Cuando a finales del siglo pasado murió el rey Hasán II todas las expectativas de cambio se concentraron en la figura de su hijo Mohamed VI. Conocido como el “rey de los pobres” se embarcó en un programa de reformas, parecía dispuesto a desafiar a los conservadores en el estado y romper con la herencia de su padre. Las revoluciones no aparecen tanto por la ausencia de reformas como por el resultado de las expectativas defraudadas de las masas en las reformas prometidas por el régimen.
(Jean Jaurès. Historia socialista de la Revolución Francesa. 1901-1904)
Cuando a finales del siglo pasado murió el rey Hasán II todas las expectativas de cambio se concentraron en la figura de su hijo Mohamed VI. Conocido como el “rey de los pobres” se embarcó en un programa de reformas, parecía dispuesto a desafiar a los conservadores en el estado y romper con la herencia de su padre. Exiliados políticos como Abraham Serfaty y la familia Ben Barka pudieron regresar al país y se creó un fondo para compensar a las familias de los activistas políticos que desaparecieron durante los años de represión bajo el reinado de su padre. También echó al odiado ministro de interior Driss Basri. El joven rey incluso visitó la provincia norteña de Rif, una zona claramente abandonada por su padre.
Creció la fascinación por este joven y aparentemente moderno monarca que anunció que transformaría su país, establecería el imperio de la ley y conseguiría que el país entrara triunfalmente en el siglo XXI. Las expectativas cada vez eran más altas, mucho más entre la gente normal, las masas oprimidas y desarticuladas del campo y las ciudades. No debemos olvidar que tres cuartas partes de la población han conocido sólo a un rey en treinta y cinco años de reinado.
La transición hacia una joven y próspera democracia parecía en camino. Los intelectuales soñaban con una transición como la que experimentó España cuando terminó la dictadura de Franco. Sin embargo Mohamed VI rápidamente puso límites a las posibles reformas. En su segundo discurso a la nación pronunciado en 1999 insistió en que continuaría ejerciendo sus poderes constitucionales. Los mismos poderes que tenía su padre y que no permitiría ninguna ambigüedad en esta cuestión.
Una dictadura monárquica
¿Cuál es la naturaleza del régimen heredado por Mohamed VI? Marruecos podría ser descrito como una monarquía constitucional pero sería más correcto hablar de una constitución monárquica. Es un sistema donde los principales poderes del Estado están centralizados en las manos del monarca, los asesores palaciegos y su personal más próximo, junto con una oligarquía económica unida por lazos familiares a la dinastía alauí. El papel político del gobierno es marginal.
Todas las decisiones importantes las toma el rey. También tiene el control directo de los llamados ministerios de soberanía. Estos son el de defensa, justicia, asuntos religiosos e interior. Sinceramente ¡ésta parece la descripción de una dictadura policiaco-militar con vestiduras monárquicas!
En marroquí este tipo de sistema político tiene un nombre específico: majzen (en árabe literalmente significa depósito). Por extensión, significa el Tesoro, el símbolo de poder de los primeros califas, los gobernantes medievales, que sometieron a través de la violencia a las diferentes tribus para que pagaran los impuestos. Se desarrolló aún más bajo el dominio colonial. Después de la independencia de 1956 sobrevivieron las principales características del majzen aunque con una forma más refinada, en parte gracias a la ayuda de los servicios secretos israelíes, el Mossad. Las formas externas y los hábitos de este estado siguen siendo feudales y se basan en la sumisión servil y la obediencia incondicional al rey. Pero no hay ninguna duda: esta maquinaria estatal está dedicada a la defensa despiadada de los intereses capitalistas del palacio (¡el rey posee el 60% de todas las acciones de la bolsa de Casablanca!), a los privilegios de la letárgica burguesía local y a sus propios intereses imperialistas en la región (la ocupación del Sahara Occidental, el apoyo militar al corrupto régimen de Mauritania contra las insurrecciones nacionalistas e islamistas, sus excelentes relaciones con Israel).
Algunos podrían hacer la siguiente objeción: ¡pero Marruecos tiene un parlamento e incluso un senado! Pero no hay ninguna contradicción en que el régimen político de Marruecos sea una dictadura monárquica y existan un parlamento, un senado e incluso elecciones a las que concurren diferentes partidos políticos. Una dictadura, o para ser más exactos, un régimen bonapartista burgués es capaz de coexistir con todos los ornamentos parlamentarios.
¿No fue este el caso de Suharto en Indonesia o incluso Pinochet en Chile? Los parlamentos, así como los llamados sistemas multipartidistas, son elementos capaces de fortalecer y no debilitar el poder centralizado del rey. Son parte del escenario de los recurrentes actos equilibrantes del rey entre las diferentes fuerzas dentro y fuera del aparato del estado. Pretendiendo ser el arbitro de la nación, el majzen tiende a elevarse por encima de la sociedad y sirve a sus propios intereses. Ningún régimen, independientemente de su carácter despiadado y absolutista, es capaz de sobrevivir con la única ayuda de la espada. Rápidamente se quedaría sin respiración. Necesita regularmente encontrar nuevos puntos de apoyo en la sociedad para extender su esperanza de vida.
