Las elecciones presidenciales de octubre toman a la izquierda en una situación complicada. En los trabajadores y jóvenes más avanzados existe un sentimiento de amargura por la gran cantidad de oportunidades desperdiciadas para convertir a la izquierda en una fuerza relevante en la política nacional. No se puede culpar de esto a la situación objetiva (como insisten muchos dirigentes para eludir su responsabilidad), sino a los innumerables errores políticos cometidos por los grupos más relevantes de lade la izquierda. Las elecciones presidenciales de octubre toman a la izquierda en una situación complicada. En los trabajadores y jóvenes más avanzados existe un sentimiento de amargura por la gran cantidad de oportunidades desperdiciadas para convertir a la izquierda en una fuerza relevante en la política nacional. No se puede culpar de esto a la situación objetiva (como insisten muchos dirigentes para eludir su responsabilidad), sino a los innumerables errores políticos cometidos por los grupos más relevantes de la izquierda.
No sólo demostraron su incapacidad para abordar una política de Frente Único en el campo electoral, sindical, vecinal (por oportunismo en unos casos y por sectarismo en otros), sino que tampoco fueron capaces de comprender el fenómeno del kirchnerismo, quedando completamente descolocados ante su demagogia "izquierdista", a la que simplemente opusieron un sectarismo e histerismo infantiles que nunca conectó con los trabajadores, mientras que la crítica a la derecha brillaba por su ausencia.
Ahora están inmersos en crisis y escisiones, pagando el precio por sus políticas sectarias y oportunistas y por su incapacidad para conectar con las masas trabajadoras, como ha quedado suficientemente demostrado en estos años.
Desde nuestro punto de vista, éste es un punto de no retorno. Las direcciones de estos grupos dieron muestras suficientes de no haber aprendido nada de la experiencia y, por lo tanto, de aprender de sus errores, que están firmemente enraizados en sus concepciones políticas, teóricas y organizativas.
Curiosamente, cada lista electoral de izquierda pretende aparecer más de izquierda, más obrera y más socialista que las demás, cuando todas defienden un programa similar que no es socialista, sino reformista de izquierda. Ninguno de ellos defiende en sus programas electorales la nacionalización de los bancos, de los latifundios y de los monopolios. Es irónico entonces que esta gente critique despiadadamente a Chávez y Evo Morales por no hacer lo que ellos mismos no tienen el valor de defender en Argentina.
Grupos como PO o PTS, por no hablar de agrupamientos más chicos, andan ocupados creando sus pequeños frentes de intervención, opuestos y enfrentados a los de los demás, boicoteando espacios de frente único como el MIC y otros. Esto los condena a la impotencia y a la esterilidad. Por el lado del PC, se puede contar la misma historia, pero en sentido inverso, por el giro de su dirección a posiciones cada vez más oportunistas y socialdemócratas. Ahora armó un frente electoral con el Partido Humanista, un aparato sin ninguna base social que está sostenido por una secta semirreligiosa (el movimiento siloísta), y cuyos votos proceden de las franjas más variadas de la población atraídas por el término humanista, pero que no representan ninguna fuerza práctica real.
El MST y el Frente Nueva Izquierda
Mención aparte nos merece el MST. Pese a nuestras diferencias políticas con esta organización, sí le reconocemos un esfuerzo para superar aspectos de su política anterior que permite una colaboración en frentes comunes (en el terreno electoral, en el trabajo sindical dentro del MIC, en la solidaridad con la revolución venezolana, etc).
Por eso celebramos el llamado del MST a conformar un frente político amplio de izquierda. No obstante, consideramos que el eje de su constitución deben ser los trabajadores, la juventud y las organizaciones populares que quieran sumarse, y no tanto la participación de personalidades públicas sin apenas base social de apoyo.
Con todo, y pese a que su programa electoral nos parece incompleto al no incluir las demandas socialistas que mencionábamos en un párrafo anterior, la Corriente Socialista El Militante llama a votar a la plataforma electoral Nueva Izquierda-MST, y a sus candidatos.
Compartimos con la dirección del MST su contrariedad por el fracaso en la conformación de una plataforma más amplia que incluyera al frente encabezado por Pino Solanas y Claudio Lozano, cuyos ejes programáticos a favor de la reestatización de empresas y recursos privatizados, contra la deuda externa, en defensa de la recomposición del salario y de rechazo a las políticas y leyes represivas, tienen muchos puntos en común con la izquierda.
Lamentablemente, esta situación propiciará una división importante del voto de izquierda contra el gobierno de Kirchner y la derecha, que perjudicará en mayor medida al Frente Nueva Izquierda-MST, dada la notoriedad pública de Pino Solanas y la presencia de dirigentes destacados de la CTA en su lista.
Para revertir esta situación, quizás ayudaría a sostener e incrementar el apoyo electoral al Frente Nueva Izquierda-MST que éste bajara su candidatura presidencial para centrar su agitación en la elección de sus candidatos a diputados y senadores, en la Nación y en las provincias. Al proponer el voto crítico a Solanas, y depositar en su plataforma la responsabilidad por no haber alcanzado un acuerdo más amplio, el Frente Nueva Izquierda-MST ganaría una autoridad importante entre los cientos de miles de votantes potenciales – trabajadores, jóvenes y demás sectores populares- que votarán a Solanas. Estos verían en el gesto del Frente Nueva Izquierda-MST una voluntad honesta y genuina de propiciar la unidad del voto por izquierda contra Kirchner y la derecha, lo que le permitiría incrementar los votos a sus candidatos a legisladores, abonando el camino para conformar un frente político más amplio después de las elecciones.
En cualquier caso, más allá de los resultados electorales, el desafío más importante del Frente Nueva Izquierda-MST tendrá lugar después de las elecciones, demostrando en los hechos su capacidad para conformar una herramienta política que, en primera instancia, sea capaz de atraer a los sectores más avanzados de la clase obrera y la juventud en la lucha por la transformación socialista de la sociedad.