Venezuela: Revocar a Maduro o construir una referencia – ¿Cuál es la prioridad para la izquierda revolucionaria hoy?

Cumplida la mitad del mandato constitucional del presidente Nicolás Maduro el pasado 10 de enero, tres agrupaciones de derecha introdujeron solicitudes al Consejo Nacional Electoral (CNE) para la activación de un referendo revocatorio al mandatario, basados en el artículo 72 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. En todo el año 2021, numerosas voces de derecha e izquierda venían planteando la necesidad de movilizar a la población para activar dicho mecanismo constitucional.

Lo acontecido en las pasadas elecciones regionales y municipales, donde la sumatoria de votos captados por los bloques separados de la derecha superaron por 9 puntos porcentuales a los del PSUV y fuerzas aliadas (54,3% frente a un 45,7%), y la victoria electoral de la oposición pro-imperialista en el Estado Barinas, a pesar de las maniobras gubernamentales para impedirla, reflejaron dos cosas: en primer lugar, el partido de gobierno ha venido perdiendo apoyo comicial de sus bases sociales, tras casi cumplir 9 años de administración de la crisis del capitalismo rentista nacional en detrimento del pueblo trabajador; y en segundo lugar, la derecha, por torpeza política o fruto de las maniobras bonapartistas de Maduro, no ha podido aprovechar tal situación, hallándose fragmentada en al menos tres bloques que en el corto plazo no se muestran prestos a converger.

Todo lo anterior ocurre en un país devastado por una crisis económica y social sin precedentes en la región, que ha hundido el PIB en un 80% en los últimos 8 años, con los niveles más altos de inflación en el mundo (en proceso de desaceleración), que ha hundido las reservas internacionales en un 72% desde 2014 y que ha aplastado los niveles de vida generales de la absoluta mayoría de la población. De este modo, han quedado reducidas a la nada casi todas las conquistas alcanzadas por el proceso revolucionario de la primera década del siglo XXI, que –aunque frenado desde arriba– despertó a millones de hombres y mujeres a la vida política y la organización popular. En la actualidad, toda la situación se ha vuelto en su contrario, fruto de la traición de Maduro y la dirección del PSUV a las aspiraciones de las masas populares, que resisten el anquilosamiento burocrático de todas las instancias de participación política, así como la criminalización y judicialización de sus luchas legítimas. 

Como antecedentes a procesos de este tipo, tenemos: la celebración del referendo revocatorio al presidente Hugo Chávez en 2004, a pedido de este y a pesar de las innumerables irregularidades presentadas por la derecha en la recolección de firmas, hecho que permitió propinar una de las derrotas políticas más significativas que recuerde la derecha, en aquellos importantes años de avance popular, de lucha y organización; y, en 2016, cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) anuló la primera fase del proceso de recolección de firmas en cinco Estados del país, precisamente casi un año después de que la derecha barriera en los comicios parlamentarios de 2015.

El 17 de enero (2022), el CNE informó la aprobación de tres solicitudes de inicio de procedimientos para activar un referendo revocatorio al presidente de la República. En este sentido, la Constitución establece en su artículo 72 lo siguiente: “Transcurrida la mitad del período para el cual fue elegido el funcionario o funcionaria, un número no menor del veinte por ciento de los electores o electoras inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar la convocatoria de un referendo para revocar su mandato”. Esta iniciativa fue promovida por el Movimiento Venezolano por el Revocatorio (MOVER), Todos Unidos por el Referendo Revocatorio y por CONFEDEJUNTA, en conjunto con el Comité de la Democracia Nacional como Internacional.

Lo que para los incautos parecía un accionar diligente del CNE, órgano de comprobada parcialidad gubernamental (más allá de contar con la presencia de dos rectores abiertamente derechistas), la realidad posterior demostró que la aprobación de las tres solicitudes para la activación del revocatorio no era más que una finta. El 21 de enero, la instancia electoral anunció que la jornada para la recolección de manifestaciones de voluntad de revocar a Maduro sería el 26 de enero, entre las 6:00 AM y 6:00 PM (12 horas), poniendo a disposición tan solo 1.200 centros de votación a fin de colectar un mínimo de firmas comprendidas en un 20% del padrón electoral en cada Estado. Claramente, las condiciones impuestas por el CNE para esta oportunidad, hacen imposible el desarrollo efectivo del proceso, algo que equivale a forzar a un atleta a correr 3.000 metros con obstáculos en un minuto.

