Algunos aspectos sobre la importancia estratégica del Delegado Gremial

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Este es el primero de una serie de artículos del sóciólogo Federico Vocos, que utiliza como base para la realización de talleres de formación sindical y política destinados a trabajadores de todas las ramas y sectores. En esta primera entrega se abordan algunos de los puntos centrales sobre los alcances de la figura del delegado gremial. Agradecemos al compañero Federico Vocos nos haya proporcionado sus trabajos para poder difundirlos en nuestra web.

En pocas líneas intentaremos abordar algunos de los puntos centrales sobre los alcances de la figura del delegado gremial.

 

 

1. Sin duda los delegados sindicales ocupan un lugar destacado en la construcción del movimiento obrero argentino. Desde las experiencias de algunos cuerpos de delegados en la década del 30’, al impulso que adquieren las Comisiones de Reclamos desde el año 46’, las organizaciones sindicales, a diferencia de lo que ocurría en otros países de Latinoamérica, logran tener una intervención activa en el lugar de trabajo.

 

De esta forma el movimiento obrero argentino se forja en un espacio estratégico de la sociedad, allí mismo donde se genera la producción de riquezas, donde el trabajo se pone en movimiento y posibilita la reproducción de la sociedad.

 

2. El delegado gremial adquiere una importancia clave en la medida que se encuentra en el espacio donde diariamente se libra una nueva batalla, en el que la patronal busca tener una mayor productividad o “ganar” la cabeza de los compañeros.

Cada día se abre una nueva disputa en torno al ritmo de producción, por las categorías, por implementar alguna modalidad de flexibilidad laboral o forma de gestión en el que la empresa busca que los trabajadores interioricen sus intereses como propios.

 

Es en este espacio donde es clave poner freno a la arbitrariedad empresaria, y defender los derechos laborales y gremiales. Constantemente los patrones intentan vulnerar los derechos de los trabajadores, como son el cumplimiento del pago del sueldo, las horas extras, o alguna cláusula del convenio colectivo.

Pero también es común que en la organización del proceso productivo se exponga al trabajador a realizar alguna tarea riesgosa para su integridad física.  

Cuando un delegado interviene planteando que el sueldo no está bien pago, o que una sustancia debe cambiarse porque es toxica, no solo afecta la ganancia de los patrones sino que también está en juego una disputa de poder.

 

En algunos casos la representación obrera en el lugar de trabajo no sólo logra  condicionar la facultad empresaria de organizar el trabajo, al limitar la potestad de las empresas para asignar tal o cual tarea, sino que en muchas ocasiones los delegados intervienen sobre el proceso de trabajo, que es una atribución de la que ninguna patronal está dispuesta a renunciar.

 

3. Uno de los elementos importantes de poder contar con una representación propia en el lugar de trabajo, es el hecho de poder superar los vínculos personales que intentan imponer las empresas.

La construcción de un “nosotros”, quizás sea una de las cuestiones más difíciles, porque en general nos formamos desde una perspectiva en la que la forma de resolver los problemas es individual y no colectiva.

Implica también poner en discusión la autoridad de gerentes y supervisores que se tienen que enfrentar a un conjunto de trabajadores organizado. En algunas ocasiones este aspecto es uno de los más dificultosos de asimilar por muchas patronales que no están acostumbradas a lidiar con un “otro”; son años en que se manejan de forma unilateral, por lo que se encuentran descolocadas cuando hay un interlocutor con el que tienen que enfrentarse, negociar, y ponerse de acuerdo.

Contar con un delegado es la consolidación de una construcción gremial, y por lo tanto también es la demostración de una fuerza propia.

 

4. Otro de los elementos a considerar es que la actividad del delegado permite conformar una relación diaria entre los trabajadores y el sindicato.

 

Por un lado en cuanto a lo que ocurre en el establecimiento. Decíamos que en otros países de Latinoamérica, aunque los trabajadores se encontraban agremiados, el sindicato permanecía fuera de los lugares de trabajo, por lo cual los trabajadores tenían que ir al sindicato, y desde allí se hacía el reclamo.

Lo que implica desde el punto de vista de los trabajadores encontrarse siempre en desventaja, al no poder actuar de forma inmediata cuando ocurren los hechos. Ya implementadas las medidas por parte de la patronal, éstas son mucho más difícil de revertir. 

 

Pero también el poder contar con un delegado facilita que los trabajadores se puedan involucrar en la vida del sindicato, dando difusión de sus actividades, comunicando la situación de otros establecimientos, participando y respaldando solidariamente los conflictos en los que está involucrado el gremio. Es decir, permite ir construyendo en el día a día la noción de que el sindicato son los propios trabajadores y no una institución ajena. Se trata de ir conformando un “nosotros” más amplio, que supera los límites del propio establecimiento.

 

5. Nos interesa destacar que la construcción sindical por la cual los trabajadores alcanzan una representación propia mediante instancias democráticas, posibilita un proceso de politización de uno de los espacios claves de nuestra sociedad, como son los ámbitos de producción.

 

Allí donde las empresas lograban mediante mecanismos disciplinarios amedrentar a los trabajadores, se ha logrado, a partir de una perspectiva sindical democrática y participativa, ir perdiendo el miedo y que el debate sea cotidiano.

 

El hecho de poder participar regularmente de asambleas y reuniones en los lugares de trabajo permite la adquisición de una práctica democrática. Esta es una experiencia que les permite a los trabajadores generar espacios e instancias de democracia directa, que generalmente en otros ámbitos de la sociedad no existen.

 

De esta forma se va logrando instalar que “lo político”, no es una actividad exclusiva de algunos, sino que es una dimensión clave de toda práctica cotidiana. Se trata de generar una forma diferente de hacer política, en donde prime lo colectivo y la identidad como trabajadores.