La historia política de Marruecos desde su independencia se ha caracterizado por este movimiento perpetuo de la monarquía entre los diferentes sectores del estado, partidos, fracciones de la burguesía y otras fuerzas sociales como el campesinado. Ante todo la monarquía entró en competencia con el Istiglâl nacionalista burgués, nacido de la lucha contra el protectorado francés y español. Consiguió triunfar sólo basándose en las fuerzas armadas. Para compensar el creciente poder de las Fuerzas Armadas Reales (el ejército marroquí) que se habían convertido en la columna vertebral del estado a principios de los años sesenta, Hasán II se basó en diferentes partidos de derecha.
La represión cruel, la declaración del estado de emergencia, unos cuantos referendos, reforma constitucional, elecciones amañadas, la creación de partidos bajo el tutelaje real e incluso promesas de “democratización” lo ayudaron a evitar intentos de golpe de estado dentro del ejército (los complots de 1963, 1971, 1972) y abortar algunos movimientos guerrilleros (1973). La guerra en el Sahara Occidental introdujo un fuerte elemento de nacionalismo y impuso un consenso que ayudó a Hasán II a desviar la atención de las masas (la Marcha Verde de 1975). Al mismo tiempo mantuvo al ejército ocupado y alejado de la capital. El asesinato del dirigente socialista reformista Medí Ben Barka cometido por los servicios secretos en Francia en 1965 y del secretario general del socialista USFP, Omar Benjelloun, en 1975 por parte de un grupo de jóvenes fundamentalistas llamado Chabiba Islamiya, formaban parte del mismo juego político.
Fundamentalmente, Hasán II se basó en el apoyo del fellah -el campesinado- como “defensor del trono”. Las administraciones rurales y las estructuras tradicionales de poder en el campo no le fallaron durante su largo reinado. Socialmente siempre enfrentó lo rural a la rebelión urbana. Pero esta base social, el punto de apoyo clásico de los gobernantes bonapartistas, sufrió una fuerte erosión. Como consecuencia del éxodo rural a las ciudades debido a la baja productividad agrícola, la incertidumbre climática (largos períodos de sequía) y la pobreza generalizada, la población urbana comenzó a superar a la rural por primera vez en 1993-94. Parte del secreto de la longevidad del reinado de Hasán II estaba, hasta hace poco, en el fuerte carácter rural de Marruecos. Sin embargo, limitarnos a esta conclusión sería tener una visión bastante parcial. El carácter reformista de los partidos de izquierda de masas como el USFP o el pequeño PPS (Partido Comunista), los errores ultraizquierdistas y maoístas de los grupos estudiantiles también tuvieron un impacto decisivo en la supervivencia de Hasán II.
Una economía débil y dominada
La economía marroquí equivale a sólo el 0,41% del PIB de la UE y el 0,147% de la producción mundial, aunque el África subsahariana cuente con el 10,5% del PIB regional. Dentro del Magreb representa un tercio de la economía, es más pequeña que Argelia pero mayor que Túnez. El país no ha conocido ninguna reforma agraria, la burguesía urbana se limitó a tomar posesión de las haciendas coloniales (el 0,7% de los cultivos representan el 15,4% de la tierra útil). La irrigación nunca superó el millón de hectáreas y beneficia sólo a aquellas tierras involucradas en la cultura especulativa. El atraso técnico es colosal. Sólo hay un técnico por cada 3.000 hectáreas. En EEUU hay un ingeniero agrícola por cada 100 hectáreas. El bajo nivel de productividad de la agricultura es un freno para el desarrollo industrial de Marruecos. La industria se centra en la minería (principalmente fosfatos). El subsuelo oculta tres cuartas partes de las reservas mundiales de fosfatos. El país es el segundo exportador de esta materia prima. Los textiles, la confección, las agroindustrias y las químicas representan el grueso de las exportaciones. La pesca y el turismo también contribuyen al desarrollo económico.
El crecimiento económico es muy lento. En los años ochenta el crecimiento per cápita del PIB casi fue cero. En la década siguiente el progreso anual fue del 0,1%. El débil crecimiento económico quedó anulado por el crecimiento demográfico. A pesar de los “buenos fundamentos” presagiados por todas las instituciones internacionales del capital, la economía en su mayor parte está estancada. Sin embargo la economía sumergida es muy próspera. ¡El ingreso procedente de la producción y tráfico de drogas en el norte de la región del Rif se calcula que representa entre una cuarta parte y un tercio del PIB oficial! La economía informal equivale también a un tercio de la economía formal. No debemos olvidar que los ingresos del contrabando a través de los enclaves españoles de Ceuta y Melilla supone otro tercio del valor de la economía.