El órgano electoral ha planteado efectuar la recolección de al menos 4,2 millones de manifestaciones de voluntad en cuestión de medio día, de una semana a otra, con una cantidad limitada de centros de votación, sin brindar tiempo suficiente para la acreditación de testigos, sin brindar información oportuna sobre los espacios dispuestos para firmar y sin auditar el software del sistema. Esta maniobra constituye la continuación del uso, por parte de la burocracia psuvista, de todo tipo de artimañas para retener el poder a toda costa, no como un medio para defender la revolución –de la cual se hicieron sus sepultureros– sino para la defensa de sus intereses de casta: privilegios, propiedades y dinero del erario público que engorda sus cada vez más exquisitos estilos de vida.

Juan Guaidó decidió salir del sarcófago de ignominia donde guarda su auto- investido “interinato” (tan decorativo como el título de rey Momo de Carnaval), señalando por Twitter: “¿A qué le tienes miedo Maduro? Ni unas firmas permites con un (Consejo Nacional Electoral) CNE secuestrado por ti. Estás más débil de lo que cualquiera cree (…)”. Más importantes que el pronunciamiento de Guaidó resultan las declaraciones de uno de los promotores directos del revocatorio: Cesar Pérez Vivas del MOVER calificó de “golpe de estado contra la constitución” la actuación del CNE. Podemos calificar de hipocresía olímpica tal reacción, de esa misma derecha que ahora se intenta probar el traje de demócrata –cuya talla la supera–, luego de fracasar en sus intentos de provocar un golpe militar, de desestabilizar el país en numerosas ocasiones, de promover el secuestro imperialista de activos del Estado venezolano y sanciones económicas, que han afectado especialmente a los sectores más empobrecidos. En las horas previas a la jornada de recolección de firmas, los promotores del revocatorio han llamado a la no participación del evento.

Como era de esperarse, al momento de escribir estas líneas, recibimos reportes de nula afluencia en los centros de votación. A todas luces, las condiciones del CNE desalentaron y desinflaron las falsas expectativas creadas y alimentadas por grupos de opinión de derecha e izquierda durante varios meses. A partir de ahora el CNE dará por finalizado el proceso, recibiendo más críticas y cuestionamientos, que seguramente no pasarán de allí. Ante el enorme reflujo social que impera en Venezuela –como resultado de la crisis económica, la lucha por la existencia derivada de ella y la traición de la dirigencia del PSUV– y el pobre poder de convocatoria de la derecha en la actualidad, podemos prever que las arbitrariedades del CNE no producirán reacciones de importancia por parte de la población.

Más allá de la hipocresía derechista, los marxistas venezolanos damos respaldo a los derechos democráticos y las formas de participación conquistadas en la constitución de 1999. Trotsky esgrimió en 1938 que cualquier restricción a la democracia va invariablemente dirigida contra la clase obrera y que la democracia burguesa es útil al proletariado solo en cuanto le abre caminos al desarrollo de la lucha de clases. Sustentados en dichas lecciones, no podemos más que rechazar las maniobras bonapartistas de las cuales echa mano el gobierno para controlar la situación política a su antojo, lo que lo ha llevado a intervenir partidos de derecha e izquierda, censurar y agredir institucionalmente a la APR, silenciar radios comunitarias, atacar la organización sindical y obrera, entre otras medidas. Sin embargo ¿quiere decir lo anterior que respaldamos la iniciativa actual para activar un referendo revocatorio? De ninguna manera.

Para Lucha de Clases – Corriente Marxista Internacional, la tarea de primer orden es construir una nueva referencia obrera, campesina y popular, que acumule fuerzas al calor de las luchas de todos los oprimidos y se prepare para conducir a los trabajadores hacia la toma del poder, cuando las condiciones subjetivas alcancen suficiente grado de madurez. La izquierda revolucionaria aún está muy lejos de poder proporcionar una alternativa capaz de movilizar a los trabajadores de la ciudad y el campo para capitalizar más que un cambio de gobierno, la toma del cielo por asalto con un cambio de sociedad.

