A principios del siglo XX el mundo se globalizó y el mercado mundial comenzó a extenderse por todo el planeta. Para seguir expandiéndose, la burguesía comenzó a necesitar nuevas formas de dominación, la cultura poco a poco se fue convirtiendo en un espacio de disputa política y ahora más que nunca los capitalistas necesitaban reforzar sus formas de autoridad, a esos nuevos métodos de dominación el filósofo Antonio Gramsci, lo llama Hegemonía.
Gramsci nace en Italia en el año 1891, vale recordar que años antes Italia vivió un proceso de unificación, y a pesar de su unificación tardía en referencia a Francia e Inglaterra, no impidió que el pueblo italiano viviera un período de convulsión social. Gramsci nace en el sur italiano en una ciudad llamada Cerdeña, zona que en ese entonces todavía estaba compuesta casi totalmente por trabajo campesino. Por otro lado, el capitalismo ya se desarrollaba plenamente en el norte de Italia y en medio de todo este proceso, Italia participa de la Primera Guerra Mundial. Habiendo quedado al lado de los ganadores, la Primera Guerra no fue un buen negocio para la nación italiana que entró en crisis económica en ese período, empeorando gravemente las condiciones de vida de la clase trabajadora.
El proceso de industrialización se seguía abriendo camino principalmente para la industria automotriz y en paralelo a este proceso se desarrolla en el norte de Italia el Partido Socialista Italiano (PS), partido en que Gramsci milita por varios años. En el sur de Italia apoyados por el Vaticano, un grupo de campesinos liderados por el sacerdote siciliano Luigi Sturno, fundan el Partido Popular (PP).
El Partido Socialista italiano tenía un periódico muy conocido llamado “Avanti”, y durante años reunió a miles de trabajadores italianos en sus filas y años más tarde se divide, y surge el Partido Comunista italiano. En ese período Italia vivía una “monarquíaía parlamentaria”, en manos del primer ministro liberal Giovani Giolliti, un poco después en las elecciones el Partido Socialista y el Partido Comunista logran elegir varios parlamentarios, pero, eso no impide que en 1919, mientras el país explota en huelgas de masa y rebeliones de norte a sur, un ex militante del Partido Socialista conocido como Benito Mussolini fundara el partido fascista italiano.En ese contexto de efervescencia económica y política, Antonio Gramsci pasa su juventud y la mayor parte de su vida adulta. Hijo de un funcionario estatal y de una ama de casa, Gramsci que tenía como apodo familiar “Nino”, fue obligado a trabajar desde que tenía once años de edad para ayudar en las finanzas de la familia, ya que su padre había sido arrestado años antes por fraude. En su infancia el pequeño Gramsci se quedó dos años sin ir a la escuela, y más tarde cuando pudo ir, su familia sólo podía proveer una comida por día, no tenía ropas para vestirse en el invierno y su familia no tenía dinero para que él pudiera cuidar de su salud de manera adecuada.
Años después Antonio Gramsci afirma que eso dejó marcas profundas en su psiquis y que pasó a sentir rabia de los ricos y poderosos. Las dificultades escolares de Gramsci prosiguieron en la juventud, no tanto por la mala calidad de las escuelas, sino por las dificultades financieras que vivía. Durante el Colegial, en Cagliari, no poseía todos los libros, y muchas veces los tomó prestados de los colegas o de los profesores. Las necesidades financieras no tenían su causa sólo en el período más pobre por el cual estaba pasando la familia de Antonio, sino que provenían además de las pésimas condiciones en las que vivía el proletariado del sur de Italia, situación que era más dramática aún cuando se trataba de las poblaciones campesinas que, vivían en un estado de extrema pobreza y con un consiguiente alejamiento de los acontecimientos políticos. Este alejamiento tenía que ver también con el analfabetismo en el que estaba sumida la clase pobre.
La conciencia de esta realidad, fue percibida por él no sólo como una realidad individual sino también colectiva, y más tarde cuando fue a cursar la universidad en Turin, aún con dificultades financieras, Gramsci comenzó a familiarizarse con las ideas del marxismo y del materialismo dialéctico y pasó a comprender el Socialismo en el sentido de la rebelión social. Más tarde, después de interrumpir sus estudios en la universidad de Turín, pasa a escribir activamente para dos periódicos, el “Avanti” y el “El grido del popolo”, en esa época aparecieron en sus escritos comentarios relacionados al problema de la educación entre el proletariado italiano y también la exigencia de la cultura para la clase proletaria, así como la organización de esa misma cultura.
