A 65 años del asesinato de León Trotsky

0
98

El asesinato de Trotsky no fue del todo inesperado. Desde que había asumido la defensa de las ideas de Lenin en 1923 y con la formación de la Oposición de Izquierda, Trotsky se convirtió en el enemigo mortal de Stalin, la figura resaltante de la burocracia rusa y el sepulturero de la Revolución El asesinato de Trotsky no fue del todo inesperado. Desde que había asumido la defensa de las ideas de Lenin en 1923 y con la formación de la Oposición de Izquierda, Trotsky se convirtió en el enemigo mortal de Stalin, la figura resaltante de la burocracia rusa y el sepulturero de la Revolución.

En el verano de 1923, Stalin le comentó tanto a Dzerzhinsky como a Kámenev durante una conversación que “escoger la víctima, preparar cuidadosamente el golpe, satisfacer una venganza implacable, luego irse a la cama… No hay nada más dulce en el mundo.” Más tarde ese mismo año, Kámenev le comentaba a Trotsky “¿Tú crees que Stalin se preocupa por tratar de contestar a tus argumentos? Estás equivocado. Él sólo está considerando la forma en que puede suprimirte sin que ello suponga un peligro para él.” Dos años más tarde, Zinoviev le confiaba a Trotsky “Él se hubiese deshecho de ti en cualquier momento desde 1924 si no hubiese temido una reacción de la sección juvenil en forma de actividades terroristas. Por eso es que Stalin decidió empezar por destruir el marco de la Oposición y luego de eso matarte, cuando estuviese seguro que lo iba a poder hacer con total impunidad.”

El aislamiento de la Revolución Rusa bajo condiciones de extremo atraso llevó a un crecimiento masivo de la burocracia dentro del Estado soviético y del partido. Una de las batallas finales de Lenin fue contra esta creciente reacción burocrática, una batalla que libró codo a codo con Trotsky, en la que rompió sus relaciones personales con Stalin e hizo un llamado para que fuese removido del cargo de Secretario General. Sin embargo, Lenin estaba incapacitado luego de una serie de ataques hasta que finalmente murió en Enero de 1924.

La muerte de Lenin, combinada con la derrota de la Revolución Alemana en el otoño de 1923, constituyó un golpe mortal para las masas rusas y aceleró el proceso de degeneración burocrática. Stalin cada vez más se convirtió en el vocero de esa burocracia conservadora, que continuamente se alejaba del legado del Bolchevismo. En 1924, Stalin dio a conocer su “teoría del Socialismo en un solo país”, reflejando los intereses de la burocracia que quería alejarse del torbellino de la revolución y consolidar su posición dominante en la sociedad. Con cada golpe desmoralizador contra la revolución mundial, la burocracia ganaba fortaleza y confianza. Stalin encajaba en el papel de árbitro de la burocracia, colocando a sus lacayos en el aparato y aislando toda oposición.

Trotsky, al defender el genuino Leninismo, se convirtió en el más agudo e implacable crítico de Stalin. Trotsky junto a Lenin eran los líderes clave de la revolución. Trotsky había ocupado los más altos cargos del Gobierno Soviético, incluyendo la dirección del Ejército Rojo. Con Lenin muerto, Stalin se movió contra Trotsky para sacarlo de sus cargos. Esto no sucedió simplemente por una debilidad en la personalidad de Trotsky (y una fortaleza en la de Stalin), como dicen algunos críticos de Trotsky, sino que surgió del cambio en la correlación de las fuerzas de clase dentro de la Unión Soviética. A medida que la burocracia bajo el liderazgo de Stalin se afianzaba en el poder, la clase obrera crecientemente se replegaba. El balance de fuerzas global giraba en contra de la revolución y los elementos conservadores burocráticos estaban en ascenso.

Acá nos encontramos con el papel del individuo en la historia. Las fuerzas motoras de la historia son fundamentalmente los factores objetivos en la sociedad. Como explicaba Marx, los hombres y las mujeres hacen la historia, pero la hacen bajo condiciones que no son impuestas por ellos. Ciertamente, la gente afecta los procesos históricos, pero sólo bajo ciertas condiciones y dentro de límites definidos, donde sus ideas se correspondan a las necesidades de una clase social o casta particular. Los individuos son lanzados a la prominencia por la necesidad histórica, tanto para bien como para mal. De este modo, los individuos pueden poner su sello personal a los eventos y procesos que suceden, como lo hizo Stalin.

