La situación actual del continente africano es la mayor condena del sistema capitalista, refleja de una manera gráfica y exacta la definición que hizo Lenin del capitalismo, un sistema de horror sin fin. El sufrimiento de las masas africanas aparece esporádicamente en los medios de comunicación, cuando la situación de hambruna, dolor o genocidio llega a tal nivel que es difícil de ocultar. Es difícil resumir en sólo dos páginas la situación pero intentaremos que esta sea una primera aproximación.
Las guerras, la devastación, la pobreza, todas las calamidades que afligen a las masas africanas no tienen nada que ver con su supuesta naturaleza salvaje, no está arraigado en su cultura ni en su historia, sólo son el legado que ha dejado el colonialismo y el imperialismo. Al final de la Segunda Guerra Mundial sólo había tres países independientes en todo el continente, durante los años sesenta la gran mayoría consiguió la independencia, décadas después es más que evidente que la independencia era sólo formal, sólo cambió la forma de dominio social y económico.
La independencia no fue un regalo altruista de las potencias imperialistas, sino que fue consecuencia de las luchas de las masas africanas que se incorporaron como un vendaval al proceso de la revolución colonial. En muchos casos, estos movimientos provocaron la aparición de regímenes bonapartistas que intentaban seguir el modelo de Moscú (Etiopía, Somalia, Mozambique, Angola ), y permitieron ciertas mejoras en las condiciones de vida de las masas de estos países.
Pero el derrumbe de la Unión Soviética también tuvo consecuencias desastrosas para el continente africano. La simple existencia de la URSS servía de freno a las ambiciones depredadoras de las potencias imperialistas pero, una vez que desapareció, se abrió la caja de Pandora. Durante los años noventa se perdieron las pocas conquistas conseguidas anteriormente y desde entonces el empobrecimiento de todo el continente ha sido continuo. La fuente de esta pobreza no es natural, como muchos intentan convencernos, no tiene nada que ver con las sequías, las inundaciones, la falta de maquinaria adecuada, etc., todo esto, en última instancia, agudiza los problemas y las consecuencias de estas calamidades. La pobreza es producto directo de la economía capitalista, un ejemplo supremo del proceso que Marx describió en El Capital: La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio producto como Capital (Carlos Marx, El Capital. Libro I. Cap. 23).
Enorme riqueza y enorme miseria
África es quizá el continente más rico del planeta. En su subsuelo se encuentran una enorme cantidad de recursos naturales que permitirían que estos pueblos pudieran vivir en la abundancia. ¿Por qué esta riqueza no se utiliza en beneficio del pueblo africano? La economía mundial está dominada por los países más ricos y las multinacionales (500 de ellas controlan el 70% del comercio mundial). Este dominio es uno de los principales factores que bloquea el desarrollo económico de todos los países ex coloniales, ya sea en África o en América Latina.
Durante los años de dominio colonial ninguno de los países imperialistas se preocupó por el desarrollo industrial y económico de sus colonias. Las mantuvieron conscientemente subdesarrolladas, convirtiéndolas en economías dedicadas casi exclusivamente a la exportación de materias primas a Occidente. Pero los precios de las materias primas son determinados por las multinacionales (controlan más del 50% del comercio de los países ex coloniales) y los países ricos, y éstos los mantienen bajos porque así podrán fabricar sus productos con un costo menor. Pero al mismo tiempo, obligan a los países del Tercer Mundo a comprar sus productos manufacturados a precios de Occidente, provocando un comercio desigual y muy desfavorable para los países más pobres.
La losa de la deuda
El endeudamiento del continente africano es una enorme losa que impide cualquier avance por mínimo que sea. La deuda ha crecido en todo este período cuatro veces más que los ingresos conseguidos por exportación. La carga de la deuda supera dos veces a la de cualquier otra región del mundo. Según el Banco Mundial, África recibe cada año 13.000 millones de dólares en concepto de ayuda y al mismo tiempo anualmente devuelve 15.000 millones de dólares en concepto de repago de la deuda. El continente africano se ha convertido en un país exportador de capital neto al mundo desarrollado. Actualmente la deuda de todo el continente supera los 300.000 millones de dólares.
