El negocio de la “conservación”
La crisis ecológica y el agravamiento de los desastres naturales a escala global, provocados en mayor parte por el capitalismo, se erigen también como posibles disparadores de una crisis acentuada del sistema. La mala gestión de los recursos naturales mediante una presión cada vez más creciente sobre los mismos, bajo formas de producción insostenibles para el ambiente, llevará como bien se prevé a un colapso de la capacidad de carga de los sistemas naturales con una población humana disparada demográficamente.
En esta matriz, el papel del Estado queda supeditado a los intereses del mercado y el capital, con una producción cada vez más acelerada de ganancias, en detrimento del manejo sostenible y conservación de la naturaleza con el consiguiente bienestar de las poblaciones que ello, significaría. Al respecto, se encuentra un claro ejemplo en la pretendida “revolución verde” producida por las transnacionales de los agronegocios con los organismos genéticamente modificados (OGM). Se ha reportado científicamente que los extensivos monocultivos de maíz transgénico por ej., ya han contaminado genéticamente, el germoplasma de especies nativas usadas para alimentación desde épocas precolombinas por los pueblos originarios del continente americano. En Argentina, tenemos más de 10 variedades de maíces nativos que aún no se encuentran protegidos por el Estado, mientras las variedades OGM avanzan en territorio. No proteger la biodiversidad no solo tiene implicancias negativas en nuestra seguridad alimentaria, sino que va más allá afectando procesos evolutivos y ecológicos naturales de los cuales la especie humana forma parte intrínseca, y depende de estos, para coexistir dentro de la biósfera.
Aunado al avance de los monocultivos de OGM, y la consiguiente pérdida de biodiversidad directa o indirectamente por la apertura de nuevas áreas pecuarias y la deforestación extensiva del bosque nativo-, se suma la contaminación mediante desfoliantes genéricos como el glifosato y otros agrotóxicos, que se emplean para la protección de los OGM de la predación de insectos o para disminuir la competencia con herbáceas. Esta contaminación ha producido malas formaciones en anfibios-los cuáles son bio-indicadores de la salud del suelo y el agua-, ha afectado la ocurrencia y distribución de insectos polinizadores y se ha observado también, una mayor prevalencia del cáncer en mamíferos incluido en el humano en áreas con uso de estos contaminantes. A pesar de que el “lobby científico-capitalista” funcional a las transnacionales, intente poner en duda la solidez de estos estudios y siga comprando voluntades de científicos, funcionarios públicos y ONG´s con la pretensión de legitimarse como “agricultura sustentable”.
En este contexto, se dan además las problemáticas de conservación de ecosistemas y desertificación en vastos territorios, que a pesar de ser estas cuestiones causales de la aplicación de agresivas políticas extractivas y neoliberales, se proyecta a la vez, al mismo capitalismo con su especulación financiera como único saneador posible de estos disturbios. Así, es el mismo sistema-que ha provocado la crisis ambiental- lo que dicta que debe ser conservado, cómo y porqué, siempre y cuando sirva a los propósitos del capital. Este es el marco propicio que ven teóricos liberales como James Mandel, Josh Donland y otros, para la especulación financiera más radical, en la forma de aseguradoras privadas para la conservación de especies o ecosistemas con algún grado de amenaza de extinción, en efecto se trata de que la conservación de la biodiversidad sea provechosa para las empresas, y el Estado, mediante el pago del seguro deje relegado a estas, su conservación y manejo.
Aunque en Argentina, aún no hemos llegado a estos niveles de especulación financiera, la tendencia de categorizar especies en cuanto a un valor conservativo-económico (por ej., el jaguar, tapir u oso andino derivado de un potencial netamente turístico o cinegético en el peor de los casos) y la conservación de ecosistemas en función de la presencia de especies emblemáticas va en ese camino. Los ejemplos actuales de Bolivia y Ecuador con constituciones nacionales “bio-céntricas” (esto es, haciendo de la biodiversidad un sujeto de derecho) es el mejor camino a seguir, pues no se puede dejar librada la conservación de la biota a la especulación capitalista. En este punto solo el socialismo puede establecer un camino cierto de conservación de la biodiversidad y orientar los beneficios ambientales de forma sostenible a la comunidad en conjunto.