La situación política de Argentina se encuentra determinada y condicionada por la situación política en la región, que a su vez se enmarca en la situación mundial. Por lo tanto, la inestabilidad y la volatilidad van marcando el pulso de lo que se viene en el país y acelera los tiempos políticos. El período que se abre es de agudización de las tensiones entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución. La polarización a izquierda y derecha es un fenómeno mundial que se expresa y se expresará de manera cada vez más aguda en la política doméstica.
Mientras escribimos esta editorial la nueva etapa en la que estamos entrando es la etapa de la revolución mundial. Francia, Irán, Sudán, Argelia, Túnez, Hong Kong, Chile, Haití, Ecuador, Colombia, Irak, Bolivia o Líbano están atravesando o han atravesado en el último período explosiones revolucionarias, es decir, la intervención de las masas a través de la acción directa, expresándose en huelgas y movilizaciones multitudinarias, insurrecciones, barricadas, asambleas, cabildos abiertos, resistencia y ofensiva. Tal es el carácter de la época.
Incluso algunos de estos procesos plantean abiertamente la cuestión de la toma del poder.
En nuestro país, de manera distorsionada, este fenómeno se vió en las elecciones presidenciales que demostraron la voluntad de los trabajadores, los estudiantes y la juventud para poner fin a las políticas de ajuste, luego que se truncaron las tendencias objetivas a la lucha por parte de los dirigentes sindicales de todo el espectro ideológico en 2018. Obturado el camino de la lucha directa por poner fin al ajuste de Macri-Cambiemos, las masas se volcaron instintivamente a las urnas.
En los último años venimos señalando, a través de diversos escritos, que existe un hilo conductor que une todas estas manifestaciones tan distintas entre sí: la crisis capitalista mundial.
Quien no lea la situación política al calor de cómo se ha gestado y se ha venido desarrollando la crisis económica mundial sólo será capaz de llegar a un análisis estrecho cuyo reflejo político es el empirismo. Por el contrario, a través de un análisis que tome el materialismo histórico y dialéctico como método científico de observación y transformación de la realidad, como marco teórico, podremos trazar las perspectivas que materializadas en praxis política nos permitan preparar el futuro. Pero, ¿de qué futuro hablamos?
Crisis estructural del capitalismo argentino y crisis mundial
El titulo de este articulo referencia en una frase que fue parte del debate político en estas semanas. La metáfora de la mecha corta hace alusión de manera ajustada a la situación en el país.
La bomba de tiempo de la economía impide cualquier recuperación económica sostenida. El endeudamiento, el déficit fiscal, la restricción externa y la bota del FMI sobre la economía argentina representan una enorme loza imposible de sortear dentro de los márgenes del capitalismo sin que esto implique transferir el peso de la crisis sobre los hombros de los trabajadores y el pueblo pobre.
La inflación se devora los salarios a velocidad astronómica. Según datos oficiales la suba interanual fue del 50,5%, mientras que acumuló en lo que va del año un aumento del 42,2%.
Para el año 2020 los analistas de diversas tendencias ideológicas, coinciden en que la inflación continuará azotando a las familias trabajadoras, se espera un 2020 en rojo. Analistas de 6 consultoras y centros de estudio que suministraron datos para la Encuesta de Expectativas Macroeconómicas de El Cronista (EMEC) indicaron un índice de entre 43% y 45% de inflación esperada para el año que viene. En relación al PBI, las consultoras corrigieron a la baja sus pronósticos de agosto de -0,6% a -1,8%, lo que significa que la economía acumularía tres años de recesión. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la economía argentina caerá 1,3% en 2020.
Según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que realiza el Banco Central, la expectativa de inflación para el 2020, por ahora, es de 40,5%.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) publicó datos oficiales que arrojan que una familia en Gran Buenos Aires necesitó en septiembre 2019 $34.784 para cubrir el costo de la Canasta Básica Total (CBT) y evitar así caer en la pobreza. El salario mínimo en Argentina está en $15.625 (U$S 262,16). Con lo cual, ni con dos salarios mínimos una familia puede superar la línea de pobreza. Seis de cada diez argentinos gana menos de $20.000 por mes.
La pobreza alcanza en Argentina niveles devastadores. Más de 15 millones de personas no acceden a una alimentación básica.
El desempleo golpea a más de 2 millones de personas, 4.200.000 personas tienen problemas de empleo. Más de la mitad de los desocupados (52,7%) son menores de 29 años, siempre según datos oficiales. Mientras tanto la oleada de despidos no se detiene: Ledesma SAAI, el ingenio Bella Vista, la alimenticia Lodiser S.A, Molinos Minetti, Electrolux se agregan a una lista interminable. Incluso hay empresas que despiden previendo nuevas formas de contratación más favorables al capital.
