La tierra concentrada: naturaleza viva del capital y la democracia burguesa

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Bien señalamos alguna vez, que el liberalismo solo es posible a fuerza de imposición política y cultural, con la consiguiente manipulación de la historia reciente y la re-significación del Estado burgués y el Capital. Se echa mano a viejas artimañas de pretendido cientificismo para justificar un supuesto modelo falaz de democracia participativa, progreso y desarrollo. El progreso y desarrollo del Estado capitalista se funda en una lógica de mayor concentración de la riqueza,  los medios de producción y los territorios con un vector de tracción violento de despojo, exclusión y desplazados sin tierras.

La Argentina, pareciera ajena a este proceso muy común en otros países de la región-como el Brasil, Paraguay o Colombia- sin embargo, el avance del gran Capital y del Estado capitalista sobre los territorios, viene desplazando pueblos indígenas y campesinos desde hace aproximadamente veinte años, y con una visceral acentuación durante los últimos dos años del gobierno de Mauricio Macri.

La pobreza estructural, la desigualdad e inequidad social se toman como eje y se banalizan en esta necesidad imperiosa de mayor concentración y tenencia de tierras y activos, en pos del desarrollo y la inclusión en un país con una economía emergente. Se manipula en este sentido, el lenguaje y el significado de democracia que se da a la sociedad civil, haciéndola sinónimo de la liberalización plena de la política y la economía, respondiendo a los paradigmas de la  sociedad de consumo y el libre mercado. Tierra y riqueza concentrada, naturaleza viva del capital y la democracia burguesa.

Consenso y diálogo: con terror, balas de goma, plomo y más capitalismo
Los desalojos de los territorios, suceden tanto en el norte como en el sur del país. Los desplazados sin tierra son un hecho, a pesar que los medios corporativos de comunicación no les den entidad o hasta desde la misma posición dominante que blanden, cuestionen su legitimidad étnica desde la misma  construcción discursiva que constituyen e irrigan en la opinión pública de lo que debiera ser un aborigen o un campesino. Aplastado, pobre, y plenamente desnaturalizado del sistema opresor. Apolítico, sin lucha ni discusión.

Mientras la burguesía, por otro lado, también construye su defensa de pueblo aborigen y esta visión del ser aborigen y campesino. Avanza y somete lo que no se subordina, lo que no encuadra en la construcción del indigenismo nacionalista y funcional.

En esta línea, el avasallamiento al pueblo Wichi o Mbyá-guaraní se sigue llevando a cabo en las provincias del norte argentino. El pasado 4 y 5 de enero, una fuerte represión por parte de la policía provincial se ejecutó en el barrio 50 viviendas de la ciudad de Ingeniero Juárez, a 460 km de la capital de Formosa.

Un genocidio silencioso es el que están viviendo estas comunidades, con asesinatos selectivos a manos de las fuerzas provinciales y con la detención a  discrecionalidad y el armado de causas judiciales a diversos dirigentes comunales como, Agustín Santillán (A.S.) o la persecución a Melina Sánchez de la Mesa por la Libertad de A. S.

La puja creciente por los activos de los territorios indígenas, o áreas naturales como respaldo -aún anticonstitucional, en el marco de la Constitución burguesa- para la mayor colocación de bonos de deuda para festín del capitalismo financiero internacional, están dibujando un umbral atroz en estos nuevos tiempos de consenso liberal y diálogo.

La histórica y genocida Sociedad Rural, financista del empresario Macri, aprovecha bien esta época nueva de normalización económica. Tras la caída de la tenencia comunitaria de la tierra, y el oportuno des-financiamiento estatal de la Ley de Bosques -para tornarla inaplicable- viene la puesta en venta de los territorios. La competitividad de la tierra que responde a la lógica del benchmarking de las escuelas de negocios de Harvard, coloca activos nacionales como respaldo de la mayor deuda externa que se haya contraído en la historia argentina.

Nuestras tareas es advertir este proceso a estudiantes, trabajadores y campesinos. Esta dinámica es una arista más de un complejo mayor de desguace estatal. Estamos conectando con urgencia con campesinos y trabajadores; organizar la unificación de la clase, la lucha cultural y mecánica en las calles y los territorios se torna urgente, pero es necesario el desarrollo de un acabado programa socialista enraizado en las problemáticas reales que atraviesa por causa del capitalismo la clase obrera y campesina.

La tierra debe ser expropiada a los latifundistas y los pool de siembra y nacionalizada, una revolución agraria se impone*, no sólo aseguraría una producción controlada planificada, sino un ordenamiento territorial que asegure la conservación de la cultura y libre determinación de las comunidades aborígenes y la conservación de los bosques, glaciares y territorios con los procesos ecológicos que aseguran el bienestar de los pueblos y la biodiversidad.

*El obrero agrícola, el campesino pobre despojado de su tierra, es el hermano y el compañero del obrero de la industria. Son dos partes de una sola y misma clase. Sus intereses son inseparables. El programa de las reivindicaciones transitorias de los obreros industriales es también, con tales o cuales cambios, el programa del proletariado agrícola.
El programa de la nacionalización de la tierra y de la colectivización de la agricultura debe formularse de tal manera que excluya radicalmente la idea de la expropiación de los campesinos pobres o de la colectivización forzosa. El campesino continuará siendo el campesino de su lote de tierra mientras él mismo lo considere necesario y posible. (…) Para rehabilitar el programa socialista a los ojos de los campesinos es preciso desenmascarar implacablemente los métodos stalinistas de colectivización, dictados por intereses de la burocracia y no los intereses de los campesinos y de los obreros.
La participación práctica de los campesinos explotados en el control de las distintas ramas de la economía permitirá a los campesinos decidir por sí mismo el problema de saber si les conviene o no sumarse al trabajo colectivo de la tierra, en qué plazos y en qué escala. Los obreros de la industria se comprometen a aportar en este camino toda su colaboración a los campesinos por intermedio de los sindicatos, de los comités de fábrica y, sobre todo, del gobierno obrero y campesino. (…) León Trotsky Programa de Transición – LA ALIANZA DE LOS OBREROS Y DE LOS CAMPESINOS