Insurrecciones y traiciones: breve historia de la izquierda iraquí

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La sublevación de Irak está provocando cada vez más problemas al imperialismo estadounidense. No está siendo tan fácil como ellos pensaban. Ya ha comenzado un movimiento de masas contra los “libertadores. En esta etapa, los clérigos musulmanes y mullahs han jugado un gran papel como organizadores del movimiento.

En parte se debe a que mientras Sadam Hussein estuvo en el poder consiguió aplastar a todos los grupos de oposición, pero también es el producto de los errores de la dirección del Partido Comunista Iraquí (PCI).

Lo más espantoso para la burguesía mundial es que la revolución anticolonial ha hecho erupción de nuevo. Después de América Latina, Argelia (Kabilia) y Palestina, ahora es el turno de Oriente Medio. Eso explica por qué los medios de comunicación están alimentando a las nuevas generaciones con mentiras sobre la historia de Iraq. Mientras mostraban las imágenes de la destrucción de la primera estatua de Sadam Hussein en Bagdad, el canal español de televisión Tele 5 decía lo siguiente: “El dictador había derrocado en 1958 a la monarquía”. Estas son mentiras que ocultan el carácter de masas del movimiento en los países coloniales, tanto en el pasado como en el presente.

El objetivo principal de este artículo es desenmascarar las mentiras vertidas en los medios de comunicación y comprender la historia de la izquierda iraquí, para ayudar a los mejores activistas a no repetir los errores del pasado.

Los orígenes del Partido Comunista Iraquí

El Partido Comunista Iraquí se fundó en 1935, se formó con la unión de varios grupos antiimperialistas y de izquierdas de todo el país. Iraq fue formalmente independiente en 1932 aunque, en realidad, estaba bajo el control del imperialismo británico. En 1920 las tropas británicas derrotaron una insurrección popular (según Lawrence) dejando en las calles 10.000 muertos.

En los años treinta comenzó un cierto desarrollo industrial, concretamente en los sectores del transporte y el petróleo. Sin embargo, la clase obrera todavía era muy débil. En 1940, en los campos petrolíferos trabajaban 13.000 trabajadores, 11.000 en los ferrocarriles y 5.000 en los muelles de Basora. El entonces joven Partido Comunista tuvo el mérito de establecer rápidamente vínculos con el naciente proletariado. Desde entonces, el PCI ha permanecido como la organización tradicional de la clase obrera iraquí.

Pero el PCI no fue inmune al proceso de degeneración política que afectó a la Tercera Internacional. El giro que en 1941 dio Moscú en su política exterior, después de que los nazis comenzaran su invasión de la URSS, significaba que cada sección nacional de la Internacional Comunista tenía que apoyar a los Aliados. Así fue como el PCI comenzó a desarrollar la política de apoyo a las tropas británicas. Según un artículo aparecido en su periódico en mayo de 1942: “Nuestro partido considera al ejército británico, que ahora está luchando contra el nazismo, un ejército de liberación… Nos ponemos del lado británico y debemos ayudar al ejército británico de cualquier forma posible”. De este modo, el PCI salió en apoyo de la monarquía y los terratenientes que gobernaban el país.

Todas las consignas radicales desaparecieron del programa del partido, como por ejemplo la expropiación del capital extranjero o la instauración de una república. Ya no se hablaba de una Federación Árabe Unida y, por supuesto, la perspectiva socialista desapareció de la propaganda del partido.

La característica principal de la estrategia del PCI a partir de ahora sería la teoría estalinista de las “dos etapas”, la primera sería la etapa de la “liberación nacional” y “la lucha por los derechos democráticos”, y después la última etapa, el socialismo. Esto hizo que el partido se dedicara a la búsqueda desesperada del ala “progresista” de la clase dominante, con las consecuencias desastrosas que esto iba a tener.

Con el final de la Segunda Guerra Mundial el PCI cambió su política y comenzó a criticar al ejército británico y a la monarquía, reflejando la presión procedente de la radicalización de las masas. Estos giros repentinos de ciento ochenta grados son otro aspecto que ha caracterizado la historia del PCI.

En enero de 1948 se produjo la insurrección de masas más impresionante en toda la historia de la monarquía iraquí, conocida como al-Wathbah. El movimiento empezó con los estudiantes y más tarde se extendió a los trabajadores y campesinos que ocuparon la tierra en la mayor parte del país. Se celebraron grandes manifestaciones con decenas de miles de personas en las calles. El 27 de enero la policía disparó y mató entre 300 y 400 personas, pero esto no detuvo a los manifestantes. El primer ministro tuvo que huir a Gran Bretaña y se formó un nuevo gobierno.