La ratio deuda pública/ PBI según un informe de Ecolatina se ubicó por encima del 90% y otros informes la ubican casi en el 114%. Lo que implica un lastre brutal para la economía.
Como se puede ver, la situación económica y por ende social es una bomba con una mecha muy corta.
Todo esto se da en una perspectiva no de recuperación económica sino por el contrario en la perspectiva de un agravamiento de la situación económica producto de la crisis mundial capitalista. El País de España titulo: “La próxima recesión mundial: dadas las cifras, no hay ninguna alternativa para evitar otro frenazo económico, que es probable que se produzca en 2021” El Financial Times titulo: “Capitalism. Time for a reset (Capitalismo. Tiempo de reiniciar)”. La Asociación Nacional de Economía de la Empresa (NABE), la mayor asociación de economistas norteamericanos advirtió que, la economía de EEUU entrará en recesión el próximo año o el siguiente como muy tarde.
Una columna de opinión de The New York Times planteó que “Una crisis económica afectaría desproporcionadamente a América Latina” agregando que: “Una crisis internacional también podría agravar la crisis económica actual de Argentina y conducir a otra moratoria, como en 2001”
Con esto queremos señalar que no son solo los marxistas los que prevemos este escenario. Como las citas lo indican los propios economistas del establishment lo gritan a los cuatro vientos. La crisis de sobreproducción mundial ya se ha convertido en la crisis que todos ven.
La economía argentina esta dañada de manera estructural, esto no solo viene de los últimos 4 años de gobierno macrista sino que es un proceso que se inicia en 2008 y que se agudiza en 2011. Si bien algunas variables económicas centrales se mantenían altas luego de haber atravesado el boom post convertibilidad, el descenso desigual y combinado que se venía dando desde 2008 era constante y se observaban signos que indicaban que la economía se desangraba lentamente.
Es verdad que, habiendo progresado en muchos aspectos sobre derechos sociales y condiciones de vida y trabajo, en los doce años de gobierno kirchnerista, la desigualdad estructural nunca se erradico por la simple razón que no se eliminó al capitalismo.
Por lo tanto, la idea de poder sortear esta crisis con un pacto social se muestra inviable. Como inviable también fue esta misma idea en 1973 cuando el “Pacto Social” salto por los aires a mediados de 1975 bajo la presión, por un lado, del ascenso obrero y las Coordinadoras y la crisis económica, por el otro.
Si bien en un principio se detuvo la inflación y a comienzos de 1974 y se consiguió superávit fiscal, el ciclo de bonanza comenzó a revertirse hacia 1975. Las divisas escaseaban, la inflación estaba desatada nuevamente y la puja distributiva se hacía cada vez más aguda. Toda esta situación se daba a su vez en el marco de una crisis económica global conocida como la crisis del petróleo que marco el fin definitivo de la época dorada del capitalismo tras la carnicería que implicó la Segunda Guerra Mundial.
Quedaba demostrado en la práctica, una vez más, que no se puede controlar lo que no se posee. Mientras las palancas fundamentales de la economía estén en manos de una pequeña minoría que solo persigue su propio lucro cualquier pacto social solo puede tener un alcance muy limitado y de corto vuelo.
Este nuevo pacto social impulsado por un sector mayoritario del peronismo apunta a salir de la estanflación (estancamiento económico combinado con inflación) para pasar a activación con inflación. Es decir, inflación por emisión. Básicamente emitir pesos para mover el mercado interno. Este camino podría inicialmente mostrar cierta mejora de algunos indicadores socio-económicos. Pero en última instancia, como señalamos más arriba, la crisis estructural de la economía va a determinar el fracaso de cualquier intento de regular al capitalismo y que esto no implique un ajuste por abajo independientemente de las intenciones de quien gobierne. El ejemplo de Tsipras en Grecia está demasiado fresco aún y grafica claramente esto que afirmamos.
Tarde o temprano, en tiempos de crisis todo gobierno que se mueva dentro del sistema capitalista se enfrenta a una máxima de hierro: ¿quién paga la crisis? Los trabajadores sabemos de sobra la respuesta a esa pregunta. Siempre pagamos los de abajo.
Pero además hay otro aspecto del refrito de un nuevo “pacto social” o “contrato social” que es el acuerdo de todas las fuerzas políticas del régimen capitalista que bregan para que las masas estén “contenidas” ante la miseria reinante y creciente en el país. El viejo dicho “que no se salga de madre” es por demás elocuente y no es más que la autoridad ante las masas de F y F. Se busca así sostener la institucionalidad a toda costa producto de un programa político que plantea la conciliación de clases y acepta a la burguesía como la rectora natural de la sociedad.
La clase dominante está gastando sus últimos cartuchos ante una irrupción de masas, que más temprano o más tarde sucederá.
