En el año 1921 se produce la gran huelga de la Patagonia, que fue aplastada por una de las matanzas más grandes que recuerde la historia nacional. El tema fue rescatado del olvido por ese gran intelectual del pueblo que es Osvaldo Bayer.Recomendamosa todos aquellos que se interesen en esta cuestión la lectura de los 4 tomos de La Patagonia rebelde (su primera edición “Los vengadores de la Patagonia Trágica” en tres tomos fue prohibido por la última dictadura militar), así como también el film del mm del mismo nombre rodado en el año 1974. En el año 1921 se produce la gran huelga de la Patagonia, que fue aplastada por una de las matanzas más grandes que recuerde la historia nacional. El tema fue rescatado del olvido por ese gran intelectual del pueblo que es Osvaldo Bayer.Recomendamos a todos aquellos que se interesen en esta cuestión la lectura de los 4 tomos de La Patagonia rebelde (su primera edición "Los vengadores de la Patagonia Trágica" en tres tomos fue prohibido por la última dictadura militar), así como también el film del mismo nombre rodado en el año 1974.
La Patagonia era hacia la década del veinte un vasto territorio feudal. Unas pocas familias concentraban el grueso de las tierras. En enormes estancias se practicaba la cría extensiva del ganado ovino. Los escasos indios que ocupaban estas tierras fueron exterminados sin piedad y reemplazados por ovejas.
En la actual provincia de Santa cruz, entonces territorio nacional, el grueso de la población se concentraba en cuatro puertos: Deseado, Santa Cruz, San Julián y Río Gallegos.
Estaba presente el capital inglés, a través de la posesión de miles de hectáreas de tierra y el manejo del comercio exterior de lanas y carnes.
Hasta 1919 el dinero corrió en abundancia en el territorio, por los altos precios internacionales de la lana. Pero la prosperidad que vino con la primera guerra mundial se fue con ella.
La primera huelga
Desde 1918 existía la Sociedad Obrera de Oficios Varios de Río Gallegos.Esta recogió las demandas de los obreros rurales, que eran por demás modestas: sueldo mínimo de 100 pesos por mes, alojamiento humano (3 hombres por cuarto), un paquete de velas por mes, un día de descanso por semana, mejor alimentación, etc. Los obreros hicieron asambleas y resolvieron elevar a los estancieros los pliegos que contenían esas reivindicaciones. Estos los rechazaron. La huelga estalló y se extendió por todo el territorio.
El presidente de entonces no era otro que Hipólito Irigoyen. Presionado por los oligarcas de la Sociedad rural y los intereses ingleses envió tropas al sur. El gobernador Izza partió con 110 hombres el 21 de enero. El 29 de ese mismo mes lo hizo el teniente coronel Héctor Benigno Varela al mando del Regimiento 10 de Caballería, parte del Regimiento 2 de Artillería y una sección de ametralladoras. Las tropas intimaron a unos 600 huelguistas concentrados en la estancia "El Campamento" a deponer las armas como condición previa para discutir sus peticiones. Estos, reunidos en asamblea, resolvieron avenirse a la condición exigida. Así fue como se pudieron reunir en Río Gallegos la patronal, representantes de la FORA y el gobernador Izza. Y suscribieron el acuerdo, que recogía las humildes reivindicaciones de los obreros rurales. Tal acuerdo representaba un gran triunfo.
Segunda huelga
Las tropas se retiraron y los procesados fueron sobreseídos. Entonces fue que la Sociedad Rural instó a sus socios a desconocer el acuerdo y acusó de blandura a Varela.
Hacia agosto el conflicto se había reiniciado. En las estancias se hicieron asambleas y se resolvió la huelga general. Algunas veces se tomaron rehenes. Hubo un alto grado de organización y de disciplina entre el proletariado rural. Puede decirse que durante meses los obreros fueron los amos de la patagonia austral.
La patronal no quiso llegar a ningún acuerdo. En parte por no ceder a sus privilegios de clase. Y también debido al bajo precio de la lana hacia mediados de año y a la gran acumulación de stock.
Las tropas no tardaron en regresar. Nuevamente cupo a Varela la jefatura de las tropas. En esta ocasión se transformó en un auténtico asesino. Intimó a los huelguistas a rendirse y devolver armas, rehenes y caballadas. A medida que se entregaban, elegían a los considerados cabecillas y procedían a fusilarlos.
En la estancia La Anita se fusiló sin discriminación a los peones después de hacerles cavar sus propias fosas.
En Puerto Santa fueron señalados los dirigentes por empleados de la patronal y de inmediato fusilados (entre ellos Outerello, secretario del sindicato local)
En San Julián las topas cercaron a la peonada. Los obreros delegaron al secretario del sindicato, Albino Argüelles, y a un compañero para parlamentar con las tropas. Fueron asesinados de inmediato.
En Jaramillo se fusiló a 32 peones, entre ellos al dirigente Facón Grande, que también había ido a parlamentar.
Ecos de la matanza
Los periódicos obreros de la época calcularon en 1100 los huelguistas fusilados. Según otras versiones llegarían a 2 mil. En general los huelguistas evitaban el choque frontal, porque aunque eran numéricamente más poderosos que los militares, no estaban bien pertrechados como éstos.
Después de haber teñido de sangre el territorio, el asesino Varela firmó un bando prohibiendo toda tratativa entre obreros y patrones. Puso fuera de la ley a las organizaciones obreras y exigió a todo obrero o empleado que estuviese matriculado en la policía como requisito para obtener trabajo y que los estancieros remitiesen periódicamente una lista de su personal. La oligarquía se sintió así por demás satisfecha.
La matanza prosiguió hasta marzo del 22. En el Congreso Nacional los diputados socialistas denunciaron los hechos, pero los radicales impidieron investigar lo actuado por el ejército.
Varela fue "ejecutado" por un anarquista alemán llamado Kurt Wilckens en el año 23 al salir de su casa. Encarcelado éste, fue asesinado por Pérez Millán, un miembro de la Liga Patriótica. Este, a su vez fue ejecutado por otro anarquista.
Hoy los humildes héroes de esta epopeya van siendo reconocidos por las nuevas generaciones. Una calle en Río Gallegos lleva el nombre del gallego Antonio Soto, líder de los huelguistas, que pudo escapar de una muerte segura por no haberse rendido. Otra calle de Puerto Deseado lleva el nombre de Facón Grande. Nada recuerda a los verdugos, que solo merecen el repudio general. Los fusilamientos y las tumbas masivas fueron ocultados durante 50 años, pero luego todo salió a la luz. La verdad tarda, pero siempre llega.
Honremos la memoria de estos queridos mártires de la Patagonia Trágica, con la convicción de que nuestro mejor homenaje será la construcción de una nueva sociedad donde el hombre sea hermano del hombre.