La deuda total equivale aproximadamente al 100% del PIB. Es inferior a la de Japón o Italia pero tiene consecuencias más devastadoras debido a su incapacidad para invertir. En general, tanto la inversión privada como la pública son muy bajas, esto indica la naturaleza parasitaria y el carácter letárgico de la burguesía local. Recientemente un periódico comentaba que industriales marroquíes como los de la industria tabaquera preferían vender sus empresas a las multinacionales en lugar de modernizar su maquinaria.
El dominio imperialista es aplastante. No sólo los intereses franceses penetran profundamente dentro de la fibra económica, también el capital portugués, español, árabe y estadounidense tiene un peso muy importante en la economía. Las multinacionales extranjeras controlan más del 50% de las acciones de 750 de las 1.200 principales empresas del país. La mitad son francesas y representan el 35% de la producción industrial. El reino alauí es importante estratégicamente para Francia. París tiene 400 empresas activas en el reino. También es el principal socio comercial, el mayor acreedor y socio financiero.
La Primavera Marroquí
La “Primavera Marroquí” en los años noventa siguió a la “Primavera Tunecina” y la “democratización” argelina. Estos intentos de reforma no fueron casuales y fueron iniciados por los círculos dominantes de los regímenes del Magreb después de las explosiones sociales de los años ochenta, las insurrecciones de Túnez de 1984 y Argel de 1988. En Argelia llevó al cuestionamiento del sistema de partido único del FLN y a la organización de elecciones parlamentarias. En Túnez la muerte del presidente Bourguiba aumentó las expectativas de democratización con sus sucesores en 1988-90. Esta fiebre reformista que azotó a las oligarquías del Magreb correspondía con la necesidad de cambiar su forma de gobernar para garantizar que continuarían controlando la situación. Desde el punto de vista de la lucha de clases eso significa que las reformas por arriba estaban diseñadas para minar las posibilidades de la revolución por abajo.
En Marruecos esta cuestión fue puesta en práctica por el régimen del padre de Mohamed VI. Hasán II comenzó a buscar nuevas formas de gobernar para garantizar la supervivencia de su régimen. Los años setenta y ochenta en Marruecos fueron conocidos por su atmósfera represiva. Se los llamó “annèes de plomb” o “los años de plomo” en los que una alfombra sofocante oprimió todas las formas de protesta. Fueron años de arrestos masivos de activistas de izquierda, juicios “ejemplares”, ejecuciones extrajudiciales, tortura en las cárceles de Tazmamart y otras cosas por el estilo. Esta represión fue denunciada por el escritor francés Gilles Perrault en su famoso libro Notre ami, le Roi (Nuestro amigo, el rey) y por Ahmed Marzouki en Tazmamart, cellule 10. Esas medidas represivas en gran medida consiguieron frenar el desafío que representaban para el régimen las actividades de la izquierda, del movimiento estudiantil radical (la Unión Nacional de Estudiantes de Marruecos) y de grupos maoístas como Ilal Ammam o el Movimiento 23 de marzo. Sus filas rápidamente fueron dispersadas y diezmadas por los golpes de la represión.
El hecho de que Hasán II pretendiera ser un descendiente del profeta Mahoma y que éste le había otorgado el título de “Comandante de los Creyentes” no lo salvó de los fundamentalistas. Éstos comenzaron a aparecer a principios de los años noventa en las protestas contra la primera Guerra del Golfo. El activismo islámico en universidades como las de Fez o Casablanca en 1994 fue un síntoma del crecimiento de este movimiento. Este y otros factores fueron los que convencieron a Hasán II para que comenzara lo que describió como “l’alternante politique”, el cambio de la guardia política. Por primera vez el partido socialista -Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP)- participó en el gobierno e incluso llegó a dirigirlo con su primer ministro A. Youssoufi. En 1993 los socialistas se habían negado a entrar en el gobierno, pero en 1998 su líder de partido se convirtió en primer ministro. El PPS (los llamados comunistas) sí que habían aceptado cargos en gobiernos anteriores. Su degeneración les llevó a ser más monárquicos que el propio rey. Hasán II siempre hizo buen uso de los disidentes y opositores.
Un activista del USFP hace la siguiente descripción del papel de esos opositores: “La continuidad dinástica está garantizada por la integración de ciertos opositores del rey… Un opositor es como el combustible. Para poder avanzar necesitas consumir mucho, si quieres hacer un largo viaje lo mejor que puedes hacer es garantizarte opositores, preverlos, producirlos e incluso importarlos”. (Le Journal, 7-13 de febrero de 2004). Esto ocurrió con individuos como Abraham Serfaty, un antiguo maoísta y después con Nelson Mandela, el prisionero político con la condena más larga de África, que se convirtió en asesor del joven rey en cuestiones relacionadas con el petróleo. Se podría mencionar a muchos otros pero su reintegración sigue el mismo patrón, quieren reformar el sistema “desde dentro” y terminan convirtiéndose en una cobertura de izquierda para el régimen.