Fijate de qué lado de la mecha te encontrás
Como describimos, la situación económica del país es extremadamente débil. La utopía es creer y mostrar como salida, que es posible controlar y gestionar al capitalismo en su crisis secular cuando, en realidad, es conducir a las masas a un callejón sin salida.
Una agudización de la lucha de clases se esta abriendo poco a poco en el país.
Por un lado, los empresarios, banqueros y terratenientes necesitan seguir profundizando el ajuste para poder sobrevivir en su competencia dentro del mercado mundial, manteniendo su tasa de ganancia al alza y por otro lado, las masas no toleran más retrocesos en sus condiciones de vida como quedó demostrado en las urnas. Esta es la receta acabada para lucha de clases. Sabemos lo que va a venir, el resto del mundo lo muestra, debemos prepararnos para ese momento.
La crisis mundial capitalista no ha dejado espacio para reformas significativas, la crisis del capitalismo es también la crisis del reformismo.
En este país de la mecha corta, la militancia de base del kirchnerismo quedará atrapada en una dicotomía: quedar enredados en la lógica de la institucionalidad y el parlamentarismo que pretende un “capitalismo humano” de la mano de un “liberalismo progresista peronista” o romper con la apuesta policlasista y dirimir la confrontación con la burguesía nacional y el imperialismo en líneas de clase hacia el Socialismo. Cada uno deberá elegir en qué lugar de la mecha se ubica.
¿Qué hacer?
Por su parte, el futuro gobierno estará bajo ataque desde el minuto 0. Todo el círculo rojo busca condicionar al gobierno de Fernández/Fernández para que sostenga la gobernabilidad y contenga a las masas en sus reivindicaciones, pero sin afectar de lleno sus intereses, ganancias y privilegios. La maquinaria del terrorismo mediático ya esta perfilada en este sentido. Observamos también que las clases dominantes han entrado en una fase, que se ve muy claramente en Bolivia, donde se han quitado abiertamente su mascarada democrática entendiendo perfectamente el carácter de la lucha de clases.
En este aspecto, la táctica del frente único aparece como una herramienta indispensable para conectar con importantes sectores de la clase trabajadora que siguen con cierta “ilusión” en el kirchnerismo. Este trabajo es clave para luchar por la independencia política de la clase obrera y de la juventud.
Sabemos lo que va a venir, el resto del mundo lo muestra. Más temprano que tarde las masas comprenderán que no es sólo la crisis del neoliberalismo, que es sólo una forma particular de capitalismo, sino una crisis orgánica del mismo sistema capitalista. Se trata entonces de luchar junto a las masas y su vanguardia, dando el debate y acompañando la experiencia. Debemos explicar pacientemente que no hay futuro bajo el capitalismo.
Los dirigentes de la izquierda agrupados en torno al FIT-U vienen sufriendo un golpe tras otro, en términos electorales, producto de la adaptación y dilución del programa revolucionario que deriva en electoralismo, oportunismo y cretinismo parlamentario. Ante esto, debemos señalar claramente que los grupos de izquierda que se alejan de la estrategia de poder se condenan a sí mismos a no ser una alternativa para la clase obrera y el conjunto de los trabajadores. La militancia que se referencia en el FIT-U se enfrenta entonces al reto de torcer la política equivocada que hoy vienen imprimiendo los principales dirigentes a los grupos que conforman el frente.
Como señalamos las fuerzas productivas no pueden ser desarrolladas bajo las actuales relaciones de producción, por lo tanto, lo único que los capitalistas pueden ofrecernos es ajuste, ajuste y más ajuste. Ante este escenario es que se abre el problema de la construcción del partido revolucionario; se ha convertido entonces, en una cuestión de vida o muerte para los trabajadores y la juventud. Son nuestras familias, nosotros o ellos y sus millones, su ajuste y su represión.
Las distintas insurrecciones que recorren el mundo muestran también los límites del movimiento espontáneo que no rebasa la frontera del capitalismo. La historia nos ha enseñado que sin un partido revolucionario que conduzca a las masas hacia la toma del poder no hay forma de triunfar. Sobran ejemplos de esto que afirmamos. Se trata entonces de acompañar las reivindicaciones más sentidas de los trabajadores como salarios, empleo, libertades democráticas, alimentación, salud, educación, etc. pero apuntando a la conquista del poder y la eliminación de lo que es la única causa de la opresión: el sistema capitalista.
La salida ahora es construir un Partido de Trabajadores que posibilite la construcción de un Gobierno de los Trabajadores.
Desde la izquierda, nuestras tarea es combinar la agitación por un Partido de Trabajadores junto a la agitación por un Partido Revolucionario. El primero, el partido de trabajadores independiente al servicio de los propios trabajadores, prepara el camino para nuestro partido revolucionario.
No hay tiempo que perder. Preparemos el futuro, la Revolución mundial esta comenzando.