En agosto 1917, cuando Gramsci tenía 26 años una multitud de 40.000 trabajadores dieron la bienvenida a los asombrados delegados del gobierno ruso de Kerensky a Turín, gritando “Viva Lenin”, “Viva la revolución”. Esto mismo sucedió, en Milán, Florencia, Bolonia y una semana después Turín se convierte en un campo de batalla entre trabajadores y la policía, perdiendo la vida 50 trabajadores.
Las condiciones de trabajo y de vida en Italia empeoran rápidamente, el contraste entre norte y sur se hace cada vez más visible, mientras los empresarios del norte enriquecen a costa de una clase obrera cada vez más empobrecida, los campesinos del sur enfrentan el hambre y la miseria y el joven Gramsci, periodista y militante socialista desde de 1913 comienza a percibir la lucha de clases en su propia piel.
Gramsci insiste en la necesidad de que las clases sociales abandonen su modo de pensar corporativo, producto de las relaciones sociales y del modo de ser propio de la sociedad burguesa, que obstaculiza la formación de un proyecto colectivo. La construcción de la hegemonía exige, así, compromisos de clase, superación de intereses particularistas e individuales, apertura de espacios para congregar las varias fracciones de clase. A partir de la superación de ese modo de ser y de pensar, la voluntad colectiva avanza y va delineando una nueva conciencia, que se manifiesta y se concreta en la práctica política.
Antonio Gramsci incluso después de preso continuó soñando con un nuevo modelo de sociedad, y con una clase trabajadora formada que pudiera entender y contar su propia historia, nunca dejó de ser un intelectual y escribió en prisión sus obras más conocidas, Cuadernos de Cárcel. Gramsci quería intelectuales orgánicos, activista comprometidos con la lucha de la clase obrera, que podrían explicar a sus compañeros que todavía no eran revolucionarios las conexiones entre sus intereses y los de otros que ya estaban luchando, personas capaces de relacionar las victorias y derrotas del presente con la meta de unidad por la revolución Socialista. Nunca dejó de encarar a la clase trabajadora como agente y productor de cultura y conocimiento, su concepto de hegemonía (es lo que Gramsci describe como la dominación ideológica de una clase social sobre otra) sirve para enseñarnos hasta hoy, que la cultura no está lejos de la política y que la burguesía usa la cultura para oprimir subjetivamente a la clase trabajadora cada día más. Muchas de sus ideas han sido distorsionadas a través del tiempo por los reformista y estalinistas. Durante los 65 años desde la muerte de Gramsci, estos grupos han reforzado a aquellos que, para nosotros, son las debilidades de su pensamiento como por ejemplo apoyar la interpretación estalinista del leninismo que no tenía nada que ver con las ideas reales defendidas por Lenin y también entre 1924 y 1926, Gramsci no solo no criticó a la burocracia dentro de la Internacional Comunista, sino que se adaptó a ella.
Por otro lado, sus mejores ideas y posiciones a menudo fueron distorsionadas, falsificadas y luego extrapoladas ilegalmente, banalizadas instrumentalmente y todo esto para engañar a tres generaciones de militantes comunistas. Después de la guerra, pintaron a Gramsci como defensor de la lucha por la democracia parlamentaria; para justificar la idea que la clase obrera debe gobernar haciendo alianzas con la burguesía y sin salirse de los límites del Estado capitalista. Las ideas de Gramsci no corresponden a la propaganda estalinista y reformista, no perdió la vida luchando por la democracia burguesa y tampoco defendió una república italiana basada en la colaboración de clases y en el beneficio del capital. Gramsci fue en toda su vida un revolucionario comunista e internacionalista, y en su vida política siempre planteó un objetivo muy claro, derribar al capitalismo y expropiar a la burguesía e instaurar un Estado Obrero basado en comités de fábricas como primer paso en la lucha hacia el Socialismo.
Para él además de ser necesaria una revolución social, también es necesario que la educación no fomente la ideología de la burguesía, que la educación sea para todos y que los hijos de la clase trabajadora también puedan tener acceso a instrumentos que les ayuden a comprender la propia realidad. Seguimos luchando por una sociedad más justa, seguimos luchando para que la clase trabajadora tenga acceso a la cultura y educación de calidad. La educación sólo puede ser liberadora si es revolucionaria, no cortaremos nuestras cadenas dentro de instituciones burguesas, sino educando y formando a la juventud y a la clase trabajadora para luchar y vencer al sistema capitalista que tanto nos oprime.