El surgimiento del estalinismo se debió a condiciones objetivas, el aislamiento de la revolución bajo condiciones económicas y sociales terribles. Sólo el cambio de estas condiciones objetivas podía cambiar el proceso hacia una mayor burocratización. Es por eso mismo que Trotsky y la Oposición de Izquierda estaban esperando un triunfo en la arena internacional, que hubiese revitalizado a la clase obrera rusa y transformado el balance de fuerzas dentro de la revolución en detrimento de Stalin y sus seguidores. Esa era la única vía por la cual se podía regenerar la Unión Soviética y recuperar a la Internacional Comunista para el programa de Lenin. El que esto no sucediera fue la razón fundamental para la derrota de la Oposición de Izquierda y no la supuesta “astucia” de Stalin.

Luego de que le fuese posible a Stalin derrotar a la Oposición de Izquierda en 1927, Trotsky fue expulsado del partido y removido de todas sus funciones públicas. A inicios de 1928, a fin de aislarlo, Stalin deportó a Trotsky a Alma Ata, la principal ciudad de Kazajastán, a más de tres mil kilómetros de Moscú. Hacia el final de ese año, Stalin había llegado a la conclusión de que incluso allí Trotsky era demasiado peligroso. Haberlo asesinado en ese momento, como ya lo había dicho Zinoviev, hubiese provocado oposición en el Politburó y animado ataques terroristas sobre la dirección. Stalin pensó que forzar a Trotsky al exilio era una opción, pero incluso en esto tuvo sus dudas. Finalmente, Stalin dio la orden de deterrar a Trotsky a Turquía sobre la base de cargos de “actividad contrarrevolucionaria”, pensando que así estaría sin amigos ni dinero y finalmente se callaría. Trotsky llegó a Estambul en febrero de 1929.

Para ese momento, ya miles de activistas de la Oposición de Izquierda habían sido atacados, detenidos y deportados. La represión de Stalin empezó como una venganza. Poco después, la Oposición de Derecha de Bujarin fue proscrita y, con el giro a la izquierda dado por los estalinistas, ocurrieron una serie de capitulaciones. Zinoviev y Kámenev, dirigentes de la Oposición Unificada, pronto capitularon ante Stalin. Pero no había sumisión suficientemente rastrera para Stalin. Aquellos que capitulaban debían aceptar la culpa por todo tipo de terribles “errores” y “crímenes”.

Trotsky resistió la oleada de capitulaciones, permaneciendo desafiante y con llegada a los activistas de la Oposición de Izquierda y a sus seguidores en todos lados. Stalin había cometido un gran error al creer que podría silenciar a Trotsky mientras éste estuviese vivo. Stalin demandó que Trotsky cesara sus “actividades políticas”, pero Trotsky se rehusó a “renunciar a la lucha por la causa del proletariado internacional que he estado defendiendo continuamente por treinta y dos años, durante todo el transcurrir de mi vida consciente… Sabemos cuál es nuestro deber y lo cumpliremos hasta el final.”

A fin de estar más cerca de sus seguidores, Trotsky intentó obtener asilo político en Gran Bretaña y en Alemania, pero lo rechazaron. Para él se trataba de un “planeta sin visa”. Trotsky se avocó a la tarea de agrupar a escala mundial a todos aquellos que apoyaran el programa de la Oposición de Izquierda. A partir de 1929 en adelante, él y su hijo León Sedov publicaron el “Boletín de la Oposición”, el cual introducían de contrabando en Rusia. La tarea en ese momento era recuperar la Internacional Comunista, y los trotskistas en las filas de la Oposición de Izquierda Internacional se consideraban a sí mismos como una oposición interna, a pesar de que fuesen expulsados.

Un torrente de difamaciones y falsificaciones emanaba desde Moscú contra Trotsky, tratando de denigrarlo a él a la categoría de contrarrevolucionario. Trotsky contraatacó en cada oportunidad, editando un libro que denominó La escuela estalinista de la falsificación.

Los vaivenes en la política estalinista llegaron pronto, yendo desde el oportunismo de 1924 -27, que terminó en la traición de la Huelga General Británica y la derrota de la Revolución China, girando luego hacia el ultraizquierdismo. En Rusia, el curso oportunista se vio reflejado en la política favorable hacia los kulaks, que resultó en una amenaza de contrarrevolución por parte de estos nuevos explotadores. Stalin entró en pánico y dio un giro brusco de 180º en una dirección ultraizquierdista, hablando de la “crisis final del capitalismo”, introduciendo la colectivización forzada, planes quinquenales que debían ser cumplidos en cuatro años, y la socialdemocracia fue caracterizada como “socialfascismo”.