En realidad algunas veces un régimen tiene que apoyarse en su pie izquierdo, sobre todo cuando ha estado demasiado tiempo sobre el derecho. Esto fue particularmente necesario cuando la clase obrera y los pobres de las ciudades comenzaron a desafiar al régimen. En ese momento, las luces de alarma del régimen se volvieron naranjas e incluso rojas. En diciembre de 1990 los sindicatos organizaron una huelga general que fue seguida posteriormente por insurrecciones populares en Fez, Kenitra, Tánger y otras ciudades. Unos meses antes cientos de miles de marroquíes se manifestaron contra la primera Guerra del Golfo y el apoyo de los regímenes árabes al imperialismo estadounidense. Entonces fue cuando Hasán II preparó el “cambio”, que en realidad fue la búsqueda de la nueva legitimidad ya que el régimen se estaba erosionando.
La búsqueda de una nueva legitimidad
La promoción y la financiación de la “sociedad civil” por el rey en los años noventa reflejaba esta preocupación. El rápido ascenso del llamado “monde associatif” [mundo asociativo] después de un discurso de Hasán II fue muy significativo. Se registraron 30.000 nuevas “asociaciones”. Estaban diseñadas para convertirse en un amortiguador reformista entre el estado y las masas. La juventud idealista que quería cambiar el mundo fue engañada y quedó atrapada en estas “asociaciones”. Esas mal llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG) también eran un paraíso seguro y lucrativo para los ex izquierdistas de los años setenta y ochenta. Tres cuartas partes de estas ONG estaban dedicadas a la caridad. La otra cuarta parte estaba implicada en los derechos humanos, de las mujeres y laborales, también en derechos culturales, pero siempre desde la perspectiva de la “presión” inofensiva y no desde la perspectiva de la lucha de clases para derrocar la dictadura monárquica.
Los gobiernos de la USFP nacieron del período de “alternancia” que comenzó con el final del reinado de Hasán II (1998) y que duró hasta los primeros años de Mohamed VI (1999-2003). La USFP perdió la dirección del gobierno pero siguió participando en él junto con el Istiqlâl y otros ministros de derecha e “independientes”. La USFP quedó seriamente debilitada por su participación en el gobierno. Al mismo tiempo, aunque era el resultado inevitable y deseado de la estrategia de la monarquía también creó nuevas dificultades para su propia supervivencia. En los años que Youssoufi encabezó el gobierno, el partido se enfrentó a varias escisiones. El ala sindical, la Confederación Democrática de Trabajadores (CDT), se separó del partido, después siguió la organización juvenil y la izquierda se agrupó en la Unión de la Izquierda Socialista (UIS).
En las primeras elecciones en las que se pudo presentar esta escisión por izquierda sólo consiguió el 1%. La realidad es que las elecciones seguían estando amañadas por el ministerio de interior. Para que los partidos pudieran presentar candidatos primero debían negociar sus resultados electorales con este poderoso ministerio. Después la corrupción entra en juego. Como un chiste muy conocido en el país: “Compré una oveja por 1.200 dinares y al marroquí por sólo 200 dinares”. En realidad los votos tienen un precio y los candidatos se compran.
El agotamiento de la reforma
La alianza del trono y los socialistas no ha conseguido los resultados esperados y deseados por las masas. Las condiciones de los marroquíes normales no han cambiado. El analfabetismo y el desempleo son más epidemias sociales que antes. Más de la mitad, el 55%, de la población no sabe leer ni escribir. Entre las mujeres es aún peor, la tasa de analfabetismo alcanza el 74%. La mujer rural sufre una situación desesperada, el 82% está condenada al analfabetismo. Son cifras realmente asombrosas incluso para los niveles de África. Es el resultado de la política educativa de los últimos cincuenta años que ha tenido como objetivo principal el mantener a la población del campo en la ignorancia. ¿Al fin y al cabo no es más fácil someter al ignorante?
La explotación y la desigualdad social en este período no han desaparecido. El destino de un millón de sirvientes del país, la mayoría mujeres, no ha cambiado. Se dice que la proporción de esta fuerza laboral es más grande que en la época victoriana. Esos “petites bonnes”, como se les llama, han sustituido a la esclavitud infantil que fue abolida a principios del siglo XX. Proceden de los orfanatos o han sido enviados por los padres empobrecidos a trabajar en las familias de clase media y la burguesía. Estos modernos esclavos domésticos tienen una edad de entre 5 y 15 años. Una cuarta parte tienen menos de diez años. Un tercio tienen 13 años o más. Viven y trabajan a total disposición de los ricos. El 72% se levanta antes de las siete de la mañana y el 65% no se acuesta antes de las 11 de la noche. No tienen ningún día de vacaciones. Reciben un salario “mensual” de 300 dinares (30 euros). La infancia rota sirve para garantizar una vida fácil para los ricos.