A esto se deben añadir los programas de ajuste estructural (PAE) impuestos por el FMI y el Banco Mundial. Los PAE son programas a los que obliga el FMI a todos aquellos países que piden préstamos, excepto a EEUU que es el mayor deudor del planeta. Desde 1980, 36 países africanos han aplicado estos programas con efectos devastadores para sus respectivas economías. Entre las medidas que imponen están la reducción drástica del gasto público, es decir, gastos sociales, aumentar la exportación de materias primas a Occidente a bajos precios, privatización de las empresas públicas y libre acceso de las multinacionales.
En Ghana, por ejemplo, el gobierno tuvo que privatizar más de 130 empresas para satisfacer los requisitos del FMI, incluida la minería que es la principal fuente de ingresos del país. Eliminó todas las barreras arancelarias y acabó con las subvenciones a la sanidad y la educación. ¿Cuál fue el resultado de todas estas medidas? Una tasa superior al 20% de desempleo, suba de la comida y los servicios básicos. El PIB per cápita en 1998 era inferior (390 dólares) al de 1975 (411 dólares). El 78,4% de la población vive con un dólar al día y el 75% no tiene acceso a los servicios sanitarios. ¿Quién se benefició? Las multinacionales que poseen ahora el 85% de la industria minera y que repatrían el 95% de los beneficios al extranjero.
Zona estratégica para la supervivencia del capitalismo
En los últimos veinte años África se ha convertido en una zona estratégica para el imperialismo. En una situación de declive del sistema capitalista la lucha por los mercados y esferas de influencia entre las distintas potencias imperialistas ha adquirido un carácter violento y donde mejor se expresa este proceso es en el continente africano. El subsuelo africano cuenta con el 9% de las reservas mundiales de petróleo (100.000 millones de barriles) con unas características geológicas extraordinarias, el índice de éxito de las perforaciones es del 50% mientras que en el resto del mundo es de un 10%. Cuenta con el 90% de las reservas mundiales de cobalto, el 90% de platino, el 40% de oro, el 98% de cromo, el 64% de manganeso y un tercio de las reservas de uranio. Además las multinacionales y los países imperialistas, con la ayuda de los corruptos regímenes africanos, extraen estos recursos a un costo ridículo con mano de obra prácticamente esclava, entre la que se incluyen miles de niños.
Este continente también es la región del mundo más golpeada por las guerras. En la década de los noventa 32 de los 53 países que forman el continente sufrieron algún tipo de conflicto armado. Durante estos últimos años hemos visto imágenes aterradoras de las consecuencias de estas guerras, genocidios como el que vivió Ruanda, guerras civiles sangrientas como las de Angola, Mozambique o el Congo. Muchos pretenden que se trata de un destino inexorable, donde el hombre blanco no puede hacer nada. Pero no es así.
En cada una de las guerras que han asolado el continente africano estas últimas décadas ha estado detrás una u otra potencia imperialista. En las doce últimas guerras EEUU proporcionó armas y entrenamiento militar a once de los participantes. En 2002 el World Policy Institute, con base en Nueva York, publicó un informe que revelaba que EEUU había enviado 1.500 millones de dólares en armas y formación militar a África durante la guerra fría (1950-1989). Desde 1991 a 1995 EEUU proporcionó ayuda militar a 50 países de África y entre 1991 y 1998 la venta de armas y programas de formación militar a África ascendió a 227.000 millones de dólares.
La guerra en la República Democrática del Congo
Quizá el mejor ejemplo del papel que juega el imperialismo en las guerras africanas sea la guerra en la República Democrática del Congo (RDC) que, en sus seis años de duración, causó más de tres millones de muertos. Este país se encuentra en pleno corazón de África y es el más rico del continente en cuanto a recursos naturales, cuenta con el 30% de las reservas mundiales de cobalto, el 10% del cobre, además de oro, uranio y lo más importante, petróleo. Además por su territorio pasa el Río Congo, comparable al Amazonas, y que contiene el 40-50% de las reservas de agua del continente, la central hidroeléctrica de Inga podría suministrar luz a todo el cono sur.