Esta última política tuvo sus efectos terribles y desastrosos en Alemania, donde el Partido Comunista, siendo un partido de masas, denunció a los socialdemócratas como “fascistas”, lo cual dividió a la clase obrera alemana por la mitad. En estos años críticos Trotsky apeló por un “frente único” de los partidos obreros contra Hitler.

“La clave de la situación internacional se halla en Alemania”, escribió Trotsky en Diciembre de 1931. “El clímax está por llegar: la situación pre-revolucionaria se convertirá en revolución o contra-revolución… El destino de Europa y del mundo entero, por muchos años venideros, están determinados por este resultado… La dirección del Partido Comunista de Alemania está llevando al proletariado al desastre… a la capitulación ante el fascismo… La victoria del fascismo alemán inevitablemente arrastrará a la URSS hacia la guerra… Hay que oponérsele a Hitler sin misericordia, por medio de la resistencia armada… La fuerza del Nazismo yace en la división de la clase trabajadora… Debemos unificar a la clase trabajadora.”

Los estalinistas continuaron con su locura y Hitler estaba por llegar al poder sin encontrar ningún tipo de resistencia. Se trataba de la mayor traición desde 1914 y marcó la muerte de la Internacional Comunista como vehículo revolucionario. Desde la experiencia de esta debacle, Trotsky cambió la política de reformar la Internacional Comunista y también cambió su visión sobre la reforma de la Unión Soviética.

En los años que siguieron, Trotsky examinó y analizó el estalinismo en profundidad, y en 1936 publicó su famosa obra La Revolución Traicionada. En dicho libro, Trotsky nos provee de un estudio comprensivo del estalinismo, definiéndolo como una forma de Bonapartismo proletario, donde el dominio de la clase obrera ha sido usurpado por una burocracia. Sin embargo, los privilegios de este creciente parásito vienen de la economía nacionalizada y planificada, por lo que es forzada a mantenerla usando sus propios métodos burocráticos. Dado que esta burocracia nunca abandonaría su posición privilegiada de forma voluntaria, Trotsky hacía un llamado a una nueva revolución política para restaurar la genuina democracia obrera.

Más tarde o más temprano, explicaba Trotsky, la burocracia buscaría preservar sus privilegios a través de la contrarrevolución capitalista, en la que se transformaría a sí misma en la nueva clase capitalista. Este pronóstico fue confirmado en la década de 1990, donde el capitalismo mafioso fue reintroducido en Rusia y los “comunistas” se convirtieron en capitalistas millonarios a través de la privatización de la industria estatal.

La victoria de Hitler aterrorizó a Stalin. Hasta ese momento, Stalin había deseado el triunfo de la revolución proletaria, pero su política había garantizado la derrota. Desde ese momento en adelante, la burocracia consolidó su posición y jugó un papel abiertamente contrarrevolucionario. Stalin entonces giró hacia la táctica del “Frente Popular”, una alianza oportunista de los partidos obreros con los partidos burgueses liberales en contra del fascismo, así como acuerdos diplomáticos con las diferentes potencias imperialistas.

El estallido de la Revolución Española en 1936 aterró a la burocracia. Una revolución exitosa en España constituía un peligro mortal, ya que serviría para reavivar y entusiasmar a la clase trabajadora rusa. No es ningún accidente que los infames montajes de los Juicios de Moscú empezaran ese mismo año, en el que todos los viejos bolcheviques fueron arrestados y fusilados bajo cargos espurios, por estar involucrados en un plan trotskista “contrarrevolucionario” para derrocar a la Unión Soviética y repartirse Rusia entre los fascistas y los imperialistas. Los principales acusados en estos juicios fueron León Trotsky y su hijo Sedov, quienes fueron hallados culpables por el régimen y debían ser arrestados tan pronto como pusieran un pie en el país. Los juicios-purga fueron para atrapar a millones, quienes fueron enviados a campos de trabajos forzados o fusilados. En respuesta, Trotsky organizó un contra-juicio para exponer los juicios espectáculos de Stalin, conocido como la Comisión Dewey, la cual dio el veredicto de “Inocente” a Trotsky y a su hijo León Sedov y proclamó los Juicios de Moscú como montajes judiciales.

La Revolución Española fue aplastada gracias a la política de Stalin: “primero ganemos la guerra contra Franco, veremos eso del socialismo más tarde”. La guerra civil en España sólo podía ser ganada si se vinculaba la guerra contra el fascismo con la revolución socialista. En cambio, Stalin dio su apoyo a los Republicanos burgueses de derecha y envió agentes de su policía secreta a España para rastrear y asesinar a los “trotskistas”, incluyendo a los dirigentes del centrista POUM.