Un tercio de la población que vive en las grandes ciudades no tiene trabajo. La situación es peor entre los jóvenes, especialmente entre aquellos que han estudiado. En Marruecos cuanto más hayas estudiado más difícil es encontrar un empleo. ¿Puede existir una condena más grande para un régimen político y social que tener a una cuarta parte del millón de personas que tiene estudios superiores y universitarios sin trabajo? Hay peores cosas aún: la tragedia de la masiva emigración de jóvenes desesperados que intentan cruzar el estrecho de Gibraltar. Los jóvenes no ven futuro quedándose en Marruecos e intentan trabajar en Europa, especialmente en España y Francia. Este estrecho es algo parecido al Río Grande para los pobres mexicanos que quieren emigrar a EEUU. Es una emigración mortal. Se calcula que desde 1998 unos 10.000 emigrantes han muerto intentando cruzar los diecisiete kilómetros del estrecho. Hay otro grupo de emigrantes al que apenas se menciona: las chicas jóvenes que se van a los países del Golfo como “niñeras” y “asesoras de belleza”. El verdadero destino es la prostitución.
Contrarreforma
En el año 2000, sólo un año después de la llegada del nuevo rey, el movimiento de reforma monárquica se detuvo. Parece que la inercia ha alcanzado todos los aspectos de la vida política. Incluso peor aún: tres periódicos que revelaron la complicidad de los líderes socialistas en un intento de golpe de estado de 1972 contra Hasán II fueron cerrados. Los límites de la libertad de prensa han quedado claramente en evidencia. La multiplicación del número de diarios y revistas refleja más las numerosas maniobras de las diferentes fracciones políticas del régimen que la verdadera libertad de expresión. Los activistas islámicos así como los defensores de los derechos humanos están encarcelados. Se propuso reformar la ley de familia y a los beréberes se les negó el derecho a formar partidos. Está claro que el régimen teme las consecuencias de las reformas iniciadas y ha intentado dar marcha atrás en las esperanzas creadas. Desde las dinastías imperiales chinas ese siempre fue el destino de los regímenes autocráticos cuando intentaron reformarse por arriba.
Estos movimientos siempre han sido muy peligrosos para los regímenes implicados. La gente tiende a tomarse muy en serio las nuevas libertades y las reformas, y quieren hacer el máximo uso de ellas. Esto a su vez atemoriza a una fracción de la oligarquía que intenta emprender un movimiento en dirección contraria. Su lógica es que la reforma abrirá la caja de Pandora de la frustración social y política de las masas. Esto implica la posibilidad de cuestionamiento del propio régimen. Otra fracción que es favorable a la reforma defiende que sin esta “transición democrática” se enfrentará a una explosión social que desafiará los propios cimientos de su dominio. Ambas fracciones tienen razón. Con cualquiera de las dos alternativas se enfrentarán tarde o temprano a una rebelión de las masas. Las reformas llevarán a nuevas contrarreformas. Los momentos de “apertura” sólo preparan otros momentos de “interrupción brutal” de la “transición democrática”. El sindicalista recientemente liberado de Safi, Rachid Chrii, ha comprendido muy bien el significado real y los límites de las reformas en Marruecos. Después de su liberación hizo las siguientes declaraciones:
“La ascensión al poder del ‘nuevo’ régimen marroquí en realidad ha heredado todas las contradicciones del ‘viejo’: el agotamiento de los instrumentos clásicos de la dictadura y un incapacidad ‘orgánica’ para llevar a cabo la reforma política. En realidad, todas las iniciativas tomadas durante los últimos diez años han tenido dos razones: por un lado la reforma de los instrumentos de dominio con el objetivo de dotarse de legitimidad democrática y por otro lado, el fortalecimiento del despotismo sellando los huecos que se abrirían en el camino a la verdadera apertura política. Así es como se debe entender nuestro arresto y detención (periodistas, activistas de izquierda e islamistas) y también nuestra liberación hoy”. (Rouge. 30/3/2004).
Al principio del nuevo milenio deberíamos preguntarnos: ¿está cambiando realmente Marruecos? ¿Es la ‘transición democrática’ el camino más corto entre una dictadura abierta y otra más sutil pero engañosa? El hecho de que al 85% de la población le resulte indiferente la política nacional no es sorprendente en este contexto (encuesta publicada por Morocco 2020). Las elecciones legislativas y municipales no han entusiasmado a la gente normal. “Desde los socialistas a los nacionalistas, desde la izquierda a la derecha, todos los partidos ‘seculares’ son rechazados por los marroquíes. Mientras tanto, el palacio con su esplendor y su opacidad nunca ha parecido tan distante. El ‘rey de los pobres’, ‘la generación de Internet’ (un término utilizado para describir a los jóvenes asesores del monarca): son consignas huecas que proceden de la imaginación de los magos de las relaciones públicas que provocan sólo indiferencia o sonrisas de desprecio”. (Le Monde Diplomatique. Julio 2003). La descomposición política se ha acelerado. En las elecciones se llegaron a presentar 35 partidos. Por otro lado, eso refleja por supuesto que el destino del régimen puede ahogarse en un mar de partidos. Por otro lado, demuestra un creciente fraccionamiento del personal político vinculado al régimen.
¿Desafío islámico?