Un ejemplo de la riqueza mineral es que la media mundial de extracción de oro por tonelada de tierra removida es de 11 gramos, en el Congo es de 6-7 kilos, pero hay zonas en las que llega a 16 kilos. Sólo con la mitad del oro extraído de la mina Sezere se podría pagar la deuda externa del país. El cobre y el cobalto que se encuentran en los residuos de la mina de Kolwezi están valorados en 16.000 millones de dólares. Y lo más importante, el coltán, un mineral escaso en el planeta, fundamental (por su poco peso y sus propiedades superconductoras) para la fabricación de celulares móviles, satélites, reactores nucleares, misiles, piezas de naves espaciales hasta hace unos años se conseguía en Tailandia, Canadá, Brasil, Bolivia y Australia. Hasta que se descubrió que el suelo congoleño contaba con el 80% de las reservas mundiales de este mineral.
El conflicto se inició cuando en 1998 Ruanda y Uganda (dos gobiernos títeres de EEUU) ocuparon una parte del territorio congoleño con la intención de controlar las minas de coltán. Ruanda, por ejemplo, en 18 meses consiguió beneficios de 250 millones de dólares con la venta de este mineral. Al final en la guerra participaron siete países: Zimbabwe, Angola, Zambia, Namibia, Ruanda, Uganda y el propio Congo. Esta guerra se denominó la primera guerra mundial africana y detrás de cada uno de los ejércitos estaba una u otra potencia imperialista intentando meter sus zarpas en la riqueza mineral de este país. ¡EEUU envió armas y ayuda militar a los siete ejércitos!
Empresas como Nokia, Sony, IBM, Intel, etc., pusieron sus ojos en este país y crearon toda una serie de empresas, en algunos casos fantasmas, para conseguir los contratos de explotación. La mayor parte del coltán que se extrae tiene como destino EEUU, Alemania, Bélgica y Kazajistán. Los beneficios son enormes, en las minas trabajan más de 20.000 mineros en condiciones infrahumanas, ganan 10 dólares por cada kilo de mineral que después se cotiza en Londres a 250 o 300 dólares.
A pesar de su enorme riqueza el país está hundido en la miseria. De los 60 millones de habitantes el 75% vive con un dólar diario, menos del 20% tiene acceso al agua potable y a la luz. Hace dos años terminó oficialmente la guerra y el país disfruta de cierta estabilidad política y crecimiento económico. Kabila, que acaba de ganar las elecciones, ha conseguido reducir la inflación, aunque sigue siendo la más alta del mundo, reactivar la minería y que la economía crezca, en 2005 el PIB creció 5 puntos. Pero la situación es extremadamente inestable y en cualquier momento puede reiniciarse la guerra.
Darfur
También recientemente ha salido a la luz la terrible situación que se sufre en la región de Darfur en el sur de Sudán. Esta guerra ya ha causado 300.000 muertos, 2.400.000 desplazados y 200.000 refugiados en Chad. Esta provincia durante los últimos años ha sido castigada por las sequías y la consiguiente hambruna. Esta situación se agravó con la política criminal del gobierno sudanés que creó un enorme resentimiento entre la población que se sentía discriminada tanto políticamente como económicamente. En 2003 las tribus de la región se unieron en dos movimientos guerrilleros (Ejército de Liberación Sudanés y el Movimiento por la Justicia y la Igualdad).
Estos dos movimientos iniciaron su lucha contra las fuerzas gubernamentales, y contra las milicias nómadas (fuerzas paramilitares formadas por el gobierno) conocidas como yauyawids (árabes nómadas). Aunque en mayo del año pasado se llegó a un acuerdo para acabar el conflicto, Acuerdo de Abuya, no se han cumplido ninguno de sus términos, empezando por el desarme de ambas partes.
En el trasfondo de este conflicto también está la riqueza petrolera de la zona. Hace unos años China invirtió 300 millones de dólares para ampliar la refinería más grande de Sudán y duplicar así su producción. En 2004 comenzó la producción en Darfur y CPNC tiene el 41% de las acciones petroleras en el campo de Mahit Basin. EEUU ve con malos ojos esta presencia china y por eso ahora, de repente, se ha dado cuenta de que existe un genocidio en Darfur y en este caso parece que su apuesta es favorecer la independencia de la región creando así un nuevo estado que puedan controlar.
La entrada de China en escena
Al imperialismo norteamericano y europeo les ha salido una dura competencia, no sólo en África, sino en el resto del mundo. Desde hace unos años China ha aumentado significativamente su presencia en el continente africano. El comercio con África ha aumentado más de cinco veces desde 2000 y el año pasado alcanzó la cifra de 55.500 millones de dólares. Para 2010 se calcula que alcanzará los 100.000 millones de dólares.