En mayo una nueva oleada de represión acabó con las protestas y con la declaración de la ley marcial, pero el principal golpe para el partido llegó cuando la URSS decidió reconocer y apoyar al nuevo estado de Israel en julio de 1948.

El apoyo de Moscú a Israel tuvo un impacto increíble en todos los partidos comunistas de Oriente Medio. En Iraq cientos de activistas abandonaron asqueados el partido que pasó de 4.000 militantes a principios de 1948 a sólo algunos centenares. La represión afectó a la más alta dirección del PCI. El secretario general del partido fue ejecutado en la plaza principal de Bagdad.

La dirección del PCI no llegó tan lejos como los dirigentes del Partido Comunista Sirio que en realidad disolvieron el partido en el movimiento burgués de “liberación nacional”; pero, sin embargo, siempre subordinaron la lucha de clases a la lucha por la independencia nacional. No comprendían que las dos luchas estaban intrínsecamente unidas. La burguesía nacional era muy dependiente del imperialismo y la verdadera independencia sólo se podría conseguir a través de la revolución socialista. El capitalista estaba estrechamente vinculado a los terratenientes, así que una verdadera reforma agraria sólo se podría conseguir a través de la expropiación de los capitalistas y los banqueros.

Después de un breve período de enamoramiento con la revolución china entre 1953-55, cuando el PCI hablaba de la “toma del poder por el proletariado como tarea inmediata”, el dramático giro de los acontecimientos en Egipto con la llegada al poder de Nasser tomó a la dirección por sorpresa. Una vez más adoptaron las ideas del llamado “gobierno patriótico”.

La revolución de 1958

La historia de las últimas décadas de Iraq se parece mucho a la de Egipto y Siria y fue parte esencial de los movimientos revolucionarios que recorrieron todos los países ex – coloniales en los años cincuenta y sesenta. La monarquía iraquí fue derrocada el 14 de julio de 1958 con un golpe de estado encabezado por oficiales del ejército que simpatizaban con el régimen de Nasser de Egipto, el golpe estuvo dirigido por el coronel Abdul Salam Aref y el general Abdel Karim el Kassem. El mismo día, enormes manifestaciones de masas (en Bagdad al menos cien mil personas salieron a las calles) acabaron con los últimos remanentes del viejo régimen. La familia real fue asesinada.

La idea de estos nacionalistas pan-árabes, los “oficiales libres”, era seguir el modelo de Nasser en Egipto, que consistía en un grado considerable de intervención estatal de la economía para crear un sector capitalista nacional fuerte. Aref y Kassem se aprovecharon de los sentimientos antiimperialistas y revolucionarios de la aplastante mayoría de los jóvenes y trabajadores iraquíes. Como ya hemos explicado, hasta julio de 1958, Iraq había sido una monarquía feudal pro-imperialista.

El 80 por ciento de la población la componían campesinos analfabetos y el 56 por ciento sufría de malnutrición. Cuarenta y nueve familias poseían el 17 por ciento de la tierra y mantenían el poder gracias al apoyo de los monopolios occidentales.

Al sentir la presión desde abajo, en los días tormentosos de agosto de 1958, Aref se vio obligado a adoptar una fraseología revolucionaria y pidió una “república popular y socialista”. Legalizaron a todos los partidos y sindicatos.

Gracias al golpe de 1958 se introdujo una reforma agraria, aunque no fue lo suficientemente lejos. Sólo afrontaba parcialmente esta cuestión: no proporcionaba créditos baratos a los campesinos para que pudieran adquirir la maquinaria necesaria, no colectivizaba la agricultura y como resultado de esto los campesinos empobrecidos pululaban por las ciudades en busca de trabajo. Bajo la presión de las masas, el nuevo gobierno tuvo que reformar el sistema educativo, la sanidad y la vivienda. Pero una vez más, los ataques a los privilegios de los capitalistas sólo fueron parciales. Por ejemplo, la empresa Iraqi Petroleum Company, la IPC, quedó en manos de cuatro empresas pertenecientes a Gran Bretaña, Francia, Holanda y EEUU.

En el período de 1961-64 los kurdos (su organización más fuerte era el Partido Comunista) exigieron la autonomía y compartir el control del petróleo del norte. Kassem se negó. Si hubiera hecho un llamamiento claro para poner la industria del petróleo bajo el control de los trabajadores, repartido la tierra entre los campesinos, garantizado el derecho de autodeterminación a los kurdos y creado una Federación Socialista de Oriente Medio, esto habría permitido a Iraq convertirse en la punta de lanza de un movimiento a través de toda la región contra el latifundismo y el capitalismo. Habría sido el principio de la revolución socialista árabe.