La atracción que ejercen sobre los jóvenes los islamistas del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) es así fácil de explicar. Viviendo en las cloacas humanas de los suburbios de Casablanca (donde se encuentra la mitad de los tres millones de habitantes) o Tánger (donde hay un cinturón de villas que rodea la ciudad y en el que viven 500.000 hombres, mujeres y niños), los sectores más pobres de la sociedad se han vuelto “en masa” hacia este partido. La popularidad del PJD no es tanto el resultado de un despertar religioso. El perfil del nuevo, definido y perseguido partido político refuerza la confianza conseguida gracias a su red social islámica. La similitud con la situación en Turquía y la victoria arrolladora del AKP es asombrosa. Muchos ven en el PJD el único partido de oposición. La movilización de masas contra la reforma de la ley de familia a principios del año 2000 permitió por primera vez ver la magnitud de su fuerza. Las elecciones de 2002 subrayaron su avance electoral. El PJD tiene una imagen de partido sedicioso, pero es falso. Desde hace mucho tiempo existen vínculos entre los líderes del PJD, los servicios secretos y el ministerio de interior.
El ministro de interior de Hasán II, Driss Basri, fue quien ofreció al precursor del PJD, el MPDC, diez escaños en las elecciones parlamentarias de 1997. En las elecciones de septiembre de 2002 los dirigentes del PJD aceptaron presentar sólo 52 candidatos y 42 fueron elegidos. Durante la última guerra imperialista contra Iraq aceptaron el “consejo” del régimen de no movilizar masivamente contra la aventura colonial. Ahora han aceptado cambiar la cúpula y los estatutos del partido para satisfacer al régimen. El PJD es un partido reaccionario que apoya el capitalismo, que le miente a la gente que lo apoya. Un periodista perspicaz a principios de año dijo lo siguiente: “Van de una concesión a otra, el PJD se enfrentará a una crisis de identidad que a corto plazo podría convertir el PJD en un partido de derecha corriente como muchos otros”. Para las masas oprimidas la religión representa lo que Marx describió como la búsqueda de “un corazón en un mundo sin corazón”. Tarde o temprano el PJD será desenmascarado como una fuerza que está usurpando el fuerte deseo de justicia de las masas. Lo mismo ocurrirá con el poderoso grupo Justicia y Caridad de Sheik Yassine. Hay otra tendencia dentro del islamismo marroquí que ha sido subestimada: el ala radical wahabita saudí que actualmente está activa entre los jóvenes y que recluta agentes para la red de al Qaeda de Osama bin Laden.
El atentado del 16 de mayo de 2003 en Casablanca ha destrozado la confianza del régimen. Treinta jóvenes fundamentalistas procedentes de los barrios pobres de la ciudad atacaron cinco objetivos, murieron 43 personas y cientos resultaron heridas. La imagen de un país tranquilo y controlado explotó ese día. Antes de esa fecha Marruecos parecía creer que era inmune al terrorismo islámico. Las consecuencias económicas rápidamente se materializaron. La inversión prometida se retrasó y el crecimiento económico se hundió. Políticamente los resultados fueron más espectaculares. El rey Mohamed VI decidió que había terminado la “época de laxitud”. Continuó denunciando a aquellos “que hacen mal uso de la libertad de expresión” y “se limitan a la oposición sistemática a la orientación” del régimen.
Este mensaje no tiene ninguna ambigüedad. Los islamistas de todas las tendencias, la prensa, los grupos de derechos humanos y los activistas de izquierda fueron avisados. Desde el 16 de mayo se han producido arrestos masivos de islamistas, juicios y encarcelamiento de periodistas independientes como Ali Lmrabet y sindicalistas y activistas de los derechos humanos como Mohamed Rachid Chrii. En el parlamento se aprobaron leyes represivas que eran reminiscencia de los años de Hasán II. La represión brutal parece ser la reacción dominante a todos los movimientos sociales. Los estudiantes que protestan contra la privatización de la educación se enfrentan a la presencia policial en las aulas. Los pescadores, minusválidos, jóvenes en paro, campesinos e intelectuales que durante el último período han protestado han recibido brutales palizas por parte de la policía. Este es la reacción de un régimen acorralado y que no sabe que hacer. Reforma o contrarreforma, una o la otra, o una combinación de las dos, ninguna de estas direcciones garantizará la estabilidad y la defensa de los privilegios de la oligarquía.
Los imperialistas extranjeros siguen de cerca los acontecimientos en Marruecos. Sus socios comerciales más importantes, Francia, España y EEUU están presentando al reino -cada uno por razones distintas- como un ejemplo a seguir en Oriente Medio después de la caída de Sadam Hussein en Iraq. La intensificación de la competencia imperialista también es un elemento en la ecuación. La Unión Europea ha firmado un acuerdo de libre comercio con Marruecos después de años de negociaciones. Poco después el reino firmó otro acuerdo con EEUU que ha molestado particularmente a Francia. España tiene sueños nostálgicos de tiempos pasados cuando era una potencia regional en el Mediterráneo y espera socavar la posición francesa. La actitud de Madrid con Aznar al principio de la guerra de Iraq tenía el objetivo de conseguir los favores de EEUU en cuestiones relacionadas con la seguridad regional y la OTAN.