En 1938, Trotsky se dio a la tarea de organizar la IV Internacional como un medio de aglomerar las fuerzas de la revolución socialista. Con la guerra que estaba por estallar, esto se convertía en un asunto de urgencia. Sobre la base de eventos muy poderosos, Trotsky estaba convencido que las viejas internacionales estaban condenadas y que la IV Internacional tendría éxito en dirigir la venidera revolución mundial. Desafortunadamente, la fortaleza de las viejas organizaciones, junto a la forma en que se desarrolló la II Guerra Mundial, cortó esta perspectiva.

Para ese momento, Trotsky tuvo que abandonar Turquía, luego Francia y después Noruega. Sólo en el alejado México su solicitud de asilo tuvo eco. Los agentes estalinistas habían infiltrado las organizaciones trotskistas, buscando romper su trabajo y espiar sus actividades. Stalin estaba ahora decidido a exterminar físicamente a Trotsky. Sin embargo, la partida de éste a México iba a hacer cualquier intento de asesinato más difícil, pero no imposible. Trotsky escapó del destino de los viejos bolcheviques por el momento, pero esto era sólo por un corto espacio dado los recursos a disposición de Stalin. A una sección especial de la GPU se le dio la responsabilidad de asesinar a Trotsky. En febrero de 1938, la policía secreta de Stalin asesinó a León Sedov en Paris, Francia.

En 1939, Trotsky se había avocado a escribir una biografía de Stalin para una editorial burguesa. Esto encolerizó a Stalin aún más, quien cada vez se hallaba más obsesionado con Trotsky, llegando incluso a exigir tener diariamente en su escritorio reportes sobre las actividades de Trotsky.

En Agosto de 1939, Stalin firmó un pacto con Hitler, exactamente de lo que fueron acusados los viejos bolcheviques antes de que fueran ejecutados. Trotsky fue a la ofensiva para exponer a Stalin y sus zigzagueos políticos. En un plazo de seis meses ocurrió el primer intento de asesinato, el 24 de Mayo de 1940. Una pandilla de asesinos estalinistas, liderados por el pintor David Alfaro Siqueiros, entró en las inmediaciones de la casa y disparó numerosas ráfagas contra la edificación, incluyendo la habitación de Trotsky. Pero el intento falló, con su nieto recibiendo heridas en el pie.

“En su sexagésimo cumpleaños”, escribió Natalia Sedov, “León Davidovich se sentía solo, el último sobreviviente de una legión aniquilada. Para mucha gente, se había convertido en un símbolo y él estaba consciente de ello. Sobre sus hombros estaba el defender fielmente una doctrina, una verdad histórica, con una resolución tenaz. Es por ello mismo que estaba condenado a morir. Las ejecuciones en Moscú, Liberia, Turkmenistán y en Ucrania, los asesinatos en Barcelona, Lausanne y París, todos ellos estaban dirigidos contra el forajido en México. Él lo sabía muy bien. Desde el primero de los Juicios de Moscú, es decir, a lo largo de los últimos 3 años, habíamos estado esperando a los asesinos con absoluta certeza d eque llegarían.”

En el segundo intento, los agentes de Stalin tomaron un camino diferente. Consiguieron infiltrar un agente en la organización pretendiendo que se trataba de un amigo y admirador. El asesino sedujo a Silvia Agelof, una trotskista norteamericana, y a través de ella consiguió acceso a la casa de Trotsky. Luego de unos cuantos ensayos, el asesino Jacson Mornard, se las arregló para ver a Trotsky en su estudio. Bajo su impermeable escondió un cuchillo y un piolet (un pico especial para escaladores y montañistas). A los tres o cuatro minutos de haber entrado en la habitación, enterró el piolet en la cabeza de Trotsky. Stalin había tenido éxito en su ambición de eliminar al fundador del Ejército Rojo.

Si bien la muerte de Trotsky fue una colosal pérdida para la causa del proletariado internacional, Stalin nunca entendió que no se puede asesinar a las ideas. Las obras de Trotsky constituyen una profunda contribución a la teoría marxista, una herencia revolucionaria para las nuevas generaciones. Son una bóveda de comprensión marxista, una fuente invaluable de conocimiento. Trotsky es un mártir de nuestra causa, la revolución socialista mundial. En este 65 aniversario nuevamente le rendimos homenaje a este gran revolucionario a la vez que nos comprometemos a la más grande tarea en la tierra, la liberación de la humanidad a través de la revolución proletaria. En palabras de Engels, en ese momento la humanidad saltará del “reino de la necesidad” al “reino de la libertad”.