Balance de los conflictos de la Línea 60 y del Subte

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Nuevamente las patotas sindicales que responden a la más rancia burocracia sindical entraron en acción para atacar, en complicidad con la patronal, a los trabajadores que se organizan de manera democrática para luchar contra los abusos en los lugares de trabajo.

Es claro que las patotas sindicales actúan con bastante impunidad, cubiertos por la policía de turno, impulsados por burócratas corruptos y en defensa de los intereses de las empresas. El cobarde asesinato del compañero Mariano Ferreyra en lucha contra las tercerizaciones lo dejó a la vista de todos.

En esta oportunidad ha sido la Unión TranviariosAutomotor (UTA) quien nuevamente ha echado mano de su patota armada con armas de fuego y cuchillos para defender al monopolio del transporte DOTA, dueño de 25 líneas de colectivos en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.

Al igual que en el caso del SUBTE el dúo burocracia-empresa pretende destruir la organización de los trabajadores y a sus dirigentes, que responden solamente ante las asambleas de sus propios compañeros respaldando de manera enérgica y decidida las decisiones que surgen del seno de las mismas. De ahí el pánico que tienen empresarios y burócratas a las comisiones internas y delegados que representan a sus compañeros y no a intereses económicos.

El conflicto de la Línea 60 (que une Constitución con el Norte del Gran Buenos Aires) y el conflicto de los compañeros del SUBTE, a raíz de la implementación de la tarjeta SUBE, han puesto de relieve, una vez más, el acoso al que somos sometidos los trabajadores por el hecho de organizarnos de manera democrática y luchar por mejorar nuestras condiciones de vida, dejando más que claro la ausencia de democracia sindical que sufrimos los trabajadores en la Argentina.

 

La Línea 60 en pie de lucha

 

En evidente y descarada provocación, la patronal DOTA, desde hace tiempo, no abona el salario al Cuerpo de Delegados (elegido con más del 80% de los votos contra la lista de la UTA), realiza maliciosamente liquidaciones salariales al resto de los trabajadores y busca imponer ritmos de trabajo que implican mayor explotación con su consiguiente deterioro de salud.

Ante esto los compañeros de la línea 60 decidieron convocar una asamblea para resolver las medidas a tomar a consecuencia del dinero adeudado y el no reconocimiento de sus representantes. Minutos antes de que comenzara la reunión fue incendiado el auto del delegado de la cabecera de Plaza Constitución en la puerta de su domicilio, intentando amedrentar a los trabajadores quienes, ante esto, votaron el paro.

La empresa fue por más y envió a la fuerza de choque de la UTA a golpear a los choferes que se encontraban en la cabecera de Ingeniero Maschwitz, lo que derivó en una pelea y un trabajador herido por una bala policial.

Luego de 5 días de paro y de intensas negociaciones, las demandas de los trabajadores fueron reconocidas y se comenzará a regularizar la deuda que la empresa mantiene con ellos.

El triunfo de los compañeros de la 60 estuvo apuntalado desde varios costados. Por un lado, por la confianza en sí mismos de todos los trabajadores que participaron masivamente de las asambleas y apoyaron valientemente el paro aun ante las constantes presiones y amenazas; por otro lado, fue también vital el gran respaldo obtenido de gran cantidad de activistas gremiales antiburocráticos, como los compañeros ferroviarios del Sarmiento y el Roca, los compañeros del Hospital Garrahan, los de Ecotrans, trabajadores del Subte, compañeros de Kraft, docentes, etc.

Si bien la victoria estuvo fundamentalmente apuntalada por estos compañeros fue importante la intervención en la negociación final de la CGT y del sector de la CTA que conduce Hugo Yasky.

Las conclusiones que podemos sacar de esta lucha es que solo organizándonos de manera democrática y apelando a la solidaridad de otros compañeros podemos derrotar a las patronales y a sus cómplices.

Pero también esta lucha enseña que las direcciones sindicales no son una masa compacta y homogénea, sino que está compuesta por distintos sectores guiados por distintos intereses y que es totalmente legítimo y necesario llegar a un acuerdo amplio de frente único con aquellos sectores con los que podamos confluir para golpear a la patronal y a la burocracia en su versión más podrida y rancia.

Esta lucha victoriosa contra la empresa y la dirigencia de la UTA debería ser aprovechada por todos los compañeros para fortalecer, desde la Línea 60, una corriente antiburocrática que agrupe a todos los trabajadores del transporte que quieran desplazar a la actual conducción y conseguir un sindicato al servicio de los compañeros, y no para el beneficio de unos cuantos parásitos criminales.

 

Profundizar el modelo con los trabajadores, no con los patrones

 

Si bien los trabajadores del SUBTE apoyan la implementación de la tarjeta SUBE, como lo expresaron en un comunicado, también reclaman la regulación de la tarea de venta y su incorporación al convenio colectivo de trabajo, debido a que por falta de lugar físico para instalar los aparatos de recarga hay un aumento de las enfermedades laborales por la mala ubicación de los mismos.

Sin embargo, a pesar de que este es un reclamo básico y elemental, ha derivado en un conflicto donde la propia presidenta Cristina Fernández, en cadena nacional, no solo criticó a los trabajadores por este reclamo sino que también afirmó: “Estos de la tendinitis eran también en el ejercicio de la libertad sindical, ¿te acordás Tomada? (al ministro de Trabajo) a quienes reconocimos al gremio en un ejercicio de la tan bien reclamada y bien entendida libertad sindical” (7 de septiembre).

Si hacemos un poco de memoria vamos a encontrarnos que ha sido la lucha incansable, durante 3 años, de los propios trabajadores del SUBTE la que ha conseguido un reconocimiento parcial de la personería gremial, y no un regalo del gobierno como se desliza en la declaración de la presidenta.

Por eso, creemos que la cadena nacional debería ser utilizada no para criticar a los trabajadores que se organizan para mejorar sus condiciones de trabajo, sino que debería ser aprovechada por la presidenta Cristina para denunciar la explotación patronal, a las patotas armadas por la burocracia sindical y a las patronales que agreden y amenazan a sindicalistas antiburocráticos, como en el Subte y en la Línea 60.