EEUU después de la visita de Colin Powell prometió incrementar sustancialmente su ayuda militar y económica. EEUU también está detrás de la propuesta del enviado de la ONU, James Baker, para el conflicto del Sahara Occidental. La nueva propuesta de la ONU va en la dirección de abandonar la idea de la soberanía para los saharauis y abandonar cualquier pretensión de referéndum de autodeterminación. La propuesta sobre la mesa incluye la autonomía dentro del marco de Marruecos. Según revelan algunos artículos de la prensa local, EEUU está haciéndose cargo de los “interrogatorios” de terroristas sospechosos y presta sus servicios a la eficaz policía del rey. Como dice un refrán inglés: “¡Tú me rascas la espalda y yo te rasco la tuya!”
“Feminismo estatal”
La monarquía marroquí mira celosamente a su vecino estable y seguro: Túnez. Entre los dos países es visible una convergencia política. Marruecos parece atraído por las recetas amargas y totalitarias del presidente Ben Ali. Uno de las formas en que el presidente Ben Ali se ha enfrentado a las amenazas islámicas a su régimen es recurriendo a lo que ha llamado “feminismo estatal”, a través de una reforma de la ley de familia. Con esto espera encontrar algunos puntos nuevos de apoyo en la sociedad enfrentado a las mujeres con los islamistas. Todo esto combinado con la brutal represión de cada expresión de disidencia. Mohamed VI también decidió hace poco reformar el moudawana o la reaccionaria ley de familia.
Esta nueva ley es un poco menos reaccionaria, pero el monarca y las “feministas oficiales” viven alejados de la realidad social a la que se enfrentan las mujeres campesinas y trabajadoras a las que pretenden entusiasmar con esta reforma. Las mujeres de las clases oprimidas no pueden esperar ninguna liberación del rey y sus leyes. Estas mujeres son extremadamente pobres y son culturalmente ignorantes. Una cuarta parte de las mujeres trabajadoras de las ciudades están desocupadas. Las mujeres afortunadas que tienen un empleo -existe una tendencia creciente a la proletarización entre las mujeres- se concentran en las fábricas textiles y de confección, allí el trabajo es muy duro y flexible.
En las zonas rurales no sólo se hacen cargo de las tareas domésticas, también deben ayudar en la agricultura y son consideradas los caballos de carga de la familia. Son aplastadas por la moralidad hipócrita y los prejuicios feudales. Las mujeres de las zonas rurales y urbanas sólo pueden conseguir su verdadera emancipación con un cambio radical de su posición social, y esto sólo se puede conseguir con el esfuerzo conjunto con sus compañeros masculinos para poner fin a la explotación y opresión a las que les somete el majzen.
La clase obrera todavía no ha hablado
La mitad de la fuerza laboral participa en la actividad agrícola y la otra mitad en el sector servicios y la industria. Un tercio de los asalariados están en la industria y forman el núcleo de la clase obrera. En el frente sindical están organizados principalmente en tres sindicatos: la UGTM, la CDT y la CTM. Su dirección está vinculada a la monarquía y a los empresarios, con quienes firmaron un acuerdo el 30 de abril del año pasado. Este acuerdo es una especie de “pacto social” donde los sindicatos se comprometen a mantener la paz social. No será fácil comprometer a los trabajadores con la paz social, sobre todo con el empeoramiento de las condiciones laborales y sociales, y cuando el descontento con la situación política general del país comienza a calar en la mente de los trabajadores. Este proceso está desarrollándose pero necesita tiempo para encontrar su expresión en un movimiento de masas. En este sentido, la experiencia de la “transición” juega un papel muy educativo para comprender la incapacidad de todas las fracciones de la burguesía de garantizar los derechos democráticos, la libertad y condiciones de vida decentes.
La dirección sindical está moviendo cielo y tierra para garantizar que no estalle un movimiento social en las fábricas alrededor de reivindicaciones unificadas. El ministro de trabajo publicó recientemente unas cifras que demostraban una caída drástica de los conflictos sociales. En 2003 se registraron 130 conflictos. En el año 2000 se registraron 460 conflictos. Esta situación ha sido catalogada como el principio de una “nueva era de relaciones sociales basadas en la confianza y la comprensión mutuas”. Estas palabras no nos pueden engañar. Pero es verdad que en el contexto de la doble represión que sufren los trabajadores, tanto de la policía como de la burocracia sindical, no nos debería sorprender que el descontento acumulado encuentre otras expresiones.
El movimiento de jóvenes desocupados y su organización, l’Association Nationale Des Chômeurs Diplomés (ANDCM) son una expresión de esta situación. Esta organización se creó en 1991 y actualmente es la más combativa. Ha llevado a cabo muchas batallas, se ha enfrentado a la represión y la intimidación. Aunque es independiente de los sindicatos oficiales, ha recurrido a ellos en busca de ayuda. El trabajo dentro de los sindicatos oficiales siguen siendo clave para llegar a los trabajadores en las fábricas, en las minas, a los que no tienen una organización como la que tienen los jóvenes desocupados y que quieren entrar rápidamente en acción.