La actualidad de la izquierda revolucionaria, y más específicamente de la APR, se encuentra circunscrita a una pequeña vanguardia, agrupada en un archipiélago de organizaciones, que contra la corriente del reflujo y el desprestigio de la palabra socialismo a manos del gobierno, rema incapaz de ponerse de acuerdo, de impulsar una política de construcción coherente, de vincularse decididamente a las luchas sociales y de conectar con sectores más allá de nuestros círculos. ¡La verdad es revolucionaria! En muchas de estas corrientes reina aún el pragmatismo, el oportunismo y la confusión ideológica, que nos ha arrastrado al conjunto a seguir manteniendo una existencia marginal en la política y la lucha de clases nacional. Estos vicios deben ser corregidos cuanto antes.

Bajo estas condiciones ¿es tan perentoria la activación del referendo revocatorio para la izquierda? Todos sabemos que la izquierda revolucionaria en la actualidad no tiene ni la fuerza ni la capacidad para hacer la diferencia, proporcionando una alternativa de poder a los trabajadores. Si existiera, estaríamos debatiendo sobre cuál es la mejor vía para conquistar el poder, donde la posición marxista consistiría en agotar todas las formas de lucha tanto dentro como fuera de la legalidad burguesa. Sin dudas, en un caso como el planteado, pugnar por un referendo revocatorio podría entrar entre las opciones posibles o sencillamente sería descartada si la combinación de condiciones objetivas y subjetivas para la revolución estén lo suficientemente maduras para una vía más expedita al poder. Pero esa no es la realidad hoy. Entonces, en el caso hipotético de que prosperara un proceso de referendo revocatorio contra Maduro ¿quiénes estarían en mejor posición para capitalizarlo hoy en día? La respuesta es bastante sencilla: el imperialismo y la derecha tradicional, la misma que –aunque desprestigiada por su accionar apátrida y su corrupción inmanente– podría encontrar elementos para reunificarse ante la perspectiva inmediata de un cambio de gobierno. 

Varios compañeros nos objetarán diciendo que con Maduro “la derecha ya está en el poder” o que “no hay mayores diferencias entre “Maduro y cualquier títere del imperialismo”. Más allá de la gran imprecisión de dichas afirmaciones, reconocemos los alcances del viraje pro-capitalista del gobierno, el gran servicio que está realizando a los intereses de la burguesía, el fortalecimiento de los aparatos represivos del Estado burgués y su nefasta política de ajuste anti-obrera y anti-popular. Todos estos elementos los hemos analizado en profundidad en otros artículos. Sin embargo, los que subestiman los peligros de que la burguesía tradicional retome el poder político en algún momento, incluso llegando a estar dispuestos a hacer un frente común con esta, reflejan una miopía ultraizquierdista de antología.

Tales posturas recuerdan –salvando las enormes diferencias– la política del “tercer periodo”, aplicada con fatídicos resultados en Alemania por la estalinizada Komintern y el Partido Comunista de aquel país (KPD) a principios de la década del 30 del siglo XX. Dicha política partía de la premisa de que no había diferencias sustanciales entre la socialdemocracia (SPD) y el fascismo, asumiendo que la primera (tildada de social-fascista) era el ala izquierda del segundo. Lo anterior en la práctica derivó en la negativa del KPD a plantear un frente único con el SPD –a pesar de las advertencias de Trotsky y la Oposición de Izquierda Internacional–, lo que facilitó la toma del poder por Hitler sin un disparo y sin la más mínima resistencia del proletariado, que quedó paralizado por sus direcciones. Tamaña derrota exhibió la bancarrota del estalinismo y la Internacional Comunista, llevando a Trotsky a fundar la Cuarta Internacional.

Aunque todas las analogías tienen sus límites, pues la derecha tradicional no cuenta actualmente –en sentido estricto– con un liderazgo y un partido fascista, y que la izquierda revolucionaria no tiene las fuerzas para jugar un papel preponderante y similar al equivalente del ejemplo; la comparación sirve para ilustrar el grado de equivocación de quienes expresan que entre Maduro y la derecha “no hay diferencias”. Si bien Maduro inconcientemente sigue preparando el terreno para que en algún momento la burguesía tradicional tome el poder en condiciones óptimas, el que esta posibilidad se cristalice supondría la aceleración del brutal ajuste que el gobierno aplica. A pesar de las enormes penurias impuestas a los trabajadores del país, numerosos economistas burgueses sostienen que el ajuste gubernamental no ha sido suficiente, clamando por la eliminación de los subsidios a la electricidad, a la distribución de agua y a todos los servicios públicos en general, los cuales se han venido privatizando a paso lento, pero no al ritmo que las clases dominantes demandan.

