Bicentenario, Revolución, Socialismo (V): Organización Nacional, inmigración y orígenes de la clase obrera

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Como vimos en artículos anteriores, el intento de Urquiza de unificar el país en una Confederación, bajo la Constitución de 1853 inspirada por Alberdi, chocó con los intereses de Buenos Aires que permaneció separada del resto del país por diez años.

Como vimos en artículos anteriores, el intento de Urquiza de unificar el país en una Confederación, bajo la Constitución de 1853 inspirada por Alberdi, chocó con los intereses de Buenos Aires que permaneció separada del resto del país por diez años.

La inviabilidad de la supervivencia aislada de ambas regiones del país se hacía cada vez más evidente. Tanto la producción que se generaba en el interior como la bonaerense necesitaban complementarse con la otra, pero fundamentalmente a la Confederación se le negaba la salida al mar mediante el puerto y la aduana más importantes. Las dificultades del comercio exterior de la Confederación se agigantaban con el bloqueo que los porteños ejercían sobre la navegación del Río de la Plata y al que respondía con acciones militares y sitios de la ciudad. Era inevitable la unificación, lo que quedaba por saber era bajo el dominio de qué sector se realizaría.

Desde 1862 hasta 1880, el intento fue bajo la hegemonía porteña y su expresión política, el mitrismo. Se suceden las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Los excesos porteñistas y el férreo control sobre todo el interior, con intervenciones de provincias y duras represiones de todo movimiento disidente, generó una creciente oposición que toma cuerpo en la Liga de gobernadores, heredera del viejo federalismo, con un líder militar, Roca, que encabezaría la definitiva unificación del país y protagonizaría su vida política durante más de treinta años. Lo haría con el apoyo de parte de la oligarquía porteña con la que conforma el Partido Autonomista Nacional (PAN). 

La definitiva unificación nacional

La porteña fue la última resistencia provinciana. Con el aplastamiento militar del levantamiento de Carlos Tejedor se unifica definitivamente el país. A partir de esos años no existirán más aduanas interiores, se unifica la moneda, se crea un banco nacional, el registro civil, las fuerzas armadas y el servicio militar obligatorio. Buenos Aires pasa a ser la Capital Federal, recortada a la Provincia de Buenos Aires. Se fijan los límites y se ocupa el territorio nacional, desplazando o masacrando a los indios. Se extienden los ferrocarriles. Se realizan las grandes obras públicas y los edificios gubernamentales. Se sanciona la ley de educación común y de universidades.

Pese a las medidas mencionadas, que se concretaron entre fuertes conflictos y resistencias, seguían pendientes las tareas de fondo: diversificación de la economía, reparto de tierras, modernización de la sociedad, democratización y unidad latinoamericana. El roquismo se basaba en esa alianza entre oligarquías rentistas, de origen ganadero o beneficiarias de la intermediación comercial y financiera con los países centrales, principalmente Inglaterra, y consumidoras de bienes producidos en Europa. El reparto entre pocas manos de las tierras arrebatadas durante la llamada ¨Campaña del Desierto¨ profundizó el problema del latifundio.

El creciente parasitismo de la oligarquía se manifestaba en la falta de inversiones (lo que arrojaba un pobre desarrollo industrial), en la corrupción, el endeudamiento externo fraudulento, la vida disipada y lujosa, etc. Si para obtener ese elevado nivel de vida, a estas pocas familias les bastaba con conservar sus tierras, dejar multiplicarse sus vacas y participar como facilitadores de los negociados financieros de la banca imperialista, nunca iban a involucrarse en los complejos inconvenientes de invertir y desarrollar nuevas producciones. Su miopía consistía en que la creciente injerencia imperialista se iba apoderando de las palancas fundamentales de la economía: banca, transporte (ferrocarriles, navegación), industria (frigoríficos, cueros, etc.) y hasta amenazaba la propiedad de la tierra.

Integración a la economía mundial

Alberdi había estado a favor de un desarrollo productivo basado en el reparto de tierra para la ganadería, y se oponía al endeudamiento con las potencias imperiales. Consideraba que sin un vigoroso desarrollo económico no habría independencia. Pero defendía el librecambio y las restricciones a la democracia. Pagó su ingenuidad con un exilio de más de 40 años.

Sarmiento había propuesto un modelo que comenzó a aplicar bajo su presidencia, en Chivilcoy, con el desarrollo de pequeñas propiedades agrícolas y frutihortícolas y el fomento de la industria. A la vez, y su mayor mérito, impulsaba la educación popular obligatoria e igualitaria. Su crimen fue colaborar con el mitrismo porteñista. Hacia el final de su vida denunció a la oligarquía ¨con olor a bosta¨ (por su origen ganadero) y se vinculó a la juventud que pretendía modernizar al país. Se postuló para enfrentar a Roca en las elecciones presidenciales y su derrota lo llevó a Asunción donde falleció en 1888.  