El Partido Comunista no formaba parte del nuevo gobierno de “oficiales libres”, pero su dirección quería entrar. En palabras de Amer Abdallah, el principal teórico del PCI hasta 1961: “Nuestro partido apoya los intereses de la burguesía nacional como una condición fundamental para el desarrollo de un estado democrático burgués. La tarea de la revolución es establecer las reformas económicas y sociales dentro del marco de las relaciones capitalistas de producción”.

En su búsqueda desesperada de la llamada “burguesía nacional productiva”, en ese período el PCI incluso ¡se negó a defender una federación con Siria y Egipto! Esto llevó a una situación paradójica donde ¡el Partido “Comunista” Iraquí se situó a la derecha de los pan-árabes burgueses como Nasser!

Al mismo tiempo, dentro de Iraq el partido era crítico con la reforma agraria parcial y defendía enérgicamente los derechos de los trabajadores. A pesar de haber sufrido una brutal represión durante años, el jefe de la CIA, describió la situación en Iraq como “la más peligrosa del mundo actual”. El Partido Comunista podría haber derrocado fácilmente al régimen, pero cuando éste respondió con una oleada de represión el partido se doblegó. La dirección dejó de hacer críticas al gobierno y declaró que la reforma agraria era buena.

Esto representó un punto de inflexión decisivo en la suerte del PCI. Su disposición al compromiso con el régimen no evitó el choque final; sólo se pospuso durante cuatro años. En esos cuatro años, gracias a su postura de compromiso y a su poca disposición a dirigir la lucha, el partido se fue debilitando y su base de masas desapareció.

Cientos de comunistas fueron encarcelados y asesinados. La prensa comunista fue prohibida (¡así es como Kassem les agradecía su colaboración de clases!). La militancia del frente juvenil controlado por el PCI se quedó en 1960 en 20.000 militantes. Increíblemente ¡los dirigentes del PCI todavía continuaban apoyando el régimen de Kassem! Un ejemplo de su comportamiento es cuando Kassem salió del hospital tras recuperarse de un intento de asesinato. ¡El PCI organizó un mitin de bienvenida por la salida de Kassem del hospital!

En febrero de 1963, en vísperas del golpe de Aref, que se llevó a cabo con la ayuda del Partido Baath, el PCI se había quedado reducido a 8.000 militantes, de los cuales 5.000 estaban en la capital. Los comunistas intentaron organizar la resistencia pero Kassem se negó a distribuir armas entre la población. La represión que siguió fue brutal. ¡Siete mil militantes del PCI fueron encarcelados! Hubo varias escisiones en el partido y las estructuras nacionales de la organización del partido se desintegraron.

La distintas etapas del bonapartismo iraquí

Al llegar al poder, los baathistas intentaron legitimar su posición ante las masas proclamándose como “socialistas”. En 1964 el régimen se vio obligado a firmar una tregua con el pueblo kurdo, a nacionalizar algunos sectores de la industria, toda la banca y el sistema de seguros. Pero algunas de estas medidas se retiraron dos años después. La historia del país entre 1963 y 1968, fue la historia de un golpe tras otro, durante los cuales la burguesía nacional, que ya estaba muy debilitada, quedó completamente aniquilada con las luchas dentro del ejército.

A pesar de esto, el PCI todavía insistía en su política de buscar un “ala progresista” dentro de la elite militar dominante. Pasaba el tiempo cambiando su apoyo de un ala a otra y con frecuencia bastante repentinamente. Especialmente puso todas sus esperanzas en los pan-arabistas del Partido Baath. Esta posición finalmente provocó una escisión maoísta del PCI en 1967. Esta escisión, con algunos cientos de militantes, más tarde emprendió el camino de la guerra de guerrillas.

Los intentos desesperados de la dirección del PCI por identificar un “ala progresista” dentro de la burguesía nacional estaban condenados al fracaso. ¿Cómo un país atrasado como Iraq podría eliminar la pobreza y convertirse en una democracia estable sobre bases capitalistas cuando el imperialista exprimía cada centavo de beneficio? La naciente clase capitalista iraquí era demasiado débil y había entrado demasiado tarde a la escena histórica para ser capaz de jugar su propio rol independiente e introducir las reformas que le habría dado una base real de apoyo. Sólo a través de la revolución socialista, con la expropiación de las industrias de los capitalistas y la implementación de un plan socialista democrático de producción, Iraq habría podido comenzar a solucionar sus problemas. Sin embargo, debido a la dominación imperialista del mercado mundial, esto habría significado que una revolución socialista en Iraq habría sido vista como un primer paso de la lucha internacional por la democracia obrera. Esta perspectiva horrorizaba a la débil burguesía iraquí y a sus representantes en el gobierno.