Un títere del imperialismo estadounidense en Miraflores contraería un préstamo con el FMI e incorporaría a la flexibilización laboral en curso la extensión de la edad mínima de jubilación. La precaria salud pública se privatizaría de manera formal y mucho más profunda que lo que ocurre de facto. En la educación contemplariamos el cierre de universidades en el “esfuerzo” de reducir el déficit fiscal. Para los que dudan de tales vaticinios, los invitamos a investigar las políticas de ajuste macroeconómico ejecutadas por la derecha en todo el mundo, especialmente en Brasil con Temer y Bolsonaro por situar un ejemplo cercano. En materia de derechos humanos, la derecha en el poder trataría de asegurarse de no volver a perderlo, sirviéndose, de forma mucho más efectiva que el gobierno actual, de los cuerpos represivos estatales creados y robustecidos en los últimos años. Estamos seguros de que toda esta descripción se quedaría corta de materializarse tal escenario.

Entonces ¿intentamos decir que vemos a Maduro como el mal menor y, por tanto, debemos quedarnos en pasividad esperando que la derecha nunca amenace el control del Estado que el PSUV ejerce actualmente? Para nada. Lo que tratamos de referir es que si la izquierda revolucionaria no ha podido convertirse en una alternativa para el pueblo trabajador, apoyar el revocatorio en el presente supone colaborar con las pretenciones del imperialismo y la burguesía tradicional. Reconociendo que Maduro pudiera ir mucho más allá en su viraje anti-obrero y anti-popular, pensar que Maduro ya hizo todo el trabajo que la burguesía requería o que incluso “con la derecha sería mejor”, es una posición tan ingenua como peligrosa.

La prioridad para la izquierda revolucionaria es constituirse como una referencia, y esto solo podrá hacerse acompañando a los trabajadores, a los campesinos y a todos los oprimidos en todas sus batallas cotidianas, propiciando la coordinación local, regional y nacional de todos sus esfuerzos, y de la mano de un programa revolucionario que contemple la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía bajo control obrero y popular, demolición del Estado burgués y edificación de un semi-Estado de los trabajadores.

En resumidas cuentas, para la CMI Venezuela es inadmisible asumir una posición favorable hacia el presente proceso revocatorio, que en nada contribuirá con la construcción de la necesaria alternativa revolucionaria y que nos puede deslizar peligrosamente hacia un frente común con la derecha (como ciertos sectores oportunistas y ultraizquierdistas ya lo han venido haciendo). La izquierda debe dejar de perder el tiempo con distracciones. El presente de necesidad nos llama a enfocarnos en la impostergable tarea de trabajar para acumular fuerzas y erigir una referencia verdaderamente socialista frente a la decadencia de la política burguesa, el reformismo y la crisis de su sistema putrefacto.

En enero del 2019, a la luz del asedio golpista y pocos días antes de la auto-juramentación de Juan Guaidó como “presidente interino”, señalamos, en un análisis de entonces, unas palabras que merecen la pena traerlas al presente:

«Mientras batallamos contra la reacción, no dejaremos de desenmascarar al liderazgo bolivariano que la historia promete devorar de alguna u otra forma. A sabiendas de la anterior, debemos procurar que sean los trabajadores y no la burguesía los próximos en tomar el timón del país. Ni la oligarquía ni la burocracia pueden resolver los grandes problemas que aquejan a los trabajadores. Mientras la burocracia bolivariana intenta salvar el poder para sí; es momento de que la clase obrera, en primer lugar, entienda la necesidad de organizarse para tomar ese poder, pero no para el beneficio de la burguesía y de ciertas cúpulas podridas, sino para ponerlo al servicio de sus intereses y de la transformación socialista de la sociedad (…)».

¡Manos a la obra!

¡Por una alternativa revolucionaria!

¡Por un gobierno de los trabajadores!