Mantenerse al margen de la economía mundial, preservando un supuestamente idílico pasado de país estancia, no era una opción. El pujante capitalismo mundial presionaría para subordinar la economía nacional mediante alguna de potencias coloniales, como Inglaterra. No había lugar para mantenerse al margen, como lo postulaba cierto nacionalismo conservador. O se lograba un rápido desarrollo productivo, principalmente industrial, o el país se acoplaba de manera subordinada a la economía mundial como compradora de productos elaborados y proveedora de materias primas baratas y de capitales (mediante la bicicleta del endeudamiento externo). Pero para eso era necesaria una burguesía industrial emprendedora  que no terminaba de conformarse.

La inmigración

Producto de todas estas contradicciones entre las distintas fuerzas sociales (productores ganaderos exportadores, rivalidades entre provincias y con Buenos Aires, pequeñas producciones regionales, comerciantes porteños, etc.), de las limitaciones y carencias (principalmente por falta de un desarrollo armónico de la industria, falta de mano de obra disponible, e incluso atraso en la agricultura, horticultura, etc.) y de las fuertes presiones colonialistas, se genera un desarrollo desigual y combinado, donde conviven sectores muy avanzados (por ej. los buques frigoríficos para la exportación de carne a Europa, el sector financiero, la red de ferrocarriles, la bolsa de cereales, etc.) junto a economías regionales atrasadas y paupérrimas, sólo de subsistencia, con todas las variantes intermedias.

Un hecho que queremos destacar, porque tendría consecuencias enormes en la historia posterior, es la llegada masiva de inmigración, principalmente europea. Hablamos de que la población de inmigrantes pasó de 200 mil en el censo 1869 a 2,4 millones en el de 1914, un 30% de la población total.

Si bien en la cabeza de Sarmiento y de Alberdi se pensaba en el modelo norteamericano de una inmigración que desarrollara la industria y la agricultura, las limitaciones y contradicciones señaladas arriba hicieron que las cosas no fueran como se planeaban. El reparto de tierras fue muy limitado (sólo algunas colonias de inmigrantes, y con muchas limitaciones a la propiedad de la tierra) e hizo que la mayor parte se instalara en las principales zonas urbanas y sus alrededores. La mayoría eran expulsados por las distintas crisis capitalistas europeas, ya sea obreros desocupados o pequeños campesinos sin tierras. Desarrollaron actividades artesanales, comerciales y de servicios. Y contribuyeron decisivamente a la formación de la clase obrera argentina.

Los orígenes de la clase obrera

Esta se caracterizaba por su fragmentación en varios niveles: aislamiento en pequeños talleres, orígenes nacionales distintos, tradiciones federativas y artesanales, etc. Además las limitaciones políticas del anarquismo o del socialismo revisionista que signaron la acción de la clase obrera en su primera época, ayudaron a que no tomara protagonismo y retrasara su desarrollo político en beneficio de un proyecto de conciliación de clases, el yrigoyenismo, basado en la reivindicación democrática del sufragio universal y secreto.

El radicalismo, heredero de la tradición caudillista de las zonas rurales y de los márgenes de la ciudad, agrupaba a los sectores que quedaban fuera de los privilegios con que la oligarquía se regalaba alegremente (rentas, viajes, lujos, puestos dirigentes, etc.) Periódicamente estallaban rebeliones contra el dominio oligárquico (1890, 1905, 1912) que abarcaban desde productores rurales perjudicados por los negociados financieros hasta sectores marginales, pasando por industriales, comerciantes y profesionales en busca de mejores condiciones de vida y derechos políticos.

La clase obrera se mantenía al margen,  fundamentalmente por el recelo con que era considerada por las distintas variantes de la burguesía, pero también por los errores ultraizquierdistas u oportunistas mencionados. También hace aparición una fuerte tendencia sindicalista a principios de siglo con sus consecuentes desviaciones economicistas. Todo lo cual no quita que hubiera enormes y heroicas huelgas obreras en las ciudades y en el campo, duramente reprimidas.

Los sectores más inteligentes de la oligarquía comprendieron que la inestabilidad social era el problema principal y concedieron el sufragio universal (Ley Saenz Peña de 1912) con la idea de descomprimir la situación con los sectores medios, a la vez que tomaba medidas represivas contra la clase obrera (la Ley de Residencia permitía la expulsión del país de los trabajadores extranjeros cuestionadores del orden social).  Así llega al gobierno el radicalismo con Hipólito Yrigoyen como figura central.

Bicentenario, Revolución, Socialismo (IV): El triunfo de la patria de los estancieros