las detenciones.

El movimiento huelguístico terminó a los 96 días de iniciado con un triunfo total del gremio. De resultas de esta lucha se constituyó la Federación Obrera Nacional de la Construcción (F.O.N.C.), de marcado carácter clasista.

Su congreso constituyente se realizó del 11 al 13 de noviembre de 1936, con la presencia de 76 sindicatos y adhirió a la C.G.T. En los dos primeros años de su existencia debió realizar más de cien huelgas en todo el país. La mayoría de ellas fueron exitosas.

Esta huelga precipitó la caída de la dirección de la C.G.T., en diciembre de 1935, por medio de la ocupación del local. Y luego, en marzo y abril del 36, por fin se realizó el Congreso Constituyente de la CGT. Éste adoptó medidas importantes para el movimiento obrero, entre las que cabe nombrar las relativas a la unidad de la clase obrera, la organización de los obreros del campo; la protección a la mujer, por la derogación de la ley de residencia, etc.

Se aprobó una declaración de principios que decía: "el actual régimen social capitalista fundado en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, es para la clase trabajadora una permanente causa de explotación, injusticia y miseria. La evolución de la sociedad capitalista obliga al proletariado a organizarse para defender sus intereses de clase y preparar su emancipación creando un régimen social fundado en la propiedad colectiva de los medios de producción".

Notable ejemplo de la lucha de clases, la huelga de 1936 demostró la potencialidad de la clase obrera para conducir una lucha hacia la victoria final. Una victoria que se dará plenamente el día en que desaparezca la división entre explotados y explotadores, en el marco de una sociedad socialista