En el período de 1968-74, el nuevo gobierno de Al-Bakr (de la camarilla baathista de Tikrit) se vio obligado a firmar un acuerdo de paz con los kurdos y nacionalizar la industria petrolera, prohibiendo a los extranjeros tener propiedades. Estas medidas tuvieron un efecto inicial. Las condiciones de vida de la clase obrera mejoraron a principios de los setenta. Ese fue el período en el cual el gobierno se volvió hacia la Unión Soviética, buscando ayuda para intentar desarrollar su industria petrolera y construir su propia burguesía nacional.

Siguiendo los consejos de Moscú, los dirigentes del PCI formaron una alianza con el Partido Baath buscando “una forma no-capitalista de desarrollo”. Se presentó a Sadam Hussein como el “héroe de la liberación nacional” que tanto tiempo llevaban esperando los dirigentes del PCI. Una combinación de factores obligó al régimen a presentar una cara de izquierdas. De este modo, durante un período, el régimen tuvo que aceptar la presencia del Partido Comunista y ministros kurdos en el gobierno. Pero la luna de miel fue breve. Los baathistas se aprovecharon del apoyo de los dirigentes comunistas. Con la cobertura de izquierdas que daba el PCI, el régimen pudo poner en práctica las primeras contrarreformas y a finales de los setenta tenía la suficiente confianza para lanzar una nueva oleada de represión, y a principios de 1978 comenzó de nuevo la lucha contra las fuerzas comunistas.

¿De dónde procede Sadam Hussein?

Debido a la crisis de 1973 en Oriente Medio, la derrota de EEUU en Vietnam y la recesión económica mundial de 1974-75, el imperialismo fue incapaz de intervenir en Iraq. El posterior aumento de los precios del petróleo tuvo un efecto dramático en el país. En los veinte años anteriores los beneficios del petróleo se cuadruplicaron alcanzando la modesta cifra de 572 millones de dólares. Ahora estos beneficios se dispararon y en 1980 alcanzaron los 26.500 millones de dólares.

Entre 1974 y 1978, el gobierno se embarcó en un programa de privatizaciones a gran escala de la industria para fortalecer el sector privado, que como consecuencia triplicó su tamaño. En 1980 había 700 multimillonarios en Iraq. El estado iraquí se convirtió en una vaca lechera para las familias ricas. El clan de Sadam se enriqueció, poseía enormes extensiones de tierra y un gran número de empresas del sector textil. Mientras que los usureros y los desfalcadores estaban mimados por el estado, la clase obrera tuvo que sufrir una terrible represión, se prohibió la libertad de expresión, la actividad sindical y los partidos políticos. El Kurdistán se convirtió en una colonia interna de Iraq.

En 1979 Sadam Hussein sucedió a Al-Bakr. Una de las primeras medidas fue imponer a un millón de kurdos su plan de “arabización”. Los kurdos se sublevaron y Sadam sólo pudo acabar con la revuelta con la ayuda de EEUU y 150.000 soldados turcos llegaron a Iraq enviados por la OTAN. Egipto, Sudán y Yemen también enviaron tropas.

Al mismo tiempo, el temor a que el fundamentalismo islámico iraní se extendiera entre sus propias masas empobrecidas hizo que las dictaduras kuwaití y saudí concedieran créditos a Iraq, 60.000 millones de dólares. La URSS también incrementó su ayuda.

A pesar de todo esto, durante un período de cinco años el régimen perdió el control del Kurdistán. Sin la ayuda exterior Sadam habría caído. Pero no cayó y decidió desviar la atención de los problemas internos con la invasión de Irán. En esto contó con el apoyo entusiasta de las potencias imperialistas.

En Irán la revolución de 1979 había derrocado a la monarquía pro-imperialista del Sha. Desgraciadamente, debido a la ausencia de una dirección revolucionaria y gracias también a la política del Partido Tudeh (Partido Comunista Iraní), la revolución fue descarrilada y cayó en manos de los mullahs fundamentalistas. De este modo, después de la revolución, la burguesía local junto con la jerarquía religiosa organizó la masacre de las organizaciones obreras comenzando con el poderoso Partido Tudeh, con la complicidad silenciosa de Moscú.