En los años noventa países como Burkina Faso no mantenían ningún tipo de relación comercial con China y hoy envía dos tercios de sus exportaciones a este país, sobre todo algodón para la industria textil china. En 2005 Angola superó a Arabia Saudí como principal suministrador de petróleo al gigante asiático. China importa algodón, cobre, hierro, oro, platino y petróleo de África, al mismo tiempo que está haciendo inversiones en infraestructuras para poder facilitar la extracción y el transporte de las mercancías. El pasado mes de noviembre se celebró el Segundo Foro Chino-Africano con la presencia de la mayoría de los países africanos, entre otros proyectos se decidió la construcción de una planta procesadora de aluminio en Egipto, otra de cobre en Zambia o una autopista en Nigeria. En los próximos tres años China concederá 33.000 millones de dólares en préstamos preferenciales y otros 2.000 millones en créditos. Paul Wolfowitz (presidente del Banco Mundial) criticó estos préstamos suaves chinos, porque rivalizan directamente con el papel que tienen organismos como el Banco Mundial o el FMI en la esclavización de estos países y en velar por los intereses del imperialismo estadounidense en la región. Pero la relativa suavidad de China no debe confundirnos porque sus intereses son similares: el control de los recursos naturales. Pero en la medida que ha entrado más tarde en la escena del mercado capitalista necesita este tipo de política que la diferencia del imperialismo norteamericano y europeo con sus rudos métodos de explotación y dominio.
Sólo basta un ejemplo. En 2006 China adelantó a Zimbabwe un préstamo de 200 millones de dólares, más o menos un año después el gobierno de Zimbabwe devolvió a Sudáfrica un crédito que le había concedido este país valorado en 500 millones de dólares, porque las condiciones que imponía el gobierno sudafricano, siguiendo órdenes del FMI, eran la liberalización de la economía y eso suponía un riesgo para el inestable régimen de Robert Mugabe. China prestó el dinero al mismo interés pero sin esas condiciones. Esto provocó las iras del gobierno sudafricano.
La presencia china en África está provocando tensiones no sólo con el imperialismo europeo y norteamericano, también con los distintos regímenes africanos porque China ha conseguido, además, introducir sus productos en el mercado africano. Por ejemplo, en Etiopía el 90% de los productos que se venden en el principal mercado de la capital están fabricados en China. Esto ha provocado toda una serie de comentarios, empezando por el gobierno sudafricano, denunciando demagógicamente el papel imperialista de China, en realidad lo que están haciendo es defender los intereses económicos de sus respectivas empresas que están sufriendo la competencia de los productos chinos que inundan sus mercados a precios más baratos, como ocurre en el resto del mundo. Recientemente el gobierno sudafricano ha introducido cuotas a la importación de productos textiles chinos.
Pero además ha empezado a surgir otro problema más serio para el gobierno chino, las protestas de los trabajadores africanos. Las empresas chinas en África imponen unas condiciones laborales draconianas, no sólo en ritmos de producción, escasas medidas de seguridad sino que además prohiben cualquier actividad sindical. En la última visita de Hu Jintao hace unas semanas al continente, tuvo que suspender su viaje a Zambia por las protestas de los trabajadores.
En este país la empresa minera estatal china, China Non-Ferreus Metal Mining (Group) compró una mina en el cinturón del cobre, en Chambishi, en 1998, es verdad que eso generó empleos e inversiones. Pero los nuevos dueños chinos impusieron nuevas condiciones laborales y prohibieron la actividad sindical. En 2005 hubo una explosión que provocó decenas de muertes debido a la falta de medidas de seguridad, no es casualidad que China tenga la tasa más alta del mundo de muertes en la minería. Fue el peor desastre laboral de la historia del país. Los empresarios ni siquiera indemnizaron a las familias. Al año siguiente estalló una protesta laboral en la misma mina contra las condiciones de vida y los trabajadores se encontraron con la feroz represión de los vigilantes privados de la mina que asesinaron a cinco trabajadores. Esto ha provocado un gran resentimiento con el gobierno chino. Y este descontento con las condiciones impuestas por las empresas chinas no es algo aislado de Zambia sino que empieza a generalizarse.
