Apéndice II. Balance de la lucha por la democratización de la UBA

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Es indudable que la dirección de la FUBA jugó un papel de primer orden en la lucha contra los sectores reaccionarios levantando bien alta la bandera en defensa de la universidad pública y gratuita y por su completa democratización. La actuación de la FUBA y del activismo estudiantil durante gran parte del año 2006 impidió que un personaje vinculado a la dictadura, como Alterini, se encumbrara como Rector de la UBA, aunque finalmente se impuso un acuerdo de compromiso entre estos sectores reaccionarios y el sector “progresista”, minoritario, vinculado al gobierno de Kirchner.
No obstante, la impresión que deja esta experiencia es que la lucha se perdió. Los mismos dirigentes de la FUBA ni siquiera se esfuerzan en ocultarlo. Lo grave de esto no es la sensación de derrota, sino que desde el principio hasta el final el movimiento estudiantil no participó activamente en esta lucha.
Durante todo el 2006 la FUBA se opuso a la elección de un nuevo rector de la UBA con el argumento de que antes debía aprobarse un nuevo Estatuto que fuera más democrático que el actual para terminar con el dominio feudal que ejerce sobre la UBA una casta minoritaria de profesores y catedráticos.
Los cambios exigidos por la FUBA y los sectores más progresistas de la universidad no son menores. Suponen el mayor cambio en la organización interna de la universidad desde la Reforma de 1918.
Para encarar con probabilidades de éxito una reforma de gran calado de la universidad se necesitaba generar un movimiento de masas de tal calibre (de estudiantes, docentes, no docentes, con el apoyo y la simpatía de los trabajadores en general) que obligara al gobierno y a los sectores conservadores y reaccionarios de la UBA a tener que aceptar si no todas, al menos la mayoría de nuestras demandas.
Creemos que el error principal cometido por los dirigentes de la FUBA fue no haber reflexionado suficientemente sobre las condiciones y los métodos para haber generado una movilización de masas para conseguir esto, apostando casi exclusivamente al esfuerzo abnegado y al voluntarismo del activismo estudiantil (el sector de vanguardia del estudiantado, pero minoritario al fin), al margen de las masas de estudiantes.
También se fracasó en la conformación de un frente único amplio que abarcara a los sectores más progresistas de la comunidad universitaria de estudiantes, docentes y no docentes, para organizar y extender la lucha. Al contrario, la impresión que quedó es que esta fue una pelea de la FUBA sola. La responsabilidad por esto recae también en los dirigentes del sindicato docente AGD-UBA y del activismo clasista no docente que tampoco propusieron la conformación de un frente de este tipo ni tomaron iniciativas al respecto, salvo en sus comunicados públicos de apoyo de rigor.

El fracaso del “vanguardismo” y del “sustitucionismo”

Sin una movilización de masas en la calle que respaldara su accionar, la actuación de la FUBA quedó relegada a boicotear en 6 ocasiones la elección del Rector con el concurso de varios cientos de activistas, que además querían obligar con sus solas fuerzas a todo un gobierno y a la casta dirigente de la UBA al cambio de Estatutos más radical en 90 años.
De esta manera se cayó en el error del “sustitucionismo”, por el cual una vanguardia se propone llevar a cabo tareas que sólo pueden tener una probabilidad de éxito si existe una participación consciente de miles y decenas de miles en la calle, acompañado por la simpatía general de la mayoría de la sociedad. En esas condiciones, la lucha por unos Estatutos democráticos y un cuerpo rectoral verdaderamente democrático y representativo no podía triunfar, como así sucedió.
Algunos sectores del activismo estudiantil intentan justificarse diciendo que “los estudiantes no se mueven”, que “están apáticos y pasivos”, que la lucha por Estatutos democráticos “no les interesa”, y que por lo tanto “no se podía hacer más de lo que se hizo”. Por lo tanto, depositan en los propios estudiantes toda la responsabilidad por la falta de una respuesta de masas, pese a que son ellos quienes sufren condiciones de estudio cada vez más degradadas y los efectos de un régimen antidemocrático dentro de la universidad.
Reconocemos que no es fácil incorporar a los estudiantes a su participación activa en la vida universitaria. La estructura universitaria conspira conscientemente para que esto sea así, con sus planes de estudio agotadores, enseñanzas memorísticas, la presión de pruebas y exámenes, métodos de enseñanza basados en la competencia entre los propios estudiantes que no fomentan la colaboración, la falta de condiciones ambientales edilicias y de infraestructuras, y otros.
Pero los dirigentes de la FUBA deben preguntarse honestamente qué hicieron ellos durante estos 5 años para intentar revertir esta supuesta situación de “apatía” entre el estudiantado. Ellos han revalidado sus mandatos en la FUBA y en la mayoría de las facultades en todo este tiempo. Tenían la autoridad y los medios para haber hecho avanzar el nivel de conciencia estudiantil y haber estimulado su participación cotidiana en la vida académica. Lamentablemente, no lo hicieron, porque nunca pudieron desembarazarse de la práctica equivocada del “sustitucionismo” en su labor cotidiana en las facultades y a nivel de la FUBA. Muchas veces se utilizaron esos cargos para el “prestigio” de tal o cual dirigente estudiantil y de su partido, y no para el interés general del movimiento estudiantil. Por lo tanto, no pueden ahora mirar para otro lado y eludir su responsabilidad.
Otro error cometido por los dirigentes de la FUBA fue no haber vinculado la necesidad de Estatutos democráticos para la UBA con los problemas cotidianos de los estudiantes en sus facultades. Para la mayoría de los estudiantes el debate sobre la “democratización” de la universidad aparece demasiado abstracto y ajeno a sus necesidades inmediatas. Lo correcto hubiera sido levantar un pliego de reclamos amplio y democrático, votado en asambleas generales en cada facultad, comenzando con demandas básicas tales como las deficiencias edilicias, falta de espacio en las aulas, por bibliotecas bien dotadas, por el cese de los profesores incompetentes, etc., hasta las demandas más generales sobre aumento de la participación estudiantil en el cogobierno, por un sistema auténticamente democrático para el acceso a la carrera docente, contra las privatizaciones de los servicios universitarios, por el control democrático de las finanzas universitarias, o la elección del rector por sufragio universal.
Esta manera de presentar los reclamos hubiera estimulado, sin duda, la participación estudiantil en la lucha y le hubiera dado muchísimo más vigor.
La manera en que terminó la lucha no fue la mejor, con cientos de activistas estudiantiles reprimidos y decenas heridos, con detenidos, sin poder conseguir sus reclamos en medio de la indiferencia general del movimiento estudiantil y de la sociedad. Y sin ninguna perspectiva de cómo continuar la lucha en los meses siguientes.

 

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