Pero el imperialismo quería ir mas allá y borró la memoria revolucionaria que quedaba entre las masas iraníes. Y aunque el régimen reaccionario fundamentalista islámico que había llegado al poder en Irán había sido útil para aplastar las organizaciones del movimiento obrero iraní, los imperialistas occidentales no confiaban en este régimen que tenía sus propios intereses y que estaban en conflicto con los de las principales potencias capitalistas. A los imperialistas les preocupaba el nuevo régimen fundamentalista y eso explica porqué apoyaron a Sadam en la guerra contra Irán. La guerra duró nueve años sin ningún vencedor. La guerra dejó a Iraq con una deuda externa de 80.000 millones de dólares y un millón de muertos.

La paz que siguió reveló el verdadero coste económico de la guerra y Sadam también tuvo que enfrentarse a la caída de los precios del petróleo. Iraq perdía 10 millones de dólares al día. La inflación crecía, la escasez se extendía, las conspiraciones y la disidencia se intensificaban. De nuevo Sadam Hussein buscó un factor externo para desviar la atención de sus propios problemas internos. Estas fueron las razones que llevaron a Saddam a invadir Kuwait en 1990. Pero el debilitamiento y el colapso posterior de la Unión Soviética y su bloque del este habían creado las condiciones para una nueva ofensiva del imperialismo a escala mundial. Y el petróleo iraquí era uno de sus objetivos. Esta fue una de las razones para la primera Guerra del Golfo.

La situación actual

Con el 70 por ciento de la población concentrada en las ciudades y la clase obrera con unas tradiciones revolucionarias poderosas que se remontan a los años veinte, una gran parte de las fuerzas potenciales para llevar adelante las tareas socialistas y anticoloniales en Oriente Medio se encontraban en Iraq. Pero el PCI todavía no se ha recuperado de la represión sufrida en 1979. Durante los últimos diez años sus estructuras organizativas se limitaron casi completamente a liberar la región kurda del norte.

Dentro del partido no se ha producido una discusión verdadera sobre los errores del pasado. El partido se opuso a la reciente guerra de EEUU contra Iraq y también se opuso al régimen de Sadam Hussein. Desgraciadamente, esto no significa que tengan una posición de clase clara. Defiende un papel destacado de la ONU como podemos leer en una reciente declaración del PCI:

“Para establecer la coalición de gobierno democrática y transicional, se debe poner fin a la ocupación de nuestro país, el poder debe estar en manos de una administración interina de la ONU… una de cuyas tareas sería, en primer lugar, convocar una conferencia de representantes de las fuerzas de nuestro pueblo iraquí, sus partidos políticos y los demás constituyentes, y supervisar la convocatoria de esta conferencia donde se debe alcanzar un acuerdo para formar un gobierno de coalición”. (www.iraccp.org 20/4/2003)

A pesar de la debilidad de las posiciones de la dirección del PCI, todavía existe la ardiente necesidad de un partido obrero en Iraq, y hay sed de este partido entre los trabajadores iraquíes. Esto se ha confirmado con la publicación en Bagdad del periódico del PCI: “El camino del pueblo”. En realidad, fue el primer periódico que se publicó después de la caída de Sadam Hussein.

La clase obrera iraquí, que fue tratada brutalmente por los bombardeos imperialistas, se levantará de nuevo. No hay duda de esto. Tiene un pasado glorioso y regresará a sus tradiciones. En esta ocasión el estalinismo está en una posición mucho más debilitada. Sus viejas ideas de una burguesía nacional “respetable” están desacreditadas por los propios acontecimientos. El Partido Baath se ha desintegrado y no puede jugar el papel que jugó en el pasado. Desafortunadamente, debido a la debilidad del movimiento obrero iraquí (tanto políticamente como en el frente sindical) en el período inmediato la dirección del movimiento antiimperialista caerá en manos de los mullahs. Pero esto no durará para siempre. Los jóvenes y trabajadores iraquíes aprenderán de su propia experiencia (como estamos viendo en Irán) que el fundamentalismo islámico no ofrece ninguna salida.

Así que durante un período, organizaciones como el PCI pueden jugar un papel importante en la organización de los jóvenes y trabajadores iraquíes. En esta ocasión no se debe desviar al movimiento de las tareas de la transformación socialista de la sociedad en su país y en el conjunto de Oriente Medio.

29 de abril de 2003

Nota: el libro de Ilario Salucci, Operai e contadini in Iraq: il percorso del movimiento comunista ha sido una fuente de información muy útil para escribir este artículo.