Zimbabwe, Egipto, Guinea Conakry el proletariado comienza a despertar
Aunque la principal actividad económica del continente africano todavía es la agricultura, hay países como Sudáfrica, Egipto, Zimbabwe o Nigeria que cuentan con un proletariado formado por millones de trabajadores y que será determinante para el futuro de la revolución en el continente. Igual que en los sesenta y setenta vimos la irrupción de las masas africanas en la lucha, de la misma forma en el futuro veremos cómo los trabajadores y campesinos africanos se incorporarán a la lucha por el socialismo.
En Marruecos desde hace unos meses está habiendo luchas importantes en sanidad, pensionistas, estibadores y el año acabó con un movimiento generalizado de los trabajadores y los campesinos marroquíes contra la suba de los precios.
El 17 de enero se inició en Guinea Conakry una huelga general que duró 18 días, era la tercera huelga general en un año. Este país es el primer productor mundial de bauxita, produce oro, diamantes y tiene decenas de miles de acres de cultivos destinados a la exportación. Un país rico donde la mayoría de la población vive con menos de 2 dólares al día.
A pesar de la brutal represión, oficialmente 56 muertos, la huelga continuó hasta que el gobierno aceptó las condiciones de los sindicatos, que no sólo estaban relacionadas con los precios de la gasolina o el arroz, sino que además solicitaron que renunciara. Como el gobierno no cumplió el acuerdo se reinició otra huelga, pero con un carácter aún más ofensivo, con ocupaciones de edificios públicos, etc., parece que finalmente han llegado a un acuerdo.
Otro país que está viviendo una auténtica explosión social en el momento de escribir este artículo es Zimbabwe. Este país lleva años gobernado por Robert Mugabe que cuando se ha visto en la cuerda floja no ha dudado en recurrir a políticas populistas, como hace unos años, cuando expropió a los granjeros blancos, teóricamente para repartir la tierra entre los campesinos pobres. Estas expropiaciones tenían un carácter puramente demagógico porque después no puso ningún medio para que los campesinos pudieran cultivar estas tierras quedando en su mayor parte sin cultivar. Situación que se agravó por las sanciones económicas impuestas por el imperialismo.
El país lleva seis años hundido en la crisis económica, con una tasa de inflación del 1.600% y con una tasa de desempleo del 70%. Hay escasez de combustible, cortes de luz, faltan medicinas. Las luchas empezaron en el sector público cuando los funcionarios iniciaron una huelga para conseguir una suba salarial que compensara la inflación y les permitiera salir de la pobreza. La represión policial ha sido feroz. Una vez más Mugabe intenta recurrir al populismo y para calmar la situación ha anunciado que nacionalizará la industria de diamantes.
Y por último, otro de los países que también está sufriendo un aumento importante de la lucha de clases es Egipto. Este país además es importante por las repercusiones que tiene dentro del mundo árabe. Mubarak gobierna el país desde hace años con mano de hierro, sin ningún tipo de derecho democrático. En las últimas semanas ha estallado una oleada de huelgas, comenzando con los trabajadores de la mayor empresa textil estatal del país y que se han extendido como un reguero de polvora a otras empresas del sector, al cemento y la minería entre otras. Decenas de miles de trabajadores están participando en las huelgas y lo más importante de todo, vinculando sus reivindicaciones laborales con la exigencia de los derechos democráticos. Hasta ahora los dirigentes sindicales, en su mayoría puestos por el gobierno, han sido incapaces de controlar la explosión social y se han visto relegados a un lado. Esta situación es preocupante para el imperialismo estadounidense ya que Egipto es el país que más ayuda militar recibe de EEUU y uno de sus principales aliados en la región y hasta ahora también de los más estables, pero parece que esta situación ya ha llegado a su final.
África es el mejor ejemplo de la corrección de la brillante teoría de León Trotsky sobre la revolución permanente. En el próximo período los trabajadores y las masas pobres africanas demostrarán su potencial, como ya vimos hace años con la heroica lucha de las masas sudafricanas contra el apartheid. La verdadera liberación de las masas africanas de la dominación y explotación imperialista, la mejora de sus condiciones de vida, el final de las guerras sangrientas que han devastado y seguirán asolando la región, sólo se podrá conseguir con el socialismo.