El terremoto de febrero en la región del Rif también mostró los primeros inicios de un movimiento de protesta de las víctimas (campesinos y trabajadores) contra la corrupción, la ineficacia y en general contra el estado corrupto. Las tradiciones revolucionarias y antiimperialistas de la región del Rif volverán a resurgir.
Después tenemos el movimiento estudiantil que lucha contra la Charte de l’Enseignement, un proyecto de privatización y ataques contra el derecho a estudiar. La necesidad de un movimiento estudiantil unido como la Unión Nacional de Estudiantes de Marruecos ya se deja sentir y es visto como un paso importante. Están comenzando a aparecer otros movimientos: pescadores, intelectuales, etc. Al final, la clase obrera volverá a descubrir las tradiciones de la huelga general de 1990. Cuando la clase obrera deje oír su voz, ésta dominará a todos los reyes, príncipes y políticos corruptos.
Una izquierda anémica
La principal debilidad es la ausencia de una fuerza política marxista de masas. Que existan grupos de jóvenes y marxistas es algo esperanzador. Todavía son pocos pero ya han comenzado a trabajar. A la izquierda de la USFP encontramos un intento de unir a la antigua organización juvenil del partido, a personas de la CDT, seguidores del difunto Ilal Amam que ahora se llaman Voie Démocratique, la Unión de Izquierda Socialista y el Partido de la Vanguardia Socialista. Este frente se llamará Rassemblement de la Gauche Démocratique [Reunión de la Izquierda Democrática]. Correctamente, denuncian a la USFP y al PPS por su capitulación ante el majzen y su programa democrático social. Desgraciadamente, este frente de izquierda no ofrece su propio programa. En el mejor de los casos defiende la cuestión de la “reforma constitucional” sin decir qué significa exactamente esto. Podría perfectamente significar reformas en dirección a una república pero dentro del marco del capitalismo. También podría significar algún tipo de paso en dirección a una monarquía constitucional. Pero ninguna de las dos opciones podrá responder a las reivindicaciones de los trabajadores, los campesinos y los pobres. La idea de una “reforma constitucional” ilustra el marco reformista de los componentes de Gauche Démocratique”. El grupos más a la izquierda en este frente es Voie Démocratique y también está prisionero de la teoría estalinista de las dos etapas, una característica de su pasado maoísta. Esta es una división artificial de la lucha por la democracia y la liberación nacional frente a la monarquía, y la lucha contra el capitalismo y por el socialismo. No comprendiendo esto será más fácil que caigan presa de las maniobras de las diferentes alas de la burguesía y el estado.
La validez de la revolución permanente nunca han sido tan grande en Marruecos y el mundo árabe como lo es hoy en día. Hace cuarenta años el historiador H. E. Tütsch escribía que “el mundo árabe está presenciando la visión en telescopio de las diferentes revoluciones del Renacimiento, la Ilustración, la Reforma, el liberalismo y el socialismo” (Facets of Arab Nationalism, 1965). Esas revoluciones nunca se podrán llevar a cabo con la ayuda de la corrupta burguesía árabe. Se realizarán en su contra gracias al movimiento unificado de la clase obrera del mundo árabe, mano con mano con el campesinado. ¡Ellos son los únicos demócratas radicales y verdaderamente revolucionarios del mundo árabe!
Una revolución socialista en Marruecos inmediatamente se convertiría en una revolución de todo el Magreb, incluyendo a Túnez, Argelia y Egipto. Una revolución socialista acabaría con el ciclo de pobreza y necesidades que sufre toda la región. Sólo hace falta pensar en los siguientes hechos: la economía del Magreb está totalmente distorsionada y se ha desarrollado en función de los intereses del imperialismo. Su comercio está dirigido casi íntegramente a Francia y España. El comercio entre Marruecos Argelia y Túnez sólo representa el 1% de todas las transacciones. El petróleo argelino se exporta casi en su totalidad a Europa. Aquí no hay solidaridad árabe sino únicamente los estrechos intereses de las oligarquías nacionales. Las economías del Magreb son complementarias. Argelia posee gas y petróleo. Marruecos y Túnez tienen fosfatos, Túnez tiene experiencia en la industria turística que podría compartir con su vecinos, etc. Estas cosas sólo son posibles en un sistema de planificación económica socialista racional basada en las necesidades de los trabajadores y los campesinos. Para conseguir esto es necesaria la revolución socialista, una verdadera tormenta social. El mismo tipo de tormenta que describe el cantante y poeta libanés Marcel Khlaife en Promesas de tormenta y que traerá los mismos dulces frutos.
“Si muestro felicidad detrás de los asustados ojos es porque la tormenta me ha prometido vino para un nuevo brindis y el arco iris”.
Junio de 2004